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martes, 26 de mayo de 2020

Cambio Tecnológico y Hegemonía Económica: el papel de las TICs en la Configuración del Nuevo Orden Económico Mundial


Cambio Tecnológico y Hegemonía Económica: el papel de las TICs en la Configuración del Nuevo Orden Económico Mundial

Javier Ramos ICEI. Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Universidad Complutense de Madrid 
Carlos Rodríguez. Facultad de Ciencias de la Información. Universidad Complutense de Madrid

1. INTRODUCCIÓN

El cambio tecnológico y su influencia en el desarrollo económico ha sido fuente de polémicas teóricas y ha motivado interesantes discusiones en torno al método más adecuado para estudiarlo (1). Sobre lo que parece haber un cierto consenso es en el papel que cumple la tecnología en la estimulación del crecimiento económico.
Durante los últimos veinte años el desarrollo tecnológico ha cristalizado en la aparición y expansión de las TIC. Estas tecnologías están cambiando aspectos fundamentales de la creación y la organización de la producción, la distribución, el consumo, y con ellas nuevas formas de relación y comunicación social. Voces como Facebook, Twitter, Linkedin o Micro financiación Colectiva (Crowdfunding), son ya de uso común, algunas de las cuales han sido recogidas por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua
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(1) Este tipo de reflexiones aparece ya en los trabajos seminales de Marx –capítulo XII del libro I de El Capital y Grundrisse–, el conocido enfoque de Schumpeter, la obra de Lewis Mumford, el paradigma neoclásico de Solow y Narrow, la escuela de la nueva economía industrial, los modelos de difusión standard, las teorías evolucionistas neoschumpeterianas, el conocido estudio de Ernst Mandel sobre las ondas largas y la Escuela de la Regulación, encabezada


Las potencialidades de las TIC para aumentar la eficiencia general de la economía a través de fórmulas más flexibles y eficientes de producción, distribución, consumo y coordinación en red se están utilizando para favorecer un modelo de globalización cada vez más desregulado y desigual. Esto no quiere decir que las TICs sean en sí mismas fuente de desregulación y desigualdad. Es el marco económico e institucional el que produce estas disfunciones. 
El actual marco económico–institucional está altamente influenciado por el neo-liberalismo y su defensa de la superioridad técnica del mercado sobre cualquier otra forma de organización económica y social. 

El resultado es una economía cada vez más desregulada y global capaz de integrar a millones de nuevos trabajadores en el mercado internacional pero en peores condiciones laborales y sociales. En tanto que el centro de gravedad económica se ha desplazado desde Occidente a las economías emergentes del Este y el Sur, los mecanismos que favorecen la redistribución y la igualdad social en Occidente se subordinan al objetivo de una mayor integración económica global. 

Los gobiernos de las economías emergentes están más interesados en mantener bajos sus estándares socio-laborales que en favorecer sociedades inclusivas próximas a los modelos sociales Europeos. Por eso la economía digital no puede escapar de esta lógica y reproduce conflictos muy similares a los planteados en la economía industrial. 

Deslocalización, competencia salarial, calidad del empleo, reducción de la demanda de empleo cualificado etc., afectan de forma similar a los obreros industriales y a los técnicos digitales. 
Esto convierte a las TIC en un objetivo estratégico internacional. Para las economías centrales, el objetivo es utilizar las TIC para recuperar su hegemonía económica, mientras que el objetivo para las economías emergentes es consolidar su emergencia y desarrollar nuevos sectores productivos más intensivos en capital e innovación.

Sus múltiples aplicaciones en redes sociales, en mensajería instantánea para dispositivos móviles o en las muy variadas herramientas al servicio de la organización empresarial, el comercio electrónico o la acción política permiten afirmar que la globalización, tal y como la entendemos y vivimos, no sería posible sin las TIC. 

Esta interdependencia entre globalización y Economía Digital comienza a fraguarse a partir de las crisis energéticas de la década de los setenta del pasado siglo. Entronca con el papel estructurarte que cumple la tecnología en el proceso de desarrollo de los procesos productivos. Es una nueva economía a la que etiquetamos de “digital” por la aplicación de las TIC al proceso de producción y que representa “la quinta ola tecnológica” (Banegas, 2003: 15) (2). 

No hay dudas de que la Economía Digital es ya un avance técnico decisivo e irreversible. Su influencia es clave en la configuración del orden económico internacional. Lo que no parece tan claro es su capacidad para superar los “tradicionales” conflictos sociales típicos de la Sociedad Industrial vinculados al salario, las condiciones de empleo o los requerimientos impositivos para financiar servicios sociales. 

El cambio tecnológico es un proceso social y no un acontecimiento  ahistórico aislado de otros factores de tipo económico o de procesos  de poder. Por eso la relación causal que algunos analistas establecen entre cambio tecnológico y mejora de las condiciones sociales del ser humano son difíciles de mantener. Las TIC ofrecen posibilidades técnicas que hacen posible formas mas democráticas de acceso al conocimiento,  la creación, la toma de decisiones, la promoción de la igualdad de  oportunidades, el acceso a la red o a los beneficios de este cambio  tecnológico. 

Pero estas posibilidades técnicas no pueden abstraerse de la realidad social en la que se insertan, caracterizadas entre otras cosas, por la creciente oligarquizarían de la economía mundial. Las TIC se insertan en un contexto en el que un porcentaje reducido de la población controla una parte creciente de los recursos, incluidos los digitales. Carnoy se pregunta retóricamente por qué la reestructuración del proceso laboral y de la relación entre el capital y el trabajo tuvo lugar con la expansión de las TIC (Carnoy, 2000).

El uso de TIC en, por ejemplo, los movimientos masivos de capitales que se transfieren a diario no es responsable del alto componente especulativo del mismo, aunque lo hace más fácil. Y lo mismo podríamos decir de otras actividades vinculadas al comercio, la inmigración, y por supuesto  la creación de empleo.

En este estudio intentamos arrojar luz sobre este debate. Nos interesa saber cómo las potencialidades objetivas de las TIC están configurando nuevos escenarios de cooperación o de conflicto entre actores públicos  y privados que están configurando un nuevo orden económico y un  realineamiento geo-estratégico que anticipa la consolidación de un  mercado global, por encima de otras consideraciones laborales y  sociales. 

Para ello, primero analizaremos las ventajas e inconvenientes económicos que ofrecen las TIC. Posteriormente mostramos cuáles son sus efectos sobre distintas fases de la organización, la producción, el empleo o el consumo. Posteriormente analizaremos la expansión de la Economía Digital por países, sus tendencias y especificidades regionales, para hacernos una idea de los patrones de expansión de las Tics. Finalmente ofrecemos unas conclusiones generales.

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(1) Este tipo de reflexiones aparece ya en los trabajos seminales de Marx –capítulo XII del libro I de El Capital y Grundrisse–, el conocido enfoque de Schumpeter, la obra de Lewis Mumford, el paradigma neoclásico de Solow y Narrow, la escuela de la nueva economía industrial, los modelos de difusión standard, las teorías evolucionistas neoschumpeterianas, el conocido estudio de Ernst Mandel sobre las ondas largas y la Escuela de la Regulación, encabezada
(2) Desde el siglo XVIII han ido apareciendo las siguientes olas tecnológicas: mecanización industrial mediante la fuerza  del agua (1780-1848); mecanización industrial y del transporte por la máquina de vapor (1848-1895); electrificación de la industria, el transporte y el hogar (1895-1940); motorización del transporte, de la economía civil y  militar (1941-1973); e informatización de toda la sociedad (actualidad). Esta taxonomía vehicula la distinción de las cinco revoluciones tecnológicas que Banegas enuncia a partir de Pérez (2002): la Revolución Industrial (1771); la era del vapor y los ferrocarriles (1829); la era del acero, la electricidad y la ingeniería pesada (1875); la era del petróleo, el automóvil y la producción en masa (1908); y la era de la información y las telecomunicaciones (1971) (Banegas, 2003: 21;  Sanz Mendiola y Muñoz Machado, 2000).


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