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martes, 6 de septiembre de 2022

¿Preparado para tomar riesgos? Evidencia experimental sobre la aversión y la atracción al riesgo

¿Preparado para tomar riesgos? 

Evidencia experimental sobre la aversión y la atracción al riesgo 

Antoni Bosch-Domènech Joaquim Silvestre i Benach 

“El miedo al daño debería ser proporcional no sólo a la gravedad del daño, sino también a la probabilidad del evento,” Ars Cogitandi, 1662.1 

1. Introducción 

Usted está en apuros. Ha estado buscando una casa para comprar y, ahora, después de meses de búsqueda, le han ofrecido dos posibilidades interesantes. ¿Cuál debe escoger? No es una decisión fácil de tomar. Una es mejor, pero también es más cara. ¿Puede usted permitirse asumir tanta deuda? ¿Estaría tomando demasiado riesgo? Decisiones relacionadas con la adquisición de una casa ocurren con poca frecuencia en la vida de una persona. Otras decisiones como comprar bienes duraderos, ahorrar, invertir, contratar un seguro o vender su propio trabajo son decisiones mucho más frecuentes. Lo que todas estas decisiones tienen en común es que comportan un riesgo. Y muchas de estas decisiones son tomadas a diario. La incertidumbre siempre está presente y usted nunca puede estar completamente seguro de las consecuencias de sus decisiones. Por ello, todos los ámbitos de la economía hunden sus raíces en un entorno incierto, y la modelización económica tiene que hacer frente a la duda. 

Un tema básico de todo modelo económico es la actitud ante el riesgo de sus protagonistas: ¿cuándo muestran las personas aversión o atracción al riesgo? ¿Qué factores influencian la atracción al riesgo? ¿Qué elementos influyen en las actitudes frente al riesgo? Responder estas preguntas es un requisito previo indispensable para explicar el comportamiento económico. Es más, comprender las actitudes ante el riesgo es crucial para la política y para el diseño de instituciones. Si las personas pobres fueran menos aversas al riesgo, ¿debería el gobierno subvencionar unos seguros obligatorios para ellos? Si las actitudes de riesgo de personas vienen condicionadas por la edad, educación, experiencia, riqueza u otras circunstancias cambiantes, tenemos que aceptar la idea de que aquello que las personas escogen para sí mismas en un determinado momento, podría ser considerado después por ellas mismas contrario a sus mejores intereses. Si fuera así, ¿no debería la sociedad adoptar una actitud más paternalista hacia sus miembros? 

Por cierto, en el caso de usted, ¿cambia su actitud ante el riesgo dependiendo de la decisión a la que se enfrente? Suponga que usted tiene que escoger entre (1) jugar a una lotería con una probabilidad del 0,8 de ganar un premio de 10 € y (2) una ganancia segura de 8 €. ¿Preferiría tomar el riesgo de ganar la cantidad mayor (o nada) o preferiría en cambio quedarse sin más con los 8 €? El valor esperado de esta lotería precisamente es 8 €. Si usted prefiere la lotería, entonces decimos que usted manifiesta atracción al riesgo. Si usted escoge la ganancia segura, entonces decimos que usted manifiesta aversión al riesgo.


Ahora imagine que la cantidad de dinero en juego no es de 10 € sino de 1.000.000 €. ¿Sería su decisión similar? Finalmente, imagine que le piden que escoja entre (1) una pérdida incierta de 10 € con una probabilidad del 0,8, y (2) la pérdida segura de 8 €. ¿Sería su decisión similar? Y ¿piensa que su hija, su vecino, su compañero/a, escogería como usted? Quizás no. De hecho, tenemos la fortuna de que los seres humanos difieran en su apetito por el riesgo. 

Daniel Bernoulli (1738), uno de los primeros pensadores en analizar el riesgo, creía que la aversión al riesgo era universal: en sus palabras “Cualquier persona que apuesta cualquier parte de su fortuna, por pequeña que sea, en un juego matemáticamente igualado actúa irracionalmente…”.2 Con posterioridad, el análisis de la toma de decisiones bajo incertidumbre ha tendido a centrarse en la aversión al riesgo, relegando la atracción al riesgo a la categoría de excepción poco interesante. La aversión al riesgo en decisiones que involucran cantidades de dinero significa que el decisor tolerará o asumirá riesgo sólo si los ingresos monetarios esperados en la alternativa incierta son más altos que en la alternativa cierta, es decir, cuando la esperanza matemática de la alternativa incierta sea mayor. La gran mayoría de la literatura económica estudia la conducta ante el riesgo bajo el doble supuesto de aversión al riesgo e ingresos netos esperados positivos, como Christian Gollier (2001) ejemplifica en su reciente tratado. Por otro lado, la concepción de 1979 de la Teoría de las Perspectivas (“Prospect Theory”) de Daniel Kahneman, que posteriormente sería galardonado con el Premio Nobel, y su coautor habitual Amos Tversky popularizó la noción de que los individuos muestran aversión al riesgo para ganancias y atracción al riesgo para pérdidas.3

En nuestra búsqueda para entender los factores que influyen en las actitudes ante el riesgo nos centramos en las siguientes preguntas: 
(1) ¿Cambian las actitudes ante el riesgo cuando hay más dinero en juego? 
(2) ¿Están las personas más predispuestas a aceptar riesgos cuando aumenta la probabilidad de perder? 
(3) ¿Tienden las personas a mostrar más atracción al riesgo cuando se enfrentan a pérdidas que cuando se enfrentan a ganancias? 
(4) ¿Influye la riqueza personal en la actitud ante el riesgo? 

Nos planteamos estas cuestiones adoptando el método experimental. En cualquier análisis científico, las ventajas principales de obtener datos a partir de experimentos de laboratorio son la repetibilidad y el control. La repetibilidad se refiere a la capacidad de otros investigadores de repetir el experimento, crear un nuevo conjunto de datos y verificar independientemente los resultados. El control es la capacidad de manipular las condiciones del laboratorio para que la conducta observada pueda usarse para establecer causalidad, así como para evaluar teorías y políticas alternativas y medir el comportamiento. En las ciencias sociales, los experimentos del laboratorio han descubierto regularidades del comportamiento humano e inferido algunos de los principios que parecen regir la toma de decisiones. 

Nuestro trabajo experimental (BoschDomènech y Silvestre, 1999, 2002, en prensa) no se centra en la medición del nivel de tolerancia del riesgo bajo condiciones favorables desde el punto de vista actuarial, sino en las condiciones bajo las cuales aparecen la atracción o la aversión al riesgo. Por ello, nosotros planteamos a los participantes de nuestros experimentos (o “sujetos”) la elección entre una lotería y su valor esperado.4 Las loterías están caracterizadas por unas probabilidades del 0,2 o del 0,8, lejos de los extremos. 

Nuestros resultados parecen reivindicar la vieja tradición iniciada por Bernoulli, siempre que estén en juego cantidades sustanciales de dinero, porque constatamos que cuando toman decisiones en los que las ganancias o las pérdidas son suficientemente grandes, la gran mayoría de individuos es aversa al riesgo. Sólo cuando las cantidades de dinero son pequeñas, el comportamiento individual resulta ser más heterogéneo. Parece como si las personas, cuando algo importante está en juego, son aversas al riesgo. Esto contrasta con la opinión convencional a partir de Kahneman y Tversky que la atracción al riesgo domina cuando las personas se enfrentan a pérdidas potenciales. 

De todas maneras, sí que observamos un grado de atracción de riesgo que varía respondiendo a tres efectos que identificamos. Como ya dijimos, en respuesta a la pregunta (1), observamos que las personas tienden más a mostrar aversión al riesgo, tanto con las ganancias como para las pérdidas, cuando la cantidad de dinero en juego aumenta: esto lo denominamos el efecto de cantidad. Respondiendo a la pregunta (2), identificamos un efecto de intercambio de probabilidades (o simplemente, efecto de intercambio), según el cual las personas tienden más a mostrar atracción al riesgo a medida que la probabilidad de no obtener una ganancia pasa del 0,2 al 0,8.5 Respecto a (3), descubrimos que las personas tienden más a mostrar atracción al [....]

¿DECIDIMOS RACIONALMENTE?

 

¿DECIDIMOS RACIONALMENTE?

Marta Gonzalez y Tomás Bonavia
Dept. de Psicología Social, Universidad de Valencia, España

(cc) russavia.

(cc) russavia.

En este artículo se desarrollan algunos aspectos de la Teoría Prospectiva formulada por Kahneman y Tversky (1979). Desde que se planteara esta teoría sabemos que nuestras elecciones frecuentemente no coinciden con lo que predicen los modelos racionales. El hecho de que la situación esté descrita en forma de pérdidas o ganancias, o enmarcada de una manera particular, afecta de modo determinante a nuestras decisiones.

[Versión en pdf]

A lo largo de nuestra vida, es inevitable enfrentarnos a una gran cantidad de decisiones en numerosos ámbitos (trabajo, familia, estudios…) que implican algún grado de riesgo. La Teoría Prospectiva de Kahneman y Tversky (1979) describe lo que hacemos las personas en este tipo de situaciones, a diferencia de lo que plantean otras teorías económicas que nos señalan lo que tendríamos que hacer si nos comportáramos racionalmente (como la Teoría de la Utilidad Esperada).

Pongamos el caso de un alumno/a. Está estudiando para un examen que tiene al día siguiente, pero por motivos personales no ha podido estudiar todo lo que habría querido y sólo sabe parcialmente la mitad del temario. El examen va a consistir en una única pregunta. ¿Qué podría hacer esa noche? Simplificando, tiene dos opciones: estudiar mejor la mitad de la materia que ya sabe en parte hasta dominarla, de forma que podría aspirar a un 10 en el examen si de ahí sale la pregunta que finalmente le hacen (aunque obtendría un 0 si le preguntan de la parte del temario que desconoce); o bien, puede echar una ojeada general a toda la materia para asegurar un 5 en su examen. ¿Qué elegirá en esta situación?

El ejemplo del estudiante nos está mostrando dos opciones en las que podemos obtener ganancias: una opción segura (lograr un 5) y otra probable al 50% (alcanzar un 10). Según la Teoría Prospectiva, la opción que eligen la mayoría de la personas es conseguir un 5. Kahneman y Tversky (1979) demostraron que las personas, en situaciones de ganancia, tienden a escoger una alternativa segura antes que una probable, lo cual se conoce como “efecto de certidumbre” (o certeza).

Vamos a analizar otro ejemplo, en este caso enfocado a una situación de pérdida y contextualizado de un modo muy concreto, que se conoce como el “Dilema del General”. Dice así:

Amenazado por una fuerza enemiga superior, los soldados serían cogidos en una emboscada en la que morirían 600 de ellos, a menos que el general los condujera a lugar seguro. Sus oficiales le proponen dos rutas alternativas para escapar de la emboscada.

a) Si se elige la ruta A, morirán 400 soldados.

b) Si se elige la ruta B, hay una probabilidad de un tercio de que no muera nadie y una probabilidad de dos tercios de que mueran 600 soldados.

¿Qué ruta elegiría usted?

En este caso, al tratarse de pérdidas, las personas tienden a escoger la opción probable, en lugar de la alternativa segura. Es decir, se decantarían por la ruta B. Este fenómeno fue denominado por Kahneman y Tversky (1979) “efecto de reflexión”. Los humanos tendemos al riesgo cuando todas nuestras opciones son malas.

Replicando este mismo experimento, llevado a cabo por Kahneman y Tversky (1981), los autores de este artículo realizamos un estudio en el que presentamos este mismo problema a 106 estudiantes de Psicología, y tal y como se había pronosticado, el efecto de reflexión destacó en sus respuestas, ya que un 65,1% (69 personas) se decantó por la opción “b”.

A esos mismos 106 estudiantes les planteábamos poco después, mediando algunos problemas diferentes no relacionados, que respondiesen al ejercicio que se describe a continuación, conocido como el problema de la “Enfermedad Asiática”:

Suponga que España se está preparando para hacer frente al brote de una enfermedad asiática poco corriente que se prevé que matará a 600 personas. Se proponen dos programas alternativos para combatirla. Supón que los cálculos científicos exactos son los siguientes:

a) Si se elige el programa A, se salvarán 200 personas.

b) Si se elige el programa B, hay una probabilidad de un tercio de que se salven 600 personas y una probabilidad de dos tercios de que no se salve ninguna.

¿Qué programa elegiría usted?

Este problema expone una situación de ganancia, de modo que al igual que hemos comentado en el ejemplo del estudiante, la opción más escogida suele ser la ganancia segura, es decir, salvar 200 personas (Kahneman y Tversky, 1979). Sucedió de igual manera en nuestro estudio, ya que el 74,5% (79 participantes) respondió conforme al efecto de certidumbre, es decir, escogiendo la opción “a”. ¡Y eso que se trataba de los mismos 106 estudiantes! (las diferencias son estadísticamente significativas al comparar las respuestas a los dos problemas).

Pero aquí sucede algo curioso. Si nos fijamos en las alternativas del Dilema del General y de la Enfermedad Asiática, vemos que ambos problemas son idénticos. Es decir, de 600 personas ¿cuál es la diferencia entre salvar a 200 o dejar morir a 400? Respecto al número final de personas que siguen con vida, no existe ninguna diferencia, puesto que en ambos casos 200 seguirán con vida. ¿Cómo es posible, entonces, que en el primer problema la opción más elegida sea la alternativa probable y en el segundo sea la alternativa segura? Por la influencia del contexto, que ha jugado un papel clave en sus preferencias. Esto es lo que Kahneman y Tversky (1981) denominaron “efecto marco”: dependiendo de la formulación del problema y de la presentación de las alternativas, ante una misma situación se pueden hacer elecciones muy diferentes.

Cuando nos enfrentamos a decisiones como las de los ejemplos vistos, las personas tendemos a sentir aversión al riesgo en el dominio de las ganancias y búsqueda del riesgo en el dominio de las pérdidas (Kahneman, 2012). De esta forma, estos tres efectos (efecto de certidumbre, de reflexión y efecto marco) tienen un protagonismo incuestionable cuando hacemos frente a decisiones arriesgadas, provocando elecciones que no se ajustan al modelo racional.

Referencias

Kahneman, D., y Tversky, A. (1979). Prospect Theory: An analysis of decision under risk. Econometrica, 47, 263-292.

Kahneman, D., y Tversky. A. (1981). The framing of decisions and the psychology of choice. Science, 211, 453-458.

Kahneman, D. (2012). Pensar rápido, pensar despacio. Barcelona: Debate.

Manuscrito recibido el 12 de abril de 2014.
Aceptado el 12 de junio de 2014.

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Una economía basada en el conocimiento y la innovación

 

Una economía basada en el conocimiento y la innovación

·        Solo un 1,7% de las personas que emprenden en Andalucía consideran que utilizan tecnologías altamente novedosas

Andalucía es una de las comunidades autónomas que más destaca por su iniciativa emprendedora: aporta al conjunto nacional 310.000 personas de un total de 1,8 millones, lo que se traduce en un 17% del territorio español, según recoge el último Informe GEM Andalucía

La masa de emprendedores representa el 5,8% de su población (entre 18 y 64 años), un índice que la coloca en la sexta posición de la clasificación. Sin embargo, el emprendimiento andaluz, en su mayor parte, se sustenta en microempresas con escasos recursos y con una capacidad muy limitada en creación de empleo.

No obstante, según subraya el Gobierno andaluz, "la comunidad ha pasado de no estar reflejada hasta 2018 en los estudios sobre emprendimiento de España y Europa a ocupar posiciones de liderazgo en informes de la Comisión Europea o en el reciente Startup Ecosystems Ranking", en el que se destaca a Sevilla y Málaga como focos con mucho potencial, al ocupar las posiciones sexta y séptima en la clasificación por ciudades, aunque lejos de los principales ejes del país como son Barcelona, Madrid, Valencia y Bilbao.

En este contexto, en junio de 2021 el Consejo de Gobierno aprobó el Plan General de Emprendimiento de Andalucía (el primero con el que va a contar esta comunidad), un instrumento que guiará hasta 2027 las diferentes políticas y actuaciones de la Junta en esta materia, especialmente en el ámbito de la innovación y las startups y que estará impulsado por la Consejería de Transformación Económica, Industria, Conocimiento y Universidades. El objetivo es fomentar la cultura emprendedora en un sentido amplio, desde el autoempleo hasta la creación de empresas de alto crecimiento y desde la fase inicial hasta su consolidación e incluso su internacionalización.

Además de trabajar con todos los emprendedores, este Plan pone énfasis en un subconjunto de empresas que deben ayudar a marcar el futuro económico de la región: las empresas de base tecnológica y el emprendimiento basado en la innovación, puesto que "es un vector que contribuye al cambio de modelo productivo, dota de robustez a nuestra economía, atrae y retiene talento y empresas de alto potencial de crecimiento y puede situar a Andalucía en la vanguardia tecnológica y empresarial", recoge el Plan.

Precisamente, solo un 1,7% de las personas que emprenden en Andalucía consideran que utilizan tecnologías altamente novedosas frente a la media de España que alcanza el 4%. Asimismo, el mayor empleo de la tecnología en la comunidad se aplica a los mercados locales: 27% en el caso de productos/servicios y un 25% en el caso de procesos, frente a su baja aplicación a necesidades nacionales (3,5% en productos y 1,8% en procesos) e internacional (en torno al 3% en ambos casos).

En este sentido, el Plan General de Emprendimiento de Andalucía se ha formulado en relación a 8 objetivos estratégicos: la puesta en marcha de un Sistema Andaluz para Emprender eficiente y completo; el fortalecimiento del papel de las Universidades, la FP, y el sistema educativo en su conjunto, como factores clave de la cultura emprendedora; incrementar el emprendimiento genérico y la creación de nuevas empresas, autónomos y cooperativas; aumentar el emprendimiento de base tecnológica y otros de alto valor añadido; fortalecer el emprendimiento social y rural para aportar mayor valor a los sectores estratégicos de Andalucía; el crecimiento del emprendimiento femenino; aumentar el impacto de la inversión realizada para el apoyo al emprendimiento; e incrementar la retención, atracción y retorno del talento mediante el emprendimiento.

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CONOCIMIENTO, ECONOMÍA, DESARROLLO Y SOCIEDAD: TRAZOS DESDE LA COMPLEJIDAD

 CONOCIMIENTO, ECONOMÍA, DESARROLLO Y SOCIEDAD: TRAZOS DESDE LA COMPLEJIDAD 

Ricardo Guzmán Díaz* 

Aurora Adriano Anaya** 

Resumen 

Ante el surgimiento en las últimas décadas de las llamadas economías basadas en el conocimiento, han aparecido diversas propuestas explicativas o marcos teóricos para la comprensión de las mismas. En este trabajo tenemos el propósito de reflexionar, con una visión humanística como eje conductor, en torno a diversos conceptos introducidos por pensadores como Dominique Foray, desde la teoría económica, Javier Echeverría, desde la filosofía de la ciencia, Manuel Castells, desde la sociología y Edgar Morin, desde la perspectiva del pensamiento complejo. Poniendo al ser humano en el centro de la ecuación, hemos querido acercarnos al problema del conocimiento y sus significados. 

* Profesor Titular del Instituto de Estudios Superiores Tecnológico de Monterrey, México,

** Doctoranda en el programa de Estudios Humanísticos del Instituto de Estudios Superiores Tecnológico de Monterrey, México, .

Con esa finalidad, el presente ensayo se inicia con una reflexión sobre diversas concepciones del conocimiento y el papel que ha adquirido en la nueva sociedad, continúa con un análisis de las relaciones entre la nueva economía y la idea integral de desarrollo humano, y termina bosquejando la aplicación de los principios del pensamiento complejo de Morin, como una propuesta que permita articular diversas perspectivas en torno al conocimiento y la sociedad global a la que pertenecemos. 

Palabras clave: conocimiento, pensamiento complejo, economías basadas en el conocimiento, ciencia, tecnología. 

Abstract With the appearance, in recent decades, of so-called knowledge-based economies, there have been various explanatory proposals or theoretical frameworks for understanding them. In this paper we aim to ponder, within a humanistic outlook, various concepts introduced by thinkers like Dominique Foray, from economic theory, Javier Echeverría, from philosophy of science, Manuel Castells, from sociology, and Edgar Morin, from the perspective of complex thinking. Situating human at the center of the equation, we want to approach the problem of knowledge and their meanings. To that end, this essay begins with a consideration on different conceptions of knowledge and the role that it has taken in the new society, continues with an analysis of the relations between the new economy and the idea of integral human development, and ends by outlining the application of the principles of Morin’s complex thought as a proposal to articulate different perspectives on knowledge and the global society to which we belong. 

Key words: knowledge, complex thinking, knowledge based economies, science, technology. 

Introducción 

El desarrollo científico y tecnológico de las últimas décadas se ha caracterizado por una superespecialización que compartimenta y fragmenta el conocimiento, a la vez que es germen de revolución de toda la vida humana. Pareciera que todo lo que hacemos, desde comer, transportarnos, educarnos, e incluso nacer o morir, está permeado por productos tecnocientíficos. Al mismo tiempo, somos testigos de un incremento en la complejidad de la realidad social y de una profundización del grado de incertidumbre de los fenómenos humanos por la velocidad del cambio y por el aumento de las interrelaciones entre las dimensiones económicas, políticas y sociales. Para comprender mejor estos procesos, pero no solamente desde esa especialización desproporcionada de las disciplinas, se requiere de la creación de marcos teóricos y conceptuales que permitan conocer las partes y el todo, así como sus mutuas interconexiones. 

Nuestra preocupación central en este ensayo versa sobre las relaciones entre conocimiento, economía, desarrollo y sociedad y tiene la esperanza de encontrar algunos rayos de luz en el esfuerzo interdisciplinar que, basándose en la idea de complejidad, busca conexiones, puntos de encuentro, resonancias que permitan vislumbrar algunas formas de comprensión. Poniendo al ser humano en el centro de la ecuación, queremos acercarnos al problema del conocimiento y sus significados, cuestionar el papel que juega en una economía y en una sociedad que ha perdido referentes, y en donde son necesarios nuevos abordajes teóricos y conceptuales. 

El propósito más puntual de este ensayo consiste en establecer un diálogo entre diferentes pensadores para quienes el conocimiento humano es tema central, entre los que destacan: Dominique Foray, por sus desarrollos teóricos que se orientan a la explicación de los procesos de producción de conocimiento al interior de las empresas y las organizaciones; Manuel Castells por su visión en torno a la nueva Sociedad de la Información; Javier Echeverría, quien subraya que ha habido una transformación radical en la investigación, gestión, aplicación, evaluación, desarrollo y difusión de la ciencia, y que propone que la actividad científica debe de ser analizada desde la pluralidad de valores que la conforman; y Edgar Morin, pensador y filósofo cuya propuesta, fundamentada en el pensamiento complejo, busca una comprensión de la nueva realidad social a partir de la aplicación de un conjunto de principios que pretenden revelar cuestiones que están más allá de la claridad diáfana que la ciencia moderna pretende desvelar en los fenómenos —la realidad es también misterio, incertidumbre y puede escapar a la racionalidad en su sentido tradicional. 

Con esa finalidad, el presente ensayo se inicia con una reflexión sobre diversas concepciones del conocimiento y el papel que el mismo ha adquirido en la nueva sociedad, continúa con un análisis de las relaciones entre la nueva economía y la idea integral de desarrollo humano, y termina bosquejando la aplicación de los principios del pensamiento complejo de Morin, como una propuesta que permita articular diversas perspectivas en torno al conocimiento y la sociedad global a la que pertenecemos.

El conocimiento: representaciones y significados 

Robert Merton, para muchos el fundador de la “sociología de la ciencia”, nos ofrece lo que a su parecer constituía el ethos de la ciencia moderna o el espíritu que la guiaba, en el sentido del conjunto de valores y normas que obligan a una comunidad científica, las cuales se conformarían por: universalismo, comunalismo, desinterés y escepticismo organizado.1 De esta manera, la ciencia sería no sólo un acervo de conocimientos acumulados y un conjunto de métodos, sino que incluiría prácticas sociales o comunitarias sujetas a normas, valores, prescripciones y proscripciones, que a veces se cumplirían y a veces no. Buena parte del trabajo de Merton y sus colaboradores consistiría en investigar cómo el sistema social de la ciencia trabaja en concordancia con, y con frecuencia también en contradicción con, el ethos de la ciencia.2 

Pero más allá de lo ya señalado por Merton, resulta claro que en las últimas décadas, la pluralidad de formas del conocimiento ha rebasado sus significados comunes, lo que nos lleva a reformular su sentido en el marco de las así llamadas Sociedades de la información o Sociedades del conocimiento. Manuel Castells las caracteriza como un “nuevo sistema tecnológico, económico y social […] una economía en la que el incremento de la productividad no depende del incremento cuantitativo de los factores de producción (capital, trabajo, recursos naturales), sino de la aplicación de conocimientos e información a la gestión, producción y distribución, tanto en los procesos como en los productos”.3 Es decir, en la actualidad las economías avanzadas se han vuelto cada vez más tributarias del conocimiento, la información y la formación de recursos humanos de alto nivel en formas muy diversas. 

En el Manual de Oslo, publicado por la OCDE como parte de su preocupación por los significados de la innovación tecnológica y su impacto en las organizaciones, y por la promoción de una cultura tecnológica en continuo desarrollo, se nos explica la forma en que puede evolucionar una empresa para mejorar su productividad y su capacidad para comercializar sus productos, y que puede ser en sus métodos de trabajo, o bien en el uso de los factores de la producción, o incluso en la diversificación de los productos mismos. 

1 Robert Merton, La sociología de la ciencia: investigaciones teóricas y empíricas. Madrid, Alianza, 1985. 

2 Gerald Holton, “Robert K. Merton”, en Proceedings of the American Philosophical Society, vol. 148, núm. 4. Filadelfia, 2004. 3 Manuel Castells, La era de la información: economía, sociedad y cultura. México, Siglo XXI, 2001.

Adicionalmente nos define cuatro tipos de innovación, todas ellas teniendo como elemento central alguna forma de conocimiento: 

[…] innovaciones de producto, innovaciones de proceso, innovaciones organizativas e innovaciones de mercadotecnia […] Las innovaciones de producto implican cambios significativos de las características de los bienes o servicios. Incluyen ambos los bienes y servicios enteramente nuevos y las mejoras significativas de los productos existentes […] Las innovaciones de proceso son cambios significativos en los métodos de producción y de distribución […]. Las innovaciones organizativas se refieren a la puesta en práctica de nuevos métodos de organización. Éstos pueden ser cambios en las prácticas de la empresa, en la organización del lugar de trabajo o en las relaciones exteriores de la empresa […] Las innovaciones de mercadotecnia implican la puesta en práctica de nuevos métodos de comercialización. Estos pueden incluir cambios en el diseño y el envasado de los productos, en la promoción y la colocación de los productos y en los métodos de tarificación de los bienes y servicios.4 

En la concepción del conocimiento referida en los últimos párrafos, nos encontramos con una mutación crucial: el conocimiento convertido en un bien económico que interviene en el diseño de productos, procesos y organizaciones. En la nueva economía vemos transformadas las prácticas y objetivos del conocimiento científico. Dicha economía posee una extraordinaria “capacidad de generación de riqueza, pero es una economía centrada, en estos momentos, en el desarrollo de redes entre individuos y empresas extremadamente competitivas sin ninguna referencia al interés público, al bien común, a lo que sean valores que no puedan ser capitalizados en el mercado”.5 

La ocde misma hace referencia a los cuatro tipos de conocimiento, asociados con este interés económico y cuyo domino le permite a las organizaciones alcanzar el éxito: saber qué (know what), se refiere al conocimiento acerca de los “hechos” y se acerca a lo que normalmente se denomina la información; saber por qué (know why) alude al conocimiento científico de los principios y leyes de la naturaleza, se realiza a menudo en organizaciones especializadas, como los laboratorios de investigación y universidades; saber hacer (know how) comprende las habilidades o la capacidad para realizar algo, es un tipo de conocimiento desarrollado y mantenido dentro de las empresas; y saberquién (know who) incluye información sobre quién sabe qué y quién sabe cómo hacer qué. El dominio de esos cuatro tipos de conocimiento se ejecuta a través de diferentes conductos, si bien, el know what y know why se pueden obtener mediante la asimilación de los libros, en tanto que los otros dos se basan esencialmente en la experiencia práctica. 

Estas tendencias de asociación del conocimiento con el quehacer productivo plantean nuevos problemas teóricos y prácticos a la concepción del conocimiento que han sido objeto de estudio de diversos investigadores desde diversas disciplinas. En el campo de la economía nos parece relevante Dominique Foray, quien propone la creación de una subdisciplina de la teoría económica, cuyo análisis se dirija al estudio de las propiedades del conocimiento como un bien que posee propiedades particulares que lo diferencian del resto de los bienes y servicios.6 En ese sentido, afirma que el conocimiento es una capacidad cognitiva que empodera a su poseedor con la capacidad de acción física e intelectual, en contraposición con la información, que toma la forma de datos estructurados y formateados que permanecen ociosos, hasta que son usados por aquellos que han adquirido el conocimiento para interpretarlos y procesarlos. De manera similar a la clasificación dada por la ocde, este investigador trata sobre dos formas deliberadas de producción y adquisición de conocimiento. El primero, saber por qué (know-why), es el que se produce en los laboratorios de investigación y desarrollo y provee una base para el descubrimiento y la innovación, y la creación de nuevos productos y procesos. El segundo, es el expertise que se adquiere con la práctica en la producción regular de bienes y servicios y constituye el aprendizaje on-line que se aprende haciendo (learning-by-doing) e interactuando en la línea de producción (learning-by-interacting). Al decir de Foray, el manejo del conocimiento y la información, por lo general, aumentan la eficacia de la economía, la innovación, la calidad de los bienes y servicios, y la equidad entre los individuos que conllevan a la generación de riqueza. 

Estas formas de análisis que parten de la consideración del conocimiento como un bien económico, ofrecen un amplio examen de los procesos de producción y reproducción del mismo en las organizaciones, así como de las condiciones históricas e institucionales que determinan su tratamiento y procesamiento. No obstante, esa aportación es limitada porque se centra más en las características de la oferta del conocimiento que en la demanda, con lo que deja fuera el uso y explotación de otros tipos que pudieran surgir, por ejemplo, de los consumidores (learning-by-using).7 

4 OCDE y EUROSTAT, Manual de Oslo: guía para la recogida e interpretación de datos sobre innovación. 3ª ed. 2005, pp. 23-24. 

5 Manuel Castells, “La ciudad de la nueva economía”, en Papeles de Población, núm. 27. Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, 2001, p. 213. En-Claves14-book.indb 127

6 Dominique Foray, The Economics of Knwoledge, Massachusetts, The MIT Press, 2004. 

7 Antonio Hidalgo y JoséAlbors, “New Innovation Management Paradigms in the Knowledge-Driven Economy”, en M. Hashem Sherif y T. Khalil, Management of Technology Innovation and Value Creation. Selected Papers from the 16th International Conference on Management of Technology

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