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jueves, 4 de agosto de 2022

LA DESTRUCCIÓN CREADORA DE SCHUMPETER



LA DESTRUCCIÓN CREADORA DE SCHUMPETER 

Su significado histórico y su proyección actual 

Joan Morro 


Introducción 

La presente tesis doctoral es el resultado de una investigación que intenta aclarar un concepto cuyo principal autor, Joseph A. Schumpeter, es generalmente ignorado por filósofos y simplificado por economistas: el de la Destrucción Creadora. En base a esto, mi objetivo de partida fue responder a las siguientes preguntas de una manera articulada: ¿Qué es la Destrucción Creadora de la que habla Schumpeter? ¿En qué contexto y cómo se origina? ¿Dónde se reconoce en la actualidad? Las tres son igualmente constitutivas de este trabajo doctoral. Es preciso añadir que, a lo largo de la investigación realizada para responderlas, fue surgiendo un objetivo ulterior, a saber: establecer unas bases sólidas para una teoría crítica de los procesos de modernización y, por tanto, una filosofía política para nuestro tiempo, sin identificarlo ingenuamente con el presente inmediato. De aquellas cuestiones a estas metas: tal es lo que se ha afrontado con este trabajo. 

Schumpeter acuña la expresión “Creative Destruction” en Estados Unidos poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Por entonces daba clases de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad de Harvard, una institución donde fue profesor y supervisor de algunos de los principales economistas académicos del siglo XX (Paul A. Samuelson, Paul Sweezy, John K. Galbraith, Alvin Hansen, James Tobin, Nicholas Georgescu-Roegen, etc.). Durante esas fechas, mientras dicha institución se convertía en una cantera mundial de pensamiento económico keynesiano, Schumpeter era el único profesor que enseñaba a Marx en una facultad estadounidense de Economía. Este dato es clave para entender la Destrucción Creadora. 

Es en Capitalism, Socialism, and Democracy, de 1942, donde la expresión “Creative Destruction” aparece publicada por primera vez. Ésta ha sido traducida al castellano como “Destrucción Creativa” y “Destrucción Creadora”. En este estudio, opto por la segunda acepción porque se adecua mejor a la concepción de Schumpeter sobre el capitalismo. Con ésta se intenta dar cuenta de una situación general en la que la introducción exitosa de innovaciones en la economía comporta crisis no ya coyunturales, sino constitutivas para todas las relaciones implicadas, cargando un par ‘destruir/crear’ prácticamente fáctico y, por tanto, una tendencia al cambio radical en todas las dimensiones socioeconómicas. Se destruye lo precedente creándose lo nuevo. Es sobre todo por este carácter distintivo que traducir “Creative Destruction” por “Destrucción Creativa”, como se ha hecho a menudo, aun en ediciones recientes en lengua castellana (Schumpeter 2015a, 2015b), puede generar confusión. Schumpeter no habla de 14 destrucciones que puedan crear, sino que crean a la par. “Creativo”, a diferencia de “Creador”, carece de connotaciones fácticas como las señaladas. El creativo puede crear, mientras que el creador crea o, al menos, ha creado. 

Al hacer referencia a la Destrucción Creadora no se está apelando a algo o alguien que se limite a poder crear, ni a prometer creaciones, sino que crea, y no sólo de una forma aislada ni uniformemente. De hecho, desde el siglo XVIII hasta la actualidad, ha venido generando una sucesión de lo que a finales del siglo XX economistas inspirados en Schumpeter como Christopher Freeman y Carlota Pérez han llamado paradigmas tecnoeconómicos. Con estos, la Destrucción Creadora deviene una realidad descaradamente visible. El par ‘destruir/crear’ que implica esta realidad propia del capitalismo triunfante supone una experiencia sustantiva, no meramente modal, que es correlativa a los procesos de modernización y a sociedades y subjetividades consiguientes. Hay que señalar que, frente a creaciones pretéritas como el trueque y el dinero, tales procesos comportan el crédito moderno, al que Schumpeter considera el complemento monetario de la innovación [the monetary complement of innovation]. Desde luego, el crédito no supone el fin del dinero, del mismo modo que el dinero no supuso el fin del trueque. 

El crédito no se limita a sustituir nada. Se trata de algo radicalmente moderno, pese a sus posibles antecedentes en la historia económica. El crédito es una novedad radical que condicionará incluso una civilización radicalmente nueva: lo que Schumpeter llama una civilización subjetiva. Ahora bien, aunque confuso, no es erróneo entender el crédito como una forma moderna de trueque o de dinero, al menos desde una perspectiva schumpeteriana. El caso es que supone una nueva forma de moneda, cuya esencia moderna radica en la unidad contable. Ya no implica tanto un equivalente físico, del tipo que tal número de animales equivale a tal número de productos textiles (como ocurre con el trueque tradicional) o que tal moneda acuñada equivale a tantas monedas de acuñación diferente (como ocurre con la forma tradicional de dinero), sino a una moneda descorporeizada. Esto supone una contabilidad. Por su parte, la innovación está imbricada en relaciones tales que sólo pueden concebirse como neutras o armonizadoras en el caso de que se confundan las innovaciones y los inventos. Ahora bien, innovar en economía, es decir, emprender con éxito, no es lo mismo que inventar en ningún caso. Pueden darse casi a la vez, como ocurre con un invento que revoluciona las relaciones socioeconómicas, pero es un error identificar innovación e invención. En cualquier caso, obsérvese que las precisiones conceptuales y las repercusiones históricas que Schumpeter le supone al crédito y la innovación cuanto menos convocan a una consideración filosófica, 15 irreductible al tratamiento característico del economista. Él fue totalmente consciente de esto y así lo reivindicó en sus últimos diez años de vida. 

Para nuestro autor, la Destrucción Creadora es el hecho esencial del capitalismo [the essential fact about capitalism], al que considera una civilización [civilization] marcada por el emprendimiento creador [creative entrepreneurs]. Esto, a su juicio, es lo que ha generado la mayor parte de innovaciones tecnoeconómicas en su sentido moderno y ha sido condicionado y potenciado por acreedores, a los que identifica con los capitalistas. Donde no hay innovación de este tipo, entendida como creación que destruye relaciones socioeconómicas existentes, tampoco hay capitalismo. Schumpeter llega a estas conclusiones tras comentar y discutir durante décadas, como estudiante y profesor, en Europa y en Estados Unidos, tres tradiciones: el marginalismo, el historicismo y el marxismo. Con todo, esta tercera tradición, y sobre todo la obra de Marx, es lo que más le acabará influyendo en su concepción de la modernidad. 

Schumpeter no se compromete con la expresión “Destrucción Creadora”. No acude literalmente a ella cuando la tiene en mente. En la Trilogía de Harvard, que es como llamo al conjunto de sus libros redactados y publicados en Estados Unidos, apela a ella de diferentes maneras. Pero, sin duda, la expresión mencionada es la que más ha arraigado en la literatura sobre la obra schumpeteriana. Con todo, es oportuno remarcar dos aspectos sobre la historia de esta expresión tan tergiversada y que mueve nuestra investigación. Por un lado, ha sido tradicionalmente reprobada por los economistas. Según Samuelson, acaso el principal autor de la Economía como disciplina académica contemporánea, la Destrucción Creadora es básicamente una proyección romántica derivada del carácter artístico y atormentado de Schumpeter (Samuelson 1965, 1981). En este sentido, hay una considerable literatura formada por textos de historiadores de la economía y filósofos que han presentado a nuestro autor como a un nietzscheano, tanto para bien como para mal. Por otro lado, según he podido recoger a lo largo de la investigación, hay al menos dos lecturas diferenciadas sobre la obra schumpeteriana en general y sobre la Destrucción Creadora en particular, a saber: la documental y la revisionista o neoschumpeteriana. Mientras que para la lectura documental la Destrucción Creadora es una visión, lo que permite ver el capitalismo, para la revisionista se trata de algo que corroborar o incluso de una evidencia que, en un caso y en el otro, se puede codificar en pos de la optimización de la economía y la sociedad. Esta segunda lectura ha sido significativamente promocionada por la OCDE. 

Este trabajo supone una defensa y una radicalización de la lectura documental de Schumpeter, la cual nos conduce a mantener la siguiente hipótesis general: la Destrucción Creadora es el hecho esencial del capitalismo, como ya dijera nuestro autor reconstruyendo los textos de Marx sobre la modernidad, y en la actualidad comporta al menos uno de dos grandes compromisos, esto es, asumirla como deseo o como principio crítico. En términos prácticos, esto puede sintetizarse en que la experiencia moderna o capitalista implica en nuestros días al menos una de las siguientes asunciones, a saber: o el mito del emprendedor o las políticas fáusticas. Mientras que la primera asunción se manifiesta en unas relaciones generadas por el imperativo “emprende”, según el cual se concibe la realidad bajo la óptica de la empresarialidad hasta el punto de normalizarse la conciencia de ser un “empresario de sí”, de acuerdo a la expresión asociada a Michel Foucault (Foucault 2007), la segunda comporta un compromiso “trágico”, por el que se advierte la imposibilidad histórica de una realidad regida por una razón sustantiva, un tiempo cíclico, un bien común o un utilitarismo eficiente. Como diría Marshall Berman, la política fáustica comporta una conciencia radical del fin del “pequeño mundo”, arrasado de forma irreversible por el capitalismo, y cualquier alternativa que lo ignore no conlleva sino a una política pseudofáustica, tal vez autocomplaciente pero anacrónica (Berman 1988). O, como diría Schumpeter, carente de experiencia histórica [historical experience]. Todo esto supone una serie de cuestiones que han ido delimitando la presente investigación, generando y confirmando su encuadre o marco teórico. Lo expongo a continuación en una serie de puntos. 

El primer punto es una crítica a la lectura revisionista de Schumpeter. Según esta lectura, nuestro autor fue un economista pesimista que, pese a sus brillantes intuiciones, no pudo completar sus investigaciones de una forma satisfactoria debido a sus limitaciones para la formalización matemática, la cual rehusó en su obra madura. Los revisionistas consideran que Schumpeter destacó especialmente por sus “opiniones” generales en torno a la innovación, las cuales, no obstante, desarrolló de una manera incompleta y al margen del tecnicismo propio de los economistas profesionales. Es por esto que tratan de actualizarlo con datos y recursos disponibles en la actualidad, desde fórmulas a estadísticas, a fin de poder homologar lo que dijo en su momento dentro de los estándares de la ciencia económica contemporánea y poder citarlo como a un clásico para el estudio de los sistemas de innovación, en el sentido promocionado en el siglo XXI por la OCDE y economistas e ideólogos afines, como Alan Greenspan (Greenspan 2007, OECD-EUROSTAT 2006). Relacionado con esto, un aspecto implícito en el neoschumpeterismo es lo que llamo la asunción del mito del emprendedor. Mediante este mito se postula que el imperativo “¡emprende!” es un criterio para explicar y potenciar la optimización de la economía en cualquier sociedad humana. Dicho imperativo está presente dentro y fuera de la academia y tiene repercusiones diversas y muy notables1 . Y es así como muchos lo defienden y prescriben. En este sentido, la Destrucción Creadora ya no es tanto lo que distingue trágicamente al capitalismo: para los revisionistas, a diferencia de lo sostenido por nuestro autor, es lo que hay que confirmar en la teoría y generar en la práctica. 

La lectura revisionista parte de cuatro grandes afirmaciones sobre Schumpeter: que fue un genio que no acabó de desarrollar su obra; que se equivocó al rehusar el formalismo económico en sus análisis; que, por lo precedente, su tesis sobre la obsolescencia de la función emprendedora es errónea, ya que está supuestamente desacreditada por la historia; y que, pese a todo, es un autor que debe ser actualizado incluso frente a lo que él mismo sostuvo en pos de la explicación y la potenciación del crecimiento y el desarrollo económico. Mi defensa y radicalización de la lectura documental implica un rechazo inequívoco de estas afirmaciones. 

El segundo punto de mi marco teórico es la defensa de la lectura documental de Schumpeter. Mientras que el criterio principal del neoschumpeterismo es que la Destrucción Creadora es algo que corroborar o incluso una evidencia, el criterio principal de esta segunda lectura es que la Destrucción Creadora es una visión [vision], según las palabras textuales de nuestro autor. Este criterio tiene un triple sentido determinante en mi investigación. Por un lado, implica que la Destrucción Creadora es irreductible a codificación. No hay ni formalismo alguno que pueda agotarla ni programa (político, económico o ético) que pueda garantizar su feliz realización. La Destrucción Creadora es algo que o se ve o no se ve: formalizarla para justificar inferencias de lo que habrá o de lo que ha de haber es un contrasentido. O, por lo menos, implica trastornar el sentido de la obra madura de Schumpeter. En tanto visión, por otro lado, la Destrucción Creadora constituye la experiencia genuina de la modernidad. Experimentarla implica ver el capitalismo, al menos lo que éste tiene de civilización diferenciada. Ni puede verse el capitalismo antes de que éste alcance cierto grado de realización y desarrollo –lo que Schumpeter identifica a “civilización”– ni cabe la posibilidad de dicho grado al margen de lo que contienen los procesos de modernización, esto es, desde la estatalidad moderna a las formas modernas de conocer, pasando por las creaciones artísticas modernas y los ideales éticos modernos. Por lo demás, dado que dicha visión es resultante de la proliferación torrencial de innovaciones tecnoeconómicas, la cual es debida al emprendimiento creador, la Destrucción Creadora es inmanente al capitalismo. Donde éste se da, hay Destrucción Creadora, y a la inversa, sea triunfante (como a partir de la Revolución Industrial y con los sucesivos paradigmas tecnoeconómicos) o no. En la lectura documental, Schumpeter no es sólo un economista: es un historiador y un filósofo que estudia el capitalismo y cuya obra madura todavía está por explorar. Partiendo de todo esto, intento radicalizar esta lectura con las siguientes consideraciones. 

En efecto, ya como consideración, el tercer punto de mi marco teórico apunta a sostener que la Destrucción Creadora está presente en la obra de Marx. Esto es algo que no sólo se desprende de los estudios y comentarios de Schumpeter, que es en lo que debe centrarse una lectura documental como la señalada: nuestro autor insiste expresamente en ello en su obra madura. Asimismo, es algo que puede confirmarse comparando las obras de ambos autores y a lo que han aludido algunos estudiosos, especialmente académicos marxistas anglosajones, desde Paul Sweezy a Tom Bottomore. Pienso que este punto es insoslayable para cualesquiera investigaciones futuras que quieran profundizar, defender o criticar la Destrucción Creadora. Igualmente insoslayable, especialmente para contraponerlos, es que Schumpeter remarca que Marx no supo explicar dicha visión. Según nuestro autor, la razón principal de esto es haber carecido de una teoría del emprendimiento, en buena parte debido al hecho de que Marx heredó acríticamente la distinción entre propietario (capitalista) y productor (trabajador) de la Economía Política británica. Este dualismo socioeconómico le impidió entender la función emprendedora. 

Cuarto, la idea de visión que se ha señalado le adviene a Schumpeter al intentar encajar a Marx en la historia del análisis económico. Nuestro autor entiende que toda visión es heredada, que está presente al investigar cualquier asunto y que sólo somos propiamente conscientes de ella al encontrarle un antecedente, es decir, al advertirla en la exposición articulada de algún investigador cuyo trabajo sea anterior a nuestra propia investigación. Es como si sólo rastreando en el pasado pudiéramos reconocer por qué vemos como vemos. Pues bien, además de reconocer que Marx es su antecedente en cuanto a la visión que él mismo reconoce en sus investigaciones, Schumpeter defiende que hay un antes y un después de Marx en la historia del análisis económico. Los autores precedentes partían de una visión diferente, una visión del equilibrio, por la que la economía se considera cuanto menos potencialmente equilibrada. Se trata de una visión presente desde que hay registros sobre asuntos económicos y que, en cierto modo, es secularizada por Adam Smith a partir de su recepción de la escolástica cristiana. El resultado de esta secularización puede considerarse un postulado de la economía convencional, que arranca con el mencionado autor escocés. Quizás por esto Marx no fue consciente de su propia visión, al ser el primer analista de la economía que vio la Destrucción Creadora, si bien él también la heredó. En cualquier caso, la ciencia económica contemporánea no sólo se constituye en buena parte frente a Marx y desarrollando a Adam Smith: también postulando la visión del equilibrio. Y como ocurrirá con Friedrich A. von Hayek –cuyo maestro, Ludwig von Mises, estudió con Schumpeter en Viena– incluso se llega a reivindicar el pensamiento escolástico nada menos que recogiendo el Nobel de Economía (Hayek 1989). Es por todo esto que Schumpeter llega prácticamente a concluir que hay dos grandes visiones en la historia del análisis económico: la presentada por Marx y la tradicional. 

Quinto, en línea directa con el precedente, aunque su autor fuera políticamente conservador y un admirador del capitalismo decimonónico, la obra schumpeteriana no sólo choca con la síntesis neoclásica que encarna significativamente el trabajo académico de Samuelson, sino también con la Escuela Austríaca y con la economía convencional que arranca con Adam Smith y David Ricardo. De hecho, estos autores supuestamente novedosos interpretan en términos seculares la idea de equilibrio, cultivada tradicionalmente por la escolástica, es decir, por un pensamiento desarrollado con anterioridad –y posteriormente de espaldas– a la historia y los conflictos derivados de la Revolución Industrial. No ven el capitalismo, y mucho menos los resultados de su triunfo, aunque vivan en presencia de éste. Todo esto ha llevado a que economistas contemporáneos de primera línea como Joseph E. Stiglitz presenten a Schumpeter como un outsider de la Economía (Stiglitz 2015). Pero consideraciones como ésta no pueden disimular que nuestro autor comparte la misma visión que Marx sobre el capitalismo, a pesar de que ambos no compartieran ideología. 

Sexto, la experiencia genuina de la modernidad, que Schumpeter sugiere como la visión de la Destrucción Creadora, antes que en Max, ya está presente en la obra de Johann Wolfgang von Goethe. Concretamente, en su Fausto. Esta tragedia moderna es proyectada, redactada y publicada en un periodo en el que coinciden producciones como el arraigamiento del primer paradigma tecnoeconómico con la expansión de la Revolución Industrial, los textos fundacionales de la Economía Política, especialmente de Adam Smith y Ricardo pero también de fisiócratas como François Quesnay y Jean-Baptiste Say, y de las ideas liberales y del capitalismo en territorio germánico. Asimismo, hay en dicha obra la representación de una transición que no puede ser obviada, a saber: Fausto tiene una visión del equilibrio hasta que se compromete con Mefistófeles, cuyo pacto por escrito no es una mera licencia del poeta. A partir de dicho pacto, Fausto deviene un arquetipo literario de la Destrucción Creadora. 

Esta lectura que relaciona el Fausto de Goethe con la Destrucción Creadora de Schumpeter ha sido explícitamente remarcada por David Harvey, quien, siguiendo a otros autores marxistas como György Lukács y Marshall Berman, entiende que la versión que el poeta alemán presenta de Fausto representa la Destrucción Creadora en tanto que personificación de los procesos de modernización (Harvey 1990). No es casual que sean los seguidores de Marx quienes más hayan insistido en las condiciones históricas y trágicas de la Destrucción Creadora hasta el punto de presentarla como algo independiente de la teoría, así como reconocible en expresiones artísticas, e irreductible al trabajo de los economistas convencionales, quienes normalmente desconsideran aspectos fundamentales de las relaciones socioeconómicas modernas en pos de formalismos. De hecho, sin haber hecho referencias explícitas a Goethe, Schumpeter ya presentó la Destrucción Creadora en estos términos en Capitalism, Socialism and Democracy, donde, además de dedicar casi tres cuartas partes del texto a la obra de Marx, la posibilidad del socialismo y la historia política del marxismo, acusa a los economistas profesionales de no atender pormenorizadamente a los problemas históricos y a los efectos transformadores del capitalismo. Tal como lo plantea nuestro autor, están cegados por postular el equilibrio en las relaciones socioeconómicas. 

Séptimo, la experiencia genuina de la modernidad, representada por el personaje goetheano de Fausto, implica lo que llamo el sustrato, que siempre es “sustrato de conocimiento”. Por éste entiendo algo similar a lo que Lukács llama “ser social”, el cual se contrapone a la “conciencia social” apelada por autores como Max Weber, por un lado, y, por otro, implica unas condiciones comunes para la sociedad y la subjetividad, siendo así irreductible a cualquier suerte de “voluntad” (individual, histórica, cósmica, etc.), y cuyo estudio depende de un método que Schumpeter, siguiendo muy probablemente al mencionado filósofo húngaro, llama la “quintaesencia del marxismo”; un método cuya exposición más clara se encuentra, como recordara Lukács, en el prefacio que Marx escribe en 1859 para su Contribución a la Crítica de la Economía Política. 

Schumpeter sugiere que el sustrato de la Destrucción Creadora, de la experiencia genuina de la modernidad, de lo que permite ver la civilización capitalista, puede retrotraerse a la época en la que surge una simbiosis radical entre el crédito y el emprendimiento creador, esto es, entre finales de la Edad Media y principios del Renacimiento. No es nada casual que esta simbiosis sea la que representa magistralmente Goethe con su versión del Fausto: mientras Mefistófeles representa al acreedor moderno, al capitalista, Fausto representa la condición humana afectada por el emprendimiento creador. Se trata de dos personajes representativos de los procesos de modernización que subyacen a las teorizaciones y reflexiones de Schumpeter y por los que pueden rastrearse ciertas continuidades históricas relativas a la sociedad y la subjetividad a fin de justificar la idea de capitalismo como civilización. 

Octavo, lo que tiene de novedoso la época de Goethe para la filosofía política contemporánea no es ya que las innovaciones tecnoeconómicas comiencen a generar paradigmas, que la Economía Política devenga una disciplina académica y que el capitalismo comience a revolucionar lo que después será el II Reich, sino la crisis irreversible del utilitarismo. Si bien éste empieza a presentarse entonces como una opción política y ética, sobre todo a partir de la difusión de la obra de Jeremy Bentham, Schumpeter lo remonta a Tomás de Aquino y a cómo éste y los escolásticos fundamentan un presunto “Bien Común” promocionado desde el Renacimiento a la actualidad. Se trata, no obstante, de un vestigio de la sociedad precapitalista que supone la visión del equilibrio, la cual deviene simplemente incompatible con una lectura crítica de la sociedad y la subjetividad a partir de los tiempos de Goethe. Entonces la Destrucción Creadora pasa a ser la única visión adecuada para entender las relaciones socioeconómicas en expansión. 

Noveno, la Destrucción Creadora no fue propiamente pensable antes de la expansión de la Revolución Industrial, si bien es anterior a ésta. Aunque su sustrato se remonte a antes del Renacimiento y la subjetividad y la sociedad capitalistas puedan advertirse ya en obras como Robinson Crusoe de Daniel Defoe y La fábula de las abejas de Bernard de Mandeville, la experiencia genuina de la modernidad supone el pensamiento evolucionista para poder ser representada, sea mediante personajes o conceptos, sea desde relatos o teorías. En efecto, no puede haber capitalismo sin evolución ni proyectarse un todo-en-evolución sujeto al par ‘destruir/crear’, que es como se proyecta el capitalismo cuando se reconoce que su hecho esencial es la Destrucción Creadora, sin un pensamiento evolucionista. Y dicho pensamiento, que dista tanto de cualquier presunto “eterno retorno” como de posibilitar concepciones homogéneas (ahí están, por ejemplo, los evolucionismos de Condorcet, de Comte, de Hegel, de Darwin, de Schmoller, etc.), no arraiga antes de finales del siglo XVIII. Es por entonces, en la época en que Goethe elabora su Fausto, cuando el tiempo cíclico es destruido y comienza a arraigar una concepción evolutiva del tiempo. Es ésta la que hará posible una idea clave para entender el capitalismo al margen de cualquier equilibrio general, sea de partida 22 (macroeconomía, keynesianismo) o de llegada (microeconomía, marginalismo), y de la que Marx será el primero en tomarse radicalmente en serio, a saber: la del ciclo económico. 

El último de los puntos que considero más importante remarcar para el encuadre de mi investigación es negar algunas de las valoraciones, más o menos originales, que se han hecho en los últimos años sobre la Destrucción Creadora. Schumpeter verbaliza la experiencia genuinamente moderna y de su obra madura cabe inferir lo siguiente: los procesos de modernización, que pueden identificarse con la civilización capitalista, implican una tragedia generalizada y carente de cualquier tipo de teleología o deontología efectiva. La visión de la Destrucción Creadora depende radicalmente de relaciones históricas concretas y conflictivas que se generalizan y que podrían extinguirse; así como el “Bien Común” y el “eterno retorno” devinieron vestigios de ciertas civilizaciones pretéritas, la experiencia genuina de la modernidad es una experiencia estrictamente moderna, capitalista. Es por esto que no tiene sentido suponer la Destrucción Creadora ni como una suerte de percepción arquetípica más o menos innata en nuestra especie, ni como la secularización de ciertas nociones teológicas, ni como la base para una ontología general, tal como han sostenido algunos autores que se discuten en este trabajo. 

Indicados los principales puntos para encuadrar la presente investigación doctoral, procurando con ello defender y radicalizar la lectura documental de Schumpeter en contraposición a las lecturas revisionistas o neoschumpeterianas dominantes, paso a justificar el subtítulo de la presente tesis en relación con una serie de cuestiones que, además de conformar la estructura de mi investigación, resultan pertinentes para las investigaciones y los debates abiertos en el marco académico en el que he realizado esta tesis doctoral. En primer lugar, el significado histórico de la Destrucción Creadora y, por tanto, la pregunta por cómo se origina la experiencia genuina de la modernidad y llega hasta nuestros días, siguiendo a Schumpeter, nos lleva al intento de articular cuatro fenómenos capitalistas todavía desconsiderados por la conceptualización filosófica: el emprendimiento creador, el crédito moderno, la sincronización de la producción y los paradigmas tecnoeconómicos. En segundo lugar, el estado actual de tales fenómenos capitalistas –ya que no responden a formas absolutas o inamovibles, puesto que son radicalmente históricas– es constitutivo no sólo de lo que llamo la fase infoindustrial del capitalismo, sino de, como ya he avanzado, un compromiso más o menos tácito o enfático bien con el mito del emprendedor, bien con las políticas fáusticas. Valgan las siguientes aclaraciones. 

Primero, pese a su abusiva presencia en el capitalismo contemporáneo, el emprendimiento no comporta un concepto unívoco; obviar esto no es sino uno de los efectos del mito del  [.....] 


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SCHUMPETER, INNOVACIÓN Y DETERMINISMO TECNOLÓGICO

 SCHUMPETER, INNOVACIÓN Y DETERMINISMO TECNOLÓGICO

RESUMEN 

En el siguiente artículo se muestran, de una parte, los aportes de Schumpeter en la construcción de una teoría del Desarrollo económico fundamentada en los procesos de innovación y desarrollos Tecnológicos y en el cambio socio-cultural. En segunda lugar, se plantea cómo los posteriores desarrollos (específicamente de corte Neoclásico) cayeron en un determinismo tecnológico al aislar del Desarrollo económico el elemento socio-cultural. 

PALABRAS CLAVES: Desarrollo económico, Innovación, Desarrollo Tecnológico. 

ABSTRACT 

In the following article they are shown, of a part, the contributions of Schumpeter in the construction of a theory of the economic Development based in the innovation processes and Technological developments and in the socio-cultural change. In second place, he/she thinks about how the later developments (specifically of court Neoclassicist) they fell in a technological determinismo when isolating of the economic Development the socio-cultural element. 

OMAR MONTOYA SUÁREZ Economista Industrial Especialista en Gerencia de Tecnología Profesor Asistente Universidad Tecnológica de Pereira omarm@utp.edu.co 

1. INTRODUCCIÓN 

Joseph Schumpeter (1883-1950) fue un economista que, aunque formado en la tradición austriaca1 , reabrió una línea clásica de investigación económica trabajada ya, principalmente, por Adams Smith, David Ricardo y Marx: el tema del desarrollo económico. 

Para desarrollar su propuesta sobre este tema, combinó ideas de Marx, Walras y el historiador y sociólogo alemán Max Weber, así como de sus predecesores austríacos, Karl Menger, Wieser y su maestro BöhmBawerk. 

Compartía la opinión de Marx de que los procesos económicos son orgánicos y que el cambio surge desde dentro del sistema (proceso endógeno) y no desde fuera. De Warlas tomó la noción de empresario, pero en lugar de su figura pasiva del sistema de equilibrio general, Schumpeter la sustituyó por un agente activo del progreso económico. 

Introdujo, en su propuesta de Desarrollo económico, dos conceptos que han tenido un enorme impacto en los desarrollos posteriores de este tema: la innovación como causa del Desarrollo y el empresario innovador como propiciador de los procesos de innovación. En este trabajo se expone, en primer lugar, el modelo de desarrollo económico propuesto por Schumpeter mostrando la importancia que éste le atribuye a la innovación y, en segundo lugar, se discute la tendencia existente en la actualidad, tanto en los círculos académicos como en los encargados de la ejecución de la política tecnológica, de establecer un determinismo tecnológico al considerar que la innovación y los desarrollos tecnológicos son el motor fundamental del desarrollo económico y del bienestar social. 

2. LA CONCEPCIÓN DEL DESARROLLO ECONÓMICO DE SCHUMPETER 

En primer lugar, Schumpeter considera el proceso de producción como una combinación de fuerzas productivas, las que, a su vez, están compuestas por fuerzas materiales y fuerzas inmateriales. Las fuerzas materiales las componen los llamados factores originales de la producción (Factor trabajo, Factor tierra y Factor capital –“ medios de producción producidos”). Las fuerzas inmateriales las componen los “hechos técnicos” y los “hechos de organización social”2 , que, al igual que los factores materiales, también condicionan la naturaleza y el nivel del desarrollo económico. 

En este sentido, la función de producción de Schumpeter es la siguiente: 

PIB = F ( K, RN, W, T, ASC) 

Donde: PIB: Producto Interno Bruto (Volumen de producción de un país determinado). 

K : Factor denominado por Schumpeter “medios de producción producidos” (Maquinaria, equipo, materias primas e insumos, infraestructura física, infraestructura de transporte y comunicaciones), que es distinto al concepto de capital que éste tenía. RN: Recursos naturales (la tierra y su fertilidad, los recursos naturales vírgenes). W: Trabajo (fuerza física y conocimientos rutinarios). T: Tecnología e innovación. ASC: Aspectos Socio- culturales. 

A K, RN y W se les suele denominar Factores productivos y entre estos, RN es considerado por Schumpeter un factor constante (poco variable en el tiempo). De aquí que la ecuación de producción de Schumpeter se puede escribir de la siguiente manera: 

PIB = F ( FP, T, ASC) 

Donde FP son los Factores productivos antes señalados, denominados por Schumpeter Factores materiales del proceso de producción, mientrs que los dos restantes, T y ASC, son denominados por el mismo autor Fuerzas inmateriales del proceso de producción. De esta manera, para Schumpeter, “el aumento de la producción depende de la tasa de cambio de los factores productivos, la tasa de cambio de la tecnología y la tasa de cambio del ambiente socio-cultural”3 . 

1 Para los teóricos austríacos la Ciencia Económica se concibe como una teoría de la acción más que de la decisión, y ésta es una de las características que más les diferencian de sus colegas neoclásicos. En efecto, el concepto de acción humana engloba y supera con mucho al concepto de decisión individual. En primer lugar, para los austríacos el concepto relevante de acción incluye, no sólo el hipotético proceso de decisión en un entorno de conocimiento “dado” sobre los fines y los medios, sino, sobre todo y esto es lo más importante, “la percepción misma del sistema de fines y medios” en el seno del cual tiene lugar la asignación económica que con carácter excluyente estudian los neoclásicos. Además, lo importante para los austríacos no es que se tome una decisión, sino que la misma se lleve a cabo en forma de una acción humana a lo largo de cuyo proceso (que eventualmente puede llegar o no a culminarse) se producen una serie de interacciones y procesos de coordinación cuyo estudio precisamente constituye para los austríacos el objeto de investigación de la Economía. Ésta, lejos de ser una teoría sobre la elección o decisión, es una teoría sobre los procesos de interacción social, que podrán ser más o menos coordinados según cuál sea la perspicacia mostrada en el ejercicio de la acción empresarial por parte de los diversos actores implicados. (HUERTA DE  SOTO, Jesús. La Escuela Austríaca moderna frente a la neoclásica”. Documento electrónico). 2003. 

 2 SCHUMPETER, Joseph. Teoría del desenvolvimiento económico. Quinta Reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México, 1978, p.25. 

3 ADELMAN, Irma. Teorías del desarrollo económico. Tercera reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México, 1978, p.113.

Sin embargo, no todos estos elementos tienen la misma importancia en cuanto contribuyen a la tasa de crecimiento de la producción. Para Schumpeter, estos elementos se pueden agrupar de acuerdo al impacto que ejercen sobre la evolución de la dinámica de una economía, así: 

a. Los efectos en los cambios en la disponibilidad de los factores productivos (fuerzas materiales), provocan un cambio gradual, lento, en el sistema económico; por tal razón, estos factores fueron denominados por este autor los “componentes del crecimiento económico”. 

b. Los efectos de los cambios tecnológicos y sociales (tecnología, innovación y ambiente socio-cultural), ejercen un impacto más decisivo y más dinámico; por esta razón, estos factores inmateriales fueron denominados por Schumpeter “fuerzas o factores del desenvolvimiento económico o evolución económica4 . 

Existe, pues, en Schumpeter, una diferenciación clara entre los conceptos “crecimiento económico” y “Desenvolvimiento o desarrollo económico”. El primero se refiere a un aumento de los “medios de producción producidos” y al incremento de la población que es la abastecedora de la fuerza de trabajo necesaria para el proceso de producción. Pero este proceso, por sí mismo, es lento y no genera transformaciones socio-culturales importantes. Su única manifestación es el crecimiento de la producción. Su impacto en la sociedad es, pues cuantitativo y no cualitativo. 

Se trata de un proceso que tiene como medio de operación la rutina, la fuerza física y los volúmenes (no las nuevas calidades) de los factores de producción. 

En este espacio de actuación, “la vida económica alcanzaría un equilibrio estático y su flujo circular seguiría en lo esencial los mismos canales año tras año. Desaparecería el beneficio y el interés y se interrumpiría la acumulación de riqueza”5 . Es decir, sin innovación la economía no sería posible. 

 4 Aquí se presenta una ruptura importante entre el pensamiento de Schumpeter y la Escuela Neoclásica la cual consideraba que los únicos factores causantes de la actividad económica eran los factores materiales, desechando los factores inmateriales por considerarlos no impactantes o de poco impacto. Para Schumpeter sucede todo lo contrario: los factores inmateriales son los decisivos en el desarrollo económico, mientras que los factores materiales asumen una función pasiva, no decisiva en éste proceso. 

5 OSER, Jacob y BLANCHFIELD, William C. Historia del pensamiento económico. Primera edición, Editorial Aguilar S.A. de ediciones, Madrid, 1980, p.491.

El segundo concepto es el de desarrollo económico. “El desenvolvimiento en nuestro sentido, es un fenómeno característico, totalmente extraño a lo que puede ser observado en la corriente circular, o en la tendencia al equilibrio [crecimiento económico]. Es un cambio espontáneo y discontinuo en los cauces de la corriente, alteraciones del equilibrio, que desplazan siempre el estado de equilibrio existente con anterioridad”6 . El Desarrollo económico es, pues, un fenómeno dinámico y no estático, implica, contrario al crecimiento económico que es únicamente “alteración de datos”, un procesos de transformación cualitativa de la sociedad y de la economía. 

A pesar de que el desarrollo económico está determinado por la Tecnología y las fuerzas socio-culturales, las dos no lo determinan con la misma intensidad. En efecto, “este carácter evolutivo del proceso capitalista no se debe simplemente al hecho de que la vida económica transcurra en un medio social y natural que se transforma incesantemente y que, a causa de su transformación, altera los datos de la acción económica; este hecho es importante y estas transformaciones (guerras, revoluciones, etc) condicionan a menudo el cambio industrial, pero no constituyen su móvil primordial. Tampoco se debe este carácter evolutivo al crecimiento casi automático de la población y el capital ni a las veleidades del sistema monetario, de todo lo cual puede decirse exactamente lo mismo que de las transformaciones del proceso capitalista. El impulso fundamental que pone y mantiene en movimiento a la máquina capitalista procede de los nuevos bienes de consumo, de los nuevos métodos de producción y transporte, de los nuevos mercados, de las nuevas formas de organización industrial que crea la empresa capitalista”7 . 

Para Schumpeter, la fuerza fundamental, que mueve la producción capitalista, y al sistema como un todo, la causante de sus procesos de transformación constante, en una palabra, de su desarrollo económico, es el fenómeno tecnológico y con él, el proceso de innovación tecnológica8 . Pero no las innovaciones incrementales de las cuales, asegura, “caen bajo el análisis estático”9 , y no explican las transformaciones sociales. Para Schumpeter, lo importante son las innovaciones radicales, aquellas capaces de provocar cambios “revolucionarios”10 , transformaciones decisivas en la sociedad y en la economía. Por innovaciones radicales entiende: 

a. La introducción de una nuevos bienes de consumo en el mercado. 

b. El surgimiento de un nuevo método de producción y transporte. 

c. Consecución de la apertura de un nuevo mercado. 

d. La generación de una nueva fuente de oferta de materias primas. e. Cambio en la organización de cualquier organización o en su proceso de gestión. 

Todas estas fuerzas, en conjunto, son la causa primogénita del “proceso de mutación industrial... que revoluciona incesantemente la estructura económica desde dentro, destruyendo interrumpidamente lo antiguo y creando continuamente elementos nuevos. Este proceso de destrucción creadora constituye el dato de hecho esencial del capitalismo. En ella consiste en definitiva el capitalismo y toda empresa capitalista tiene que amoldarse a ella para vivir”11 . 

3. EL CONCEPTO DE EMPRESA Y DE EMPRESARIO INNOVADOR 

A pesar de que la innovación radical es el elemento fundamental que explica el desarrollo económico, éste no se da espontáneamente sino que es promovido activamente, dentro del sistema capitalista, por el llamado empresario innovador. Este empresario, para Schumpeter, no es cualquier empresario que monta una empresa, ni es el capitalista dueño del dinero, ni un técnico, etc. El empresario es aquella persona que tiene capacidad e iniciativa para proponer y realizar nuevas combinaciones de medios de producción12; es decir, la persona (cualquiera, con negocio o sin negocio) que sea capaz de generar y gestionar innovaciones radicales dentro de las organizaciones o fuera de ellas.

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6 SCHUMPETER, Joseph. Op. Cit., P.75. 

7 SCHUMPETER, Joseph. Capitalismo, socialismo y democracia. T.I, Ediciones Folio, Barcelona, 1996, p. 120. 

8 Por innovación, Schumpeter entiende una invención que se introduce en el mercado, es decir, con potencial de industrialización, con potencial de mercado. 

9 SCHUMPETER, Joseph. Teoría del desenvolvimiento económico. Op. cit., p.72. 

10 Ibid., p.74.

11SCHUMPETER, Joseph. Capitalismo, socialismo y democracia. Ob. Cit., p.120. 12 SCHUMPETER, Joseph. Teoría del desenvolvimiento económico. Op. cit., p.84.

En este sentido, “no todos los hombres de empresa, directores o industriales son empresarios, porque pueden desempeñar una actividad económica sin intentar nuevas ideas o nuevos modos de hacer las cosas. Los empresarios tampoco asumen los riesgos; esa función queda para los accionistas, que son típicamente capitalistas, pero no empresarios. Los empresarios pueden tener solo una temporal relación con determinadas empresas como financieros o promotores. Pero son siempre pioneros en la introducción de nuevos productos, nuevos procesos y nuevas formas de organización o en introducirse en nuevos mercados. Son hombres con facultades excepcionales que aprovechan oportunidades que otros no perciben o que crean oportunidades gracias a su propio arrojo e imaginación13 . 

La función básica del empresario casi siempre se encuentra mezclada con otras funciones. La condición de empresario “puro” es difícil de aislar de las demás actividades económica. Pero solamente se le puede llamar empresario a la persona que realiza o introduce innovaciones. Por supuesto, con el transcurso del tiempo, la fuerza de estas innovaciones se desvanece a medida que adquieren popularidad y pasan a formar parte de la rutina de la economía. Según Schumpeter, la gente solo adquiere el carácter de empresario cuando genera o introduce innovaciones radicales y pierde tal carácter tan pronto como su innovación se masifica, se vuelve rutinaria, es decir, tan pronto como “pasa de moda”. Se deduce, entonces, que para poseer el carácter permanente de empresario, debe ser un innovador constante, permanente. De igual manera, “empresa” no se le puede llamar a cualquier negocio, por el hecho de estar funcionando. Empresa es “la realización de nuevas combinaciones”14; es decir, empresa es el proceso de innovación radical en sí mismo. 

Por tanto, un negocio que funcione a través de la rutina, es decir, en donde no exista proceso de innovación (empresas de base abierta) no se les puede dar el calificativo de empresas. De igual manera, la persona o personas que las administre o las maneje, no se les podrá llamar nunca empresarios. 

Siguiendo este razonamiento, para Schumpeter los únicos negocios a los que se les podría llamar empresas, son a las llamadas empresas de Base Tecnológica y la persona que las gestione, recibirían el carácter de empresario. 

3. EL PAPEL DE LA INNOVACIÓN EN EL DESARROLLO ECONÓMICO Y EL DETERMINISMO TECNOLÓGICO. 

Como ha quedado establecido a lo largo de este trabajo, para Schumpeter las causas del Desarrollo económico, el cual entiende como un proceso de transformación económica, social y cultural, son la innovación y las fuerzas socio-culturales. Sin embargo, este autor hace mayor énfasis en la innovación asegurando que los factores socio-culturas, aunque importantes, no determinan decisivamente este Desarrollo. Por tal motivo todo su análisis se centra fundamentalmente en el fenómeno de la innovación relegando a un segundo plano dichos factores socio-culturales. 

 13 OSER, Jacob y BLANCHFIELD, William C. Historia del pensamiento económico. Op. Cit., p.491. 14 SCHUMPETER, Joseph. Teoría del desenvolvimiento económico. Op. cit., p.84.

En la actualidad, sus predecesores llevaron este planteamiento hasta el extremo interpretándolo como si los factores socio-culturales no ejercieran influencia alguna en el proceso de Desarrollo económico y que, por lo tanto, el único factor determinante sería la innovación. 

Se abre, pues, todo un período de determinismo tecnológico en donde se piensa que ésta es la causante de todo lo malo y lo bueno que existe en nuestra sociedad en los momentos actuales. 

En efecto, muchos piensan, los más optimistas, que la ciencia y la tecnología son el instrumento que puede hacer que el crecimiento y el desarrollo económico de los países subdesarrollados pueda acelerarse; es más, estos mismos autores llegan a afirmar que esta ciencia y tecnología serían los elementos capaces de sacar del subdesarrollo a estos países. 

Otros, los más pesimistas, han pensado que, por el contrario, la ciencia y la tecnología se han constituido en la causa más importante de las enormes desigualdades sociales y económicas que existen actualmente en el mundo. 

Veamos, al respecto, el siguiente planteamiento de Sagasti: “Se ha encontrado que la ciencia y la tecnología modernas están estrechamente vinculadas al surgimiento de una injusta distribución internacional del trabajo entre los países altamente industrializados y los países subdesarrollados, y que en vez de proporcionar atajos hacia las metas de desarrollo han contribuido a acentuar las diferencias entre ellos. La aceleración del ritmo de cambio técnico después de la segunda Guerra Mundial ha proporcionado a las naciones industrializadas nuevos medios para mantener su dominación sobre el Tercer Mundo, y se hace difícil para los países subdesarrollados aprovechar los nuevos avances tecnológicos, particularmente si la autonomía y la autodeterminación se postulan como características deseadas del proceso de desarrollo”15 . 

Lo cierto es que ni los optimistas ni los pesimistas tienen razón, pues ambos profesan, desde esquinas diferentes, el mismo problema del determinismo tecnológico. 

Es indudable que la ciencia y la tecnología juegan un papel importante en el desarrollo de las fuerzas productivas, pero no podemos perder de vista que éstas no son autónomas, que, por el contrario, su papel en el desarrollo lo ejerce en y desde determinadas condiciones socio-económicas que determinan su carácter, funcionamiento e impactos. 

 15 SAGASTI, Francisco R. Ciencia, Tecnología y desarrollo latinoamericano. Primera edición, Editorial fondo de Cultura Económica, México, 1981, p.7.

En efecto, “es evidente que el progreso de la ciencia, especialmente de la ciencia de la naturaleza, ha ejercido una influencia importante sobre el desarrollo de las fuerzas productivas y en particular sobre el desarrollo de la técnica. La gran industria contemporánea sería imposible sin la aplicación de los descubrimientos científicos modernos en el campo de la mecánica, de la física, de la química. La gran agricultura de nuestro tiempo está basada en la aplicación de la química, de la agrobiología, etc. Pero, aunque los conocimientos científicos desempeñan un papel muy importante en el desarrollo de las fuerzas productivas, es erróneo buscar en ellas la causa fundamental y determinante de su desarrollo. El desarrollo de la ciencia depende de la forma en que una determinada sociedad produce sus bienes materiales (subrayado mío)”16. Y esta forma está determinada por el carácter que asumen las relaciones sociales de producción en un momento histórico determinado. En últimas, el que la tecnología sirva para hundir en la miseria a muchos países del mundo o para sacar de la pobreza a otros tantos, no depende de la tecnología misma, sino del conjunto de relaciones sociales existentes; es decir, de la estructura de intereses económica y de poder prevalecientes en la sociedad en un momento histórico determinado y que da forma a esta sociedad e imprime su lógica de funcionamiento. Es en este marco histórico-social concreto, y no fuera de él, en el cual la tecnología se genera, se transforma y se utiliza. Por lo tanto, es este marco el que condiciona los impactos económicos, sociales, culturales y políticos que pueda tener el fenómeno tecnológico. Por tal motivo, el estudio del proceso de desarrollo de la tecnología y sus impactos socio-culturales, no puede estudiarse al margen del estudio del carácter de las relaciones sociales en el cual dicho proceso se genera. 

En este sentido, no es raro encontrar que dentro de la actual fase de desarrollo capitalista, en que los monopolios transnacionales dominan el mundo en lo económico, cultural, político y social; es decir, en que los intereses económicos, políticos, culturales, y sociales de estas empresas son los dominantes a escala mundial, la tecnología cumpla “el papel de acelerar el proceso de acumulación de capital en los países desarrollados del planeta en detrimento de los países subdesarrollados que ven, por las mismas razones, incrementar su pobreza, su miseria y sus problemas sociales”17 .

 16 HARNECKER, Marta. Los conceptos elementales del materialismo histórico. 48ª edición, Editorial siglo XXI editores, Bogotá, 1982, p. 69. 17 MONTOYA S. Omar. Tecnología y desarrollo humano en el contexto neoliberal. En: Revista SCIENTIA ET TECHNICA, Año VIII, No. 20; Octubre 2002, p. 212. 

4. CONCLUSIONES 

La importancia histórica de Schumpeter es su gran aporte a la teoría del Desarrollo económico consistente en la introducción a la discusión teórica prevaleciente en esos momentos, del fenómeno de la innovación y del empresario innovador. Hasta ese momento, la escuela Neoclásica, que era la prevaleciente tanto en la academia como en la investigación (y aún hoy lo sigue siendo), maneja la teoría de que los factores tradicionales de producción, capital tierra y trabajo, son los causantes del Desarrollo económico y, por lo tanto, de la dinámica del sistema capitalista en su conjunto; esta teoría es refutada por Schumpeter, tal y como quedó demostrado en este documento. 

Sin embargo, es necesario resaltar que el fenómeno de la innovación no puede estudiarse al margen de la estructura de intereses económicos y de poder en el cual se genera, se desarrolla y se utiliza. Un análisis de la innovación debe partir, primero que todo, del dilucidamiento de las relaciones existentes entre este marco socio-cultural y el proceso innovador. 

5. BIBLIOGRAFÍA 

[1] ADELMAN, Irma. Teorías del desarrollo económico. Tercera reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México, 1978. 

[2] HARNECKER, Marta. Los conceptos elementales del materialismo histórico. 48ª edición, Editorial siglo XXI editores, Bogotá, 1982. 

[3] HUERTA DE SOTO, Jesús. La Escuela Austríaca moderna frente a la neoclásica”. Documento electrónico). 

[4] MONTOYA S. Omar. Tecnología y desarrollo humano en el contexto neoliberal. En: Revista SCIENTIA ET TECHNICA, Año VIII, No. 20; Octubre 2002. 

[5] OSER, Jacob y BLANCHFIELD, William C. Historia del pensamiento económico. Primera edición, Editorial Aguilar S.A. de ediciones, Madrid, 1980. 

[6] SAGASTI, Francisco R. Ciencia, Tecnología y desarrollo latinoamericano. Primera edición, Editorial fondo de Cultura Económica, México, 1981, p.7. 

[7] SCHUMPETER, Joseph. Teoría del desenvolvimiento económico. Quinta Reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México, 1978. 

[8] SCHUMPETER, Joseph. Capitalismo, socialismo y democracia. T.I, Ediciones Folio, Barcelona, 1996.