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jueves, 23 de marzo de 2023

La Teoría General de Keynes y la macroeconomía moderna

 La Teoría General de Keynes y la macroeconomía moderna

 

Keynes' General Theory and modern macroeconomics

 

Jaime Ros*

 

* Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Correo electrónico: <ros.1@nd.edu>.

 

Artículo recibido en septiembre de 2011.
Aceptado en enero de 2012.

 

Resumen

Este artículo contrasta las dos visiones de la macroeconomía que se han enfrentado entre sí desde la publicación de la Teoría General de Keynes y los debates entre su autor y sus críticos de esos años (los clásicos). Esta comparación hace hincapié en los dos principales temas que separan a estas dos visiones: la crítica de Keynes a los supuestos de la economía clásica sobre el equilibrio continuo en los mercados, particularmente en el mercado del trabajo, y su crítica a los supuestos que esa economía hace sobre el conocimiento que los agentes económicos tienen del futuro.

Palabras clave: desempleo, Keynes, Ley de Say, macroeconomía, previsión perfecta.

Clasificación JEL:* E01, E02, E03, B02, D00.

 

Abstract

This article contrasts the two approaches to macroeconomics that have faced each other since the publication of Keynes' General Theory and the debates between its author and its contemporaneous critics (the classics). This comparison stresses two main aspects that keep the two schools of thought apart: Keynes' criticism of the assumption of classical economics about continuous market clearing, particulary in the labor market, and his criticism about the knowledge that, in classical economics, economic agents are supposed to have about the future.

Key words: unemployment, Keynes, Say's Law, macroeconomics, perfect foresight.

 

INTRODUCCIÓN

La crisis económica mundial de los últimos años es una crisis de gran envergadura que tendrá probablemente importantes repercusiones en años por venir en la teoría macroeconómica y su enseñanza, especialmente a nivel de posgrado. Durante esta crisis, los debates de política macroeconómica de los años 1930, cuando la macroeconomía nació como disciplina con la publicación de la Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero (1936) de Keynes, se han repetido nuevamente. Ello se debe, en parte, a la vigencia de la obra de Keynes que tiene por lo menos dos razones de ser. La primera es que la Teoría General es una obra muy moderna en el terreno de los hechos debido a que la actual crisis económica y financiera mundial ha vuelto a poner a los mercados financieros en el epicentro del mal funcionamiento del sistema económico en su conjunto. Y este es precisamente uno de los temas centrales de la Teoría General. La segunda es que esta obra es muy relevante en el terreno de las ideas, tanto para el presente como para el futuro, debido a la vigencia de la crítica de Keynes a lo que llamó la economía clásica. Y lo es, como argumentaré en este artículo, porque si sus críticas a los clásicos son válidas, éstas son igualmente aplicables a la moderna nueva economía clásica.

Este artículo contrasta precisamente las dos visiones de la macroeconomía que se han enfrentado entre sí desde la publicación de la Teoría General y los debates entre su autor y sus críticos de esos años (los clásicos).1 Esta comparación hace hincapié en los dos principales temas que separan a estas dos visiones. Las dos primeras secciones del artículo abordan esos temas: la crítica de Keynes a los supuestos de la economía clásica sobre el equilibrio continuo en los mercados y su crítica a los supuestos que esa economía hace sobre el conocimiento que los agentes económicos tienen del futuro.2 La tercera sección junta estos dos temas y resume lo que me parecen los mensajes de la Teoría General más relevantes para la situación que vive la economía mundial hoy en día: la idea que el desempleo involuntario tiene su origen en una falla de coordinación en los mercados financieros y la idea que la flexibilidad salarial no es una solución a esa falla de coordinación. Las dos últimas secciones comentan brevemente sobre cómo evolucionó la macroeconomía después de la Teoría General, contrastando la economía de Keynes con la de la síntesis neoclásica, la nueva economía clásica y la nueva economía keynesiana.

 

EL EQUILIBRIO CONTINUO EN LOS MERCADOS, EL RECHAZO DEL SEGUNDO POSTULADO DE LA ECONOMÍA CLÁSICA Y EL DERRUMBE DE LA LEY DE SAY

¿Cuáles fueron las críticas de Keynes a los clásicos? En primer lugar, Keynes consideraba que la economía clásica descansaba en dos postulados: 1) la igualdad entre el salario real y el producto marginal del trabajo, y 2) la igualdad entre el salario real y la desutilidad marginal del trabajo.

Keynes aceptó el primer postulado. Este proviene simplemente de la condición de primer orden de la maximización de beneficios por parte de empresas que operan en competencia atomística y que, en consecuencia, toman como dados precios y salarios y maximizan, sujetas a una restricción tecnológica (dada por la función de producción). Esta historia de empresas atomísticas que toman los precios como dados, claramente no es cierta, al menos en la gran mayoría de los mercados. Pero Keynes, por razones que creo entender, decidió no meterse con este postulado aunque con seguridad sabía muy bien que la competencia perfecta no era una buena descripción de la situación que prevalece en los mercados de bienes, con excepción de algunos de ellos. El artículo de Sraffa de 1926, la tesis de licenciatura de Kahn a principios de los años 1930 y el libro de Joan Robinson de 1933 versaban sobre la teoría de la competencia imperfecta. Creo por ello, que la decisión de Keynes de aceptar el primer postulado fue una decisión estratégica: le permitió concentrarse en el segundo postulado, su rechazo y las consecuencias de ese rechazo.

¿De dónde proviene el segundo postulado de la economía clásica? Proviene de las condiciones de primer orden del programa de maximización de la utilidad por parte de hogares trabajadores. Estos hogares maximizan su utilidad, que depende positivamente del consumo y negativamente del trabajo, y, sujetos a una restricción de presupuesto y nada más, maximizan tomando precios y salarios como dados (ya que también son atomísticos). Así, el hogar decide trabajar hasta el punto en que el salario que el trabajador recibe (medido en términos de los bienes que consume) le compensa exactamente por la desutilidad marginal del trabajo. Ni una hora más ni una menos. El resto del tiempo lo dedica al ocio.3

Keynes, en los años veinte y treinta del siglo pasado, observaba que, con mucha frecuencia y a veces masivamente, los hogares trabajadores no podían decidir cuánto trabajar, sobre todo cuando estaban desempleados. Es por ello que rechazó el segundo postulado de la economía clásica y en su lugar supuso que el hogar, además de la restricción de presupuesto, enfrentaba una restricción de cantidad respecto al monto de trabajo que podía vender en el mercado.4 En suma, lo que Keynes supuso es que los trabajadores no están siempre en sus curvas de oferta de trabajo deseadas; es decir, no siempre pueden vender la cantidad de trabajo que desean.

Al rechazar el segundo postulado de la economía clásica, la ley de Say se derrumba y la demanda agregada pasa a desempeñar un papel clave en la determinación del producto. En efecto, la restricción de cantidad que enfrentan los hogares está dada, para el conjunto de ellos, por la demanda de trabajo de las empresas, que puede resultar inferior a la oferta de trabajo deseada por los hogares. Así, ante una caída en el nivel de empleo, de tal magnitud como para generar un exceso de oferta de trabajo, los hogares trabajadores ajustan a la baja su demanda de consumo y el producto total queda determinado por la demanda efectiva. Por cierto, demostrar que al ajustarse a la baja la demanda de consumo, el producto converge de todos modos a un equilibrio estable en el mercado de bienes —con exceso de oferta en el mercado de trabajo— en lugar de continuar descendiendo hasta llegar a cero, debe haber sido un verdadero vía crucis, en el que participó decisivamente Richard Kahn.5 Afortunadamente, la condición crucial para la estabilidad de ese equilibrio a menos de pleno empleo es que la propensión marginal a consumir sea menor a la unidad.

Don Patinkin tuvo razón, creo, cuando argumentó que demostrar la estabilidad del equilibrio de menos de pleno empleo es la característica distintiva de la teoría de la demanda efectiva de Keynes. Refiriéndose al famoso diagrama de Paul Samuelson con la recta de 45 grados que intersecta desde abajo una línea de gasto agregado con un intercepto positivo y una pendiente positiva y menor a la unidad,6 Patinkin dice: "Lo que llamo la teoría de la demanda efectiva es no sólo que la intersección de la curva de demanda agregada E = F(Y) con la línea de 45 grados determina el producto real de equilibrio Yo a un nivel que puede ser inferior al de pleno empleo [...] sino también (y ésta es la característica distintiva nueva) que el cambio en el producto (y por lo tanto en el ingreso) actúa como una fuerza equilibradora [...] La teoría de la demanda efectiva se refiere no sólo a la solución matemática de la ecuación de equilibrio F(Y) = Y, sino a demostrar la estabilidad de este equilibrio tal y como está determinado por la ecuación de ajuste dinámico dY/dt = θ[F(y) - y], donde θ' > 0" (1982, p. 9-10).

Esto es lo que explica en qué sentido la teoría propuesta por Keynes se refiere al caso general. En efecto, ¿por qué dice Keynes que su teoría se refiere al caso general del cual la economía clásica es un caso especial? y ¿qué tiene esto que ver con el abandono del segundo postulado de la economía clásica? El caso analizado es el caso general precisamente porque en presencia de un exceso de oferta en el mercado de trabajo, Keynes introduce el supuesto —que debería ser evidente para todo mundo— de que los trabajadores no van a formular sus planes de consumo de la misma forma en que lo hacen cuando el mercado de trabajo está en equilibrio. Si hay exceso de oferta en el mercado de trabajo, los trabajadores enfrentan una restricción de cantidad al monto de trabajo que pueden vender en el mercado, y toman en cuenta esta restricción a la hora de formular su demanda de consumo. Como lo dice Edmond Malinvaud, en un texto que sintetiza las contribuciones de Clower y Bénassy a la comprensión de la economía de Keynes: "Al decidir su demanda de consumo por un bien particular, un individuo desempleado recuerda que está desempleado." (Malinvaud, 1985, p. 23).

En la economía clásica, y en particular en su expresión más acabada —el modelo walrasiano de equilibrio general—, el trabajador no considera la posibilidad de quedar desempleado a la hora de formular su plan de consumo. La restricción de cantidad no se toma en cuenta en el programa de maximización de su utilidad. Por el contrario, en el plan óptimo que los hogares formulan al maximizar su utilidad, se determinan simultáneamente la demanda de consumo, la cantidad de trabajo y el ocio, suponiendo que no hay restricciones a la cantidad de trabajo que los hogares pueden vender en el mercado. Esto es precisamente lo que dice el segundo postulado de la economía clásica. Pero esto sólo es cierto si el mercado de trabajo despeja porque, si no lo hace, el plan de consumo de los hogares tiene que tomar en cuenta que esos hogares no logran vender la cantidad de trabajo que desean (al salario y precio de los bienes de consumo vigentes).

¿Por qué, desde Walras, los modelos de equilibrio general walrasiano, estáticos o dinámicos hacen caso omiso de la restricción de cantidad, un supuesto a todas luces tan extraño? Porque implícitamente o explícitamente, como lo hizo Walras mismo, suponen la existencia de un subastador que tiene, entre otras tareas, la de prohibir que se lleven a cabo transacciones mientras no se haya encontrado el vector de precios de equilibrio que despeja todos los mercados. Y como el trabajador desempleado sabe que el subastador walrasiano no permitirá las transacciones hasta que el mercado de trabajo despeje, con una pureza lógica impecable, formula su plan de consumo suponiendo que puede vender la cantidad de trabajo que desea, sin más restricciones que la de presupuesto, estática o intertemporal, dados los precios y salarios vigentes en el mercado.7

 

EXPECTATIVAS SOBRE EL FUTURO, PREVISIÓN PERFECTA, E INCERTIDUMBRE

Keynes también rechazó los supuestos de la economía clásica sobre información y previsión del futuro. Como lo dice en su artículo del Quarterly Journal of Economics de 1937 (p. 222): "La teoría ortodoxa supone que tenemos un conocimiento del futuro de una naturaleza muy distinta a la que en realidad poseemos [...] La hipótesis de un futuro calculable conduce a una interpretación incorrecta de los principios de comportamiento que la necesidad de la acción nos obliga a adoptar, y a una subestimación de los factores escondidos de la duda absoluta, la precariedad, la esperanza y el miedo".

En lugar del supuesto de previsión perfecta, Keynes tomó, con frecuencia, las expectativas sobre periodos futuros (o lo que llamó el "estado de las expectativas de largo plazo") como dadas. Las conclusiones del análisis dependen entonces de que las expectativas no cambien ante un cambio supuesto en otras variables: dado el estado de las expectativas (o de las noticias), tal o cual cosa puede suceder como resultado de un cambio en tal o cual variable. En este caso, Keynes sustituyó el supuesto de previsión perfecta por el supuesto de expectativas exógenas que puede atribuirse, como lo plantea Phelps (1990, cap. 1), a la existencia de una comunicación intertemporal incompleta entre participantes del mercado y el problema consiguiente de coordinación de las decisiones intertemporales de ahorro e inversión.8

En otras ocasiones, Keynes endogeneiza las expectativas, pero de una manera que toma en cuenta el hecho de que los agentes ignoran el futuro (véase en particular su artículo en el Quarterly Journal of Economics ya citado). El hecho de que el futuro es desconocido tiene varias consecuencias. La primera es que en nuestras decisiones le damos poco peso a lo que puede suceder en el futuro lejano. Ello se debe a que entre más lejano es el periodo futuro considerado, menos sabemos sobre él y menos podemos aplicar cálculos probabilísticos. Podemos tener una noción (subjetiva) de la distribución de probabilidades de los eventos en el futuro cercano. Entre más lejano el futuro, menos pensamos que sabemos sobre la distribución de probabilidades. Además, sabemos que sabremos más acerca de este periodo futuro a medida que pase el tiempo, de manera que podemos posponer nuestra decisión. Una segunda consecuencia es que tendemos a usar el presente y el pasado reciente como una guía para adivinar el futuro (a menos que tengamos buenas razones para no hacerlo), a pesar de lo endeble que, como dice Keynes (1936), resulta este procedimiento. Un tercer efecto de la incertidumbre es que dependemos de las opiniones de otros (de la opinión promedio) para formular nuestra mejor opinión sobre el futuro. El llamado "concurso de belleza" al que se refiere Keynes es el mejor ejemplo de este comportamiento.

Otra observación aguda que aparece en la Teoría General de múltiples maneras —en la discusión de la función consumo, los efectos de cambios en los salarios, etcétera— es que el efecto en las expectativas sobre el futuro de un cambio en una variable económica depende de cómo este cambio es percibido por los agentes económicos. Cambios que son percibidos como de corto plazo, reversibles (temporales, en terminología moderna) tendrán poco efecto sobre el valor esperado en el futuro de la variable en cuestión, mientras que cambios que son percibidos como de naturaleza más permanente tendrán un mayor efecto en los valores futuros esperados. La elasticidad de las expectativas depende de estas percepciones y éstas varían de acuerdo con las circunstancias.

 

LA TEORÍA DEL DESEMPLEO INVOLUNTARIO

Poner estos dos temas juntos, el del equilibrio en los mercados y el de las expectativas sobre el futuro, conduce a una distinción sutil entre la eficiencia de un mercado en el sentido de si despeja o no y que tan rápido lo hace, y el papel de un mercado como fuente de mal funcionamiento del sistema económico. Por ejemplo, para Keynes el mercado de trabajo no despeja tan rápido como los mercados financieros. Sin embargo, lo que Keynes llama desempleo involuntario tiene su origen en el hecho de que los mercados financieros, aunque despejan todo el tiempo, pueden hacerlo a "precios erróneos": son capaces de despejar a una tasa de interés que es inconsistente con el pleno empleo en el mercado de trabajo. Dicho a la vieja usanza, la tasa de interés de equilibrio puede ser demasiado alta para que la inversión deseada por las empresas a esa tasa de interés logre absorber los ahorros correspondientes al nivel de ingreso de pleno empleo. El nivel de ingreso, y no la tasa de interés, se ajusta entonces a la baja y con ello el nivel de ahorro queda por debajo del nivel de pleno empleo.

En esta visión los mercados financieros son los principales candidatos para caer en fallas de información (especulación mal informada) precisamente porque están encargados de la coordinación de las decisiones de producción y consumo en el futuro. El desempleo generado por estas fallas de información sobre el futuro, y de las resultantes fallas de coordinación de las decisiones de ahorro e inversión, es involuntario precisamente en el sentido de que no tiene su origen en el funcionamiento del mercado de trabajo sino en el mal funcionamiento de los mercados financieros. Y ello no es culpa de nadie. Es el resultado de que la coordinación de las decisiones intertemporales se lleva a cabo en condiciones de incertidumbre (o, si se prefiere, de ignorancia) sobre el futuro. Como lo dice Leijonhufvud: "En el mundo keynesiano, los mercados financieros son manifiestamente incapaces de proveer la consistencia de los planes de producción y consumo de largo plazo" (Leijonhufvud, 1968, p. 276).

El desempleo es involuntario también en el sentido de que la flexibilidad a la baja de los salarios nominales no es una solución a este problema de coordinación entre decisiones de ahorro e inversión, como Keynes lo argumenta en el capítulo 19 de la Teoría General. Volveremos a este tema en la siguiente sección pero vale la pena enfatizar que varios keynesianos, de Kalecki (1944) a Leijonhufvud (1968), pasando por Patinkin (1965) y Tobin (1980), y otros artículos y conferencias), entendieron muy claramente el argumento de Keynes y sus implicaciones de política económica. Creo que Tobin es quien lo dijo mejor: "(Keynes) reta a la ortodoxia en terreno sagrado, su fe en que la competencia ajustará los precios de los bienes y factores de manera a eliminar excesos de oferta, o de demanda, en todos los mercados. No dice meramente que este proceso puede tomar un tiempo muy largo; dice que simplemente no funciona [...] la moraleja práctica es que una política activa, junto con respuestas de mercado, es parte del mecanismo social para el mantenimiento o restablecimiento del equilibrio" (Tobin, 1980, p. 2).

Hay aquí un gran contraste con la macroeconomía moderna. En la nueva economía clásica, la explicación de los ciclos económicos también considera la existencia de información incompleta (como en el caso del modelo Lucas-Phelps) pero ubica las fallas de información en el mercado de trabajo (trabajadores que confunden aumentos en los salarios nominales con aumentos en los salarios reales) o en los mercados de bienes (agentes que confunden cambios en el nivel general de precios con cambios en precios relativos). De manera similar, en la nueva economía keynesiana de las últimas décadas, el desempleo se explica, en algunas versiones, como resultado de imperfecciones o fallas de información en el mercado de trabajo.

 

LA MACROECONOMÍA DESPUÉS DE LA TEORÍA GENERAL

En cuanto a lo que ocurrió con la macroeconomía keynesiana después de la Teoría General quiero poner el acento en tres temas. El primero se refiere al supuesto de salarios nominales dados (que Keynes mantuvo hasta el capítulo 19 de la Teoría General en que analiza el caso general de flexibilidad de salarios y precios). El segundo se refiere a la pérdida de relevancia en la síntesis neoclásica, que se origina en el modelo IS-LM de Hicks, de las expectativas sobre el futuro en la determinación del nivel actual de actividad económica y empleo. El tercero tiene que ver con la reintroducción del segundo postulado de la economía clásica en la macroeconomía pos Teoría General

El papel del supuesto de salarios nominales dados

Como lo ha hecho ver Patinkin, para Keynes la rigidez de los salarios nominales es más una recomendación de política económica que un supuesto de comportamiento ¡Cómo podría ser de otra manera si la gran depresión de los años treinta del siglo pasado registró una deflación sin precedente de los salarios nominales! En cambio, en la síntesis neoclásica, y más aún entre los nuevos keynesianos, la rigidez de los salarios nominales (o de los precios en algunas versiones) se convirtió en un supuesto clave para la existencia de un equilibrio con desempleo. Ello abrió las puertas para la resurrección de la principal conclusión de la economía clásica: con precios y salarios plenamente flexibles, la economía tiende al pleno empleo.

El comentario de Kalecki al profesor Pigou (1943), publicado en el Economic Journal de 1944, está ahí para recordarnos la falla en el razonamiento que conduce a esa conclusión. En ese comentario de dos páginas, Kalecki argumenta que el efecto positivo sobre la demanda agregada del aumento en los saldos monetarios reales, provocado por la deflación, se verá contrarrestado con toda seguridad por el aumento en el valor real de las deudas de empresas y familias y su efecto negativo sobre la demanda agregada. Esto es así, argumentó Kalecki, porque en una economía monetaria moderna los saldos monetarios son, en su mayor parte, depósitos bancarios que tienen, como contraparte en la hoja de balance de los bancos, activos de los bancos que son, a su vez, deuda de empresas y hogares.

El argumento de Kalecki implica, en términos del modelo de oferta y demanda agregada de los libros de texto, que la curva de demanda agregada (en espacio nivel de precios, nivel de producto) no tiene porqué tener pendiente negativa. Y, por lo tanto, el desplazamiento hacia abajo de la curva de oferta agregada, resultante de la caída de los salarios nominales, no tiene porqué llevarnos a un equilibrio con pleno empleo. Este es un tema, como ya lo mencioné al final de la sección anterior, que ha sido enfatizado también por otros keynesianos.

Las expectativas sobre el futuro en la síntesis neoclásica

Como lo ha argumentado Leijonhufvud (1968), un tema central de la Teoría General es cómo opiniones cambiantes sobre el futuro son capaces de influir en el nivel actual de ocupación. El vínculo crucial es la inversión que afecta a los niveles presentes de actividad económica y de empleo y que, como ya lo mencioné, es una decisión intertemporal que depende de las expectativas sobre el futuro. Es interesante observar que la ausencia de las expectativas sobre el futuro en la determinación del nivel de ingreso de equilibrio inferior al de pleno empleo es la principal objeción de Keynes al modelo IS-LM de Hicks. En efecto, en la correspondencia entre Keynes y Hicks después de que Hicks formulara su modelo IS-LM en "Mr. Keynes and the classics" (1937), Keynes le escribe a Hicks que tiene poco que agregar a su formalización excepto porque la función de inversión (en la que Hicks hace depender la inversión del nivel de ingreso presente) debería depender de condiciones futuras (porque las empresas invierten, no para producir en el presente, sino para producir en el futuro). Es interesante también que esto es prácticamente todo lo Keynes tiene que agregar a la formulación de Hicks!

Ese tema central se perdió en la síntesis neoclásica, lo que abrió las puertas para la reemergencia de modelos de optimización intertemporal en la nueva economía clásica (y también entre los nuevos keynesianos) que, en cierto modo, echaron fuera de la bañera al bebé junto con el agua sucia: es decir, reintrodujeron correctamente la importancia de las expectativas sobre el futuro —en la que la Teoría General había hecho tanto hincapié—, pero descartaron los necesarios supuestos sobre la incertidumbre fundamental que tienen los agentes económicos acerca del futuro.

La reintroducción del segundo postulado de la economía clásica y con ello del supuesto de equilibrio continuo en el mercado de trabajo

Las puertas para que avanzara la contrarrevolución se abrieron de par en par con la Presidential Address de Milton Friedman a la American Economic Association en 1968 ("El papel de la política monetaria"). Esa ponencia es un hito porque marca, hasta donde puedo ver, el momento en el que, en la macroeconomía post Teoría General se reintroduce el supuesto que el mercado de trabajo despeja en todo momento, es decir que el mercado de trabajo está en equilibrio continuo. En efecto, el modelo implícito de Friedman en esa ponencia supone que ese mercado siempre está en equilibrio y los efectos de la demanda agregada sobre el nivel de actividad, provocados por choques monetarios, se dan como resultado de fluctuaciones en la oferta de trabajo, sin que ello implique cambios en el nivel de desempleo. Estas fluctuaciones en la oferta de trabajo son el resultado de que los trabajadores confunden temporalmente los aumentos en salarios nominales con aumentos en salarios reales (lo que conduce a un aumento de su oferta de trabajo) al no darse cuenta de inmediato que los precios, al igual que los salarios nominales, también aumentan con la expansión monetaria. Pero en todo este proceso, el mercado de trabajo está siempre en equilibrio y los trabajadores pueden en todo momento vender la cantidad de trabajo que desean a los precios y salarios que perciben. En otras palabras, una expansión (o contracción) de la demanda agregada no afecta el nivel de actividad reduciendo (o expandiendo) el desempleo: los trabajadores siempre están en su curva de oferta de trabajo deseada. El segundo postulado de la economía clásica se vuelve a cumplir.

El famoso modelo de Lucas (1972) no es más que una variación sobre el mismo tema. El modelo es esencialmente el de Friedman, con dos diferencias. Primero, en el modelo de Lucas los agentes económicos son en cierta forma pescadores que pescan diferentes tipos de peces, a diferencia del modelo de Friedman en el que los agentes son empresas y trabajadores. Segundo, en el modelo de Lucas los agentes económicos tienen expectativas racionales (en lugar de expectativas adaptativas como en Friedman). Debido a la falta de información completa, los agentes económicos confunden también temporalmente cambios en el nivel general de precios con cambios en los precios relativos, haciendo así que el dinero pueda no ser neutral a corto plazo. Es precisamente por el hecho que ahora las expectativas son racionales y de que hay información incompleta que es necesario hacer una distinción entre los efectos de choques monetarios anticipados —que son neutrales aun en el muy corto plazo— y los de choques monetarios no anticipados que no son neutrales en el corto plazo.

 

LA EDAD OBSCURA DE LA TEORÍA MACROECONÓMICA

Desde entonces hemos vivido en lo que Paul Krugman ha llamado "la edad obscura de la macroeconomía" (Krugman, 2011). En estos años, los últimos treinta, piensa Krugman, sucedieron dos cosas. En primer lugar, se destruyó conocimiento previamente acumulado con consecuencias sociales nefastas. En efecto, se repiten hoy, con una fe que no existía hace treinta o cuarenta años, las mismas falacias que se decían en los años treinta antes y después de la publicación de la Teoría General. Para la ortodoxia, por ejemplo, el desempleo involuntario (cuando se admite su existencia, lo cual es raro) vuelve a ser resultado de la rigidez a la baja de los salarios nominales y, más sorprendente y notable aún, se atribuye a Keynes esa explicación del desempleo! Considérese, por ejemplo, la siguiente cita de Gary Becker (2009) de la Universidad de Chicago y premio Nobel de Economía:

Keynes y muchos economistas anteriores a él enfatizaron que el desempleo aumenta durante las recesiones porque las tasas de salario nominal tienden a ser inflexibles a la baja. La forma natural en que los mercados usualmente eliminan una demanda insuficiente por un bien o servicio, tal como el trabajo, es por la vía de una reducción del precio de ese bien o servicio. Una caída en el precio estimula la demanda y reduce la oferta hasta que éstas se vuelven aproximadamente iguales entre sí. La inflexibilidad a la baja de los salarios impide que eso ocurra rápidamente cuando hay una demanda insuficiente de trabajadores.9

Véase también sobre el mismo tema lo que dice Robert Barro (2009) de la Universidad de Harvard (citado por Krugman, 2011):

John Maynard Keynes sostuvo que el problema radicaba en que los precios y los salarios tenían un nivel excesivamente alto. Sin embargo, ese problema podía solucionarse fácilmente a través de una política monetaria expansiva, de tal forma que los precios y los salarios no tendrían que caer.

Al igual que en los años treinta del siglo pasado, de acuerdo con la ortodoxia un aumento del gasto público necesariamente desplaza un monto igual de gasto privado. En este sentido, Krugman (2011) cita a John Cochrane (2009) de la Universidad de Chicago:

Primero, si no se imprime dinero, éste tiene que venir de algún lugar. Si el gobierno nos pide prestado un dólar, ese dólar no los vamos a gastar o a prestarlo a una empresa para que realice una nueva inversión. Cada dólar en que se incrementa el gasto público debe corresponder a un dólar menos de gasto privado. Los puestos de trabajo creados a través de un gasto estimulador son compensados por pérdidas de empleos causadas por la caída en el gasto privado. Se pueden construir caminos en vez de fábricas, pero el estímulo fiscal no nos puede ayudar a construir más de ambos. Esto es contabilidad, y no necesita un argumento complejo para describir el fenómeno del desplazamiento (crowding out).

Sobre el mismo tema, Krugman (2011) cita también a Niall Ferguson, historiador de la Universidad de Harvard, (en Soros et al., 2009), una cita extraordinaria en un momento en que la tasa de interés de corto plazo había caído ya prácticamente a cero y la base monetaria se había multiplicado varias veces:

Ahora estamos en la fase de terapia ¿y qué terapia estamos siguiendo? Bueno, es una muy interesante porque tiene dos componentes contradictorios. Uno es el prescrito por el Dr. Friedman —es decir, Milton Friedman— que ha sido administrada por la Reserva Federal: inyecciones masivas de liquidez para evitar el tipo de crisis bancaria que causó la Gran Depresión a principios de la década de 1930. Yo estoy de acuerdo con esa. Es correcto hacer eso. Pero hay otro componente de la terapia que es administrado de forma simultánea, que fue prescrito por el Dr. Keynes —John Maynard Keynes— y esta parte de la terapia implica la generación de un déficit que excederá el 12% del PIB el corriente año y la emisión, por lo tanto de un gran cantidad de nuevos bonos.

Existe una clara contradicción entre estas dos políticas, y estamos tratando de tenerlas a ambas. No se puede ser monetarista y keynesiano al mismo tiempo —por lo menos no sé cómo se puede hacer, porque si el objetivo de una política monetarista es mantener la tasa de interés baja y mantener una liquidez alta, el efecto de la política keynesiana es presionar al alza la tasa de interés.

Después de todo, 175 000 millones de dólares es una gran cantidad de nuevos bonos puestos en el mercado de bonos en el momento de la recesión, y todavía no sabemos bien quién los comprará. Ciertamente, no serán los chinos. Eso funcionó bien, en los buenos tiempos, pero lo que yo llamo quimérico, el matrimonio entre China y América, está alcanzando su final. Tal vez termine en un divorcio escandaloso.

Todo esto ayuda a explicar porqué Krugman afirma que si todo lo que supiéramos cuando la actual crisis estalló fuera la macroeconomía de los años 1950 habríamos estado mejor preparados para enfrentarla. Y también porqué Robert Lucas, de la Universidad de Chicago y premio Nobel de Economía, podía decir con confianza, en plena edad obscura, sólo cinco años antes de la crisis reciente lo siguiente:

Mi tesis en esta lección es que la macroeconomía en este sentido original [como un campo distinto dentro de la economía desde los años cuarenta] ha tenido éxito: su problema central de prevención de la depresión ha sido resuelto, para todo propósito práctico, y de hecho ha sido resuelto desde hace muchas décadas (Lucas, 2003, p. 1).

De manera que un primer aspecto de la edad obscura es la destrucción de conocimiento. El segundo aspecto es que, en estos años, ha predominado una visión de la macroeconomía en la que se supone que los agentes económicos, con gran información sobre el funcionamiento de la economía y basados en las correspondientes expectativas racionales, formulan sus planes óptimos de producción, inversión, consumo, trabajo y ocio, y los mercados, en equilibrio continuo, se encargan de volver consistentes entre sí esos planes óptimos. Otra manera de referirse a esta visión es, en la expresión de Buiter (1980), como la macroeconomía del Dr. Pangloss.

¿Cómo pueden estos modelos walrasianos dinámicos, con equilibrio continuo en todos los mercados, explicar los ciclos económicos, la alternancia en la economía de periodos de auge y empleo alto seguidos de recesiones y alto desempleo, uno de los fenómenos más importantes que dieron origen a la macroeconomía? La moderna nueva economía clásica tiene dos principales respuestas a esta pregunta. Una está basada en la existencia de perturbaciones monetarias (choques de demanda agregada que como en el modelo Lucas-Phelps dan lugar a fluctuaciones del producto en presencia de información imperfecta). Ya comenté sobre el mecanismo que permite que la demanda agregada tenga un efecto sobre la actividad económica. La otra respuesta está basada en perturbaciones reales, en particular choques tecnológicos que, en la literatura sobre ciclos económicos reales, conducen a fluctuaciones del producto a través de varios mecanismos posibles de propagación (entre otros, la sustitución entre trabajo presente y futuro). En este caso, la demanda agregada no cumple ningún papel.

Creo que sobra decir que estas explicaciones del ciclo económico no tienen nada que ver con la crisis actual, la cual, esperemos, se encargará de echarlas —y junto con ellas al segundo postulado de la economía clásica— al basurero de la historia de la macroeconomía. Y esperemos que, en el caso del segundo postulado de la economía clásica, esta vez sea la definitiva.

 

REFERENCIAS

Barro, R., 2009. Government spending is no free lunch. Wall Street Journal, January 22.         [ Links ]

Becker, 2009. How to increase employment. Becker-Posner-blog.com The Becker-Posner blog [blog]. Disponible en: <http://www.becker-posner-blog.com/2009/11/how-to-increase-employment--becker.html>         [ Links ].

Bénassy, J.P., 1975. Neo-Keynesian disequilibrium theory in a monetary economy. The Review of Economic Studies, 42(4), pp. 503-23.         [ Links ]

Buiter, W, 1980. The macroeconomics of Dr. Pangloss: a critical survey of the New Classical Macroeconomics. Economic Journal, 90, pp. 34-50.         [ Links ]

Clower, R., 1965. The Keynesian counter-revolution: a theoretical appraisal. En: F. Hahn y F. Breching eds. The theory of Interest Rates. Londres: Macmillan.         [ Links ]

Cochrane, J., 2009. Fiscal stimulus, fiscal inflation, or fiscal fallacies? Disponible en: <http://faculty.chicagobooth.edu/john.cochrane/research/Papers/fiscal2.html>         [ Links ].

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NOTAS

* JEL: Journal of Economic Literature-Econlit.

Una versión preliminar de este artículo fue presentada en septiembre de 2011 en la Conferencia de celebración del 70 Aniversario de la Revista Investigación Económica, en la sesión dedicada al 75 aniversario de la publicación de la Teoría General de Keynes. Agradezco a Ignacio Perrotini, Director-Editor de Investigación Económica; Anthony P. Thirlwall; Santiago Capraro, mi ayudante de docencia; mis estudiantes de posgrado de Teoría Macroeconómica I, y los participantes en la Conferencia de Investigación Económica que, de diversas maneras, contribuyeron a mejorar la versión presentada en septiembre pasado. Las traducciones al español de las citas originales en inglés son, al igual que otros errores que pueda contener este artículo, de la exclusiva responsabilidad del autor.

1 En mi opinión, la interpretación de la Teoría General que más ilumina las diferencias entre Keynes y sus críticos es la que ofreció, hace ya muchos años, Axel Leijonhufvud en On Keynesian Economics and the Economics of Keynes, publicado en 1968, un libro basado en su tesis de doctorado y que, junto con las contribuciones asociadas de Clower y Bénassy, es seguramente una de las bases necesarias para reconstruir la macroeconomía después de la debacle producida por la contrarrevolución.

2 En la visión clásica que Keynes criticó —representada hoy en día por la nueva economía clásica— los mercados están en equilibrio continuo y los agentes económicos, además de optimizar intertemporalmente, tienen ya sea previsión perfecta o bien, con algunas adecuaciones y en terminología moderna, 'expectativas racionales'. El modelo subyacente, sin formalizar aún cuando Keynes escribió, tiene su origen en un modelo walrasiano dinámico, tal y como fue ampliado y elaborado por Arrow y Debreu. Es interesante observar que ni Arrow ni Debreu pensaban que ese modelo fuera una descripción de la realidad, como muchos en las siguientes generaciones de walrasianos parecen haber creído. Frank Hahn, que hizo importantes contribuciones a la teoría del equilibrio general competitivo, ofrece la mejor descripción que conozco de la función que puede cumplir ese modelo: "[...] el modelo de Arrow y Debreu [...] mostró que es lógicamente posible describir un mundo en el que individuos egoístas y racionales respondiendo sólo a señales de precios toman acciones que son mutualmente compatibles. La teoría no describe a la mano invisible en movimiento sino con la tarea cumplida. La importancia de este logro intelectual es que provee un punto de referencia. Por ello, quiero decir que realiza una función similar a la que un cuerpo ideal y perfectamente saludable realiza para un patólogo clínico cuando mira a un cuerpo real" (Hahn, 1984, p. 308).

3 El segundo postulado puede ilustrarse con los ejemplos de los pequeños agricultores, carpinteros, artesanos o pescadores que, como Robinson Crusoe, poseen sus medios de producción. ¿Pero puede aplicarse también a los asalariados que no tienen posesión de los medios de producción con que trabajan? Es en la respuesta negativa a esta pregunta, es decir en el rechazo al segundo postulado de la economía clásica, que la economía de Keynes y la de Marx se intersectan. Ello explica, creo, porque se intersectan también en el rechazo a la ley de Say. Recuérdese, a este respecto, el "problema de la realización" en Marx y el reconocimiento por parte de Keynes, en el capítulo 3 de la Teoría General, de la contribución de Marx a la teoría de la demanda efectiva junto con las de Malthus, Silvio Gesell y Major Douglas.

4 Una contribución de Clower (1965), Leijonhufvud (1968) y Bénassy (1975) es haber aclarado precisamente esto.

5 Richard Kahn es el economista al que Keynes más agradece, por sus conversaciones, en el prólogo de la Teoría General.

6 El diagrama de Paul Samuelson es el primer intento por formalizar de una manera sencilla y clara el capítulo 3 de la Teoría General. El modelo IS-LM de Hicks formaliza el modelo de Keynes suponiendo la existencia de dos activos financieros (bonos y dinero) y es en cierta forma más comprehensivo que el diagrama de Samuelson porque contiene un lado real (la curva IS) y un lado financiero (la curva LM). Pero no tiene un mercado de trabajo explícito. El modelo completo de Keynes, con mercado de trabajo y salarios nominales flexibles, se encuentra en el capítulo 19 de la Teoría General. Este modelo completo es muy difícil de formalizar debido a la posible inexistencia de un equilibrio (para una discusión del tema, véase Hahn, 1965).

7 Por qué Walras hizo ese supuesto es un tema que está fuera del alcance de este artículo pero tiene que ver con la necesidad de no hacer su tarea imposible ya que el consideró un modelo con n bienes y m factores de producción, modelo que se vuelve analíticamente muy difícil si se suponen transacciones fuera del equilibrio.

8 Estas decisiones de inversión y ahorro son intertemporales en el sentido preciso de que dependen crucialmente de las expectativas sobre el futuro. Las empresas invierten hoy, no para producir hoy, sino para producir en el futuro. El ahorro también es una decisión intertemporal en el sentido de que los hogares ahorran hoy para consumir en el futuro (o simplemente para acumular riqueza futura). En ambos casos, las expectativas sobre las condiciones futuras cumplen un papel crucial en esas decisiones.

9 Para un análisis mayor véase: Rajiv Sethi, 2009. On the consequences of nominal wage flexibility Rajivsethi.blogspot.com Rajiv Sethi. Thoughts on economics, finance, crime and identity..., [blog] 08 de diciembre. Disponible en: <http://rajivsethi.blogspot.com/2009/12/on-consequences-of-nominal-wage.html>.

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El régimen de acumulación en México - Repositorio CEPAL

 

Resumen 

La pandemia provocada por el coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave de tipo 2 (SARS-CoV-2) es un hecho que marcará un antes y un después en el mundo —y, de manera muy específica, en el ámbito del régimen de acumulación prevaleciente a escala mundial— y que ha evidenciado la necesidad de pensar en transformaciones de fondo acordes con la lógica de un cambio de época. El objetivo del presente estudio es examinar los distintos regímenes de acumulación, es decir, las diferentes modalidades históricas que ha asumido la acumulación de capital en México desde la consolidación del capitalismo a finales del siglo XIX. 

México ha atravesado por tres etapas. La primera fue la del régimen de acumulación primario exportador, que entró en crisis en el período de entreguerras, coincidiendo con el fin de la dictadura porfirista y el triunfo de la Revolución mexicana. La segunda fue el régimen de acumulación sustitutivo de importaciones, durante el cual se impulsó una estrategia de industrialización orientada al mercado interno y apoyada en la intervención económica del Estado. Por último, como consecuencia de la crisis de la deuda externa de 1983, México entró en una nueva etapa al adoptar una estrategia neoliberal orientada a las exportaciones de manufacturas. Se impuso desde entonces un nuevo régimen de acumulación dominado por las finanzas, que determina la lógica de la acumulación de capital en su conjunto. 

Si bien el régimen de acumulación sustitutivo de importaciones logró impulsar una expansión sin precedentes de las exportaciones, los supuestos efectos virtuosos del nuevo régimen de acumulación en el proceso de desarrollo no se materializaron. Por el contrario, se enraizaron las tendencias al estancamiento económico, a las crisis económicas y financieras recurrentes y a la acelerada concentración del ingreso y del capital por parte de una pequeña minoría. Tras el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones de 2018, el nuevo Gobierno trata de impulsar una nueva estrategia económica que abandone el rumbo neoliberal. Sin embargo, esta tarea de transformación, aunque se encuentra en marcha, no será sencilla. La nueva ruta está plagada de obstáculos y resistencias, y uno de los principales es el desafío de la erradicación de la pandemia.

Introducción 

La pandemia provocada por el coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave de tipo 2 (SARS-CoV-2) es un hecho que marcará un antes y un después en el mundo —y, de manera muy específica, en el ámbito del régimen de acumulación prevaleciente a escala mundial— y que ha evidenciado la necesidad de pensar en transformaciones de fondo acordes con la lógica de un cambio de época. Por ello es fundamental llevar a cabo un proceso de análisis, sistematización y aprendizaje a profundidad para extraer las lecciones de esta contingencia con el fin de diseñar políticas renovadas que encaren las debilidades estructurales que se han puesto de manifiesto, tales como las limitaciones del proceso de globalización neoliberal, la preeminencia de los mercados financieros, la persistencia de un bajo crecimiento económico, la acentuación de la pobreza crónica, la profundización de las desigualdades económicas y sociales, así como el avance del colapso ambiental. 

Asumiendo que la pandemia de COVID-19 debe significar un cambio de ruta y un punto de inflexión en materia económica, ambiental y social, es fundamental renovar la mirada conceptual, por lo que es sumamente relevante recuperar y desarrollar el concepto de régimen de acumulación, que sirve de base para analizar la economía mexicana. Como ha señalado la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2020), todo indica que la pandemia y la crisis económica asociada nos acercan al final de una manera de producir, intercambiar, distribuir y consumir, a los límites de un régimen de acumulación en el marco del capitalismo periférico. 

En México este régimen de acumulación se ha caracterizado, entre otros elementos, por la alta concentración de la propiedad, la riqueza y el ingreso; la fuerte tendencia a la financiarización; la inserción creciente y, en muchos sentidos, desventajosa en la economía internacional y los procesos de globalización; la gran heterogeneidad estructural del sistema productivo; la acentuada tendencia a la primarización, al extractivismo y a una baja diversificación productiva; la fuerte prevalencia del capital sobre el trabajo y el deterioro de la distribución funcional del ingreso; el alto poder de mercado de las empresas y la propensión a la oligopolización; la acentuación de prácticas rentistas y concentradoras del ingreso; la alta imbricación entre el poder político y el poder económico; la fiscalidad débil, insuficiente y con muchos componentes regresivos; las regulaciones ambientales laxas; la existencia de una matriz energética altamente fosilizada, así como regímenes de bienestar y sistemas de protección social insuficientes, fragmentados, jerarquizados y con tendencia a la mercantilización y el residualismo.  El régimen de acumulación en México: caracterización… 

Este estudio está integrado por seis capítulos. En el capítulo I se revisa la categoría régimen de acumulación a partir de los conceptos desarrollados por la teoría estructuralista del desarrollo y de los elementos que aporta la teoría de la regulación para entender la dinámica del capitalismo en el largo plazo. En el capítulo II se hace una revisión somera del desarrollo del capitalismo mexicano desde su nacimiento en la segunda mitad del siglo XX, hasta la crisis del régimen de acumulación primario-exportador (RAPE) en el contexto de la Gran Depresión de la década de 1930. Se evalúan los cambios y las transformaciones que sufre el régimen de acumulación como consecuencia de las reformas y de adecuaciones institucionales introducidas por los gobiernos emanados de la Revolución mexicana, que pusieron la industrialización en el eje de la estrategia económica. Se analizan también los límites del régimen sustitutivo de importaciones (RASI), que llevaron al sobreendeudamiento externo y a la crisis sistémica de la deuda externa que irrumpió en México en 1983. 

La crisis de la deuda externa provocó el quiebre del RASI y el tránsito de un régimen de acumulación dominado por las finanzas (RADF). En el capítulo III se analiza el período de la década de 1980 que corresponde a los esquemas ortodoxos de renegociación de la deuda externa concertados con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los bancos acreedores, y a las medidas de ajuste ortodoxo instrumentadas a partir de los mismos. Se examina, igualmente, el período asociado al Consenso de Washington cuando México y los países latinoamericanos decidieron abrir la cuenta de capital y se incorporaron pasivamente a la globalización financiera. Se presentan los principales rasgos del RADF y en particular su aspecto esencial: el hecho de que el nuevo régimen de acumulación es un régimen dominado por las finanzas, cuya lógica determina la lógica del proceso de reproducción del conjunto de la economía. Se ilustra la financiarización en el caso mexicano. 

El capítulo IV está dedicado a la evaluación de las políticas macroeconómicas centrales de la globalización financiera: la política monetaria, la política cambiaria y la política fiscal. Tres décadas después de la instauración del RAN se ha constatado suficientemente que varios de los supuestos efectos virtuosos de estas políticas no se materializaron; por el contrario, la apertura financiera distorsionó el proceso de desarrollo. Entre los efectos más negativos se encuentran la tendencia al estancamiento económico, las crisis recurrentes y la acelerada concentración del ingreso y del capital. 

En 2018 las elecciones presidenciales, ganadas por un amplio margen por Andrés Manuel López Obrador, validaron un cambio de rumbo en la estrategia económica. Su gobierno ha planteado abandonar el modelo neoliberal que rigió en México desde la década de 1980 e iniciar lo que se ha llamado la Cuarta Transformación (4T). En el capítulo V se analizan los efectos de la pandemia del COVID-19 y de la aguda crisis económica detonada por su aparición. Se intenta hacer un balance inicial de la estrategia económica del nuevo gobierno y de los retos que involucran las transformaciones propuestas, así como la superación de la pandemia y de la crisis económica. Finalmente, en el capítulo VI se formulan algunas conclusiones y recomendaciones.

I. Conceptualización de los regímenes de acumulación 

Después de la caída del muro de Berlín en 1989 y del derrumbe del socialismo real en la Unión Soviética y su zona de influencia, la división del mundo en dos sistemas cualitativamente distintos y antagónicos se ha diluido y ha dado lugar a la extensión universal del capitalismo, proceso acicateado por la globalización neoliberal. Hoy, las relaciones capitalistas de producción prevalecen a escala planetaria, lo que quiere decir que la relación capital-trabajo es la relación de producción dominante, y que la acumulación de capital es la forma principal de uso del excedente económico. No existen en el capitalismo leyes económicas universales, válidas en todo tiempo y lugar. En cuanto sistema histórico, el capitalismo se desarrolla y se transforma, lo que obliga a entender las distintas etapas por las que transcurre y a aprehender sus formas concretas de operación en los distintos países. En otras palabras, es necesario periodizar su evolución histórica, así como las formas espaciales en que se desenvuelve. 

En este ensayo se utiliza el concepto régimen de acumulación para identificar las distintas etapas por las que ha atravesado el capitalismo mexicano. Dicho concepto se asimila al concepto de modelo de desarrollo o patrón de acumulación utilizado por la teoría estructuralista del desarrollo. Para definir ese concepto es necesario primero entender que los países subdesarrollados (periferias) y los países desarrollados (centros), aunque capitalistas ambos, tienen estructuras distintas. Entre uno y otro polo de la economía mundial, entre centros y periferias, no solo existen distintos niveles de desarrollo de las fuerzas productivas sino, fundamentalmente, diferencias cualitativas, lo que convierte al subdesarrollo en una especificidad histórica. Su especificidad está definida por la heterogeneidad interna de sus relaciones de producción y por su relación con las economías centrales dominantes. 

El análisis de las peculiaridades estructurales de los sistemas productivos no puede detenerse allí, pues como apunta Pinto (1983, pág. 598) “dentro de esos cuadros de ‘sistemas-estructuras’, la experiencia histórica ha mostrado que caben variantes muy disímiles”. Cuando se dice que América Latina ha pasado a lo largo de su historia por los modelos o patrones primario-exportador (1820-1930), sustitutivo de importaciones (1930-1982) o neoliberal (1983 a la fecha),se alude a una modalidad histórica de la acumulación de capital. En otras palabras, se refiere a su temporalidad, es decir, a una fase del desarrollo de las sociedades subdesarrolladas latinoamericanas. El régimen de acumulación en México: caracterización… 

El régimen de acumulación es la modalidad histórica de la acumulación de capital. Cada régimen de acumulación involucra: i) un sector o actividad que actúa como eje del proceso de acumulación de capital; ii) una inserción específica de cada país en la división internacional del trabajo, lo que determina, en gran medida, la configuración de su sistema productivo, y iii) las modalidades específicas de su estructura social y del bloque en el poder (alianza de clases y segmentos de clases) que domina y ejerce el poder político (Valenzuela, 1990). Una vez definido el patrón o régimen de acumulación, se puede abordar el estilo de desarrollo que, de acuerdo con Graciarena (1998): 

“tendría que explicar de qué manera una sociedad concreta se moviliza y usa sus recursos no solo para el crecimiento económico sino también para el logro de otros objetivos que son valores permanentes de la condición humana (derechos humanos, desarrollo de la personalidad, espíritu creativo, justicia y equidad sociales, bienestar individual y familiar, conservación del medio ambiente… es la modalidad concreta y dinámica adoptada por un sistema social en un ámbito definido y en un momento histórico determinado” (pág. 678). 

El estilo de desarrollo se identifica con el concepto de estrategia del desarrollo, es decir, el conjunto de políticas aplicadas en un país en un momento dado. Su relación con el concepto de estrategia remite inmediatamente al de los agentes del desarrollo, es decir, a los actores sociales: las personas, grupos e instituciones que impulsan dicha estrategia. Así, de acuerdo con Graciarena (1998), “un estilo es una especie de integración de las estrategias de desarrollo con los factores de poder que hacen posible su realización en un sistema económico y social históricamente determinado y orientado hacia ciertos objetivos”(págs. 678-679). 

El desarrollo involucra procesos económico-sociales-políticos y culturales que implican resistencias y obstáculos. Para superarlos se requiere construir nuevas hegemonías, nuevos bloques de poder capaces de imponer su estrategia e intereses. En palabras de Graciarena (1998, pág. 678): 

“Un estilo concreto, real, es siempre una alternativa entre varias históricamente posibles y potencialmente viables. La selección y aplicación de una de esas alternativas posibles es un acto político: la decisión de una voluntad política formada por una coalición hegemónica de grupos que representan fuerzas sociales con suficientes recursos de poder para imponerla sobre las otras opciones. En suma el estilo no es un producto del azar ni tampoco de la ‘lógica de la historia’ ni de ‘condicionamientos estructurales’ que operan ciega e inexorablemente. No lo es porque tiene sangre y carne (individuos y grupos), así como una voluntad social y política que actúa en cierta dimensión histórica y se orienta por ideologías… Lo que hace viable (un estilo) es la emergencia de una clase o coalición hegemónica, el agente de desarrollo en turno, quien tendrá que enfrentar e imponerse a otros grupos con intereses antagónicos y superar contradicciones reales que se opondrán a la armonización y realización de su proyecto social”. 

En este sentido, el estilo de desarrollo es el elemento central que permite a las sociedades subdesarrolladas colocarse en el camino del desarrollo y transitar a fases superiores, a un nuevo régimen de acumulación o, en sentido opuesto, si fracasa, mantenerse en el statu quo o, peor aún, involucionar. 

La categoría régimen de acumulación, entendida como la modalidad histórica de la acumulación de capital, puede enriquecerse con los aportes de la teoría de la regulación. El análisis teórico de la regulación fue desarrollado en la década de 1970 por diversos autores, entre los que destacan Aglietta (1973), Boyer (1983) y De Bernis (1988), a partir de una lectura de la gran crisis de finales de la década de 1960. Si bien existen diferencias teóricas importantes entre ellos, avanzaron en la conceptualización de la regulación como una noción fundamental para entender la dinámica de largo plazo del sistema capitalista, así como los períodos de grandes crisis que expresan la ruptura de la estabilidad estructural de la acumulación capitalista.

Para Aglietta (1973), la teoría de la regulación es “el estudio de la transformación de las relaciones sociales que da lugar a nuevas formas económicas y no económicas simultáneamente; dichas formas están organizadas en estructuras y reproducen una estructura dominante, el modo de producción” (pág. 8). Asimismo, este autor considera que las formas estructurales son relaciones sociales complejas organizadas en instituciones y, por lo tanto, son una creación social. En ese sentido, los modos de regulación históricamente determinados se podrían definir como el conjunto de procedimientos sociales, estructurales e institucionales utilizados para hacer frente a las contradicciones de la acumulación de capital en cada fase de su desarrollo. 

En otra vertiente, sin desdeñar la importancia de las transformaciones institucionales, De Bernis (1988) enfatiza el papel que juegan las mutaciones en las formas de operación de las leyes económicas fundamentales del modo de producción capitalista en la configuración de los modos de regulación. Para este autor, la regulación debe ser entendida como la articulación eficaz de las dos leyes de la ganancia: la ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia y la ley de la formación de una tasa de ganancia media para cada capitalista. Estas dos leyes se manifiestan a través de un “continuo movimiento de tendencias y contratendencias, que expresan tanto la estructura y las luchas de clases del capitalismo como la estructura de la clase de los capitalistas y las relaciones de fuerzas, luchas y conflicto entre ellos”(pág. 23). 

Estas leyes responden y son la expresión de la ley de la maximización de los beneficios inherente a la acumulación de capital. Cuando las contratendencias permiten asegurar una tasa de ganancia satisfactoria y el excedente se distribuye sin grandes obstáculos, se puede decir que hay una articulación eficaz y que el que sistema se encuentra regulado. Por el contrario, si con el paso del tiempo esas contratendencias pierden su eficacia, el modo de regulación entra en crisis, lo que abre una intensa lucha por encontrar salidas y arribar a un nuevo modo de regulación. Sin embargo, en opinión de Bernis (1988), dichas salidas no están aseguradas de antemano ni automáticamente, lo que podría traducirse en un período largo de descomposición. 

Así, cada modo de regulación históricamente establecido ha permitido al capitalismo resolver temporalmente las contradicciones que son inherentes a su desarrollo mediante nuevos modos de regulación, con lo que se alcanzan procesos durables y estables de crecimiento económico. Los modos de regulación están sustentados en un régimen de acumulación específico, lo que Boyer (1976) entiende como “un conjunto de regularidades que garantizan una progresión general y relativamente coherente de la acumulación de capital, es decir, que permiten reducir o distribuir en el tiempo las distorsiones y desequilibrios que surgen permanentemente del propio proceso” (pág. 46). En su análisis de la crisis de finales de la década de 1960, Boyer (1976) y los regulacionistas definieron el régimen de acumulación que emergía de la posguerra como un régimen de acumulación fordista que se diferenciaba del régimen taylorista del período anterior a la Gran Depresión de los años treinta. 

El taylorismo había conseguido revolucionar los procesos de trabajo al introducir nuevos métodos de producción y organizacionales, lo que había permitido elevar la productividad social del trabajo, pero sin un correspondiente soporte en los salarios de los trabajadores, que se rezagaban respecto a los aumentos de la productividad. En cambio, si bien representaba una continuación del taylorismo en la producción, el fordismo era un taylorismo con consumo de masas. En palabras de Boyer (1976), el régimen de acumulación fordista “fundamentalmente se define por una articulación original entre un cierto tipo de proceso de trabajo (generalización y extensión, a través del fordismo de los principios del taylorismo) y una revolución en las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo, tomando el capitalismo a su cargo, gracias a la extensión del consumo de masas, una fracción creciente de los gastos obreros (pág. 78)”. De allí se desprende que cada régimen de acumulación involucra una determinada configuración y articulación del modo de producción y del modo de consumo. 

El régimen de acumulación en México: caracterización… El régimen de acumulación fordista llegó a su límite con la gran crisis de finales de la década de 1960. El ascenso del neoliberalismo configuró el uso de la expresión “régimen de acumulación dominado por las finanzas” (RADF) de Chesnais (2003), que implica la “formación de configuraciones sistémicas nuevas y vínculos macroeconómicos y macrosociales inéditos, en cuyo centro se sitúan los mercados financieros y el nuevo accionariado” (pág. 2). Esta categoría es empleada en este texto para estudiar la economía mexicana durante el período neoliberal. Finalmente, las categorías aportadas por la teoría de la regulación para analizar las realidades latinoamericanas es una herramienta útil, siempre y cuando se entienda que, como comprendían muy bien los pensadores estructuralistas de la CEPAL, nuestra formación social es una formación subdesarrollada y que el subdesarrollo no solamente es una condición de atraso, sino una forma específica de funcionamiento del capitalismo en su expansión mundial. Hoy como siempre, hay que recordar lo que aconsejaban Prebisch y Furtado: es necesario pensar nuestros problemas con nuestras propias cabezas.

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