Palabras de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en ocasión de la Conferencia Magistral del Presidente de la República del Ecuador, Rafael Correa Delgado CEPAL,
Santiago, 14 de mayo de 2014
Excelentísimo Presidente de la República del Ecuador, Rafael Correa Delgado
Don Patricio Aylwin, ex presidente de la República de Chile
Heraldo Muñoz, ministro de Relaciones Exteriores de Chile
Ricardo Patiño, ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador
Señoras y señores ministros de estado y otros miembros del gabinete del presidente del ecuador
Isabel Allende Bussi, presidenta del Senado de la República de Chile
Querida amiga, Ángela Jeria Señoras y señores autoridades nacionales, civiles y militares,
Señoras y señores representantes del cuerpo diplomático y cuerpo consular acreditado en Chile
Colegas y amigos representantes de organismos, fondos y programas del sistema de las Naciones Unidas en Chile
Señoras y señores representantes de universidades y del mundo académico
Señoras y señores representantes de las organizaciones de la sociedad civil
Queridos directores y colegas de la CEPAL,
Quiero brindar un fraternal saludo, y el tributo de mi gratitud al Centro de Formación Memoria y Futuro, a las Fundaciones Salvador Allende y Clodomiro Almeyda, a la Radio Universidad de Chile y a la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, organizaciones que con su tesón y persistencia han hecho posible el feliz encuentro que acogemos hoy.
Es, para esta Comisión Económica para América Latina y el Caribe, y para esta Secretaria Ejecutiva, un placer y un honor recibir en la casa de las Naciones Unidas en la región, a nuestro querido amigo el presidente de la República del Ecuador, Rafael Correa.
Presidente, juntos compartimos la convicción de que ha llegado en América Latina la Hora de la Igualdad y que sólo a partir de mayor titularidad de derechos se logrará la profundización de la democracia, como orden colectivo y como imaginario global compartido.
Así lo reafirmamos en nuestro reciente Periodo de Sesiones, la semana pasada en Lima, donde por cierto quiero agradecerle la activa y fecunda presencia ecuatoriana que tuvo en sus enviados, Jeannette Sánchez y Pabel Muñoz, a dos colaboradores invaluables.
Como usted, presidente, creemos que la igualdad debe ser el principio ético normativo primordial y el objetivo último del desarrollo.
Sabemos que situar a la igualdad en el centro implica una ruptura con el paradigma económico que ha prevalecido en la región durante al menos tres décadas. A la luz del rostro de nuestro continente, aparece como un imperativo moral.
Nuestra convicción es clara: hemos de igualar para crecer y crecer para igualar.
No es un camino sencillo pero lo creemos impostergable. Procurar la igualdad requiere de un cambio estructural orientado a cerrar brechas sociales y productivas críticas donde no estén reñidos entre sí lo económico, lo productivo, lo social y la sostenibilidad ambiental.
Como usted presidente ha expresado en la propuesta de Sumak Kawsay, el Buen Vivir, y que coincide con los fundamentos de nuestra Trilogía de la Igualdad, los documentos estratégicos: “La Hora de la Igualdad”, “Cambio Estructural para la Igualdad” y “Pactos para la Igualdad” en donde enfatizamos que la igualdad social, el dinamismo económico y la sustentabilidad ambiental requieren de un profundo cambio estructural virtuoso y que estos tres objetivos no están reñidos entre sí. La igualdad es el horizonte, el cambio estructural el camino y la política el instrumento. Se trata de crecer para igualar e igualar para crecer, pero no a cualquier precio.
Se trata de repensar el desarrollo retomando el pensamiento estructuralista latinoamericano, fortaleciendo por ejemplo instrumentos de planificación tal como lo hace Ecuador con el SENPLADES.
CEPAL sostiene, Presidente, que la llave maestra de la igualdad es el empleo con plena titularidad de derechos, a la educación, a la ciencia, a la tecnología, a la innovación.
Pero no sólo en lo social se juega lo social. En efecto, la política industrial es de largo plazo, y en el camino las recomposiciones sectoriales en función de saltos de productividad requieren de la política social para garantizar pisos de bienestar a quienes no pueden, en las primeras etapas, alcanzarlos por vía del empleo de calidad y con derechos.
La vocación igualitaria es también vocación universalista: todos quieren ser productivos, todos quieren mejor calidad de vida, todos quieren saber, todos quieren estar educados, todos quieren empleo y derechos.
A eso aspiramos en la CEPAL, a construir un proyecto de desarrollo inclusivo que provea de espacios para que todos los segmentos de la sociedad puedan llevar adelante sus potencialidades y proyectos de vida, sobre la base del cambio estructural con sostenibilidad ambiental.
Al hablar de igualdad estamos hablando de política productiva. Estamos hablando de distribución, de propiedad y apropiación de los bienes colectivos y de la construcción de ganancias de productividad genuinas y no espurias; es decir, a partir de la plena comprensión de la renovabilidad de los recursos naturales y de su uso en el tiempo con igualdad intergeneracional.
Es por ello que nos anima y estimula el poder ser parte de la Estrategia Nacional para el Cambio en la Matriz Productiva del Ecuador, evidencia concreta de que estas reflexiones compartidas pueden y deben encarnar política pública.
Encontrar en el quehacer presente del Ecuador tantos puntos de diálogo con estas afirmaciones comunes, resulta un estímulo motivador a nuestra labor cotidiana. Y es en ese marco que resulta para nosotros un honor recibir de sus manos el Plan Nacional del Buen Vivir, que inaugura el Repositorio Digital de Planificación, herramienta que hemos encargado a nuestro Instituto Latinoamericano y Caribeño de Planificación Económica y Social (ILPES), cuyo consejo es presidido hoy justamente por el Ecuador, en una señal más de la importancia que deposita su gobierno en el quehacer de la planificación.
Este Repositorio funciona como parte del sistema de gestión del conocimiento de la CEPAL y alberga planes, programas y agendas de desarrollo, nacionales, subnacionales, locales y sectoriales, habidos y por haber en la región.
El Repositorio constituye una fuente de información y consulta virtual que facilita el seguimiento de planes y políticas de desarrollo con el fin de documentar enfoques metodológicos, identificar buenas prácticas, derivar lecciones aprendidas y aprovechar experiencias para el intercambio, la cooperación y aprendizaje en el ámbito de la planificación del desarrollo en la región.
Amigas y amigos, recorrer la trayectoria de Rafael Correa, economista, es ilustrativo del empeño y la constancia pues logró sortear las injustas limitaciones que la modestia de medios familiares interponían al desarrollo de sus talentos y pudo dotarse de una formación rigurosa y exigente.
Desde su natal Guayaquil, que lo vio crecer entre los pasillos del Colegio San José de la Salle y las cuadras de su barrio Pedro Carbo. Desde aquella Guayaquil histórica, cuna de la “Fragua de Vulcano”, que también lo vio formarse como economista, grado al que sumaria en Bélgica la maestría de La Universidad Católica de Lovaina la Nueva y en los Estados Unidos una maestría adicional y el doctorado en la Universidad de Illinois.
Pero el Presidente Correa no es un economista convencional, de aquellos que abstraen en números la dimensión esencialmente social de las realidades que analizan, estudian y sobre la que intentan operar. El presidente Correa constituyó una identidad que tuvo siempre anclas firmes en una sensibilidad comprometida por los postergados, por los excluidos, por los discriminados.
Hombre de profundas convicciones espirituales, habitó pronto ese territorio solidario que construyó el catolicismo del Concilio Vaticano Segundo, de Medellín y de Puebla. Dicho Concilio fue el que decidió hacer de su labor pastoral testimonio de opción preferencial por los pobres, evidencia de genuino humanismo cristiano, con raíces latinoamericanas, dispuesto al diálogo comprensivo y no a la imposición de verdades dogmáticas y a la construcción terrenal de sociedades justas e igualitarias.
Desde allí encontró un joven Rafael Correa el impulso para sumarse a las misiones que lo llevaron a vivir en El Guasmo (uno de los mayores barrios marginales de Guayaquil), y convivir con el rostro duro de la marginación urbana, y luego, recién titulado, a consagrar un año al voluntariado social entre las comunidades indígenas andinas de Zumbahua, el mismo lugar donde un 14 de enero del 2007 recibiría el bastón de mando, el poncho y el sombrero con los que las comunidades lo investían simbólicamente con la autoridad que había ganado en las urnas.
Rafael Correa construyó también una sólida trayectoria docente, como investigador y consultor económico, como analista y crítico informado de los efectos de la aplicación de un modelo de liberalización ortodoxa que en Ecuador y en nuestro continente permeaba las recetas del Consenso de Washington: Les sugiero sin reservas revisar las páginas del libro de su autoría “Ecuador: De Banana Republic a la No República”.
A mediados de la primera década de este siglo, Ecuador vivía los estertores de una severa crisis política. De tal forma que en el curso ajustado de solo diez años el majestuoso Palacio de Carondelet vio sentarse a siete distintos presidentes mientras el deterioro de las condiciones de vida, la acumulación irritante de promesas incumplidas, la aguda concentración de riqueza en cada vez menos manos activaba a una ciudadanía exigente y movilizada.
En ese escenario convulso, por breves pero intensos meses, Rafael Correa, un hombre que venía de la academia y sin compromisos con ningún grupo de interés es nombrado Ministro de Economía y Finanzas.
Un año más tarde de su salida del gabinete, el Presidente Correa era electo para impulsar un ambicioso proceso de cambios conocido como la Revolución Ciudadana, un verdadero pacto social para la igualdad.
A finales del 2006, asumía el cargo, impulsaba la realización de una Asamblea Constituyente, y al cabo de un par de años, al amparo de una nueva carta magna, ratificada ampliamente en referéndum, Correa revalidó en abril del 2009 su mandato, inéditamente, en primera vuelta.
El eje de su agenda y su compromiso, ha sido nítido.
En sus propias palabras:
“La prioridad de prioridades es la lucha contra la pobreza, el mayor imperativo moral que tiene Ecuador, la Patria Grande, y el planeta entero, ya que por primera vez en la historia de la humanidad ésta no es fruto de escasez de recursos o factores naturales, sino de sistemas perversos y excluyentes” (Informe a la Nación 10 de agosto de 2012).
Una afirmación que no es sólo expresión de deseos, porque Rafael Correa, y con él las ecuatorianas y ecuatorianos, pueden señalar con orgullo que en estos años, pese a la persistencia de muchas dificultades, han logrado llevar el nivel de su Coeficiente de Gini de 0,55 a 0,463. Un testimonio de concreto de merma en las desigualdades.
El presidente Correa y sus conciudadanos pueden además demostrar sólida evidencia de los cambios en las prioridades fiscales, brújula de la reconfiguración de las relaciones de poder que configuran los horizontes presentes y futuros de nuestras comunidades. Hace ocho años, Ecuador destinaba el 4,3% de su PIB a inversión social, en su presupuesto más reciente destina a la inversión social más del 9%.
Estos logros no han sido sencillos, han debido encarar resistencias y dificultades. Son sin embargo evidencias del empeño de un valor muchas veces no advertido, la constancia. Un atributo que en Ecuador, y en nuestra patria común, se alimenta del ejemplo vivo que nos legó el gigante de Montecristi, viejo luchador de la Revolución Liberal, Eloy Alfaro Delgado.
Amigas y amigos, Sortear las puertas de la Asamblea Nacional del Ecuador, irrumpir en su salón, es a un tiempo estremecer la mirada y la conciencia.
Con doce metros de alto y treinta de largo el espectador encara de golpe un mural monumental, la historia del Ecuador que es la historia común de nuestros pueblos. Es un relato visual sin concesiones. Sus trazos pertenecen a un hombre que ha dicho "Mi pintura es para herir, arañar y golpear en el corazón de la gente, para mostrar lo que el hombre hace en contra del hombre; pintar es una forma de oración, al mismo tiempo que de grito, y la más alta consecuencia del amor y la soledad". Sus trazos pertenecen a Oswaldo Guayasamín.
En lo alto varias frases salpican la obra:
"Indoamérica, rompe tus fronteras". De Bolívar:
"Formar de todo el mundo nuevo una sola nación" y otra más de Juan Montalvo: "Desgraciado el pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano".
Al centro dos enormes manos se alzan desde la base y tratan de alcanzar el sol cuadrado y la luna redonda carchi, rematados por un cóndor gigante con alas de fuego en señal del resurgir de la unidad latinoamericana.
Cuanta sabiduría porta un pincel, cuanta luz la fuerza creadora del arte. Guayasamin nos propone, a todos, un recuentro franco con la historia que nos da identidad, con los lastres desnudos de la injusticia, pero muy fundamentalmente Guayasamin nos propone un proyecto de futuro, un renacer de esperanza donde impere la igualdad, la unión de nuestros pueblos y la auténtica democracia.
Acometamos ese desafío presidente, que la transformación de esta patria grande en patria de iguales se vuelva el imperativo urgente del esfuerzo de todos.
Con su rostro curtido, desde el mismo mural, la voz de los desposeídos, los segregados, los excluidos, toma forma en la mirada tierna de la entrañable Dolores Cacuango, Mamá Dolores. Con ella, que nunca cejó en construir derechos para todos, decimos: “Somos como la paja del páramo, que se arranca y vuelve a crecer… y de paja de páramo sembraremos el mundo”.
Bienvenido presidente Correa a esta casa latinoamericana y caribeña de las Naciones Unidas, bienvenido el representante de la tierra de Alfaro, bienvenido el líder constante y comprometido con la construcción de un horizonte de justicia e igualdad.
Junto a usted recordamos las palabras de Eloy Alfaro: “La Libertad no se implora como un favor, se conquista como un atributo inmanente al bienestar de la comunidad”
Presidente Rafael Correa, entrañable amigo de la CEPAL, le ofrezco la palabra.
Muchas Gracias.