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viernes, 26 de abril de 2013

Un epistemólogo que de joven recorrió los barrios obreros de Buenos Aires

Salvador López Arnal El Viejo Topo, septiembre de 2011

Mario Bunge, Las pseudociencias. ¡Vaya timo!, Laetoli, Pamplona, 2010, 247 páginas (edición de Alfonso López Borgoñoz, traducción de Rafael González del Solar; prólogos de Alfonso López Borgoñoz, Cristina Corredor y Rafael González del Solar)

 Confundir es hacer idéntico lo distinto. La confusión puede ser involuntaria o deliberada. La confusión involuntaria es el precio que pagamos por la ignorancia, el apresuramiento, la improvisación o la superficialidad. La confusión deliberada, en cambio, es un delito, ya que es un engaño. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se identifica la libertad con la libre empresa o el libro comercio, el derecho a la defensa con la agresión armada, la socialización de los medios de producción con la estatalización y la propaganda con la información (p. 196).

Es un ejemplo, uno entre muchos posibles, de la agudeza, el ingenio, la inmensa cultura científica y humanista, la profundidad epistémica y el documentado pensamiento crítico de este enorme librepensador de nuestra época, el gran físico y filósofo argentino Mario Bunge, este destacadísimo e incansable cultivador de la filosofía de la ciencia, de la historia de las ciencias y de las técnicas, de la economía, de la sociología, de la psicología experimental y del pensamiento político crítico y de tantos otros ámbitos.

Las pseudociencias. ¡Vaya timo!, está formado por tres breves prólogos y once capítulos de desigual tamaño. El origen del libro surge del interés del editor de Laetoli, Serafín Senosiáin, y del editor del volumen, Alfonso López Borgoñoz, de “reunir en castellano los artículos más significativos publicados por Mario Bunge dedicados, en general, a clarificar el principio de demarcación entre ciencia y pseudociencia” (p. 14), así como otros trabajos relacionados. El propio Bunge ayudó a la selección de textos.

La definición de pseudociencia dada por el autor puede ser expresada en los términos siguientes: todo campo de conocimiento que no sea científico y que se anuncia o presenta como tal, sólo pues en este caso, es pseudocientífico o falsa ciencia. Ejemplos de ello: la parapsicología y el psicoanálisis, no, en cambio, la historia o la psicología (Bunge tiene la valentía de incluir a la economía ortodoxa en el ámbito de las pseudociencias, y no en el de las protociencias o ciencias emergentes). Lo que Bunge entiende por ciencia, más concretamente, por ciencia fáctica o empírica (la psicología para él sería un ejemplo de esto último) queda netamente expresado en la definición que da y explica en las páginas 130-133. El décuplo ordenado dado por el autor puede cohibir al lector/a pero no hay nada incomprensible en él. Por lo demás, tomando pie en el célebre artículo de 1973 de Robert K. Merton, el ethos de la ciencia básica sigue siendo para el físico y filósofo argentino el universalismo, el altruismo, el escepticismo organizado y el comunismo epistémico, esto es, el deseo y la práctica de compartir métodos y hallazgos.

Cabe destacar aquí el que, en mi opinión, es el capítulo central del libro, “¿Qué es la ciencia? ¿Es importante distinguirla de la pseudociencia?”, pp. 129-190, respuesta del autor a las críticas que suscitó su ensayo “A skeptic’s beliefs and disbeliefs” (New Ideas in Psychology, 9, 2, 1991), incluido también como capítulo 7º del volumen, “Creencias y dudas de un escéptico”. Igualmente, su magnífica conferencia de 2007: “Escepticismo político”, pp. 193-207, el capítulo X del libro, y “La conexión pseudociencia-filosofía-política”, pp. 209-228, una versión modificada del capítulo XIII de su excelente libro de 2010 Matter and Mind. A Philosophical Inquiry.

Pero incluso en artículos breves, en intervenciones puntuales como en un artículo de 2009 publicado en El Escéptico, “¡Por fin llegaron los extraterrestres!”, recogido aquí como capítulo IX, podemos encontrarnos con joyas gnoseológicas y políticas como la siguiente: “Mi explicación de la ceguera económica de mis escépticos amigos es que proceden de otro mundo: no viven en el mundo real de los despidos, expropiaciones, bancarrotas, corrupción e incompetencia empresarial. Nosotros, los amigos de la revista, debimos haber previsto que un solo ojo escéptico verá la mitad del mundo de la superstición y de la pseudociencia: la que se refiere a la naturaleza. Para poder advertir las supersticiones populares que atañen tanto a la sociedad como a la naturaleza se precisan dos ojos escépticos” (p. 192).

Como es inevitable, algunas de las tesis del autor, algunas de sus posiciones críticas ante, por ejemplo, el idealismo ontológico que rodea algunas interpretaciones de la mecánica cuántica, no han podido ser expuestas con detalle en un libro de estas características. Cuando así ocurre, Bunge siempre da referencias a obras suyas donde podemos ver desarrollos más detallados. No hay, pues, nada gratuito en sus afirmaciones. Algunas repeticiones también son inevitables en un volumen como éste.

Un autor como Bunge exige, sería una ofensa no hacerlo así, una aproximación que no sea meramente una apología de su libro y de su obra, por lo demás excelente y recomendable sin reservas. Me permito por ello señalar cinco notas críticas, dudas más bien.

 1. La n-ordenada de 10 elementos con la que Bunge define conocimiento científico empírico puede presentar algún problema formal y no tan formal. La S, la sociedad, la segunda componente de la n-pla, no queda delimitada completamente. ¿Sociedad es equivalente a nación o a estado, o tiene un carácter más amplio? El dominio D habla de entidades reales, pasadas, presentes o futuras; luego, por tanto, no está delimitado: el futuro no tiene límites definidos. El mismo trasfondo filosófico que el autor señala en la componente 4ª es una perspectiva general, que es, a su vez, muy general, donde defiende una ontología dinamicista, un gnoseología realista y un ethos de búsqueda de la verdad, que permiten, en todo los casos, variantes no siempre conciliables. El mismo fondo de conocimiento del que habla, la componente K de la n-pla, puede en un determinado momento presentar una colección de teorías, hipótesis y datos actualizados no siempre consistentes entre sí ni en una buena armonía en momentos de cambio o revolución científica. La n-pla, presentada con diez elementos, parece ampliarse en su explicación y contener dos elementos más.

2. El psicoanálisis, como era de esperar, no es considerado de forma positiva por Bunge. No es incorrecto que así lo haga, pero es discutible la etiqueta de pseudociencia que le adjudica. Entre otras razones, porque no está nada claro que muchas tendencias psiconalíticas se presenten como ciencia o se publiciten como tal. Siguiendo la propia lógica bungiana, podría tratarse de un conocimiento acientífico, como lo es, el ejemplo es del autor, la critica literaria. Tampoco está claro que el psicoanálisis, como tradición de saber y de prácticas anexas, no haya tenido ninguna aportación de interés desde que Freud irrumpiera en escena.

3. El existencialismo para Bunge (p. 47) rechaza la lógica y, en general, la racionalidad. Adopta, en su opinión, una ontología superficial, casi ininteligible e incluso ridícula y no necesita semántica, epistemología ni ética. Bunge está pensando en la obra de Heidegger pero no está nada claro que su afirmación pueda extenderse a todo tipo de existencialismo. Si el personalismo de izquierdas fue una forma de existencialismo, la ética de Simone Weil refuta la afirmación. Que una filosofía no produzca ningún estímulo para el desarrollo de la ciencia no la descalifica de entrada. Otros nudos puedan estar en su horizonte y ser abonados por ella. El arte, la política o la ética, por ejemplo.

4. El marxismo, así, en singular, confunde en opinión del autor la lógica y la ontología; adolece de una escasa lógica formal; infravalora el papel de la cultura, la política y la ideología; su gnoseología es de un realismo ingenuo que “no deja sitio a la naturaleza simbólica de las matemáticas o de la física” (p. 48). Largo etcétera. ¿De qué tradición marxista está hablando el autor de Materialismo y ciencia? ¿En qué autores está pensando? ¿La obra de, por ejemplo, Geymonat, Zeleny, Casari o Sacristán no refutarían todas o casi todas sus afirmaciones? El artículo donde Bunge traza esta aproximación no es opinión superada. Está fechado en 2006. Tampoco parece un hallazgo haber incluido a los científicos de orientación marxista Bernal y Haldane entre pensadores estalinistas sin citar período y acepción usada de un concepto sin duda algo borroso.

5.Bunge, no es la única vez, trata a Heidegger de forma algo peculiar. Se mofa de él y, en mi opinión, y sin que sirva de halago indirecto a la obra del autor de Sein und Zeit, y mucho menos a la intervención política siempre ocultada o envuelta en sombras de este nacional-socialista no arrepentido, no siempre con buenas armas hermenéuticas [1]. Por ejemplo, habla del idealismo de Heidegger y cita para ello, irónicamente, la siguiente afirmación: “Im wort, in der Sprache werden und sind erst die Dinge", un paso de la obra de 1935, re-editada en 1953, "Einführung in die Metaphysik".
Una traducción aproximada podría ser la siguiente: "En la palabra, en el lenguaje es donde las cosas llegan a ser y son por primera vez". La que se da en el volumen altera un poco el sentido de lo afirmado: “Únicamente en la palabra, en la lengua, las cosas devienen y son” (p. 232).
 El "das Sein des Seiendes", que suele traducirse por "el Ser de los Entes", y que puede encontrarse en muchos textos de Heidegger, da pie a un juego bungiano un poco pueril: él dice ser incapaz de traducirlo, ¿cómo podría hacerlo?
 ¿El ser del Ser?
 ¿El Ser del ser?
¿El ser del ser?
 ¿El Ser del Ser?

 La fácil broma combinatoria no tiene alcance en mi opinión. La misma cita de la página 192 de Ser y Tiempo, que se reproduce en el volumen en la página 163, que le permite preguntarse
“¿por qué habríamos de considerar que este galimatías, intraducible incluso al alemán decente, es filosofía seria?”,
es parte, sólo parte, de un razonamiento heideggeriano, no diga que sea correcto ni comprensible, al que, citado así, corta su potencial ilación lógica, si la hubiera claro está.

En la solapa interior del libro, se comenta que la formación humanística y política del autor se enraizó en los barrios obreros de Buenos Aires que de joven recorrió con su padre, médico y destacado diputado socialista argentino.
A los 19 años, Mario Bunge fundó la Universidad Obrera Argentina (UOA). Ese coraje político, esa cosmovisión socialista, es también parte de la filosofía que subyace a este excelente volumen de obligada lectura, otra aportación más de esta colección imprescindible dirigida por Javier Armentia y editada por Laetoli en colaboración con la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico.

Nota:
[1] Agradezco a Nicolás González Varela, Irene Iglesias y Àngel Ferrero la ayuda dispensada en este punto.

FUENTE

Las pseudociencias ¡vaya timo! Mario Bunge

Mario Bunge Colección ¡Vaya timo!, 14 256 páginas ISBN: 978-84-92422-24-1

«Los científicos y los filósofos —escribe Bunge— tienden a tratar la superstición, la pseudociencia y hasta la anticiencia como basura inofensiva o, incluso, como algo adecuado al consumo de las masas; están demasiado ocupados con sus propias investigaciones como para molestarse por tales sinsentidos. Esta actitud, sin embargo, es de lo más desafortunada. Y ello por las siguientes razones. Primero, la superstición, la pseudociencia y la anticiencia no son basura que pueda ser reciclada con el fin de transformarla en algo útil: se trata de virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera —lego o científico— hasta el extremo de hacer enfermar toda una cultura y volverla contra la investigación científica. Segundo, el surgimiento y la difusión de la superstición, la pseudociencia y la anticiencia son fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser investigados de forma científica y, tal vez, hasta de ser utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura». 

Este libro, editado por Alfonso López Borgoñoz, recoge los artículos más significativos de Mario Bunge sobre el tema, publicados en revistas muy diversas y la mayor parte nunca hasta ahora traducidos al castellano (por su traductor habitual, Rafael González del Solar). Prólogos de Alfonso López Borgoñoz, Rafael González del Solar y Cristina Corredor.

Mario Bunge (Buenos Aires, 1919) es uno de los filósofos de la ciencia más reconocidos en todo el mundo. En la década de 1960 se estableció en Canadá, donde ha sido profesor de la Universidad McGill de Montreal, la más antigua del país. Autor de más de 50 libros (entre ellos los ocho volúmenes de suTratado de Filosofía), casi todos en inglés, ha recibido 19 doctorados honoris causa y el premio Príncipe de Asturias de Humanidades en 1982. Azote de las supercherías, en 1991 alentó la fundación del Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia (CAIRP). 

Mario Bunge ocupa el puesto 113 en The Science Hall of Fame, lista de "los científicos más famosos de los últimos 200 años". Ningún español aparece entre los 200 primeros.

Alfonso López Borgoñoz (Valencia,1960) es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona. Ha dirigido las revistas Universo y El Escéptico y publicado numerosos artículos en defensa del pensamiento crítico. En la actualidad es presidente de Amnistía Internacional en España.

"Frecuentemente oímos expresar preocupación por el demencial acopio de falsos saberes y supersticiones revestidas de autoridad seudocientífica que prosperan sin cesar en nuestra sociedad, pese a que la información nunca ha sido tan abundante y fácil de encontrar. En Las pseudociencias, ¡vaya timo! (Editorial Laetoli) de Mario Bunge se da un repaso a muchas de ellas, pero da la impresión de que cada día aparecen otras nuevas. Es una paradoja que nunca deja de darse en la modernidad, desde el Renacimiento: cuanto más avanza la ciencia más prolifera la seudociencia, como un remedo falsario o como el mono del Zaratustra nietzscheano parodiaba las elucubraciones del maestro" (Fernando Savater, El País)

«Resulta reconfortante que, en una época donde el pensamiento crítico está en decadencia, una pequeña editorial haga una apuesta decidida por la divulgación científica, y una vuelta al pensamiento racional e ilustrado» (Manuel Hermán, blog Ciencia Kanija)

«Atractiva obra recopilatoria de sus escritos, que aúna, como es característico en el autor, precisión, rigor analítico y claridad de los argumentos de los juicios con un estilo desenfadado y accesible para todos los públicos» (Luis M. Alonso, La Nueva España)

«Una diatriba razonada contra ciertos fraudes y estupideces intelectuales, al tiempo que una vindicación entusiasta de la ciencia, la racionalidad, la solidaridad y la moralidad. Sin perderse en disquisiciones especulativas o retóricas, la línea argumental retoma el discurso racionalista ilustrado» (Alfons Barceló, Mientras tanto)

«El libro, en todo caso, es una demostración más de que la divulgación científica no sólo debe explicarnos lo que nos rodea desde el punto de vista de la ciencia, sino que también debe tener un papel activo desacreditando a todo aquello que intente suplantarla» (Noticias de la ciencia)

«Se trata de un compilado de once artículos sin desperdicio alguno. Desde la refutación de engaños comunes, hasta sabios consejos para escépticos políticos. Desde la caracterización epistemológica de las pseudociencias, hasta la denuncia lisa y llana del vil engaño. El sutil límite entre la ciencia y la pseudociencia es una de las aristas más interesante de este libro que, por lo demás, se trata de un Bunge auténtico: conciso, demoledor. Pasan por su tamiz epistemológico tanto las viejas pseudociencias —el psicoanálisis, la astrología, la parapsicología, el creacionismo, etcétera— como los relativamente nuevos deslices de los científicos que a más de uno harán reflexionar. Por eso este libro es indispensable para todo intelectual preocupado por la sociedad, todo académico que no le guste mirarse eternamente el ombligo, todo dirigente que se sienta comprometido con el prójimo y con la verdad» (Ricardo Cabrera, EXACTAmente, Buenos Aires)

«Excelente volumen de obligada lectura, otra aportación más de esta colección imprescindible» (Salvador López Arnal, El viejo topo)



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