LA DESTRUCCIÓN CREADORA DE SCHUMPETER
Su significado histórico y su proyección actual
Joan Morro TESI DOCTORAL UPF / 2019
Abstract
Schumpeter understands Creative Destruction as the essential fact about capitalism, i. e., the genuine experience in the capitalist civilization. This is the resulting of the modernization processes, which entail the trend to the radical change in all the socioeconomic dimensions –a trend ties significantly in with entrepreneurship. However, lately, some have understood Creative Destruction in two new ways, both supplementary to what Schumpeter said. On the one hand, as a desire, according to which everyone has to destroy and create the conditions of her or his own life. On the other hand, as a criticism, whereby the aforementioned essential fact is conceived like a postulate for a critical theory of modernity. These two ways involve, thus, their political philosophy. According to this general approach, in this doctoral thesis, I analyse how Creative Destruction is proceed from and spread and where it can be recognised at present.
Keywords: Capitalism, Creative Destruction, Entrepreneurship, Joseph A. Schumpeter, Modernization
Resumen
Schumpeter entiende la Destrucción Creadora como el hecho esencial del capitalismo, es decir, como la experiencia genuina de la civilización capitalista. Ésta es el resultante de los procesos de modernización, los cuales suponen la tendencia al cambio radical en todas las dimensiones socioeconómicas; una tendencia vinculada significativamente al emprendimiento. No obstante, en los últimos años, la Destrucción Creadora ha sido entendida de dos nuevas maneras, ambas complementarias de lo que dijo Schumpeter. Por un lado, como deseo, según lo cual cada uno ha de destruir y crear las condiciones de su propia vida. Por otro lado, como principio crítico, por el que el mencionado hecho esencial se concibe como un postulado para cualquier teoría crítica de la modernidad. Las dos comportan, pues, sendas filosofías políticas. Según este planteamiento general, en esta tesis doctoral, analizo cómo se origina y se esparce la Destrucción Creadora y dónde se reconoce en la actualidad. Palabras clave: Capitalismo, Destrucción Creadora, Emprendimiento, Joseph A. Schumpeter, Modernización
[...] para que el diálogo entre filósofos y científicos de la política pueda tomarse en formas no puramente académicas y volverse fecundo también desde un punto de vista político, considero necesario que ambas disciplinas hagan con firmeza las cuentas con su historia y se liberen de una parte de su tradición. Asimismo, es necesario que ambas se ocupen mucho más de los “problemas” que de los “hechos” de la política, para no hablar sólo de los asuntos de método o de las rituales reverencias académicas por los clásicos del pensamiento político. Más que limitarse a promover recíprocas actiones finium regundorum, ambas disciplinas deberían recuperar sensibilidad e interés por las grandes interrogantes sociales y políticas de nuestro tiempo: del destino de la democracia en las sociedades complejas, dominadas por las tecnologías robóticas y telemáticas, a los crecientes poderes reflexivos del hombre sobre su ambiente y su misma identidad genética y antropológica; de la violencia creciente de las relaciones internacionales al abismo económico que separa los pueblos del área postindustrial del resto del mundo. La filosofía política debería dejar a las espaldas algunos aspectos no secundarios de su tradición “vetero-europea”: su genérico humanismo, su moralismo, su tendencia especulativa a diseñar modelos de “óptima república”, su predilección por las grandes simplificaciones del mesianismo político, su desinterés por el análisis cuidadoso y resaltador de los fenómenos.
[…] La ciencia política, por su parte, debería liberarse de su obsesión metodológica, de las presunciones de su ideología cientificista, de su imposible aspiración a la neutralidad valorativa, de su débil sensibilidad por la historia y el cambio social (Zolo 2007: 66).
[…] las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocadas, son más poderosas de lo que comúnmente se cree. En realidad el mundo está gobernado por poco más que esto. Los hombres prácticos, que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto. Los maniáticos de la autoridad, que oyen voces en el aire, destilan su frenesí inspirados en algún mal escritor académico de algunos años atrás. Estoy seguro de que el poder de los intereses creados se exagera mucho comparado con la intrusión gradual de las ideas.
[…] Pero, tarde o temprano, son las ideas y no los intereses creados las que presentan peligros, tanto para mal como para bien (Keynes 1993: 337).
[...] para decir aún una palabra sobre su pretensión de enseñar cómo debe ser el mundo, la filosofía llega siempre demasiado tarde. Como pensamiento del mundo sólo aparece en el tiempo después de que la realidad ha cumplido su proceso de formación y se ha terminado. Lo que enseña el concepto lo muestra necesariamente igual la historia, de modo que sólo en la madurez de la realidad aparece lo ideal frente a lo real y se hace cargo de este mundo mismo en su sustancia, erigido en la figura de un reino intelectual. Cuando la filosofía pinta su gris sobre gris y, con gris sobre gris, no se deja rejuvenecer, sino sólo conocer; el buho de Minerva sólo levanta su vuelo al romper el crepúsculo (Hegel 1993: 61).
Introducción
La presente tesis doctoral es el resultado de una investigación que intenta aclarar un concepto cuyo principal autor, Joseph A. Schumpeter, es generalmente ignorado por filósofos y simplificado por economistas: el de la Destrucción Creadora. En base a esto, mi objetivo de partida fue responder a las siguientes preguntas de una manera articulada: ¿Qué es la Destrucción Creadora de la que habla Schumpeter? ¿En qué contexto y cómo se origina? ¿Dónde se reconoce en la actualidad? Las tres son igualmente constitutivas de este trabajo doctoral. Es preciso añadir que, a lo largo de la investigación realizada para responderlas, fue surgiendo un objetivo ulterior, a saber: establecer unas bases sólidas para una teoría crítica de los procesos de modernización y, por tanto, una filosofía política para nuestro tiempo, sin identificarlo ingenuamente con el presente inmediato. De aquellas cuestiones a estas metas: tal es lo que se ha afrontado con este trabajo.
Schumpeter acuña la expresión “Creative Destruction” en Estados Unidos poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Por entonces daba clases de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad de Harvard, una institución donde fue profesor y supervisor de algunos de los principales economistas académicos del siglo XX (Paul A. Samuelson, Paul Sweezy, John K. Galbraith, Alvin Hansen, James Tobin, Nicholas Georgescu-Roegen, etc.). Durante esas fechas, mientras dicha institución se convertía en una cantera mundial de pensamiento económico keynesiano, Schumpeter era el único profesor que enseñaba a Marx en una facultad estadounidense de Economía. Este dato es clave para entender la Destrucción Creadora.
Es en Capitalism, Socialism, and Democracy, de 1942, donde la expresión “Creative Destruction” aparece publicada por primera vez. Ésta ha sido traducida al castellano como “Destrucción Creativa” y “Destrucción Creadora”. En este estudio, opto por la segunda acepción porque se adecua mejor a la concepción de Schumpeter sobre el capitalismo. Con ésta se intenta dar cuenta de una situación general en la que la introducción exitosa de innovaciones en la economía comporta crisis no ya coyunturales, sino constitutivas para todas las relaciones implicadas, cargando un par ‘destruir/crear’ prácticamente fáctico y, por tanto, una tendencia al cambio radical en todas las dimensiones socioeconómicas. Se destruye lo precedente creándose lo nuevo. Es sobre todo por este carácter distintivo que traducir “Creative Destruction” por “Destrucción Creativa”, como se ha hecho a menudo, aun en ediciones recientes en lengua castellana (Schumpeter 2015a, 2015b), puede generar confusión. Schumpeter no habla de destrucciones que puedan crear, sino que crean a la par. “Creativo”, a diferencia de “Creador”, carece de connotaciones fácticas como las señaladas. El creativo puede crear, mientras que el creador crea o, al menos, ha creado.
Al hacer referencia a la Destrucción Creadora no se está apelando a algo o alguien que se limite a poder crear, ni a prometer creaciones, sino que crea, y no sólo de una forma aislada ni uniformemente. De hecho, desde el siglo XVIII hasta la actualidad, ha venido generando una sucesión de lo que a finales del siglo XX economistas inspirados en Schumpeter como Christopher Freeman y Carlota Pérez han llamado paradigmas tecnoeconómicos. Con estos, la Destrucción Creadora deviene una realidad descaradamente visible. El par ‘destruir/crear’ que implica esta realidad propia del capitalismo triunfante supone una experiencia sustantiva, no meramente modal, que es correlativa a los procesos de modernización y a sociedades y subjetividades consiguientes. Hay que señalar que, frente a creaciones pretéritas como el trueque y el dinero, tales procesos comportan el crédito moderno, al que Schumpeter considera el complemento monetario de la innovación [the monetary complement of innovation]. Desde luego, el crédito no supone el fin del dinero, del mismo modo que el dinero no supuso el fin del trueque.
El crédito no se limita a sustituir nada. Se trata de algo radicalmente moderno, pese a sus posibles antecedentes en la historia económica. El crédito es una novedad radical que condicionará incluso una civilización radicalmente nueva: lo que Schumpeter llama una civilización subjetiva. Ahora bien, aunque confuso, no es erróneo entender el crédito como una forma moderna de trueque o de dinero, al menos desde una perspectiva schumpeteriana. El caso es que supone una nueva forma de moneda, cuya esencia moderna radica en la unidad contable. Ya no implica tanto un equivalente físico, del tipo que tal número de animales equivale a tal número de productos textiles (como ocurre con el trueque tradicional) o que tal moneda acuñada equivale a tantas monedas de acuñación diferente (como ocurre con la forma tradicional de dinero), sino a una moneda descorporeizada. Esto supone una contabilidad. Por su parte, la innovación está imbricada en relaciones tales que sólo pueden concebirse como neutras o armonizadoras en el caso de que se confundan las innovaciones y los inventos. Ahora bien, innovar en economía, es decir, emprender con éxito, no es lo mismo que inventar en ningún caso. Pueden darse casi a la vez, como ocurre con un invento que revoluciona las relaciones socioeconómicas, pero es un error identificar innovación e invención. En cualquier caso, obsérvese que las precisiones conceptuales y las repercusiones históricas que Schumpeter le supone al crédito y la innovación cuanto menos convocan a una consideración filosófica, irreductible al tratamiento característico del economista. Él fue totalmente consciente de esto y así lo reivindicó en sus últimos diez años de vida.
Para nuestro autor, la Destrucción Creadora es el hecho esencial del capitalismo [the essential fact about capitalism], al que considera una civilización [civilization] marcada por el emprendimiento creador [creative entrepreneurs]. Esto, a su juicio, es lo que ha generado la mayor parte de innovaciones tecnoeconómicas en su sentido moderno y ha sido condicionado y potenciado por acreedores, a los que identifica con los capitalistas. Donde no hay innovación de este tipo, entendida como creación que destruye relaciones socioeconómicas existentes, tampoco hay capitalismo. Schumpeter llega a estas conclusiones tras comentar y discutir durante décadas, como estudiante y profesor, en Europa y en Estados Unidos, tres tradiciones: el marginalismo, el historicismo y el marxismo. Con todo, esta tercera tradición, y sobre todo la obra de Marx, es lo que más le acabará influyendo en su concepción de la modernidad.
Schumpeter no se compromete con la expresión “Destrucción Creadora”. No acude literalmente a ella cuando la tiene en mente. En la Trilogía de Harvard, que es como llamo al conjunto de sus libros redactados y publicados en Estados Unidos, apela a ella de diferentes maneras. Pero, sin duda, la expresión mencionada es la que más ha arraigado en la literatura sobre la obra schumpeteriana. Con todo, es oportuno remarcar dos aspectos sobre la historia de esta expresión tan tergiversada y que mueve nuestra investigación. Por un lado, ha sido tradicionalmente reprobada por los economistas. Según Samuelson, acaso el principal autor de la Economía como disciplina académica contemporánea, la Destrucción Creadora es básicamente una proyección romántica derivada del carácter artístico y atormentado de Schumpeter (Samuelson 1965, 1981). En este sentido, hay una considerable literatura formada por textos de historiadores de la economía y filósofos que han presentado a nuestro autor como a un nietzscheano, tanto para bien como para mal. Por otro lado, según he podido recoger a lo largo de la investigación, hay al menos dos lecturas diferenciadas sobre la obra schumpeteriana en general y sobre la Destrucción Creadora en particular, a saber: la documental y la revisionista o neoschumpeteriana. Mientras que para la lectura documental la Destrucción Creadora es una visión, lo que permite ver el capitalismo, para la revisionista se trata de algo que corroborar o incluso de una evidencia que, en un caso y en el otro, se puede codificar en pos de la optimización de la economía y la sociedad. Esta segunda lectura ha sido significativamente promocionada por la OCDE.
Este trabajo supone una defensa y una radicalización de la lectura documental de Schumpeter, la cual nos conduce a mantener la siguiente hipótesis general: la Destrucción Creadora es el hecho esencial del capitalismo, como ya dijera nuestro autor reconstruyendo los textos de Marx sobre la modernidad, y en la actualidad comporta al menos uno de dos grandes compromisos, esto es, asumirla como deseo o como principio crítico. En términos prácticos, esto puede sintetizarse en que la experiencia moderna o capitalista implica en nuestros días al menos una de las siguientes asunciones, a saber: o el mito del emprendedor o las políticas fáusticas. Mientras que la primera asunción se manifiesta en unas relaciones generadas por el imperativo “emprende”, según el cual se concibe la realidad bajo la óptica de la empresarialidad hasta el punto de normalizarse la conciencia de ser un “empresario de sí”, de acuerdo a la expresión asociada a Michel Foucault (Foucault 2007), la segunda comporta un compromiso “trágico”, por el que se advierte la imposibilidad histórica de una realidad regida por una razón sustantiva, un tiempo cíclico, un bien común o un utilitarismo eficiente. Como diría Marshall Berman, la política fáustica comporta una conciencia radical del fin del “pequeño mundo”, arrasado de forma irreversible por el capitalismo, y cualquier alternativa que lo ignore no conlleva sino a una política pseudofáustica, tal vez autocomplaciente pero anacrónica (Berman 1988). O, como diría Schumpeter, carente de experiencia histórica [historical experience]. Todo esto supone una serie de cuestiones que han ido delimitando la presente investigación, generando y confirmando su encuadre o marco teórico. Lo expongo a continuación en una serie de puntos.
El primer punto es una crítica a la lectura revisionista de Schumpeter. Según esta lectura, nuestro autor fue un economista pesimista que, pese a sus brillantes intuiciones, no pudo completar sus investigaciones de una forma satisfactoria debido a sus limitaciones para la formalización matemática, la cual rehusó en su obra madura. Los revisionistas consideran que Schumpeter destacó especialmente por sus “opiniones” generales en torno a la innovación, las cuales, no obstante, desarrolló de una manera incompleta y al margen del tecnicismo propio de los economistas profesionales. Es por esto que tratan de actualizarlo con datos y recursos disponibles en la actualidad, desde fórmulas a estadísticas, a fin de poder homologar lo que dijo en su momento dentro de los estándares de la ciencia económica contemporánea y poder citarlo como a un clásico para el estudio de los sistemas de innovación, en el sentido promocionado en el siglo XXI por la OCDE y economistas e ideólogos afines, como Alan Greenspan (Greenspan 2007, OECD-EUROSTAT 2006). Relacionado con esto, un aspecto implícito en el neoschumpeterismo es lo que llamo la asunción del mito del emprendedor. Mediante este mito se postula que el imperativo “¡emprende!” es un criterio para explicar y potenciar la optimización de la economía en cualquier sociedad humana. Dicho imperativo está presente dentro y fuera de la academia y tiene repercusiones diversas y muy notables1 . Y es así como muchos lo defienden y prescriben. En este sentido, la Destrucción Creadora ya no es tanto lo que distingue trágicamente al capitalismo: para los revisionistas, a diferencia de lo sostenido por nuestro autor, es lo que hay que confirmar en la teoría y generar en la práctica.
La lectura revisionista parte de cuatro grandes afirmaciones sobre Schumpeter: que fue un genio que no acabó de desarrollar su obra; que se equivocó al rehusar el formalismo económico en sus análisis; que, por lo precedente, su tesis sobre la obsolescencia de la función emprendedora es errónea, ya que está supuestamente desacreditada por la historia; y que, pese a todo, es un autor que debe ser actualizado incluso frente a lo que él mismo sostuvo en pos de la explicación y la potenciación del crecimiento y el desarrollo económico. Mi defensa y radicalización de la lectura documental implica un rechazo inequívoco de estas afirmaciones.
El segundo punto de mi marco teórico es la defensa de la lectura documental de Schumpeter. Mientras que el criterio principal del neoschumpeterismo es que la Destrucción Creadora es algo que corroborar o incluso una evidencia, el criterio principal de esta segunda lectura es que la Destrucción Creadora es una visión [vision], según las palabras textuales de nuestro autor. Este criterio tiene un triple sentido determinante en mi investigación. Por un lado, implica que la Destrucción Creadora es irreductible a codificación. No hay ni formalismo alguno que pueda agotarla ni programa (político, económico o ético) que pueda garantizar su feliz realización. La Destrucción Creadora es algo que o se ve o no se ve: formalizarla para justificar inferencias de lo que habrá o de lo que ha de haber es un contrasentido. O, por lo menos, implica trastornar el sentido de la obra madura de Schumpeter. En tanto visión, por otro lado, la Destrucción Creadora constituye la experiencia genuina de la modernidad. Experimentarla implica ver el capitalismo, al menos lo que éste tiene de civilización diferenciada. Ni puede verse el capitalismo antes de que éste alcance cierto grado de realización y desarrollo –lo que Schumpeter identifica a “civilización”– ni cabe la posibilidad de dicho grado al margen de lo que contienen los procesos de modernización, esto es, desde la estatalidad moderna a las formas modernas de conocer, pasando por las creaciones artísticas modernas y los ideales éticos modernos. Por lo demás, dado que dicha visión es resultante de la proliferación torrencial de innovaciones tecnoeconómicas, la cual es debida al emprendimiento creador, la Destrucción Creadora es inmanente al capitalismo. Donde éste se da, hay Destrucción Creadora, y a la inversa, sea triunfante (como a partir de la Revolución Industrial y con los sucesivos paradigmas tecnoeconómicos) o no. En la lectura documental, Schumpeter no es sólo un economista: es un historiador y un filósofo que estudia el capitalismo y cuya obra madura todavía está por explorar. Partiendo de todo esto, intento radicalizar esta lectura con las siguientes consideraciones.
1 Es significativo que, durante la elaboración de esta tesis doctoral, Donald Trump y Emmanuel Macron lleguen a presidir las dos repúblicas decanas de la democracia liberal. Por cierto, los procesos fundacionales de ambas se producen mientras Goethe elabora su versión de Fausto, lo cual es también significativo para esta tesis. El caso es que ambos líderes han sido presentados públicamente por los medios de comunicación como emprendedores, pese a tener biografías muy diferentes y puestas en escena incluso contrapuestas entre sí. Es como si lo de “emprendedor” tuviera funciones equivalentes a lo que antaño fueron la “gracia divina” y la “pureza racial”. Igualmente significativos son los resultados de una macroencuesta, que se ha publicado en diversos medios también mientras se ha elaborado esta tesis, en las que se muestra que la mayoría de adolescentes españoles quieren parecerse a Bill Gates, Steve Jobs y Amancio Ortega (Llaneras & Pérez Colomé 2017).