¿Por qué la ingeniería económica no encaja plenamente dentro de la "ciencia económica?
¿Por qué?
Por varias razones:
Por varias razones:
La primera: –porque la Ingeniería económica se basa en ciertos teoremas postulados por economistas (algunos de la era de los clásicos como Jean Baptiste Say1 y Joseph Schumpeter 2) y que hoy vemos claramente los resultados: verdaderos profetas modernos.
Así, la ingeniería económica esta de acuerdo con la escuela de Schumpeter que considera que los ciclos económicos son naturales al capitalismo y provienen de oleadas de innovación de nuevos productos y nuevas empresas. Las patentes e inventos se acumulan en el Ciclo de Crecimiento y se convierten en innovación durante las crisis. Las crisis demoran el tiempo que los inventos se convierten en nuevos productos o innovación. Con el nuevo ciclo de crecimiento desaparecen del mercado las empresas y empresarios que no han realizado innovación. El crecimiento puede reanudarse en nuevas regiones, en nuevos centros de crecimiento, con nuevos empresarios y nueva generación de trabajadores, más calificados. La creación de riqueza y el dinamismo de un país se sustenta sobre la competitividad de sus empresas y esta depende básicamente de las capacidades de sus empresarios y directivos.
Segundo: –la ingeniería económica no esta de acuerdo con Keynes. Para él: –La macroeconomía –la economía de la nación-estado— es todo, con individuos y empresas que no tienen poder para influir, y menos dirigir, la economía ni la capacidad de adoptar decisiones efectivas contrarias a las fuerzas de la macroeconomía. (determinismo de mercado: las personas no tienen vida, son pasivas, y dependen del mercado) Y los fenómenos económicos, la formación del capital, productividad y empleo son funciones de la demanda.
Tercero: –porque el mainstream económico3 no promete el cambio que se aleje de la obnubilación4 de parte de los economistas con la predicción y el análisis matemático-deductivo.
Cuarto: –porque la economía posee una teoría dominante (la formulación del equilibrio general de los mercados de Arrow y Debreu) con niveles de formalización equivalentes a los que existen en las ciencias naturales, pero aún no cumple todos los requisitos, por tanto, no es una ciencia dura5.
Quinto: –por el estado crítico actual de la economía como disciplina científica: --no contamos con una síntesis única (ni unidad o cuerpo como ciencia) que reúna a las teorías vigente: micro, macro, economía mundial y economía regional.
Sexto: –por el "maintream económico". Caldwell y Lawson señalan su decepción sobre el estado actual de la economía como disciplina científica. Indican que existe una obnubilación6 de parte de los economistas con la predicción y el análisis matemático-deductivo. Y hacia allí la academia dirige sus esfuerzos a pesar de los reiterados fracasos. Fracasos que se reconocen pero que se atribuyen a la insuficiencia del rigor deductivo con que se trabaja o la deficiencia en los datos con que se procuran falsar las teorías.
Recientemente Paul Romer publicó un texto, “The Trouble with Macroeconomics” (https://paulromer.net/wp-content/uploads/2016/09/WP-Trouble.pdf; Stern School of Business, New York University, 14/09/16) en el que afirma que por más de tres décadas la Macroeconomía ha experimentado un retroceso intelectual. Para quienes no lo conocen, digamos que Romer es un estadounidense, profesor de Economía, de orientación neoclásica. Es conocido principalmente porque fue iniciador de los modelos de crecimiento endógeno, que actualmente se enseñan en los cursos de Crecimiento Económico. La crítica de Romer entronca con críticas anteriores a los contenidos de la Macroeconomía “oficial”, realizadas también por personajes del establishment de la corriente principal. (La crítica de Romer a la Macroeconomía mainstream)
Septimo: porque está de acuerdo con Hal Varian quien opina que la economía debe equipararse más a la ingeniería que a la física. Es más una metodología para la acción que una ciencia explicativa ("la teoría del equilibrio general es apenas una pequeña parte de la economía") y, por ende, es inútil hacerle las exigencias de las ciencias duras. De ésta conclusión se puede deducir que Varian intuye la posibilidad de la ingeniería económica.
Octavo: porque ahora necesitamos una teoría de una economía basada en el conocimiento, muy distinta a la keynesiana, clásica y neoclásica. Esto implica que ni la economía del libre comercio, ni el proteccionismo por sí mismo funcionarán como políticas económicas, sino que tienen que aparecer ambas como en equilibrio7.
Noveno: porque en muchas universidades británicas, algo está ocurriendo con la "ciencia lúgubre"8, como a veces se le llama despectivamente a la economía. Los estudiantes de economía están molestos por lo que se les está enseñando y la forma como se está haciendo. No sólo están protestando, están haciendo algo al respecto. El movimiento parece haber comenzado en Manchester en 2010. Muchas departamentos universitarios de economía recibieron un notable aumento en las solicitudes de estudiantes potenciales como resultado de la enorme crisis financiera que estalló en 2008.
Décimo: porque no esta de acuerdo que las ciencias afectan el desarrollo a través de la ingeniería, tal como opina el economista Adolfo Figueroa9. La ciencia es apenas uno de sus componentes, pues antes de que aquélla se incorporara a la ingeniería, ésta ya existía como quehacer del hombre. La ingeniería económica se entiende mejor como habilidad para comprender y procesar las demandas sociales de estos tiempos.
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NOTAS
(1) Say fue el primer economista que abordó con rigor el debate sobre la metodología adecuada para el estudio de la Economía. Se adelantó más de un siglo a , tan enraizados en la naturaleza humana, que reciban la aprobación de todos. Si estos principios son verdaderos, todo razonamiento lógico posterior también lo será. En palabras del propio Say: "Deducciones rigurosas a partir de innegables hechos generales". ¿Y qué tenemos hoy en día? Pues números y más números. Una obsesión por el dato, una pasión por el agregado: que si inflación, que si PIB, que si horas de trabajo, que si capital... Presumimos de una batería estadística sin parangón, pero fueron muy pocos -con la Escuela Austriaca al frente- los que alertaron de un crash financiero como el que vivimos. Contrariamente a Smith y a los economistas clásicos ingleses como David Ricardo, Say se oponía firmemente a la teoría del valor trabajo (que consideraba, sucintamente, que la forma objetiva de medir el valor era mediante horas de trabajo), considerando que el fundamento del valor está en la utilidad que los distintos bienes reporten a las personas. Esta utilidad puede variar en función de la persona, del tiempo y del lugar. La concepción de Say es, por lo tanto, que el valor es subjetivo, lo que influye en otros economistas continentales, y, en Inglaterra después de su muerte, en Jevons y el nacimiento del marginalismo.
(2) El Desarrollo Económico de Schumpeter hace lo que ni los economistas clásicos ni Marx ni Keynes fueron capaces de hacer: hacer cumplir una función económica al beneficio. En la Economía del cambio y la innovación, el beneficio, en contraste con Marx y su teoría, no es un Mehrwert, una "plusvalía" robada a los trabajadores. Por el contrario, es la única fuente de empleo para los trabajadores y de los ingresos laborales. La teoría del desarrollo económico muestra que nadie, excepto el innovador, obtiene un "beneficio" genuino; y el beneficio el innovador es siempre de breve duración. Pero la innovación es, en la famosa frase de Schumpeter, también "destrucción creativa." Convierte en obsoletos el equipamiento y las inversiones de capital del pasado. Cuanto más progresa una economía, más formación de capital va a necesitar. Por eso, lo que el economista clásico –o el contador o el corredor de bolsa-- considera "beneficio" es un costo genuino, el costo de mantenerse en los negocios, el costo de un futuro en el cuál nada es predecible excepto que el negocio rentable hoy se convertirse en el elefante blanco de mañana. Por eso, la formación de capital y la productividad son necesarias para mantener la capacidad de producción de la economía y, sobre todo, mantener los trabajos del presente y crear empleos del futuro. El "innovador" de Schumpeter con su "destrucción creativa" es la única teoría que explica por qué existe algo que llamamos "beneficio". Los economistas clásicos sabían perfectamente que su teoría no daba ninguna razón fundamental para el beneficio. De hecho, en una economía de equilibrio un sistema económico cerrado no hay lugar para el beneficio, no hay justificación para él, ni explicación. No obstante, si el beneficio es un costo genuino, y especialmente si el beneficio es la única manera de mantener los empleos y crear otros nuevos, entonces el capitalismo vuelve a ser un sistema moral.
La debilidad del planteamiento moral del incentivo del beneficio permitió que Marx condenara de inmediato al capitalista como perverso e inmoral y Afirmara "científicamente" que no cumple ninguna función y que su muerte rápida es "inevitable." Sin embargo, tan pronto como pasamos del axioma de una economìa inmutable, independiente y cerrada a la economía dinámica, creciente, cambiante y vital de Schumpeter, lo que se llama “beneficio” ya no es más inmoral. Se convierte en un imperativo moral. De hecho, la pregunta ya no es la misma que inquietaba a los clasicistas y todavía inquieta a Keynes: ¿Cómo puede estructurarse la economía para minimizar el soborno de la plusvalía carente de función llamado beneficio que debe de ser entregada al capitalista para mantener la economía en actividad? La pregunta en la economía de Schumpeter es siempre, ¿Hay suficiente beneficio? ¿Hay suficiente formación de capital para hacer frente a los costos del futuro, los costos de mantenerse en los negocios, los costos de la "destrucción creativa"? Esto solamente hace del modelo económico de Schumpeter el único que puede servir como punto de partida para las políticas económicas que necesitamos. Es evidente que el tratamiento keynesiano —o clásico— de la innovación como algo "externo", y de hecho también periférico a la economía y con un impacto mínimo en ella, ya no pueda mantenerse (si es que alguna vez podo serlo). La pregunta básica de la teoría económica y de la política económica, especialmente en los países más desarrollados, es: ¿Cómo puede mantenerse la formación de capital y la productividad para que el empleo sea sostenido? Cuál es el beneficio mínimo necesario para mantener los empleos y crear otros nuevos? Schumpeter no dio una respuesta; no creía demasiado en ellas. Pero hace setenta años, siendo muy joven, preguntó lo que obviamente se convertiría en el interrogante central de la teoría y la política económica en los años venideros.
(3) Bruce Caldwell y Tony Lawson han adquirido notoriedad en los últimos años por sus críticas al estado actual de la economía en tanto disciplina científica. Esto, a su vez, ha permitido conocer más en profundidad sus ideas respecto a cuáles deberían ser las bases para modificar el estado actual de las cosas. En este trabajo se intenta, por un lado, sintetizar los aportes de cada uno de estos autores tanto en el plano de la crítica al mainstream como en sus propuestas respecto a cómo renovar a la economía como ciencia y, por el otro, se subrayará que si bien existen coincidencias entre ambos, también es necesario reconocer las profundas diferencias que mantienen entre sí. Para cumplir con estas metas y realizar una presentación ordenada, se ha estructurado el texto en torno a siete puntos. El primero se refiere a la crítica al mainstream: el segundo, tercero y cuarto se enfocan en las propuestas ontológicas, epistemológicas y metodológicas de cada uno de ellos; el quinto se refiere al rol de las matemáticas y la formalización, el sexto aborda la cuestión de la predicción en economía; el séptimo está dedicado a relación entre ciencia económica y política económica.
La crítica de Romer a la Macroeconomía mainstream: Recientemente Paul Romer publicó un texto, “The Trouble with Macroeconomics” (https://paulromer.net/wp-content/uploads/2016/09/WP-Trouble.pdf; Stern School of Business, New York University, 14/09/16) en el que afirma que por más de tres décadas la Macroeconomía ha experimentado un retroceso intelectual. Para quienes no lo conocen, digamos que Romer es un estadounidense, profesor de Economía, de orientación neoclásica. Es conocido principalmente porque fue iniciador de los modelos de crecimiento endógeno, que actualmente se enseñan en los cursos de Crecimiento Económico. La crítica de Romer entronca con críticas anteriores a los contenidos de la Macroeconomía “oficial”, realizadas también por personajes del establishment de la corriente principal. Por ejemplo, en “Macroeconomía del mainstream y crisis”, comentamos un trabajo de Claudio Borio, en el que repasa críticamente la teoría anterior a la crisis de 2007, y propone cambios en algunas de las perspectivas fundamentales que se manejaron hasta ahora. Borio es un importante economista del Banco de Pagos Internacionales, BIS. También Krugman, Stiglitz, la revista The Economist, pidieron cambios. En esa nota señalábamos: “…son varios los economistas de la corriente principal que hoy admiten que la situación teórica es muy preocupante. Tal vez, el más notable haya sido el premio Nobel Paul Krugman, de la facultad de Princeton, y colaborador del New York Times, quien afirmó que la macroeconomía de los últimos 30 años fue ‘espectacularmente inútil en el mejor de los casos, y en el peor, positivamente perjudicial’. Stiglitz, premio Nobel, y también neoclásico, es otro crítico. Significativamente, algunas publicaciones del establishment, como The Economist, unen su voz al pedido de indagar qué anduvo mal”. Pues bien, Romer focaliza su crítica en la tesis del “ciclo real de negocios”. Afirma que los macroeconomistas se sintieron cómodos con la idea de que las fluctuaciones de los agregados macroeconómicos son provocadas por shocks imaginarios, y no por las acciones de las personas. Ese confort fue suministrado por el modelo del llamado ciclo real de negocios. El ciclo real de negocios (tesis elaborada por Kydland y Prescott, en los 1980) sostiene que existen shocks de productividad, o tecnológicos, generados por algo que los neoclásicos llaman “productividad total de los factores”, o “residuo de Solow”, pero que en realidad, dice Romer, no saben bien cómo definir. O, como dijo Moses Abromovitz (otro destacado economista estadounidense), y cita Romer, el residuo “es una medida de nuestra ignorancia”. Romer lo llama el flogisto y agrega: “El modelo del ciclo real de negocios explica las recesiones como bajas exógenas del flogisto”. En particular Romer critica que en estos modelos la política monetaria, y el dinero, no tienen importancia. Y observa que nadie sabe explicar en qué consisten esos shocks negativos. O, en todo caso, son reducidos al absurdo de una congestión de tránsito (respuesta de Prescott a un docente que le preguntó en qué consistía el shock tecnológico; la anécdota es citada por Romer). El modelo luego se enriquece por otros supuestos –todos en esencia formas de flogistos- sobre los que ironiza Romer, que dan lugar a los modelos de equilibrios múltiples. Más tarde, agrega Romer, se incluyeron precios rígidos para abrir la posibilidad de que la política monetaria pudiera importar y afectar al producto; pero importa poco, ya que el dogma del ciclo real de negocios permanece. Pero por otra parte, está el problema de los tests econométricos. Es que cuando el número de variables crece, dice Romer, el problema de identificación se hace cada vez peor. Recordemos en qué consiste el problema de la identificación. Supongamos que tenemos series temporales de datos sobre cantidades y precios, y no disponemos de ninguna otra información adicional. El problema de la identificación reside en cómo sabemos –dadas únicamente las cantidades y los precios-, si estamos estimando la función de demanda o la de oferta. O, alternativamente, si pensamos que estamos estimando la función de demanda, cómo garantizamos que esa sea la función de demanda. Para responder estas cuestiones, es necesario estimar antes los parámetros de nuestra función de demanda. Pero si solo se tienen las series de precios y cantidades, y ninguna otra información, no hay manera de responder, ya que los mismos datos pueden ser compatibles con varias funciones hipotéticas de oferta y demanda (Basic Econometrics, D. Gujarati, cap. 19). Por lo tanto, y a fin de obtener resultados, el cálculo econométrico tiene que introducir algunos otros datos en las variables del sistema. Romer los llama “hechos con un valor de verdad desconocido” (FWUTV, por sus siglas en inglés). Con esto subraya que, a pesar de que el proceso de estimación trata al FWUTV como si fueran hechos conocidos por ser ciertos, los procesos de estimación del modelo no revelan nada acerca de su valor real de verdad. Y los resultados de los cálculos econométricos varían según el FWUTV introducido. Por ejemplo, dice Romer, si dada una serie de datos sobre precios y cantidades, se quieren establecer las curvas de oferta y demanda, y se introduce un FWUTV que dice que la curva de oferta es vertical, se obtiene un determinado resultado. Pero si se introduce otro FWUTV, imponiendo, por ejemplo, que la curva de oferta pase por el origen, se obtiene otro resultado. Las elasticidades de demanda obtenida son distintas, y no hay manera de saber cuál es verdadera, si es que hay alguna verdadera. El problema, sin embargo, se hace más grave con los modelos de múltiples equilibrios, o con la introducción de las expectativas racionales. Romer sostiene que la matemática no resuelve el problema; lo único que logra es colocar el FWUTV cada vez más lejos de la discusión de la identificación. “Apoyándose en una fundamentación micro, un autor puede decir, ‘supongamos A, supongamos B… bla, bla, bla, … y así hemos probado que P es verdadero. Entonces el modelo está identificado”. Agrega: “Con suficiente matemática un autor puede estar confiado en que la mayoría de los lectores nunca se imaginarán donde está enterrado el FWUTV”. Y los macro modelos descansan así en supuestos que no son creíbles, y son opacos. Precisemos, sin embargo, que el avance de Romer con respecto a los modelos neo-neo clásicos, al estilo ciclo real, se reduce a introducir algunas rigideces de precios y salarios, de manera de admitir efectos reales de las políticas monetarias. En cualquier caso, Romer hace entonces una comparación con los físicos que defienden la teoría de las cuerdas, y encuentra que en los economistas “post ciclo real” se registra: 1) tremenda autoconfianza; 2) una comunidad inusualmente monolítica; 3) un fuerte sentimiento de identificación con el grupo, afín con una fe religiosa o una plataforma política; 4) un fuerte sentido de vinculación entre el grupo y otros expertos; 5) un desinterés por otras ideas, opiniones o expertos que no son parte del grupo; 6) una tendencia a interpretar la evidencia de manera optimista, y una no consideración de la posibilidad de que la teoría esté equivocada; 7) una falta de apreciación de la medida en que el programa de investigación debe incluir riesgo. La convicción de que la matemática soluciona los problemas, y el desprecio por los hechos, se combinan para potenciar esta situación. Tomando la expresión de Bunge, Romer habla de pseudo ciencia. Sin embargo, lo que Romer no dice es que las siete características que atribuye a los economistas macro del ciclo real de negocios (o post-ciclo real) se aplican también al mundo académico y al establishment neoclásico, del cual el propio Romer forma parte. En esos círculos, los enfoques que son críticos de conjunto de la teoría neoclásica son sistemáticamente excluidos, o (en el mejor de los casos) relegados al estatus de “curiosidades”, de importancia menor. Su mismo modelo de crecimiento endógeno se basa en la función de producción neoclásica, y en supuestos “heroicos” –como que el capital y el trabajo reciben respectivamente sus productos marginales- que no tienen el menor sustento teórico ni empírico. O contienen fatales inconsistencias internas, como lo demostró, hace ya décadas, la crítica de Cambridge. En el mismo sentido, ¿Cómo es posible que Romer pase por alto la crítica que se hizo, también desde el enfoque de Cambridge, al residuo de Solow? (una presentación sencilla de esa crítica, aquí). En definitiva, la “tremenda autoconfianza”, el “desprecio por las teorías alternativas”, “el desinterés por las críticas que se les han dirigido”, “la no consideración siquiera de la posibilidad de que la teoría que usan esté equivocada” (empezando por la misma función de producción, base del modelo de crecimiento endógeno), han sido la constante en toda la economía oficialmente establecida. Esta gente parece intuir que si comienza a tirar de estas “fisuras”, se viene abajo el trabajoso edificio que han levantado. En particular, son conscientes de la necesidad de excluir de toda consideración a los enfoques que ponen al desnudo la naturaleza y el origen de las plusvalías que llueven sobre las clases dominantes. El escrito de Romer es entonces síntoma de un malestar intelectual con una teoría autista, que no conecta con el mundo real de los millones de seres humanos que padecen la explotación, la desocupación o las crisis del sistema capitalista. En este sentido es digna de atención. Pero no va mucho más allá. Es apenas un insustancial cambio de formas, para que permanezca lo sustancial: la apologética del sistema económico y social establecido
NOTAS
(1) Say fue el primer economista que abordó con rigor el debate sobre la metodología adecuada para el estudio de la Economía. Se adelantó más de un siglo a , tan enraizados en la naturaleza humana, que reciban la aprobación de todos. Si estos principios son verdaderos, todo razonamiento lógico posterior también lo será. En palabras del propio Say: "Deducciones rigurosas a partir de innegables hechos generales". ¿Y qué tenemos hoy en día? Pues números y más números. Una obsesión por el dato, una pasión por el agregado: que si inflación, que si PIB, que si horas de trabajo, que si capital... Presumimos de una batería estadística sin parangón, pero fueron muy pocos -con la Escuela Austriaca al frente- los que alertaron de un crash financiero como el que vivimos. Contrariamente a Smith y a los economistas clásicos ingleses como David Ricardo, Say se oponía firmemente a la teoría del valor trabajo (que consideraba, sucintamente, que la forma objetiva de medir el valor era mediante horas de trabajo), considerando que el fundamento del valor está en la utilidad que los distintos bienes reporten a las personas. Esta utilidad puede variar en función de la persona, del tiempo y del lugar. La concepción de Say es, por lo tanto, que el valor es subjetivo, lo que influye en otros economistas continentales, y, en Inglaterra después de su muerte, en Jevons y el nacimiento del marginalismo.
(2) El Desarrollo Económico de Schumpeter hace lo que ni los economistas clásicos ni Marx ni Keynes fueron capaces de hacer: hacer cumplir una función económica al beneficio. En la Economía del cambio y la innovación, el beneficio, en contraste con Marx y su teoría, no es un Mehrwert, una "plusvalía" robada a los trabajadores. Por el contrario, es la única fuente de empleo para los trabajadores y de los ingresos laborales. La teoría del desarrollo económico muestra que nadie, excepto el innovador, obtiene un "beneficio" genuino; y el beneficio el innovador es siempre de breve duración. Pero la innovación es, en la famosa frase de Schumpeter, también "destrucción creativa." Convierte en obsoletos el equipamiento y las inversiones de capital del pasado. Cuanto más progresa una economía, más formación de capital va a necesitar. Por eso, lo que el economista clásico –o el contador o el corredor de bolsa-- considera "beneficio" es un costo genuino, el costo de mantenerse en los negocios, el costo de un futuro en el cuál nada es predecible excepto que el negocio rentable hoy se convertirse en el elefante blanco de mañana. Por eso, la formación de capital y la productividad son necesarias para mantener la capacidad de producción de la economía y, sobre todo, mantener los trabajos del presente y crear empleos del futuro. El "innovador" de Schumpeter con su "destrucción creativa" es la única teoría que explica por qué existe algo que llamamos "beneficio". Los economistas clásicos sabían perfectamente que su teoría no daba ninguna razón fundamental para el beneficio. De hecho, en una economía de equilibrio un sistema económico cerrado no hay lugar para el beneficio, no hay justificación para él, ni explicación. No obstante, si el beneficio es un costo genuino, y especialmente si el beneficio es la única manera de mantener los empleos y crear otros nuevos, entonces el capitalismo vuelve a ser un sistema moral.
La debilidad del planteamiento moral del incentivo del beneficio permitió que Marx condenara de inmediato al capitalista como perverso e inmoral y Afirmara "científicamente" que no cumple ninguna función y que su muerte rápida es "inevitable." Sin embargo, tan pronto como pasamos del axioma de una economìa inmutable, independiente y cerrada a la economía dinámica, creciente, cambiante y vital de Schumpeter, lo que se llama “beneficio” ya no es más inmoral. Se convierte en un imperativo moral. De hecho, la pregunta ya no es la misma que inquietaba a los clasicistas y todavía inquieta a Keynes: ¿Cómo puede estructurarse la economía para minimizar el soborno de la plusvalía carente de función llamado beneficio que debe de ser entregada al capitalista para mantener la economía en actividad? La pregunta en la economía de Schumpeter es siempre, ¿Hay suficiente beneficio? ¿Hay suficiente formación de capital para hacer frente a los costos del futuro, los costos de mantenerse en los negocios, los costos de la "destrucción creativa"? Esto solamente hace del modelo económico de Schumpeter el único que puede servir como punto de partida para las políticas económicas que necesitamos. Es evidente que el tratamiento keynesiano —o clásico— de la innovación como algo "externo", y de hecho también periférico a la economía y con un impacto mínimo en ella, ya no pueda mantenerse (si es que alguna vez podo serlo). La pregunta básica de la teoría económica y de la política económica, especialmente en los países más desarrollados, es: ¿Cómo puede mantenerse la formación de capital y la productividad para que el empleo sea sostenido? Cuál es el beneficio mínimo necesario para mantener los empleos y crear otros nuevos? Schumpeter no dio una respuesta; no creía demasiado en ellas. Pero hace setenta años, siendo muy joven, preguntó lo que obviamente se convertiría en el interrogante central de la teoría y la política económica en los años venideros.
(3) Bruce Caldwell y Tony Lawson han adquirido notoriedad en los últimos años por sus críticas al estado actual de la economía en tanto disciplina científica. Esto, a su vez, ha permitido conocer más en profundidad sus ideas respecto a cuáles deberían ser las bases para modificar el estado actual de las cosas. En este trabajo se intenta, por un lado, sintetizar los aportes de cada uno de estos autores tanto en el plano de la crítica al mainstream como en sus propuestas respecto a cómo renovar a la economía como ciencia y, por el otro, se subrayará que si bien existen coincidencias entre ambos, también es necesario reconocer las profundas diferencias que mantienen entre sí. Para cumplir con estas metas y realizar una presentación ordenada, se ha estructurado el texto en torno a siete puntos. El primero se refiere a la crítica al mainstream: el segundo, tercero y cuarto se enfocan en las propuestas ontológicas, epistemológicas y metodológicas de cada uno de ellos; el quinto se refiere al rol de las matemáticas y la formalización, el sexto aborda la cuestión de la predicción en economía; el séptimo está dedicado a relación entre ciencia económica y política económica.
La crítica de Romer a la Macroeconomía mainstream: Recientemente Paul Romer publicó un texto, “The Trouble with Macroeconomics” (https://paulromer.net/wp-content/uploads/2016/09/WP-Trouble.pdf; Stern School of Business, New York University, 14/09/16) en el que afirma que por más de tres décadas la Macroeconomía ha experimentado un retroceso intelectual. Para quienes no lo conocen, digamos que Romer es un estadounidense, profesor de Economía, de orientación neoclásica. Es conocido principalmente porque fue iniciador de los modelos de crecimiento endógeno, que actualmente se enseñan en los cursos de Crecimiento Económico. La crítica de Romer entronca con críticas anteriores a los contenidos de la Macroeconomía “oficial”, realizadas también por personajes del establishment de la corriente principal. Por ejemplo, en “Macroeconomía del mainstream y crisis”, comentamos un trabajo de Claudio Borio, en el que repasa críticamente la teoría anterior a la crisis de 2007, y propone cambios en algunas de las perspectivas fundamentales que se manejaron hasta ahora. Borio es un importante economista del Banco de Pagos Internacionales, BIS. También Krugman, Stiglitz, la revista The Economist, pidieron cambios. En esa nota señalábamos: “…son varios los economistas de la corriente principal que hoy admiten que la situación teórica es muy preocupante. Tal vez, el más notable haya sido el premio Nobel Paul Krugman, de la facultad de Princeton, y colaborador del New York Times, quien afirmó que la macroeconomía de los últimos 30 años fue ‘espectacularmente inútil en el mejor de los casos, y en el peor, positivamente perjudicial’. Stiglitz, premio Nobel, y también neoclásico, es otro crítico. Significativamente, algunas publicaciones del establishment, como The Economist, unen su voz al pedido de indagar qué anduvo mal”. Pues bien, Romer focaliza su crítica en la tesis del “ciclo real de negocios”. Afirma que los macroeconomistas se sintieron cómodos con la idea de que las fluctuaciones de los agregados macroeconómicos son provocadas por shocks imaginarios, y no por las acciones de las personas. Ese confort fue suministrado por el modelo del llamado ciclo real de negocios. El ciclo real de negocios (tesis elaborada por Kydland y Prescott, en los 1980) sostiene que existen shocks de productividad, o tecnológicos, generados por algo que los neoclásicos llaman “productividad total de los factores”, o “residuo de Solow”, pero que en realidad, dice Romer, no saben bien cómo definir. O, como dijo Moses Abromovitz (otro destacado economista estadounidense), y cita Romer, el residuo “es una medida de nuestra ignorancia”. Romer lo llama el flogisto y agrega: “El modelo del ciclo real de negocios explica las recesiones como bajas exógenas del flogisto”. En particular Romer critica que en estos modelos la política monetaria, y el dinero, no tienen importancia. Y observa que nadie sabe explicar en qué consisten esos shocks negativos. O, en todo caso, son reducidos al absurdo de una congestión de tránsito (respuesta de Prescott a un docente que le preguntó en qué consistía el shock tecnológico; la anécdota es citada por Romer). El modelo luego se enriquece por otros supuestos –todos en esencia formas de flogistos- sobre los que ironiza Romer, que dan lugar a los modelos de equilibrios múltiples. Más tarde, agrega Romer, se incluyeron precios rígidos para abrir la posibilidad de que la política monetaria pudiera importar y afectar al producto; pero importa poco, ya que el dogma del ciclo real de negocios permanece. Pero por otra parte, está el problema de los tests econométricos. Es que cuando el número de variables crece, dice Romer, el problema de identificación se hace cada vez peor. Recordemos en qué consiste el problema de la identificación. Supongamos que tenemos series temporales de datos sobre cantidades y precios, y no disponemos de ninguna otra información adicional. El problema de la identificación reside en cómo sabemos –dadas únicamente las cantidades y los precios-, si estamos estimando la función de demanda o la de oferta. O, alternativamente, si pensamos que estamos estimando la función de demanda, cómo garantizamos que esa sea la función de demanda. Para responder estas cuestiones, es necesario estimar antes los parámetros de nuestra función de demanda. Pero si solo se tienen las series de precios y cantidades, y ninguna otra información, no hay manera de responder, ya que los mismos datos pueden ser compatibles con varias funciones hipotéticas de oferta y demanda (Basic Econometrics, D. Gujarati, cap. 19). Por lo tanto, y a fin de obtener resultados, el cálculo econométrico tiene que introducir algunos otros datos en las variables del sistema. Romer los llama “hechos con un valor de verdad desconocido” (FWUTV, por sus siglas en inglés). Con esto subraya que, a pesar de que el proceso de estimación trata al FWUTV como si fueran hechos conocidos por ser ciertos, los procesos de estimación del modelo no revelan nada acerca de su valor real de verdad. Y los resultados de los cálculos econométricos varían según el FWUTV introducido. Por ejemplo, dice Romer, si dada una serie de datos sobre precios y cantidades, se quieren establecer las curvas de oferta y demanda, y se introduce un FWUTV que dice que la curva de oferta es vertical, se obtiene un determinado resultado. Pero si se introduce otro FWUTV, imponiendo, por ejemplo, que la curva de oferta pase por el origen, se obtiene otro resultado. Las elasticidades de demanda obtenida son distintas, y no hay manera de saber cuál es verdadera, si es que hay alguna verdadera. El problema, sin embargo, se hace más grave con los modelos de múltiples equilibrios, o con la introducción de las expectativas racionales. Romer sostiene que la matemática no resuelve el problema; lo único que logra es colocar el FWUTV cada vez más lejos de la discusión de la identificación. “Apoyándose en una fundamentación micro, un autor puede decir, ‘supongamos A, supongamos B… bla, bla, bla, … y así hemos probado que P es verdadero. Entonces el modelo está identificado”. Agrega: “Con suficiente matemática un autor puede estar confiado en que la mayoría de los lectores nunca se imaginarán donde está enterrado el FWUTV”. Y los macro modelos descansan así en supuestos que no son creíbles, y son opacos. Precisemos, sin embargo, que el avance de Romer con respecto a los modelos neo-neo clásicos, al estilo ciclo real, se reduce a introducir algunas rigideces de precios y salarios, de manera de admitir efectos reales de las políticas monetarias. En cualquier caso, Romer hace entonces una comparación con los físicos que defienden la teoría de las cuerdas, y encuentra que en los economistas “post ciclo real” se registra: 1) tremenda autoconfianza; 2) una comunidad inusualmente monolítica; 3) un fuerte sentimiento de identificación con el grupo, afín con una fe religiosa o una plataforma política; 4) un fuerte sentido de vinculación entre el grupo y otros expertos; 5) un desinterés por otras ideas, opiniones o expertos que no son parte del grupo; 6) una tendencia a interpretar la evidencia de manera optimista, y una no consideración de la posibilidad de que la teoría esté equivocada; 7) una falta de apreciación de la medida en que el programa de investigación debe incluir riesgo. La convicción de que la matemática soluciona los problemas, y el desprecio por los hechos, se combinan para potenciar esta situación. Tomando la expresión de Bunge, Romer habla de pseudo ciencia. Sin embargo, lo que Romer no dice es que las siete características que atribuye a los economistas macro del ciclo real de negocios (o post-ciclo real) se aplican también al mundo académico y al establishment neoclásico, del cual el propio Romer forma parte. En esos círculos, los enfoques que son críticos de conjunto de la teoría neoclásica son sistemáticamente excluidos, o (en el mejor de los casos) relegados al estatus de “curiosidades”, de importancia menor. Su mismo modelo de crecimiento endógeno se basa en la función de producción neoclásica, y en supuestos “heroicos” –como que el capital y el trabajo reciben respectivamente sus productos marginales- que no tienen el menor sustento teórico ni empírico. O contienen fatales inconsistencias internas, como lo demostró, hace ya décadas, la crítica de Cambridge. En el mismo sentido, ¿Cómo es posible que Romer pase por alto la crítica que se hizo, también desde el enfoque de Cambridge, al residuo de Solow? (una presentación sencilla de esa crítica, aquí). En definitiva, la “tremenda autoconfianza”, el “desprecio por las teorías alternativas”, “el desinterés por las críticas que se les han dirigido”, “la no consideración siquiera de la posibilidad de que la teoría que usan esté equivocada” (empezando por la misma función de producción, base del modelo de crecimiento endógeno), han sido la constante en toda la economía oficialmente establecida. Esta gente parece intuir que si comienza a tirar de estas “fisuras”, se viene abajo el trabajoso edificio que han levantado. En particular, son conscientes de la necesidad de excluir de toda consideración a los enfoques que ponen al desnudo la naturaleza y el origen de las plusvalías que llueven sobre las clases dominantes. El escrito de Romer es entonces síntoma de un malestar intelectual con una teoría autista, que no conecta con el mundo real de los millones de seres humanos que padecen la explotación, la desocupación o las crisis del sistema capitalista. En este sentido es digna de atención. Pero no va mucho más allá. Es apenas un insustancial cambio de formas, para que permanezca lo sustancial: la apologética del sistema económico y social establecido
(5) El ministerio francés de investigación reunió en 1992 a varios pensadores provenientes de diversas corrientes de la economía para que compararan el estado de la ciencia económica con el de las ciencias 'duras'.
La pregunta central era la siguiente: ¿puede hoy la economía equipararse a las ciencias naturales (tanto en su metodología como en sus resultados)?
El debate concluyó que la economía no reúne o no puede reunir todas esas características. Todos los participantes coinciden en que la economía posee una teoría dominante (la formulación del equilibrio general de los mercados de Arrow y Debreu) con niveles de formalización equivalentes a los que existen en las ciencias naturales, pero la mayoría de ellos acepta que aún no cumple todos los requisitos y que, por tanto, no es una ciencia dura.
Malinvaud, Brochier, Lantner, Feveraud y Foley son los principales exponentes de esta conclusión. Según ellos, la economía no es una ciencia dura porque:
1.Los fenómenos económicos son más complejos y menos permanentes que los naturales;
2. Los fenómenos económicos se presentan en contextos políticos y sociales donde la interpretación deja campo a la subjetividad. La economía, entonces, está dominada por lo normativo y, por ende, por los valores que existen en la sociedad;
3. La autonomía de lo económico en la sociedad y su permanencia no son un rasgo adquirido;
4. En la economía no se pueden hacer pruebas de laboratorio ni experimentos. En su lugar, se construyen modelos artificiales. Al no poder hacer experimentos controlados, los economistas ensayan y prueban con los modelos;
5. Los economistas no pueden hacer cálculos y predicciones exactas por las dificultades de información y construcción de datos; 6. En contraste con la física, el equilibrio general carece de sustancia pues sus magnitudes no se dejan medir estadísticamente.
(4/6) Obnubilación: Estado de la persona que sufre una pérdida pasajera del entendimiento y de la capacidad de razonar o de darse cuenta con claridad de las cosas.
(7) Autores como Peter Drucker (1994) plantea que la teoría de una economía basada en el conocimiento, será distinta a la keynesiana, clásica y neoclásica. Para ello parte de variados supuestos, toma como base una comparación entre la competencia perfecta e imperfecta, planteando que la competencia imperfecta como modelo de asignación de recursos, y de distribución de recompensas tiene en su lecho factores extraños a la economía misma, tales como el monopolio, la protección de patentes, reglamentación gubernamental, etc. Sobre esta base coloca la economía del conocimiento en el marco de la competencia imperfecta, como algo inherente de ella, según este autor, en este ámbito las ventajas iniciales obtenidas mediante las tempranas aplicación y explotación del conocimiento son permanentes e irreversibles a este efecto le llama “curva de aprendizaje”. Su conclusión es que esto implica que ni la economía del libre comercio, ni el proteccionismo por sí mismo funcionarán como políticas económicas, sino que tienen que aparecer ambas como en equilibrio. En otro ángulo Peter Drucker señala: “Otro supuesto básico de los economistas es que la economía está determinada, o bien por el consumo, o bien por la inversión. Los keynesianos y neokeynesianos (Friedman) la hacen depender del consumo; los clásicos y neoclásicos la hacen depender de la inversión”. Destaca entonces que en la economía del conocimiento no hay ni la menor prueba de que el aumento del consumo lleve a una mayor producción de conocimientos, como tampoco el aumento de la inversión lleve a una mayor producción de conocimientos. Este autor toma como unidad de medida el tiempo, a partir de considerar la creación de conocimiento como un proceso continuo de largo plazo, que impide fijar los límites del consumo y la producción de conocimientos. De ello deduce que la creación de conocimientos es un proceso de mejora continua, explotación continua para el desarrollo de nuevos y diferentes productos, procesos y servicios y por último, destaca el lugar de la innovación continua. Su idea central es que la industria de alta tecnología no sigue las ecuaciones de oferta y demanda de las economías clásica, neoclásica y keynesiana, en las cuales los costos de producción aumentan en proporción directa con el volumen de la producción, puesto que en las industrias de alta tecnología, los costos de producción bajan muy rápidamente, a medida que aumenta el volumen de producción. El significado que observa Drucker es que la alta tecnología se puede establecer sobre una base de destrucción de competidores o lo que él llama “comercio entre adversarios”, para ello propone, que esta se haga sobre una base monopolista, con unidades económicas grandes que superen el Estado-nación. En este sentido Drucker, promueve la idea de que esto requiere proteger la industria y dirigir el comercio con otros bloques, sobre la base de reciprocidad, en vez de proteccionismo o libre comercio, arguyendo que con ello el regionalismo sea inevitable e irreversible.
(8) Economía... ¿la ciencia lúgubre?: Esta denominación le fue dada a la economía originalmente por Thomas Carlyle, en 1849. Desde entonces diversos autores lo asociaron con la creencia de que Carlyle la llamó así en respuesta a las nada optimistas conclusiones de Malthus sobre las consecuencias del crecimiento poblacional. La verdad es que Carlyle tuvo otros motivos, que no involucran para nada a Malthus. Carlyle apoyaba la idea de reintroducir la esclavitud en las colonias británicas (por ese entonces recién se había abolido la esclavitud en el Reino Unido) y creía que el desarrollo del nuevo mundo se produciría en base a ella. Carlyle se oponía a la idea de que la regulación de los mercados se deje en manos de la oferta y la demanda. Según él, la reprensión física debería regular el mercado laboral. En uno de sus escritos menciona: "la Ciencia Social... que encuentra el secreto de este universo en la oferta y la demanda y reduce el deber de los gobernantes humanos a dejar a los hombres libres... es una ciencia triste, desolada, y de hecho bastante abyecta y angustiante; lo que podríamos llamar ... la ciencia lúgubre". Según él era la voluntad del Creador el que los negros sean los sirvientes. Pueden ver una recopilación de algunos de sus argumentos en un artículo de Robert Dixon sobre el origen del término ciencia lúgubre para describir a la economía (The Origin of the Term "Dismal Science" - Robert Dixon). Por razones que pueden parecer poco obvias, esta denominación ha perdurado hasta nuestros días. Eso de por sí, ya significa algo. Y es que la economía puede ser muy generosa a veces, pero también tiene el poder de destruir desde un empleo hasta una empresa, un banco, o hasta varios países. La economía puede parecer lúgubre cuando las cosas van mal en el mundo. Cuando todo va bien, casi nadie la recuerda.
La pregunta central era la siguiente: ¿puede hoy la economía equipararse a las ciencias naturales (tanto en su metodología como en sus resultados)?
El debate concluyó que la economía no reúne o no puede reunir todas esas características. Todos los participantes coinciden en que la economía posee una teoría dominante (la formulación del equilibrio general de los mercados de Arrow y Debreu) con niveles de formalización equivalentes a los que existen en las ciencias naturales, pero la mayoría de ellos acepta que aún no cumple todos los requisitos y que, por tanto, no es una ciencia dura.
Malinvaud, Brochier, Lantner, Feveraud y Foley son los principales exponentes de esta conclusión. Según ellos, la economía no es una ciencia dura porque:
1.Los fenómenos económicos son más complejos y menos permanentes que los naturales;
2. Los fenómenos económicos se presentan en contextos políticos y sociales donde la interpretación deja campo a la subjetividad. La economía, entonces, está dominada por lo normativo y, por ende, por los valores que existen en la sociedad;
3. La autonomía de lo económico en la sociedad y su permanencia no son un rasgo adquirido;
4. En la economía no se pueden hacer pruebas de laboratorio ni experimentos. En su lugar, se construyen modelos artificiales. Al no poder hacer experimentos controlados, los economistas ensayan y prueban con los modelos;
5. Los economistas no pueden hacer cálculos y predicciones exactas por las dificultades de información y construcción de datos; 6. En contraste con la física, el equilibrio general carece de sustancia pues sus magnitudes no se dejan medir estadísticamente.
(4/6) Obnubilación: Estado de la persona que sufre una pérdida pasajera del entendimiento y de la capacidad de razonar o de darse cuenta con claridad de las cosas.
(7) Autores como Peter Drucker (1994) plantea que la teoría de una economía basada en el conocimiento, será distinta a la keynesiana, clásica y neoclásica. Para ello parte de variados supuestos, toma como base una comparación entre la competencia perfecta e imperfecta, planteando que la competencia imperfecta como modelo de asignación de recursos, y de distribución de recompensas tiene en su lecho factores extraños a la economía misma, tales como el monopolio, la protección de patentes, reglamentación gubernamental, etc. Sobre esta base coloca la economía del conocimiento en el marco de la competencia imperfecta, como algo inherente de ella, según este autor, en este ámbito las ventajas iniciales obtenidas mediante las tempranas aplicación y explotación del conocimiento son permanentes e irreversibles a este efecto le llama “curva de aprendizaje”. Su conclusión es que esto implica que ni la economía del libre comercio, ni el proteccionismo por sí mismo funcionarán como políticas económicas, sino que tienen que aparecer ambas como en equilibrio. En otro ángulo Peter Drucker señala: “Otro supuesto básico de los economistas es que la economía está determinada, o bien por el consumo, o bien por la inversión. Los keynesianos y neokeynesianos (Friedman) la hacen depender del consumo; los clásicos y neoclásicos la hacen depender de la inversión”. Destaca entonces que en la economía del conocimiento no hay ni la menor prueba de que el aumento del consumo lleve a una mayor producción de conocimientos, como tampoco el aumento de la inversión lleve a una mayor producción de conocimientos. Este autor toma como unidad de medida el tiempo, a partir de considerar la creación de conocimiento como un proceso continuo de largo plazo, que impide fijar los límites del consumo y la producción de conocimientos. De ello deduce que la creación de conocimientos es un proceso de mejora continua, explotación continua para el desarrollo de nuevos y diferentes productos, procesos y servicios y por último, destaca el lugar de la innovación continua. Su idea central es que la industria de alta tecnología no sigue las ecuaciones de oferta y demanda de las economías clásica, neoclásica y keynesiana, en las cuales los costos de producción aumentan en proporción directa con el volumen de la producción, puesto que en las industrias de alta tecnología, los costos de producción bajan muy rápidamente, a medida que aumenta el volumen de producción. El significado que observa Drucker es que la alta tecnología se puede establecer sobre una base de destrucción de competidores o lo que él llama “comercio entre adversarios”, para ello propone, que esta se haga sobre una base monopolista, con unidades económicas grandes que superen el Estado-nación. En este sentido Drucker, promueve la idea de que esto requiere proteger la industria y dirigir el comercio con otros bloques, sobre la base de reciprocidad, en vez de proteccionismo o libre comercio, arguyendo que con ello el regionalismo sea inevitable e irreversible.
(8) Economía... ¿la ciencia lúgubre?: Esta denominación le fue dada a la economía originalmente por Thomas Carlyle, en 1849. Desde entonces diversos autores lo asociaron con la creencia de que Carlyle la llamó así en respuesta a las nada optimistas conclusiones de Malthus sobre las consecuencias del crecimiento poblacional. La verdad es que Carlyle tuvo otros motivos, que no involucran para nada a Malthus. Carlyle apoyaba la idea de reintroducir la esclavitud en las colonias británicas (por ese entonces recién se había abolido la esclavitud en el Reino Unido) y creía que el desarrollo del nuevo mundo se produciría en base a ella. Carlyle se oponía a la idea de que la regulación de los mercados se deje en manos de la oferta y la demanda. Según él, la reprensión física debería regular el mercado laboral. En uno de sus escritos menciona: "la Ciencia Social... que encuentra el secreto de este universo en la oferta y la demanda y reduce el deber de los gobernantes humanos a dejar a los hombres libres... es una ciencia triste, desolada, y de hecho bastante abyecta y angustiante; lo que podríamos llamar ... la ciencia lúgubre". Según él era la voluntad del Creador el que los negros sean los sirvientes. Pueden ver una recopilación de algunos de sus argumentos en un artículo de Robert Dixon sobre el origen del término ciencia lúgubre para describir a la economía (The Origin of the Term "Dismal Science" - Robert Dixon). Por razones que pueden parecer poco obvias, esta denominación ha perdurado hasta nuestros días. Eso de por sí, ya significa algo. Y es que la economía puede ser muy generosa a veces, pero también tiene el poder de destruir desde un empleo hasta una empresa, un banco, o hasta varios países. La economía puede parecer lúgubre cuando las cosas van mal en el mundo. Cuando todo va bien, casi nadie la recuerda.
(9) Adolfo Figueroa -considerado por sus colegas y alumnos como el único economista que hace teoría económica (en el Perú)-, en su artículo “Ciencia y desarrollo: el papel de la ciencia económica”, nos dice que: “La economía del desarrollo no es ciencia sino ingeniería económica.” Éste economista prestigiado, sostiene que un economista que se ocupa del tercer mundo es usualmente considerado un economista de segundo nivel; es un economista que aplica las teorías de la economía estándar a los problemas del tercer mundo. La economía del desarrollo no es ciencia sino ingeniería económica.