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lunes, 15 de noviembre de 2021

EL ESTADO SCHUMPETERIANO EN DIÁLOGO CON EL ESTADO DE BIENESTAR

 EL ESTADO SCHUMPETERIANO EN DIÁLOGO CON EL ESTADO DE BIENESTAR 

Olga Luz Peñas Felizzola T.O., Esp. Políticas Públicas, Mag. Salud Pública, Doctorado en Estudios Políticos (en curso) Abril de 2010 

El presente trabajo se desarrolla con la intención de dar cuenta de algunos de los planteamientos básicos de la Teoría del Estado Schumpeteriano, particularmente alrededor de dos reflexiones centrales: la importancia de la obra de Schumpeter para la Teoría económica, y los elementos distintivos entre el Estado Shumpeteriano y el Estado de Bienestar. De esta manera, las reflexiones que a continuación se exponen, están estructuradas con miras a responder a las dos inquietudes mencionadas, según el reporte de los autores que, para tal fin, fueron consultados. 

1. La importancia de la obra de Schumpeter para la Teoría económica. 

La obra de Schumpeter, grosso modo, da cuenta de una serie de rasgos distintivos que permiten imprimir un matiz a la teoría económica. Schumpeter, según Sánchez-Ancochea, le imprime a su propuesta teórica el dinamismo del cual habían carecido sus antecesores clásicos en el análisis del sistema capitalista, pues no solo lo cataloga como no es estacionario, sino que, por el contrario, le reconoce cambios constantes, como son los nuevos bienes de consumo, los nuevos métodos de producción, las nuevas formas de organización industrial, entre otros. 

En complemento a lo anterior, y en palabras de Martinelli (53), los aspectos diferenciales de la propuesta schumpeteriana del desarrollo económico son básicamente tres: “integra el nivel macroeconómico del análisis del análisis de la empresa, con el nivel macroeconómico del análisis de la dinámica del sistema; (…) introduce orgánicamente en su modelo una serie de variables sociológicas y, en tercer lugar, aun elaborando una teoría del desarrollo económico con un alto nivel de abstracción, la especifica históricamente refiriéndola al capitalismo”. 

Su estudio incorporó la relevancia de las instituciones, al tiempo que reconocía los trabajos de institucionalistas como Thornstein Veblen y John Commons (Sánchez-Ancochea). Según los reportes de la literatura, Schumpeter hacía parte de la Escuela Histórica de la Economía, la cual tenía como uno de sus rasgos, inclinarse “hacia la historia económica o directamente hacia la sociología, entendida como recolección de generalizaciones emergentes del estudio de la historia social sin un abundante soporte de datos cuantitativos”1 (Ricossa, 2007, 293). 

En complemento de lo anterior, en palabras de Rodríguez (2000, 159), es posible distinguir una serie de características para dicha corriente, entre las cuales se resaltan el haber sido iniciadores del institucionalismo norteamericano, el “que surge en contraposición a las opiniones individualistas de la Economía clásica sobre el Estado, la sociedad y la Economía”, así como la relevancia que le dieron a la necesidad de una “mano visible”, la del Estado. 

De Schumpeter, además, puede afirmarse que “su trabajo suministró el punto de partida de la economía evolutiva moderna (…) se ocupó muchísimo de las instituciones económicas” (según Nelson, 2003, 125-126). Se ubica, según Nelson, en la corriente de la “nueva economía evolutiva”, enfocada en el progreso tecnológico2 , para cuyos representantes el elemento central del desarrollo económico de un país lo constituye el desarrollo tecnológico. 

En concordancia con lo anterior, uno de los planteamientos clave alrededor del desarrollo económico, desde la visión schumpeteriana, se da en torno al cambio tecnológico, consistente en el tránsito de la innovación tecnológica (aplicación de innovaciones en los procesos y productos) a la destrucción creativa (desaparición de empresas, procesos o productos obsoletos). Según Sánchez-Ancochea, en la propuesta teórica de Schumpeter son las grandes empresas las que lideran el proceso de crecimiento económico, a través de la acción de sus “burócratas especializados”, protagonistas de la innovación tecnológica y, por tanto, del desarrollo económico. 

En otras palabras, la esencia de la economía moderna está en la innovación3 , como proceso mediante el cual “el espíritu emprendedor mueve recursos de viejos y obsoletos, a nuevos y más productivos empleos” (3). 

 1 El análisis schumpeteriano del Estado, según Sánchez-Ancochea, aborda referentes tales como las instituciones1, los valores culturales y religiosos y el papel del cambio tecnológico como motor del desarrollo, particularmente en cuanto a la capacidad de apropiación tecnológica y vínculos entre el Estado y las grandes empresas. Agrega el autor, otro de los elementos clave relacionados con el desarrollo es la capacidad estatal para poder asegurar bajos niveles de desigualdad. 

2 Al respecto, se puede ver con más detalle lo relacionado con la corriente de la economía evolutiva, en el trabajo de Benavides (2004, pág. 63 y ss). 

3 Ver también el trabajo de Martinelli, en el cual también se desarrollan estos planteamientos. Entre otras formas, describe la función empresarial o “actividad innovativa” en términos de “la variable clave del desarrollo económico” (1985, 43)

En su acercamiento al análisis del Estado, en el marco del capitalismo, concedió relevancia al empresario4 (“empresario innovador”5 ) como motor del desarrollo económico6 . Tarapuez y Botero anotan que la función del empresario no es inventar, sino “lograr realizaciones”, y que su función principal “es realizar nuevas combinaciones de factores de producción”. Entre los rasgos definidos se encuentra el ser “una persona con talento especial y la necesidad de logro como uno de los principales valores del emprendedor” (Tarapuez y Botero, 55), y es precisamente Schumpeter, a quien se le atribuye la introducción de dicho concepto. Respecto a los rasgos del empresario innovador, también es importante señalar que la dimensión que le concede Schumpeter a esta figura, trasciende lo económico, para adentrarse en rasgos de orden psicológico y social, “examinando las resistencias sociales a la innovación y el tipo de conducta y de motivación que la caracterizan” (Martinelli, 44). 

Para Schumpeter, a este agente se le reconoce un protagonismo en declive a medida que se rutiniza el proceso de cambio tecnológico7 o, como lo denominan Tarapuez y Botero, “el ocaso de la función del empresario” (56). Para Martinelli (1985, 74), “la función innovadora desempeñada por él [empresario creativo], y no los cambios en los gustos o en la calidad y cantidad de los recursos productivos empleados (población y ahorro), constituye el auténtico factor dinámico de la economía”. Sin embargo, la realidad ha venido demostrando lo contrario, y ello también se menciona en el trabajo de otros autores (por ejemplo, ver lo planteado por Martinelli, pp. 63 y ss; también Tarapuez y Botero) cuando anota que esa afirmación –la obsolescencia del empresario- es fácilmente refutable. 

Particularmente, frente a la figura de las instituciones8 , Rodríguez (2001) explica cómo los economistas neoclásicos dejaban de lado “el estudio de la organización económica y no dieron respuesta a por qué se opta por determinados tamaños de empresas y por qué existen diversas formas de organización del trabajo” (53), a pesar de que su tradición reconocía al mercado como estructurador de la economía y, en el marco de ello a la empresa desde su función productiva. En palabras de Rodríguez, los neoclásicos veían a estas instituciones9 4 Ver al respecto el trabajo de Sánchez-Ancochea. como una “caja negra”, sin relevancia para ser incluida en los análisis de la dinámica económica, pues lo que sucedía en su interior, no tenía relevancia externa. Ello, se fundamentaba en dos supuestos de esa escuela: “la organización interna depende de factores tecnológicos determinados por la función de producción; la existencia de grandes empresas con jerarquía dentro del mercado está asociada a un monopolio tecnológico o a un comportamiento estratégico anticompetitivo” (55). Fue contribución de Schumpeter, en esta materia, el dar una posición preponderante en sus análisis a una economía de carácter dinámico, donde el empresario innovador – como se ha reiterado- es el agente de cambio del sistema. 

Para finalizar este aparte, sin la pretensión de ser exhaustivos, otros de los aportes de la propuesta schumpeteriana se relacionan con su mirada hacia el pasado y hacia el futuro. De su mirada hacia “atrás”, Drucker expone que uno de los aportes a resaltar en la propuesta schumpeteriana consiste en dar la connotación de obsoletos al capital y al equipo de “ayer”. Agrega el autor que dicha propuesta es la única teoría que va tan lejos al proporcionar una explicación sobre el beneficio (“profit”), ya que los economistas clásicos, en su momento, reconocían que la teoría que esgrimían no daba una explicación a la racionalidad del beneficio10. La mirada hacia “adelante” del modelo de Schumpeter (ver SánchezAncochea; también Drucker), se refiere a la visión general de futuro que imprime en sus planteamientos sobre desarrollo económico, así como sobre los cambios estructurales de largo plazo. Esto, como se mostrará más adelante, será uno de los puntos de desencuentro con el Keynesianismo, en consideración a que Schumpeter consideraba que las acciones de aquel para el desarrollo económico, terminaban siendo de corto plazo, con implicaciones negativas a largo plazo sobre el mismo proceso. 

2. Diferencias entre el Estado Shumpeteriano y el Estado de Bienestar11. 

Según Drucker, “las diferencias entre Schumpeter y Keynes son mucho más profundas que en los teoremas económicos o las visiones políticas. Los dos vieron realidades económicas diferentes, estuvieron preocupados por problemas diferentes y definieron la economía bastante diferentemente” (1).

 4 Ver al respecto el trabajo de Sánchez-Ancochea. 

55 O “empresario individual”, según Martinelli (62). 

6 En palabras de Drucker, “el verdadero sujeto de la economía” (3). 

7 Al respecto, ver las anotaciones de Tarapuez y Botero sobre este tema. 

8 Partiendo de la definición de North (referenciado por Rodríguez, 2001, 60-61), las instituciones constituyen “las reglas de juego de una sociedad o, más formalmente, son las limitaciones ideadas por el hombre, que dan forma a la interacción humana. Por consiguiente estructural los incentivos de intercambio humano, sea político, social o económico”. 

9 La introducción del tema de las instituciones viene desde la Escuela de Annales y los trabajos de Marx, desde los cuales éstas se empiezan a posicionar como referentes centrales del desempeño económico (Rodríguez, 2001).  

10 Es en este punto, precisamente, donde se junta la propuesta schumpeteriana con elementos morales capitalismo como sistema moral). Aquí plantea Drucker algunos interrogantes sobre los cuales reflexionar: los economistas clásicos tenían claro el postulado de que el beneficio era necesario como incentivo para que se tomaran riesgos pero, “¿no es esto realmente un soborno y, así, imposible de justificarlo moralmente?”, “cómo pueden la formación de capital y la productividad mantenerse en un rápido cambio tecnológico, así como con un empleo sostenido”, “¿cuál es el mínimo beneficio necesario para sufragar los costos futuros?” 

11 Un análisis detallado de los alcances y referentes previos de la propuesta de Keynes, son suficientemente desarrollados en la obra de Lekachman (1970).



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CAPITALISMO, DESARROLLO Y ESTADO. UNA REVISIÓN CRÍTICA DE LA TEORÍA DEL ESTADO DE SCHUMPETER

 



CAPITALISMO, DESARROLLO Y ESTADO. UNA REVISIÓN CRÍTICA DE LA TEORÍA DEL ESTADO DE SCHUMPETER


CAPITALISM, DEVELOPMENT AND THE STATE. A CRITICAL ACCOUNT OF SCHUMPETER’S THEORY OF THE STATE



Diego Sánchez-Ancochea*

* Institute for the Study of the Americas, University of London, Diego.sanchez@sas.ac.uk Agradezco los comentarios de Rosa Arias, William Milberg, Édgar Pardo y un árbitro anónimo a versiones anteriores de este documento. Todos los errores que pudieran aparecer son, por supuesto, de mi exclusiva responsabilidad. Fecha de recepción: 19 de agosto de 2004, fecha de aceptación: 8 de abril de 2005.


RESEUMEN

[Palabras clave: Schumpeter, política económica, innovación tecnológica, distribución del ingreso, nuevos países industrializados; JEL: B00, O31, O38, P16]

Las teorías del Estado se pueden beneficiar de una nueva mirada al papel económico del Estado en la obra de los grandes economistas de los siglos XIX y XX. El énfasis de Schumpeter en el papel central de la innovación tecnológica en el crecimiento económico hace que su obra sea particularmente interesante para los estudiosos del desarrollo económico. No obstante, su rechazo a la acción del Estado en la redistribución del ingreso es simplista y contradictoria. El cambio estructural incentiva el crecimiento, pero también produce rupturas sociales y económicas. Este ensayo explora esa contradicción y discute la aplicación de la teoría del Estado de Schumpeter a los nuevos países industrializados del Este de Asia y América Latina.

ABSTRACT

[Key words: Schumpeter, economic policy, technological innovation, income distribution, new industrialized countries; JEL: B00, O31, O38, P16]

Current theories of the State would benefit from a new look at the economic role of the State in the work of the great economists of the 19th and 20th Centuries. Schumpeter’s emphasis on the role of technological innovation in long-term economic growth makes his work particularly interesting for development economics. However, Schumpeter’s rejection of the State’s role in income redistribution is too simplistic and contradictory. Structural change may enhance the prospects for long-term growth, but also creates social and economic disruptions. This paper explores this basic contradiction and briefly discusses the application of Schumpeter’s theory of the State to new industrialized countries in East Asia and Latin America.


INTRODUCCIÓN

La reinterpretación del papel del Estado en el desarrollo económico ha sido una de las tareas prioritarias de casi todas las escuelas de economía del desarrollo en los últimos años. Los nuevos análisis abarcan el énfasis del Banco Mundial en la necesidad de tener un Estado eficiente (World Bank, 1997), los estudios sobre el milagro del Este Asiático (Amsden, 1989 y 2001; Chang, 1994 y Wade, 1990) y los esfuerzos neoestructuralistas por definir el papel del Estado como coordinador del proceso de “desarrollo hacia adentro” (Sunkel, 1993).

Todas estas teorías recientes, inspiradas en el análisis de experiencias contemporáneas de distintos países, se podrían beneficiar y completar con un “retorno a los clásicos”: nuevos análisis críticos del trabajo de los mejores economistas de los siglos XIX y XX sobre el papel del Estado, y de la pertinencia de sus contribuciones para el presente.

Joseph A. Schumpeter es un excelente punto de partida en este proyecto intelectual dada la complejidad de su interpretación del capitalismo y su interés por el pensamiento económico. Schumpeter siempre defendió la utilidad de las ideas de los grandes clásicos para construir nuevos modelos teóricos. Su Historia del análisis económico, una de las obras maestras de la disciplina, buscaba servir de “nueva fuente de inspiración” y elaborar nuevas metodologías para abordar los problemas económicos del momento (Schumpeter, 1954, 4).

Este economista austriaco es, además, una excelente fuente de ideas teóricas y metodológicas para los economistas del desarrollo en la elaboración de nuevas teorías del Estado. Schumpeter entendió perfectamente la complejidad del sistema capitalista y defendió la necesidad de utilizar la sociología y la historia económica como instrumentos esenciales de la investigación económica. Aunque fue ante todo un teórico que buscó sin descanso construir una teoría walrasiana dinámica, también reconoció la importancia de las instituciones y respetó el trabajo de sociólogos como Max Weber y economistas institucionalistas como Thornstein Veblen y John Commons.

El análisis schumpeteriano del Estado parte de una visión general del sistema capitalista. Para Schumpeter, el capitalismo es un proceso continuo de innovación tecnológica y “destrucción creativa” impulsado inicialmente por empresarios individuales que buscan beneficios de largo plazo. La importancia del empresario individual, sin embargo, disminuye a lo largo del tiempo porque el progreso tecnológico se reduce gradualmente a mera rutina y se convierte en la función de especialistas entrenados.

Las nuevas características del proceso de innovación hacen posible, y aun deseable, que el Estado moderno sea más activo en la promoción del cambio tecnológico y, por tanto, del crecimiento económico, que durante el siglo XIX. El Estado debe promover la innovación privada a través de un sistema efectivo de patentes, y puede contribuir de forma directa e indirecta a aumentar los recursos dedicados a la investigación y el desarrollo (I&D).

Esta contribución en el área del crecimiento contrasta con el papel del Estado en la distribución. Schumpeter fue muy crítico de la intervención pública para redistribuir el ingreso y se convirtió en defensor del laissez-faire. Esta postura crítica tenía sus raíces en su visión de la naturaleza humana y en la importancia que tenían para él los incentivos económicos. Para Schumpeter, el éxito del capitalismo depende de su habilidad para recompensar la iniciativa y el ingenio de los individuos y las empresas, y de penalizar a quienes son socialmente improductivos.

Su defensa de la necesidad de un Estado activo para promover el crecimiento económico y su rechazo simultáneo de la intervención en materia de distribución del ingreso resultan contradictorios. La destrucción creativa puede beneficiar a la sociedad en el largo plazo, pero generalmente produce pérdidas significativas a muchos actores en el corto plazo. Si los perdedores no reciben ninguna compensación, es muy probable que surjan conflictos sociales que repercutan de forma negativa en la inversión privada y la propensión al riesgo de los empresarios. La redistribución del ingreso adquiere entonces un papel económico fundamental como forma de asegurar la estabilidad política y social y fomentar la inversión.

Si bien Schumpeter se concentró en el estudio de las economías más avanzadas, sus ideas sobre el proceso de desarrollo y sobre las funciones del Estado en ese proceso son particularmente pertinentes para entender la experiencia reciente de los países en desarrollo. Por ejemplo, al analizar la experiencia asimétrica de América Latina y el Este de Asia desde los años cincuenta, el análisis schumpeteriano habría destacado las diferencias institucionales entre las dos regiones, incluidas las diferencias de valores culturales y religiosos. En particular, teniendo en cuenta su énfasis en el papel del cambio tecnológico, es casi seguro que Schumpeter habría explicado el éxito de los países asiáticos por su capacidad para promover la adquisición y aprendizaje de nuevas tecnologías, y por su habilidad para desarrollar una asociación muy productiva entre el Estado y las grandes empresas nacionales.

La comparación entre el Este de Asia y América Latina ilustra también las deficiencias del análisis schumpeteriano de la distribución del ingreso, ya que parte del éxito de los países asiáticos radicó en su habilidad para asegurar bajos niveles de desigualdad y, de esa manera, evitar la inestabilidad social que ha dominado la trayectoria económica de América Latina desde los años cincuenta.

Este documento se divide en cuatro secciones. La primera describe brevemente el modelo de desarrollo capitalista que fundamenta la visión schumpeteriana del Estado. La segunda se centra en las ideas de Schumpeter sobre el Estado como promotor del crecimiento económico. En la tercera se analiza la contribución del Estado en la redistribución del ingreso1. Y en la cuarta se evalúa la consistencia interna de la teoría de Schumpeter (explicando la contradicción mencionada) y su aplicación a las experiencias recientes de desarrollo económico.

EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA CAPITALISTA Y SU EVOLUCIÓN A LO LARGO DEL TIEMPO

Aunque para Schumpeter el sistema de equilibrio general de Walras era la “Carta Magna de la teoría económica” (Schumpeter, 1954), su aproximación al funcionamiento del capitalismo fue bastante diferente a la de Walras2. Schumpeter fue muy crítico de la estructura teórica de los clásicos porque era estática y, por tanto, poco realista. Para él, “el capitalismo […] es por naturaleza una forma o método del cambio económico y […] nunca puede ser estacionario” (Schumpeter, 1942, 82).

La estructura económica capitalista experimenta un cambio permanente con la introducción de nuevos bienes de consumo, nuevos métodos de producción y nuevas formas de organización industrial en un proceso continuo de destrucción creativa. La superioridad de los nuevos productos y métodos (en eficiencia, precio y calidad) frente a los viejos conduce a la eliminación de estos últimos, a una revolución de la estructura económica y a la creación de períodos cortos de crisis y ajuste3. Las innovaciones, resultado del proceso de competencia dinámica entre los empresarios, son el motor del sistema económico y la razón principal de sus increíbles tasas de crecimiento.

En el proceso de destrucción creativa los empresarios juegan un papel central al ser responsables de transformar las iniciativas que surgen en la sociedad en innovaciones que se puede explotar en el mercado (Schumpeter, 1934). Los empresarios se distinguen por sus “iniciativas prácticas”, esto es, por su habilidad para evaluar el efecto de ciertos cambios tecnológicos sobre la actividad productiva (De Vecchi, 1995).

Lo que hace que los empresarios participen continuamente en el mercado con nuevos productos y nuevas formas de producción es el deseo de obtener nuevos beneficios. Los beneficios son la remuneración a la creatividad de los empresarios, que no estarían dispuestos a correr ningún riesgo individual si éstos no existieran. A pesar de su importancia inicial, la relevancia del empresario individual tiende a desaparecer con el tiempo. El progreso tecnológico se reduce gradualmente a una rutina y se convierte en la función de especialistas entrenados. Además, la importancia creciente de las economías de escala estáticas y dinámicas incrementa la concentración económica (Sylos-Labini, 1992) y las grandes corporaciones, muchas de ellas multinacionales, se convierten en el motor del capitalismo (Schumpeter, 1942).

Uno de los argumentos más característicos de la economía política schumpeteriana es que el remplazo del empresario individual por grandes empresas y su inmenso éxito pueden acabar con el capitalismo y contribuir a sustituirlo por el socialismo. La crisis del capitalismo se puede precipitar también por otros factores relacionados con el comportamiento de la clase capitalista y la evolución de las instituciones, como la incapacidad de la burguesía para proteger sus intereses políticos y gobernar de manera eficiente la crisis de los valores capitalistas y sus instituciones básicas, especialmente, la propiedad privada y la libre contratación, el papel de los intelectuales como agitadores sociales, creadores de sentimientos anticapitalistas y aliados de la clase trabajadora, y la desintegración de la familia burguesa.

Schumpeter no sólo consideró que el surgimiento del socialismo era inevitable sino que el socialismo podía llegar a ser más eficiente que su predecesor. El socialismo de Schumpeter no debería ser visto en términos marxistas, sino como una forma de capitalismo corporativo altamente institucionalizado, donde la toma de decisiones se concentra en la burocracia pública y privada. Este tipo de socialismo contribuiría a eliminar algunas formas de incertidumbre económica típicas del capitalismo (por ejemplo, la incertidumbre acerca de la reacción de un competidor actual o potencial, y la incertidumbre acerca de las perspectivas de la situación económica general), a reducir el exceso de capacidad productiva y la magnitud de los ciclos económicos (pues el progreso económico estaría planificado), y a que el progreso tecnológico se difundiera a un ritmo mayor.

Schumpeter pensaba que en el socialismo no habría un Estado como tal, pues esta institución es una creación del capitalismo que se define en oposición al sector privado. No obstante, es importante insistir en que algunas de las ventajas que atribuyó al socialismo también se podrían aplicar a ciertos sectores públicos (cuando se dedican a promover el crecimiento) en un sistema capitalista. Las funciones específicas de este Estado son el tema de las siguientes secciones.

EL ESTADO COMO PROMOTOR DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO

Para Schumpeter, la innovación tecnológica juega un papel crucial en la generación del crecimiento económico (Scherer y Perlman, 1992). Aunque la tarea de innovar pertenece en principio a los empresarios individuales, Schumpeter creyó que ésta se ha “despersonalizado y automatizado” (Schumpeter, 1942, 133) en el capitalismo moderno y pasa a ser responsabilidad de comités de expertos que trabajan en grandes firmas.

Las nuevas características de la innovación hacen necesario que un Estado schumpeteriano moderno sea más activo que su contraparte del siglo XIX4 en la promoción del cambio tecnológico y, por tanto, del crecimiento. Este Estado debe poner en práctica diversas políticas orientadas a un mismo objectivo: la creación, difusión y protección del conocimiento.

Primero, el Estado debe mantener y reforzar su función tradicional de protector de las innovaciones introducidas por las empresas privadas mediante un sistema eficiente de patentes para los nuevos inventos5. Las empresas sólo desearán invertir en nuevos productos y tecnologías si creen que podrán disfrutar de los beneficios de esas innovaciones.

Segundo, el Estado debe desarrollar un programa extensivo de investigación y desarrollo (I&D). Para Schumpeter, en el capitalismo moderno la innovación ya no es una aventura sino una actividad organizada y costosa que ejecutan los burócratas. En estas condiciones, el sector público puede ser tan eficiente en sus gastos en I&D como las empresas privadas, y su programa puede tener efectos positivos sobre la economía:

1. Las innovaciones introducidas por el sector público se difundirán más rápidamente (algo que sucede también en un sistema socialista) y al ser utilizadas por todas las empresas desde el comienzo, mejorará la eficiencia del sistema.

2. El gasto público en I&D no estará limitado por los ciclos económicos. Mientras la inversión privada en nuevas tecnologías está sujeta a los cambios en las condiciones de corto plazo de la economía, los programas públicos pueden tener una perspectiva de más largo plazo6.

3. El gobierno podrá controlar el ritmo de introducción de las nuevas tecnologías en el mercado. Así podrá limitar el efecto negativo del proceso de destrucción creativa y será más fácil seguir la propuesta general: “no vale la pena tratar de conservar industrias obsoletas indefinidamente; pero sí se debe evitar que colapsen [...] organizando su salida en una retirada ordenada” (Schumpeter, 1942, 90)7.

4. El Estado se concentrará en industrias específicas que se consideren particularmente relevantes para el desarrollo tecnológico del país y, por tanto, capaces de influir en la trayectoria de crecimiento a largo plazo de la economía.

Este último punto también justifica el diseño de otras políticas públicas que apoyen el gasto privado en I&D y la inversión en nuevos productos en industrias claves. Esas medidas, incluidas las subvenciones a las empresas de alta tecnología, las exenciones fiscales a las empresas que introducen nuevas tecnologías y el acceso preferencial al crédito para las firmas innovadoras8, son instrumentos útiles para planificar el futuro del país con el propósito de maximizar la tasa de crecimiento de largo plazo. Cualquier interferencia gubernamental en el mercado, no obstante, deberá ser estudiada cuidadosamente para asegurar los incentivos económicos adecuados y evitar que las empresas se concentren en la búsqueda improductiva de rentas9.

Las políticas descritas no requieren un Estado muy grande con un gran presupuesto, pero sí un Estado fuerte con una burocracia eficiente. Schumpeter creía que una burocracia bien preparada y con larga tradición de servicio público era una condición básica para el éxito de la democracia y el logro del desarrollo económico10. Esta burocracia tendría las siguientes características11:

1. Los servidores públicos, especialmente los que tienen cargos directivos, deben ser remunerados generosamente para asegurar su eficiencia.

2. La burocracia estatal se debe organizar de tal manera que promueva el incentivo individual y evite la frustración y la falta de desarrollo profesional.

3. La burocracia debe ser capaz de guiar e instruir a los políticos que encabezan los ministerios, y debe tener suficiente poder para mantener su independencia frente ellos12.

Antes de concluir esta sección, es importante discutir la posición de Schumpeter acerca de la intervención directa del Estado en la producción. Aunque no es claro si consideró la nacionalización de ciertas industrias como una medida deseable en términos de eficiencia, o sólo como una etapa irreversible hacia el socialismo, parece que en su concepto los sectores bancario, de seguros, transporte interno y electricidad se podían nacionalizar fácilmente, sin pérdida de eficiencia, en los países más desarrollados como Inglaterra. De hecho, para él, los impuestos excesivos podían perjudicar a la economía capitalista más que un Estado empresarial, siempre y cuando éste sea eficiente y “continúe trabajando en el contexto de una economía libre cuyos datos y métodos han sido aceptados por las propias empresas” (Schumpeter, 1918, 116).

EL PAPEL DEL ESTADO EN LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO

Schumpeter (1942) estaba convencido de que el sistema capitalista era particularmente beneficioso para la clase trabajadora en el largo plazo, habiendo reducido el número de pobres significativamente desde el siglo XIX. Además, si el ingreso nacional se mide en términos del número y la calidad de bienes y servicios, “los cambios relativos (de salarios y beneficios) han beneficiado sustancialmente a los grupos de menores ingresos” (ibíd., 67). De hecho, el capitalismo es “el motor de la producción en masa” y depende en gran medida del nivel de consumo de las masas.

No obstante, esto no significa que cierto nivel de desigualdad en el ingreso no sea necesario. Gran parte del éxito del capitalismo se basa en “las promesas de riqueza y las amenazas de destrucción que trae consigo”, que “son lo suficientemente fuertes para atraer a la gran mayoría de los cerebros prodigiosos” (ibíd., 73). Este sistema sólo puede funcionar si ofrece recompensas sustanciales, que estén por encima del ingreso promedio, para los individuos que tienen éxito en la introducción de innovaciones13.

En este contexto, la intervención del Estado para modificar la distribución del ingreso es muy complicada, pues los impuestos altos pueden ser perniciosos al atentar contra el interés individual, una de las fuerzas motrices del capitalismo. Los efectos negativos de una tasa impositiva excesivamente alta son particularmente significativos en el caso de los impuestos sobre los beneficios. Schumpeter consideraba que “si el beneficio es objeto de impuestos [...] se perdería lo que en la práctica es el motivo individual más importante para la búsqueda del progreso industrial” (Schumpeter, 1918, 113). En su opinión, el crecimiento dramático de la presión fiscal fue una de las principales causas del deficiente desempeño económico de casi todos los países desde 1914, y su ausencia sería una de las ventajas centrales del socialismo (Schumpeter, 1942).

La naturaleza progresiva del sistema impositivo es dañina para la economía (Schumpeter, 1941) porque tiende a discriminar en contra del ahorro y de las herencias, reduciendo la formación de capital e introduciendo distorsiones en la asignación de los recursos. Además, los impuestos progresivos afectan también a algunos de los fundamentos de la sociedad burguesa, como el proceso de ahorro-inversión, y generan un espíritu anticapitalista en la sociedad (ibíd.).

Cabe destacar que Schumpeter consideró a Keynes como el responsable de este proceso negativo porque restituyó el respeto intelectual a las visiones anti-ahorro, y dio así un nuevo impulso a las posiciones igualitarias (Schumpeter, 1954). En su famoso obituario de Keynes, Schumpeter aseguró que la doctrina keynesiana “no dice pero podría decir […] que […] la distribución desigual del ingreso es la causa última del desempleo” (Schumpeter, 1946, 517). Schumpeter criticó duramente las políticas keynesianas de corto plazo porque promovían la equidad en el corto plazo a costa de una tasa de crecimiento más baja en el largo plazo (Smithies, 1951).

La redistribución del ingreso a través del gasto público también tiene efectos perjudiciales que contribuyen al colapso del Estado. El crecimiento de los servicios públicos aumenta en exceso las expectativas ciudadanas y lleva a una preponderancia excesiva de lo público sobre lo privado. El resultado final puede llegar a ser una aceleración de la crisis de algunos de los valores más importantes del capitalismo (como el interés propio) y la consolidación de una burocracia demasiado grande e ineficiente.

Como Paul Samuelson ha recordado en varias ocasiones, Schumpeter fue muy crítico de lo que llamó “el capitalismo en una máscara de oxígeno” (Heertje, 1981). Para él, las medidas que introdujo el New Deal eran “en el largo plazo incompatibles con el funcionamiento efectivo del sistema de empresa privada” (Schumpeter, 1942, 64) y contribuyeron a crear un Estado social que llamó Estado de transición (Schumpeter, 1948), y que se caracteriza por la ausencia de correspondencia entre las diferentes partes de la sociedad. En particular, intenta mantener la organización privada de la producción limitando el margen de beneficios, lo cual genera grandes contradicciones, como el crecimiento excesivo de los salarios reales y las restricciones a la iniciativa privada.

El análisis de Schumpeter extiende las contradicciones del Estado moderno a la esfera política. Para él, una de las condiciones para el éxito de la democracia es “que el rango efectivo de las decisiones políticas no sea muy amplio” (Schumpeter, 1942, 291). La democracia debe ser sólo un sistema de toma de decisiones en el que el gobierno elegido interfiera lo menos posible en las decisiones económicas de los agentes privados14. Este requisito se cumplía en el período burgués en el que había un Estado limitado, pero no se mantiene en el período más moderno, en el que los dirigentes políticos tienen demasiado poder y toman muchas decisiones que deberían ser responsabilidad exclusiva de las empresas15.

EVALUACIÓN DE LA TEORÍA SCHUMPETERIANA DE LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO

CONSISTENCIA INTERNA Y CONTRADICCIÓN

Para Schumpeter, los grandes incentivos económicos individuales para la introducción de las innovaciones tecnológicas que crea el capitalismo son la causa principal de su éxito. En su opinión, la desigualdad de corto plazo es el precio que la clase trabajadora tiene que pagar para asegurar el aumento de los estándares de vida del capitalismo (Smithies, 1951). La distribución del ingreso a través de impuestos y gasto público limita el desempeño del capitalismo, erosiona la disciplina de los trabajadores y promueve valores sociales anti-capitalistas.

Esto no quiere decir que en el capitalismo moderno no sea necesario un Estado fuerte. Para Schumpeter, los empresarios individuales ya no lideran el proceso de destrucción creativa, quienes innovan son los grupos de burócratas especializados de las grandes corporaciones. En estas nuevas condiciones, el Estado puede promover el crecimiento económico mediante programas públicos que involucren al sector privado en el desarrollo de nuevos inventos e innovaciones.

El énfasis de Schumpeter en la innovación y el cambio estructural de largo plazo es muy valioso y permite ir más allá de la economía del bienestar y del concepto de fallas de mercado cuando se analiza el papel del Estado. El desarrollo económico implica grandes transformaciones en la economía y exige una visión de futuro que incluya estimaciones sobre la evolución de los gustos, las expectativas de los agentes privados y la frontera tecnológica a nivel mundial (Chang y Rowthorn, 1995). Para el desarrollo económico sostenible no es tan importante la flexibilidad y la eficiencia estática (objetivos principales de la economía del bienestar), sino la introducción de nuevas tecnologías y la concentración de los recursos en los sectores más dinámicos. La intervención estatal puede ser útil no porque resuelva las fallas de mercado a corto plazo sino porque “ofrece a las empresas los recursos y las oportunidades necesarias para modernizar sus tecnologías por medio del aprendizaje” (Chang, 1994a, 199) y, más importante aún, porque ofrece un visión general del futuro que una sola firma no podría proporcionar (Chang, 1994b).

El hecho de que la innovación que surge de la competencia capitalista pueda producir altas tasas de crecimiento y beneficiar a todos en el largo plazo no significa, sin embargo, que el cambio estructural no tenga efectos negativos para algunos agentes en el corto plazo. Si las pérdidas son muy grandes, esos agentes pueden no aceptar los resultados del mercado y emprender acciones políticas para resolver sus propios problemas (ibíd.) El mismo Schumpeter reconoció que el proceso de destrucción creativa suele producir desempleo y distribuciones del ingreso regresivas en el corto plazo.

Si los conflictos sociales que surgen durante los períodos de transición no se solucionan de una forma u otra, los empresarios no estarán dispuestos a asumir riesgos y comprometer sus recursos en inversiones específicas (ibíd.). Por esto, es necesario que el Estado enfrente esos conflictos de manera activa, y la forma más equitativa y eficiente de hacerlo es redistribuir el ingreso de los ganadores (las clases altas) hacia los perdedores (generalmente algunos segmentos de trabajadores no cualificados).

Schumpeter fue incapaz de ver que la redistribución del ingreso puede reducir los conflictos y contribuir a crear un ambiente pacífico y seguro para las nuevas innovaciones e inversiones16. Además, en un mundo controlado por grandes empresas, donde los empresarios individuales no juegan un papel central y la burguesía puede vivir con mucho menos que antes, no es claro por qué las inmensas ganancias individuales son tan necesarias como antes y por qué un sector público redistributivo tiene que perjudicar a la economía.

El hecho de que Schumpeter fuera incapaz de reconocer la importancia del papel redistributivo del Estado no quiere decir que no se percatara de la existencia de conflictos y de la necesidad de resolverlos. De hecho, el socialismo sería la solución última a este problema porque eliminaría los ciclos de corto plazo y los sindicatos (que en el capitalismo perjudican el desempeño de la economía con sus demandas salariales), y fomentaría una mayor auto-disciplina de los trabajadores. Hasta que que no surja el socialismo, sin embargo, no queda claro cómo Schumpeter pretendía afrontar los conflictos de corto plazo por medios democráticos sin adoptar políticas redistributivas17.

LA TEORÍA SCHUMPETERIANA DEL ESTADO Y LAS RECIENTES EXPERIENCIAS DE DESARROLLO EN EL ESTE DE ASIA Y AMÉRICA LATINA

Por la importancia que Schumpeter concedió a las instituciones y su apoyo a las investigaciones económicas que incorporan elementos históricos y sociológicos, sus teorías son muy útiles para entender el desarrollo económico de América Latina y otras áreas más exitosas, como el Este Asiático. La teoría schumpeteriana del desarrollo va más allá de la estrecha concentración en la liberalización del comercio y otras políticas neoliberales, y destaca la importancia de las clases sociales, los derechos de propiedad, la política y los valores culturales a la hora de explicar el éxito del Este asiático en términos comparativos18.

Su énfasis en la importancia de las instituciones y de la cultura no implica que apoyara argumentos basados en la contribución de los valores religiosos, como el confucionismo, para explicar la trayectoria económica asimétrica del Este Asiático y América Latina19. De hecho, fue particularmente crítico, por ejemplo, del énfasis weberiano en la religión (protestante) para explicar el nacimiento del capitalismo en Europa. Según él, “no existía esa cosa llamada el nuevo espíritu del capitalismo en el sentido de que la gente habría adquirido un nueva forma de pensar” (Schumpeter, 1954, 80). En su diario, fue más allá y se quejó de que Weber no entendía la contribución de la iglesia católica a la modernización y al cambio social (Allen, 1991).

Cuando se evalúa la pertinencia del enfoque schumpeteriano para el estudio comparativo de los países en desarrollo, se encuentra que los factores fundamentales para el crecimiento –como la capacidad de innovación y aprendizaje o el comportamiento del Estado y las grandes empresas– son esenciales para entender la evolución asimétrica de América Latina y el Este Asiático.

El desarrollo económico de los nuevos países industrializados después de la Segunda Guerra Mundial se apoyó en la adquisición de nueva tecnología por medio del aprendizaje (Amsden, 2001). La creación de beneficios mediante la destrucción creativa de sectores tradicionales por otros más modernos fue especialmente importante.

Corea y Taiwán fueron particularmente exitosos en la consolidación de una estructura productiva dinámica que contribuyó a elevar la producción industrial, la capacidad técnica y las exportaciones al resto del mundo. Diversas características del modelo de desarrollo schumpeteriano contribuyeron a este buen desempeño20:

1. El alto nivel de inversión, que se financió principalmente con ahorro doméstico, a través de la reinversión de los beneficios empresariales.

2. La habilidad para adquirir nuevas tecnologías, principalmente mediante la importación de bienes de capital extranjeros.

3. La habilidad para elevar la capacidad técnica de las empersas y los trabajadores.

4. El papel central del Estado en la promoción de las exportaciones, la inversión doméstica y el aprendizaje.

5. La creación de grandes empresas nacionales y el carácter dinámico de los capitalistas domésticos.

Como Schumpeter habría esperado, los beneficios proporcionaron los recursos y los incentivos para la acumulación de capital. En Japón, por ejemplo, “el superávit doméstico (5,5% del PIB) aportó el 24% de la inversión corporativa, y los ahorros del sector corporativo el 60%” (Akyüz y Gore, 1996, 465). En Corea, los beneficios también fueron relativamente altos, especialmente desde 1978, y el ahorro empresarial financió el 40% de la inversión empresarial. Más importante aún, la reinversión de los beneficios fue mayor que en otras regiones del mundo, quizá debido al alto nivel de lo que Keynes llamó “espíritus animales” de los empresarios y al bajo nivel de consumo de la clase capitalista (Singh, 1998).

El aprendizaje y la innovación estuvieron estrechamente vinculados a la acumulación de capital. Los nuevos métodos de producción se introdujeron a través de maquinaria sofisticada, y la importación de nuevas tecnologías se hizo a través de la compra de bienes de capital extranjeros. La expansión de las capacidades tecnológicas, que llevaron a un proceso continuo de destrucción creativa, también fue posible gracias a otros factores, incluida la adquisición de tecnología de los países desarrollados a través de la ingeniería de copia y el mejoramiento de tres habilidades tecnológicas genéricas que fueron creadas en una primera ola de industrialización: “habilidades de producción (necesarias para transformar insumos en productos); habilidades de ejecución de proyectos (necesarias para expandir la capacidad productiva) y las habilidades de innovación (necesarias para diseñar nuevos productos y procesos)” (Amsden, 2001, 3)21.

El fomento de la acumulación de capital por parte del Estado se concentró en sectores concretos. Actuó como empresario, discriminando en favor de los sectores con alta productividad o alta elasticidad ingreso de la demanda en los países desarrollados. Utilizó para ello una variedad de instrumentos: subsidios directos, créditos subsidiados, apoyo técnico y administrativo y protección del mercado interno. La creación de compañías públicas también fue importante, especialmente en Taiwán.

Las instituciones públicas jugaron un papel esencial en el proceso de aprendizaje tecnológico y después en la innovación tecnológica. Los gobiernos de Corea y Taiwán hicieron grandes inversiones en educación, y crearon un núcleo amplio de ingenieros y una fuerza laboral barata pero capacitada (Amsden, 1989). También establecieron agencias públicas que inicialmente promovieron la adquisición de tecnología extranjera para, luego, destinar recursos significativos a la I&D (Evans, 1995). Además, el Estado siempre consideró la contribución esperada de un sector a la innovación tecnológica a la hora de elegir qué sectores desarrollar (picking winners) (Chang, 1994).

Tal y como Schumpeter habría previsto, la existencia de una burocracia fuerte contribuyó a maximizar el impacto positivo del Estado en la economía. De acuerdo con Amsden (1989), Evans (1995) y Woo-Cummings (1999), Corea y Taiwán siguieron el éxito japonés al crear una burocracia weberiana caracterizada por una fuerte cohesión, canales claros de autoridad y relativa autonomía externa. También desarrollaron lo que Evans (1995) llama “elementos no burocráticos de la burocracia” o redes informales de altos servidores públicos que ayudan a crear un espíritu de grupo distintivo y comparten una visión de largo plazo del país.

La experiencia de América Latina fue muy diferente. Aunque los países grandes –México, Argentina y especialmente Brasil– desarrollaron nuevos sectores manufactureros, sus avances en el desarrollo de capacidades técnicas fue mucho más limitado que en el Este Asiático (Amsden, 2001). Un Estado menos eficiente y una clase empresarial menos dinámica marcaron la diferencia entre América Latina y el Este de Asia.

Según Jenkins (1991, 204-205), “en América Latina […] la burocracia está mucho más politizada que en el Este de Asia” y “la toma de decisiones económicas mucho menos centralizada”, lo que limita la autonomía del Estado y su impacto positivo en la creación de capacidades tecnológicas. En un análisis comparativo del papel del Estado en Brasil y México entre 1930 y 1980, Schneider (1999) confirma los defectos estructurales de la burocracia de ambos países. El problema radica principalmente en el gran número de nombramientos políticos; según Schenider, en México y Brasil cerca de 50.000 empleos públicos cambian cada vez que una nueva administración llega al poder. Ese sistema de nombramientos aumenta la dependencia de la burocracia con respecto a quienes detentan el poder, hace imposible la continuidad y el aprendizaje institucional en el sector público, reduce la calidad de los empleados públicos y elimina los incentivos para aumentar la productividad y la eficiencia en el sector.

La existencia de una estructura económica orientada al aprendizaje y de una burocracia más efectiva no son los únicos factores relevantes para explicar las diferencias en el desempeño económico del Este Asiático y América Latina. Aunque se podrían mencionar diversas dimensiones de la estructura económico-social de ambas regiones, para esta discusión son especialmente relevantes las diferencias en la desigualdad del ingreso. En contra de las expectativas de Schumpeter, la mayor desigualdad del ingreso ha perjudicado de forma severa las posibilidades de crecimiento económico en América Latina. En vez de aumentar los incentivos a la inversión y la adquisición de nuevas técnicas de producción, la gran desigualdad del ingreso en América Latina ha reducido la tasa de acumulación del capital en comparación con la de países como Corea o Taiwán. Esto es así porque la desigualdad del ingreso ha producido tensiones sociales crecientes en toda la región e incrementado la concentración del poder político y económico en una élite pequeña y casi permanente (World Bank, 2004). La alta desigualdad también acentúa los conflictos sobre la distribución del ingreso, haciendo que los ajustes macroeconómicos frente a los choques externos sean más fuertes que en el Este Asiático. América Latina se ha convertido, por tanto, en un claro ejemplo de la contradicción de Schumpeter acerca del papel del Estado en la economía; un Estado que refuerza la desigualdad económica, reduce la posibilidad de actualización tecnológica y de esta manera perjudica las perspectivas de crecimiento económico.

CONCLUSIÓN

El desarrollo económico, en general, y el análisis económico del papel del Estado, en particular, se pueden beneficiar del retorno a los clásicos; se debería prestar más atención a las contribuciones de los grandes economistas de los siglos XIX y XX, y evaluar cuidadosamente cuáles son aplicables a los problemas económicos actuales.

El énfasis de Joseph A. Schumpeter en el papel central de la innovación tecnológica para el crecimiento económico de largo plazo, y su reconocimiento implícito (y a veces explícito) de que el Estado puede contribuir positivamente a dicho proceso en el capitalismo contemporáneo hacen que su obra sea particularmente interesante para el análisis del desarrollo económico.

Su rechazo a la intervención del Estado en la redistribución del ingreso, sin embargo, es excesivamente simplista y aun contradictorio. El cambio estructural puede incentivar el crecimiento a largo plazo, pero genera conflictos sociales y económicos. Como muestra la experiencia de América Latina en diferentes períodos, a menos que el Estado se interponga y transfiera en forma directa o indirecta recursos de los ganadores a los perdedores, el crecimiento económico (y, más en general, el desarrollo humano) no serán sostenibles en el largo plazo.


NOTAS AL PIE

1. Para estudiar estas dos esferas de la intervención estatal, ver Reinert (1997), quien distingue tres funciones del Estado: mejorar la distribución del ingreso, proveer instituciones y promover el crecimiento económico, reconociendo que la segunda se puede considerar parte de la tercera.

2. Las citas de este artículo son en su mayor parte traducciones de los libros originales en inglés.

3. De hecho, si la economía estuviera en pleno empleo antes de introducir una nueva innovación, el ajuste al nuevo equilibrio produciría una expansión del crédito, un incremento de precios y un proceso de ahorro forzoso que cambiaría temporalmente la distribución del ingreso, generalmente en perjuicio de los asalariados (Taylor, 2004).

4. Hasta donde tengo conocimiento, Schumpeter no consideró la posibilidad de un papel activo del Estado en el proceso de cambio tecnológico. Sin embargo, esta posibilidad se deriva de algunos de sus trabajos, particularmente Capitalismo, socialismo y democracia, y ha sido reconocida por algunos de sus seguidores, como Reinert, Chesnais, Freeman y Kleinknecht, especialmente desde 1970 (Rosenof, 1997). Ver también las ideas de Chang en la última sección de este documento.

5. De hecho Schumpeter reconoce que “la protección de las patentes y otros es, en las condiciones de una economía con beneficios, un factor que impulsa y no inhibe” (Schumpeter, 1942, 88).

6. Para Schumpeter, sin embargo, el Estado sólo tendrá una visión de largo plazo si el poder de los políticos es limitado y los burócratas disfrutan de un grado significativo de independencia.

7. Aunque Schumpeter hace esta observación para apoyar las prácticas restrictivas a corto plazo de las grandes corporaciones, me parece relevante para la presente discusión.

8. En la teoría de Schumpeter, el crédito es el “complemento monetario” de la actividad empresarial. Sólo si los empresarios (individuales o institucionales) tienen fácil acceso al crédito podrán introducir innovaciones en el mercado (De Vecchi, 1995).

9. Una de las razones principales del éxito de algunos países del Este de Asia en el proceso de industrialización fue precisamente la capacidad del Estado para intervenir en la economía y, simultáneamente, evitar el uso ineficiente de las rentas imponiendo estándares de rendimiento a los capitalistas (Amsden, 1992). Ver la última sección.

10. “La burocracia no es un obstáculo a la democracia sino su complemento inevitable. De igual forma, es una complemento inevitable del desarrollo económico moderno e incluso será más esencial en una comunidad socialista” (Schumpeter, 1942, 206).

11. Algunas de estas características se refieren a una burocracia socialista pero se pueden extender al Estado capitalista sin alejarse de las ideas centrales de Schumpeter.

12. Para Schumpeter (1942, 294) la mejor forma de asegurar la existencia de dicha burocracia en una sociedad es el desarrollo de “un estrato social con calidad y prestigio que esté disponible para ser reclutado –no muy rico, no muy pobre, no muy exclusivo, no muy accesible”.

13. La relación positiva entre la desigualdad del ingreso y el crecimiento que supone Schumpeter ha sido históricamente el supuesto central de la economía ortodoxa. Las nuevas teorías del crecimiento endógeno, sin embargo, subrayan los efectos negativos de una distribución desigual del ingreso sobre el desempeño de la economía a través de diversos canales: reduce la inversión en la educación de los grupos de bajos ingresos, aumenta la inestabilidad política y la utilización de impuestos progresivos y otras medidas de redistribución que reducen la tasa de inversión (Solimano, 1998).

14. Incluso en una sociedad socialista la democracia no funcionará si la esfera de la política se extiende a todos los asuntos económicos (Schumpeter, 1942).

15. Schumpeter estaría de acuerdo con las nuevas teorías del crecimiento que reconocen los efectos negativos de las políticas redistributivas sobre el crecimiento económico (ver, por ejemplo, Alesina y Rodrick, 1994). Para él, la restricción del rango de decisiones de los dirigentes democráticamente elegidos acerca de la economía aumentaría el crecimiento, pues reduciría la influencia del votante mediano sobre el manejo de la economía (para seguir el argumento de Alesina y Rodrick).

16. Aún más, en el caso de la industrialización tardía, Amsden (1992, 2001) argumenta que la desigualdad del ingreso incrementa las probabilidades del éxito industrial por diversas razones y, lo que es más importante para el objeto de este trabajo, incrementa la calidad de la intervención del gobierno en las democracias y las dictaduras.

17. En algunos pasajes de Capitalismo, socialismo y democracia (caps. 18, 22 y 23) Schumpeter consideró a los regímenes autoritarios (como las experiencias fascistas) como una forma necesaria de controlar a los trabajadores y aminorar el conflicto social.

18. La magnitud del milagro asiático frente a la experiencia latinoamericana se refleja en las siguientes cifras. Entre 1950 y 1979, la tasa media de crecimiento anual del PIB per cápita fue del 2,43% en América Latina (promedio de 44 países) frente al 5,9% de Corea, el 4,5% en Singapur y el 6,3% en Taiwán. Entre 1980 y 1999 las diferencias fueron aún mayores: el 0,5% en América Latina frente al 4,2% en Corea, el 5,3% en Singapur y el 4,4% en Taiwán. Cálculos propios basados en Maddison (2001).

19. El papel central del confucionismo en el éxito económico del Este de Asia es subrayado, entre otros, por Calder y Hofheinz (1982), Chan (1990), Pye (1985) y Wei-ming (1984). Para una crítica interesante del argumento que defiende la importancia del confucionismo en el éxito asiático, en general, y para el papel de los trabajadores, en particular, ver Deyo (1992).

20. Para una descripción completa de las experiencias del milagro del Este de Asia desde una perspectiva político económica, ver Akyüz y Gore (1996 y 2001), Amsden (1989 y 2001), Chang (1994), Evans (1995), Wade (1990), la edición especial del Journal of Development Studies 34, 6, y la edición especial del World Development 22, 4.

21. Desde una perspectiva schumpeteriana, estos fueron los factores del desarrollo tecnológico. Hubo, sin embargo, otras razones importantes, como la alta inversión en capital humano y el trato discriminatorio a la inversión extranjera directa para maximizar su impacto tecnológico y minimizar la competencia doméstica innecesaria.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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¿Para dónde vamos?

 

¿Para dónde vamos?



Días pasados el Profesor Alberto Buela, internado con neumonía pero mejorando, me honraba con un análisis de nuestra realidad utilizando un concepto central -la mentalidad bolchevique- del que desprende y resalta dos de sus características principales, el igualitarismo y el pobrismo.

Él percibe en una buena parte de la gente que nos gobierna, una mentalidad bolchevique, que se contagia, con su “pobrismo” entendido como una cierta exaltación de la circunstancia de la pobreza, del subsidio eterno sin ningún objetivo de erradicar la pobreza, y su “Igualitarismo” en tanto esa justa aspiración de igualdad entre los hombres, esa igualdad ontológica, da paso a una supresión de la alteridad, de las diferencias, de lo distinto. Buela encuentra un buen ejemplo en el establecimiento de esta cuarentena boba (el adjetivo es mío), que no distingue poblaciones en riesgo, que no pone su énfasis en aislar enfermos y círculos de contacto, sino que nos encierra a todos por igual y que está terminando de destruir nuestra economía.

No se puede (a riesgo de descontextualizar) analizar esta coyuntura sin observar que la alianza electoral “Cambiemos”, que se autopercibía y autoproclamaba como instancia superadora de 70 años de políticas y políticos vetustos y equivocados debió haber intentado construir un capitalismo con reglas sólidas, como en los países que ellos denominaban serios, los países centrales. Para ello, y si el Perokirchnerismo pretendía representar al proletariado caído y abandonado por el sistema, Cambiemos se debió apoyar en la burguesía local como base de sustentación, junto con la oligarquía de la Pampa Húmeda.

Y su fracaso económico fue estrepitoso.

Hay que remontarse mucho en la historia argentina para encontrar a las tres jurisdicciones centrales del país (Nación, Provincia de Buenos Aires y la Capital Federal) alineadas como lo estuvieron entre 2016 y 2019, y encima con el mayor auxilio económico de la historia por parte del FMI. Y el desastre permitió comprobar que se necesita mucho más que buenos gerentes para liderar un país.

Recesión y devaluación más alta inflación, llevaron a que los socios de la burguesía local vieran pulverizarse sus balances y ganancias, la sociedad sufriera enormes embates de una economía desquiciada y finalmente, esa alianza perdiera las elecciones presidenciales.

Y creo que este estrepitoso fracaso se debió no sólo a no haber distinguido entre dos verbos, “gerenciar” y “gobernar”, sino y fundamentalmente al marco teórico que guía en Nuestra América a estas élites, a esa forma de mirar la realidad que, brevitatis causae voy a denominar aquí como “la dependencia”.

Nuestras élites ilustradas han mantenido a rajatabla una dinámica “centro-periferia” con el poder económico mundial occidental anglo-norteamericano, en donde desde hace 100 años quedamos condenados al papel de proveedores de materias primas. Nuestra burguesía, debido a la forma que se desarrolló (primero representantes de la metrópolis española y contrabandistas, y luego corrientes inmigratorias principalmente europeas masivas que llegaban con la idea de “hacerse la América” y que seguían añorando el mundo perdido) es la primera interesada en el mantenimiento de las relaciones de dependencia con los países así denominados “centrales”.

Ni la industrialización por sustitución de importaciones, ni la promoción de industrias exportadoras, y mucho menos las estrategias de apertura de libre mercado, permitieron a nuestro país, y por qué no a Nuestra América, romper con esa dependencia.

Tomando un concepto del economista André Gunder Frank, Macri quedó atrapado en una “lumpemburguesía”, es decir, tipos de clase media y alta, profesionales, pequeños industriales, etc., que poseen una mentalidad lumpen (carentes de conciencia de clase y que para su subsistencia y prosperidad desarrollan actividades siempre en los márgenes de la legalidad) que sólo cumplen roles de intermediación vendiendo lo que la naturaleza del país da.

Esa supuesta élite en el poder se dedica a vender los recursos naturales y los bienes a los países centrales. Como bien señala Frank, en tanto el bienestar de estas élites locales depende cada vez más de la explotación de esos recursos y de la transferencia de esas ganancias a esos mismos países centrales, apoyados en un sistema financiero diseñado justamente para conseguir esos objetivos, y siempre con la mirada puesta “allá”, o directamente mirando desde allá como decía Jauretche, la espiral es cada vez más lamentable.

La alianza Cambiemos, que había recibido un país fundido, no pudo cambiar el rumbo; aparece claro hoy (con el diario del lunes) que nunca hubiese podido: no estaba en su genética.

La alianza electoral ganadora el año pasado, otra nueva expresión del Perokirchnerismo, se hizo cargo de un problema que ellos mismos, en su versión anterior con 15 años de gobierno profundizaron y acentuaron, que lleva 100 años de marchas y contramarchas y que nos ha otorgado el raro honor de contarnos entre los únicos países del mundo que en términos relativos retrocedieron en forma sostenida durante el último siglo.

Tenían al asumir, apenas hace 6 meses, dos desafíos claros: atender urgentemente la cuestión social y reencauzar la economía.

Y se desató la pandemia.

Y con la pandemia enseñoreándose por el planeta, el Frente de Todos fue cada vez menos de todos, volviéndose más sectario, profundizando y ensanchando la triste grieta, desconociendo que quien ganó la contienda electoral no posee la suma del poder público, sino el 47% del electorado, y que hay otra mitad del país que votó por otra cosa.

Argentina tiene cuestiones centrales que resolver: en su esencia, esta matriz de dependencia que quedó anotada más arriba.

Tenemos que resolver qué queremos de nuestro sector agro-industrial-exportador, tenemos que resolver en qué país queremos vivir. No alcanza con declaraciones humanitarias: todos los argentinos de bien queremos reducir estos niveles de pobreza escandalosos, todos queremos erradicar la narco-criminalidad, todos queremos gritar ni una menos. Pero a esa realidad mejor, hay que construirla. Y ahí aparecen nuevamente las desavenencias irreconciliables.

En un mundo con un gran desorden multipolar, en donde los países a pesar de estar cada vez más interrelacionados se cierran sobre sí mismos en una vuelta al nacionalismo, donde las tecnologías de la información están reinventando constantemente la economía, y en donde la búsqueda de la riqueza desprendida de toda atadura ética humana se pasea rampante, nuestra Argentina anda sin rumbo. Cambiemos nos hizo creer que tenía un rumbo y defraudó a sus votantes y el actual gobierno no ha enunciado para adónde va, pero su gestualidad asusta y desanima al menos a la mitad de la población.

Tenemos que salir de este pobrismo. Tenemos que salir de esta noción errada de igualdad estúpida. Tenemos que discutir las formas de romper nuestra dependencia, pero sin reeditar aquella mentalidad bolchevique que causó millones de muertos y 70 años de penurias económicas a la gran Rusia. Tenemos que poder aprender de la historia. La guerra híbrida en la que se embarcó el gobierno de nuestra querida Venezuela, bajo el ropaje de la dignidad, la ha conducido al desastre: ya no hablamos del desabastecimiento de papel higiénico, sino que somos testigos azorados de la llegada de barcos iraníes cargados de combustible a los puertos del país de Nuestra América más rico en reservas hidrocarburíferas. ¿De qué independencia y soberanía nos habla Maduro?

Esas políticas no han sido exitosas, no les han servido a sus respectivos pueblos. Esas políticas hicieron sufrir a los rusos, hicieron sufrir a los países del Este europeo, hacen sufrir a los venezolanos.

Argentina se encuentra ante un abismo. Quienes todavía podemos invertir, quienes amamos a nuestra Patria, no sabemos para adónde va. Nuestra dirigencia (de todo nivel, política, empresaria, judicial, etc.) ha caranchado sistemáticamente durante 100 años robándose y repartiéndose los despojos de nuestra Patria, sin definir un destino, aunque siempre con palabras grandilocuentes.

Nunca hay buen viento para quien no sabe a dónde va.

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Joseph Schumpeter, el hombre que predijo el fin del capitalismo y que es clave para entender la economía de hoy

 

Joseph Schumpeter, el hombre que predijo el fin del capitalismo y que es clave para entender la economía de hoy

  • Margarita Rodríguez
  • BBC News Mundo
Joseph Schumpeter

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Joseph Schumpeter nació en 1883 y murió en 1950.

"¿Puede el capitalismo sobrevivir?", se preguntó Joseph Schumpeter. "No, no creo que pueda", fue su respuesta.

Su reflexión la plasmó en una de sus principales obras: "Capitalismo, Socialismo y Democracia", de 1942.

Pero el gran economista austriaco no creía en la dictadura del proletariado ni en la revolución de Marx. De hecho, rechazaba lo que entendía como los elementos ideológicos del análisis marxista.

Para él, lo que llevaría al fin del capitalismo sería su propio éxito.

"Considero que Schumpeter es el analista del capitalismo más penetrante que jamás haya existido. Él vio cosas que otras personas no vieron", le dijo Thomas K. McCraw, quien fue profesor emérito de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, a Working Knowledge, publicación de ese centro de estudios.Saltar Quizás también te interese y continuar leyendo

Schumpeter "fue para el capitalismo lo que Freud fue para la mente: alguien cuyas ideas se han vuelto tan ubicuas y arraigadas que no podemos separar sus pensamientos fundamentales de los nuestros", señaló el académico.

Para Steven Pearlstein, profesor de la Universidad George Mason en Estados Unidos, Schumpeter "fue para la economía lo que Charles Darwin fue para la biología".

Lo han llamado uno de los mejores economistas del siglo XX, un genio, un profeta reivindicado por los vaivenes de la economía de las últimas dos décadas.

De hecho, para varios economistas, el siglo XXI va a ser "el siglo de Schumpeter". 

La tragedia

Schumpeter nació en 1883 en una localidad de la República Checa, que en esa época formaba parte del imperio austrohúngaro.

Joseph Schumpeter

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Schumpeter vivió y enseñó en varios países. Además hablaba diferentes idiomas

Fue hijo único y perdió a su padre cuando tenía 4 años. Su crianza quedó en manos de su madre y de su nueva pareja que tenía vínculos aristocráticos.

Aunque estudió Derecho, la Economía sería lo que lo atraería y se convertiría en uno de los pupilos más destacados de la Escuela Austriaca de Economía.

"Schumpeter era un estudiante sobresaliente, lector infatigable, mente vivaz y curiosa, dominador de varios idiomas", escribió Gabriel Tortella, catedrático emérito de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Alcalá, en el artículo “Un profeta de la socialdemocracia”, publicado en Revista de Libros.

Tenía una personalidad carismática, era mujeriego y aficionado a los caballos.

Vivió un tiempo en Inglaterra, donde tuvo una relación con una mujer de clase alta 12 años mayor que él.

Sylvia Nasar, en su libro “Grand Pursuit. The Story of Economic Genius” ("La gran búsqueda. La historia del pensamiento económico"), cuenta que se casaron, pero que con el tiempo reconocieron que había sido un error. En 1913 se separaron y años después se divorciaron.

Schumpeter se volvió a casar en 1925, en esta oportunidad con una mujer varios años menor que él.

Pero un año después, la tragedia sacudiría su vida: su esposa murió cuando daba a luz y su hijo falleció poco tiempo después. Ese mismo año, su madre también moriría.

Entre el lujo y la academia

Schumpeter vivió en Viena durante los devastadores años posteriores a la Primera Guerra Mundial y a la caída del imperio austrohúngaro.

Schumpeter rodeado de personas

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Schumpeter vivió la Primera Guerra Mundial, la cual estuvo centrada en Europa.

Fue ministro de Economía en el gobierno socialista que gobernó a Austria en 1919.

Llegó a vivir en siete países, en algunos de los cuales fue profesor, y trabajó como banquero de inversiones, lo cual le permitió hacer una fortuna que después vería esfumarse.

Antes de su segundo matrimonio, hubo una época en la que Schumpeter llevó una vida de muchos lujos y parecía no importarle que lo vieran en público con prostitutas, cuenta Nasar.

"Schumpeter fue un académico brillante que fracasó rotundamente como ministro de finanzas de Austria", escribió Pearlstein, ganador del Premio Pulitzer, en una reseña sobre el libro de Nasar publicada en The Washington Post.

El economista se radicó en Estados Unidos en 1932, donde enseñó en la Universidad de Harvard por el resto de su vida.

En su nuevo hogar, cuenta Tortella, Schumpeter se enamoró y se casó con una historiadora de la economía llamada Elizabeth Boody, quien era 15 años menor que él.

"Ella fue quien compiló y preparó sus escritos sobre historia del pensamiento económico, que se publicaron póstumamente (los dos murieron antes de publicarse el libro en 1954: él en 1950 y ella en 1953) en la monumental ‘History of Economic Analysis’ (‘Historia del Análisis Económico’)", indica el autor.

Destrucción creativa

McCraw, ganador del Premio Pulitzer, fue el autor de "Prophet of Innovation: Joseph Schumpeter and Creative Destruction" (“Profeta de la innovación: Joseph Schumpeter y la Destrucción Creativa”).

Puerto en Nueva York

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Schumpeter analizó la Gran Depresión, que ocurrió después de que el 29 de octubre de 1929, se desplomara la bolsa de valores de Nueva York en el llamado martes negro.

En una entrevista que le concedió a Working Knowledge, de la Escuela de Negocios de Harvard, en 2007, McCraw contó que durante la Gran Depresión de los años 30, “mucha gente inteligente de la época creyó que la tecnología había llegado a su límite y que el capitalismo había alcanzado su punto máximo”.

“Schumpeter creyó exactamente lo opuesto y, por supuesto, tenía razón”.

Uno de los conceptos que el economista popularizó fue el de la destrucción creativa.

Y, de acuerdo con Fernando López, profesor del Pensamiento Económico de la Universidad de Granada, ese planteamiento es una especie de darwinismo social.

“El capitalismo destruye las empresas poco creativas y poco competitivas”, le dice el docente a BBC Mundo.

"El proceso de acumulación de capital las lleva continuamente a competir entre ellas y a innovar y sólo sobreviven las más potentes".

Un afán constante

Esa dinámica del capitalismo hace que los empresarios nunca pueden relajarse.

"Esta es una lección extremadamente dura de aceptar, particularmente para las personas exitosas. Pero los negocios son un proceso darwinista y Schumpeter con frecuencia lo vinculaba con la evolución", indicó McCraw.

Hombre camina delante de unc artel

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Si nos detenemos a ver el mercado de los teléfonos celulares, no sólo veremos cómo su consumo se ha masificado sino cómo un nuevo dispositivo deja a otro obsoleto.

Constantemente aparecen nuevos productos que desplazan a los antiguos, que se vuelven obsoletos.

"Es un proceso continuo de mejora y esa es la característica número uno del capitalismo", le dice a BBC Mundo Pep Ignasi Aguiló, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de las Islas Baleares en España.

La dinámica empresarial lleva a que "la única forma de zafarse de la competencia, que es muy dura y que hace que siempre tengas los nervios y los músculos en tensión, es a través de intentos de reducción de costes, lo cual requiere procesos de innovación en la producción, o bien a través del diseño de productos nuevos que sean preferidos por los consumidores en comparación con los anteriores", indica el doctor en Economía.

El fin del capitalismo y las medias de mujer

Aguiló cuenta que uno de los ejemplos que Schumpeter usó para explicar sus teorías fue el de las medias de mujer.

medias veladas en exhibición

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Las medias de mujer fue uno de los productos que Schumpeter escogió para explicar sus teorías

A principios del siglo XX, solamente las mujeres de clase alta las podían comprar. Pero, después de la Segunda Guerra Mundial se volvieron más accesibles para consumidoras de diferentes grupos sociales.

"El hacer algo accesible para todo el mundo lleva a que la mentalidad socialista poco a poco vaya introduciéndose por los poros del sistema capitalista y frenando su característica esencial que es la competencia entre productores", señala el profesor.

Al apaciguar la competencia y al querer la igualdad en el acceso a productos, "porque el capitalismo ha llevado a esa igualdad, el capitalismo llegará a su fin", pensaba el austriaco.

"Incluso le pone fecha", indica Aguiló. Schumpeter apuntó hacia el final del siglo XX.

"En eso se equivocó. Creía que para entonces las condiciones de divulgación de la producción en masa y de productos entre toda la población haría que la población viviese mejor que el rey de Francia del siglo XVIII y, por lo tanto, el clamor por el socialismo fuese contundente".

Víctima de su propio éxito

“El capitalismo lleva a la producción en masa, la producción en masa lleva a una riqueza extraordinaria que se difunde entre una parte muy importante de la población y eso hace que el ansia por la igualdad sea mayor”, explica Aguiló.

Fils de automóviles

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El automóvil, como muchos productos, dejó de ser adquirido sólo por una élite y se masificó.

El automóvil, por ejemplo, pasó de ser un producto que sólo podía adquirir una élite a que estuviera al alcance de millones de personas.

“El precio se hunde, las cantidades se disparan y eso pasa una y otra vez con todos los productos”, dice el docente.

Esa circulación masiva de los productos hace que el nivel de vida de los consumidores suba, "que haya un reclamo de más igualdad por su propio éxito y que se acabe poniendo trabas a lo que es la esencia del sistema: la competencia", explica el doctor.

"Ese propio éxito de la abundancia compartida, porque está alcance de todos, es lo que llevaría al fin del capitalismo".

Virtud y peligro

Siguiendo esa lógica, la competencia se convierte al mismo tiempo tanto en una virtud como en un problema para las empresas.

Karl Marx

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Schumpeter estudió la obra de Marx a profundidad, pero no compartió sus ideas.

De acuerdo con López, Schumpeter creía que "el proceso de acumulación incesante de capital iba a llevar en algún momento a lo que Marx de alguna manera había anunciado como la tendencia decreciente de la tasa del beneficio".

"El capitalismo es un sistema que productivamente no tiene parangón, es un sistema que a nivel productivo -vuelvo a usar a Marx- es el más progresivo de la historia pero que tiene el problema de que la acumulación incesante de capital lo lleva a competir también de manera incesante".

"Esa competencia obliga a las empresas a tener una guerra constante por innovar, por obtener nuevos mercados, nuevos productos. Y ahí está el peligro".

Harry Landreth y David C. Colander en su libro "Historia del pensamiento económico" explican que "donde Marx había predicho que la decadencia del capitalismo procedería de sus contradicciones, Schumpeter especulaba que su fin sería producto de su propio éxito".

Su idea de sociedad socialista

En su obra "Capitalismo, Socialismo y Democracia", Schumpeter proyectó un tipo de sociedad socialista que emergería después de que el capitalismo pereciera.

Hombre con un letrero de la Tierra que dice "Sálvenme"

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Como le sucedió a Schumpeter con el capitalismo de su época, millones de personas en la actualidad cuestionan el sistema capitalista.

Guillermo Rocafort, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la Universidad Europea, ubica al pensador austriaco dentro de un grupo de economistas pesimistas o fatalistas que estaban desencantados con el capitalismo de su época.

Mientras Marx veía una lucha de clases entre la burguesía y la clase trabajadora, Schumpeter percibió una gran tensión entre un grupo de emprendedores, los que provocan "vendavales capitalistas que dan lugar a un gran crecimiento económico" y otro conformado por emprendedores "que implementan un capitalismo no tan pionero, sino más bien calculador, más conservador", le dice el doctor a BBC Mundo.

La sociedad que imaginaba Schumpeter era una en la que la distribución de la riqueza fuese más equitativa y en la que no se rechazaba al mercado.

Es una sociedad en la que el valor de la igualdad está por encima de todo -reflexiona Aguiló- "en la que se llegue a un estatus quo en el que la innovación se va deteniendo y, por lo tanto, el peso del mercado a la hora de distribuir los recursos es menor y el peso del Estado, del conjunto de lo común de la sociedad, cada vez es mayor".

Landreth y Colander citan a Schumpeter: "Los verdaderos promotores del socialismo no eran los intelectuales o agitadores que lo predicaban sino los Vanderbilts, Carnegies y Rockefellers".

Ciclos económicos

Rocafort explica que Schumpeter reforzó la teoría de los ciclos económicos como una forma en la que el capitalismo evoluciona.

Niña y una bandera de EE.UU.

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La obra de Schumpeter es muy amplia y desarrolla diferentes teorías como la de los ciclos económicos y el futuro del capitalismo.

"Como si se tratara de una montaña rusa, de subir y bajar, (…) Schumpeter se refiere a ciclos económicos que tienen su origen en innovaciones tanto tecnológicas como financieras que provocan momentos de gran auge, después de estabilización y luego puede producirse una depresión o recesión", señala el docente.

El experto pone como ejemplos el crack de 1929 y la crisis financiera de 2008.

Schumpeter nos hace ver el capitalismo como “un proceso histórico y económico que no tiene un crecimiento continuo, que sería lo deseable, sino un crecimiento bastante volátil y eso al final tiene consecuencias en la sociedad en términos, por ejemplo, de desempleo y pensiones".

En el siglo XXI

"Varios economistas, incluyendo Larry Summers y Brad DeLong, han dicho que el siglo XXI va a ser ‘el siglo de Schumpeter’ y estoy de acuerdo", indicó McCraw.

Foto del logo de Google

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La innovación es un elemento del capitalismo que Schumpeter estudió.

"La razón es que la innovación y el espíritu emprendedor están floreciendo en todo el mundo de una manera que no tiene precedentes, no sólo en los casos bien conocidos de China e India, sino en todas partes, excepto en áreas que tontamente siguen rechazando el capitalismo".

"La destrucción creativa puede ocurrir en una compañía innovadora grande (Toyota, GE, Microsoft), pero es mucho más probable que suceda en start-ups, especialmente ahora que tienen mucho acceso a capital de riesgo", señaló McCraw.

De hecho, de acuerdo con el autor, Schumpeter fue uno de los primeros economistas que usó ese término: lo hizo en un artículo que escribió en 1943, en el que habló de venture capital (capital de riesgo).

Los innovadores de Schumpeter

Schumpeter, sus ideas y sobre todo el concepto de la destrucción creativa ha cobrado especial importancia en las dos últimas décadas.

Steve Jobs

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En la interpretación del capitalismo de Schumpeter el rol del innovador y del emprendedor es fundamental. En esta foto se ve a Steve Jobs, cofundador de Apple.

"Es esencial para entender nuestra economía", indica Aguiló.

Esa competencia empresarial no siempre se trata de "dominar el mercado con un producto sino con una idea, con un tipo o modelo de negocio", reflexiona el doctor.

Rocafort destaca de la obra de Schumpeter cómo en esa destrucción creativa, los innovadores y los emprendedores son los grandes protagonistas.

Un ejemplo es cómo la industria tecnológica y sus gigantes como Google y Microsoft han desplazado un sector que en los años 20, 30, 40 y 50 era uno de los principales: el automotriz.

"Si uno ve la cotización bursátil, las empresas tecnológicas son las más importantes y todas son estadounidenses", acota.

Una advertencia

Expertos como López piden cautela a la hora de pretender explicar la economía actual con las ideas de Schumpeter.

John Maynard Keynes

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Para muchos expertos, Schumpeter y John Maynard Keynes (en la foto) son los principales economistas del siglo XX. De hecho se les suele comparar.

No es conveniente trasladar categorías históricas porque se trata de sociedades diferentes. Las viejas teorías no nos servirían”, le dice a BBC Mundo.

Schumpeter es producto de una época y "su capitalismo no es el capitalismo actual", advierte.

La acumulación de capital era diferente y no tenía ni los alcances globales ni el impacto ecológico de hoy.

De acuerdo con el docente, el sistema está traspasando barreras que antes parecían impensables: si se industrializa un país aumenta el empleo, pero se deteriora el medio ambiente.

"Eso no lo tenía Schumpeter en la cabeza, ni John Maynard Keynes. (En su época) la industrialización era el elemento fundamental del desarrollo".

Pero López reconoce que "aspectos parciales de la obra de Schumpeter (como la destrucción creativa) nos pueden ayudar a entender el sistema".

¿En transición?

Rocafort se une a la cautela: la obra de Schumpeter es su visión personal de la realidad que le tocó vivir.

Cartel sobre el capitalismo.

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En la actualidad son muchos sectores de la sociedad que piden un cambio de paradigma económico.

"Ahora tenemos un contexto macroeconómico que no existía en esa época: paraísos fiscales, fondos de inversión especulativos, excesivo endeudamiento de las naciones", explica.

Sin embargo, aclara, ante la situación de incertidumbre que vivimos frente a la economía mundial, es lógico buscar explicaciones en los grandes clásicos de la economía.

"Hay que intentar ver lo positivo que tienen los teóricos porque no puede haber ortodoxia ni dogmatismo en la economía. Hemos idolatrado a Keynes y al final, como hemos estado viendo en los últimos 15 años, está siendo un fracaso".

El doctor cree que Schumpeter y "sus ciclos económicos y su destrucción creativa" pueden darnos luces.

"Quizás el modelo económico actual esté agotado y necesitamos nuevas innovaciones tanto tecnológicas como financieras".

"Él habla de destrucción creativa como ese nuevo ciclo que viene provocado por un gran desarrollo tecnológico".

"Quizás un ciclo está chocando con otro, como unas placas tectónicas", reflexiona.

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