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martes, 10 de enero de 2017

El primer mapa de la excelencia geolocaliza la mejor ciencia del planeta




El primer mapa de la excelencia geolocaliza la mejor ciencia del planeta

El proyecto permite identificar y comparar los mejores centros de investigación, universidades e instituciones del mundo, gracias a una plataforma impulsada por investigadores del Instituto Max Planck alemán y el CSIC español

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Captura de la zona europea del mapa de excelencia. / ExcellenceMapping
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En un mundo tan competitivo como el de la investigación científica, los rankings suelen ser una referencia importante de los que están pendientes muchas instituciones de todo el planeta. Hay muchos y miden innumerables variables distintas, como estudios publicados, actividad docente, recursos conseguidos e impacto de sus investigadores. Pero nunca hasta ahora se había realizado el esfuerzo de visualizar dónde se localiza la mejor ciencia del planeta. No por países, sino institución a institución, ciudad a ciudad. Esta semana se ha hecho público el primer mapa que permite situar, con un golpe de vista, dónde está la ciencia que marca la auténtica diferencia, la que destaca y mucho sobre el trabajo de otros centros y laboratorios del mundo: el mapa de la excelencia científica.
Se trata de un proyecto impulsado desde una de estas instituciones excelentes, la sociedad Max Planck, pero que se nutre del ingenio español, el trabajo del grupo SCImago, una referencia mundial a la hora de medir la calidad de la investigación. Dirigido por Félix de Moya, SCImago ha proporcionado los datos de los que se nutre este sofisticado mapa, cuyo éxito ya ha desbordado las previsiones tras dos días en el aire. “Ha sido todo un boom inesperado, me acaban de decir que han recibido 1.800 emails en sólo un día demandando las claves de acceso, no dan abasto”, explica De Moya.
La virtud del proyecto no está únicamente en la geolocalización de los centros y universidades. Están perfectamente identificados con un código de colores (del azul intenso, excelente, al rojo pálido, mediocre), se pueden comparar por instituciones y, sobre todo, están divididos por materias. Porque no es lo mismo ser bueno en Química que en Ciencias Planetarias o Medicina, la plataforma permite buscar y comparar en función de 17 áreas distintas “bastante amplias”, reconoce De Moya.
España sobresale en Física y Astronomía con dos de las tres mejores instituciones
Al hacer un repaso por áreas, España destaca en Física y Astronomía, donde coloca a dos instituciones entre las tres más excelentes del mundo: el Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO) y el ICREA. Dos tantos que se apunta la ciencia catalana, que viene demostrando su fortaleza desde hace tiempo. El ICREA (Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats) no es exactamente un centro, sino más bien un programa de atracción de talento científico, pero todos los investigadores que reciben su dinero deben mencionarlo en sus trabajos, por lo que aparece en el ranking de SCImago. “Lo mismo ocurre con los Centros de Investigación Biomédica en Red (CIBER), no son lugares físicos, es algo más virtual que real, pero los investigadores están obligados a consignarlo en sus trabajos”, explica De Moya.

Los institutos del CSIC destacarán más

En otras áreas, se localizan puntos de un brillante azul eléctrico en Massachusetts, con Harvard y el MIT, en Maryland, con el Instituto Médico Howard Hughes, o en Cambridge gracias al Wellcome Trust Sanger Institute. “Tendrían que aparecer más destacados otros centros españoles, como el Centro Nacional de Biotecnología en Madrid,  pero que de momento no aparecen sino bajo el paraguas del CSIC, al que perjudica la media de todos sus centros. Cuando desagreguemos el ranking por institutos del CSIC, muchos destacarán”, señala De Moya, investigador del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC, que ha dedicado más de seis meses a este proyecto.
Los datos desagregados ya están cocinados y sólo hace falta meterlos en el mapa, pero quizá se retrasen. “No sé cuánto tardaremos, porque el éxito del lanzamiento nos está obligando a dedicar todos nuestros esfuerzos a la logística para atender el boom de accesos”, reconoce.
“El lanzamiento ha sido un boom, no damos abasto”, reconoce Félix de Moya
El trabajo de Félix de Moya y su equipo es el de medir de la mejor manera la excelencia: por medio del aprecio del resto de la comunidad científica. Cada vez que un científico publica un nuevo estudio, señala entre las referencias los estudios más decisivos e importantes del campo en el que se ha trabajado. Algo así como la bibliografía imprescindible de un tema. Esas citas suelen ser la mejor forma de medir el impacto de un científico o una institución: cuanto más te citan, mejor lo has hecho. Y cuanto mejor es la revista que te cita, más importante es tu trabajo.
El ranking (y ahora el mapa) cuenta el número de trabajos publicados por cada institución y calcula cuántos de ellos se encuentran entre el 10% más citado en determinada área. Cuanto mayor sea la proporción de estudios que se encuentren entre ese 10%, mayor será la excelencia del centro. El cálculo abarca estudios publicados hasta 2011.

La economía acapara la lista de los pensadores más influyentes del momento








Así se relacionan los principales pensadores de nuestro tiempo, según el mapa de GDI.Ampliar
Así se relacionan los principales pensadores de nuestro tiempo, según el mapa de GDI. / GDI

La prima de riesgo, los mercados, la austeridad, los recortes, las reformas estructurales, la recesión… la crisis. Términos, conceptos e incluso eufemismos propios del mundo de la economía han colonizado las portadas de los periódicos, los reportajes televisivos y el debate popular. Y lo mismo parece haber ocurrido en el debate intelectual de mayor nivel, a juzgar por el resultado de un trabajo que acaba de proponer el listado de los pensadores más influyentes del momento: el mapa de los líderes del pensamiento. En total, un tercio del listado está formado por economistas y muchos otros son representantes de otros campos pero que trabajan en temas estrechamente ligados con el


mundo de las finanzas. Es el caso del número tres de la lista,  el psicólogo Daniel Kahneman, que recibió el Nobel de Economía en 2002.
Es la primera vez que se realiza un listado de este tipo partiendo de un análisis sistemático de distintas variables que sirvan para medir la influencia real de un profesor, investigador o político, con datos objetivables como menciones en webs especializadas. Se trata de una herramienta informática compleja, muy sensible a la actualidad, ya que se nutre de lo que se está publicando en algunos de los blogs más influyentes. El principal objetivo de los investigadores, del think tank suizo GDI con ayuda del Instituto Tecnológico de Massachusetts, era crear una especie de mapa que permitiera ubicar a los pensadores, medir el tamaño de su influencia y establecer redes de relaciones entre ellos.


Listado de pensadoresAmpliar
Ranking de los 41 pensadores más influyentes del momento. / GDI
Y el principal resultado es que la mayoría pivotan en torno a la economía. El número uno, el hombre de cuyas ideas más se habla, es Richard Florida, teórico del desarrollo urbano. Sus trabajos se centran en describir y medir lo que él define como clase creativa, un entramado social de bohemios y gente de talento capaz de regenerar las ciudades. Florida estaría además en el centro de este mapa de pensadores, muy relacionado con muchos de los demás intelectuales sobresalientes. En el número dos del listado aparece el político alemán Thilo Sarrazin. Su caso prueba la sensibilidad temporal de este ranking: a finales de 2012, cuando se confeccionó el listado, Sarrazin acababa de publicar el polémico libro Europa no necesita el euro.
El top ten lo completan el antropólogo y activista David Graeber; el psicólogo experimental y divulgador Steven Pinker; el columnista y teórico de los medios Douglas Rushkoff; el historiador británico Niall Ferguson; el experto en ciencias de la computación David Gelernter; el periodista —coeditor del Frankfurter Allgemeine Zeitung— y ensayista Frank Schirrmacher; y el matemático y economista Franz Josef Radermacher. Ninguna mujer aparece entre los 10 más influyentes y sólo tres entre los 40 primeros: la politóloga Anne-Marie Slaughter, la socióloga Saskia Sassen, y la economista Esther Duflo. Y un único español: el sociólogo de la Universidad de Berkeley Manuel Castells.

Un método para medir la influencia

“En la sociedad del conocimiento la importancia de los pensadores crece cada día. Pero faltan métodos para medir la influencia de los pensadores más importantes. Hay métodos para medir la riqueza o la popularidad, pero no para el poder intelectual. Nuestro estudio puede ser un primer paso en esta dirección”, explica Detlef Güertler, uno de los autores del ranking.
Sólo hay tres mujeres y un español entre los primeros 40 pensadores
Este investigador hace referencia a otras listas de renombre que parten de criterios exclusivamente subjetivos. La lista de la revista Foreign Policy, liderada en 2012 por los políticos birmanos Aung San Suu Kyi y Thein Sein, se confecciona por medio de una encuesta entre sus lectores. El mismo sistema utiliza la revista británica Prospectcuya lista encabeza el científico, divulgador y activista Richard Dawkins. El ranking de la revista Time se confecciona con un sistema híbrido que recoge la opinión de académicos y periodistas.
Precisamente, la falta de criterios objetivos ha estado en el centro de las polémicas que siempre acompañan la publicación de estos listados. Desde el sesgo de los expertos que confeccionan las listas hasta la falta de representatividad global de la muestra. Desde el GDI —con la ayuda de Peter Gloor del MIT— se ha tratado de crear una especie de page rank de pensadores, un algoritmo que ubique a estos cerebros en función de datos contables, como sucede con las respuestas de los buscadores, que premian unos resultados frente a otros en función de una mezcla de criterios.

El Einstein de nuestra época

En el estudio se señala que internet es el centro del mercado de las nuevas ideas y que es ahí donde debe medirse la influencia. Partiendo de un listado de 300 intelectuales, comenzaron a tirar del hilo para tratar de señalar “al Einstein de nuestra época”. La intención era la de dar con pensadores que por la fuerza de sus ideas pudiera influir en distintos ámbitos, aunque descubrieron que el pensamiento está extraordinariamente fragmentado en nuestros días.
“No hay pensadores que dominen el panorama. La era de los grandes autores se acabó”, aseguran
“No hay pensadores que realmente dominen el panorama”, explican los autories, “la distancia entre las estrellas y los de menor renombre es relativamente pequeña y, presumiblemente, sólo temporal”. “La era de los grandes autores se acabó”, zanjan, y en su lugar aparecen expertos y especialistas “de nicho”. El resultado: una lista de 76 pensadores con 24 economistas, ocho politólogos, siete especialistas en teoría social y cinco filósofos. La representación de las ciencias: cinco biólogos, cuatro expertos en computación, tres físicos y dos químicos.
Sirviéndose de herramientas de análisis de la web, se fue seleccionando a aquellos pensadores que obtenían mejores resultados: en función de la frecuencia con la que eran citados y la importancia de las páginas en las que se les citaba. El eje de estas búsquedas fueron blogs especialmente relevantes, que por sus características serían capaces de captar mejor el zeitgeist, el clima intelectual del momento. Los encontraron en webs como GizmodoBussines Insider, en la del New York Times, en la revista Science o en la Universidad de Stanford.

Economistas frente a filósofos

“Los expertos tienen opiniones de gran valor, pero no son el público. Nosotros hemos intentado medir el impacto de los pensadores en el debate público”, asegura Güertler. El resultado de este ranking muestra todavía muchos sesgos, pero los autores prometen corregirlo en futuras ediciones, y ya están trabajando en “ampliar la base de datos, para obtener una imagen aun más internacional”. Por el momento, 12 de estos pensadores tienen despacho en la Universidad de Harvard.
Casi todos los pensadores del listado cuentan con un libro que ha centrado el debate público en su campo
Güertler explica los resultados de este método: ”En otras épocas los filósofos eran más importantes que los economistas. Pero en este momento la influencia de la filosofía es muy (demasiado) débil. La economía es una ciencia con muchas conexiones con la realidad y con otras ciencias, ya que los economistas pueden construir puentes con científicos de diferentes especialidades, y también entre la ciencia y el público”.

Además, frente a otros criterios, como las citas en estudios científicos para los investigadores, han puesto de manifiesto que el libro es el centro del debate intelectual. “Casi todas las personas de la lista no sólo han escrito un libro, sino un libro que ha formado parte de un debate público. Sin debate no hay atención, sin atención no hay influencia”, resume el investigador del GDI.

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Richard Cobden: Creador del mercado libre


Richard Cobden: Creador del mercado libre
1/3/1993
John Chodes
La primera mitad del siglo diecinueve en Inglaterra fue en gran medida como los Estados Unidos contemporáneos: Un país estrangulado por los reglamentos burocráticos. Mucha gente estaba siempre hambrienta, no debido a que los salarios eran de un nivel de pobreza, sino porque el precio del grano para el pan era mantenido artificialmente alto a través de las leyes, las cuales simultáneamente impedían la importación de granos extranjeros y subsidiaban a los productores domésticos. Las bataholas por alimentos, el malestar doméstico y una economía estancada no eran lo suficientemente espantosos como para lograr que el gobierno eliminase estas barreras.

En medio de todo esto, vivía un exitoso y joven productor textil de Manchester, llamado Richard Cobden (1804-1865). Vio la injusticia social, y ella lo enfureció. Estaba decidido a cambiarla, y lo hizo. Consecuentemente, el mundo le debe la existencia del mercado libre. Cobden demostró métodos que podemos utilizar para romper nuestras propias leyes proteccionistas del “comercio justo” y los subsidios masivos a los alimentos.




Richard Cobden comenzó su vida pública dejándole a su hermano su compañía de impresiones de calicó. Recibía una parte de las ganancias, las que le permitieron a Cobden dedicarse tiempo completo a la causa del libre comercio. Parecía una tarea imposible. Sin embargo, siete años más tarde, Inglaterra había experimentado un cambio económico, político, y social revolucionario. Los impuestos sobre los granos habían sido diezmados. Una prosperidad sin igual inundó Inglaterra. Por los siguientes 85 años Gran Bretaña mantuvo el liderazgo económico del mundo, y el reclamo de “libre comercio” se volvió mucho más que un mero slogan económico. El libre comercio denotó la filosofía del gobierno limitado, de la justicia, y de la libertad.

Cobden comprendió las verdades morales detrás del comercio no reglamentado. El romper las trabas a la libertad de comerciar, implica romper las barreras de clases y los obstáculos a los derechos civiles. Redujo la expansión militar, dado que una marina poderosa era una herencia de la vieja idea mercantil de que los buques de guerra protegían el comercio entre las colonias y otros mercados controlados.

Las Leyes del Maíz

Las aranceles proteccionistas fueron llamados “Las Leyes del Maíz.” Ellas restringieron el libre flujo del maíz, del trigo, de la cebada y de la avena entre Gran Bretaña y los países extranjeros para proteger al granjero británico de la competencia.

La interferencia sistemática del gobierno en la producción de granos comenzó alrededor de 1660. La enmendada Ley del Maíz de 1774, la cual dominó la legislación durante el siguiente medio siglo, es un ejemplo típico: cuando el precio interno del maíz, según lo pagado al granjero por el panadero o por el distribuidor, caía por debajo de £2.4 el cuarto (28 libras), el granjero era incentivado para vender sus productos al exterior, a fin de evitar que el precio del mercado bajase aún más. Le era otorgado un premio de cinco chelines por cada “cuarto” exportado. Cuando el maíz se vendía a £2.8, la exportación estaba prohibida. Sobre los precios entre estos niveles, había un impuesto de seis peniques el cuarto. Al tiempo, este sistema se tornó progresivamente más burocrático, con elaborados reglamentos especificando cómo y en qué ciudad el precio debía ser medido, con procedimientos específicos para reportar y permisos para las diferencias regionales.
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Las Leyes del Maíz evidenciaron otra característica de los controles gubernamentales: Los reglamentos y los subsidios en un área, conducían a la manipulación de las áreas tangenciales. En este caso, cuando las malas cosechas implicaban precios altísimos de los granos y del pan, el mecanismo de la Ley del Maíz exacerbaba el problema, provocando precios más elevados aun. Esto causó disturbios civiles, a tal punto que el gobierno temió una insurrección. Para desactivar la amenaza, los salarios de los trabajadores fueron subvencionados, vinculándoselos con el precio del pan. Este subsidio venía de las “Tasas del Pobre,” el sistema británico de bienestar del siglo diecinueve. Esto amplió enormemente los programas de prestaciones sociales del Estado, conduciendo a un masivo fraude, a injusticias, e incluso a un mayor descontento civil.

Las Leyes del Maíz no son simplemente cosas del pasado. Su espíritu existe en la mayoría de los países del mundo. Hoy día en los Estados Unidos, los productos agrícolas son subvencionados y almacenados, por una suma de diez mil millones de dólares anuales, para mantener el precio de los alimentos artificialmente altos. Esto incrementa los ingresos de los agricultores pero también evita que los pobres coman como deben. Esto ha conducido, como en el siglo diecinueve en Inglaterra, al proteccionismo, a las tensiones internacionales, y a la amenaza de guerras comerciales.

Richard Cobden: De Empresario a Panfletista

Cobden nació en Dunford, West Sussex, en 1804. Debido a una sucesión de fracasos en los negocios familiares, su padre no podía apoyar al joven Richard. Se fue a vivir con un tío que lo entrenó como vendedor en su almacén de Londres. A los veintiuno Cobden se convirtió en un viajante de comercio. Era tan exitoso que en 1831 se instaló por su cuenta y asumió el control de la compañía de impresiones de calicó en Manchester.

Manchester era la primera gran ciudad industrial del mundo. Era vista como la metrópoli del futuro. Alexis de Tocqueville fue quien mejor explicó la paradoja de Manchester: “Desde este asqueroso drenaje la más grande corriente de la industria humana fluye para fertilizar al mundo entero. Desde esta alcantarilla asquerosa fluye oro puro. Aquí la humanidad logra su más completo desarrollo y su mayor brutalidad; aquí la civilización trabaja sus milagros, y el hombre civilizado es convertido casi en un salvaje.” 
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En Manchester, Cobden tuvo su primera lección de lo que significaba el libre comercio. En cuanto asumió la propiedad de la compañía, el arancel protector en los calicós fue derogado, permitiéndose exportarlos competitivamente. Esto abrió vastos mercados nuevos, los cuales no hubiesen podido existir antes, permitiendo a Cobden desarrollar una nueva clase de estrategia vendedora internacional. Cobden “introdujo un nuevo modo de negocio. La costumbre del comercio del calicó en ese entonces, era imprimir algunos diseños, y observar cautelosa y cuidadosamente a aquellos que fuesen los más aceptados por el público, así cuando cantidades mayores de ellos parecieran ser los preferidos, serían impresos y ofrecidos al distribuidor minorista..... Cobden y sus socios no siguieron la cautelosa y lenta política de sus precursores, sino que ellos mismos se fijaban en los mejores diseños, los imprimían de una vez y estimulaban enérgicamente la venta a través del país. Aquellas piezas que no podían colocar en el mercado interno, inmediatamente eran enviadas a otros países y la consecuencia de ello fue que las firmas asociadas se volvieron muy prósperas.”
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Todavía, en la altura de sus logros, el interés de Cobden en el calicó disminuyó. Estaba impaciente por perseguir otros derroteros. Para 1835 escribió sus primeros panfletos políticos. Uno, llamado “Rusia” (describiendo la amenaza de Rusia contra el decadente Imperio Turco), contenía la base de este maduro pensamiento: “Son las mejoras y los descubrimientos del trabajo los que confieren la fuerza más grande sobre un pueblo. Sólo por ellos y no por la espada del conquistador, pueden las naciones en los tiempos modernos y futuros esperar erigir su poder y grandeza.”
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Cobden escribió que los gobernantes de Inglaterra inhibían el descubrimiento y las mejoras, desperdiciando millones en el ejército. Su blanco preferido era la obsesión británica con la doctrina del equilibrio del poder. La vio como una fuente de conflicto, no de estabilidad. “Los imperios han surgido espontáneamente ante nosotros; otros se han ido pese a nuestros extremos esfuerzos por preservarlos.” 
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Las ideas de Cobden no eran sueños idealistas. La fuerza industrial de los Estados Unidos había revolucionado la economía mundial y el equilibrio político. Cobden: “El nuevo mundo esta destinado a convertirse en el árbitro de la política comercial del viejo.”
6 Ya la necesidad de comerciar con América había obligado a Gran Bretaña a abandonar muchos reglamentos que gobernaban el comercio colonial.
Dado que el libre cambio y la no-intervención militar eran lo mismo, Cobden, abogó para que Gran Bretaña abandonase el pasado y abrogara el proteccionismo. Esto haría que Gran Bretaña “se volviese moralista, al fin, en defensa propia.”7

La Incorporación de Manchester: Preludio a la Derogación

Los panfletos de Cobden atrajeron la atención del editor del Manchester Times, Archibald Prentice, quien le pidió que hablara sobre cuestiones de libre comercio. Esto llevó a que Cobden fuese elegido en la Cámara de Comercio de Manchester. Aquí conoció a dos hombres que influirían en su pensamiento y dirección: John Benjamín “Ley del Maíz” Smith y John Bright. El apodo de Smith se debía a sus años de luchar solitariamente por la derogación de la Ley del Maíz, mucho antes de que se convirtiese en un asunto importante. Fue Smith quien hizo que Cobden estuviese a favor de la derogación total, y no tan sólo de reducciones incrementales. John Bright se convirtió en el principal teniente de Cobden en la larga guerra por la abrogación. Los viajes de Bright dando discursos alrededor del país fueron un importante factor en la victoria.

Cobden utilizó a la Cámara de Comercio como vehículo para focalizar cuestiones públicas. El primer problema político que abordó fue el de la incorporación de Manchester. Como muchas de las nuevas ciudades industriales de Inglaterra, Manchester no tenía una carta de la ciudad (un área político-administrativa urbana). Su gobierno era aldeano, con el poder de una ciudad pequeña, en lugar del de uno de los centros urbanos más grandes de Inglaterra.

En 1837 Cobden condujo la batalla para una carta. Un factor ganador fue que luchó por ella como si fuese una cuestión nacional. Su panfleto “Incorpore a Su Ciudad” retrató la batalla como una lucha de la democracia contra el privilegio, de los derechos de las clases productivas contra la aristocracia rapaz. Demostró que la manipulación política de la nobleza de los condados forzó a las clases media y trabajadora a ser sus vasallos.

La incorporación requería de una petición de los contribuyentes. Había una poderosa oposición de los Tories de la clase alta. Para contrarrestar esto, Cobden se centró en la “sofocracia,” los comerciantes y fabricantes más pequeños, para que firmasen la petición. Entonces, utilizando los registros electorales, los Incorporacionistas enviaron una circular a todos los electores parlamentarios que apoyaban las causas de la reforma, para que los ayudasen ocupando asientos en las reuniones públicas. Ellos lo hicieron, y la incorporación fue sancionada a pesar del hecho de que los Tories tenían al menos tres veces más firmas. Cobden realizó una revisión nombre-por-nombre de la oposición a la petición y encontró que el 70 por ciento eran inválidos. Con la incorporación, Cobden fue elegido a sus primer cargo público: concejal de la ciudad.
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La Liga de Manchester: Peleando por el Libre Comercio

Cobden fijó ahora sus intereses en una ambiciosa meta nacional, la que aparecía previamente como imposible de alcanzar: la derogación de las Leyes del Maíz. En 1838 fue creada la Asociación Contra la Ley del Maíz de Manchester (más adelante, la Liga de Manchester). Cobden veía a la derogación como la batalla más grande de su tiempo. Uniría a los trabajadores, a los granjeros, y a los intereses comerciales contra el privilegio para alterar radicalmente la estructura del poder político del país.

La meta inicial de la Liga era la de educar al público. Los conferenciantes fueron por toda Inglaterra, dando conferencias sobre el libre comercio. En esta etapa, la presión política no parecía necesaria. Pero la Liga tenía un aliado en el Parlamento: Charles Villiers. Por años él había intentado sin éxito iniciar un debate para la derogación de la Ley del Maíz en la Cámara de los Comunes, la cual estaba dominada por los grandes terratenientes. Sin embargo, Cobden sabía que los esfuerzos de Villiers ayudaban a identificar a los partidarios en el nivel nacional. Esto influiría en la estrategia de la Liga en las provincias.

Dentro del primer año Cobden se dio cuenta que había subestimado la fuerza de los Proteccionistas. En las áreas rurales, las reuniones de la Liga eran interrumpidas por la violencia física. Los granjeros creían, erróneamente, que el libre comercio traería desempleo y depresión. Los Cartistas, representando a los trabajadores urbanos, fueron hostiles por la misma razón. Cobden esperaba que el mensaje de la Liga convenciera a ambos grupos de que la derogación abriría nuevos mercados, lo cuál elevaría todos los salarios. Requirió años de educación, para que estas verdades finalmente se percibieran.

Esto generó un cambio estratégico: las conferencias eran ahora combinadas con peticiones al Parlamento. Así comenzó el activismo político abierto. Para 1840, la Liga de Manchester se transformó, creando en cada ciudad un partido contra la Ley del Maíz, o por lo menos un esfuerzo para “prevenir el regreso de cualquier candidato en la próxima elección, del partido político que fuese, que apoye... el impuesto al pan de los terratenientes.” 9 Esto significó una Liga más agresiva, menos comprometida, menos temerosa de hacerse de enemigos.

En 1841, un gran depresión económica aconteció. Repentinamente, el Primer Ministro Robert Peel recurrió a la idea del libre comercio de bajar los aranceles para estimular la economía. Esto volvió a las Leyes del Maíz nacionalmente significativas y otorgó mayor credibilidad a la Liga.

Ahora la Liga tenía varios miembros en el Parlamento, incluyendo a Cobden. Pero él era un miembro renuente. No deseaba ser “partidista,” leal y comprometido. Precisaba estar libre para acosar al gobierno.

Los discursos de Cobden en el Parlamento no eran influyentes y esto desalentó el entusiasmo de los miembros de la Liga. La ayuda cayó vivamente. En todos los movimientos masivos, el fervor es decisivo. Hay una necesidad constante de superar los anteriores logros o el riesgo de la disolución. Entonces Cobden creó proyectos como conferencias y recolecciones de fondos para mantener el fervor.

Para 1843, paradójicamente, la recuperación económica hizo a la Liga aceptable para el grupo más antagónico a la derogación: los terratenientes aristocráticos. Cuando los tiempos habían sido malos, los precios elevados y los altos subsidios compensaban a las producciones pobres. Pero ahora los precios continuaban cayendo con la abundancia creciente, y los Tories veían que las Leyes del Maíz no apuntalaban sus rentas.

Los discursos de Cobden se volvieron más moderados. En vez de atacar a las Leyes del Maíz, atacó los grandes males detrás de ellas: las aflicciones económicas para los trabajadores y los granjeros. El nuevo acento estaba en la congoja, no en la derogación. Ahora parecía no ser más una peligro para los Tories. Desaparecieron las amenazas del derrumbamiento de la sociedad debido a los altos precios de los alimentos. Ya no sostenía que las Leyes del Maíz beneficiaban solamente a los ricos. Apeló a los propios terratenientes, demostrándoles que los aranceles protectores los desalentaron a la hora de invertir para mejorar sus cosechas, obstaculizando así su prosperidad.

Esta visón más amplia colocó a varios Tories importantes del lado de la derogación y fue la responsable de que Robert Peel recibiese a una delegación de la Liga, luego de rechazarlos en varias ocasiones.

Esto fue seguido por un nuevo plan político de la Liga. Todas las ciudades fueron clasificadas como “seguras,” “dudosas,” o “desesperanzadas.” El registro de los votantes se centró en los distritos desesperanzados. Los equipos de conferenciantes y de captadores de votantes reclutaron a miles de nuevos miembros. El objetivo central de Cobden estaba escalonado: alcanzar a cada votante con el material de la Liga a través de los buscadores de votantes. Ello produjo más entusiasmo, más colectas de fondos, más actividades, pero fracasó y no destruyó a los Proteccionistas. Cobden tuvo el valor de admitir que estaba equivocado y cambió totalmente en medio de la campaña, centrándose en las ciudades en las que se podía ganar.

Cobden apuntó a 160 ciudades como favorables. La elección nacional de 1845 mostró logros substanciales en 112 de ellas. Esto era aun insuficiente para ganar un voto Parlamentario. Los miembros de la Liga estaban ahora enteramente desmoralizados. Su enorme trabajo parecía en vano. Entonces Cobden descubrió un vericueto en la ley electoral, permitiendo a la Liga atacar desde una dirección enteramente distinta. Ésta demostró ser la llave a la victoria.

Previamente Cobden había reconocido a los condados (los distritos políticos rurales). Para ganarlos tendría que generar un nuevo electorado extenso. Esto parecía imposible debido a la importante calificación de la propiedad que era necesario poseer. O eso creía. Pero una ley poco conocida permitía votar en una elección del condado si uno poseía una “propiedad de cuarenta chelines,” un pequeño pedazo de tierra que casi cualquier persona podría solventar. Promoviendo las propiedades de cuarenta chelines como una gran inversión de bienes raíces, el número de votantes favorables al libre comercio se amplió enormemente. Los Tories retrocedieron inmediatamente. Reconocieron que el proteccionismo había obstaculizado la modernización agrícola y admitieron que los subsidios no estabilizaron los precios del maíz.

Viendo que sus opositores estaban desplomándose, Cobden cambió de nuevo el modo de ataque: acentuar la educación pública para aplicar más presión en el Parlamento. Esto forzó al Primer Ministro Peel a ponerse del lado de la Liga, provocando una crisis gubernamental. Fue obligado a dimitir y su gobierno se derrumbó. La derogación parecía ahora ser alcanzable. Pero el caos obligó a una reorganización parlamentaria, reflejando el cambio revolucionario en el equilibrio del poder que la derogación representaba, pasando de los aristócratas hacia la clase media urbana. Lucía como que los Proteccionistas habían formado una coalición de la ultima trinchera para bloquear la derogación, justo cuando la misma parecía estar asegurada. Los miembros de la Liga contuvieron su respiración. El Parlamento trató la derogación y la misma se convirtió en ley. 
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Las Consecuencias de la Derogación

Tras la derogación, Richard Cobden se encontraba consumido física, mental, y financieramente. Consideró el retirarse permanentemente de la política. Durante los cinco años previos a la derogación vio muy a poco a su esposa y niños. “Mi único hijo tiene cinco años de edad... él no me conoce realmente como su padre, así de incesantemente he estado yo sobre la marcha.”
11 Sin embargo, Cobden sintió la necesidad de continuar. Vio a la derogación como un comienzo, no un final. Más que prosperidad, traería la paz al mundo. Pasó los siguientes catorce meses en un viaje de misionero por Europa, promoviendo los beneficios sociales del comercio sin barreras.

Escribió: “Los guerreros y los déspotas son generalmente malos economistas y llevan instintivamente sus ideas de fuerza y de violencia a la política civil de sus gobiernos. El libre comercio es un principio que reconoce la importancia suprema de la acción individual.” 
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Varios años más tarde su evangelismo lo condujo al segundo gran triunfo su carrera política, el Tratado Comercial Anglo-Francés de 1860. Francia seguía siendo un país proteccionista, pero la gira de Cobden convirtió a franceses importantes en defensores del libre comercio. Ellos influenciaron a Napoleón III. Una de tales personas era Michel Chevalier, un economista político.

Por siglos Inglaterra y Francia habían sido antagonistas militares, pero en la Guerra de Crimea de 1854-55 fueron aliados. A través del libre comercio había una oportunidad única de consolidar los lazos para una paz permanente.

Existieron inicialmente varias reuniones secretas en Londres entre Chevalier, Cobden, y Gladstone, el Ministerio de Hacienda. Entonces Cobden, sin estatus oficial, partió sigilosamente para París. Creía entonces, como siempre, que el libre comercio desharía las animosidades nacionales mantenidas vivas por los diplomáticos profesionales y los militares. “Yo no caminaría ahora a través de la calle solo para aumentar nuestro comercio, por el mero motivo de una ganancia comercial.... Pero para mejorar las relaciones morales y políticas de Francia y de Inglaterra, colocándolas en una mayor interrelación y en una dependencia creciente, caminaría descalzo de Calais a Paris.” 
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Napoleón se percató de que tenía que convencer a su propio gobierno sobre las ventajas del libre comercio. Consultó a Cobden acerca de cómo ir sobre él. Cobden contestó “Le dije, que actuaría exactamente como lo hice en Inglaterra, lidiando primero con un artículo el cuál era la clave del sistema entero. En Inglaterra, ese artículo era el maíz, en Francia, era el hierro; que debía suprimir totalmente y de una sola vez el gravamen sobre el hierro en lingotes, y dejar solamente un tributo pequeño, de haberlo, sobre las barras... esto haría mucho más fácil ocuparse del resto de las industrias, cuyo reclamo general es el de que no pueden competir con Inglaterra debido al elevado precio del hierro y del carbón.” 
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Cuando las negociaciones alcanzaron su fase crítica, Cobden pensó que sería substituido por los diplomáticos profesionales. En cambio, le fueron concedidos poderes plenipotenciarios y continuó con la tarea. El acuerdo fue firmado en enero de 1860.

El Legado de Cobden

Cobden murió en abril de 1865. Tenía sesenta años de edad. Su legado es enorme y así permanece hasta hoy día. Por ochenta y cinco años el libre comercio reinó como política nacional de Inglaterra, influyendo sobre los principios comerciales de cada país importante en el mundo. El idealismo y el sueño apasionado de Richard Cobden pueden resumirse por su declaración: “Veo en el principio del libre comercio que el mismo actuará sobre el mundo moral como el principio de la gravitación en el universo – alineando a los hombres juntos, haciendo a un lado los antagonismos de raza, y de credos y de lenguas, y uniéndonos en los lazos de la paz eterna.... Creo que el efecto será el de cambiar la cara del mundo, para introducir un sistema de gobierno enteramente distinto al que ahora prevalece. Creo que el deseo y el motivo para los imperios grandes y poderosos y los ejércitos gigantescos y las grandes armadas perecerá.... cuando el hombre se vuelva una familia, e intercambie libremente los frutos de su trabajo con su hermano.” 
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*John Chodes es un escritor en la Ciudad de Nueva York.
Anotaciones
1. Norman Longmate, The Breadstealers: The Fight Against the Corn Laws, 1838-1846 (Nueva York: St. Martin’s Press, 1984), pp. 3-4.

2. Alexis de Tocqueville, 
Journeys to England and Ireland, editado por J. P. Mayer (New Haven: Yale University Press, 1958), pp. 107-108.

3. John Mcgilchrist, Richard Cobden, the Apostle of Free Trade (New York: Harper & Brothers, 1865), p. 20.

4. Richard Cobden, “Russia,” de 
The Political Writings of Richard Cobden, 4a edición (London: W. Ridgway, 1901), p. 26.

5. Cobden, “America,” de 
Political Writings, p. 5.

6. Ibid., p. 21.

7. Ibid., p. 256.

8. Nicholas Edsall, 
Richard Cobden, Independent Radical (Cambridge: Harvard University Press, 1986), pp. 51-59.

9. Ibid., p. 85.

10. Ibid., pp. 53-153.

11. Ibid., p. 174.

12. Ibid., p. 186.

13. Ibid., p. 333.

14. Ibid., p. 334.

15. Richard Cobden, Speeches on Public Policy, By Richard Cobden, M.P., editado por John Bright y J. E. Thorold Rogers (Londres: Macmillan & Co., 1870), pp. 225-226.
Traducido por Gabriel Gasave

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