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martes, 25 de enero de 2022

EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DE ARISTÓTELES

EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DE ARISTÓTELES 

Jesús L. Paradinas 

Fuentes Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia 

1. Introducción 

Los partidarios de reducir el pensamiento económico a la llamada economía positiva, aunque reconocen la importancia de las ideas analíticas de Aristóteles (384-322 a.C.), le critican que, al mezclarlas con las normativas, no fuera capaz de desarrollarlas debidamente. Schumpeter, por ejemplo, dice que en el Estagirita se pueden encontrar tres cosas: una teoría del valor, que distingue entre valor de uso y valor de cambio; una teoría del dinero, que le atribuye varias funciones: medio de cambio, medida del valor y depósito del valor; y una teoría del interés, que lo relaciona con el dinero. Pero le acusa de proponer una teoría del valor que no acepta que los precios competitivos son precios justos; de enseñar que el dinero tiene que ser una cosa útil y con valor de cambio independientemente de su función monetaria; y de que, a pesar de relacionar el interés con el dinero, se limitara a condenarlo identificándolo en todos los casos con la usura1 . 

Sin embargo, como nosotros pensamos que es precisamente la integración existente en el pensamiento económico aristotélico entre las ideas analíticas y las normativas lo que tiene valor en la actualidad, no nos limitaremos en esta conferencia a exponer las primeras, las que describen los fenómenos económicos de su tiempo, sino que también trataremos de las segundas, las que juzgan esos fenómenos teniendo en cuenta las normas morales de la sociedad en la que se realizaban. Lo hacemos así porque creemos que la economía no es una ciencia natural, sino una ciencia social y, por lo tanto, tiene que integrar tanto lo analítico como lo normativo2 . 

Es más, ni siquiera nos conformaremos con exponer el pensamiento económico de Aristóteles, sino que recogeremos también las críticas que ha recibido a lo lago de la historia con el propósito de poner de manifiesto la función ideológica que han desempeñado y desempeñan las ideas económicas porque, como vamos a ver, han ido cambiando a medida que cambiaban las clases dominantes de la sociedad. Comprobaremos así que, como decía Karl Marx, también en el pensamiento económico, las ideas dominantes en cada sociedad son las ideas que convienen a las clases dominantes. 

2. Circunstancias históricas 

Para entender debidamente el pensamiento económico de Aristóteles conviene recordar que para los griegos de aquel tiempo el término “economía” no tenía el significado que tiene en el mundo moderno, ni daban un tratamiento independiente, como hacemos ahora, a los fenómenos económicos, sino que los estudiaban en las tres ciencias prácticas que se ocupaban del bien de individuo humano: la ética, del bien de la comunidad familiar, la económica, y del bien de la comunidad cívica, la política. 

 1 J. A. SCHUMPETER, Historia del análisis económico. Barcelona, Editorial Ariel, 1994, pp. 93-102. 

2 El famoso economista británico J. M. Keynes (1883-1946) llegó incluso a calificar a la economía de “ciencia moral”: “…quiero subrayar fuertemente el punto de que la economía es una ciencia moral. Mencioné anteriormente [en otra carta] que se ocupa de la introspección y de los valores”. J. M. KEYNES, Collectec Writings, vol. XIV, p. 300. Cita tomada de F. GÓMEZ CAMACHO, “Ética y economía: ¿por qué el diálogo es tan difícil?”, en I. Murillo (coord.) Filosofía práctica y persona humana. Salamanca, Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, 2004, p. 200. 

2 La económica (de oikos, casa; y de nomos, ley) trataba del dueño de la casa, de su mujer, de la educación de los hijos, de la agricultura, de los animales, de los siervos, de la adquisición y administración de los bienes que se necesitan para vivir, etc. Por esta razón, muchas de las actividades que hoy llamamos económicas estaban sometidas a los valores propios de las relaciones familiares, es decir, la solidaridad y la cooperación. En el mundo moderno, en cambio, los valores de la economía son, como veremos, el egoísmo y la competencia. 

También hay que tener en cuenta que en el siglo V a.C. se produjeron en Grecia importantes cambios económicos, sociales y políticos que transformaron el modo de vivir de los griegos. En la economía griega, que dependía sobre todo de las labores agrícolas y ganaderas realizadas por esclavos, se desarrollaron otras actividades económicas que dieron origen a un incipiente capitalismo comercial y financiero. Algunos de los que se dedicaron a ellas se enriquecieron y pretendieron no solo ascender socialmente, sino intervenir en la vida política de la ciudad, algo que estaba reservado a los que formaban parte de la aristocracia terrateniente. Los problemas que surgieron entonces llevaron a algunos pensadores a criticar la nueva situación y a proponer la recuperación del antiguo orden. El más importante de todos ellos y el que más influencia ha ejercido en la posteridad es, sin duda alguna, Aristóteles, porque al fijarse especialmente en los problemas de todo tipo que tuvieron su origen en las nuevas actividades económicas, puede ser calificado de “descubridor” de la economía3 . 

3. Las principales ideas económicas de Aristóteles 

Como el escrito de Aristóteles sobre la ciencia económica que ha llegado hasta nosotros ofrece muchas dudas de autenticidad, vamos a recurrir a lo que enseña en las otras ciencias prácticas para conocer su pensamiento económico. 

3.1. La naturaleza ofrece a los seres humanos lo que necesitan para vivir 

Conviene saber, ante todo, que hasta el siglo XVII no se impuso en el pensamiento económico la idea de que los seres humanos necesitan “producir” los bienes materiales que necesitan para vivir. Se creía que dichos bienes los ofrecía la naturaleza. Por lo tanto, no había que “producirlos”, sino adquirirlos y administrarlos debidamente para poder aprovecharse de ellos: 

 “Es decir, como la política no crea a los hombres, sino que los recibe de la naturaleza y los utiliza, así también es preciso que suministre el sustento la naturaleza, tierra o mar o cualquier otro elemento. A partir de estos recursos le toca al hombre administrador aprovecharlos. Ya que no es asunto del arte textil la creación de lanas, sino el conocer qué tipo es útil y apto, y cual de mala calidad y desechable. […] Ante todo, como se ha dicho antes, debe existir una base natural. Porque es una función de la naturaleza procurar el sustento al ser que ha nacido. A todos, pues, les ofrece sustento el contorno de que surgen”4 . 

Así pues, el problema económico de la escasez de los bienes materiales ni siquiera se lo plantea el Estagirita. Lo que sí hace es una fundamental distinción en las formas que tienen los seres humanos de adquirirlos. 

3 K. POLANYI, “Aristóteles descubre la economía”, en Los límites del mercado. Reflexiones sobre economía, antropología y democracia. Madrid, Capitán Swing Libros, 2014, pp. 155-185. 

4 ARISTÓTELES, Política. lib. I, cap. 10. Madrid, Alianza Editorial, 2009, p. 64.

3. 2 Hay una forma natural y una forma no natural de adquirir bienes 

Aristóteles, después de reconocer que los seres humanos para ser felices necesitan disponer de bienes materiales, distingue entre dos formas de adquirirlos: la que es parte de la administración doméstica, por lo que podría llamarse “económica” y la que suele llamarse, apropiadamente según dice, “crematística” (de khrema, riqueza)5 . La primera tiene por objeto adquirir los bienes que son necesarios para vivir y útiles a la ciudad o a la casa, que son siempre limitados, mientras la segunda busca adquirir riquezas y propiedades ilimitadamente: 

“Desde luego, existe una especie de arte adquisitivo que por naturaleza es parte de la administración doméstica. Es lo que o bien le debe procurar o facilitarle que ella misma se procure, aquellas cosas cuya provisión es indispensable para la vida y útiles a la comunidad de la ciudad o de la casa. Y parece que la verdadera riqueza está formada por ellas. La provisión de estos bienes en cantidad suficiente no es algo ilimitado...” 6 . 

 “Pero existe otro tipo de arte adquisitivo, a lo que se suele llamar generalmente, y es apropiado llamarlo así, crematística, por el cual parece que no existe límite alguno a la riqueza ni a la propiedad. Muchos consideran que existe tan sólo un tipo, y que es el mismo arte adquisitivo, a que ya hemos aludido, a causa de su afinidad con él. Ni es el mismo que el mencionado ni está lejos de aquél; pero de los dos, el primero, es por naturaleza, y este segundo, no, sino que más bien se desarrolla mediante una cierta práctica y técnica ” 7 . 

De acuerdo con esta distinción, enumera Aristóteles las formas de vivir que considera naturales, entre las que menciona la piratería, el bandidaje e incluso la guerra, excluyendo expresamente de ellas el cambio y el comercio: 

“Son, pues, poco más o menos, éstos los tipos de vida de los que tienen una actividad adquisitiva por sí misma y que no se procuran el sustento mediante el cambio y el comercio: el pastoreo, la agricultura, la piratería, la pesca y la caza. Otros viven con holgura combinando estos géneros de vida, supliendo así lo que más falta a su género habitual para ser suficiente. Por ejemplo, combinan el pastoreo y el bandidaje, o la agricultura y la caza. De igual modo, en los demás géneros de vida, los hombres se comportan según el modo al que les obligan sus necesidades. […] De modo que también el arte de la guerra será en cierto modo un arte adquisitivo, puesto que la caza es una parte suya” 8 .

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La crematística (del griego khrema, la riqueza, la posesión) planteada por Tales de Mileto es el arte de hacerse rico, de adquirir riquezas. Según Aristóteles, la acumulación de dinero en sí es una actividad contra natura que deshumaniza a quienes se dedican a ello. Aristóteles muestra en numerosos textos, incluida la Ética a Nicómaco y la Política, la diferencia fundamental entre economía y crematística: el comercio trueca dinero por bienes, y la usura transforma el dinero a partir del dinero. Ni uno ni otro producen algo, por lo que ambos resultan condenables desde el punto de vista ético filosófico.

Partes

La crematística consta de dos partes:

  1. Crematística natural : las ventas de los bienes se realiza directamente entre el productor y el comprador al precio justo, donde no se forma un valor agregado al producto. Esta es aceptada por Aristóteles ya que no hay usura por parte del productor.
  2. Crematística antinatural: corresponde al comercio, donde se le compra al productor para revender al consumidor por un precio mayor, formando valor agregado. Esta es rechazada por Aristóteles, pues considera que al realizar comercio el dinero pierde su sentido (que es el de un medio de intercambio y medida de valor) y se comete usura. La acumulación de capital por el comercio fue mal vista por la sociedad de aquella época hasta que Santo Tomás de Aquino, en su pensamiento, acepta la acumulación si luego ese capital sería para fines virtuosos como la caridad.

Aunque Aristóteles trata la crematística como un conjunto de ardides y estrategias de adquisición de riquezas tendientes a facilitar el crecimiento del poder político, la condena igualmente otorgando una posición más importante a la economía. Este concepto de un autor fundamental de la antigüedad redundará en una gran influencia durante todo el medioevo, en el que la Iglesia católica adopta la crítica aristotélica contra esta conducta económica y la declara contraria a la religión. Numerosos autores[¿por quién?] estiman que la puesta en práctica de esta doctrina constituyó un obstáculo al desarrollo económico.

Karl Marx retoma el concepto en su famosa obra El Capital, (Cf. El Capital, Tomo I; "El Proceso de Producción del Capital"; Sección segunda; La transformación del dinero en capital; Capítulo IV - Transformación de dinero en capital; 2. Contradicciones de la fórmula general; [200].) destacando las consecuencias sobre lo que él también da en llamar auri sacra fames (maldita sed del oro), una referencia latina (Virgilio) a la pasión del dinero por el dinero mismo.


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ARISTÓTELES Y SU VISIÓN ÉTICA DE LA ECONOMÍA

 

ARISTÓTELES Y SU VISIÓN ÉTICA DE LA ECONOMÍA

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Por Ricardo Crespo
Universidad Austral – Conicet

“Aristóteles, hijo de Nicómaco y Efestiada, nació en Estagira”. Así comienza Diógenes Laercio en su Vida de los filósofos el perfil biográfico del famoso filósofo del siglo IV antes de Cristo. Sigue Diógenes: “Dice [Aristóteles] que la virtud no es suficiente por si sola para la vida feliz, pues necesita de los bienes del cuerpo y de los externos”. En efecto, la vida plena, feliz, o buena, no consistía para Aristóteles sólo en ser prudente, justo, moderado: también requería bienes materiales. Aristóteles concibe a la economía como el uso de esos bienes necesarios para la “vida buena”.

También puso un nombre a la actividad de fabricación o comercio de esos bienes: el de “crematística”. Además, pensó que la moneda, como instrumento que es, permitía, mediante el precio, establecer una comparación entre bienes diversos y, consiguientemente, facilitaba su intercambio. Para él, el precio es un representante de la demanda o necesidad del bien.

Según Aristóteles, la economía como tal, sólo usaba lo necesario para la vida buena. Para él, la estimación de la demanda necesaria, aunque subjetiva, no debe ser arbitraria, sino justa, pues es parte de la virtud de la justicia. Pero Aristóteles no era insensible y veía que también se puede usar mal de las riquezas. Por eso, pensó la posibilidad de que la crematística, habitualmente subordinada a la economía, deviniera autónoma y buscara no ya satisfacer la necesidad, sino enriquecerse ilimitadamente. Esta confusión proviene de considerar el medio –el dinero– como fin, lo que según él surge, a su vez, de una ilimitación del deseo. Calificó de ilimitada, no natural o censurada a esta forma de crematística.

Para Aristóteles, cuando en una sociedad se instalaba una mentalidad crematística no natural o ilimitada se desnaturalizaba finalmente todo. Oigámoslo de su propia voz: “Así ha surgido la segunda forma de crematística porque al perseguir el placer excesivo procuran también lo que pueda proporcionar ese placer y si no pueden procurárselo por medio de la crematística, es decir por medio del dinero, lo intentan por otro medio usando todas sus facultades de un modo antinatural; lo propio de la valentía no es producir dinero sino confianza ni tampoco es lo propio de la estrategia ni de la medicina cuyos fines respectivos son la victoria y la salud. No obstante algunos convierten en crematística todas las facultades como si el producir dinero fuera el fin de todas ellas y todo tuviera que encaminarse a ese fin”. Es decir, a pesar de que lo propio de la medicina es la salud, la medicina se convierte también en una forma de crematística; a pesar de que lo propio de la estrategia sea la victoria, también la guerra se convierte en un instrumento. Es decir, todo se tiñe de la intención de “producir dinero” (Política I, 9, 1258a 6-14). Parece ser una buena descripción de nuestros tiempos: el hacer dinero como fin de todas las actividades; y la economía, tratando de regular la vida del hombre.

Luego de la crisis de 2007-8 se han publicado varios libros que claman por una vuelta a la tradición ética de la economía inaugurada por Aristóteles. Por ejemplo, James Halteman y Edd Noell, Reckoning with Markets. Moral Reflection in Economics (2012), trata sobre la importancia de la ética para la economía. El libro de Robert y Edward Skidelsky How Much is Enough? Money and the Good Life (2012) edifica su propuesta sobre la noción aristotélica de vida buena.

El libro de Halteman y Noell, luego de una amena introducción, simulando una sesión plenaria de filósofos y economistas acerca de las relaciones entre economía y ética, dedica el capítulo segundo enteramente a la ética de Aristóteles. El tercero se concentra en la Edad Media y el cuarto en Adam Smith. Hasta allí las visiones éticas. En el quinto capítulo explica cómo se “secularizó” la economía. El sexto contiene una valoración muy equilibrada del aporte de Marx. Luego explica cómo el método de la economía estándar actual no deja lugar a la ética. El último capítulo contiene su propuesta.

El libro de Skidelsky padre (economista biógrafo de Keynes) e hijo (filósofo) se pregunta por qué el capitalismo no se detiene en su búsqueda insaciable de riquezas, y no se conforma con lo necesario para llevar una vida feliz. Traza una historia del pensamiento económico en relación a la vida buena. Analiza la nueva corriente de happiness economics y los problemas señalados por los ambientalistas. Finalmente propone los contenidos concretos de una vida buena y propone varios modos para alcanzarla.

La sabiduría de los grandes pensadores clásicos puede ser una guía frente a la complejidad contemporánea y frente a las crisis económicas recurrentes. El principal mensaje de Aristóteles en cuanto a lo económico es que debe ser intrínsecamente moral; si no, conduce a la decadencia personal y social. O dicho positivamente, las virtudes –pensemos en la honestidad, la honorabilidad, el amor al trabajo, la constancia, guardar la palabra empeñada, la competencia, el orden– son indispensables para un buen funcionamiento de una economía. Es difícil que funcione mal una economía donde se vivan estas disposiciones.

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