EL ESTRUCTURALISMO METATEÓRICO
Dr. C. Ulises Moulines*
RESUMEN
El autor sostiene que “la esencia” de una teoría científica es un conjunto de
diferentes tipos de estructuras complejas compuestas de estructuras más
simples, a saber: los modelos potenciales y los modelos actuales. Reúne,
además, otros elementos: las condiciones que constriñen los componentes de
cada modelo en función de los componentes de otros modelos de la misma y
de otras teorías diferentes; la determinación de qué conceptos y métodos son
específicos de la teoría en cuestión y cuáles provienen de teorías subyacentes o
del exterior; finalmente, el componente borroso inherente a cualquier modelo
científico. Todo esto constituye el núcleo formal de una teoría. Asimismo,
el dominio pragmático-histórico no formalizable, también hace parte de la
identidad esencial de toda teoría empírica. Las teorías “normales” de las
ciencias empíricas están dispuestas en redes de estructuras piramidales, con un
elemento teórico en la cima y una serie de nexos cada vez más especializados,
con sus aplicaciones directas o indirectas hacia abajo. Tal sería la visión
estrictamente sincrónica de las teorías. Su dimensión diacrónica acoge aportes
de Kuhn y de Lakatos, así como la noción estructuralista de evolución teórica.
Ésta concepción reconstruye teorías científicas particulares, sin preocuparse
mucho por los grandes problemas de la filosofía de la ciencia.
Palabras Clave: Estructuralismo científico, Filosofía de las ciencia,
Evolución teórica, Teorías científicas, Moulines
*Universidad de Munich, Alemania
META-THEORETIC STRUCTURALISM
Dr. C. Ulises Moulines
ABSTRACT
The author holds how a scientific theory, in essence, is a set of different
kinds of complex structures, composed themselves by simple ones, such
as: the potential models and the actual models. It gathers, moreover: the
constraining conditions of each model components in function of other model
components of the same theory and of the different ones; the clarification of
which concepts and methods belong to the theory in question and which ones
come from underlying and external theories; finally, the fuzzy component
inherent in every scientific model. This is the formal nucleus of a theory as a
whole. The non-formal pragmatic and historic domain belongs to the essential
identity of every scientific theory as well. In such a way, the “normal” theories
of empirical sciences are arranged in nets of pyramidal structures involving
a theoretic element on the top, and sets of more specialized links and their
direct and indirect applications downwards. Being this the synchronic view
of theories, its diachronic dimension takes Kunh’s and Lakatos’ ideas in and
the structuralist notion of theoretic evolution too. Moulines shows how the
structuralist approach reconstructs particular theories with no special concern
about the main problems of philosophy of science.
Key Words: Scientific Structuralism, Philosophy of Science, Theoretic
Evolution, Scientific Theories, Moulines
La concepción estructuralista de las teorías científicas hace, sin duda,
parte de los enfoques que hemos reunido bajo la etiqueta de ‘modelismo’,
porque le otorga un lugar totalmente central a la noción de modelo y está
fuertemente inspirada en los trabajos de la Escuela de Stanford. Ella no
puede, sin embargo, ser considerada como una simple continuación del
conjuntismo suppesiano, porque ella ha desarrollado un aparato conceptual
de análisis de las ciencias empíricas mucho más complejo y sofisticado que
aquel de Suppes y sus discípulos; ella, ante todo, ha intentado incorporar
sistemáticamente los aspectos importantes del análisis propuesto por autores
historicistas tales como Kuhn y Lakatos (especialmente el primero que,
por otra parte, ha reconocido claramente sus afinidades profundas con el
estructuralismo, a pesar de las diferencias “en apariencia” insuperables).1
Antes de la exposición de las ideas principales del estructuralismo
que hemos calificado aquí de “metateórico”, se hacen necesarias algunas
precisiones históricas y metodológicas para evitar lamentables confusiones.
El estructuralismo de que nos ocupamos acá no tiene nada que ver con el
estructuralismo francés –corriente que ha marcado profundamente la filosofía
y las ciencias humanas en Francia en los años 1960 y 1970–. Tiene también
muy poco que ver con la manera “estructuralista” de practicar la lingüística
y la interpretación literaria bastante extendida un poco por todas partes en el
mundo. El único “estructuralismo” con el que la concepción estructuralista de
la ciencia tiene una afinidad metodológica es aquel practicado en los estudios
de los fundamentos de la matemática, sobre todo (pero no únicamente) en
su versión llevada a cabo por los trabajos del grupo Bourbaki sobre de la
reconstrucción conjuntista de teorías matemáticas. Muchos años han pasado
antes de que el programa de investigación metateórica que aquí examinamos
lleve su nombre actual. El pionero de estas investigaciones, Joseph D. Sneed
(Estados Unidos, nacido en 1938), no atribuye ninguna denominación
particular a su concepción en su obra fundacional, The Logical Structure
of Mathematical Physics (1971); él caracteriza solamente una parte de
sus resultados como un “enfoque Ramsey modificado” (emended Ramsey
view). Sin embargo, esta descripción es muy inadecuada o, al menos, se
refiere a un aspecto secundario de su concepción.
1. Traducción autorizada del francés realizada por J. M. Jaramillo del libro de Moulines,
C. Ulises. La philosophie des sciences. L’invention d’une discipline (fin XIXe-début XXIe
siècle). Paris, Éditons Rue d’Ulm/Presses de l’École Normale Supérieure, 2006, xii + 171 pp.
ISBN10: 2-7288-0357-9 & ISBN13: 978-2-7288-0357-6. Este artículo en las pp. 133-144.
El otro “fundador” del estructuralismo en filosofía de las ciencias, Wolfgang Stegmüller (Austria,
1923-1991), en su primera obra, Theorienstrukturen und theoriendynamik
(1973), consagrada a la nueva metateoría, reanuda y desarrolla el enfoque
de Sneed, caracterizándolo como un non-statement view (“concepción
no proposicional”) de las teorías científicas –denominación no menos
inadecuada que la precedente, pero igualmente incompleta también–. Es
solamente hacia el final de los años setenta cuando el lógico y filósofo israelí
Yehoshua Bar-Hillel sugiere a Stegmüller describir su concepción como
una clase de estructuralismo, en vista de su semejanza (metodológica) con
el estructuralismo del grupo Bourbaki en matemáticas. Stegmüller acepta
esta sugerencia e intitula su nueva obra programática The Structuralist
View of Theories (1979). Si esta denominación no es tampoco totalmente
satisfactoria, porque se presta a confusión y no cubre todos los aspectos
de esta nueva corriente, fue la que se impuso más tarde y nosotros la
mantenemos aquí.
La aparición del libro de Sneed pasó totalmente desapercibida a causa
de la complejidad y de la novedad de las ideas propuestas y del nivel
demasiado técnico del aparato conceptual utilizado pero, también por su
estilo de exposición que se ajusta más al de un informe de investigación
que al de un ensayo destinado a una audiencia más amplia. Con todo,
Stegmüller, entonces bastante conocido como representante de la filosofía
clásica de las ciencias, pero entrado en crisis a causa de las dificultades
inherentes a la “teoría de los dos niveles” (y a raíz de la lectura de Kuhn),
comprendió el potencial de la obra de Sneed para resolver las dificultades de
principio que le atormentaban. En Theorienstrukturen und theoriendynamik,
expone las ideas de Sneed de una manera mucho más accesible y propone
aplicarlas al desarrollo de una nueva concepción de las teorías científicas:
ésta debe permitir sortear las dificultades a las que la concepción clásica
había conducido a la filosofía de las ciencias y ‘reconstruir racionalmente’
las nociones y las tesis de Kuhn (y, en menor medida, aquellas de Lakatos).
La comunidad de epistemólogos, “clásicos” o “historicistas”, se interesaron
también por la novedad metodológica propuesta por Stegmüller.
De 1974 a 1976, Sneed trabaja en estrecha colaboración con Stegmüller
en el instituto que éste dirige en Munich, y con otros dos investigadores,
Wolfgang Balzer (Alemania, nacido en 1947) y yo mismo (Venezuela/
España, nacido en 1946). Así toma forma el “programa estructuralista de
reconstrucción de las ciencias empíricas”, que se desarrolla y evoluciona gradualmente desde mediados de los años setenta, para llegar a su punto
culminante en la obra de Balzer, Moulines y Sneed, An Architectonic for
Science (1987). La tomaremos como referencia para exponer aquí los
principales elementos del estructuralismo. El programa estructuralista puede
ser caracterizado como un “programa abierto” en el sentido de que muchos
de sus conceptos, principios y métodos se han ampliado, modificado y
revisado desde su aparición, con ocasión del hallazgo de dificultades internas
(más o menos técnicas) en el aparato conceptual, de los malentendidos en su
interpretación epistemológica general o de insuficiencias en su aplicación
para la reconstrucción de teorías concretas de disciplinas empíricas. Algunos
de los desarrollos posteriores más importantes se reúnen en la compilación de
Balzer y Moulines Structuralist Theory of Science. Focal Issues, New Results
(1996). Numerosos autores del mundo entero han contribuido después a
los trabajos de aquello que se llama a veces la “Escuela de Munich”. Hay
que decir igualmente que los “estructuralistas han tomado siempre muy
en serio la intención de aplicar su metateoría a un número también grande
de casos concretos y reales de teorías científicas (al momento de escribir
estas líneas, una cincuenta de teorías, al menos, relacionadas todas con
disciplinas científicas –de la física a la sociología–, pasando por la química,
la biología, la psicología y la economía– han sido reconstruidas con todo el
detalle y la precisión necesarias2
).
El aparato conceptual utilizado por los estructuralistas en sus análisis
y sus reconstrucciones es más complejo que el de otras concepciones
modelísticas discutidas aquí3
.
2. Para un listado detallado (aunque no exhaustivo) de contribuciones al programa
estructuralista, véase la bibliografía hecha por Diederich, W., Ibarra, A. Mormann, Th.,
“Bibliography of Structuralism”, Erkenntnis, 30/3, 1989 (1ª. versión); 41/3, 1994 (2ª.
versión). Una completa reconstrucción particularmente característica de disciplinas diversas
ha sido reunida por W. Balzer, C. U. Moulines y J. D. Sneed en Structuralist Knowledge
Representations: Paradigmatic Examples, Amsterdam: Radopi, 2000.
3. Las otras concepciones mencionadas por Moulines en el libro de referencia son la
concepción conjuntista de la Escuela de Stanford (P. Suppes y colaboradores), la concepción
representacionalista que propone, como principal objetivo de la ciencia, “realizar
representaciones [modelísticas] más o menos adecuadas de la experiencia” (Ibid., p. 117)
y, de la filosofía de las ciencias, determinar el tipo de relación entre esas representaciones y
lo representado (G. Ludwig) y la concepción semántica (semantic view) que encuentra sus
raíces en la obra de Suppes y colaboradores y van a determinar en buena medida el desarrollo
de la filosofía de la ciencia a partir de la década de los 70 (B. van Fraassen, F. Suppe y R.
Giere, principalmente) (N. del t.).
Él emplea los instrumentos formales bastante
técnicos de la teoría de conjuntos y de otras ramas de las matemáticas.
Lejos de propiciar (como lo han sugerido algunos críticos) el deseo absurdo
de hacer aparecer las cosas como más complejas de lo que ellas son, esta
complejidad formal surge de reconocer que los objetos de estudio (las teorías
científicas y las relaciones que ellas tienen con otras) son en general unas
entidades en sí mismas muy complejas y que si no se atiene por completo a
esta complejidad se caería en una visión demasiado simplista y demasiado
vaga de la estructura de las ciencias empíricas. Vamos, sin embargo, a intentar
dar una idea de los elementos esenciales de la metodología estructuralista
sin recargar con detalles formales y que sea lo más “intuitiva” posible.
El estructuralismo debe su nombre al ideal básico, común a otros
enfoques modelísticos, según el que la manera más conveniente de
interpretar “la esencia” de una teoría científica no consiste en recurrir a
un conjunto de proposiciones, sino a un conjunto de tipos diferentes de
estructuras complejas, ellas mismas compuestas de estructuras más simples.
Las unidades estructurales más simples que constituyen una teoría son los
modelos, concebidos (en la tradición de Tarski-McKinsey-Suppes) de la
siguiente la forma:
donde los D1
representan los “dominios de base” y los R1
son las
relaciones construidas (en el sentido de la teoría de conjuntos) sobre los
dominios de base. Aquellos fijan “la ontología”, es decir, los conjuntos de
objetos admitidos por la teoría como entes “reales”. Las relaciones fijan
los vínculos admitidos entre los objetos de estos diversos conjuntos; en las
teorías más “avanzadas” estas relaciones” serán generalmente funciones
numéricas, es decir, magnitudes. Los dominios y las relaciones especificas en
una teoría particular son caracterizados por un cierto número de condiciones
formales que determinan el “marco conceptual” de la teoría; por ejemplo, se
podrá especificar que el dominio D1
debe ser un conjunto finito de objetos
mientras que el dominio D2
debe ser un continuo, que la relación R1
es una
relación simétrica y transitiva, o que la relación R2
debe ser una función
dos veces diferenciable sobre los números reales, y así sucesivamente.
Cuando todas estas condiciones formales del “marco conceptual” son
satisfechas, se dice que la estructura en cuestión es un modelo potencial
de la teoría. Es “potencial” en el sentido de que fija un marco posible para
concebir la realidad sin que nosotros tengamos aún la menor garantía que
sirva para representar algunos aspectos sustanciales de ésta, como dar unas
explicaciones o hacer unas predicciones. Las condiciones estipuladas son
puramente a priori. Para que la estructura en cuestión sea no sólo un modelo
potencial, sino también un modelo actual, es necesario que satisfaga, además
de las “condiciones-marco”, las “leyes de la naturaleza”, es decir, ciertos
axiomas en el sentido propio del término. Puesto que el estructuralismo no
propone una visión proposicional de las teorías, no considera como esencial
decidir cuál formulación concreta de estos axiomas se debe escoger, habrá
siempre un número indeterminado de conjuntos diferentes de axiomas
propios que determinan la misma clase de modelos actuales; sin embargo,
es importante, de una manera u otra, fijar la clase de modelos con los que
se quiere “decir cualquier cosa substancial sobre el mundo”.
La identificación de cualquier teoría consiste, en primer lugar, en fijar
el conjunto de sus modelos potenciales y actuales. Hasta ahí la metodología
reconstructiva estructuralista no se distingue fundamentalmente de otros
enfoques modelísticos, sobre todo de la Escuela de Stanford (aunque
la primera destaca la necesidad de distinguir claramente entre lo que
corresponde al marco conceptual a priori y lo que corresponde a las leyes
sustanciales con un contenido empírico). Sin embargo, esto no es más
que el primer paso en la identificación de una teoría. Una tesis central de
estructuralismo es justamente que las teorías empíricas (al contrario de las
teorías puramente matemáticas) están generalmente compuestas de más
elementos que los modelos potenciales y actuales. Con el fin de determinar la
identidad de una teoría son necesarios, a lo menos, otros cuatro componentes
que son esenciales para la comprehensión correcta de su funcionamiento.
1) Los modelos (potenciales o actuales) de una teoría cualquiera no
aparecen aislados los unos de los otros; ellos están ligados por ciertas
condiciones (generalmente implícitas) que constriñen los componentes de
cada modelo (por ejemplo los valores de una función determinada) en función
de los componentes de otros modelos. Desde el punto de vista formal, se trata
aquí de condiciones de segundo orden (de condiciones sobre los modelos y no
de condiciones en los modelos). El término utilizado para estas condiciones
es aquel de “ligaduras” (constraints en inglés, Nebenbedingungen en
alemán”)4
. Los ejemplos de tales ligaduras, familiares a los estudiantes de
física, son los principios de invariancia. Las combinaciones de modelos
que no satisfacen estas constricciones son todos simplemente excluidos de
la identidad de la teoría.
2) Las teorías no son ellas mismas entidades aisladas las unas de las otras.
Eso quiere decir que los modelos de una teoría no están solamente ligados a
otros modelos de la misma teoría sino, igualmente, a los modelos de teorías
diferentes. Por ejemplo, es esencial saber, para el buen funcionamiento de la
termodinámica, que sus modelos empíricamente utilizables están ligados de
una manera determinada con los modelos de la hidrodinámica. Estos vínculos
interteóricos (Links en Inglés, Bände en Alemán) pertenecen también a la
“esencia” de una teoría empírica.
3) En general, se hace necesario distinguir dos niveles conceptual y
metodológicamente diferentes en el seno de una misma teoría: el de los
conceptos que son específicos de la teoría en cuestión y que pueden ser
determinados solamente si se presupone la validez de la teoría, y los que
provienen del “exterior”, generalmente de otras teorías “sub-yacentes”. Los
primeros pueden ser calificados de T-teóricos con relación a la teoría T, los
segundos de T-no teóricos. Es decir, los conceptos T-no teóricos constituyen
evidentemente una subestructura de un modelo potencial de T. El conjunto de
estas subestructuras ha recibido un nombre particular: “conjunto de modelos
potenciales parciales”. Desde un punto de vista intuitivo, este conjunto
constituye el marco conceptual de los datos destinados a confirmar o refutar
la teoría, porque los conceptos que los constituyen son independientes de
la teoría en cuestión. Esta distinción entre dos niveles conceptuales podría
ser interpretada como una reminiscencia de la teoría de los dos niveles
(teórico/observacional) de la filosofía clásica de las ciencias. Pero ella tiene,
en efecto, un sentido completamente diferente: la distinción estructuralista
entre conceptos T-teóricos y T-no teóricos no es semántica (y menos aún
sintáctica); tampoco apela a la posibilidad de una (observación directa);
no es universal (es decir, la misma para todas las teorías científicas, lo que
presupone un “lenguaje observacional” común a las ciencias) sino “local”, es
decir, relativa a cada teoría. Lo que es T-teórico en la teoría T puede devenir
T-no teórico en otra teoría T’. Por ejemplo, las magnitudes dinámicas, masa
4. Para referirse a estas restricciones (contraintes en Francés, constraints en Inglés y Nebenbedinguungen en Alemán) los estructuralistas suelen emplear la expresión española
ligaduras o restricciones cruzadas que es la que se ha adoptado acá (N. del t.).
y fuerza, son T-teóricas en la mecánica aunque ellas son T-no teóricas en
la termodinámica.
4) Toda teoría empírica, al tomarse con seriedad, es aproximativa.
La aproximación puede ser cuantitativa o cualitativa; ella puede variar
según el tipo de aplicación que se considere; pero no es jamás un “modelo
exacto” el que se utiliza para representar la experiencia, sino más bien un
conjunto “borroso” de modelos, determinado en unos límites admisibles
de “emborronamiento”. Para definir esta clase de “emborronamiento de
modelos” los estructuralistas (inspirados en eso por Ludwig) han recurrido
a la noción topológica de uniformidad. Estas uniformidades de modelos
también pertenecen esencialmente a la identidad de las teorías empíricas.
La reunión coherente de los seis conjuntos de estructuras que acabamos
de describir (el conjunto de modelos potenciales, de modelos actuales, de
modelos potenciales parciales, de ligaduras, de vínculos interteóricos y la
estructura de aproximación determinada por una uniformidad) constituye lo
que podemos llamar el núcleo (formal) de una teoría, simbolizado por K. Se
puede decir que K sintetiza la identidad formal de la teoría. Ella es formal en
el sentido de que todos sus componentes pueden ser, en principio, definidos
con toda precisión con los instrumentos formales de la teoría de modelos, de
la teoría de conjuntos y de la topología. Sin embargo, otra tesis básica del
estructuralismo es que esta estructura de estructuras no agota todo lo que es
posible conocer de una teoría para saber aquello de lo que la teoría trata y
cómo funciona. La razón de ser de una teoría empírica consiste justamente
en el hecho de que todo este aparato formal supuestamente es aplicable a
algunas cosas externas a él; a unos fenómenos que supuestamente existen
independientemente del aparato formal. Este “mundo exterior” es descrito
por los estructuralistas, que se apoyan en la noción introducida por Adams,
como el “dominio de aplicaciones pretendidas” simbolizado por I. Como
Adams lo había observado ya, el conjunto I debe ser considerado como
perteneciente también a la identidad de la teoría porque sin eso nosotros no
sabríamos con qué objetivo ella habría sido construida.
Ahora bien, los estructuralistas hacen tres suposiciones epistemológicas
fundamentales sobre la manera adecuada de concebir este dominio I.
En primer lugar, no se trata ciertamente ni de la “realidad pura” ni de la
“experiencia pura” –suponiendo que estas expresiones tengan un sentido.
El dominio I está conceptualmente determinado por unos conceptos de los que ya se dispone antes de que la teoría comience a funcionar. Estos son
conceptos que, por supuesto, provienen del “exterior” pero que, en un cierto
sentido pertenecen también a la teoría. En resumen, se trata de conceptos
T-no teóricos en el sentido arriba explicado. Su ensamblaje coherente forma
las sub-estructuras de modelos potenciales de la teoría o, en otros términos,
el dominio I debe ser concebido como un sub-conjunto del conjunto de
modelos potenciales parciales. En segundo lugar, las aplicaciones propuestas
de una teoría cualquiera no pretenden referirse al conjunto del universo o
de la experiencia. Ellas son múltiples y locales, ellas representan “pequeñas
partes” de la experiencia humana. Por otro lado, cada teoría tiene su dominio
particular de aplicaciones pretendidas, los dominios de teorías diferentes
pueden coincidir total o parcialmente, estar en relaciones tenues o no tener
absolutamente ninguna relación. Finalmente, con la concepción del dominio
I como un sub-conjunto del conjunto de modelos potenciales parciales,
no proporcionamos más que una pobre determinación de este dominio.
Se trata solamente de una condición necesaria, pero de ninguna manera
suficiente de la pertenencia a I. La determinación unívoca completa de I
escapa, por principio, al análisis formal. La razón es que este dominio es
una clase de entidad fuertemente dependiente de factores pragmáticos e
históricos que, por su misma naturaleza, no son determinables formalmente.
Por consiguiente, existe en la identidad esencial de toda teoría empírica un
componente irreductiblemente pragmático-histórico no formalizable. Se
encuentran aquí los límites del análisis formal de las ciencias empíricas
– esto no quiere decir, por supuesto, que no se pueda emprender un lago
camino en esta clase de análisis que considere los otros aspectos que sí son
formalizables.
En un primer análisis, entonces, una teoría es, desde el punto de vista
estructuralista un par , donde K es un núcleo forma e I es un dominio
de aplicaciones pretendidas. Este par está asociado a la “pretensión empírica”
según la cual I puede ser efectivamente (aproximativamente) subsumido bajo
K – aquí lo que la teoría “dice sobre el mundo”. Esta definición de la noción
de teoría empírica recuerda, sin duda, aquella de Adams, para quien una teoría
empírica es también un par asociado a una “pretensión empírica”;
sin embargo, se constata muy rápidamente que el análisis estructuralista se
diferencia del de Adams, porque M es solamente uno de los componentes
del núcleo y porque la pretensión empírica no postula simplemente que I
es un subconjunto de M, sino que existe una relación más compleja entre
los dos – la relación de subsunción.
Acabamos de decir que el estructuralismo concibe una teoría como un
par <K I> en un “primer análisis”. En realidad, el estructuralismo propone
concebir las teorías “normales” de las ciencias como estructuras más
complejas aún. La razón es que un par del tipo <K I> representa solamente
los casos más simples que se puedan imaginar de teorías científicas –
aquellos en los que la parte “sustancial” de la teoría consta solamente de
una única ley. Estas unidades simples se llaman “elementos teóricos”. Ellas
no pueden ser una buena representación de una teoría empírica, sino en el
caso de disciplinas poco desarrolladas. Pero, en las teorías más avanzadas
(como lo son aquellas de prácticamente todas las ciencias de la naturaleza
y la mayor parte de las ciencias sociales), se puede convencer bastante
rápidamente que se trata del “ensamblaje” de un número más o menos
grande de elementos teóricos, porque tales teorías contienen numerosas
leyes de un grado variado de generalidad, las unas subordinadas a las otras.
La denominación específica para este ensamblaje es la de “red teórica”.
Estas unidades reflejan el hecho de que las teorías “normales” de las
ciencias empíricas tienen la forma de estructuras altamente jerarquizadas
(“pirámides” si se quiere una imagen gráfica). Habitualmente se constata
que existe una sola ley fundamental (en general de contenido esquemático)
que constituye el elemento teórico en la parte superior de la red y, en la parte
inferior, una serie de leyes (y de ligaduras) más y más especializadas (cada
una constituyendo su propio dominio de aplicaciones), que provienen directa
o indirectamente del elemento teórico superior por un proceso que se puede
llamar de “especificación” (por ejemplo, especificación de las relaciones
entre las magnitudes que aparecen en la ley fundamental, concretización
de parámetros o de “constantes”, restricción de aproximaciones admitidas,
etc.). La reconstrucción estructuralista detallada en docenas de ejemplos
de teorías de las más diversas disciplinas ha mostrado que esta forma de
red jerarquizada corresponde al mejor concepto intuitivo de teoría que
se aprende en los manuales científicos. Para dar un solo ejemplo, que ha
sido reconstruido en detalle por los estructuralistas, la teoría que nosotros
llamamos comúnmente mecánica newtoniana de partículas consiste en una
red donde el elemento teórico “superior” está constituido esencialmente por
del Segundo principio de Newton con un gran número de especializaciones
sucesivas, los primeros aún bastante generales por sus contenidos y por sus
dominios de aplicaciónes (tales como el principio de acción y de reacción o
el postulado según el cual las fuerzas dependen de distancias), para llegar
a las leyes más particulares, tales como la ley de Hooke para los resortes5
.
A pesar de esta complejidad, lo que hace que una red pueda ser reconocida
como una unidad epistemológica y metodológica es, en primer lugar, el
hecho de que tenga un marco conceptual común (formalmente los modelos
potenciales son los mismos) y, luego, que todos los elementos de las
teorías que componen los diversos niveles sean siempre construíbles como
especializaciones (en el sentido de que se pueden definir sin ambigüedad)
del elemento teórico superior.
Hasta aquí, se tiene lo esencial del concepto estructuralista de teoría
empírica desde el punto de vista estrictamente sincrónico. Ahora bien,
se puede “poner en marcha” este concepto para representar los aspectos
diacrónicos de teorías científicas (inspirados de una manera indirecta en
la ideas de Kuhn –pero aceptadas por el mismo Kuhn). En el análisis
estructuralista, una teoría en el sentido diacrónico no es simplemente una
red teórica que preserva su forma original en curso de la historia; por el
contrario, es necesario reflexionar sobre el hecho de que las redes de la teoría
están normalmente sometidas a modificaciones más o menos importantes
en el curso de su desarrollo histórico, sin perder por ello lo esencial de su
identidad. Una teoría, desde el punto de vista diacrónico, es una red que
evoluciona o, para ser más precisos, una serie de redes en el tiempo ligadas
por condiciones determinadas. La entidad diacrónica que resulta de esta
clase de procesos ha sido nombrada por los estructuralistas “evolución
teórica”. En un cierto sentido, la noción estructuralista de evolución teórica
es una precisión (y por consiguiente, una mejor base para un test efectivo)
de la noción kuhniana de “ciencia normal”. Ella ha sido aplicada también
en el estudio de casos concretos, tales como la evolución de la mecánica
newtoniana y aquel de la termodinámica fenomenológica.
A pesar de sus innegables éxitos, una de las críticas hechas al programa
estructuralista es que el aparato metateórico empleado es demasiado
complicado y que hay que realizar un esfuerzo importante para “digerirlo”
antes de poder aplicarlo al análisis de problemas epistemológicos
interesantes.
5. El lector va a encontrar la reconstrucción (casi) completa de la red de la mecánica
newtoniana, también como las redes de otras teorías de las ciencias físicas y químicas, en
An Architectonic for Science. Las redes teóricas de la física, de la biología, de la psicología,
de la economía, etc., han sido reconstruidas en detalle por numerosos autores.
A lo que los estructuralistas (nosotros mismos) contestan que es la evolución misma de la filosofía de las ciencias lo que les ha obligado a
buscar un nivel de complejidad más elevado, mostrando que los instrumentos
conceptuales utilizados por los autores y las corrientes precedentes eran
demasiado simples y/o demasiado vagos, en cualquier caso insuficientes,
para dar cuenta de ciertos aspectos esenciales de las teorías científicas.
Después de todo, las teorías científicas (y sus relaciones) son unos objetos
en sí mismos bastante complejos y sería asombroso que se puedan analizar
bien objetos complejos con instrumentos simples o imprecisos. Demasiado
complicado o no, la metateoría estructuralista ha mostrado que era capaz
de ser aplicada de manera convincente a un número de casos particulares
mucho más grandes que las otras metodologías. Es este un hecho estadístico
fácil de verificar.
Otra crítica frecuente reconoce que la concepción estructuralista
puede ser capaz de reconstruir teorías científicas particulares, pero que ella
no ha dado ninguna respuesta a los grandes problemas epistemológicos
y ontológicos que han obsesionado a la filosofía de las ciencias desde
su nacimiento. El estructuralismo no nos ayuda ni a diferenciar entre
concepciones tales como el empirismo, el realismo, el anti-realismo o el
instrumentalismo, ni a determinar el rol de la inducción o de la probabilidad
en la investigación científica, ni a esclarecer la noción de ley de la naturaleza
o de explicación científica… Esta objeción es en parte fundada. El silencio
del estructuralismo se debe a razones contingentes (personales) pero,
también, al efecto de la prudencia: se sabe aún muy poco sobre la verdadera
naturaleza y el verdadero funcionamiento de las teorías científicas para
estar en condiciones de dar respuestas satisfactorias a estas cuestiones. Sin
embargo, después de algunos años, los esfuerzos han estado dirigidos en
esta dirección6
.
6. Véase, por ejemplo, el número especial de la revista Synthèse consagrado al estructuralismo
(t. 130, 2002).
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