¿Es posible que una ciudad como Lima, con altos niveles de crecimiento (económico y poblacional), se comprometa a disminuir su emisión de carbono y de uso energético como estrategia de desarrollo?
Y además,
¿es posible que al hacerlo su economía mejore de manera notoria?
Son las interrogantes que el informe La Economía de las Ciudades Bajas en Carbono y Resilientes al Clima: Lima-Callao, Perú responde, gracias al trabajo de un equipo de especialistas de la PUCP y de la Universidad Agraria La Molina.
¿Cómo nació la idea de llevar a cabo el proyecto?
Como científicos sociales, estábamos interesados en hacer algo por el cambio climático. En este contexto, nos dimos cuenta de que las ciudades juegan un papel muy importante en este fenómeno: más de la mitad de la población mundial vive en ellas, además, a nivel global, estas consumen el 70% de la energía y liberan a la atmósfera el 70% de las emisiones de carbono. Para atacar el cambio climático, vimos que se debía actuar desde las ciudades. De esta forma, en un contexto donde diferentes disciplinas buscan contrarrestar el cambio climático, nuestra investigación evalúa la justificación económica para invertir masivamente en promover el uso eficiente de energía y la reducción de gases de efecto invernadero en las ciudades, tanto en el sector energético como en los hogares y edificios comerciales, así como en el transporte y en las industrias.
¿Qué resultados obtuvieron?
Los resultados dieron luces sobre una fuerte justificación económica para hacer dichas inversiones en las ciudades, aunque también vimos que había límites, porque no se podía hacer todo. Se demostró también que había mucha capacidad institucional que necesita ser desarrollada y fortalecida antes de que se den estas inversiones. Forma parte del reto crear las condiciones para que estas acciones sucedan.
¿A qué conclusiones se llegó con toda la información obtenida?
Las evidencias que llegamos a reunir en múltiples sectores, proyectan a futuro los impactos de la tendencia de desarrollo existente, tanto de la tasa de crecimiento económico y poblacional como de los cambios en los patrones de consumo y de eficiencia energética (práctica que tiene como objeto reducir el consumo de energía). Al proyectarnos hacia el año 2030, descubrimos que en los próximos años sucederá casi lo mismo que ha venido sucediendo en los últimos, un escenario muy similar. Esto resulta interesante porque indica la cantidad de dinero que se paga por el consumo de energía y agua en nuestra ciudad: varios millones de dólares cada año. Es increíble cuánto gastan Lima y Callao en pagar sus cuentas, el equivalente al 8% del PBI a nivel de la ciudad, lo que significa un gran desperdicio de dinero. No se trata solo de cuidar el medioambiente, sino de preocuparse por los gastos que tienen Lima y Callao.
¿Cómo se puede cambiar esta realidad?
Primero, se debe identificar aquello que puede disminuir el consumo de energía y las emisiones de carbono. En la investigación, evaluamos cuidadosamente cada uno de ellos y precisamos cuál sería el costo que implica comprarlos, instalarlos y hacerlos funcionar, así como los beneficios y el ahorro de energía que se podría conseguir si, por ejemplo, cambiáramos el combustible que usamos por una alternativa más eficiente o si invertimos en paneles solares para las casas, entre otras medidas prácticas. Todas estas han sido revisadas por un grupo de especialistas para estar seguros de que son apropiadas, lógicas y objetivas.
Si bien se habla de fuertes inversiones, ¿el beneficio a futuro resultará mucho mayor?
Considero muy importante contar de manera fiel y exacta lo que está ocurriendo en el mundo y lo que podemos hacer nosotros respecto al cambio climático. Además, es relevante enfatizar que cambiar aquellos aspectos que causan este fenómeno puede ser muy positivo para la economía de las ciudades. Hay una gran oportunidad para asegurar las inversiones en muchas de las actividades y aspectos de la vida aquí en Lima que mejorarán tanto la economía como el cuidado del medio ambiente. El cambio climático no es irrelevante, por el contrario, económicamente, es una gran oportunidad. Está el desafío de cambiar algo que nos afectaba económicamente, con estas ideas y oportunidades, para obtener algo positivo.
¿Cuál es el papel del Estado para cambiar esta situación?
Ciertamente, el gobierno juega un papel muy importante al ser el responsable de crear las condiciones para que todos los demás puedan cumplir con su labor de contribuir con el medioambiente, pero, para los efectos de consumo y uso de la energía, cada uno de nosotros tiene que estar comprometido. Los ciudadanos desde sus casas, los medios de comunicación y grupos de la sociedad civil, las empresas e industrias, aquellos responsables de tomar las decisiones, todos deben empezar a hacer algo por revertir el cambio climático. Es importante el compromiso a nivel del Estado de reducir las emisiones de carbono, a través de la creación de instituciones competentes. Una de ellas podría ser una comisión independiente sobre cambio climático para monitorear el progreso y sugerir medidas a adoptarse en el futuro. Esto podría preparar el terreno para la financiación de otros proyectos de investigación que demuestren que es posible reducir las emisiones de carbono y el consumo de energía de una manera sostenible y que no represente un gran gasto para la ciudad.
¿Qué otras entidades pueden involucrarse en este desafío?
El gobierno puede generar confianza y un sentido de compromiso y positivismo. Hablamos tanto del gobierno nacional como del local, pero también de la sociedad civil y el sector privado que debe asumir compromisos. Si se les dice a las personas que pueden ahorrar varios miles de soles al año haciendo algunos cambios en su estilo de vida y en sus patrones de consumo, ellas podrán aceptarlo.
Revisa el estudio La economía de las ciudades bajas en carbono y resilientes al clima.
El estudio forma parte de un conjunto de investigaciones realizadas en ocho ciudades del mundo dirigidas por la Universidad de Leeds. Se trata de un plan proactivo para Lima que señala un necesario compromiso político, así como instituciones más capacitadas, nuevos mecanismos de financiamiento y un cuidadoso diseño para asegurar una transición equitativa y sustentable que podría convertir a Lima en una smart city, más consciente de su huella ecológica. Conversamos con el director de la investigación, el científico ambiental y profesor del área de sostenibilidad de la Universidad de Leeds, Andy Gouldson.