LA ECONOMÍA COMO CIENCIA PRÁCTICA
El fin de este artículo es transmitir de un modo sintético y ordenado las conclusiones de una serie de estudios que nos ocupan desde hace varios años. Las mismas han sido expresadas previamente en otros trabajos que han enfocado aspectos particulares del análisis filosófico de la realidad económica. Acá trataremos de hacer una exposición del estado actual de la cuestión.
Ante todo, debemos aclarar que el concepto de ciencia práctica al que nos referimos aquí es el aristotélico, en interpretaciones como las de Wilhelm Hennis, Enrico Berti, Otto Brunner, Werner Conze, Helmut Kuhn, Joachim Ritter o Leo Strauss. No adherimos a las posturas que, aun perteneciendo al llamado movimiento de «rehabilitación de la ciencia práctica», son de corte kantiano o consensualista, como en los casos de Karl-Heinz Ilting, Manfred Riedel, Annemarie Pieper, Oswald Schwemmer y Paul Lorenzen. Tampoco entendemos por conocimiento práctico «el saber acumulado o incorporado a hábitos, formas de ser, capacidades o costumbres», según la idea de John Rawls, Michael Oakeshott o Michael Polanyi, expresada por John Gray: un concepto más bien de tipo sociológico'. Pensamos que dentro de lo todo positivo del movimiento de rehabilitación de la ciencia práctica, los pensadores aristotélicos son los máximamente rescatables y destacables, porque, al haber superado la sospecha respecto a la metafísica, la ética racional y los valores, aportan una solución real a la cuestión de la fundación valorativa racional de la ciencia de las cosas humanas, es decir, realizan una verdadera rehabilitación de la ciencia práctica'. Aunque quizás pueda chocar, la expresión «la economía como ciencia práctica» no es una originalidad. Kenneth Boulding, bien conocido para los economistas, tituló «Economics as a Moral Science» un famoso artículo que escribió hace algunos arios'. También Albert Hirschman, berlinés que pasó por la Sorbona, la London School of Economics, Trieste y Columbia y que ahora es profesor en Princeton, agrupó y publicó dos ensayos suyos bajo el título de L'économie comme science morale et politiqueo. Pero no se trata sólo de una cuestión de título. La economía ha sido una ciencia moral desde su nacimiento con Aristóteles, continuó siéndolo con su fundador oficial, Adam Smith, y lo es hoy día según la opinión de muchos economistas. Para comprobarlo, basta leer un reciente artículo aparecido en el Journal of Economic Literature,.en el que Daniel Hausman y Michael McPherson hacen un resumen actualizado de la gran variedad de posturas que sugiere la refundición más o menos parcial de ambas disciplinas. La neutralidad valorativa de la economía es un viejo dogma positivista que se está derrumbando completamente, aunque sin hacer mucho estrépito. Quienes aún lo sostienen prueban que desconocen no sólo la vieja tradición de la economía política sino también la literatura de los últimos veinte año5, de la nueva Economics.
' Cfr. J. GRAY, Liberalismo, Alianza, Madrid 1994, p. 101.
2 Cfr. E. BERTI, «La razionalitá pratica tra scienza e filosofia», en ID., Le vie della ragione, Il Mulino, Bologna 1987, pp. 55-76; y R. CRESPO, «Nota acerca de las precisiones tomistas al concepto aristotélico de ciencia práctica y la noción contemporánea de ciencias sociales»: Sapientia XLIX (1994); «El concepto amplio de ciencia en Aristóteles y las ciencias sociales contemporáneas», en II Simposio de Epistemologíay Metodología en Ciencias Humanas y Sociales, Facultad de Filosofía y Letraas de la Universidad Nacional de Cuyo-SIC, Mendoza 1995, t. 1, pp. 93-111; y «El acto humano: Aristóteles y Tomás de Aquino»: Sapientia u (1996) 7-28.
3 Cfr. K. E. BOULDING, «Economics as a Moral Science»: American Economic Review LIX (1969) 1-
Ahora bien, ¿qué entienden los economistas por «ciencia moral»? Para Boulding. por ejemplo, una proposición es moral si encierra un valor compartido, y una ciencia es moral porque es un proceso de conocimiento humano que surge en una cultura, es decir, en un grupo de hombres que comparten unos valores. Más que de una definición filosófica, Boulding está hablando de una noción sociológica de ciencia moral: una ciencia es moral porque supone unos valores sociales implícitos. Aunque a muchos economistas les interesa la ética y perciben que su ciencia tiene un fuerte contenido ético, cometen en este campo las imprecisiones propias de cualquiera que opina sobre un tema que no es el de su especialidad. Es verdad que, como dijo una vez el economista James Tobin, «no hay nada más peligroso que un filósofo que aprendió un poco de economía». Pero también es cierto lo que le respondió Robert Nozick: «No es menos peligroso un economista que no haya aprendido filosofía»5. De hecho, ninguno de los autores mencionados en el extenso informe recién citado profesan una ética que corresponda al concepto aristotélico de ciencia práctica: predominan los utilitaristas, contractualistas y consecuencialistas. Por eso se hace necesario hacer distinciones, precisiones y replanteos a las posturas éticas de los economistas6 .
En nuestros escritos sobre el tema hemos sugerido la recuperación de la noción aristotélica de oikonomiké. Como es sabido, la económica aristotélica es la administración de la casa. Pero si no le añadiéramos otras notas, nos quedaríamos con un concepto pobre de la misma. La económica es la actividad por la que el hombre hace un uso adecuado de los bienes necesarios para la vida buena. Por ello la económica es una actividad que para ser propiamente tal, debe ser moralmente buena.
4 Cfr. A. O. HIRSCHMAN, L'économie comme science morale et politique, Gallimard-Ed. du Seuil, Paris 1984.
5 R. NOZICK, «Social Justice in the Reagan Era»: The New York Times, 3 de enero de 1982, p. E5.
6 Sin embargo, la concepción ética de Hirschman es satisfactoria. Para este pensador que camina por los caminos de la economía y la sociología, la economía es ciencia moral y política porque el buen funcionamiento de la economía requiere la vigencia de las virtudes personales y de la justicia. Sugiere entonces la elaboración de «una ciencia moral-social en la que las consideraciones morales no serán ni evitadas ni puestas entre paréntesis, sino entrelazadas sistemáticamente con el pensamiento analítico» (A. HIRSCHMAN, op. cit., pp. 109-110).