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miércoles, 11 de agosto de 2021

PRINCIPIOS DE ECONOMÍA HUMANISTA

 

PRINCIPIOS DE ECONOMÍA HUMANISTA

  • Eduardo Valencia VásquezInstituto de Investigaciones Económicas Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Palabras clave: economia humanista, globalización, economía, bienes públicos





Anexo

Breve Introducción 

En esta nota se presenta al Humanismo Económico, nacido en el Centro de Investigaciones Económicas de Córdoba hacia 1975, como una estrategia válida para transformar la economía hacia una sociedad para todos, participativa, donde se respete al hombre como persona y como comunidad. En la consecución de su objetivo, el ensayo define qué es el Humanismo Económico tanto desde una perspectiva principista como desde los fundamentos del análisis económico. Enseguida se presenta el Plan Esperanza como la estrategia macro creada en la Argentina para la solución de los problemas socioeconómicos desde semejante perspectiva. Finalmente, se incluyen las observaciones finales y ellas tienen que ver con la expansión de los ideales del Humanismo Económico tras las importantes Jornadas realizadas por el CIEC y su Red de Centros en la Universidad Nacional de Córdoba (Agosto de 2006). Cierran el informe un breve informe sobre la Declaración CIEC en las recientes Jornadas Internacionales de Estrategias Macro y las referencias básicas utilizadas. 

Qué es el Humanismo Económico Hacia 1975, se comenzaba a trabajar, desde el modelo de la ciencia económica, esto es, utilizando el instrumental científico del análisis ortodoxo en la dirección apuntada por el CIEC—desde los principios—fundar una sociedad de, para y por el hombre, eso busca el Humanismo Económico como objetivo básico. Desde el análisis económico, privilegia temas tales como la distribución del ingreso, la pobreza, la marginalidad, el gasto social en educación, salud y vivienda, la presencia del territorio en la formulación de la política, el federalismo económico y fiscal para disminuir las diferencias históricas de las regiones dentro de un país como la Argentina, y ahora también en todos los países de América Latina. 

*L. E. Di Marco es Dr. en Economía por la Universidad de Córdoba, Ph. D. por la University of California, Berkeley, 1974; profesor titular de Economía de la Universidad de Córdoba, 1970-2005, autor de 40 libros publicados en la Argentina y en los Estados Unidos


El Plan Esperanza como estrategia viable Hacia el mes de Mayo de 2002 se iniciaba, en el CIESSL, Centro de Investigaciones Económicas y Sociales de San Luis, el camino. Se planteaban las bases metodológicas de una realidad cada vez más asequible. Y los resultados fueron llegando. Tras esas I Jornadas Nacionales del Plan Esperanza, hechas por el centro puntano, vinieron las cordobesas organizadas por el CIEC, Octubre del 2002. Fueron las II Jornadas Nacionales con la presencia de muchos CIES de todo el país, donde se elaboraron microemprendimientos, pensados como “disparadores” de desarrollo sustentable con equidad social. 

Luego, más especificas, fueron las III Jornadas del Plan Esperanza, en las Universidades Nacional del Litoral y Católica de Santa Fe, donde se aprobó el I documento. Quedaron las bases para las IV Jornadas Nacionales, Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Entre Ríos, Paraná. Se contó con el auspicio de sus autoridades que en gesto fraterno, recibieron a los miembros de los distintos CIES de la Red del Humanismo Económico—docentes investigadores de 12 Universidades argentinas—, 17 y 18 de diciembre de 2003. 

Del acto de cierre se destacan las palabras tanto del decano de la FCE-UNER, Profesor Eduardo Muani—“...esfuerzos como este merecen el apoyo irrestricto de la Universidad, y ello porque ofrecen una estrategia de desarrollo alternativo, donde priva lo humano, lo social, sin dejar los aspectos tecnocientíficos”—y de nosotros mismos—“...el Humanismo Económico se terminará imponiendo por el peso de su propia fortaleza, y ella no es otra que de creer en el hombre, en todos los hombres, que forjan la Patria de nosotros, los Argentinos”. 

En las III Jornadas Nacionales (Santa Fe, Marzo 2003) se analizaron y aprobaron tres aspectos (I Documento del Plan Esperanza): 

a) La solución del Humanismo Económico al problema de la deuda internacional (se condensa en un modelo de óptimo condicionado, donde junto a las restricciones económicas, se incluye la brecha social). Existe una monografía ocasional CIEC de su Director, “El ajuste estructural como óptimo condicionado: una solución alternativa a la ortodoxia clásica”, 2003. 

b) Políticas económicas y sociales desde el Humanismo Económico: compendiadas en 12 puntos. La persona, principio y fin. Las políticas sociales. Priorizar la educación. La deuda externa. La economía solidaria. Instrumentos fiscales, monetarios y cambiarios. El papel de la banca. Empleo, ingresos, tarifas. La integración social y económica. El equilibrio territorial. Los valores del Humanismo Económico y la Administración Kirchner. Responsabilidad social de los intelectuales. 

c) Análisis Regional: lineamientos básicos de la política económica y social. (Este documento puede consultarse en la revista del Centro, Informe Económico CIEC, Año XXIV-93, Marzo de 2003). 

El II Documento incluye 10 capítulos que comprenden las 24 jurisdicciones políticas argentinas ordenadas en 10 regiones, según definiciones acordadas por el CIEC y la Red de Centros. Estas son: 

— Región Norte (Jujuy y Salta) 

— Región Noroeste (Tucumán y Santiago del Estero) — Región Andina (Catamarca y La Rioja) 

— Región Noroeste (Corrientes, Formosa, Chaco y Misiones) 

— Región Centro (Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos), creación analítica del CIEC. 

— Región Cuyo (Mendoza, San Juan y San Luís) — Región Comahue ( La Pampa, Neuquén y Río Negro) — Región Metropolitana (Capital Federal) 

— Región Bonaerense (Buenos Aires) 

— Región Patagónica ( Chubut, Santa cruz y Tierra del Fuego) 

El contenido de los capítulos indica que en cada región se hace “una visión global”. Ella condensa el estudio de las provincias involucradas, con algún anticipo ya sea de los aspectos salientes de la realidad, o de recomendaciones de política. Enseguida viene el informe de cada uno de los Estados argentinos, bajo una armonización de lenguaje y contenido. 

Del estudio regional se reconocen tres aspectos. 

La economía pública: fuerte crisis en lo financiero que debilita la capacidad de absorción del Estado; ello impide, desde una perspectiva institucional, la formación de capital en las regiones; la economía de mercado: así, en las Regiones Cuyo, Centro y Sur se detectan avances en términos de la calidad productiva, y también en función de nuevas inversiones, cosa que no sucede en la Región del Noa; se ha detectado un asociativismo débil en los emprendimientos, y una incorporación de tecnologías intensivas en capital en todas las regiones que comportan el Plan Esperanza; la economía social: se observa un fuerte incremento de los actores involucrados. Las estadísticas presentadas en las IV Jornadas permiten reconocer una significativa reducción del desempleo y de la pobreza, sin que ello signifique que haya sustentabilidad económica en el circuito productivo (en el medio se halla la actividad turística, capaz de integrar las economías pública, de mercado y social). 

(Los aspectos básicos del II Documento pueden consultarse en Informe Económico CIEC, Año XXIV-96/97, Diciembre. 2003 y Marzo 2004). 

Finalmente, el III Documento quiere ser un aporte concreto desde las bases mismas de la economía. Se aprobó en las V Jornadas Nacionales—Santa Fe, 1-2 de Octubre de 2004, UNL y UCSF—y se refiere a “El Humanismo Económico crece desde los Emprendimientos Conjuntos para afianzar la Territorialidad patria” (cfr., en Informe Económico CIEC, Año XXV-98- 99, Noviembre de 2004). A modo de síntesis, y como se lee en el propio III Documento, se busca lograr una integración económica de las distintas regiones que conforman la Argentina vía los emprendimientos conjuntos. La idea es lograr que distintas formas empresariales—y ello incluye la economía solidaria de cooperativas y mutuales—puedan hacer “aventuras conjuntas” entre distintos lugares de la geografía nacional para compartir tecnologías (“saber cómo”), intercambiar bienes y servicios (“desarrollar el flujo de bienes domésticos”, o sea, entre argentinos), compartir habilidades administrativas (“manejo empresarial”), etc. Los CIES ofician de “puente” para que los interesados trabajen en forma conjunta, y mientras ellos logran los lógicos nuevos ingresos de la actividad económica, el Humanismo Económico tiene lo suyo: la consolidación de una economía integrada en términos solidarios, la remuneración digna tanto de empresarios como de trabajadores, etc., principios básicos de una sociedad con el rostro del hombre. 

Observaciones finales 

El siglo XX tuvo dos modelos que fueron practicados desde la política económica. Más allá de ciertos aspectos rescatables, se observa que tanto el capitalismo neoliberal como el socialismo de estado—en particular, desde una perspectiva de los valores humanos—han fracasado (cfr., L. E. Di Marco, 2006 b, pp. 23-31). Veamos algunos aspectos para el cambio desde la óptica del Humanismo Económico. 

Así, tanto en los antiguos países socialistas y en muchos de América Latina se han realizado corruptos procesos de privatización capitalista que son no sólo impopulares sino alejados de todo perfil eficientista, y con ganancias elevadas (por no decir muy exageradas: superan largamente las obtenidas por los “inversores” en el país de origen). Una política transparente desde el Humanismo Económico buscaría renacionalizar todos los activos privatizados ilegalmente, tal vez con la forma de sociedades mixtas de los sectores privado y público, bajo estrictos estándares empresariales. 

En lo relativo a lo macro, se estima que la planificación descentralizada, con un papel razonable y necesario del Estado, debe hacerse bajo una agenda equilibrada de medidas de política económica, directas e indirectas. Ellas deben privilegiar un sistema tributario progresivo—que no castigue al consumo de las mayorías, y dibuje una equitativa distribución de la renta nacional. Estos son ingredientes—que hacen a una economía de la Justicia—de un Humanismo Económico activo que los funcionarios no deben soslayar. 

En lo relativo al gasto, tanto público como privado, se deben privilegiar las erogaciones sociales en educación, salud y vivienda que, con la federalización del gasto en infraestructura (caminos, comunicaciones, servicios financieros y previsionales, etc.), sirvan para construir una economía para todos. Tal sociedad participativa es un baluarte del Humanismo Económico. 

La defensa de la forma republicana y democrática en su más pura expresión, es un requisito institucional para lograr una economía ordenada al bien común de la sociedad (en su no adopción estriba el fracaso tanto del capitalismo neoliberal como del socialismo soviético). No hay porcentajes poblacionales a salvar, sino que todos los ciudadanos de una Nación tienen derecho a una vida digna, y ello significa un razonable poder de compra para todos los que trabajan, y el acceso al empleo debe ser un derecho consagrado formalmente. Así lo pregona el Humanismo Económico—cfr., I Documento aprobado en las III Jornadas Nacionales del Plan Esperanza, Universidades Nacional del Litoral y Católica de Santa Fe, Santa Fe, Marzo de 2003). 

Hoy lo ecológico está en peligro a resultas de las graves crisis que dominan al neoliberalismo y al socialismo histórico: ambas, en su disputa por el poderío militar, tecnológico, científico y económico, no sólo destruyeron el hábitat sino que lo descuidaron. Por eso, una preocupación básica de la política del Humanismo Económico será la de construir instrumentos que tiendan a la preservación del medio ambiente, y ello incluye la defensa de toda clase de recursos naturales (los acuíferos, los minerales, etc.) de los pueblos de América Latina. 

Alguna vez Jan Tinbergen, Premio Nóbel, nos escribió una carta (hacia 1995) hablándonos de la conveniencia de un gobierno mundial. Tal vez, ante el fracaso de las Naciones Unidas (el “caso Irak” es el más flagrante), pueda pensarse en tal ente colegiado. Más allá de su estructura formal, hay que diseñar un organismo que sea capaz no sólo de ordenar la distribución justa del excedente productivo, sino de garantizar la paz mundial, el imperio de la justicia en todos los países del mundo, una ecología limpia para la humanidad entera. Sólo así se habrán superado los modelos del neoliberalismo y del socialismo histórico. 

En suma, el Humanismo Económico pretende sentar las bases para que tal sea: emplear lo bueno de los viejos esquemas pero privilegiar los valores permanentes del hombre como individuo y como sociedad. Tales bases van a permitir construir la sociedad nueva, la civilización solidaria, entre todos los pueblos del mundo, un globo terráqueo donde quepan todos. He ahí, pues, los ideales del Humanismo Económico que, desde la perspectiva científica de la Economía, apunta a contribuir a un mundo humano, y cada vez más humanizable. 

Córdoba, Argentina Setiembre de 2006.

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http://www.eco.buap.mx/aportes/revista/33%20Ano%20XI%20Numero%2033,%20septiembre%20-%20diciembre%20de%202006/13%20El%20humanismo%20economico%20como%20opcion%20realista-Luis%20Eugenio%20Di%20Marco.pdf


PRINCIPIOS DE ECONOMÍA HUMANISTA Trabajo presentado en el V Encuentro Internacional de Economía. “La Responsabilidad Social de los Intelectuales”, organizado por la lFundación CIEC . Buenos Aires, 10-12 de agosto de 2005

 Eduardo Valencia Vásquez Economista Director del Instituto de Investigaciones Económicas Pontificia Universidad Católica del Ecuador evalencia@puceuio.puce.edu.ec 

 Trabajo presentado en el V Encuentro Internacional de Economía. “La Responsabilidad Social de los Intelectuales”, organizado por la lFundación CIEC . Buenos Aires, 10-12 de agosto de 2005. 

Resumen

En resumen: la nueva axiología económica debe expresarse no solo como un pensamiento renovado de los valores humanos esenciales sino, sobre todo, como una renovada propuesta de conducta personal dentro de la sociedad, es decir, pasar de una ética individual a la ética de “lo público”. Desde esta perspectiva, todos somos responsables de la suerte de los demás. El concepto de alteridad implica que todos podamos rendir cuentas ante nuestros semejantes en todos los actos que desempeñamos en nuestra respectiva jurisdicción. Así, por ejemplo, los banqueros que tienen a su cargo los depósitos de los ahorristas, están llamados a practicar una ética “de lo público”, es decir, responder en forma escrupulosa y transparente por los recursos “públicos” a ellos confiados.

Desde esta perspectiva, son responsables de lo público, no solo los burócratas que ocupan una función pública sino todos los que tienen que responder por personas y recursos a ellos encomendadas. Y aquí la cadena es infinita: los maestros, los empresarios, los médicos, los jueces, etc., todos tienen que responder ante la sociedad por el manejo de lo que son derechos de terceros. Es hora ya de que los ciudadanos que se lavan las manos culpando a “los otros” por las quiebras éticas que han ahondado la corrupción y la violencia en las sociedades modernas afronten con entereza su propia responsabilidad, pues del estado del mundo somos “todos” responsables. Nos toca responder a todos frente al drama que enfrenta la sociedad contemporánea.

I. El Debate Sobre la Crisis de la Humanidad 

1. El Consenso de Washington: 

La Guerra de las Galaxias de las Grandes Corporaciones 

Ninguna propuesta sobre el futuro de la civilización humana puede desestimar que lo que verdaderamente está en entredicho es el problema del hombre. Cuando cayó el muro de Berlín, la humanidad fue invitada a cantar loas a la Buena Nueva, al advenimiento del modelo Neoliberal llamado, según sus propulsores, a reinar por siempre, pues, supuestamente, ya no habría en el futuro la posibilidad de introducir una propuesta mejor en la historia de las ideas humanas. Empezó el apogeo del pensamiento “único”, del pensamiento “uniforme”; un modelo aparentemente sustentado en el pensamiento clásico de Adam Smith pero reformado por el Consenso de Washington en 1989, una iniciativa promovida por el Capitolio y sus brazos armados de la economía mundial, el FMI y el Banco Mundial, cuya dirección le correspondió a un economista cultor de la recientemente recuperada ideología libertaria, John Williamson. 



El Decálogo del nuevo evangelio se sustentaba en diez tesis fundamentales: 1. Disciplina Fiscal; 2. Reorientación del gasto público; 3. Reforma fiscal; 4. Liberalización financiera; 5. Tipos de cambio unificados y competitivos; 6. Liberalización comercial; 7. Apertura a la Inversión extranjera directa; 8. Privatización; 9.Desregulación legal; 10. Seguridad de Derechos de Propiedad. 

Detrás de estas tesis, se hizo evidente el propósito de desmantelar los estados nacionales, a los cuales se atribuyó ser la causa de la caída de las economías socialistas. Menos evidente fue que la iniciativa había sido concebida por las grandes corporaciones internacionales privadas desde hace mucho tiempo antes, según hoy se conoce, cuando empiezan a develarse los informes de las reuniones de representantes de los bancos y corporaciones empresariales en Billderberg y Iron Mountain, generalmente expresadas a través de estudios efectuados por “think tanks” afines como la Comisión Trilateral. A partir de dicho año, empezaron a proliferar en el planeta las así denominadas políticas aperturistas, poniendo como ejemplo el caso de los países del sudeste asiático que, supuestamente habían seguido las políticas del laissez-faire, es decir, sin intervención del Estado. En los demás continentes, los organismos financieros internacionales fueron los encargados de imponer tales políticas, a través de la invitación a seguir el ejemplo de los países ricos que, también supuestamente, lo habían conseguido por la vía de la apertura indiscriminada de los mercados y no de la protección estatal. 

Se invitaba, pues, a formar parte, del gran proceso de globalización, a que todos los pueblos aumentaran su riqueza en corto tiempo a través de su inserción en el gran mercado mundial. Para ello, solo se requería seguir los consejos de los especialistas en las tesis del Consenso de Washington. A partir de entonces, fueron desterrados del planeta los economistas humanistas. Se les dio preeminencia a los financistas privados devenidos en economistas, que pretendieron enterrar la economía de la demanda keynesiana y revivir la llamada economía de la oferta de corte friedmaniano.

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