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martes, 16 de enero de 2018

¿Por que la Ingeniería económica no acepta el "Homo economicus" como principio económico?


¿Por que la Ingeniería económica no acepta el "Homo economicus" como principio económico?

Principio 3: Las personas racionales piensan en términos marginales(Gregory Mankiw, N. Principios de Economía).

Según Gregory Mankiw: Puede tomar algún tiempo acostumbrarse a la lógica del razonamiento marginal, pero el estudio de la economía provee múltiples oportunidades para poner este razonamiento en práctica.
Tales como que una persona racional, dadas las oportunidades, sistemática y deliberadamente hace todo lo posible por lograr sus objetivos. Los economistas utilizan el término cambio marginal para describir los pequeños ajustes que realizamos a un plan que ya existía. Es importante resaltar que aquí margen significa “borde”, y por eso los cambios marginales son aquellos que realizamos en el borde de lo que hacemos. Las personas racionales a menudo toman decisiones comparando los beneficios marginales y los costos marginales. Los economistas generalmente suponen que los individuos son racionales. Un tomador de decisiones racional emprende una acción si y sólo si el beneficio marginal de esta acción es mayor al costo marginal. Este principio explica por qué las líneas aéreas están dispuestas a vender un boleto a un precio inferior el costo promedio y por qué las personas lo están a pagar más por los diamantes que por el agua.


Por varias razones:

Primeramente: —no es un principio. Porque, por definición (de 'principio'), el TÉRMINO 'Homo economicus' no lo es. Para que sea principio de la ciencia económica es necesario que sea aplicable a todos los seres humanos en general. Comúnmente se utiliza el ejemplo de su similitud con la gravedad en este aspecto, dado que uno no puede decidir "no aplicar" o "no creer" en la gravedad en su vida. Dado que no se aplica a todos los seres humanos sin excepción, desde el 100% del tiempo y no es algo que una persona pueda elegir si aplica o no. Además, porque el hombre no es por naturaleza racionalista y menos que tenga como principal interés lo económico.
A propósito de principios de la ciencia económica, dice Roberto Posso Ordóñez:
Resulta bastante complicado el encontrar una definición única de la ciencia económica y en consecuencia su objeto de estudio puede aparecer impreciso. Lo afirmado obedece a que tanto los padres de la economía como los economistas de las recientes escuelas de pensamiento no se han puesto de acuerdo sobre la temática debido a los diferentes enfoques teóricos que caracterizan a cada una de las escuelas de pensamiento.
Por ejemplo, Gary Becker, Premio Nobel de Economía 1992, en su obra “El enfoque económico de la conducta humana” plantea que “La definición de Economía en términos de bienes materiales es la más limitada y menos satisfactoria. No descubre adecuadamente el mercado ni lo que los economistas ‘hacen’ (…). La definición de economía en términos de medios escasos y usos alternativos del mercado es la más general de todas. Define la economía basándose en la naturaleza del problema que se trata de resolver, y abarca mucho más que el sector del mercado o ‘lo que hacen los economistas’ (…) Esta definición de economía es tan amplia que a menudo es una fuente de descontento más que de orgullo para muchos economistas y frecuentemente se considera de forma inmediata que excluye la mayor parte del comportamiento ajeno al mercado.
Todas estas definiciones de economía simplemente defienden su ámbito, pero ninguna nos da la menor información acerca de lo que es el enfoque ‘económico’. (…) Separémonos, por tanto, de las definiciones, porque creo que lo mejor que distingue a la economía como disciplina de otras disciplinas en las ciencias sociales no es su objetivo, sino su enfoque. (BECKER, Gary (1998). El enfoque económico de la conducta humana, Anuario de Filosofía Jurídica y Social, No. 16, Universidad Diego Portales, Valparaíso, pp. 507-527)
Segundo, creemos y pensamos como Herbert Simon: —los seres humanos son incapaces de comportarse como los seres racionales que describen los modelos convencionales de la elección racional. Simon centra su atención en los procesos de pensamiento que emplean los agentes al tomar decisiones. Esta situación lo lleva a ofrecer una alternativa de índole epistemológica a la corriente dominante de la economía (mainstream), en un esfuerzo que articula también con la observación de la experiencia de la toma de decisiones económica y la racionalidad limitada, esta racionalidad limitada, será la propuesta central que reemplazará en el discurso de Simon a la racionalidad maximizadora dominante. La racionalidad limitada se caracteriza por dos conceptos: búsqueda y satisfacción. Si el tomador de decisiones no conoce las alternativas de inicio, entonces él debe de buscarlas mediante un proceso de aproximaciones sucesivas hasta encontrar la alternativa más satisfactoria. También es conocido como modelo de racionalidad procesal porque es resultado de una deliberación apropiada, de un proceso de razonamiento. La definición de homo economicus es terriblemente vaga para ser de utilidad si quiere ser tomada como una definición integral del ser humano —no se trata más que de un supuesto simplificado intencional que se usa en cálculos de utilidad y rendimiento.
Tercero, porque, simplemente, no es posible —mejor dicho, responsable— hacer un análisis epistemológico (testimonial) de algo que dicen1 que dijo... —La literatura que nos llega (sobre el 'Homo economicus') es, o, ha sido siempre producto intelectual de los críticos y/o difusores, más no un concepto o principio (de la ciencia económica) formulado por algún economista teórico (o representante de los clásicos, como los catalogó Marx).
Dizque se dice que: El Homo economicus basa sus decisiones considerando su propia función de utilidad personal, haciendo continuamente cálculos de coste de oportunidad. La frase homo economicus expresa una forma de ver el comportamiento del ser humano —una persona racional2, capaz de decidir y actuar, con conocimiento que persigue lograr beneficios personales siguiendo principios de menor esfuerzo y mayor logro. Es uno de los supuestos de uso en las ciencias, muy especialmente la Economía.
Ejemplo: El término hombre económico fue utilizado por primera vez —dizque dice— en el siglo XIX por los críticos de la obra de John Stuart Mill sobre economía política3​ Debajo hay un pasaje del trabajo de Mill al que se referían esos críticos decimonónicos:
La economía política no trata la totalidad de la naturaleza del hombre, modificada por el estado social, ni de toda la conducta del hombre en sociedad. Se refiere a él sólo como un ser que desea poseer riqueza, y que es capaz de comparar la eficacia de los medios para la obtención de ese fin.4Más adelante, en el mismo trabajo, Mill escribe que lo que él propone es «una definición arbitraria del hombre como un ser que, inevitablemente, hace aquello con lo cual puede obtener la mayor cantidad de cosas necesarias, comodidades y lujos, con la menor cantidad de trabajo y abnegación física con las que éstas se pueden obtener.»
A pesar de esto:
La implementación de políticas económicas en los países significa la manera más visible como los gobiernos intervienen sobre el funcionamiento del mercado libre para orientar sus perturbaciones a los menores niveles posibles y de esa forma asegurar que la participación de los individuos y empresas sean lo más inclusivas posibles. Sin embargo, la formulación de políticas sugiere que los individuos cambien ciertos patrones de comportamiento para que se logren los resultados esperados y en la mayoría de los casos esos resultados no se logran alcanzar, en parte porque los agentes no se ajustan a las particularidades de los rigurosos modelos de predicción.
Sin embargo:
La economía mainstream (desde Samuelson) se ha entrampado (al asumir la racionalidad desde Oskar Lange) como su "principio económico" fundamental que lo encamina a no entender que debe seguir desarrollándose y llegar a ser una ciencia que le permita entender los problemas económicos como la pobreza se resuelve con el crecimiento o a generalizar y aplicar métodos matemáticos (como la de Samuelson–basa en los métodos de la termodinámica clásica del científico norteamericano Willard Gibbs) desarrollados para el estudio de la termodinámica aplicada a la economía).
La formulación de políticas sugiere que los individuos cambien ciertos patrones de comportamiento para que se logren los resultados esperados y en la mayoría de los casos esos resultados no se logran alcanzar, en parte porque los agentes no se ajustan a las particularidades de los rigurosos modelos de predicción. A pesar que: La mayoría de dichos modelos sugiere una conducta perfecta e ideal que escapa a las actitudes de las personas en su vida diaria.
Por otro lado:
Mankiw (2009), establece cuáles son los principios que rigen en el marco de la economía clásica para que los agentes cumplan el proceso mental de jerarquización anteriormente mencionado: 1. La gente se enfrenta a disyuntivas. 2 . El costo de una cosa es aquello a lo que se renuncia para obtenerla. 3. Los individuos racionales piensan en términos marginales, 4 Los individuos responden a los incentivos.
Estos principios vinculan aspectos claves que se toman en cuenta al momento de elegir, así: 1. La disyuntiva es sinónimo de escasez, 2. El costo es la valoración de alternativas (todas atractivas) para tener un criterio formal de decisión. 3. La racionalidad implica que los seres humanos aprenden de sus errores pasados (Muth, 1961) y son capaces de formular inferencias sobre el comportamiento futuro de manera que cuando forman expectativas de los resultados posibles de sus decisiones, tienen en cuenta los resultados pasados y el nivel de posibilidad de que estos vuelvan a ocurrir. 4. Los incentivos son aspectos del ambiente (ofertas, eventos de la naturaleza, piezas publicitarias, comentarios de amigos, etc.) que les ayudan o influencian sobre la decisión final.
Pero, ¿cómo saben los agentes que sus expectativas están correctamente formadas?. Mankiw et al. (2009) propone el siguiente esquema: a. Ser transitivas. Por ejemplo si preferimos bebidas gaseosas en lugar de bebidas alcohólicas y a su vez preferimos jugos en lugar de bebidas gaseosas, entonces los jugos serán preferidos siempre por ese consumidor. b. Ser convexas, esto implica que el consumidor tiene un limitante para elegir y es su presupuesto. De manera que para tener más de todo debe de organizar de forma correcta sus deseos. c. Continuidad, esto supone que para cualquier nivel de gastos siempre existe una dotación de productos y servicios que pueden ser adquiridas.
La pregunta a este nivel es, ¿realmente los individuos eligen por racionalidad, es decir, aprendiendo de “errores pasados” o su decisión es un proceso netamente aleatorio, es decir, se dejan llevar por “corazonadas” o impulsos?.
Desde sus inicios, y más claramente desde mediados del siglo XIX, la Economía se ha basado en el supuesto de que los agentes económicos5 toman decisiones racionales, maximizando su utilidad o bienestar de acuerdo a sus propias preferencias e intereses. El orden económico resultante de esa pluralidad de decisiones es considerado óptimo o eficiente. Diversos autores han cuestionado la validez de estos supuestos y ello ha motivado una gradual transformación de esos mismos supuestos.La evolución del Homo economicus: problemas del marco de decisión racional en Economía, por Héctor Aletta6.
El Premio Nóbel 1978 Herbert Simon7 (1916-2001) fue el primero que impresionó a los economistas cuando dijo que los seres humanos eran incapaces de comportarse como los seres racionales que describen los modelos convencionales de la elección racional. A él le fascinaba la forma en que las personas toman decisiones, y sus ideas prosperaron hacia el estudio del funcionamiento de la mente humana, hasta el punto de desarrollar una teoría que trataba de explicar como las personas e instituciones toman las decisiones, tesis a la que llamó Teoría de la Racionalidad Limitada.8
El homo œconomicus, tal como lo concibe la ortodoxia económica, es una especie de monstruo antropológico: este hombre práctico de mentalidad teórica es la personificación extrema de la falacia escolástica, un error intelectualista muy común en ciencias sociales, por el cual el estudioso pone en la cabeza de los agentes que estudia –amas de casa u hogares, empresas o empresarios, etc.– las consideraciones y construcciones teóricas que él tuvo que elaborar para explicar sus prácticas. Pierre Bourdieu1, 2005b, 209
En la Antropología del liberalismo hay un concepto fundamental que se ha acabado convirtiendo en una especie de fetiche a la hora de hablar sobre economía y política: «HOMO ECONOMICUS». Mediante esa expresión se designa una abstracción conceptual o, mejor, un modelo y una previsión que hace la ciencia económica sobre el modelo de comportamiento humano perfectamente racional, que es definido por tres características básicas: el «homo economicus» se presenta como “maximizador” de sus opciones, racional en sus decisiones y egoísta en su comportamiento. La racionalidad de la teoría económica descansa sobre la existencia y las “virtudes” calculadoras de ese individuo, que actúa en forma hiper-racional a la hora de escoger entre las diversas posibilidades.
¿Sómos los seres humanos animales racionales?
¿Puede nuestro comportamiento ser medido y entendido en su totalidad?
Si bien han pasado ya varios siglos desde la afirmación aristotélica de los hombres como animales racionales –siglos con muchos sucesos que parecerían sugerir lo contrario9– Sin embargo, la idea de hombre como animal racional ha sido durante mucho tiempo tomada como punto base de la Economía10.
¿Es el hombre egoísta por naturaleza, como pensaban Bentham o Hobbes, o nada de lo que es humano nos es ajeno, como sostenía Terencio?
Las facultades de Economía y las escuelas de negocio han promovido durante años la idea de un ser egoísta por naturaleza, el Homo economicus, genéticamente determinado para adoptar decisiones racionales en su propio interés. Lo curioso es que la suma de estas decisiones racionales y egoístas llevaban a una suerte de armonía social gracias a la existencia de “fuerzas reguladoras” como la famosa mano invisible del mercado de Adam Smith.
Para entender al "homo económicus", es necesario remontarse a la época de Adam Smith. y del empirismo11.
El racionalismo, en aquel entonces, es la absolutización de la razón, y se da con mucha fuerza en la época moderna, aunque no surgió en este período, porque desde mucho antes, se habían dado intentos en torno a la razón frente a los hechos de la experiencia. Esta corriente se caracteriza por lo real, por los conceptos o sistemas mentales y a la explicación de la ciencia en términos lógicos. Al hombre se le presenta como animal pensante, con dignidad y atributos de persona. El racionalismo no es una manera aislada de concebir la realidad, sino que es ante todo la suma de lo sensible con los conceptos, o mejor, a un concepto equivale una realidad. El hombre es presentado como animal dotado de logos, razón; un animal capacitado para conocer.
El enfoque científico de Descartes12 para percibir el mundo, sin lugar a dudas, representó un gran avance, y esto es doblemente cierto para los economistas. Hemos visto que la noción de la mano invisible del mercado existió mucho antes que Smith. Homo economicus ha ganado su lado (a) moral desde Epicuro, pero adquirió su parte matemática y mecánica de René Descartes. Las ideas de Descartes, por supuesto, se convirtieron en absolutamente clave, si no determinantes, para la metodología de la ciencia económica. La economía comenzó a desarrollarse en el momento en que su legado recibió un amplio reconocimiento. Los primeros economistas discutieron ampliamente las teorías del conocimiento, y todos han demostrado ser los sucesores de Descartes. Sus ideas fueron traídas a Inglaterra por John Locke y David Hume. A través de ellos, las enseñanzas de Descartes también penetraron en la economía, y hasta el día de hoy han permanecido firmemente arraigadas en ella. En ninguna otra ciencia social se aceptaron las ideas cartesianas con tanto entusiasmo como en economía.

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NOTAS
(1) Algunos dicen que: El origen conceptual de este «homo economicus» puede situarse en el libro II de LA RIQUEZA DE LAS NACIONES de Adam Smith (1776). Les propongo leer primero un fragmento (es corto, ¡no se espanten!) para analizarlo a continuación. Dice así: «En todos los países donde existe una seguridad aceptable, cada hombre con sentido común intentará invertir todo el capital de que pueda disponer con objeto de procurarse o un disfrute presente o un beneficio futuro. Si lo destina a obtener un disfrute presente, es un capital reservado para su consumo inmediato. Si lo destina a conseguir un beneficio futuro, obtendrá ese beneficio bien conservando ese capital o bien desprendiéndose de él; en un caso es un capital fijo y en el otro un capital circulante. Donde haya una seguridad razonable, un hombre que no invierta todo el capital que controla, sea suyo o tomado en préstamo de otras personas, en alguna de esas tres formas, deberá estar completamente loco». La idea fundamental que rige el comportamiento del «homo economicus» es estrictamente esa: está “completamente loco” quien no maximiza sus preferencias (es decir, aumenta sus ganancias). Y esa maximización puede cuantificarse estrictamente en magnitudes económicas, sea por ahorro, por acumulación o por intercambio. La libertad, si se organiza de forma inteligente, conduce a maximizar la utilidad de los individuos concretos que son considerados a la vez como egoistas y como calculadores. El «homo economicus» constituye un modelo teórico que pretende explicar cómo actuaría en condiciones ideales el sujeto “perfectamente racional”. Un individuo tal sería exclusivo, excluyente e insaciable o, si se prefiere, sería “maximizador” de sus preferencias: actuaría siempre de manera que consiguiera “más” por “menos”; el modelo da por supuesto que todo lo que hacen los hombres tiene sentido en y para el marcado. Es racional quien toma sus decisiones en términos de “coste de oportunidad”: cada opción (estar aquí en vez de ahí, trabajar en esto o en aquello) conlleva, a la vez e inseparablemente, alguna ganancia y alguna pérdida. Pues bien, será máximamente racional quien mejor sepa escoger en términos de oportunidad entre las diversas posibilidades reales que se le ofrecen. Casarse o no, estudiar o no (o hacerlo más o menos años), tener hijos o no (y, en su caso, cuántos), trabajar en una u otra cosa, etc., tiene unos costes de oportunidad que producirán más o menos bienestar.
(2) Uno de los primeros y más influyentes pensadores económicos fue Aristóteles (siglo IV a.C.). Para él la economía constituía el arte de la administración del propio patrimonio. En la actualidad esta visión del objeto de la economía es heterodoxa frente a la concepción neoclásica de la economía ocupada de la satisfacción de deseos concebidos como ilimitados (sin ningún fin). En este caso los recursos, por definición, son (no pueden ser otra cosa que) escasos en relación con los deseos ilimitados, que, además, resultan independientes de los de otros individuos y de los oferentes de bienes y servicios. En cambio, una definición de la economía vinculada a la satisfacción de necesidades, como la que propuso Aristóteles, implica que los recursos deberían ser abundantes en relación con las necesidades humanas y, por tanto, el problema económico no es la escasez sino la mala distribución de los recursos entre personas, generaciones, países y géneros (Finley 1974: 15-16; 1979: 186-189, 202, 206; 1992: 64-83, 133-134; Ekelund y Hérbert 1991: 15; Landreth y Colander 1998: 7; Fukuda-Parr 2003). El racionalismo representa una de las corrientes filosóficas fundamentales de lo que se conoce como Filosofía Moderna y a la cabeza de ambos (tanto del racionalismo como de la filosofía moderna) hay que situar a Descartes (1596-1650). No obstante, Hume acepta que la razón funciona perfectamente cuando se trata de establecer relaciones entre ideas: si Descartes postulaba la razón como base firme de todo conocimiento que se intentara construir de manera segura y cierta en todo caso, Hume, por su parte, distinguía -siguiendo en esto a otro racionalista como Leibniz- dos tipos de conocimiento: las relaciones de ideas y las cuestiones de hecho, es decir, el conocimiento de las verdades lógicas y el conocimiento de los hechos. Si en el primero la razón era la única comandante, en el segundo la experiencia resultaba imprescindible; una experiencia apoyada no en un método firme sino en la costumbre y la creencia.
(3) Persky, Joseph. "Retrospectives: The Ethology of Homo Economicus." The Journal of Economic Perspectives, Vol. 9, No. 2 (Spring, 1995), pp. 221-231
(4) Mill, John Stuart. "On the Definition of Political Economy, and on the Method of Investigation Proper to It," London and Westminster Review, October 1836. Essays on Some Unsettled Questions of Political Economy, 2nd ed. London: Longmans, Green, Reader & Dyer, 1874, essay 5, paragraphs 38 and 48.
(5) ¿Qué son los agentes económicos? Los agentes económicos son actores que intervienen en la economía, bajo un determinado sistema económico y conjunto de "reglas de juego". Estos toman decisiones buscando optimizar su bienestar. Moldean al mundo en el que vivimos y deciden la asignación de los recursos. Otra definición de los agentes económicos, es verlos como los tomadores de decisiones económicas. Individuos que pueden reconocer los diferentes factores, influencias y motivaciones de los diferentes grupos económicos. El concepto de agentes económicos fue creado por economistas con la intención de simplificar los procesos económicos y explicarlos de una manera más sencilla. Se reconoce su origen en los modelos económicos clásicos y neoclásicos. (http://www.actividadeseconomicas.org/2013/05/agentes-economicos.html)
(6) La Economía como disciplina, al menos desde Adam Smith, más fuertemente en la versión neoclásica de los últimos 140 años, y en particular en su versión más reciente (la «síntesis neoclásica» que surgió a mediados del siglo XX), ha desarrollado un marco conceptual muy elaborado y formalizado, cuyo núcleo central consiste en explicar los fenómenos económicos como resultado de decisiones racionales de los agentes económicos. Estos agentes, sean consumidores, trabajadores, empresas o algún otro tipo de actor, se supone que persiguen de una manera racional su propio interés, definido por ellos mismos, es decir que tratan de maximizar su utilidad o bienestar subjetivo, y para ello sopesan los costos y beneficios de las diferentes alternativas disponibles, a fin de tomar sus decisiones según principios racionales y utilitarios, siguiendo sus propias preferencias. Los agentes económicos son modelados según el tipo ideal del Homo economicus, quien es movido únicamente por motivos utilitarios, y solo actúa de manera racional a fin de maximizar la satisfacción de sus propios intereses y sus propias necesidades, de acuerdo a sus preferencias. Con ese supuesto central se ha construido, por una parte, una teoría microeconómica que describe el comportamiento de los actores individuales (personas, hogares, empresas). Luego se ha usado esa teoría para darle micro-fundamentos a la teoría macroeconómica, la cual se refiere a los fenómenos económicos globales de un país, una región o incluso el mundo entero http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/economia/article/viewFile/580/567
(7) Herbert A. Simon junto con Allen Newell, inició la psicología del procesamiento de información, alrededor de 1954. Simon y Newell utilizaron lenguajes de programación para construir teorías de la conducta simbólica en los seres humanos. Simon y sus colegas lograron explicar en términos de procesamiento de información, y modelar por medio de programas de computador, procesos cognitivos en solución y comprensión de problemas, conceptualización, conducta lingüística, aprendizaje del lenguaje, etc. Otros economistas posteriores han recogido el legado de Simon y han desarrollado una refinadísima literatura sobre la toma de decisiones con información incompleta. Ahora sabemos que cuando recoger información es costoso y la capacidad cognitiva para asimilarla es limitada, no es ni siquiera racional tomar decisiones totalmente documentadas del tipo que describen los modelos sencillos. La literatura sobre la toma de decisiones con información incompleta, lejos de ser un reto para el modelo de la elección racional, ha reforzado, de hecho, nuestra confianza en él. Pero existe otro descendiente de las investigaciones de Simon que se lleva peor con el modelo de la elección racional. Esta vertiente, en la que han influido poderosamente los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky, demuestra que incluso cuando los problemas son sumamente sencillos, los individuos suelen violar los axiomas más fundamentales de la elección racional. Según el modelo de la elección racional, los individuos deben evaluar los acontecimientos desde el punto de vista de su influencia global en la riqueza total. Sin embargo, Kahneman y Tversky han observado que la gente suele sopesar cada uno de los acontecimientos por separado y conceder mucha menos importancia a las ganancias que a las pérdidas. Según estos autores los individuos no evalúan las alternativas con la función de utilidad convencional sino con una función de valor que se define con respecto a los cambios de riqueza. La función de valor tiene dos importantes características. En primer lugar, los individuos tratan las ganancias y las pérdidas asimétricamente, concediendo en sus decisiones un peso mucho mayor a las segundas. En segundo lugar, evalúan primero los acontecimientos y después suman los valores. La primera característica no implica necesariamente que la conducta sea irracional. Al fin y al cabo, no es incoherente que pensemos que una pérdida causa más dolor que la felicidad causada por una ganancia de la misma magnitud. Lo que si suele parecer irracional es el segundo paso, examinar cada acontecimiento por separado en lugar de considerar su efecto conjunto. Según otro dogma básico del modelo de la elección racional, los costes irrecuperables no deben tenerse en cuenta en las decisiones. Sin embargo, Richard Thaler, economista de la Universidad de Cornell, sostiene que los individuos muestran una tendencia general a tener en cuanta los costes irrecuperables. Este hecho puede interpretarse de una manera sencilla mediante la función de valor. Si los gastos desembolsados se registran como pérdidas, mientras que los costes de oportunidad se registran como ganancias perdidas, la función asimétrica de valor predice una respuesta de este tipo.
(8) La teoría de la racionalidad limitada de Herbert Simon plantea que las personas tomamos decisiones de forma parcialmente irracional a causa de nuestras limitaciones cognitivas, de información y de tiempo. Este modelo surgió como reacción a las teorías de la racionalidad, muy populares en las ciencias políticas y económicas, que proponen que los humanos somos seres racionales que decidimos cuál es la solución óptima para cada problema utilizando toda la información disponible. No obstante, según Simon y los autores que lo sucedieron, es muy difícil tomar decisiones totalmente racionales porque nuestros recursos para procesar la información son limitados, en especial cuando los problemas son complejos, como suele ocurrir en la vida cotidiana. Frente a la idea clásica del "hombre económico", Simon promovió la del ‘hombre administrativo’, incapaz de captar la complejidad del mundo y la interrelación entre sus elementos. El modelo de racionalidad limitada afirma que las personas usamos los heurísticos a la hora de encontrar soluciones. Los heurísticos se definen como reglas generales y sencillas que usamos para resolver problemas; aunque pueden ser útiles en muchos casos, en otros producen sesgos cognitivos, es decir, desviaciones sistemáticas en el razonamiento. El heurístico de disponibilidad, por ejemplo, hace referencia al hecho de que las personas tendemos a tener más en cuenta la información más reciente y frecuente porque podemos acceder a ella con mayor facilidad. Así, si hemos tenido un accidente de tráfico hace poco es más probable que sobreestimemos la probabilidad de sufrir otro. La cognición humana es limitada e imperfecta: incluso si lográramos obtener toda la información disponible en torno a un problema que debemos resolver, nuestros fallos de razonamiento impedirían que tomáramos la decisión óptima. Esta es la propuesta principal de la teoría de la racionalidad limitada propuesta por Herbert Simon. Su modelo ha tenido importantes aplicaciones en la economía y la psicología de las organizaciones, y en gran medida sigue vigente en la actualidad.
(9) El homoconómico comenzará a perder coeficiente intelectual, nos dice Richard H. Thaler: La Economía en la primera mitad del siglo XX fue mucho más una ciencia social. Escritores como Irving Fischer y John Maynard Keynes subrayaban factores psicológicos en sus explicaciones del comportamiento económicoI (Loewenstein, 1992). Con la revolución matemática que inició su despegue en la década de 1940 gracias al influjo de John Hicks y Paul Samuelson, los agentes económicos empezaron a ser más explícitamente optimizadores. En la década de 1950, los economistas que iniciaron la formalización de los fundamentos microeconómicos del pensamiento de Keynes desarrollaron modelos más racionales; por ejemplo, comparare la simple función de consumo de KeynesII con la hipótesis del ciclo de la vidaIII y luego con la hipótesis de expectativas racionales de MuthIV, Lucas y así sucesivamente. Eventualmente estos modelos vinieron a incluir agentes que los detractores llamaron “hiperracionales”. La estética en el campo se volvió que si los agentes del Modelo A son más inteligentes que los agentes del Modelo B, entonces el Modelo A es mejor que el Modelo B. ¡El coeficiente intelectual del Homo Economicus se volvió limitado sólo por el coeficiente intelectual del economista teórico más inteligente! Mi pronóstico es que se dará marcha atrás a esta tendencia en favor de una aproximación en la que el nivel de racionalidad conferido a los agentes dependa del contexto que este siendo estudiado. Para ilustrar como esto puede funcionar en la práctica, considere el juego “adivine el número”, estudiado por primera vez por Rosemarie Nagel (1995). En este juego, se pide a los participantes adivinar un número entre 0 y 100, con el objetivo de que sus respuestas se acerquen lo más posible a dos terceras partes del promedio de de las predicciones. En un mundo en el que se considera que todas las personas son totalmente racionales, en el sentido que formarán sus expectativas acerca de las predicciones de otros en atención a tantos niveles de deducción como sean requeridos, el equilibrio en este juego es cero. Sin embargo, en cualquier otro escenario adivinar cero no es una buena estrategia. Recientemente, tuve la oportunidad de jugar este juego con apuestas bastante altas (Thaler, 1997). A mi pedido, el Financial Times efectuó un concurso de “adivine el número” usando las reglas antes descritas y ofreció como premio dos pasajes en clase ejecutiva desde Londres a Estados Unidos (valorado en más de diez mil dólares americanos). Sólo se permitió adivinar números íntegros. Si bien muchos concursantes sí adivinarion cero o uno, la adivinanza más popular fue el 33 (el pronóstico correcto si es que todos los demás eligen un número al azar) y el 22 (el pronóstico correcto si es que todos los demás elegen el 33). La adivinanza promedio fue 18.91 y por ende el pronóstico ganador fue 13. Aunque ofrecer un modelo de cómo se juega “adivine el número” no es una tarea fácil, algunas lecciones son suficientemente claras. Un modelo apropiado tendría que permitir dos tipos de heterogeneidad en la sofisticación. Primero, los agentes difieren en el número de niveles de procesamiento que dedican al juego (33 es un nivel, 22 son dos niveles, y así sucesivamente.). Segundo, existe heterogeneidad en cuánto piensan los agentes sobre la conducta de otros agentes. Los agentes que adivinan cero son sofisticados en la primera dimensión e inocentes en la segunda. Muchos economistas caen en esta categoría (¡debido en parte al efecto del falso consenso y a la maldición del conocimiento!). Los modelos económicos sofisticados tendrán agentes que sean tanto más como menos sofisticados que los agentes que estamos acostumbrados a modelar. Yo predigo que este tipo de modelo será la norma en el futuro.
(10) Veamos cómo piensan sobre la Economía algunos de los economistas más renombrados: Tradicionalmente se acepta que la economía apareció como ciencia con la publicación de la obra de Adam Smith (1723-1790) intitulada “La riqueza de las Naciones” (1776). Este filósofo es considerado como el padre de la ciencia económica y sus ideas son el fundamento de la economía moderna debido a que “defiende el principio de división del trabajo y libertad de comercio. Smith pensaba que la satisfacción del propio interés individual, limitado por el de los demás, es el mejor medio para conseguir el mayor beneficio para el mayor número de gente. Sin embargo, Smith apoyó la intervención del Estado en materia de justicia, educación, salud y todas aquellas empresas que la iniciativa privada fuese incapaz de abordar” (Garban: 5). Según Aguirre (1962:41), Smith realiza su investigación basándose en la teoría del valor trabajo y muchas veces por las simples apariencias. David Ricardo (1772-1823), en su libro “Principios de economía política y tributación” (1817), afirma que el principal problema de la economía política es determinar las leyes que rigen la distribución del ingreso entre los diferentes agentes económicos. “Sin embargo, eran los cambios en la distribución funcional del ingreso a través del tiempo los que concentraban su atención, así que empezó planteando una teoría que pudiera explicar las ganancias, los intereses, las rentas y los salarios” (Guerrero, 2001). Con este propósito desarrolló la teoría del valor trabajo. Se preocupó también de averiguar las causas del crecimiento o, si se prefiere, del origen de la riqueza de los países a través del análisis de los factores que explican la distribución de la renta. Así, este autor, dentro de sus múltiples contribuciones a la economía, lo hizo en el campo de la teoría del comercio internacional, al haber desarrollado el principio de la ventaja comparativa, a través de la cual explica la especialización que buscan los países para mejorar sus relaciones comerciales. En sus investigaciones utilizó los métodos deductivo y abstracto (Aguirre, 1962: 155). El aporte más importante de John Stuart Mill (1806-1873), autor del libro “Principios de Economía política con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social” (1848), consiste en su afirmación de que “…Las proposiciones de la economía, sólo son ciertas en la medida en que sea cierta la premisa de donde se han deducido, esto es, el postulado de que el hombre trata de obtener el máximo de riqueza con el menor trabajo posible. Por ello, decía, en la aplicación práctica de las proposiciones económicas es necesario siempre tener en cuenta si el postulado fundamental de la economía se verifica en la realidad y en qué medida lo hace; en otros términos, si la conducta humana está guiada por principios distintos del adoptado por la ciencia económica como premisa a sus deducciones y la medida en que lo hace” (Napoleoni, 1962: 649). Alfred Marshall (1842-1924), autor de “Principios de Economía” es considerado, junto a Léon Walras, como los padres de la economía ortodoxa moderna. Para Marshall la economía política o economía, es el estudio de la humanidad en las ocupaciones ordinarias de la vida; examina esa parte de la acción individual y social que está más estrechamente conectada con la obtención y el uso de los requisitos materiales del bienestar, por lo que se le considera el precursor de la Economía del Bienestar4. Marshall fue uno de los primeros autores en introducir la variable tiempo para hacer análisis en la economía. Consciente de la multitud de interrelaciones que existen en la actividad económica, trató de diseñar un modelo analítico, el “Equilibrio parcial”, cuya finalidad era aislar el comportamiento de un determinado aspecto económico, suponiendo que todo lo restante permanece invariable. Es así como surgió el concepto Ceteris Paribus, término ampliamente utilizado en la economía actual para reflejar en un análisis que “todo el resto permanece constante” (Marshall, 1931). Según la Universitat de las Illes Baleares, la obra de Arthur Pigou (1877-1959) “La Economía del Bienestar” (1912) “…constituye una guía de toma de decisiones de política económica, toda vez que reconoce, que un político jamás debería ceñirse al mero razonamiento económico, sino que debería considerar todos los múltiples y ricos aspectos de la existencia humana”. Su preocupación objetiva era la renta nacional y los problemas del desempleo. (Pensamiento económico de Cecil Pigou). Pensaba que el Estado podía hacer mucho para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, bajo el principio de que los mercados tienen imperfecciones que no les permiten funcionar eficientemente, pero también en la idea –bastante elitista, por cierto– de que el ciudadano medio no siempre está capacitado para tomar las decisiones que más le convienen (Universidad de Zaragoza). Lionel Robbins (1898-1984), en su “Ensayo sobre la naturaleza y significación de la ciencia económica” (1932), manifiesta “…economía es una ciencia que estudia el comportamiento humano como relación entre los fines dados y los medios escasos que tienen aplicaciones alternativas” (Ludwig von Mises Institute: 2007). Esta afirmación tuvo gran acogida en los economistas e influyó notablemente en el planteamiento de la naturaleza y ámbito de la Economía. En la actualidad la definición de Robbins, al referirse al comportamiento humano como una relación entre fines y medios escasos, susceptibles de usos alternativos, ha sido acogida con éxito por la comunidad de economistas debido a que proporciona un punto de partida a los estudios llevados a cabo mediante la aplicación de la lógica económica a los fenómenos sociales (Nolan, 2008). Ver: Conceptos y principios de economía y metodologías utilizadas en la investigación económica de Roberto Posso Ordóñez.
(11) Se conoce como empirismo la doctrina filosófica que se desarrolla en Inglaterra en parte del siglo XVII y el siglo XVIII, y que considera la experiencia como la única fuente válida de conocimiento, mientras que niega la posibilidad de ideas espontáneas o del pensamiento a priori.. Sólo el conocimiento sensible nos pone en contacto con la realidad. Teniendo en cuenta esta característica, los empiristas toman las ciencias naturales como el tipo ideal de ciencia, ya que se basa en hechos observables. Para esta doctrina, el origen de nuestros conocimientos no está en la razón, sino en la experiencia, ya que todo el contenido del pensamiento ha tenido que pasar primero por los sentidos. "Nuestra mente es un papel en blanco y sólo al contacto de los sentidos con las cosas empieza a grabar impresiones". No es nada fácil distinguir el empirismo del escepticismo, ya que sus fronteras son comunes. El más exigente de los empiristas modernos, David Hume, se declara escéptico. "Para el empirismo, la tesis del racionalismo, de que existen ideas innatas, es totalmente inexacta". Pues si fuera así no tendría ninguna razón de ser el aprendizaje, y todas las personas estaríamos de acuerdo en las mismas verdades. El empirismo "simultáneamente intenta reducir la razón a la sensibilidad y demostrar que el conocimiento sensible es el único conocimiento válido."
(12) Para Descartes, las verdades matemáticas, parten de las ideas innatas a las que llegamos por deducción, por lo tanto son el ejemplo a tomar para aplicar a las demás ciencias, al contrario de éste Hume están relacionadas con las ideas, son verdaderas porque se refieren a la experiencia, porque se basan sólo en el principio de no contradicción. La ética de Descartes se basa en el razón: hay que intentar tener los mínimos problemas y dedicarse al conocimiento, coincidiendo con Kant, el cual argumenta que todas las éticas anteriores se guían por un fin práctico y no por máximas universales. Mientras que en Hume se basa en los sentimientos; la razón puede ayudar pero al final son lo sentimientos los que nos guían en la conducta moral.