Otro mundo es posible: crítica del pensamiento neoliberal y su visión universalista y lineal de las relaciones internacionales y el sistema mundial*
Another world is possible: Critique of neoliberal thought and its universal and lineal vision of the International Relations and world system
Samuel Sosa Fuentes**
** Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), Circuito Mario de la Cueva, s/n, Ciudad Universitaria, Av. Universidad 3000, Col. Copilco Universidad, Deleg. Coyoacán, México, 04510. Doctorante en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Relaciones Internacionales por el Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y profesor de la FCPyS. Sus líneas de investigación son: globalización económica neoliberal, pensamiento internacional latinoamericano, identidad y diversidad cultural y movimientos sociales latinoamericanos. E-mail: sonnyboy_mx@yahoo.com
Recibido el 25 de julio de 2011
Corregido el 05 de diciembre de 2011
Aceptado el 07 de diciembre de 2011
Resumen
El presente artículo tiene por objeto exponer la visión universalista y lineal del pensamiento neoliberal de las relaciones internacionales y el sistema mundial contemporáneo. Dichas reflexiones resultan de gran importancia y actualidad, toda vez que, en un contexto de profunda crisis mundial del pensamiento, la ideología y modelo económico neoliberal, surge la necesidad de replantear otras formas y contenidos del conocimiento y otras formas de organización y participación social alternativas, de construir otros paradigmas plurales e incluyentes de la teoría internacional que, basados en la diversidad cultural, tal y como ocurre en América Latina, conduzcan a nuevas relaciones internacionales que avancen, por un lado, en la construcción de la vida en común y por el bien común, de una nueva relación humana con la naturaleza y el medio ambiente del planeta y, por el otro, que impulsen el establecimiento de una nueva ética global del encuentro, del reconocimiento, de la igualdad, de la justicia, de la equidad y el respeto entre las culturas, las sociedades y los Estados-nación del planeta.
Palabras Clave: Pensamiento e ideología neoliberal, globalización del mercado mundial, Crisis del paradigma neoliberal, crisis civilizatoria, nuevas epistemologías del análisis internacional.
Abstract
The present article has the finality of exposing the universal and lineal vision of neoliberal thought of the International Relations and the contemporary world system. Said reflections result of a great importance and actuality, since in the midst of a context of a profound global crisis of thought, ideology and neoliberal economic model, rises the necessity of revising other forms and contents of knowledge and other alternate forms of social organization and participation, of constructing other plural and inclusive paradigms of international theory that, based on cultural diversity, as it occurs in Latin America, will lead to new international relations that will further on one side, the construction of a common life and common welfare, of a new human relationship with nature and the environment of the planet, and on the other hand, that will promote the establishment of a new global ethics of reunion, acknowledgment, equality, justice, and equality and respect between cultures, societies and nation States of the planet.
Kew words: Neoliberal thought and ideology, globalization of the world market, neoliberal paradox crisis, civilizing crisis, new international analysis epistemology.
La necesidad actual exige también al intelectual comprometerse con su obra y su conducta por una alternativa social al sistema que podría llevar a la humanidad a una nueva barbarie... Esto hace necesario el compromiso de actuar con las fuerzas sociales que luchan por una alternativa al sistema capitalista... se trata asimismo y, con más urgencia, del compromiso ante la exigencia que plantea a todos los pueblos y a toda la humanidad una política imperial, la de los Estados Unidos, que en nombre de Dios, de la democracia, de la libertad o del mercado, recurre a la guerra 'preventiva' e impone la ley de la selva en las relaciones internacionales
Adolfo Sánchez Vázquez1
Introducción
En tiempos del auge de la ideología y el pensamiento neoliberal, uno de los intelectuales más importantes de las ciencias sociales y del pensamiento crítico de América Latina advertía:
El pensamiento social, es decir, la reflexión de una sociedad sobre sí misma, surge con las sociedades de clase, pero sólo se plantea allí donde un grupo o una clase experimenta la necesidad de promover o justificar su dominación sobre otros grupos o clases... En cualquier caso, la teorización va encaminada a asegurar o transformar un orden de cosas determinado a partir de un punto de vista de clase. Cuando se trata de sociedades que se basan en una organización económica, el pensamiento social tiende a justificar el orden existente recurriendo a factores externos que impondrían ese orden como algo necesario; esos factores pueden ser de naturaleza divina, o se refieren a diferencias naturales o culturales y religiosos. Es así como el capitalismo, desde el momento en que engendra en su seno el desarrollo industrial y avanza hacia su madurez, impulsa a la clase que lo dirige a plantear con fuerza creciente sus propósitos y reivindicaciones en el plano teórico e ideológico.2
En efecto, el pensamiento social y la historia del desarrollo del capitalismo mundial, están en estrecha vinculación e interacción a las estructuras de dominación del orden económico y el poder político en el sistema-mundo, bien sea para justificar, defender y conservar el orden establecido o bien para luchar contra él y plantear uno alternativo y diferente. De hecho, la trayectoria del pensamiento sociopolítico y económico dominante de los centros avanzados del capitalismo mundial en las relaciones internacionales ha comprobado, históricamente, que siempre se ha organizado y se desplegado, más allá de sus diversas modalidades de expresión, fases o etapas, en torno a un núcleo constante de concepciones e ideas básicas que se ostentan y expresan invariablemente como un modelo económico y político absoluto y el mejor y en donde, además, las sociedades y naciones del planeta han de seguirlo y aplicarlo sin más expectativas de cambio.3 Así, el pensamiento social dominante que se impuso objetivamente desde los años ochenta y noventa del siglo XX en las relaciones internacionales y –después de una larga travesía de formas y concepciones ideológicas, políticas y económicas dominantes en las distintas fases del desarrollo capitalista (mercantil, liberal, colonialista, imperialista, keynesiano desarrollista y globalización)–, hoy día se llama pensamiento único o pensamiento universalista neoliberal y su impronta cultural, discursiva, pragmática e ideológica reside, en su esencia, en generar y aplicar modelos y teorías explicativas de las relaciones internacionales y de la política mundial; del proceso de globalización del capital y la economía mundial, o bien, de la 'supremacía' de la fuerzas del libre mercado mundial y de la 'victoria final' de la democracia y los valores occidentales, como ejemplos definitivos del "triunfo mundo libre".
La característica más importante y esencial del pensamiento neoliberal y del pragmatismo e ideología del capital financiero (que, además, se convirtieron en los paradigmas dominantes de las relaciones internacionales),4 es que todas las ideas y teorías producidas son presentadas como verdades absolutas y como procesos inevitables, irreversibles e incuestionables, es decir, un pensamiento social y modelo económico con la pretensión epistemológica y ontológica de erigirse como la teoría universal e insuperable de la humanidad. En adición, es importante destacar, que el pensamiento y el discurso global del llamado nuevo orden neoliberal, no sólo obedece a una realidad epistémica fundada. También, se está utilizando, como advierte González Casanova, "[...] para una reconversión de la dependencia [...] en los países del tercer mundo [...] es un colonialismo global que es hoy también neoliberal y posmoderno [...] en gran medida una recolonización".5 "La nueva política globalizadora frente a la crisis consistió en dar prioridad al neoliberalismo de guerra y a la conquista de territorios, empresas y riquezas mediante la fuerza."6
En este marco, el objetivo general del presente trabajo es analizar y exponer la crisis de la racionalidad del pensamiento, el discurso y la ideología neoliberal y su visión e interpretación universalista y lineal de las relaciones internacionales y del sistema mundial a través de sus principales ideas, tesis y praxis económicas y político-ideológicas expresadas en el Consenso de Washington, el fin de la historia, el choque de civilizaciones y el triunfo del mercado mundial y la victoria del modelo de la democracia occidental. Todo ello, provocó que durante los últimos treinta años, el neoliberalismo y sus ideólogos, académicos y gobiernos argumentaran y difundieran, vehementemente, que el 'triunfo' del capitalismo y la globalización es un proceso no sólo legítimo sino eterno y, por lo tanto, representaba el modelo único que garantizaría enormes beneficios para toda la humanidad.
Por último, en las reflexiones finales, se señala, a nivel de esbozo general y como idea-fuerza, la necesidad de construir nuevos paradigmas y, sobre todo, edificar nuevas epistemologías y saberes como factores esenciales para la reconstrucción de otras relaciones internacionales que avancen, como ocurre actualmente en algunos territorios de América Latina, en la construcción de nuevos fundamentos de la vida digna y desde las necesidades propias de nuestra realidad social, de una nueva relación humana con la naturaleza y el medio ambiente del planeta y, sobre todo, que conduzcan a la construcción de una nueva ética global de interculturalidad, de la corresponsabilidad, el reconocimiento, la igualdad, la justicia, la equidad y el respeto entre las culturas, las sociedades y los Estado-nación del sistema mundial; en fin, que se logre la construcción "de un mundo donde quepan muchos mundos".7
Finalmente, el presente artículo maneja la hipótesis de trabajo que precisa que en el actual campo de batalla de las ideas y nuevos saberes, la estrategia del pensamiento neoliberal y su pragmatismo político-económico –sustentado, particularmente, en el 'triunfo' de las leyes del mercado mundial y en la 'victoria' de la democracia, la libertad y los valores occidentales–, produjeron e impulsaron, durante de los últimos treinta años y desde una visión eurocéntrica,8 concepciones e interpretaciones de carácter universalista, lineales y dogmáticas de la historia, la cultura y la política del sistema-mundial; asimismo, la ideología neoliberal, expresada en los actuales enfoques racionalistas de las relaciones internacionales9 fue impuesta como paradigma dominante de validez universal tanto en la producción del conocimiento y el estudio de la Teoría Internacional como en la racionalidad instrumental de la praxis en la política mundial. En consecuencia, el gran reto y derrotero de un nuevo pensamiento crítico y una nueva epistemología alternativa a la neoliberal fundada en el derecho, el respeto, la inclusión y el reconocimiento a la diferencia, a la otredad, a la diversidad de los pluralismos sociales, a las identidades y a las culturas nacionales en sistema mundial, es lograr construir y comprobar que otro mundo, sí es posible.
Origen y esencia del pensamiento neoliberal y su pragmatismo contemporáneo expresado en el Consenso de Washington
El neoliberalismo como práctica política, forma y expresión económica, discurso e ideología y sus derivaciones jurídicas nacionales e internacionales, no puede ser explicado ni interpretado por sí mismo, ni como algo espontáneo y novedoso del proceso histórico ni como la simple decisión de algunos hombres. El neoliberalismo se explica a partir de sus raíces, procesos y condiciones concretas expresadas en el desarrollo del modo de producción histórico-social en que se ha desplegado, esto es, el capitalismo mundial. En este sentido, la etapa más reciente de reestructuración del capitalismo a escala mundial, ha sido organizada, dirigida y dominada por la ideología neoliberal que se convirtió, hoy en la era global, en el sentido común de nuestro tiempo que recorre el mundo y que no deja, aparentemente, espacios para ninguna otra forma de pensamiento, saber o conocimiento. Así, en los últimos 30 años, gobernantes, dirigentes políticos, líderes empresariales, intelectuales e ideólogos del poder hegemónico se adhirieron a los principios y valores esenciales de la ideología neoliberal: implantación y promoción del libre mercado mundial como paradigma inmutable y autoproclamado como la única vía de crecimiento de las economías, sin importar los costos y el nivel de desarrollo social y en donde la democracia participativa y deliberativa es simple adjetivo. De hecho, como precisa Ornelas:
Quienes asumen la promoción del mercado como el eje rector de la economía y el instrumento más eficaz para la asignación de recursos productivos, sostienen la identidad entre la globalización, como proceso histórico-natural del capitalismo contemporáneo, con la universalización del libre mercado, que no es sino un proyecto político diseñado por los distintos ideólogos desde los años cuarenta del siglo XX e impuestos desde los aparatos de Estado de los países metropolitanos y los organismos financieros transnacionales creados por el capital monopólico y puestos a su incondicional servicio. En esta propuesta, el mercado se convierte en el punto de convergencia entre la globalización y el neoliberalismo.10
En efecto, si bien es cierto que, desde los años ochenta del siglo XX, los enfoques y paradigmas ideológico-políticos predominantes tanto en el estudio teórico de las relaciones internacionales como en el análisis de las transformaciones estructurales de la economía y la política internacional en el sistema mundial, han sido de impronta neoliberal o neorrealista, no obstante, históricamente, los orígenes teóricos, políticos e ideológicos del neoliberalismo actual se pueden ubicar en el ensayo de Hayek, The Road of the Serfdom,11 publicado en 1944. En él, se afirma que el Estado, por sus intervenciones y controles tanto en la economía como en la política social, constituye un obstáculo y amenaza al desarrollo y, de manera particular, a la concepción de libertad individual inspirada en las obras del que es considerado fundador del liberalismo económico, Adam Smith,12 por lo que deben limitarse sus acciones y promover, al contrario, la libertad de los mecanismos del mercado mundial. Camino a la servidumbre es, en el fondo, un texto político cuyo objetivo es el ataque directo a las formas de funcionamiento tanto de las sociedades de economía planificada como de las sociedades del Estado del bienestar social. Por ello, el concepto de socialismo en Hayek incluye cualquier forma de intervención estatal y/o cualquier forma de capitalismo regulado y orientado a las políticas sociales asistenciales. En otras palabras, "Von Hayek tenía en mente no sólo al nazismo alemán, al socialismo 'stalinista' o al laboratorio inglés, sino, sobre todo, a la 'aberración' teórica del keynesianismo".13
Algunos autores14 han señalado, con acierto, que el origen del neoliberalismo como teoría y pensamiento político se ubica en 1938, en París, con la celebración de un coloquio organizado por el estadounidense Walter Lippmann (en ocasión de la presentación de su libro The Good Society –La buena sociedad).15 Célebremente conocido como el Coloquio Lippmann, éste
[...] congregó a Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, junto a otros eminentes pensadores [...] La reunión fue muy provechosa para el neoliberalismo, no sólo por sus resultados, sino por los procesos de trabajo, toda vez que fue patente una gran variedad de opiniones... de temas diferentes dentro de los cuales se trató de descubrir los rasgos comunes que subyacen en el neoliberalismo... dentro del abanico del temario y del desacuerdo en ciertos puntos, cuajó un convenio general sobre la agenda del neoliberalismo.16
Sin embargo, fue Hayek quien llevó a cabo de manera sistemática una embestida contra las políticas públicas sociales y asistenciales de inspiración keynesiana, en donde sus principales blancos fueron no sólo el Estado de bienestar sino también las organizaciones sindicales y el movimiento obrero y socialista. Con la intención de darle mayor consistencia teórica y más promoción a su pensamiento, el austrohúngaro convocó del 1° al 10 de abril de 194717 a un grupo de 36 intelectuales, filósofos, historiadores y economistas que compartían su orientación ideológica y política a un encuentro en Suiza del que se derivaría posteriormente la Sociedad Mont-Pélerin.18 Entre los principales participantes en dicho encuentro, se pueden ubicar a Milton Friedman, Karl Popper, Michael Polany, Ludwig von Mises, Lionel Robbins, William E. Rampard, Maurice Allais, Frank Graham, Whilem Ropke y John Davenport, entre otros.19 El propósito central de la Sociedaad fue combatir al keynesianismo y, substancialmente, al socialismo y preparar para el futuro otro tipo de capitalismo más fuerte y libre de mecanismos y reglas de control e intervención social por parte del Estado. En efecto, como bien lo precisa Calvento, "Para los concurrentes [de aquella reunión], la situación presente, que se resumía en el avance del totalitarismo, planteaba una seria amenaza a los valores fundamentales de la civilización: propiedad privada y el mercado competitivo. Para la Sociedad Monte-Pélerin esos valores representaban las instituciones que mejor garantizaban la preservación de la libertad".20
No obstante, lo más característico de dicho encuentro fue que, críticos de los esfuerzos de la 'justicia social' del Estado de bienestar, el grupo selecto de la nueva sociedad del pensamiento neoliberal21 consideró a la desigualdad social y a la pobreza como un valor positivo, necesario y funcional para el desarrollo económico mundial de la sociedad y, sobre todo, desconoció la presencia de conflictos de intereses en su discurso económico para encubrir la 'razón del más fuerte' (lo que ellos, los neoliberales, consideran bueno para la humanidad). Para el pensamiento neoliberal los arduos y difíciles problemas económicos globales (que, desde el pensamiento crítico y de la realidad socio-económica concreta, se denominan crisis y contradicciones sociales –nuevas formas de explotación y consumo, pobreza extrema e inequidad en la distribución de la riqueza, desempleo y exclusión, marginación y desigualdad social, competencia asimétrica y desleal, crisis bursátiles y financiaras, aumento de la precariedad de la salud, la educación y el trabajo etcétera) son procesos necesarios y positivos para, de acuerdo al credo neoliberal, conseguir mayor riqueza, mayor acumulación y mayor prosperidad para la toda la sociedad representada, desde luego, por la clase y élite del poder económico y político capitalista mundial quien se abroga, a su vez, la función de representar a toda la humanidad.
Empero, estas ideas políticas y proyectos económicos permanecieron alrededor de 25 años en espera de su resurgimiento que ocurrió, finalmente, con el advenimiento de la profunda crisis del capitalismo mundial de los años 1973-1975. En una perspectiva general, en esta crisis global, el modelo económico de desarrollo keynesiano de la segunda posguerra fue profundamente cuestionado, donde la economía mundial cayó en una prolongada recesión acompañada por baja tasas de crecimiento, productividad, rentabilidad, acumulación y ganancia y altas tasas aceleradas de inflación y desempleo. Ello, aunado a la crisis internacional petrolera y el colapso de las tasas fijas de intercambio por el abandono del patrón oro como medida del intercambio comercial y operaciones financiaras mundiales, fueron las señales que empezaron hacer evidente que las políticas keynesianas ya no funcionaban y, en consecuencia, acabaron con la confianza y la credibilidad en el control e intervención social del Estado en la economía y, a su vez, revitalizó a la teoría microeconómica monetarista neoliberal del economista norteamericano Milton Friedman (Escuela de Chicago) que –a partir de la crítica teórica a las ideas macroeconómicas keynesianas y de la crisis recesiva y de estancamiento generalizada de la economía mundial–, comprobó el agotamiento final de las políticas públicas del bienestar social del modelo económico propuesto por Keynes.22 De hecho, Friedman, al inicio de la década del auge neoliberal, señaló, de manera doctrinal y categórica:
Dondequiera que encontremos que hay libertad individual, y que los ciudadanos en general gozan de ciertas comodidades materiales así como que existe la esperanza generalizada de un programa mayor en el futuro, encontraremos también que la actividad económica está organizada principalmente a través del mercado libre. Dondequiera que el Estado se encargue de controlar detalladamente las actividades económica de sus ciudadanos, es decir, dondequiera que reine la planeación económica central, los ciudadanos ordinarios padecen trabas políticas, tienen un bajo nivel de vida y poca fuerza para controlar su propio destino.23
Como se puede observar, lo que en realidad buscaba el modelo neoliberal entonces era imponer y hacer cumplir uno de los supuestos esenciales del credo neoliberal: sólo a partir de una plena liberazación del mercado de las trabas, obstáculos y restricciones por parte del Estado, se podrá alcanzar la 'libertad' económica que, a su vez, es una condición necesaria para la 'libertad' individual. En otras palabras, según el pensamiento neoliberal, la 'libertad' económica es, en sí misma, un componente esencial de la 'libertad' en general. En síntesis, el resurgimiento e imposición teórica del neoliberalismo en las ciencias sociales y en los modelos del desarrollo económico a partir de los años ochenta del siglo XX, se explica, en una perspectiva general, en función de las derivaciones sociales negativas de la crisis económica internacional y colapso de las políticas económicas y sociales del Estado del bienestar, como señala Vuskovic:
El neoliberalismo surge, en efecto, tras el agotamiento sucesivo de las estrategias que ocuparon largos espacios de su historia: el crecimiento hacia afuera basado en la exportación primaria, la industrialización sustitutiva que buscó revalorar los mercados internos y proteger los desarrollos consiguientes, la expansión del Estado y los servicios sociales, como formas de compensaciones sociales y fuentes de nuevos impulsos dinámicos, las políticas "populistas" que buscaron neutralizar las tendencias persistentes a la concentración y desigualdad; y las propias "políticas de ajuste" con que se procuró encarar la crisis ya desatada a comienzos de los años ochenta.24
Sin embargo, para una mayor comprensión del proceso general descrito arriba, resulta importante y necesario contextualizar, en tiempo y espacio, cuáles fueron los escenarios que se plantearon y las decisiones económicas tomadas, así como los intereses sociales que fueron afectados tanto en Europa como en América Latina25 durante la década de los años ochenta con el arribo de los gobiernos neoliberales y en un contexto de crisis en la economía y en la política mundial.
Los setenta significaron un escenario y tiempo de ruptura, crisis y cambio en las estrategias, en los enfoques, en los paradigmas y en las políticas del desarrollo económico establecido desde los años inmediatos al término de la Segunda Guerra Mundial. Así, al final de la década anterior, la decisión de liberalizar las economías nacionales e iniciar un proceso de apertura comercial, bajo las leyes y fuerzas del libre mercado mundial, se explicaron, en su esencia, por la necesidad de recuperar el crecimiento económico y restablecer las altas tasa de ganancia y acumulación, procesos que se habían visto seriamente afectados por el colapso de las políticas del bienestar y, particularmente, por la crisis económica internacional de 1973-1975. Como señala Flores Olea: "Las políticas neoliberales surgen y se afirman a finales de la década de los setenta para consolidar de nuevo la tasa de acumulación del capital, que después de tres décadas de expansión se había frenado y era ya amenazante para los dueños del capital, en todas partes".26
Es importante subrayar que la ejecución de dichas políticas tuvo un fuerte impacto afectando intereses creados y agudizando los problemas de inestabilidad social y política ya existentes. Es decir, las transformaciones y modificaciones de las estructuras económicas y las nuevas políticas neoliberales implicó, en los hechos, la modificación de las estructuras e intereses socio-económicos y políticos que, paradójicamente, tanto para los escenarios europeos (principalmente, Inglaterra, Francia, España y Alemania) y estadounidense como para el contexto latinoamericano (en especial, Chile, Argentina, México y Brasil), involucró, en tiempos, magnitudes y formas diferenciadas, a partidos políticos, organizaciones corporativas sindicales, asociaciones agrícolas y rurales, grupos empresariales, industriales y banqueros cuyo interés primordial era seguir manteniendo su posición de privilegio y poder. En el escenario europeo, a partir del derrumbe del modelo económico del Welfare Sate y la profundidad de la crisis económica internacional expresados en un estancamiento crónico del crecimiento económico de la región, se experimentaron virajes hacia posiciones y tendencias neoconservadoras que permitieron y trajeron consigo el establecimiento de políticas económicas y sociales de inspiración y corte neoliberal.
Así, desde finales de los años setenta y las dos décadas siguientes, los gobiernos europeos, inicialmente Inglaterra y Francia, fueron adoptando políticas neoliberales que se resumían en privatizaciones, recorte del gasto social y productivo del Estado, desregulaciones económicas y reestructuración, llamada flexibilización, de las relaciones laborales y quiebre de los pactos político-sociales entre sindicatos, Estado y empresarios. En otras palabras, los altos costos sociales y políticos de la crisis y el ajuste neoliberal había recaído en las clases trabajadoras, de manera particular y devastadora, en las clases obreras inglesas y en los sectores populares de la sociedad británica. Por ello, el referente esencial y más ilustrativo para comprender y explicar las formas y características del neoliberalismo europeo es, sin duda alguna, el inglés. En efecto, en la isla británica comienza el arribo de gobiernos y dirigentes del Partido Conservador con Margaret Thatcher de 1979 a 1990 y con John Mayor de 1990 a 1997 y, paralelamente a estas casi dos décadas de neoliberalismo inglés, se fueron imponiendo, paulatinamente, las políticas económicas neoliberales en toda Europa (François Mitterrand en Francia en 1981, Helmut Khol en Alemania en 1982, Poul Holmskov Schlüter en Dinamarca en 1983, Silvio Berlusconi en Italia en 1994 y José María Aznar en España entre 1996 y 2004) y en Estados Unidos (a lo largo del largo periodo que va de 1980 a 2008 con Ronald Reagan, George Herbert Walker Bush (padre), William Clinton y George Walker Bush (hijo).
La llamada "Dama de Hierro" –bajo la fraseología política y demagógica de There is not alternative–,27 se propuso hacer frente a los efectos de la crisis económica internacional y el colapso del Welfare State inglés a través de la modernización de las estructuras de la economía nacional británica y la reestructuración del orden político, social e institucional establecido por los gobiernos laboristas y socialdemócratas desde los años posteriores del término de la Segunda Guerra Mundial. Para ello, el thatcherismo intentó construir, desde una retórica nacionalista de derecha y una ideología neopopulista, un nuevo consenso y pacto social que respondiera más a sus intereses, pero sin apelar ni apoyarse en las clases populares y obreras, sino invocando demagógicamente al 'pueblo', a la 'nación' y al gran 'pasado imperial británico' desde una posición antiestatista y anticomunitarista, al tiempo que se exaltaba el 'individualismo competitivo', los 'valores', la 'familia', el 'deber', el 'sentido común' y, particularmente, el 'libre mercado'.
Sin embargo, la suma de una política económica monetarista, privatizadora, antiestatista y un neo- populismo demagógico, autoritario y antidemocrático no lograron fortalecer la economía británica ni trajo la prosperidad social tan anunciada. Durante la década de los años ochenta se redujo, sensiblemente, el poder de los sindicatos y gremios obreros y se eliminó la propiedad municipal de viviendas públicas. Así, gobierno de la Baronesa de Kesteven optó, sin resultados satisfactorios, por la privatización de un gran número de empresas públicas y mantuvo una vehemente oposición a integrarse al Sistema Monetario Europeo. En el periodo que va de 1983 a 1997, por ejemplo, se privatizaron casi la totalidad de las principales e importantes industrias y empresas estatales. Por ejemplo, la privatización de la industria de los ferrocarriles y la industria del carbón, otrora orgullo del desarrollo económico británico y europeo, al abrirlas a la competencia del mercado produjo excesivas inversiones que llevaron a una sobreproducción que terminaron en un fracaso y provocaron su destrucción. Por su parte, el nivel de los salarios descendió, especialmente para los trabajadores no cualificados. El índice y la tasa de desempleo total llegó, en su atapa más aguda, a una proporción de uno por cada cinco hogares británicos y, en 1983, alcanzó la cifra del 11.8%28 de desocupados del total de la población laboral inglesa; no obstante la cifra record fue de 3,000,000 de obreros en 1981.29
Por último, los servicios públicos de salud y educativos –escuelas, universidades y centros de enseñanza–, e incluso los sistemas correccionales y carcelarios, pasaron a estar regidos por organismos paraestatales. En consecuencia, la puesta en marcha de políticas económicas y sociales neoliberales produjo un significativo descontento en la sociedad británica que se manifestaba cotidianamente en agudos y violentos conflictos sociales de distinta índole. La realidad mostró que el thatcherismo concibió y manejó a su gobierno como una gerencia pública empresarial basada en una economía precaria y autoritaria, al tiempo que desmantelaba los restos de las estructuras del Estado social benefactor que quedaban en el país y que para la mayoría de la población inglesa significó una mayor y generalizada pobreza. De hecho, Nigel Lawson, ministro de Hacienda del gobierno de Thatcher, así lo confirmó cuando declaró que "el objetivo fue introducir una cultura empresaria en el Reino Unido".30 Guerrero Orozco lo explica así:
Margaret Thatcher estableció la Unidad de Eficiencia para delinear e implementar la reforma del Estado británico. El núcleo del ideario reformista fue integrado con métodos, conceptos, modelos y valores importados desde la experiencia de los negocios privados, inspirados en la doctrina neoliberal [...] El gobierno británico concibió un nuevo tipo de gerencia... La fórmula fue muy simple: "mejor gobierno significa gerencia de negocios". La reforma neogerencial británica, se llevó a cabo en un ambiente altamente hostil, principalmente del servicio civil, lo que determinó el curso del proceso de la reforma y sus resultados.31
En conclusión, uno de los mitos centrales del neoliberalismo inglés (y europeo en general) –basado en la exaltación y superioridad del papel del "libre mercado" y "libre comercio" en la maximización de la eficiencia y el bienestar económico– se derrumbó y colapsó ante los ojos de todos. Como bien señala Álvarez Béjar:
El mito que socializó Margaret Thatcher con su desplante autoritario: tina, There is No Alternative, no hay de otra más que las políticas neoliberales de abrir, privatizar y desregular, que pretenden seguir de pie, dictando pragmáticamente para otros recetas que no se aplican ya ni en sus propias economías [...] está probado que en política fiscal y monetaria, en la indus- trial, la agrícola, en la política científica y tecnológica, por lo menos, hay muchísimas más opciones que la receta neoliberal "unitalla".32
Ahora bien, en relación al contexto latinoamericano se puede señalar, de manera general, que a partir de la segunda mitad de la década de los sesenta del pasado siglo, la evidencia empírica del estancamiento, inflación, desempleo y crisis del modelo económico de industrialización por sustitución de importaciones elaborado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) se empezaba a manifestar, claramente, en las estructuras sociales, económicas y políticas latinoamericanas. Se asistía entonces al inicio de la llamada "crisis del desarrollismo". En este sentido, Zemelman sostiene que
El fracaso de las estrategias desarrollistas de los años cincuenta y sesenta [...] tiene que ver con el hecho de que el modelo de desarrollo que ha pretendido fundarse en la conformación de grandes mayorías beneficiarias terminó por constituirse en una barrera para la acumulación de capital y, en consecuencia, para su reproducción, situación que agravada por la supeditación cada vez mayor de las economías nacionales a las exigencias de una lógica económica global.33
Así, la crisis del modelo del Estado benefactor sustitutivo de importaciones en América Latina fue cediendo, progresivamente, el lugar a un nuevo patrón acumulación basado en especialización de la planta productiva de tipo exportador en las actividades que cada país tenga o cuente –las llamadas ventajas comparativas– y que responda así a las nuevas necesidades que exigía el nuevo proceso productivo conocido como el proceso de globalización e integración neoliberal del mercado mundial. Sin embargo, las políticas económicas neoliberales de Ajuste Estructural sugeridas y controladas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), fueron realizadas en distintos momentos, con diferentes grados y magnitudes y en las diversas economías latinoamericanas. En este sentido, como se señalara párrafos arriba, el caso de Chile representa el proceso socioeconómico y político más significativo y riguroso del neoliberalismo latinoamericano y cuyas las políticas económicas comenzaron un poco antes que en Europa. Así, posterior al golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, los llamados Chicago Boys, dirigidos por Friedman, llevaron a la práctica, casi de inmediato, el modelo y las políticas económicas monetaristas neoliberales conjuntamente con el establecimiento de la dictadura del general Augusto Pinochet. Fue el propio Friedman quien diseñó los programas o políticas de "shock" que, bajo condiciones de dictadura militar, produjeron rápidamente cambios drásticos en la propiedad de la riqueza y la distribución del ingreso. Desde luego, el economista norteamericano siempre negó que sus programas y modelos económicos y políticos tuvieran alguna vinculación con el uso del terror de Estado que la junta militar desató por dos décadas. Así, a cuatro meses del golpe de Estado, en enero de 1974 la Junta Militar recibió del FMI un préstamo de contingencia. En los hechos, empezaba todo un programa extenso que incluyó: cambiar radicalmente la ley laboral, modificar el patrón de producción y distribución, apertura a ultranza de la economía chilena al exterior y a la inversión extranjera, liberación de precios, devaluación y fijación de paridad respecto al dólar, reducción arancelaria y supresión de los controles internos, reducción del papel del Estado minimizando su gasto y contrayendo la oferta monetaria, subasta de empresas públicas, reducción de personal al servicio del Estado y ajustes salariales y una aplicación sistemática y permanente de represión contra los trabajadores cancelando en definitiva las libertades y las garantías políticas.
Los efectos en la economía y la sociedad chilena que provocaron las políticas neoliberales a lo largo de casi dos décadas34 se tradujeron, a nivel económico, en aniquilamiento de la base productiva expresada en estancamiento, baja inversión, desindustrialización, dependencia alimentaria, ampliación del déficit exterior y en depresión prolongada. A nivel social y político, decadencia, agio y represión expresados en alta concentración del ingreso y la propiedad, especulación, elevadas tasas de desempleo y represión. En cuanto al penúltimo de estos rubros, la reducción de personal del gobierno fue escandalosa: la Junta Militar despidió a más de 100,000 personas y, en 1981, 14 mil 819 trabajadores más quedaron también sin su fuente laboral, sumando un total de 525,000 cesantes en diciembre de ese mismo año que representó una tasa del 15% de la población activa (que se elevaría hasta un 25% en 1982).35 Si el desempleo cobró miles de víctimas, la represión no se quedó atrás. De hecho, fue esta misma, a decir de Villareal,36 la que elevaría sin parangón tanto los costos económicos como los sociales del neoliberalismo en Chile. El Estado y la represión policíaco-militar y de inteligencia asumida por posiciones ultra-represivas para asegurar el modelo monetarista, fue pues el mayor costo y tragedia para la historia contemporánea de la sociedad chilena. Sólo un dato al respecto: "Diversos organismos internacionales afirman que durante y después del golpe de Estado perecieron violentamente alrededor de 400,000 personas, mientras que más de 20,000 fueron encarcelados. Casi un millón de chilenos se encuentran en el exilio, el 10% de la población total".37 Si a ello se le añaden los miles de desaparecidos y las políticas de 'persecución terrorista' o 'por medidas preventivas', se termina por conformar lo que fue llamado el triunfo del neoliberalismo fascista del mercado.38 En conclusión, el establecimiento del modelo neoliberal –así como las políticas para alcanzar las llamadas reformas estructurales de las economías latinoamericanas recomendadas por los organismos financieros internacionales como el FMI, el BM y la Organización Mundial de Comercio (OMC)– se inscribe y se explica en un contexto de crisis y reestructuración del patrón de acumulación y de la imposición de un nuevo orden político mundial. Así lo dice Arancibia Córdova:
América Latina vio entrar en crisis su patrón de acumulación en los años 60 y ello dio lugar a un proceso de lucha y organización de vastos sectores sociales, lo cual agudizó los conflictos político-sociales en numerosos países de la región [...] como forma de respuesta a la crisis y a las luchas sociales, que encontraron momentos álgidos en el gobierno de la Unidad Popular en Chile [...] los intentos progresistas de resolver la crisis económica en América Latina fueron abortados y destruidos por golpes de Estado y represivas dictaduras, que destruyeron partidos, organizaciones sociales, sistemas políticos y asesinaron a una generación de dirigentes [...] el triunfo de las tendencias conservadoras permitió que el llamado neoliberalismo se impusiera en América Latina y con él la posibilidad y la necesidad del sector empresarial nacional y extranjero de llevar adelante un conjunto de reformas estructurales.39
No obstante, desde mediados de la década de los años noventa del pasado siglo, se mostraba ya un panorama de crisis económica, desempleo generalizado, profundización de la desigualdad y empobrecimiento masivo de la sociedad y un gran desencanto para las mayorías latinoamericanas como resultado directo de la aplicación e imposición de las políticas económicas neoliberales y de las recomendaciones del Consenso de Washington.40 Por ejemplo, la pobreza aumentó en América Latina: de 136 millones de pobres en 1980 se pasó a 200 en l990 y a 175 en 2011, lo que indica que el 36% de la población total de América Latina es pobre.41 En suma, luego de treinta años de neoliberalismo los efectos económicos y políticos de los programas de ajuste y cambio estructural en la sociedad latinoamericana significaron la mayor crisis económica y devastación social de su historia contemporánea, toda vez que, como señala Enríquez:
Se generalizaron y acentuaron los problemas de pobreza, marginación y exclusión social; fue profundizada la inserción subordinada de la región en la economía mundial; se desmantelaron gran parte de los aparatos productivos nacionales, y los mercados internos fueron debilitados y desestructurados; aumentó el poder de la iniciativa privada en desmedro de las capacidades y potestades del Estado en materia de desarrollo; tendió a acentuarse la dependencia financiero/tecnológica y a erosionarse la capacidad para la toma de decisiones estratégicas en el ámbito nacional.42
El Consenso de Washington
Ahora bien, en esta perspectiva contextual, se puede afirmar que el núcleo central del fundamento pragmático del pensamiento y la ideología neoliberal para el nuevo orden y reestructuración del sistema mundial a partir de los años ochenta y noventa del siglo XX, se sustentó en un conjunto de políticas económicas llamado Consenso de Washington. De acuerdo con su creador, John Williamson,43 lo que se pretendía era realizar un ajuste que favoreciera a la reestructuración económica mundial y a la modernización institucional con el objetivo de reconvertir a las economías nacionales y a las empresas incrementando su productividad y lograr, así, una mejor integración al comercio y flujos financieros internacionales y, finalmente, a la economía mundial. La aplicación y ejecución de este Decálogo se llevaría a cabo a través de un vasto programa draconiano de políticas económicas que consistieron en privatización de empresas y servicios públicos; desregulación basada en la disminución del papel interventor y productivo del Estado vaciándolo de toda su función social reguladora a un grado máximo; apertura de la economía nacional; liberalización del mercado y el comercio a las leyes del mercado mundial y reforma del Estado (traducida en eliminación de políticas sociales y asistenciales, modernización de la planta productiva, privatización de la seguridad social, incremento de la recaudación tributaria mediante la creación de impuestos indirectos, reforma radical del sector y mercado laboral llamada flexibilización laboral y, finalmente, reforma del sistema educativo nacional con una orientación marcadamente tecnocrática).
De esta manera, el propósito central del programa neoliberal de reformas mundiales del Consenso de Washington era alcanzar y mantener los equilibrios macroeconómicos con un sentido y una visión estrictamente economicista de la economía, vaciándola de contenido y razones sociales y culturales. Con ello, la economía pierde su carácter social con el que nació como ciencia y, desde ese momento, donde la razón económica –razón de mercado– neoliberal modernizadora desplaza a la razón social –razón de Estado– serán la competitividad y la roductividad de la lógica de los mecanismos del mercado mundial –y no el bienestar social– los nuevos centros de las atenciones y preocupaciones fundamentales de Estados y gobiernos, bloques económicos regionales, think tanks e intelectuales, directivos y líderes empresariales y corporativos dueños de los capitales financieros más importantes a escala mundial. Sin embargo, las reformas económicas mundiales neoliberales centralizada en la defensa y virtudes de los mecanismos de autorregulación del mercado mundial, desde las décadas de los años ochenta y noventa del siglo pasado, lograron, por un lado, un incremento acelerado de la desigualdad económica y social, un aumento exponencial de la pobreza extrema y una concentración de la riqueza también extrema; por el otro, aislar y vaciar de todo contenido político, social y cultural a las instituciones democráticas, a los gobierno nacionales y, sobre todo, al Estado mismo –que, más que desaparecerlo, lo privatizaron– convirtiéndolo abiertamente en un mero administrador del capital financiero nacional y transnacional.44 Como bien lo advierte Ferrer:
La estrategia del Consenso de Washington, produce malas respuestas [...] Los resultados son elocuentes, durante la década de 1980 el producto per cápita de la región cayó más del 10% y su crecimiento en los años noventa es la mitad del verificado durante la etapa del crecimiento hacia adentro. En los últimos veinte años aumentaron la pobreza y la marginalidad y creció aún más la concentración de la riqueza y el ingreso, que es uno de los peores rasgos sistémicos de la realidad latinoamericana [...] En la actualidad, el Fondo, junto con el Banco Mundial, se ha convertido en un protagonista permanente de la formulación y gestión de la política económica de diversos países [...] En la actualidad, la políticas económica de los países latinoamericanos, en mayor o menor medida, se formula, condiciona o monitorea desde el exterior.45
De este modo, el llamado Consenso de Washington significó un sistema oficial y doctrinal que sirvió para recordar que las instituciones económico-financieras globales rectoras del orden económico mundial no son agentes independientes preocupados por bienestar común de la humanidad, sino reflejo de la distribución e intereses del poder político-económico internacional en donde, como sostiene Chomsky, "los principales arquitectos del neoliberal Consenso de Washington son los señores de la economía privada, sobre todo las inmensas corporaciones que controlan la mayor parte de la economía internacional y tienen los medios para moldear la política, así como para estructurar las ideas y opiniones".46 O, en palabras de Piqueras:
El conjunto de medidas aplicadas por doquier a partir de la penúltima década del siglo XX, también como afianzamiento del nuevo dominio de las formaciones sociales centrales sobre las periféricas, se ampararon en lo que fue conocido como Consenso de Washington. Por eso, sea en su vertiente económica, política, policíaco-militar o ideológico-cultural, el neoliberalismo como doctrina intrínseca al capital monopolista transnacional ha venido actuando a través de los Estados y las instituciones de regulación interestatal para modificar de modo duradero las relaciones de fuerza entre las clases, y de institucionalizar esa modificación a favor del capital.47
Otro estudio exhaustivo, de primera mano como dice su autor (Premio Nobel de Economía 2001 y vice presidente del Banco Mundial), explica el rotundo fracaso de las políticas económicas globales impuestas por el Consenso de Washington al señalar:
El efecto devastador en las poblaciones de los países pobres, haciendo a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres [...] en donde [...] La creciente división entre poseedores y desposeídos ha dejado a una masa creciente en el Tercer Mundo sumida en la más abyecta pobreza y viviendo con menos de un dólar por día [...] la privatización mal hecha no llevó a incrementar la eficiencia o el crecimiento sino a la liquidación a los activos y la decadencia [...] la liberalización del mercado de capitales y la privatización facilitaron la salida del dinero del país, la privatización previa al establecimiento de una infraestructura legal propició a la vez la posibilidad y el incentivo para liquidar activos en vez de reinvertir en el futuro del país.48
Finalmente, en relación a la vinculación entre el con-junto de políticas económicas del Consenso de Washington y la acción de las instituciones financieras internacionales del BM, el FMI y la OMC, es importante señalar que estos organismos cumplen, también, otras importantes funciones políticas para la preservación, expansión e integración global del capitalismo. En primer lugar, generan conocimientos teóricos y empíricos tanto en obras, libros, documentos e informes especializados como en foros de negociación internacional. En segundo, cumplen la importante tarea de construir y difundir reglas y directrices de las estrategias y políticas económicas neoliberales globales al interior de los países a través de las llamadas comunidades epistémicas.49 En suma, como puede observarse, el predominio del pensamiento, la ideología y praxis neoliberal del fundamentalismo del mercado, apoyado en las instituciones financieras internacionales y en las políticas del Consenso de Washington, impusieron y legitimaron un conjunto de procesos, políticas y esquemas económicos que confluyeron negativamente en una precipitada y devastadora apertura, desregulación y desestatización de las economías nacionales periféricas del capitalismo mundial y condujeron, significativamente, a la economía internacional a un proceso permanente, agudo y generalizado de crisis, desigualdad, inestabilidad –que tocó fondo el 2008 y 2009– y, sobre todo, a una profunda incertidumbre del devenir del proceso civilizatorio, como el rasgo actual más distintivo de las relaciones internacionales. Así, Stiglitz, al final del 2008 concluía:
La agenda de la globalización está ligada estrechamente a la del fundamentalismo del mercado: la ideología de los mercado libres y de la liberalización financiera. En esta crisis vemos que las instituciones más orientadas al mercado en la economía de mercado por excelencia se han desplomado y recurren apresuradamente al gobierno pidiendo ayuda. Muchos dirán entonces que es el fin del fundamentalismo del mercado. La actual crisis financiera es el resultado de la deshonestidad, la hipocresía, la incompetencia y el colapso de la confianza en las autoridades...pero... ¿quién eligió a esas autoridades?50
El fin de la ideología y el fin de la historia
La naturaleza ideológica de la doctrina del 'fin de las ideologías' no es sino una nueva forma de la ideología burguesa, estrechamente emparentada por su función con la de la 'neutralidad ideológica'. Lo que se trata de enterrar es, en definitiva, toda ideología revolucionaria y con ello el papel que le corresponde como guía de la acción de las fuerzas revolucionarias en la transformación de la sociedad en un época en que el capitalismo padece su peor crisis.
Adolfo Sánchez Vázquez51
Entre los autores intelectuales neoliberales o neoconservadores de las tesis de El fin de las ideologías se encuentran, entre otros, Shils,52 Martin Lipset,53 Aron54 y, particularmente, Bell.55 Su enunciación original se fundamenta en la premisa de que los movimientos radicales sociales revolucionarios de finales del siglo XIX y comienzos del XX, fueron las últimas manifestaciones de la era de las ideologías y, en consecuencia, según estos autores, desde el triunfo de capitalismo keynesiano en la Segunda Guerra Mundial, la derrota del fascismo y el nazismo y la crisis el autoritarismo totalitario del estalinismo, la humanidad es testigo del fin de las ideologías en las grandes sociedades industriales y altamente desarrolladas. En otras palabras, las viejas ideologías políticas que venían de fines de los siglos XVIII y XIX habían perdido gran parte de su poder de convocatoria política y cedían el paso a un nuevo pragmatismo en las sociedades ahora post-industriales basado en una economía mixta y un Estado social benefactor redistributivo, un pluralismo político y, particularmente, en nuevos procesos tecnológicos. Además, según Bell,56 las nuevas formas económico-productivas, las estructuras tecno-científicas, el orden político mundial y la nueva dimensión socio-cultural, no sólo fueron los actores principales del tránsito de un capitalismo industrial hacia un capitalismo post-industrial, sino que constituyeron los factores centrales que le dieron el liderazgo y la hegemonía mundial a Estados Unidos.
Es decir, en las nuevas sociedades post-industriales, según Bell, las ideologías no eran ya más necesarias porque éstas, más que rasgo endémico de la era moderna, se habían constituido en mero síntoma pasajero de la modernización capitalista, síntoma que poco a poco desaparecería en la medida en que las sociedades industriales alcanzaran una etapa superior de madurez económica y política. Así, el modelo cultural neoconservador de las tesis del fin de las ideologías fue, por un lado, el punto de partida de un pragmatismo ultraconservador de rechazo a la sociedad de masas o, en palabras de Bell, "los malestares culturales del siglo XX"; por el otro, justificador del surgimiento del capitalismo de los grandes monopolios comerciales y financieros de los años cincuenta y sesenta. De hecho, el sociólogo neoyorquino estableció, sin ambages, que la crisis cultural de la sociedad industrial, está expresada en la contradicción entre la racionalidad de la producción capitalista y las tendencias 'anti-racionalistas' de la sociedad de masas. Por ello, el nuevo modelo de sociedad post-industrial descansaba o tenía su 'eje axial' en la revolución tecnológica y científica. Así, la tecnología había triunfado sobre la ideología y, con ello, el advenimiento de la sociedad post-industrial posibilitaría una nueva época en donde, "la tecnología pone la riqueza" al alcance de toda la población. Por último, el profesor emérito de Harvard advertía que, con la llegada de la sociedad post-industrial tecnologizada, las ideologías ya no eran necesarias, pues la desigualdad económica y social se había ido reduciendo del mismo modo que las tensiones políticas. En suma, para Bell, el éxito del Estado del bienestar social, el repliegue del comunismo en el mundo y el retroceso de las luchas sindicales del movimiento obrero desde el establecimiento del New Deal hasta el triunfo del Welfare State del siglo XX, habían propiciado el "ocaso" de las ideologías, de esas visiones "radicales" que tanto asediaban a la democracia occidental liberal.57
Sin embargo, en los hechos, la realidad social de lo que ha ocurrido en el sistema mundial es absolutamente contraria a lo que los intelectuales neoliberales proponían y justificaban con el final de la era de las ideologías. No obstante, cabe señalar que, décadas después, de la publicación de su obra señera, Daniel Bell señaló en 1996:
La Guerra Fría llegó a su fin y los Estados Unidos siguieron siendo el máximo poder del mundo. Los conflictos ideológicos, al menos los que se derivan de los debates decimonónicos relativos a la posesión del futuro, se evaporaron hasta dejar por un lapso al capitalismo sin enemigos visibles. Esta situación ha conducido al "fin de la historia" de Francis Fukuyama, una tesis sostenible solamente si se cree que la historia es el desarrollo de una idea que se traduce en materialidad.58
En efecto, será continuadora de esta visión ideológica neoliberal universalista la celebérrima obra de Fukuyama,59 donde se atestigua el mismo escenario neoliberal pero con argumentaciones y visiones más ultraconservadoras y ahistóricas del proceso humano civilizatorio y, sobre todo, con la visión de que el destino de la humanidad ya no tiene alternativa diferente al triunfo del capitalismo globalizado, el libre mercado y la cultura del consumo occidental. Sin prestar mayor atención analítica, más allá de los ríos de tinta que ha corrido hacia la crítica de este ensayo superficial sobre el fin de nuestra historia,60 se puede sintetizar que el panfleto dogmático escrito originalmente como artículo de 16 cuartillas en la revista The National Interest,61 del verano de 1989, y posteriormente como libro en 1992, sostiene que después del colapso socialista seguirá un nuevo "orden internacional" armonioso, desde luego controlado por las potencias vencedoras de Occidente (entiéndase Estados Unidos) en la que reinarán eternamente las leyes del mercado mundial, la democracia liberal y la libertad occidental. En concreto, para Fukuyama, el triunfo del modelo cultural, político y económico neoliberal y su imposición por todo el planeta se basa en una simple argumentación lineal: una vez derrumbado el modelo económico, social y político del comunismo, la caída del Muro de Berlín y el fin del 'socialismo real', la economía del libre mercado mundial, la democracia parlamentaria liberal y el multiculturalismo y los valores norteamericanos constituyen por su unidad indisoluble el único y mejor modelo social y político de referencia mundial alcanzado por la humanidad.
Asimismo, el catedrático de Stanford presenta en su obra una de las 'verdades universales' del pensamiento y del pragmatismo de la ideología neoliberal que, con mayor influencia, se han difundido en las ciencias sociales y las humanidades: la sociedad, el Estado y el sistema mundial serán siempre, al infinito, capitalistas y estarán basados, eternamente, en los valores de la democracia liberal occidental (por supuesto, la norteamericana), pues "En tiempos de nuestros abuelos, muchas personas razonables podían prever un futuro socialista radiante, el cual habían de ser abolidos la propiedad privada y el capitalista, y en el que se habría sobrepasado, en cierto modo la política. Hoy, en cambio, nos cuesta imaginar un mundo que sea radicalmente mejor que el nuestro, o un futuro que no sea esencialmente democrático y capitalista".62
Ésta es la visión política e ideológica en la que descansa la tesis central del politólogo de Chicago, misma que sintetiza la historia moderna universal explicando que después del establecimiento del estado liberal democrático en Europa en el siglo XIX, no ha existido ni surgido, con el éxito del capitalismo, ningún modelo económico o régimen político y social alternativo. Es decir, según Fukuyama, las contradicciones sociales y económicas, la explotación, la exclusión y la desigualdad entre las clases sociales fueron ya resueltas y superadas por el liberalismo, el keynesianismo y el capitalismo neoliberal y, a nivel de las relaciones internacionales, la hegemonía absoluta del capitalismo globalizado propiciará una tendencia a aminorar o desaparecer los conflictos regionales e internacionales. Por tanto, en la sociedad post-industrial o post-histórica las disputas, las rivalidades y las guerras entre los Estados nacionales también desaparecerán.
Sin embargo, quizás lo más asombroso de las tesis del alumno de Allan Bloom sean los temas que versan sobre el estado universal y homogéneo y el poder de las ideas, pues es en ellos donde encuentra espacio para criticar algunos de los postulados del pensamiento marxista (acerca de que las ideologías ocupan un lugar y un papel secundario y marginal en el desarrollo de la historia). En este ejercicio, Fukuyama muestra, por un lado, un desconocimiento absoluto de la dialéctica en el pensamiento de Marx y, por el otro, un manejo y una aplicación mecanicista, burda y falseada de la historia y del materialismo histórico, pues parte de la idea de que la tesis del fin de la historia no es nueva, sino de Marx (quien, a su vez, la tomara de Hegel). En primer lugar, habrá que decir que el fin de la historia no es ni para uno ni para otro el fin de la historia real (como sí lo es para Fukuyama) con el triunfo del capitalismo neoliberal. Tanto Hegel como Marx, interpretaron desde su visión de liberales radicales, y cada uno a su manera, la historia bajo tres aspectos: en primer lugar, la historia del hombre es la historia de su liberación y su lucha por alcanzarla. En segundo, el movimiento de la historia es dialéctico, es decir, el resultado del enfrentamiento entre posiciones opuestas y frecuentemente irreconciliables y, en tercero, la resolución de la idea en Hegel, o la resolución de la lucha de clases en Marx, implicaría la falta de contradicciones sociales fundamentales y potencialmente alternativas. En consecuencia, el triunfo de una de las partes, en el contexto mundial de los países que intervienen en la historia, significaría el fin de la prehistoria en Marx o de la historia en Hegel. Sin necesidad de mayor comentario, para Fukuyama el sentido de la historia es el fin de la historia ideológica, política, cultural y social expresada en la universalización del capitalismo, la democracia liberal y el libre mercado como formas únicas, última y final del proceso civilizatorio de las sociedades y, en consecuencia, el final del desarrollo histórico de la humanidad.
Esta visión profética de el final de los tiempos significa, en el 'mejor' de los casos, una inclinación hacia la formación de sociedades cerradas, fundamentalistas y totalitarias en las que las contradicciones y luchas sociales no existen, en donde los sujetos sociales se transforman en mercancías y objetos despolitizados, alienados y consumidores bajo los mecanismos cotidianos de la coerción, la competencia y el individualismo a ultranza del ahora llamado American Way of 'Postmodern' Life para sobrevivir, estar y ser. Naturalmente, la realidad social de lo ocurrido sobre ese futuro humano aséptico e idílico mundo armonioso y libre de conflicto alguno que pensaba Fukuyama, resultó, evidentemente, una falsedad y demagogia. Anderson comenta al respecto:
El fin de la Guerra Fría produjo, por primera vez en la historia, una ideología que anunciaba la llegada de un punto final del desarrollo social construido sobre los supuestos del libre mercado más allá del cual resultaba imposible pensar: El fin de la historia [...] el capitalismo es el destino universal y permanente de la humanidad. No hay nada fuera de este destino pleno [...] Esta jactancia fanfarrona de un capitalismo desregulado, como el mejor de todos los mundos posibles, es una novedad del sistema hegemónico actual. Ni siquiera en los tiempos victorianos se proclamaba tan clamorosamente las virtudes y necesidades del reino del capital.63
En suma, la praxis política del fin de la historia sólo produjo un mundo y en una época de guerras, violencia, incertidumbres, inseguridad, riesgos globales y resurgimientos socio-culturales alternativos que confirman, por un lado, la crisis y agotamiento del tiempo neoliberal expresado en el fin, sí, pero de una era prolongada de una ideología y un pragmatismo neocolonial, imperialista e intervencionista –la ideología de la libertad del mercado y la democracia norteamericana– que pretendió ser universalista y, por el otro, que se está asistiendo al inicio de otra historia, del comienzo de una nueva historia más humana e igualitaria, pero ahora basada en el pluralismo, la interculturalidad y por el bien común en el devenir del proceso civilizatorio de la humanidad.
La visión hegemónica del pensamiento único: la seguridad e interés nacional y la "supremacía" estadounidense.
El llamado pensamiento único no adopta, por lo general, las formas extremas y prácticamente absurdas de la utopía capitalista; se expresa comúnmente, y con mayor fuerza, en paradigmas realistas apropiados para situaciones concretas y convoca en su discurso al libre mercado, al Estado y la sociedad para el funcionamiento necesario de coaliciones entre los intereses de las élites del poder económico y político mundial. De igual forma, el pensamiento único suele expresarse con una claridad argumental directa, simple y una coherencia aparente que no requiere la confrontación del pensamiento crítico o reflexivo. Se trata de formas ideológicas que se autodefinen como verdades universales, como expresiones de leyes naturales ineluctables y en torno a las cuales se ha generado un consenso intelectual y político convirtiéndose en un sentido común universal, en el signo de los tiempos o en el espíritu de la época. Así, de acuerdo con Boron, al pensamiento único corresponde la política única, este nuevo determinismo resulta altamente funcional a los intereses del nuevo orden dominante del capitalismo internacional.64 Entre los autores que más representan y expresan las formas extremas del pensamiento único, se destacan, desde luego, la exsecretaria de Estado norteamericana y exconsejera de Seguridad Nacional de la administración de George W. Bush, Condoleezza Rice, y el exconsejero de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski. Estos dos personajes resultaron fundamentales en la estrategia global de dominación contemporánea de Estados Unidos. La primera, en dos diferentes momentos, definió el nuevo realismo político global estadounidense –la visión dominante del pensamiento único– para el siglo XXI, basada en una nueva revisión y un nuevo replanteamiento del interés nacional de Norteamérica que debía ser la guía mundial para la paz y el bienestar internacional del nuevo siglo:65
Estados Unidos cuenta con muchas fuentes de poder para obtener sus objetivos. Primero, las fuerzas estratégicas estadounidenses deben ser capaces de enfrentar con decisión el surgimiento de cualquier potencia militar hostil en la región del Pacífico asiático, en el Oriente Medio, el Golfo Pérsico y Europa, lugares donde se juegan no sólo nuestros intereses sino también los de nuestros principales aliados. Las tropas estadounidenses son las únicas capaces de llevar a cabo esta función disuasiva. No debe descartarse a priori la "intervención humanitaria" [...] las fuerzas armadas son un instrumento especial. Son letales [...] El mejor empleo de las fuerzas militares es para apoyar objetivos políticos claros. Estados Unidos debe dirigirse con firmeza y decisión a regímenes como los de Corea del Norte [...] como ocurrió en caso de Iraq. Estos regímenes viven en una cuenta regresiva, de modo que no debe temérseles. Más bien, la primera línea de defensa debe ser una declaración clara y clásica de disuasión: si adquieren armas de destrucción masiva, éstas serán inútiles porque cualquier intento de usarlas provocará la devastación del país. Ése ha sido el papel especial de Estados Unidos en el pasado y debe volver a serlo ahora que entramos en el nuevo siglo.66
En un segundo momento, Rice señalaría:
Debemos confiar en que la base del poderío de Estados Unidos es y seguirá siendo fuerte, ya que su origen está en el dinamismo, el vigor y la resistencia de la sociedad estadounidense [...] Los mismos valores que llevan a éxito en Estados Unidos, también llevan al éxito en el mundo: perseverancia, innovación, espíritu empresarial [...] En efecto, hemos demostrado que, al unir el poder estadounidense con los valores estadounidenses, podíamos ayudar a amigos y aliados a ampliar las fronteras [...] ¿Cómo describir esta predisposición tan nuestra? Es realismo, en cierto modo. Pero es mucho más que eso: es lo que he llamado un realismo propio únicamente de Estados Unidos [...] Un orden internacional que refleje nuestros valores es la mejor garantía de nuestro interés nacional duradero. Y si seguimos confiando en el poder de nuestros valores, podremos volver a tener éxito.67
Por su parte, Brzezinski, considerado uno de los analistas e ideólogos más importantes, influyentes, conocedores y defensores de la estrategia hegemónica global de la política exterior norteamericana, piensa que el papel, el lugar y la misión histórica y mesiánica de los Estados Unidos en el gran tablero mundial debe ser el equiparable al de la 'Roma imperial'. Así, advierte:
La supremacía global de Estados Unidos nos recuerda, en cierto modo, a la de los viejos imperios, a pesar de que el campo de acción regional de éstos era más restringido. Esos imperios basaban su poder en una jerarquía de vasallos, tributarios, protectorados y colonias y solían considerar como bárbaros a quienes se encontraban en el exterior. En alguna medida, esa terminología anacrónica no resulta totalmente inapropiada para algunos de los Estados que actualmente se mueven en la órbita estadounidense.68
En suma, y por decir lo menos, las "verdades universales y eternas" basadas sólo en el uso del poder, la fuerza y la devastación carentes de toda reflexión sobre lo humano, la naturaleza y la cultura, pasaron a formar parte del sentido, estrategia y discurso del pensamiento único, en donde la ausencia y negación de cualquier reflexión política, social, cultural y económica diferente a la dominante fue la impronta de la imposición por los académicos, intelectuales y funcionarios apologistas del pragmatismo del poder norteamericano orientados a presentar al capitalismo neoliberal con un rostro humano de justicia y de paz en donde 'lo que es bueno para mí es bueno para todos' porque 'están con Estados Unidos o con los terroristas'. Sin embargo, Wallerstein puntualiza que 'naturalmente, la realidad social de lo ocurrido es menos gloriosa que la imagen que nos ofrecen las justificaciones intelectuales. La desconexión entre la realidad y las justificaciones las han experimentado agudamente y expresado en muchas formas, los que han pagado el precio más alto en su vida personal y colectiva".69
Democracia de mercado y capitalismo financiero globalizado: esencia del universalismo neoliberal
La ideología de la globalización neoliberal ha estado en boga desde principios de los años 80. No era, de hecho, una idea nueva en la historia del sistema-mundo moderno, aunque reivindicó serlo. Más bien era la muy vieja idea de que los gobiernos del mundo debían dejar de estorbar a las grandes y eficientes empresas en sus esfuerzos por prevalecer en el mercado mundial".
Immanuel Wallerstein70
Al inicio del siglo XXI, uno de los politólogos mexicanos más destacados en la investigación, el conocimiento y la interpretación de la filosofía política y económica del pensamiento y el pragmatismo norteamericano, aseveraba que:
Como consecuencia del déficit de inteligencia dejado atrás por la cauda de los posestructuralismos, los desconstruccionismos, los posmodernismos o los finales de la historia, el pensamiento único de matriz empresarial y de mercado ocupan, para cierta izquierda internacionalista, aquel vacío. Dictada por los imperativos de la disciplina financiera, la técnica presupuestal, la informática o la mercadotecnia del nuevo orden mundial, salta hoy al escenario una lógica hegemónica del dinero, los tableros electrónicos, las imágenes y los mercados de capital, la cual suprime o subordina a las demás lógicas humanas [...] Siglas ominosas como las del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) o la Organización Mundial del Comercio (OMC) sustituyen, así, los referentes políticos y sociales familiares e imponen un lenguaje técnico y aséptico dentro del cual se diluyen las connotaciones económicas de la explotación y los frenos nacionales al saqueo y la violencia.71
En efecto, actualmente el pensamiento único neoliberal ha creado universalismos teóricos e ideológicos, estableciendo e imponiendo leyes universales que gobiernan, según los neoliberales, la evolución y el progreso de la humanidad y han elaborado un proyecto de sociedad mundial igualmente universal basado en un orden económico 'natural' en donde siempre se obtienen resultados óptimos. Sin embargo, lo que ocurre en realidad con el pensamiento y el modelo neoliberal es que universaliza sus pautas, actitudes y valores sociales a escala mundial, por ejemplo, el de la aceptación-imposición de los principios económicos y políticos liberales y la de una de cultura de consumo capitalista, ambos basados en el fundamentalismo de las leyes del libre mercado. De esta manera, el pensamiento neoliberal durante los últimos 25 años, logró un 'triunfo' importante en el terreno ideo- lógico-cultural al imponer, como 'universal', la 'verdad' siguiente: para que cualquier nación del planeta pueda alcanzar un desarrollo económico exitoso, no existe más alternativa que el régimen de las leyes y virtudes del libre mercado mundial.
Así, las nuevas formas del discurso político y económico neoliberal cumplen funciones ideológicas muy importantes que se plasman en la difusión del pensamiento ultraconservador sobre el capital financiero internacional y las nuevas tecnologías globalizadas, curiosamente fundamentos del poderío económico, estratégico, geopolítico y militar norteamericano,72 que, en consecuencia, modifican e influyen en la forma de concebir e interpretar a las relaciones políticas internacionales y a la economía mundial. Ejemplo de ello, es la estrategia ideológica y política discursiva diseñada y elaborada por los teóricos y académicos del enfoque neorrealista y neoliberal de la disciplina de las Relaciones Internacionales cuyas reflexiones analíticas están dirigidas para disminuir la presencia del Estado-nación y las fronteras nacionales y de organizar el camino para la libre circulación y realización de la producción y del capital financiero internacional. Entre los autores y académicos más representativos de dicha estrategia ideológica se encuentran, entre otros, Kenneth N. Waltz, Robert Kagan, William Kristol y Robert Gilpin.
La siguiente reflexión del primero de ellos –uno de los más importantes autores del enfoque neorrealista de la teoría de las Relaciones Internacionales– muestra, clara y vehementemente, la concepción omnipotente y desenfrenada del pensamiento único ultraconservador dominante como ideología justificadora de un modelo económico, político y cultural y, particularmente, de una forma justificadora de la acción encubierta o directa del intervencionismo militar norteamericano:
La globalización es un producto norteamericano. El mercado libre, la transparencia y la flexibilidad son la consigna. El "rebaño electrónico" traslada grandes sumas de capital hacia y desde cualquier país dependiendo de sus credenciales políticas y económicas [...] Los Estados pueden desafiar al "rebaño", pero pagarán un alto precio por ello, tal como ocurrió con Tailandia, Malasia, Indonesia y Corea del Sur a finales de la década de 1990 [...] El "rebaño" decide a qué países recompensar y cuales castigar, y nadie puede hacer nada al respecto a estas decisiones [...] El mensaje para los gobiernos es bastante claro: alinearse o sufrir las consecuencias [...] En todo sistema competitivo los perdedores imitan a los ganadores [...] siguen las prácticas y adoptan las instituciones de aquellos países que van mostrándoles el camino [...] El dilema es hacer lo que exige el "rebaño electrónico" o permanecer sumido en la pobreza [...] el mundo está sostenido por 'la presencia del poder de Estados Unidos, y por la voluntad estadounidense de ejercer dicho poder en contra de aquellos que amenacen al sistema de la globalización. La mano invisible del mercado jamás funcionará sin un puño invisible. Pero ese puño es en realidad absolutamente visible.73
Por su parte, Kagan, uno de los más influyentes asesores del expresidente George W. Bush Jr., señala que, debido a que el contexto político internacional se ha fundamentado en leyes e instituciones internacionales precarias e inseguras, Estados Unidos debe ejercer su poder en donde la verdadera seguridad, defensa y promoción del orden neoliberal dependa de la posesión y uso de la fuerza militar y actuar como 'sheriff internacional' para imponer la democracia liberal, paz y la justicia en un mundo sin leyes:
El enfoque estadounidense de la política internacional se orienta por lo general hacia finalidades dadas, como resolver este problema o eliminar aquella amenaza [...] esta orientación tiende, a su vez, a adoptar una posición cada vez más unilateral en la política internacional. Los estadounidenses son menos proclives a apoyarse en instituciones internacionales como Naciones Unidas [...] tienen una visión más escéptica del derecho internacional [...] Los estadounidenses van de "vaqueros" [...] actúan a la manera de un Sheriff internacional –autoproclamado quizás, pero generalmente bienvenido de todos modos– que vela por imponer algo de paz y justicia en lo que ve como un mundo sin ley, donde es preciso disuadir o destruir a los malhechores, por lo común a punta de pistola.74
Por su lado, Kristol, fundador y director de Project for the New American Century y el más ultraconservador del pensamiento neoliberal y de la derecha norteamericana, confiesa que:
Con el triunfo de EE.UU. en la Guerra Fría y con su aplastante victoria en la "Operación Tormenta del Desierto" sobre Iraq, Estados Unidos adquirió una posición de poder e influencia en el mundo no igualada desde la hegemonía de Roma sobre el Mediterráneo. Ningún país puede comparársenos en términos de poder militar ni de capacidad de intervención rápida en cualquier lugar del planeta [...] Para bien o para mal, la cultura estadounidense es la cultura global dominante. El mundo se ha transformado a imagen de Estados Unidos hasta un extremo difícil de imaginar [...] Nuestra fuerza militar es la envidia de todas las naciones de la tierra y nuestros logros como potencia mundial producen respeto reverencial y admiración en todas las naciones que nos han precedido [...] Sería realmente trágico, si no usásemos este extraordinario momento histórico para promover los ideales que están en el corazón de nuestra empresa nacional y, al hacerlo, diésemos los pasos que asegurarán la estabilidad y el firme crecimiento de la libertad a través del mundo.75
En adición, Gilpin, considerado el decano de los especialistas neoliberales de la Economía Política Inter- nacional, advierte:
[...] la economía global debe estar guiada por las prescripciones políticas de la economía y fundarse en los principios del mercado. El libre comercio, la libertad de los movimientos de capital y el acceso irrestricto de las empresas multinacionales a los mercados del mundo deben gobernar en adelante los asuntos económicos internacionales. Con el triunfo del mercado, la lógica y las eficiencias relativas de las economías nacionales determinarán la distribución de las actividades económicas y de la riqueza (y naturalmente del poder) en todo el mundo [...] la mayoría de los economistas y líderes empresariales consideran que la globalización y la creciente adopción mundial de valores (sociales, económicos y políticos) estadounidenses liberan fuerzas económicas contenidas y hacen posible en uso más eficaz de los escasos recursos mundiales, lo que dará como resultado la optimización de la riqueza global y permitirá que todos los pueblos se beneficien económicamente.76
Así, los enfoques neoliberales sobre la globalización del mercado mundial y el papel del poder económico y estratégico militar de Estados Unidos en las actuales relaciones internacionales se caracterizan por concebir al proceso de globalización como un proceso único en donde el capital financiero transnacional –'el rebaño electrónico'– se establece como el actor central y determinante de dicho proceso global y constituyen la esencia del pensamiento neoliberal77 que proyecta una realidad falsa, lineal y dogmática de las relaciones internacionales contemporáneas y una ideología fundamentalista extrema sin límites, en donde el nuevo y único reinado de las leyes y los valores del mercado mundial y de la democracia liberal se establecen como valores universales eternos e inmutables y, desde luego, autodotados de un supuesto derecho natural 'justificable' de intervención, guerra y ocupación en virtud del 'bien mayor y superior' de la humanidad. En palabras de Palermo:
Los valores del mercado son, sencillamente, aquellos de la burguesía [...] El mercado impone sus leyes como leyes generales [...] Los valores del mercado se basan en el individualismo, la meritocracia y la competencia [...] La competencia, que en sí misma no es un valor, se transforma en uno justo gracias a la objetivación de los valores del mercado: si la ley del mercado establece que la competencia sea vencida por el mejor (es decir, por el más fuerte), la ley del más fuerte se vuelve, para los economistas burgueses, el fundamento (obviamente implícito) de la justicia en las relaciones económicas.78
En suma, la complejidad actual del sistema mundial se perfila hacia un cambio de época histórica y hacia un debate y confrontación global de epistemologías entre universos culturales abismalmente distintos y en un contexto internacional signado por la mayor crisis estructural multidireccional y multidimensional en la historia del desarrollo del capitalismo mundial.
Reflexiones finales: la batalla por las nuevas ideas y epistemologías en la construcción de otro mundo posible
La marcha hacia la universalización de la cultura no ha sido la obra de la comunicación racional y libre sino de la dominación y la violencia. La imposición de una pretendida cultura universal ha significado para muchos pueblos la enajenación en formas de vida no elegidas. Se reclama entonces la libertad de cada cultura de determinar sus propios fines, el valor insustituible de las diferentes identidades culturales. Contra el papel hegemónico de la cultura occidental, se insiste en el valor semejante de todas las culturas.
Luis Villoro79
Actualmente, en el campo de batalla de las ideas y alternativas a la crisis de los paradigmas neoliberales, se muestra y confirma, por un lado, la presencia de un proceso de transición hacia nuevas construcciones paradigmáticas, epistémicas, sociales y culturales que luchan y se confrontan contra el agotamiento y crisis de las concepciones universalistas y lineales de la historia y la civilización basadas en la hegemonía de las racionalidades, epistemologías y paradigmas eurocéntricos que dieron origen al Estado moderno y al actual sistema de dominación, exclusión, explotación y crisis mundial bajo la égida de la globalización neoliberal y, por el otro, los procesos de transformación y ruptura en el sistema mundial muestran un escenario caracterizado por la inseguridad global y graves crisis financieras, depredación ambiental y catástrofes climáticas, incremento sin paralelo y continuo de desigualdades económicas (hambrunas y pobreza extrema) y una exagerada concentración de la riqueza, incremento de altas tasa de desempleo y exclusión social, riesgos globales de terrorismo y guerras de devastación a nombre de la libertad y la democracia. Todo ello corrobora la existencia de la más grave e inédita crisis sistémica capitalista que se transformó rápidamente en una crisis civilizatoria. Esta crisis remite también a otra de carácter epistemológico, caracterizada por la debacle del paradigma eurocéntrico del universalismo del mercado, la globalización y el pensamiento neoliberal en donde las ciencias sociales y humanas están reflejando agudamente esa crisis. De Sousa Santos revela que la crisis del paradigma y la epistemología eurocéntricas de las ciencias sociales se explica
Porque están constituidas por la modernidad occidental, por este marco de tensión entre regulación y emancipación que dejó afuera a las sociedades coloniales, donde esa tensión fue reemplazada por la "alternativa" entre la violencia de la coerción y la violencia de la asimilación. Algunas corrientes de las ciencias sociales –los estructural-funcionalistas– miraron, sobre todo, la regulación. Los otros, los marxistas, los críticos, se centraron más en la emancipación, pero la idea fue siempre una visión eurocéntrica de esta tensión, y por lo tanto colonialista [...] Además, nuestras grandes teorías ciencias de las ciencias sociales fueron producidas en tres o cuatro del Norte. Entonces, nuestro primer problema para la gente que vive en el Sur es que las teorías están fuera de lugar: no se adecuan realmente a nuestras realidades sociales.80
En este sentido, surge la necesidad ineludible de replantear y crear nuevos paradigmas y epistemologías de las ciencias sociales pero, ahora, desde el contexto de la historia y de los saberes propios, más capaces de comprender y resolver los problemas concretos de la realidad social latinoamericana. No se trata tampoco de 'eliminar' o rechazar la ciencia e imponer, en vez, un fundamentalismo esencialista 'anticiencia'; más bien, se pretende pugnar por un uso contra hegemónico de los saberes dominantes donde el saber científico pueda articularse, dialogar e interactuar con el saber laico, con el saber popular, con el saber de las etnias y los grupos excluidos; en otras palabras, con los saberes ausentes o negados en la episteme o paradigma occidental/colonial.81
En voz de De Sousa Santos, se trata de un nuevo cosmopolitismo subalterno como forma alternativa cultural y política de una globalización contra hegemónica expresada por todos los excluidos del sistema social dominante cuyas dignidades humanas, aspiraciones y proyectos de emancipación fueron negados o hechos invisibles por las concepciones y prácticas hegemónicas del cosmopolitismo universalista mono cultural inspiradas en la racionalidad kantiana y legitimadas por la razón instrumental eurocéntrica dominante.82 De hecho, en la praxis social es importante destacar que la idea-fuerza por la edificación de otro mundo posible se ha ido afianzado, paso a paso, en América Latina y en el mundo con el resurgimiento de nuevos saberes, conocimientos y epistemologías no eurocéntricas y, de manera significativa, nuevas formas de organización política y de participación colectiva y comunitaria contra hegemónicas expresados en el resurgimiento de los movimientos indígenas latinoamericanos83 así como en la gran pluralidad de movimientos sociales multidimensionales de significativa convocatoria en la sociedad que rechazan tanto al modelo neoliberal como a las formas represivas o autoritarias de gobernabilidad, están avanzando paulatinamente en la construcción de otras relaciones internacionales contra hegemónicas basadas en nuevos paradigmas incluyentes para una vida humana digna.
Así, como reflexión final, se puede afirmar que la ideología y el pragmatismo del pensamiento neoliberal y sus concepciones e interpretaciones hegemónicas, universalistas y lineales de la historia social, cultural y política del sistema-mundo y de las relaciones internacionales, no sólo interviene en la mundialización del capital financiero, sino en la imposición de un modelo cultural de ser y una concepción mercantilizada de la vida social pero, sobre todo, constituye un discurso que enmascara, oculta y niega tanto las crisis económicas y las nuevas formas de explotación económica global como sus acciones de intervención, ocupación, neocolonización, saqueo y devastación de recursos, culturas y países en el sistema mundial. En fin, el mundo vive inmerso en la crisis agónica de una civilización y una cultura que pretendió ser universal, única y supuestamente la mejor frente a las demás culturas: la agonía de la mundialización del neoliberalismo. Morin lo define mejor de la siguiente manera:
El mundo experimenta dolores agónicos, de algo que no se sabe si es nacimiento o muerte. Es en esta situación compleja, contradictoria, agónica, donde yo situaría la mundialización del liberalismo [...] constituye, según la ha formulado el manifiesto del subcomandante Marcos "Por la humanidad y contra el neoliberalismo" –cuya acción a favor de los indios de Chiapas, y de un mundo más amplio de México, merece por otra parte nuestra adhesión–, la nueva plaga, la nueva hidra que amenaza a la humanidad [...] creo sin embargo que hay que someter a una reflexión crítica radical los fundamentos y las esperanzas del liberalismo económico mundial.84
En consecuencia, se impone crear, a partir de la crítica radical sugerida por Morin, una nueva conciencia y acción global para oponer a la arrogancia de las verdades universales del pensamiento único neoliberal, un nuevo pensamiento crítico, creativo y alternativo que interprete e interactúe con las sensibilidades sociales que se resisten y se oponen, a escala planetaria, a la dominación neocolonial del sistema-mundo. Se precisa de "un pensamiento apto para captar la multidimensionalidad de las realidades [...] Debemos abandonar la falsa racionalidad. Las necesidades humanas no sólo son económicas y técnicas, sino también afectivas y mitológicas, religiosas, comunitarias y exceden los intereses materiales".85 En los hechos: otra ordenación mundial de justicia social y reconocimiento a la otredad y diversidad, hacia los iguales y los diferentes. Otro sistema-mundial donde los Estados nacionales sean plurinacionales y replanteen y recuperen sus funciones básicas de socialización, redistribución, corresponsabilidad y de defensa de su soberanía nacional. Otra democracia en donde la participación deliberativa y autocrítica de los movimientos sociales sean los actores centrales que escriban y construyan su historia social. En suma, en el actual campo de batalla de las ideas de un compromiso intelectual y social, como bien recuerda Adolfo Sánchez Vázquez, es luchar por una nueva relación mundial de justicia global y desde una nueva cultura civilizadora86 donde las acciones sociales colectivas y comunes conduzcan hacia una nueva ética de la corresponsabilidad, reciprocidad, redistribución y respeto e igualdad entre los individuos, las culturas y las naciones como un factor esencial en la construcción de una nueva coexistencia de interculturalidad y fundada en una cultura mundial de la paz. En otras palabras, un mundo donde quepan muchos mundos, por el bien común para todos y por bien de todos. Otro mundo, sí es posible.
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* Este artículo está dedicado a la memoria de Adolfo Sánchez Vázquez (1915-2011), eximio filósofo marxista y paradigma del pensamiento crítico latinoamericano.
1 Adolfo Sánchez Vázquez, Ética y política, México, UNAM/FCE, 2007, pp. 66-68.
2 Ruy Mauro Marini, "Las raíces del pensamiento latinoamericano", en Ruy Mauro Marini y Márgara Millán (coords.), La teoría social latinoamericana. Los orígenes. Tomo 1. México, El Caballito, 1994, pp. 17 y 18.
3 Por ejemplo, en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, la Teoría de la Modernización y Desarrollo, ubicó a la sociedad y a la economía estadounidense como el modelo que deberían seguir todos los países subdesarrollados para llegar a ser una nación moderna, desarrollada y civilizada como ellos, los Estados Unidos. Un mayor análisis sobre el tema, puede ser encontrado en Samuel Sosa Fuentes, "Modernización, dependencia y sistema-mundo: los paradigmas del desarrollo latinoamericano y los desafíos del siglo XXI", en Relaciones Internacionales, núm. 96, septiembre-diciembre de 2006 (documento disponible en línea en: http://www.revistas.unam.mx/index.php/rri/article/view/18389 N.E.)
4 En efecto, tanto el neoliberalismo o institucionalismo neoliberal como el neorrealismo, constituyen el mainstream dominante del enfoque Racionalista de las Relaciones Internacionales de los últimos 25 años y, además, con importantes paralelismos y analogías entre estos dos enfoques. Al respecto, se ha señalado que "desde el punto de vista ontológico y epistemológico, existen coincidencias muy apreciables entre neorrealismo y neoliberalismo. En el plano ontológico, en lo que concierne al eje individualismo-holismo, el neoliberalismo se decanta por una ontología individualista. En el plano epistemológico, al igual que el neorrealismo, el neoliberalismo es partidario del naturalismo. Ambos se adhieren a una epistemología positivista [...] Asimismo, el neorrealismo y el neoliberalismo proceden a la "importación" de teorías de la Economía [...] y la adscripción profunda a la filosofía y valores que han guiado siempre a la tradición liberal". Vid. Kepa Sodupe, La Teoría de las Relaciones Internacionales a comienzos del siglo XXI, Bilbao, Universidad del País Vasco/ Euskal Herriko Unibertsitatea, 2003, pp. 118-120.
5 Pablo González Casanova, "Globalidad, neoliberalismo y democracia", en: Pablo González Casanova y John Saxe-Fernández, El mundo actual: situación y alternativas, México, UNAM, CEIICH/Siglo Veintiuno Editores, 1996, p. 47.
6 P. González Casanova, "El imperialismo hoy", en: http://es.scribd.com/doc/63765574/Gonzalez-Casanova-Pablo-El-imperialismo-hoy-2004 o http://www.nodo50.org/cubasigloXXI/taller/gcasanova2_310704.pdf
7 Famosa consiga del movimiento neozapatista. N.E.
8 En efecto, como bien sabemos el eurocentrismo, grosso modo, consiste en la forma de analizar, comprender e interpretar, por ejemplo, la realidad socio-política de América Latina, según las características y desarrollo histórico particular de Europa o Estados Unidos. En consecuencia, se puede explicar la situación, histórica o actual, de nuestra región a partir de categorías y modelos que fueron elaborados y pensados para dar cuenta del mundo social europeo o sajón. Por ello, los fundamentos epistemológicos esenciales del eurocentrismo se desarrollan sobre las bases de la colonización del mundo y se construye sobre el desplazamiento, deslegitimación y negación de otros modos y otras fuentes de generación de saberes y conocimientos existentes y, sobre todo, como una parte esencial de la colonialidad del poder y del saber.
9 Particularmente, el neorrealismo y el neoliberalismo.
10 Jaime Ornelas Delgado, "Aproximación a una visión crítica del mundo de la globalización neoliberal", en Aportes. Revista de la Facultad de Economía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, año IX, número 25, enero-abril de 2004, p. 69.
11 Friedrich August von Hayek, Camino de servidumbre, Madrid, Alianza, 1985.
12 Vid. de Adam Smith, Teoría de los sentimientos morales, México, FCE, 1979 e Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, México, FCE, 1979.
13 Mario Rapoport, "Origen y actualidad del 'pensamiento único'", en Julio Gambina, Globalización y ajuste en América Latina, Buenos Aires, CLACSO, 2002, p. 359.
14 Omar Guerrero Orozco, El neoliberalismo. De la utopía a la ideología, México, Distribuciones Fontamara, 2009.
15 Walter Lippmann, The Good Society, introducción de Gary Dean Best, Piscataway, NJ, Transaction Publishers, 2004, 402 pp. N.E.
16 O. Guerrero Orozco, op. cit., p. 97.
17 La más reciente de las reuniones de la Sociedad Mont-Pélerin se realizó en Buenos Aires, Argentina, en abril de 2011, en el marco del 63er Aniversario de dicha Sociedad y con la presencia, por primera vez, de Mario Vargas Llosa. La reunión anual para el 2012, sesionará en Praga, República Checa, y tratará sobre la adopción del euro por parte de los países del Este Europeo y sobre otros temas relacionados con la desnacionalización de las economías de esos países.
18 Para una historia de la creación, organización y funcionamiento de esta Sociedad, vid. Ronald Max Hartwell, A History of Mont Pelerin Society, Indianapolis, Liberty Fund, 1995, 269 pp. y Philip Mirowski y Dieter Plehwe (eds.), The Road from Mont Pelerin: The Making of the Neoliberal Thought Collective, Cambridge, Harvard University Press, 2009, 480 pp. N.E.
19 Perry Anderson, "Historia y lecciones del neoliberalismo", en François Houtart y François Polet (coords.) El otro Davos. Globalización de resistencias y de luchas, México, Plaza y Valdés Editores, 2001, p. 18.
20 Mariana Calvento, "Fundamentos teóricos del neoliberalismo: su vinculación con las temáticas sociales y sus efectos en América Latina", en Convergencia. Revista de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma del Estado de México, núm, 41, mayo-agosto de 2006, p. 43.
21 Muchos de ellos fueron Premios Nobel de Economía y "profesores en las instituciones de educación superior más importantes en el campo de la política económica, como la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres (LSE) o la Universidad de Chicago, fueron asesores del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y de numerosos regímenes del primero y del tercer mundos, y su influencia llegó a ser extraordinaria". Vid. Horst Kurnitzky, Una civilización incivilizada. El imperio de la violencia en el mundo globalizado, México, Océano, 2002, p. 20.
22 John Maynard Keynes, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, México, FCE, 2003.
23 Milton Friedman y Rose Friedman, Libertad de elegir: hacia un nuevo liberalismo económico, Barcelona, Grijalbo, 1980, pp. 54-55.
24 Pedro Vuskovic, "¿En lugar del neoliberalismo?", en Enrique de la Garza Toledo (coord.), Democracia y política económica alternativa, México, UNAM, CIICH/La Jornada Ediciones, 1994, pp. 326-327.
25 Por razones de espacio, haremos referencia solamente a los dos casos más representativos y categóricos del neoliberalismo europeo y latinoamericano: Inglaterra y Chile.
26 Víctor Flores Olea, La crisis de las utopías, México, Anthropos/UNAM, CIICH, FCPyS, 2010, p. 241.
27 En su discurso inaugural como Primera Ministra, en 1979, Margaret Thatcher advirtió al mundo: "Aquí no hay alternativa a la globalización"; además, anunciaba al mundo que en las relaciones internacionales presentes y futuras no existiría más alternativa política, socio-económica y cultural que el capitalismo neoliberal.
28 Alonso Aguilar Monteverde, Globalización y capitalismo, México, Plaza y Janés Editores, 2003, p. 152.
29 René Villareal, La contrarrevolución monetarista. Teoría, política económica e ideología del neoliberalismo, México, Océano/FCE, 1986, p. 41.
30 Jorge Vázquez Sánchez, "Neoliberalismo y Estado benefactor. El caso mexicano", en Aportes, vol. X, núm. 30, septiembre-diciembre de 2005, p. 63.
31 O. Guerrero Orozco, op. cit., p. 227.
32 Alejandro Rogelio Álvarez Béjar, "25 años de teoría, práctica y mitos del neoliberalismo en México", en Centro Mexicano de Estudios Sociales (coord.), La crisis actual del capitalismo, México, Siglo Veintiuno Editores, 2011, p. 92.
33 Hugo Zemelman, Configuraciones críticas. Pensar epistémico sobre la realidad, México, CREFAL/Siglo Veintiuno Editores, 2011, p. 314.
34 Para un estudio detallado y documentado de los primeros 12 años de gestión neoliberal en Chile, vid. René Villareal, La contrarrevolución monetarista. Teoría, política económica e ideología del neoliberalismo, México, FCE, 1997.
35 Ibid., p. 343.
36 Ibid.
37 Ibid., p. 350.
38 La historia, grosso modo, nos revela que, posterior a Chile, siguió Argentina que desde marzo de 1976 –al instaurarse la dictadura militar y designar a José Martínez de Hoz ministro de Economía– comenzó el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional que en materia económica significó el fin del Estado interventor y la aplicación de políticas monetaristas neoliberales de libre mercado. Posteriormente, el neoliberalismo argentino se afianzaría con los gobiernos de Raúl Alfonsín (1983-1989) y Carlos Saúl Menem (1989-1995 y 1995-1999). En Perú, con los de Fernando Belaúnde Terry (1980-1985), Alan García Pérez (1985-1990) y Alfredo Fujimori Fujimori (1990-2000). En Bolivia, con las administraciones de Víctor Paz Estenssoro (1985-1989), Jaime Paz Zamora (1989-1993) y Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-1997). En Brasil, con los gobiernos de José Sarney (1985-1990), Fernando Collor de Melo (1990-1992) y Fernando Henrique Cardoso (1995-1999). En Uruguay, con Julio María Sanguinetti Coirolo (1995-2000) y Luis Alberto LaCalle de Herrera (1990-1995). En Venezuela, a través de Carlos Andrés Pérez Rodríguez (1974-1979 y 1989-1993) y Rafael Caldera Rodríguez (1994-1999). Finalmente, en México, con Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), Vicente Fox Quezada(2000-2006) y Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012).
39 Juan Arancibia Córdova (coord.), Capital, crisis y desigualdad en América Latina, México, UNAM, PPEL, FCPyS, 2011, pp. 35, 39, 41 y 43.
40 Pablo Casillas Herrera, "Reordenamiento político mundial. Desafíos para América Latina", en Patricio Cardoso Ruíz et al. (coords.), Pensamiento social latinoamericano. Perspectiva para el siglo XXI. Tomo I. México, Universidad de Cuenca/UAEM/UNAM, 2010, p. 184.
41 Ibid., p. 70; vid. también Banco Interamericano de Desarrollo, "Informe Anual 2009", Washington, Oficina de Relaciones Externas del BID, 2009, en http://www.iadb.org/ar/2009/docs/spa_ar_final.pdf y Comisión Económica para América Latina, Panorama social de América Latina, 2011, Santiago de Chile, Secretaría Ejecutiva de la CEPAL, 2011, en http://www.eclac.cl/noticias/paginas/8/33638/panorama_social_versionfinal.pdf
42 Isaac Enríquez Pérez, "Evolución del pensamiento sobre el desarrollo en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Un análisis comparativo en América Latina" en Trayectoria, vol. 12, núm. 3, julio-diciembre de 2010, p. 50.
43 John Williamson, investigador del Institute for International Economics de Washington, escribió "What Washington Means by Policy Reform" en noviembre de 1989. Dicho documento es una investigación sobre diez aéreas de reformas de política económica que los países deudores deberían ejecutar en sus políticas de desarrollo económico y constituye, en conjunto, el llamado decálogo de políticas económicas impuestas a nivel mundial durante la década de los años noventa del siglo XX, conocido como El Consenso de Washington. El escrito está disponible en línea, en http://www.iie.com/publications/papers/print.cfm?researchid=486&doc=pub N.E.
44 En México, el presidente Vicente Fox (citado en J. Ornelas Delgado, op. cit., p. 75) definió a su gobierno "como un gobierno de empresarios para los empresarios".
45 Aldo Ferrer, De Cristóbal Colón a Internet: América Latina y la globalización, Buenos Aires, FCE, 2001, p. 76 y 77.
46 Noam Chomsky, El beneficio es lo que cuenta. Neoliberalismo y orden global, Barcelona, Crítica, 2001, pp. 20-21.
47 Andrés Piqueras, "Desafíos de trabajo como sujeto histórico en el capitalismo tardío declinante", en Andrés Piqueras y Wim Dierckxsens (eds.), El colapso de la globalización. La humanidad frente a la Gran Transición. Barcelona, El Viejo Topo-Ediciones de Intervencion Cultural, 2011, p. 243-244.
48 Joseph E. Stiglitz, El malestar de la globalización, Madrid, Taurus, 2002, pp. 11, 17, 29 y 199.
49 Las comunidades epistémicas están constituidas por una red de académicos, intelectuales, funcionarios de organismos internacionales especializados, think-tanks, universidades e instituciones privadas educativas, expertos en asuntos y políticas públicas que intervienen en el diseño y toma de decisiones. Comparten una cosmovisión neoliberal y códigos de conducta y comunicación para la preservación del orden neoliberal.
50 Joseph Stiglitz (The Huffington Post, 17 de septiembre de 2008) citado en V. Flores Olea, op. cit, p. 274.
51 A. Sánchez Vázquez, A tiempo y destiempo. Antología de ensayos, México, FCE, 2003, pp. 507-508.
52 Edward Shils, "Ideology and Civility: On the Politics on the Intellectual", en The Sewanne Review, núm. 66, 1958.
53 Seymour Martin Lipset, El hombre político. Las bases sociales de la política, Buenos Aires, Eudeba, 1968.
54 Raymond Aron, The Opium of the Intellectuals, Londres, Secker y Warburg, 1957.
55 Daniel Bell, The End of Ideology: On the Exhaustion of Political Ideas in the Fifties, with "The Resumption of History in the New Century", Harvard, Harvard University Press, 1961.
56 D. Bell, El advenimiento de la sociedad post-industrial: un intento de prognosis social, Madrid, Alianza Universidad, 2001.
57 D. Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo, Madrid, Alianza Universidad, 1977.
58 D. Bell (Epílogo de 1996 a Las contradicciones culturales del capitalismo) en Josetxo Beriain y Maya Aguiluz (eds.), Las contradicciones culturales de la Modernidad, Barcelona, Anthropos, UNAM/UAM, 2007, p. 83.
59 Francis Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre, México, Editorial Planeta, 1994.
60 Una de mejores críticas analíticas y metódicas sobre las tesis de Fukuyama, ha sido desarrollada por José Luis Orozco Alcántar en su obra Sobre el orden liberal del mundo, México, UNAM, CCYDEL/Miguel Ángel Porrúa, 1995.
61 Documento disponible en línea, en http://collier.ukzn.ac.za/Chomsky/Fukuyama%20--%20End%20of%20history%20article.pdf, o en http://www.wesjones.com/eoh.htm N.E.
62 F. Fukuyama, op. cit., p. 83.
63 Perry Anderson, "El papel de las ideas en la construcción de alternativas", en Atilio A. Boron (comp.), Nueva hegemonía Mundial. Alternativas de cambio y movimientos sociales, Buenos Aires, CLACSO, 2004, p. 38.
64 A. A. Boron, "Pensamiento único y resignación política: los límites de una falsa coartada", en A. A. Boron y Julio C. Gambina, Tiempos Violentos. Neoliberalismo, globalización y desigualdad en América Latina, Buenos Aires, CLACSO, 2004, p. 223.
65 En el año 2000, Rice ya había llevado a cabo una primera reflexión sobre el interés nacional estadounidense que, en esencia, constituía el antecedente más inmediato del establecimiento de la nueva edición de la pax imperial americana representada en la llamada Doctrina Bush (vid. The National Security Strategy of the United States of America, de septiembre de 2002, en http://merln.ndu.edu/whitepapers/USnss2002.pdf N.E.). Vid. Condoleezza Rice, "La promoción del interés nacional", en Foreign Affairs en español, vol. 1, núm. 1, primavera de 2001.
66 Ibid.
67 C. Rice, "Repensar el interés nacional. El nuevo realismo estadounidense", en Foreign Affairs Latinoamérica, vol. 8, núm. 4, 2008, pp. 147, 149 y 150.
68 Zbigniew Brzezinski (El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, Barcelona, Paidós, 1998, 299 pp.) citado por Marcos Cueva Perus, El nuevo mundo en la encrucijada. México, UNAM-IIS. Editorial Itaca, 2007, p. 262.
69 Immanuel Wallerstein, Universalismo europeo. El discurso del poder. México, Siglo Veintiuno Editores, 2007, pp. 15-16.
70 I. Wallerstein, "2008: el fallecimiento de la globalización neoliberal", en La Jornada, México, sábado 16 de febrero de 2008. Documento disponible en línea, en http://www.jornada.unam.mx/2008/02/16/index.php?section=opinion&article=022a1mun y whttp://www.globalizacion.org/ordenmundial/WallersteinMuerteGlbzNeoliberal.htm
71 J. L. Orozco Alcántar, Pragmatismo e inteligencia política global, México, UAM, 2000, p. 19.
72 S. Sosa Fuentes "El fundamento global del imperialismo en el siglo XXI: la doctrina Bush", en Cuadernos Americanos, Nueva Época, año XVII, vol. 5. núm. 101, septiembre-octubre de 2003, p. 140.
73 Kenneth N. Waltz, "El poder y las relaciones internacionales", en Farid Kahhat (comp.), Ensayos escogidos de Kenneth N. Waltz, México, CIDE, 2005, pp. 133-148.
74 Robert Kagan, Poder y debilidad. Estados Unidos y Europa en el nuevo orden mundial, Madrid, Taurus, 2003, pp. 11, 12 y 57.
75 William Kristol y R. Kagan, Peligros presentes. Soluciones de la nueva administración Bush ante una civilización amenazada, Madrid, España, Editorial Almuzara, 2005, pp. 45-116.
76 Robert Gilpin y Jean Millis Gilpin, El reto del capitalismo global. La economía mundial en el siglo XXI, Madrid, Turner, 2003, pp. 79 y 330.
77 Elaborado por centros de investigación y análisis de política pública nacional y exterior norteamericana llamados think tanks, que son la expresión del pensamiento acrítico y ahistórico dominante en los estudios internacionales.
78 Giulio Palermo, El mito del mercado global. Crítica de las teorías neoliberales, Barcelona, El Viejo Topo, 2011, pp. 169, 170 y 171.
79 Luis Villoro, Los retos de la sociedad por venir. Ensayos sobre justicia, democracia y multiculturalismo, México, FCE, 2008, p. 143.
80 Boaventura de Sousa Santos, "La sociología de las ausencias y la sociológica de las emergencias: para una ecología de saberes" en Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social, Buenos Aires, CLACSO, 2006, p. 15.
81 De Sousa Santos explica: "Entiendo por instrumentos hegemónicos las instituciones desarrolladas en Europa a partir del siglo XVIII por la teoría política liberal [la democracia representativa, el derecho, los derechos humanos y el constitucionalismo] con vistas a garantizar la legitimidad y gobernabilidad del Estado de derecho moderno en las sociedades capitalistas emergentes. Se trata de instrumentos hegemónicos porque fueron diseñados para garantizar la reproducción ampliada de las sociedades capitalista de clase [...] El uso contra hegemónico significa la apropiación creativa por parte de las clases populares, para sí, de esos instrumentos con el fin de hacer avanzar sus agendas políticas más allá del marco político-económico del Estado liberal y de economía capitalista", en Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del sur, México, Siglo Veintiuno Editores, 2010, pp. 67 y 68.
82 B. de Sousa Santos, Una epistemología del sur: la reinvención del conocimiento y la emancipación social, México, Siglo Veintiuno Editores/CLACSO, 2009, pp. 180 y 181.
83 Tal y como, por ejemplo, el pensamiento y la cosmovisión del Sumak Kawsay, Sumak Allpa y el Sacha Kausai Riksina de los movimientos y pueblos indígenas latinoamericanos de Bolivia, Ecuador, Perú y en los territorios autónomos zapatistas en México, están aportando una nueva epistemología del sur y un nuevo paradigma social, fundado en una nueva práctica político-cultural y en una nueva normatividad constitucional basada en la pluriculturalidad a través de los conceptos del buen vivir, el bien común de todos y para todos, mandar obedeciendo y un mundo donde quepan muchos mundos.
84 Edgar Morin, "La mundialización: ¿última oportunidad o desventura final de la humanidad?, en Francisco Jarauta, Mundializazioa eta periferiak. Mundialización y periferias, San Sebastián, Diputacion Foral Gipuzkoa, 1999, p. 39.
85 E. Morín, A favor y en contra de Marx, Buenos Aires, Nueva Visión, 2010, p. 108.
86 Rafael Díaz-Salazar, Desigualdades internacionales. ¡Justicia ya!, Barcelona, Icaria, 2011, p. 40.