¿De qué hablamos cuando hablamos de cambio estructural? Una perspectiva evolucionista-neoschumpeteriana1
Gabriel Yoguel (IDEI-UNGS)
Las ideas que quiero transmitir en esta presentación se derivan de una reflexión sobre la noción de cambio estructural y sus vínculos con la teoría de la complejidad. Mi presentación consta de cinco partes. La primera presenta las preguntas que considero necesarias para discutir la idea de cambio estructural. Seguidamente haré algunas consideraciones generales sobre cambio estructural. La tercera sección introduce una posible conceptualización del cambio estructural que contribuya al debate. La cuarta parte plantea la discusión entre eficiencia ricardiana y eficiencia schumpeteriana y sus vínculos con la idea de cambio estructural. Finalmente, planteo algunos lineamientos de política que se pueden plantear al hablar de cambio estructural.
1. Preguntas
¿Qué es cambio estructural (CE)?
¿Cuáles son los elementos cualitativos y cuantitativos que lo determinan?
¿Cómo se mide?
¿Cuáles son las fases que podrán ser identificadas y cuáles son las políticas necesarias para que la dinámica productiva y social vaya en la dirección de un CE?
¿Qué es CE en países en desarrollo? (El análisis no puede pasar por alto las consecuencias de este proceso sobre el mercado de trabajo —salarios, nivel de empleo— y la distribución del ingreso).
¿Se trata de aumentar la velocidad del crecimiento o de cambiar de dirección, o de ambas?
2. Algunas consideraciones generales
Tanto en América Latina como a nivel internacional existe una larga tradición de investigaciones heterogéneas en el campo de la teoría del desarrollo que se sustentan bajo la idea de cambio estructural. Esta heterogeneidad y los grados diferenciales de profundidad que presenta la literatura se refleja, entre otras contribuciones, en los trabajos de Fernandez Bugna y Fernando Peirano (2011), de Roitter, Erbes y Kababbe (2011) y de Sebastián Sztulwark (2005).
Fernandez Bugna y Peirano ponen de relieve, desde una perspectiva heterodoxa, la existencia de cinco enfoques estilizados y remarcan que “el concepto es ambiguo y es utilizado desde distintas perspectivas”: i) el cambio estructural como transformación social asociado a las contribuciones de Karl Polanyi; ii) el cambio estructural y la relocalización de la fuerza de trabajo hacia las actividades de mayor productividad, asociado a las contribuciones de Lewis, Kutznets, Kaldor; iii) cambio estructural con renovación de la estructura tecnológica, derivado del proceso de destrucción creativa planteado por Schumpeter en Teoría del Desarrollo Económico y Capitalismo, Socialismo y Democracia; iv) el cambio estructural como upgrading de las cadenas de valor; y v) el cambio estructural como un proceso de diversificación, que desde una perspectiva macro refleja las posiciones de Fanelli y Frenkel (1994). Según afirman los autores, “la discusión acerca de si hubo o no cambio estructural, durante un período, puede resultar un diálogo vacuo si no se explicita el marco conceptual bajo el cual se está empleando el concepto”
1 Ponencia presentada en el Seminario-Taller “La estructura productiva argentina. Evolución reciente y perspectivas”,
1-3 de octubre 2014, CEPAL, Oficina de Buenos Aires.
Por su parte, Roitter, Erbes y Kabbabe (2013), en un estudio coordinado por la CEPAL, analizan una buena parte de la literatura reciente sobre CE en la Argentina2 . Las autoras plantean que un proceso de cambio estructural debería estar caracterizado por: i) la generación de encadenamientos productivos desde los sectores que traccionan y que son portadores de progreso técnico hacia el resto de la economía; y ii) por la difusión de los beneficios del crecimiento económico hacia distintos sectores sociales. Igual que Fernandez Bugna y Peirano, estas autoras revisan los antecedentes de la teoría del cambio estructural e identifican dos grandes líneas de trabajos. Por un lado, los aportes de la teoría del desarrollo y del estructuralismo latinoamericano y los aportes del evolucionismo y del neoestructuralismo latinoamericano. La primera corriente, asociada a la idea de heterogeneidad estructural como elemento central para dar cuenta de los procesos de cambio (Cimoli y otros, 2005; Porcile, 2011) que se nutren de los trabajos de la corriente clásica del desarrollo (Prebish, 1949; Hirshman, 1961; Singer, 1950; Pinto, 1970) que planteaban la importancia del proceso de industrialización para la generación de rendimientos crecientes y externalidades y por tanto el aumento de la productividad. El desarrollo de nuevas actividades que dieron lugar a encadenamientos “a la Hirshman” y el traspaso de trabajadores desde las actividades de menor productividad eran el camino. La segunda corriente incorpora al pensamiento neoestructuralista los principales planteos conceptuales de las ideas postkeynesianas, del evolucionismo y de la corriente neoschumpeteriana, que les permite incluir en la teoría el desarrollo de procesos de aprendizaje. Desde esta perspectiva, “el cambio estructural se asume como un proceso de coordinación de decisiones interdependientes que incluyen la interacción entre acumulación de capital físico, habilidades específicas y desarrollo de elementos de infraestructura tecnológica. La falta de coordinación en la evolución de estos factores puede condicionar o bloquear el desarrollo” (Erbes y otros, 2011:133). La generación de cambio estructural forma parte de una estrategia de desarrollo que requiere un abordaje sistémico que tiene contrapartidas a nivel micro, meso y macro. En esa dirección, diversos autores de esta corriente (Ocampo, 2005; Cimoli, 2005 e Infante, 2011) ponen de manifiesto la importancia, no solo de analizar la dinámica de la estructura productiva a nivel micro-meso, sino el conjunto de cuestiones asociados tales como el funcionamiento del mercado, de las instituciones y de sus interrelaciones.
Finalmente, para Sztulwark (2005) —que podría estar encuadrado en el grupo 4 que plantean Bugna y Peirano (2011)— el concepto de estructura tiene que ser analizado desde la perspectiva de la cadena. Para poder ascender en la cadena se requiere un cambio en la base de conocimiento del sistema local. Desde esta perspectiva, el cambio estructural sería una complejización del sistema de innovación sobre cuya base se puede ascender a los eslabones de la cadena en los que tienden a concentrarse las rentas de innovación. Por lo tanto, se trata de la capacidad de crear conocimiento y de explotarlo económicamente. El problema es que la cadena es un concepto meso: ni macro ni micro. Desde esta perspectiva, el cambio estructural alude a un proceso más agregado, que requiere analizar la posición de un país en distintas cadenas globales.
2 Diferencian dos tipos de trabajos: en primer lugar, los centrados en los cambios en la estructura económica que sostienen que i) el cambio fue inducido desde la politica cambiaria y de costos laborales (Azpiazu y Schorr (2010); Fernández Bugna y Porta (2008); Coatz y otros, (2010), y los que plantean que el núcleo de actividades que contribuyen al crecimiento sigue siendo el mismo pero con fuerte dinamismo en los sectores más complejos (Briner y otros, 2007; Basualdo y otros, 2010; Tavosnanska y Herrera, 2009; Lavopa y Muller, 2009; Peirano y otros, 2010; Santarcángelo y otros, 2011). En segundo lugar discuten los trabajos centrados no sólo en los cambios productivos derivados de la devaluación, sino también en los cambios sociales (Lavopa, 2007; Cenda 2010a y 2010b), destacando los impactos positivos en la inclusión social y la generación de empleo de calidad. A esta lista de trabajos se podría añadir los aportes más recientes de Robert y Rivas (2014), Porta y otros (2014) y todos los trabajos presentados ayer y antes de ayer en el seminario llevado a cabo en la CEPAL.
Para aumentar aún más la heterogeneidad acerca de la conceptualización de “cambio estructural” una simple búsqueda en google scholar, arroja una cantidad muy significativa de trabajos, que se reduce significativamente cuando la búsqueda se hace en scopus o enconlit. Tres miembros de esta mesa —Mario Cimoli, Jorge Katz y Fernando Porta—han participado en varios [...]
4. Tensión entre eficiencia asignativa/ricardiana y eficiencia schumpeteriana Como sugieren Abeles, Lavarello y Montagu (2013), en los países en desarrollo existe un conflicto entre “la asignación de recursos según la eficiencia ricardiana y la schumpeteriana”. Esto merece tres consideraciones de los autores. En primer lugar, el régimen de incentivos tiende a reforzar la expansión de los sectores que presentan menores brechas de productividad en el corto plazo, lo que puede limitar el potencial de progreso técnico en el mediano y largo plazo6 . En segundo lugar, el ....
4 Cuando estos procesos tienen lugar en una estructura económica y social y no existen bloqueos al desarrollo de capacidades y de mecanismos de feedback, el cambio estructural es inclusivo.
5 En esa investigación, los indicadores considerados son los siguientes: i) cambio de la participación de los sectores difusores de conocimiento (DFC) en el valor agregado; ii) cierre de la brecha de productividad del trabajo en la industria manufacturera con respecto a los Estados Unidos; iii) gasto en I+D como porcentaje del PIB; iv) número acumulado de patentes por habitante otorgadas a los residentes de cada país en los Estados Unidos; v) cambio en el patrón de especialización internacional, medido a través del índice de adaptabilidad, definido como la relación entre la participación de las exportaciones del país en los sectores de mayor dinamismo en la demanda mundial, sobre la participación en los sectores de menor dinamismo externo; y vi) tasa de crecimiento económico como indicador del desempeño de cada país, o región, en la economía internacional.
6 Como decía Schumpeter (1942) una empresa que busque la eficiencia estática en todos los períodos puede, a la larga, ser menos eficiente desde el punto de vista dinámico que una empresa que no cumpla con las condiciones de “optimalidad” de corto plazo.