¿En qué consiste? En un nuevo modelo energético y productivo que ya está en marcha: el capitalismo de la distribución.
¿Es una broma? Mire a su alrededor con perspectiva y verá que ya estamos experimentando una transformación histórica en la forma de generar y distribuir la energía.
Seguimos dependiendo del petróleo. Sí, y hemos de librarnos de esa dependencia, superar la segunda revolución industrial y comenzar una nueva era.
¿Por qué? Aparte de que la energía fósil está poniendo en peligro nuestra supervivencia como especie, ha determinado y ha diseñado nuestro sistema de vida y la manera de organizarnos socialmente: un sistema ya caduco.
¿...? La primera revolución industrial, al mejorar la higiene y la salud, disparó la demografía. Luego envió a todos los niños al colegio para tener trabajadores eficientes.
¿Y qué ha hecho de nosotros la segunda revolución industrial?
Ha impuesto sistemas centralizados: un gobierno, con una gran capital, en la que se centra todo el poder de decisión y de información a través de televisiones y radios estatales; las centrales de energía, que producen y regulan toda la energía del país, y las carreteras, que responden a esa lógica.
Si prescindimos del petróleo, ¿nos organizaremos de otra manera?
¿Es una broma? Mire a su alrededor con perspectiva y verá que ya estamos experimentando una transformación histórica en la forma de generar y distribuir la energía.
Seguimos dependiendo del petróleo. Sí, y hemos de librarnos de esa dependencia, superar la segunda revolución industrial y comenzar una nueva era.
¿Por qué? Aparte de que la energía fósil está poniendo en peligro nuestra supervivencia como especie, ha determinado y ha diseñado nuestro sistema de vida y la manera de organizarnos socialmente: un sistema ya caduco.
¿...? La primera revolución industrial, al mejorar la higiene y la salud, disparó la demografía. Luego envió a todos los niños al colegio para tener trabajadores eficientes.
¿Y qué ha hecho de nosotros la segunda revolución industrial?
Ha impuesto sistemas centralizados: un gobierno, con una gran capital, en la que se centra todo el poder de decisión y de información a través de televisiones y radios estatales; las centrales de energía, que producen y regulan toda la energía del país, y las carreteras, que responden a esa lógica.
Si prescindimos del petróleo, ¿nos organizaremos de otra manera?
Cambiaremos todo nuestro modo de vida.
Decía usted que ya estamos en ello. De la misma manera que el vapor nos llevó a la primera revolución industrial, y el motor Daimler-Benz a la segunda, la apuesta de Alemania por la producción descentralizada de energías renovables nos lleva a la tercera.
Pero las energías renovables no son una novedad. Lo revolucionario es su combinación con internet: el gran cerebro en red. Eso significa decir adiós a la gran televisión centralizada y al poder de decisión centralizado. La autoridad ya no será vertical, sino distributiva.
Alguien la ejercerá. La tendrá quien posea más información en cada momento para tomar iniciativas, irá alternándose en la red. Las grandes centrales eléctricas se sustituirán por pequeñas productoras de energía controladas por el ciudadano, instaladas en el tejado de la comunidad de vecinos, oficinas, fábricas...
Ya hay comunidades que se abastecen con energías renovables y no han cambiado el mundo. La verdadera revolución estallará cuando la energía se transmita por la red y la inteligencia colectiva regule su uso. Si en su tejado produce más energía de la que necesita (eólica, geotérmica o solar), la red la redistribuirá y usted cobrará por ello, y cuando necesite más, la comprará.
¿Es una utopía?
En Alemania, IBM, Siemens y Cisco están experimentando diversos sistemas en seis länder para poder enviar kilovatios por la red como si fueran bits de información, y buscando la manera de almacenarlos.
¿Ni plataformas petrolíferas ni tampoco centrales de energías alternativas?
No, porque el aire, la tierra y el sol están en todas partes. En todos los tejados y espacios verdes del planeta se puede captar esa energía y convertirla en electricidad.
¿Y quién lo paga? Al precio actual, cualquier edificio amortiza en siete años la inversión; pero igual que ha ocurrido con los ordenadores y los móviles, al masificarse su uso bajará el precio.
¿Cómo viajaremos? Camiones, coches y autobuses serán vehículos enchufables. Es mucho más fácil y barato colocar enchufes que surtidores y depósitos de combustible. Y pronto habrá aviones con energía eléctrica.
Un futuro prometedor, pero hará falta inversión...
Sí, y trabajo, lo que revitalizará nuestra economía y creará miles de empleos.
Es un pez que se muerde la cola.
Los países desarrollados en crisis, como España, deben convertir esa necesidad de adaptación a la nueva tecnología en una oportunidad para el relanzamiento económico. Sí o sí, España necesita crecimiento; sólo con austeridad no se va a ningún lado.
¿Y cómo afectará al tercer mundo? Este cambio de paradigma cambiará la geopolítica mundial. Los países más pobres podrán convertir su carencia de infraestructuras en ventaja competitiva: es más fácil y barato partir de cero que reconvertir lo ya existente.
Quienes generan y distribuyen la energía van a resistirse. Sí, como se resistieron las grandes empresas discográficas hasta morir. Es obvio, como han detectado todos los movimientos de indignados del mundo, que el esquema de la segunda revolución industrial está viniéndose abajo.
El ciudadano quiere poder. Y ese es el significado final de poder generar nuestra propia energía, venderla y comprarla libremente en la red. De hecho, ya se están creando nodos de autosuficiencia que viven conectados con la biosfera. Las energías renovables cierran el círculo de integración del ser humano con el medio.
Decía usted que ya estamos en ello. De la misma manera que el vapor nos llevó a la primera revolución industrial, y el motor Daimler-Benz a la segunda, la apuesta de Alemania por la producción descentralizada de energías renovables nos lleva a la tercera.
Pero las energías renovables no son una novedad. Lo revolucionario es su combinación con internet: el gran cerebro en red. Eso significa decir adiós a la gran televisión centralizada y al poder de decisión centralizado. La autoridad ya no será vertical, sino distributiva.
Alguien la ejercerá. La tendrá quien posea más información en cada momento para tomar iniciativas, irá alternándose en la red. Las grandes centrales eléctricas se sustituirán por pequeñas productoras de energía controladas por el ciudadano, instaladas en el tejado de la comunidad de vecinos, oficinas, fábricas...
Ya hay comunidades que se abastecen con energías renovables y no han cambiado el mundo. La verdadera revolución estallará cuando la energía se transmita por la red y la inteligencia colectiva regule su uso. Si en su tejado produce más energía de la que necesita (eólica, geotérmica o solar), la red la redistribuirá y usted cobrará por ello, y cuando necesite más, la comprará.
¿Es una utopía?
En Alemania, IBM, Siemens y Cisco están experimentando diversos sistemas en seis länder para poder enviar kilovatios por la red como si fueran bits de información, y buscando la manera de almacenarlos.
¿Ni plataformas petrolíferas ni tampoco centrales de energías alternativas?
No, porque el aire, la tierra y el sol están en todas partes. En todos los tejados y espacios verdes del planeta se puede captar esa energía y convertirla en electricidad.
¿Y quién lo paga? Al precio actual, cualquier edificio amortiza en siete años la inversión; pero igual que ha ocurrido con los ordenadores y los móviles, al masificarse su uso bajará el precio.
¿Cómo viajaremos? Camiones, coches y autobuses serán vehículos enchufables. Es mucho más fácil y barato colocar enchufes que surtidores y depósitos de combustible. Y pronto habrá aviones con energía eléctrica.
Un futuro prometedor, pero hará falta inversión...
Sí, y trabajo, lo que revitalizará nuestra economía y creará miles de empleos.
Es un pez que se muerde la cola.
Los países desarrollados en crisis, como España, deben convertir esa necesidad de adaptación a la nueva tecnología en una oportunidad para el relanzamiento económico. Sí o sí, España necesita crecimiento; sólo con austeridad no se va a ningún lado.
¿Y cómo afectará al tercer mundo? Este cambio de paradigma cambiará la geopolítica mundial. Los países más pobres podrán convertir su carencia de infraestructuras en ventaja competitiva: es más fácil y barato partir de cero que reconvertir lo ya existente.
Quienes generan y distribuyen la energía van a resistirse. Sí, como se resistieron las grandes empresas discográficas hasta morir. Es obvio, como han detectado todos los movimientos de indignados del mundo, que el esquema de la segunda revolución industrial está viniéndose abajo.
El ciudadano quiere poder. Y ese es el significado final de poder generar nuestra propia energía, venderla y comprarla libremente en la red. De hecho, ya se están creando nodos de autosuficiencia que viven conectados con la biosfera. Las energías renovables cierran el círculo de integración del ser humano con el medio.
LA VANGUARDIA (4-5-2012)
·······················
Autor: Jeremy Rifkin que es creador y presidente de la Fundación para el Estudio de Tendencias Económicas.