PRÓLOGO
Avances hacia otra economía
Antonio Elizalde Hevia*
Fernando de la Cuadra**
En los años recientes y en particular en las tres últimas décadas, se ha ido haciendo patente un creciente divorcio entre el discurso de las instituciones que gobiernan el operar de la economía global y de las economías nacionales, cada vez más hegemonizado por el discurso neoliberal y un conjunto de experiencias de muy variado alcance y permanencia en el tiempo que se sitúan en las antípodas del quehacer del neoliberalismo. Ya en diversos números anteriores hemos dado cabida a este pensamiento heterodoxo e incluso radicalmente contrario a los ejes que inspiran tanto la teoría como la praxis de la economía y de la gran mayoría de los economistas profesionales.
Federico Aguilera Klink, en Polis 41, sostuvo que, “Los economistas hemos recibido una enseñanza de la economía que nos lleva a no poder relacionar ni comprender adecuadamente las cuestiones que tratamos de estudiar. Hemos aprendido (más bien hemos sido adoctrinados en) una idea de la “naturaleza humana”, en el sentido de que “somos egoístas por naturaleza”, que conduce “naturalmente” a una idea de racionalidad económica y del hombre centrada en la maximización de los beneficios.
En otras palabras, considera al hombre como si sólo fuera un agente racional, entendiendo por racional el que sigue un comportamiento maximizador sin sentimientos ni valores morales que, además, ignora las relaciones con el medio ambiente y se olvida de que dependemos de él. De hecho el medio ambiente desaparece de nuestras estructuras mentales y emocionales gracias al aprendizaje recibido pues aprendemos a no ver lo que tenemos delante ni aquello que es vital para poder vivir como seres humanos.
Hemos perdido la conciencia de nuestra dependencia de la naturaleza y de que somos naturaleza, en definitiva, hemos perdido (nos han enseñado a perder) la conciencia de nosotros mismos y no nos hemos enterado.
“Todos los tramperos disimulan sus trampas (…) Entre los humanos, las trampas se camuflan presentándolas como leyes de la naturaleza. Como por ejemplo la afirmación de que ‘el ser humano es egoísta’, y lo es desde los genes hasta la moral. Una teoría económica ha convertido esta tesis, con el apoyo de las modernas máquinas de cómputo, en una nueva ley natural” (Schirrmacher 2014: 9-10 apud Aguilera Klink 2015: 256).
Sarquís, García y Carrera, en Polis 43 afirman que,
“La crisis ambiental global ha puesto de manifiesto la incompatibilidad intrínseca entre la economía actual y la ecología: los ritmos biológicos -lentos, con horizonte temporal largo- son muy distintos de los económicos -rápidos, con horizonte temporal corto (Elizalde 2009). Un ritmo económico superior al biológico y geológico hoy, sólo puede provocar en el agravamiento de los problemas ambientales -escasez de recursos, pérdida de biodiversidad y efecto invernadero- en favor de rendimientos económicos inmediatos, aumentando la explotación intensiva de los recursos naturales que, en consecuencia, se convierten pronto en recursos no renovables. En tanto los ritmos económicos no se adapten a los biológicos, asistiremos a un progresivo aumento de una degradación ambiental global de consecuencias más que previsibles y en absoluto deseables. Los críticos del “green-wash” afirman que el problema de la propuesta es creer que el crecimiento económico sostenido es una necesidad de la sustentabilidad ambiental y social (Serrano y Martín 2011). El paradigma verde no escapa al concepto económico convencional de crecimiento al infinito: el enfoque está viciado de origen, pues insiste jerarquizar al capital sobre el medio ambiente, al que considera valioso sólo en tanto forma de capital, como otro elemento del balance financiero (Naredo 2002; Elizalde 2009; Gudiño 2012).”
Aguilera Klink nos recuerda asimismo que Polanyi hacía un diagnóstico espléndido a mediados del siglo pasado que apenas ha sido escuchado.
“Hemos sido reducidos a la impotencia por la herencia de una economía de mercado que transmite concepciones simplistas sobre la función y el papel del sistema económico en la sociedad (…) Para superar tales doctrinas, que nublan nuestra mente y nuestro espíritu…es necesario reformar nuestra conciencia (…) El hombre es un ser social (y) jamás fue tan egoísta como querría esta teoría…sus móviles económicos jamás han constituido su único incentivo para trabajar (…) A pesar de ello, nos ocupamos no de las motivaciones efectivas sino de las motivaciones supuestas, no de la psicología sino de la ideología de la actividad económica (…) Las concepciones de la naturaleza humana se basan en la última y no en la primera”. (Polanyi 1947: 52 apud Aguilera Klink 2015: 272).
Hace ya algunos años, un seminario realizado en México que fue convocado por David Barkin sobre los “nuevos paradigmas en las ciencias sociales”, nos permitió hacer un número monográfico de Polis (Nº 33de 2012). Señalábamos allí, “la imposibilidad [de los paradigmas dominantes de resolver] los problemas endémicos de la humanidad: guerra y violencia (fraternidad); pobreza e inequidad social (igualdad); y opresión (libertad). Y afirmamos asimismo que en “las prácticas ancestrales de las comunidades campesinas e indígenas, así como en sus formas actuales de organización y comportamiento, es donde se hallan algunos principios para la construcción de otras sociedades.”
Andrés Piqueras (Polis 24, 2009) sostuvo que:
“Como dice Tilly (1995), si el mundo del trabajo quiere conseguir nuevos derechos colectivos o al menos mantener los que fueron conquistados, debe dejar de referirse o autolimitarse a la dimensión estatal, toda vez que el Estado ya no es el agente regulador básico. Hasta ahora las formas de lucha que afloran del antagonismo latente a un nivel más vasto adquieren expresiones acordes con el capitalismo tardío o senil (“informacional”) en el que nacen, con formas organizativas virtuales, reticulares (tras la descomposición de las formas físicas de reunión y organización tradicionales). De ahí la prevalencia actual de los “arcoíris”, “rizomas”, “redes”, “webs”... Formas de organización muy blanda, muy flexible, con relativamente escasa operatividad y constancia, por el momento. Lejos todavía de poder afectar la esfera productiva, ni apenas ya la circulatoria (salvo en los casos más combativos en las sociedades periféricas, que atentan a menudo contra la realización de la plusvalía -cortes de rutas, ‘puebladas’, plantones en las ciudades, etc.- ya que no contra la generación de la misma –Lucita, 2001-), su intervención está orientada a trabar el orden dado de las cosas (bloqueo de cumbres o de reuniones del Capital, actos de disidencia, desobediencia, protesta, de visibilización de injusticias, de puesta de relieve de las consecuencias depredadoras del Sistema, etc.) [Para abundar sobre estos puntos, Piqueras (2002)].”
David Barkin (2015) destacaba que: “En América Latina hay decenas de millones de personas viviendo en miles de comunidades, crecientemente entrelazadas entre sí, para defenderse y perfeccionar sus estrategias para consolidar sus capacidades de lograr un estilo de vida adecuado para ‘satisfacer’ sus necesidades y para seguir con sus responsabilidades para asegurar un equilibrio en sus ecosistemas. Asimismo, hay más de cien millones de campesinos agrupados en casi cien países en la organización social más grande del mundo “La Vía Campesina” que están adelantando sus propias estrategias para enfrentar la crisis alimentaria (la producción comunitaria y familiar de pequeña escala) (Martínez Torres y Rosset, 2010), mal diagnosticada por las instituciones internacionales (e.g., Rosegrant et al., 2001) y los “mercaderes del grano” (Morgan, 1979) como un problema de la incapacidad de la agroindustria y la agricultura comercial de ‘alimentar al mundo’.” (Polis 41)
Los efectos perniciosos de la civilización del capital y la economía de mercado plantea precisamente la urgencia de pensar alternativas a un padrón de desarrollo que se sustenta en la destrucción de los recursos naturales (la tierra, el agua, el aire, los bosques) y la exclusión y la explotación de una parcela significativa de la humanidad. Ante ello se requiere construir otras economías que cimentadas en los valores de la solidaridad y la cooperación entre los hombres, viabilicen otras modalidades de intercambio que superen las prácticas tradicionales de transacción de equivalentes en mercados crecientemente asimétricos y oligopólicos. Una economía social y solidaria, popular, comunitaria, de reciprocidad, del trabajo y de la vida que ayude a resolver los acuciantes problemas de supervivencia que enfrentan miles de familias en la región y en el planeta. Son experiencias que demuestran que intereses aislados de grupos y personas pueden transformarse en soluciones a escala local y que adquieren una dimensión multiescalar y un carácter global cuando ellas actúan de manera agregada.
En la década de los ochenta surgieron los primeros aportes realizados en América Latina, respecto a otras visiones económicas (Desarrollo a Escala Humana, Economía Popular y Solidaria), que se sumaron a la revaloración de otras lógicas económicas como la economía del don (Marcel Mauss) o la economía campesina (Chayanov, Bartra, Godelier), a los que se fueron agregando a otros aportes teóricos (Economía Ecológica, Economía Relacional, Economía de la Felicidad, etc.), como también fueron visibilizándose otras formas de vivir lo humano propias de los pueblos originarios del continente americano tales como el sumak kawsay; suma qamaña; ivi maräei, küme mogen, entre tantos otros modos de “buen vivir”.
Se ha creado hace ya más de una década el RILESS y la revista Otra Economía, primera revista latinoamericana de difusión de investigaciones vinculadas específicamente a la Economía Social y Solidaria, que pretende ayudar a ampliar el campo de esas luchas sociales al terreno académico, así como difundir, debatir y contribuir a estimular la investigación crítica, teórica y empírica, sistematizando experiencias y aprendiendo de ellas, identificando y debatiendo cuestiones relevantes para los movimientos sociales y fuerzas democráticas que luchan por una economía socialmente consciente y justa, priorizando la vida de todos por sobre la acumulación de capital.
Iniciando la sección Lente de Aproximación, el artículo de Eduardo Aguilar Hernández titulado “Economía solidaria y territorio: Complejizando la propuesta de análisis territorial de Coraggio” se propone indagar sobre el entramado de las relaciones de poder que se producen en el espacio territorial a partir de los aportes sobre economía social y solidaria realizada por el economista argentino José Luis Coraggio. En su ensayo, el autor parte señalando que la producción del territorio es distinta entre aquellas poblaciones que tienen diversas visiones sobre la ocupación del espacio. A una versión dominante que tiene una idea centrista de la ciudad urbana moderna, se conforman otras maneras de pensar el territorio, como es el caso de las comunidades amerindias, para quienes el territorio representa un espacio de identidad, cooperación y solidaridad. La búsqueda de una comprensión dialógica de la producción social del territorio –concluye Aguilar- surge como un corolario necesario para superar los límites del pensamiento hegemónico moderno/capitalista y actuar con una racionalidad acorde a la reproducción de la vida.
En el segundo trabajo de esta sección, “La indigenización del mercado: el caso del intercambio de productos en las comunidades indígenas de Tarapacá en la Amazonía colombiana” un grupo de investigadores asociados alColegio de la Frontera Sur, San Cristóbal de las Casas, México y al Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi, Leticia, Colombia, se dedican a analizar las formas de intercambio de productos de la agrobiodiversidad existente entre las familias que habitan en la región amazónica colombiana. En su estudio los autores destacan que las comunidades que habitan actualmente en el espacio amazónico se destacan por tener prácticas basadas en un sistema productivo de intercambio y autoconsumo que integra los ciclos agroecológicos y climáticos en torno a una lógica de redistribución y relaciones de reciprocidad, pero que a su vez poseen una orientación hacia el mercado. Para mostrar este tipo de prácticas los autores realizaron una Investigación-Acción-Participativa con las comunidades indígenas que habitan en Tarapacá, como una manera de observar in situ las variadas formas en que las familias intercambian y comercian con productos de la agrobiodiversidad presentes en ese territorio. La investigación permitió entender con mayor profundidad los sistemas de intercambio que rigen en los pueblos indígenas amazónicos “como parte de un sistema social que se regula por una dialéctica del valor entre las formas comunitarias y capitalistas que atraviesan, en mayor o menor grado, las formas que la economía indígena ha tomado actualmente.”
A seguir, el profesor Nicolás Gómez Núñez de la Universidad Central de Chile en su trabajo “Reciprocidad y cooperación en las economías latinoamericanas” se propone analizar el principio del Sumac kawsay como elemento convergente y que antecede la noción de economía solidaria. Para abordar esta problemática el autor repasa tres categorías que son relevantes para estudiar el buen vivir y la economía solidaria, a saber: comunidad, sistema ecológico y reciprocidad. Recuperando el concepto de reciprocidad presente en la obra de Marcel Mauss, el autor destaca la importancia de los objetos de intercambio y los tipos de reciprocidad que utilizan las comunidades. En ese contexto, la economía popular y solidaria se posible, debido a que utilizaría elementos provenientes del sentido de vida que surge del sumac kawsay. En ambas perspectivas, el trabajo se torna una actividad de coordinación de capacidades colectivas y también se advierte que el sistema de reciprocidad inserto en el buen vivir y en la economía solidaria supone un espacio en que las economías de mercado no se basan exclusivamente en la obtención de lucro, sino en una diversidad de modalidades de organización que propenden sustancialmente al refuerzo de los lazos sociales entre los miembros de una comunidad.
En el cuarto ensayo de esta sección titulado “Karl Polanyi, pensamiento económico disidente y propuesta teórica”, Pedro Huerta de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano se plantea como propósito revisitar el pensamiento del economista húngaro Karl Polanyi, especialmente en aquellos aspectos que lo alejan de la ortodoxia económica. De manera que el pensamiento disidente de Polanyi se construye fundamentalmente como oposición a aquellas categorías de la ciencia económica convencional que concibe el Homos Economicus moderno como un sujeto maximizador y racionalizador que a través de una lógica aplicada a todos los medios y fines busca la ganancia formada por la articulación de factores sociales y culturales presente en los procesos de producción, distribución y consumo. Ante ello, Polanyi se dedicará a “instalar una concepción del término económico que permita producir los conceptos que requieren las ciencias sociales para la investigación y el análisis de los sistemas económicos empíricos del pasado y del presente”. Su crítica a conceptos abstractos con pretensión universal le permitió elaborar una teoría económica como actividad que se encuentra inserta en todas las esferas de la vida social. Como bien advierte el autor del artículo, el pensamiento disidente del economista húngaro representa un aporte significativo al análisis complejo de la vida económica, a la vez que permite pensar y sostener que otra sociedad y economías son posibles.
Sigue la secuencia con el texto de un grupo de académicos e investigadores de la Universidad Católica del Maule, denominado “Prácticas instituyentes en el espacio vecinal: el barrio como un común”. En su escrito los autores sostienen que se necesita de nuevos enfoques que se preocupen de la dimensión y la escala barrial, los cuales puedan comprender las formas como se producen las múltiples formas de acción de las comunidades y de las organizaciones en el territorio, relevando el uso común del espacio. A partir de una investigación realizada en tres barrios de la ciudad de Talca, Chile, los autores destacan que con todas las dificultades que surgen en la experiencia cotidiana, el fortalecimiento de la capacidad de acción colectiva entre vecinos y vecinas permite generar nuevas relaciones de colaboración en el uso del espacio y de los bienes comunes en los territorios barriales. De esta forma, el barrio emerge en su dimensión de bien común, en donde es la propia comunidad que se preocupa de su gestión y acciona desde abajo al Estado y las políticas públicas orientadas a mejorar la vida de todos sus habitantes. En ese sentido el barrio adquiere una fuerza propia a partir de la producción que realiza la propia comunidad que lo integra por medio de una red de ciudadanos colaboradores que operan en su gestión y funcionamiento. Los autores concluyen apuntando que se podría “hablar de un proceso de constitución del barrio en común, en la medida en que las acciones de la comunidad transitan desde la demanda organizada al Estado, hacia procesos de cogestión cada vez más intensos”.
A su vez Felipe Mardones Cruzat en su ensayo sobre “El espacio para una nueva forma de pensar nuestra economía”, nos invita a emprender una mirada diferente para pensar la economía en la cual el sentimiento de unicidad también debe ser activado. En este escrito se plantea que el capitalismo neoliberal es el resultado natural de una determinada concepción del Ser en nuestra cultura. La idea de un Ser escindido, separado lleva al autor a pensar que en esa concepción de la vida todo lo que me rodea es a lo sumo indiferente hacia mi persona y que probablemente me llegue a ser hostil. En esa perspectiva ya se incuba el paradigma de la competencia, la matriz racional-egoísta que caracteriza a la corriente principal del pensamiento económico clásico. Otra concepción de la vida permitiría entonces abrirse hacia algo nuevo desde el inter-ser y desde una renovada forma de pensar que integre los diferentes aspectos de la vida social y económica de las personas. Por eso es necesario construir una nueva narrativa del inter-ser que nace de la pasión por ser parte de la co-creación de otro mundo. El egoísmo no es malo per se -concluye el autor- si el amor a uno mismo se puede fundir con el interés por lo demás seres humanos y por todas las formas de ser del Universo.
Desde una perspectiva diferente de la visión anterior, en el séptimo trabajo de la serie “La solidaridad imposible: Economía y naturaleza egoísta del ser humano”, el antropólogo Andrés Monares nos entrega su reflexión sobre el comportamiento humano en la cual parte analizando los orígenes teóricos y filosóficos de aquella noción que concibe al ser humano como siendo naturalmente egoísta en contraposición con aquellas visiones que consideran el comportamiento humano como solidario y altruista. En este sentido, el autor destaca que existen otros enfoques que han demostrado la falsedad de este supuesto sobre la naturaleza egoísta de la humanidad destacando la relevancia de las instituciones socioeconómicas que enfatizan la dimensión solidaria de las personas. Desarrollando su explicación, Monares apunta al hecho de que prácticamente no existe curso de economía que no comience con alguna forma de aceptación del egoísmo racional, sin poner en cuestión la necesidad de comprobar esta aseveración que parece surgida de la propia esencia de las cosas. En esa trayectoria argumentativa, este autor destaca la importancia de la reflexión sobre la falsedad de una naturaleza egoísta y de la diversidad cultural humana desde el ámbito académico, aunque también destaca los aspectos sociopolíticos incluidos en el debate, referidos a cómo se quiere vivir y en relación a cuales principios éticos. Por lo mismo, una posición crítica “acerca de los efectos del reduccionismo economicista y su supuesto del egoísmo racional”, no debe venir necesariamente asociada a una narrativa apologética de todo lo étnico o popular subalterno como indicador de un tipo de relación reglada por la solidaridad. Una respuesta podría estar dada por la búsqueda de un ámbito de trabajo teórico-práctico que recupere la diversidad cultural en los más variados sistemas de sustento de la vida.
En el octavo trabajo de este dossier, la académica Chloé Nicolas-Artero nos entrega “Las organizaciones comunitarias de agua potable rural en América Latina: un ejemplo de economía substantiva”, en el cual expone las formas de cooperación existentes en la gestión comunitaria del agua en localidades rurales de Chile. Partiendo de una perspectiva comprensiva y pluri-escalar, el presente estudio aborda las relaciones económicas sociales y políticas que permiten la conformación de vínculos solidarios en torno al uso del recurso agua, en el marco de la construcción de un tipo de economía substantiva, según el enfoque desarrollado y difundido por Polanyi. La autora recupera la noción de Polanyi para analizar a partir de su matriz teórica las formas de mercantilización y privatización del agua, que responden precisamente a la aplicación de la dimensión formal de la economía. Diferentemente de lo anterior, esta antropóloga económica pretende demostrar en su investigación que los comités de agua rural que se han mantenido en Chile -pese a la privatización extrema de este recurso- representan una forma de economía substantiva en la producción del servicio de agua potable, capaz de incorporar articuladamente los tres principios de integración económica: reciprocidad, redistribución e intercambio. No obstante la constatación de conflictos al interior de las comunidades, la autora pondera que ellos son necesarios para la mantención de un sistema de economía substantiva que se asienta en una estructura de redes de auto-formación alimentadas por una memoria colectiva en torno a la patrimonialización del recurso agua y para la de fensa en conjunto de otras modalidades de producir el agua potable alternativa.
Por su parte, la investigadora argentina Daniela Pessolano en su artículo “Economía de la vida. Aportes de estudios feministas y de género”, se propone reflexionar acerca de las relaciones entre economía y reproducción a la luz de los aportes de los estudios feministas y de género. Partiendo por una exposición de las limitaciones presentadas por el pensamiento económico ortodoxo, la autora destaca la existencia de otros enfoques alternativos que intentan colocar la centralidad de las diversas formas de reproducción de la vida.
Para Pessolano, “los estudios feministas y de género constituyen un ejemplo de estas miradas alternativas ya que al recuperar las prácticas de trabajo de las mujeres colaboran con la comprensión más acabada de la vida económica”. Es decir, junto con otras corrientes que se apoyan en prácticas concretas realizadas por distintos actores sociales (campesinos, pueblos originarios, comunidades barriales y sectores populares urbanos) el papel desempeñado por las mujeres en las tareas reproductivas y no remuneradas también representa un aporte significativo para una comprensión más profunda y compleja de la vida económica y de su vínculo con la reproducción social. Rescatando un relevante número de contribuciones de los estudios feministas, la economía feminista, el feminismo económico y los estudios de género, la autora busca visibilizar en su trabajo todos aquellos procesos económicos no monetarios y no mercantiles en los cuales las mujeres tienen una actuación central para la formación de la economía “realmente existente” que permite la reproducción de la vida en su sentido más amplio y de la vida humana en particular.
En la décima contribución de esta sección, Julián Porras Bulla escribe sobre “Otros trabajos y otros trabajadores en Barcelona”, donde plantea analizar las modalidades en que se presenta el trabajo informal y la economía popular entre los inmigrantes subsaharianos que se dedican a la recolección de basura (chatarreros) en la capital de Cataluña. Apoyado en una revisión bibliográfica pertinente, Porras parte constatando la perdida de centralidad del trabajo en las sociedades contemporáneas. En ese contexto, el trabajo informal viene a suplir una carencia sistémica producida por las sociedades modernas. Estos otros trabajos y los otros trabajadores representan, para ciertos enfoques, un problema que debe ser ocultado, disminuido o simplemente eliminado. Por el contrario, el autor de la presente investigación comprobó en terreno que la actividad de los chatarreros no solamente se encuentra limitada a la recogida y venta de residuos, sino que cumple una importante función social articulada con otras actividades económicas, a la vez que representa un factor de dignidad e independencia económica adquirida por medio del trabajo. Junto con ello, las diversas tareas asumidas colectivamente generan un espacio de fortalecimiento de los vínculos sociales que les permite a los inmigrantes subsaharianos salir del aislamiento y la atomización. Tal como acertadamente concluye el autor “No es necesaria una glorificación del trabajo, sin embargo, es necesario resignificar el trabajo en una época en la que el modo de acumulación dominante excluye a la mayor parte de esfuerzos y transformaciones que hacemos las personas en este sistema”.
Continuando con la secuencia, el estudio de Hernando Sáenz Acosta titulado “La subjetivación de las relaciones económicas. Reflexiones para una tipología de mercados informales de arrendamiento residencial”, explora los sistemas informales de los mercados de arrendamiento que existen en algunos barrios de la ciudad de Bogotá con la finalidad de elaborar una tipología de dichos mercados informales. Esta investigación se sustenta en la hipótesis de que las redes de relaciones en los mercados de arrendamiento ocupan un lugar primordial para que los diversos agentes puedan personalizar o subjetivar una relación de mercado que en principio es anónima e individual, pero que adquiere un carácter diferente al cruzarse con relaciones de parentesco y amistad. Por medio de esta subjetivación las personas y familias pueden “acceder a una vivienda en arriendo, incidir en la determinación del precio y/o aplicar mecanismos de resolución de conflictos que no necesariamente sean tramitados desde el Estado”. Por lo mismo -concluye el autor- un aspecto que define estos mercados de arrendamiento en barrios informales es la subjetivación de la relación económica como estrategia desarrollada por las familias con el ánimo de garantizar la reproducción ampliada de la vida humana.
Finalizando la sección monográfica, el investigador y académico Iván Valenzuela Espinoza de la Universidad Arturo Prat, escribe sobre “Karl Polanyi y la teoría social en América Latina: avances, desarrollos y desafíos actuales”. En su trabajo el autor realiza un balance sobre los usos de la perspectiva teórica de Polanyi y su aplicación en Latinoamérica. En ese sentido, destaca Valenzuela, el economista húngaro pone el énfasis en aquello que denomina como “la primacía de lo social” frente a la falacia economicista que negligencia los aspectos interactivos y de reciprocidad que se encuentran embutidos o “incrustados” en las relaciones económicas. Para Polanyi, el error de esta falacia economicista consiste, entre otras cosas, en la creencia de que lucro fue siempre una motivación preferencial en la vida de las sociedades y que la economía de mercado siempre las haya dominado. Frente a esto, el argumento de Polanyi ha sido que lo importante a ser relevado es el papel desempeñado por las instituciones sociales, políticas y culturales, que son aquellas que modelan y dan forma al funcionamiento de la economía en lugar de las alardeadas leyes del mercado. En sus conclusiones, Valenzuela puntualiza finalmente que existen valiosas lecciones desde la perspectiva neo-polanyiana, tanto en lo que dice relación con una mejor comprensión del neoliberalismo en la región, como con respecto a los diversos esfuerzos en favor de estrategias alternativas y democráticas que se plantean en un escenario post-neoliberal.
El presente número 45 de Revista Polis continúa con dos artículos del apartado denominado Cartografías para el futuro y seguidamente con otros seis trabajos incluidos en la sección Propuestas y avances de investigación. Por último, la actual edición de nuestra revista se completa con las reseñas de dos libros publicados recientemente.
Correspondencia a: