LA CIENCIA COMO PROCESO DE INVESTIGACIÓN
Y DIMENSIÓN DE LA CULTURA.
Juan Samaja
PARTE 1
CONCEPTO, MÉTODO Y SENTIDO
DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA.
En esta unidad vamos a exponer dos de las principales nociones con las
cuales se puede comprender y organizar el proceso de investigación científica: la
noción de proceso de la ciencia y la de diseño del objeto científico. Pero, a raíz de
estas dos nociones, nos estaremos refiriendo en todo momento a la naturaleza de la
investigación científica como una forma de comportamiento humano.
¿Por qué hemos usado la palabra "sentido" en el epígrafe? Eso lo podremos
contestar con claridad recién al final de toda la lectura.
1. El proceso de investigación científica
El término "proceso" implica, en general, la noción de una serie de
transformaciones que le comienzan a ocurrir a un cierto estado de cosas, a partir de
una cierta situación inicial, hasta que finalmente se alcanza un nuevo estado en el
que aquellas cosas se han cambiado. Quien emplea la palabra "proceso" presupone,
pues, esos significados elementales: i. un estado inicial de ciertos cosas; ii. una serie
de operaciones de transformación que comienzan a suceder y siguen sucediendo
hasta que iii. aparece un estado final, al que normalmente denominamos “el
producto”, y que lo concebimos como el momento en el que el proceso se detiene o
"se extingue".
El término "proceso de investigación científica" contiene a su manera estas
tres nociones: i. el asunto o sus condiciones de realización; ii. los cursos de acción; y
iii. el producto. Veámoslo en un diagrama:
Componentes del Proceso de Investigación
------------------------------------------------------------------------------------------
PROCESO DE INVESTIGACIÓN
------------------------------------------------------------
I I I
V V V
Objet ---------------> Método -------------> Objetivo
(Condiciones de realización) (Cursos de acción) (Producto)
------------------------------------------------------------------------------------------
En todas las formas de la conciencia específicamente humana hay ya un componente reflexivo, autoconciente, por el cual el sujeto consciente siempre puede agregar a su representación el giro reflexivo: "Yo pienso...eso." Es decir, que el conocimiento humano es siempre doble: 1. sabe de algo [eso], y 2. sabe de sí como sujeto de ese saber [Yo pienso].
Esa capacidad reflexiva encierra una decisiva consecuencia: abre la posibilidad de examinar la fuente de la autoridad del saber, lo que de alguna manera significa, liberarse de la autoridad del propio organismo (de los propios instintos) y de la propia comunidad de pertenencia.
Sin embargo, esa posibilidad recién se actualizó de manera efectiva a partir del surgimiento de las sociedades civilizadas, a partir de ciertas transformaciones profundas que se produjeron en los sitemas culturales.
¿Cómo se produjeron esas fisuras en el edificio de las creencias perceptuales (que emergen del funcionamiento del cerebro), y de las representaciones y creencias comunales (que emergen de las tradiciones de la vida común de los hombres?
De alguna manera la crisis del poder de las creencias "va de la mano" con la aparición de conflictos entre creencias en el seno de la Comunidad.
Se comprende que si las creencias están determinadas por la vida social, el litigio entre ellas debió de surgir en estrecha relación con la aparición de profundos conflictos de intereses en la vida social misma.
La unidad ética de las comunidades primitivas debió ser substituida, en el paso de las sociedades prehistoria a las llamadas sociedades civilizadas, por las reglamentaciones jurídico-formales del Estado como el órgano responsable de preservar la "unidad de la comunidad" a través de las diferencias y luchas de las clases.
Las evidencias sociales que en las sociedades prehistóricas emergía de la vida comunitaria misma, de su milenaria eticidad, al quebrantarse la unidad de intereses sociales, como resultado de ciertas innovaciones tecnológicas, llegaron a ser asunto de graves litigios. Ahora bien, los litigios se resuelven mediante el diálogo o mediante las armas.
En las sociedades con conflictos de clase, la cuestión de la validez del saber, presupone inexorablemente la búsqueda de instancias últimas de acuerdo, de puntos de partida común a todas las partes en litigio, que en caso de faltar, vuelve irremediable el juicio de las armas. Los griegos llamaron “lugares comunes” a estos "puntos de acuerdo". Aristóteles investigó los mecanismos mediante los cuales los hombres argumentan empleando esos "lugares comunes" en las obras que se han reunido bajo el título de "Tópicos".
Hablar de "juicio de las armas" no es más que una metonimia: en verdad las armas son instrumentos de los agrupamientos de seres humanos ligados por intereses y representaciones comunes más o menos enérgicas. Ese complejo conjunto de factores que decide el resultado de las batallas se transfiguró en la imaginación de las sociedades con Estado como un "Juicio de Dios" que venía a darle la razón a ésta o a esta otra clase social. En consecuencia, como se desprende de la teoría de Kelsen, todo Estado existente es el testimonio concreto de que ciertos grupos pudieron poner de su lado "el juicio de Dios" en los conflictos con las otras fracciones sociales, logrando establecer su hegemonía; y, por lo mismo, es el testimonio de que lograron imponer un conjunto suficiente de intereses y representaciones como "intereses comunes" (“tópicos” o “dogmática”), como fuente [...]
El proceso de investigación científica es algo que les sucede a los
conocimientos que emplean los hombres. En principio, entonces, el escenario de
toda investigación científica es el conjunto de conocimientos o creencias que los
seres humanos ponen en función acerca de algún asunto en particular.
Sin duda, los conocimientos que los hombres disponen de las cosas poseen
una importancia suprema para ellos: forman parte constitutiva de la vida misma; de
los recursos vitales de que disponen para sobrevivir. Son funciones inherentes a la
regulación de su propio proceso de vida.
Igualmente, es indudable que los conocimientos humanos cambian: son
funciones inseparable de los procesos en que se han ido formando las sociedades
humanas; es decir, los conocimientos humanos han estado sometido a procesos de
nacimiento y transformación incesantes.
Sin embargo, debemos reconocer que los hombres toleran muy mal la
diversidad y las variaciones de los conocimientos. Lo que vale como creencias
verdaderas a ciertas sociedades suele ser considerado creencias falsas para otras; lo
que es cierto para una generación llega a ser falso para la siguiente... Y con gran
frecuencia esta diversidad conduce a enfrentamientos verdaderamente enérgicos,
violentos y, a veces, trágicos.
¿Qué saben o creen saber los europeos de la conquista y colonización de
América por parte de Europa? ¿Y qué saben los descendientes de los etnias
americanas de este mismo hecho? ¿Qué creen saber israelíes y palestinos acerca de
sus derechos nacionales sobre los territorios en litigio? Es notorio que saben o creen
saber cosas muy distintas.
Ahora bien, la diferencia entre saberes sobre un mismo objeto no puede
sostenerse sin conflicto: si A es verdadero, no-A no puede serlo. Alguien deberá
cambiar su conocimiento. ¿Quién? El que esté en el error. Pero, ¿cómo demostrar
quién está en el error y quién en la verdad?
Las investigaciones de antropología y sociología del conocimiento nos
muestran de manera convincente que los conocimientos de las sociedades no se
cambian de cualquier manera, y mucho menos, por medio de imposiciones externas.
Las creencias sociales poseen sus propios órganos y sus propias pautas para
evaluarse, para juzgar lo que es verdad o falsedad y para determinar lo que es una
buena o una mala prueba. De esa suerte, las diferencias que se pueden dirimir son
solamente aquellas diferencias de carácter secundario, que no ponen en juego el
conjunto de evidencias de base sobre la que se asienta el saber. Los cambios que se
pueden introducir en un sistema dado de conocimiento o de creencias son sólo
aquellos cambios que resultan compatibles con la conservación del sistema en su
totalidad. Así lo reconoce hablando de la ciencia, el gran lógico norteamericano W.
van O. Quine:
... cuanto más fundamental para nuestro esquema conceptual es una ley, tanto
menos dispuestos estaremos a someterla a revisión. Si resultara necesaria una
revisión de nuestro sistema de enunciados preferiremos, ceteris paribus1, la revisión
que menos perturbe el sistema."
Si esto es válido para la ciencia, a fortiori2 lo será para el conocimiento
sapiencial y el saber común, que no disponen de la misma vocación autocrítica que
aquélla.
Este carácter esencial del conocimiento humano, a saber, ser una función
destinada preservar los presupuestos de la vida social, le viene impuesto a la especie
humana desde el fondo de su historia evolutiva: todo conocimiento actual supone
un substrato constitutivo (impositivo): el organismo humano, que luego de milenios
de acomodación al medio, ha logrado adaptarse, conserva esos logros de muchas
maneras: como patrimonio morfológico (anatomía), como patrimonio fisiológico (ciclos
metabólicos) y como patrimonio etológico (pautas de acción y de conocimiento).
El conocimiento es –como lo vio claramente J. Piaget- una función de auto
regulación de la vida. En tanto organismo adaptado todo viviente "sabe algo" con lo
que orienta su conducta para preservar su identidad. Encadena su vida a ese saber
(o a esa "creencia de saber..."), en la medida que ella es la culminación de sus logros
adaptativos. Si un organismo ha aprendido a eludir las caídas, "sabe" que si delante
suyo hay un precipicio, NO debe avanzar. Si ha llegado al borde de un abismo,
quedará ipso facto paralizado ante él, siendo completamente indiferente que
circunstancialmente ese saber sea verdadero o ilusorio. Ése es el caso, por ejemplo,
de un perro al que se lo quiere hacer avanzar sobre un vidrio transparente por
encima de un espacio vacío. O el caso de una avispa que cree saber (porque así se lo
dicen sus instintos) que delante suyo se abre un espacio libre, aunque se encuentre
aprisionada detrás de una botella: insistirá en querer volar en todas las direcciones
tal como se lo impone "su saber". El saber disponible presenta entonces, dos valores
contrapuestos: i. conserva las buenas soluciones (valor positivo); 2. impide ver nada
fuera de su propio horizonte (valor negativo).
La Epistemología contemporánea ha mostrado que el mecanismo del
conocimiento puede describirse como asimilación de los datos del objeto a sus
esquemas de conducta, como parte de sus funciones de autoregulación. Aplicada
esta teoría al acto de comprensión humana, resultaría que ésta es el proceso por el
cual los individuos de una cierta cultura asimilan los objetos de sus experiencias a
las evidencias o esquemas básicos de su cultura. Las experiencias exógenas son
comprendidas o dotadas de significación mediante una reelaboración endógena, lo
que quiere decir, mediante un proceso interno en el que los estados de cosas y los
procesos son representados de tal manera que a partir de ciertas premisas, se
obtienen como conclusión los hechos que se quieren explicar.
2 “ Forzosamente”, "con más razón".
La comprensión es, entonces, un acto imaginario o simbólico de producción,
en el sentido en que algo queda comprendido o explicado para un sujeto cuando los
datos del hecho real pueden ser puestos en correspondencia con representaciones
internas que corresponden a los esquemas de producción habituales para esa
cultura.
2 “ Forzosamente”, "con más razón".
Consecuentemente, explicar "para otro" (argumentar) será, entonces, poder
derivar proposiciones que expresan ese contenido a partir de otras proposiciones formuladas como premisas evidentes para ese otro. Eso es lo que sucede cada vez
que una madre se esfuerza por hacer comprensible para su niño algo desconocido.
Imaginen el siguiente diálogo:
Niño: "Mamá. ¿Por qué se mueve el agua del río?
Madre: "Bueno, es que el agua ha recorrido un largo camino. Anduvo en
las nubes. Cayó como lluvia en las montañas. Allí se hizo nieve, y
ahora que hay mucho sol, ha comenzado a descender y está
volviendo a su casita a descansar. Va a hacer nono porque está
muy cansada. Su camita está en el mar, y va hacia allá."
Esta pequeña explicación contiene lo esencial de toda explicación: pone los
elementos de un problema en relación de correspondencia con los elementos de lo
que al sujeto le resulta obvio o tautológico3. El niño conoce desde la cuna ese ciclo:
despertarse, moverse, cansarse, y regresar al descanso... Esa es SU VERDAD. Así se
producen las cosas para él. Consecuentemente, comprenderá toda otra verdad por
referencia a su verdad.4
Ahora bien, esta caracterización de la explicación o comprensión humana,
vale tanto para la conciencia perceptual o la conciencia mítica como para la
conciencia filosófica y la científica: estamos, como diría Piaget ante una necesidad
general de toda conciencia o sujeto de conocimiento: el reemplazo de lo exógeno por
lo endógeno; la asimilación como momento esencial de las conductas adaptativas.
Sin embargo, el ser humano adquirió -en algún momento de su historia- una
cierta capacidad de liberarse de esta autoridad omnipotente de las creencias
perceptuales, míticas, sapienciales.., mediante una operación reflexiva que le
permite un saber crítico de su saber. Esa capacidad fue el resultado de un largo
desarrollo de un germen o potencialidad que se denomina "autoconciencia". Esta
autoconciencia es la que contiene en germen la posibilidad de alcanzar una
perspectiva crítica del propio saber, por más compartido que sea, aunque para que
ello sucediera debieron acaecer, previamente, numerosas peripecias en su historia5.
"El hombre conoce y también es consciente de que conoce. Adquirimos,
poseemos y usamos nuestro conocimiento; pero al mismo tiempo, somos
conscientes de nuestras actividades como conocedores." S. Toulmin
(1977:T.I,17).
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3 "Tautología": enunciado que repite en el predicado lo que está contenido en la noción
del sujeto. "Verdad lógica".
4 Revisar en Samaja, Epistemología y Metodología, la metáfora del "cartografiado", propuesta por G. Bateson.
5 Sobre este tema, cfr. J. Samaja, El Lado Oscuro de la Razón.
4 Revisar en Samaja, Epistemología y Metodología, la metáfora del "cartografiado", propuesta por G. Bateson.
5 Sobre este tema, cfr. J. Samaja, El Lado Oscuro de la Razón.
En todas las formas de la conciencia específicamente humana hay ya un componente reflexivo, autoconciente, por el cual el sujeto consciente siempre puede agregar a su representación el giro reflexivo: "Yo pienso...eso." Es decir, que el conocimiento humano es siempre doble: 1. sabe de algo [eso], y 2. sabe de sí como sujeto de ese saber [Yo pienso].
Esa capacidad reflexiva encierra una decisiva consecuencia: abre la posibilidad de examinar la fuente de la autoridad del saber, lo que de alguna manera significa, liberarse de la autoridad del propio organismo (de los propios instintos) y de la propia comunidad de pertenencia.
Sin embargo, esa posibilidad recién se actualizó de manera efectiva a partir del surgimiento de las sociedades civilizadas, a partir de ciertas transformaciones profundas que se produjeron en los sitemas culturales.
¿Cómo se produjeron esas fisuras en el edificio de las creencias perceptuales (que emergen del funcionamiento del cerebro), y de las representaciones y creencias comunales (que emergen de las tradiciones de la vida común de los hombres?
De alguna manera la crisis del poder de las creencias "va de la mano" con la aparición de conflictos entre creencias en el seno de la Comunidad.
Se comprende que si las creencias están determinadas por la vida social, el litigio entre ellas debió de surgir en estrecha relación con la aparición de profundos conflictos de intereses en la vida social misma.
La unidad ética de las comunidades primitivas debió ser substituida, en el paso de las sociedades prehistoria a las llamadas sociedades civilizadas, por las reglamentaciones jurídico-formales del Estado como el órgano responsable de preservar la "unidad de la comunidad" a través de las diferencias y luchas de las clases.
Las evidencias sociales que en las sociedades prehistóricas emergía de la vida comunitaria misma, de su milenaria eticidad, al quebrantarse la unidad de intereses sociales, como resultado de ciertas innovaciones tecnológicas, llegaron a ser asunto de graves litigios. Ahora bien, los litigios se resuelven mediante el diálogo o mediante las armas.
En las sociedades con conflictos de clase, la cuestión de la validez del saber, presupone inexorablemente la búsqueda de instancias últimas de acuerdo, de puntos de partida común a todas las partes en litigio, que en caso de faltar, vuelve irremediable el juicio de las armas. Los griegos llamaron “lugares comunes” a estos "puntos de acuerdo". Aristóteles investigó los mecanismos mediante los cuales los hombres argumentan empleando esos "lugares comunes" en las obras que se han reunido bajo el título de "Tópicos".
Hablar de "juicio de las armas" no es más que una metonimia: en verdad las armas son instrumentos de los agrupamientos de seres humanos ligados por intereses y representaciones comunes más o menos enérgicas. Ese complejo conjunto de factores que decide el resultado de las batallas se transfiguró en la imaginación de las sociedades con Estado como un "Juicio de Dios" que venía a darle la razón a ésta o a esta otra clase social. En consecuencia, como se desprende de la teoría de Kelsen, todo Estado existente es el testimonio concreto de que ciertos grupos pudieron poner de su lado "el juicio de Dios" en los conflictos con las otras fracciones sociales, logrando establecer su hegemonía; y, por lo mismo, es el testimonio de que lograron imponer un conjunto suficiente de intereses y representaciones como "intereses comunes" (“tópicos” o “dogmática”), como fuente [...]