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domingo, 31 de mayo de 2020

Materialismo filosófico


Materialismo filosófico


Doctrina sistemática sobre la estructura de la realidad, caracterizada por su oposición al materialismo monista (propio del Diamat) y al idealismo o espiritualismo monistas de cuño teológico. El materialismo filosófico es un pluralismo de signo racionalista, que postula, sin embargo, la unicidad del mundo en cuanto desarrollo de una materia ontológico general que no se reduce al mundo empírico. El materialismo filosófico niega, contra el monismo continuista, y de acuerdo con el principio de la symploké, que “todo tenga influencia en todo”, y niega, contra el atomismo pluralista, “que nada tenga influencia en nada”.

El materialismo filosófico acaso solo tiene en común con el materialismo tradicional la negación del espiritualismo, es decir, la negación de la existencia de sustancias espirituales. Es cierto que cuando estas sustancias espirituales se definen como no materiales, poco avanzamos en la definición del materialismo, puesto que no hacemos otra cosa sino postular la realidad de unas sustancias no materiales, pero sin definirlas previamente. Y si en lugar de definir las sustancias espirituales como sustancias inmateriales se definen como incorpóreas, estaremos presuponiendo que el materialismo es un corporeísmo, tesis que rechaza de plano el materialismo filosófico, en tanto admite la realidad de seres materiales pero incorpóreos (la distancia entre dos cuerpos es sin duda una relación real, tan real como los cuerpos entre los que se establece, pero no es corpórea, ni tampoco “mental”).

Por ello, el materialismo filosófico ve necesario, para romper el círculo vicioso (sustancia espiritual es la sustancia no material, y sustancia material es la no espiritual), acudir a una tercera Idea, a saber, la Idea de la Vida, definiendo la sustancia espiritual como sustancia viviente incorpórea. El materialismo, en general, podría definirse como la negación de la existencia y posibilidad de sustancias vivientes incorpóreas.

Esta definición de materialismo permite incluir al atomismo de Demócrito; pero el atomismo de Demócrito es un corporeísmo, por cuanto identifica a lo incorpóreo como el no-Ser, con el vacío; por ello el materialismo filosófico no tiene que ver con el materialismo de Demócrito, renovado en los siglos XVII y XVIII en una concepción que bloqueó el desarrollo de la ciencia moderna y especialmente la Química, la cual solamente pudo seguir adelante “rompiendo” el átomo. Pero, aparte de Demócrito, el materialismo tradicional se desarrolló como monismo materialista corporeísta, y éste es el hecho más extendido en los siglos XIX y XX (Büchner, Moleschott, Ostwald, Haeckel, Marx, Engels, Monod, etc.). El materialismo filosófico, por tanto, tiene muy poco que ver con este materialismo tradicional. El materialismo filosófico comienza negando el monismo y el corporeísmo.

Niega el monismo [41], por cuanto defiende el pluralismo ontológico, pluralismo que no se reduce al reconocimiento de las diferencias entre los seres, sino a la afirmación de que entre estos hay discontinuidades irreductibles (acogiéndose al principio de discontinuidad implicado en la symploké [54] platónica, según la cual “no todo está relacionado con todo”); y en esto se diferencia del monismo materialista tradicional que, como el monismo teológico monoteísta, defiende que “todo está relacionado con todo”.

Niega el corporeísmo [68] porque la materia del mundo se estratifica en tres géneros de materialidad (no en tres mundos) denominados materia primogenérica (corpórea, como los sólidos, o incorpórea, como las ondas electromagnéticas), materia segundogenérica (como las operaciones de los sujetos, los proyectos y planes sociales o políticos de los hombres, los recuerdos, los deseos o las voluntades, o un dolor de apendicitis) y materia terciogenérica (como las relaciones expresadas en los teoremas geométricos, como el de Pitágoras o el de Menelao). La materia del mundo está dispuesta en morfologías características (que llamamos estromas) cuyo análisis constituye el objetivo principal de la Ontología especial [72]. El Mundus adspectabilis es el campo de la Ontología especial, y no se entiende como una totalidad continua y uniforme, sino como una symploké, como una totalidad de contenidos discretos (que no son sustancias, ni causas, ni objetos, sino estromas susceptibles de ser clasificados en tres géneros de materialidad: M1, M2, M3). Para el materialismo filosófico, la filosofía no es una disciplina particular, al lado de otras, que se defina por un campo o dominio definido del Universo (como pudiera serlo “el conocimiento”, “el espíritu”, “el alma”, “Dios”, “la ciencia”, “el hombre”, “la educación”, “la Cultura”, etc.). Para el materialismo filosófico el campo de la filosofía es el Universo mismo, el Mundus adspectabilis (Mi, en general); esta es la razón por la cual consideramos inicialmente a la filosofía como filosofía mundana. En torno a alguna de estas morfologías o estromas, las tecnologías y las ciencias categoriales forman Conceptos (pero estos conceptos no agotan la integridad de los dominios, estromas o morfologías y, en consecuencia, no cabe suponer que tales morfologías sean esencias megáricas) cuya confrontación da lugar a las Ideas [783] que desbordan los dominios particulares y se extienden a varios o a todos los dominios morfológicos de nuestro Mundo.

Las líneas más importantes del materialismo filosófico, determinadas en función del espacio antropológico [244] (en tanto este espacio abarca al “mundo íntegramente conceptualizado” de nuestro presente), pueden trazarse siguiendo los tres ejes que organizan ese espacio, a saber, el eje radial, el eje circular y el eje angular.

Desde el eje radial el materialismo filosófico se nos presenta como un materialismo cosmológico, en tanto que él constituye la crítica (principalmente) a la visión del mundo en cuanto efecto contingente de un Dios creador que poseyera a su vez la providencia y el gobierno del mundo (el materialismo cósmico incluye también una concepción materialista de las ciencias categoriales, es decir, un materialismo gnoseológico [168]).

Desde el eje circular, se aproxima, hasta confundirse con él, con el materialismo histórico, al menos en la medida en que este materialismo constituye la crítica de todo idealismo histórico y de su intento de explicar la historia humana en función de una “conciencia autónoma” desde la cual estuviese planeándose el curso global de la humanidad.

Desde el eje angular, toma la forma de un materialismo religioso [351] que se enfrenta críticamente con el espiritualismo (que concibe a los dioses, a los espíritus, a las almas y a los númenes, en general, como incorpóreos), propugnando la naturaleza corpórea y real (no alucinatoria o mental) de los sujetos numinosos que han rodeado a los hombres durante milenios (el materialismo religioso identifica esos sujetos numinosos corpóreos con los animales y se guía por el siguiente principio: “el hombre no hizo a los dioses a imagen y semejanza de los hombres, sino a imagen y semejanza de los animales”). El materialismo histórico “ampliado” (tridimensional) que defendemos tiene, con todo, más afinidad con el materialismo histórico “restringido” que con el determinismo cultural, debido a la mayor afinidad que el orden de relaciones angulares guarda con el orden de relaciones circulares, que con el orden de relaciones radiales. A fin de cuentas, las relaciones circulares podrían interpretarse como una especificación (para los casos de simetría) de las relaciones angulares (las relaciones entre los hombres podrían verse como una especificación de las relaciones entre los hombres y los animales).
El materialismo filosófico incluye también la crítica a la identificación del espacio antropológico con la omnitudo rerum, y esta crítica abre el camino de regressus [229] hacia la materia ontológico general. En efecto, el materialismo filosófico utiliza también el concepto de Materia ontológico general [82] como multiplicidad pura que se presenta en función del mundo de los fenómenos, constituidos lisológicamente [824] por los tres géneros de materialidad (primogenérica, segundo genérica y terciogenérica), pero morfológicamente organizado según diferentes plataformas (materia inorgánica, materia orgánica, materia viviente, materia social, materia etológica, antropológica, institucional) y categorías establecidas en función de las ciencias positivas. El materialismo filosófico comporta una visión global del Mundo cuyas partes exponemos sistemáticamente en este Diccionario.

{EFE 466-467 / LFA 373-374 / EC168 /
EID 27 / QF2 83-84 / BP4 23}
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Materia en sentido ontológico-general (M)


La Ontología general y la Ontología especial [72] se refieren a lo mismo: al Ser, a lo que hay en general, a lo que existe o puede existir. La Ontología general de Wolff se refiere al Ser; la Ontología general materialista se referirá a la Materia, en el sentido ontológico-general (M).
Materialismo, en Ontología general, es el resultado de una metodología crítica: la crítica a la tesis de la unicidad del ser. La Idea ontológico-general de Materia (M) la entenderemos como la Idea de la pluralidad indeterminada, infinita, en la que “no todo está vinculado con todo” (= negación de un orden o armonía universal).
Por consiguiente, como posición disyuntiva del materialismo ontológico-general, consideramos el monismo en el sentido amplio (no sólo, el monismo de la substancia, sino también el dualismo de la ontoteología cristiana, en tanto la Providencia anuda a los entes finitos en una unidad, o el pluralismo infinito leibniziano, por su tesis de la armonía preestablecida, o el inmanentismo espiritualista de Hegel). El monismo se edifica siempre sobre el prototipo de la unidad ontológica real del mundo, y, en consecuencia, debe siempre –incluso en las versiones materialistas (que lo serán en el plano ontológico-especial)– considerarse impulsado por un espiritualismo implícito, en la medida en que la unidad del Mundo es solidaria de la conciencia, núcleo siempre de la noción de “espíritu” [66].
En este sentido, puede también afirmarse que la disyuntiva implícita en el materialismo general es, no sólo el monismo, ni, más precisamente, el “mundanismo”, sino el propio espiritualismo [68].
La característica esencial del concepto de Ser o de Materia ontológico-general estriba en su aspecto regresivo: no sólo designa las realidades mundanas, sino también las transmundanas, incluso las anteriores al tiempo, anteriores al sistema solar, a la constitución de los átomos. Si introducimos el concepto de M es para evitar la recaída en la metafísica. Ésta puede redefinirse como transposición de las propiedades y categorías del mundo, entendido como unidad, a la materia; como la invasión de la ontología general, por la ontología especial.
Es muy importante constatar, en este contexto, la posición de la filosofía hegeliana: Hegel ha negado la trascendencia de Dios respecto del mundo y, en este sentido, parece hallarse en la vía del materialismo. Pero esta fórmula es por completo ambigua, porque no distingue el plano ontológico-general del plano ontológico-especial. La filosofía hegeliana ha negado la transcendencia de Dios. Pero las referencias del sistema hegeliano son todas ellas mundanas [ontológico-especiales], y es, precisamente merced a la distinción entre los dos niveles ontológicos (general y especial), como podemos entender que la característica del hegelianismo es su negación del Ser (de la Materia ontológico-general) como realidad diferente del Mundo [de la materia ontológico-especial], porque Dios se realiza en el Mundo, y, por ello, la Ontología general sólo puede manifestarse como Lógica, en cuanto contradistinta de la Ontología especial. En este contexto se sitúa la oposición de Hegel a Espinosa, cuya teoría de la sustancia es, claramente, de índole ontológico-general: Hegel critica a Espinosa el no haber dado personalidad a la sustancia, y también la oposición de Hegel al noúmeno de Kant.
En la Ciencia de la Lógica [819] (Libro II, secc. 2º, cap. I, A, b, nota), Hegel se opone a la cosa en sí desde supuestos claramente “mundanistas” (metafísicos, según nuestra terminología).
La tesis fundamental de Hegel: “El Ser es la Nada”, podría reinterpretarse en este sentido: “El Ser al margen del Ente (mundano, [ontológico-especial]), no es nada”. Desde el punto de vista de la Ontología general, tal como la entendemos, resulta que la filosofía hegeliana, en tanto se define como filosofía mundana [ontológico-especial], cuya esencia es la negación de todo tipo de realidad transmundana [ontológico-general], coincide puntualmente con la filosofía platónica de la homonimia (pero no con la sabiduría neoplatónica como suele afirmarse) o con la teoría del Acto Puro transcendente de Aristóteles (en uno de sus aspectos), por cuanto la divergencia en la tesis del χωρισμός queda neutralizada por la coincidencia en la tesis de la ομοίωμα. La oposición entre la trascendencia platónico-aristotélica y la inmanencia hegeliana es secundaria, por cuanto aquella transcendencia, al ser homónima del mundo, coincide con el hegelianismo, en la negación de una realidad [ontológico-general] efectivamente distinta de la realidad “mundana” [ontológico-especial]. La concepción de Platón, como la de Hegel, es, según esto, la de una filosofía rigurosamente “doméstica” [no rebasa el plano ontológico especial, para alcanzar, regresivamente, el plano ontológico-general]. Por ello, el concepto de Materia de la Ontología general, está más cerca de la tradición neoplatónica (del Uno como ανόνιμος, ύπερόν, de Plotino), e incluso del noúmeno kantiano, cuando eliminamos las recaídas mundanizadoras del propio Kant, en la Crítica de la razón práctica. Lo que se discutía en la polémica sobre la “cosa en sí” no era el problema de Dios, sino el problema de la Materia ontológico-general. La crítica a la “cosa en sí” kantiana que acaba en los grandes sistemas del idealismo absoluto de Fichte y de Hegel, podría ser interpretada como impulsada por un enérgico impulso de reducción de “M” a alguno de los géneros de Materialidad, o a su conjunto. El idealismo alemán, según esto, considerado desde el punto de vista ontológico-general, y salvo Schopenhauer, en parte, equivale a la mundanización de la Materia ontológico-general (M), y en modo alguno a la eliminación de Dios, que permanece plenamente en la filosofía hegeliana, como perfectamente vio Marx.
En resolución: llamamos mundanista a todas aquellas concepciones que afirmen que los géneros mundanos [M1, M2, M3] están incluidos en la Idea de Materia [Mi ⊂ M], pero, a su vez, que la Idea de Materia no rebasa ese ámbito mundano, ontológico-especial, sino que se pliega a él, lo que se expresa en la siguiente fórmula: (M ⊂ Mi). Llamaremos materialismo, en sentido ontológico-general, a todo tipo de concepciones que partiendo de la inmersión de los materiales mundanos en la Materia ontológico-general (Mi ⊂ M), defienden la regresión real de la Idea de materia y, por tanto, la tesis de que la Materia ontológico-general no puede considerarse reducida a las materialidades cósmicas (M ⊄ Mi). Una filosofía genuinamente “mundana” deberá ser monista, porque el concepto de “Mundo” funciona, él mismo (cuando no está criticado por la Ontología general), como un esquema de unidad cósmica y, por consiguiente, siempre que la unidad de este Mundo se ponga en cuestión –por ejemplo, por la tesis de su infinitud– habría que ver el indicio de una metodología materialista, no mundanista, en el sentido de nuestro concepto. El monismo del Ser es la negación misma del materialismo, de acuerdo con el propio sentido clásico del concepto de Materia, que incluye la pluralidad de “partes extra partes” (la expresión “monismo materialista” es una composición tan absurda como el “círculo cuadrado”).
Finalmente: cuando desde M adscribimos {M1, M2, M3} al mundo se abre la posibilidad de coordinar estos géneros a un “centro del mundo” (designado por E) desde el cual intentaremos “reconstruirlo científicamente”. Los tres géneros de materialidad se coordinarán con los sectores del eje sintáctico y a través de los sectores del eje semántico del espacio gnoseológico [190-218]: los términos (de los diversos campos de las ciencias), a través sobre todo del sector fisicalista, se coordinarán con los contenidos primogenéricos; las operaciones (a través de los fenómenos) con los contenidos segundogenéricos; y las relaciones (a través de las esencias) con los contenidos terciogenéricos. Esto nos permite redefinir las “esencias” como relaciones (entre términos fisicalistas): la esencia o estructura (por ejemplo, la relación pitagórica del triángulo rectángulo) es una relación entre los términos “lados del triángulo rectángulo”. Contemplados desde M, los tres géneros de materialidad constitutivos del mundo no tienen por qué aparecer como “mundos megáricos” aunque yuxtapuestos, sino como “dimensiones ontológicas” de un único mundo empírico que se implican mutuamente y, en particular, con el “elemento animal” –segundogenérico– de este mundo (mucho más que de un “principio antrópico” hablaríamos de un “principio zootrópico”). Tendría incluso algún sentido ver a los contenidos del mundo como “refracciones” de los contenidos de M, con lo que contribuiríamos al menos a debilitar la tendencia a subsumir los contenidos terciogenéricos en el segundo género, como si fueran un subproducto suyo. En efecto, cuando consideramos los tres géneros desde la perspectiva de los sujetos operatorios (que convergen en un punto E, que no es trascendental en virtud de ciertas funciones a priori de su entendimiento, sino en virtud del propio ejercicio, in medias res, de los sujetos operatorios) los contenidos terciogenéricos tenderán a ser puestos bajo el severo control de M2, por cuanto éste aparece en su génesis. Pero cuando los consideramos desde la perspectiva de M, estos “canales genéticos” pueden desvirtuarse, de suerte que M3 pueda pasar a verse como una “refracción” de “algo de M” en cuanto a su estructura, independientemente de su génesis.
{EM 45-47, 50, 53-56, 72, 76-77 / TCC 1426-1427 /
EM 45-47, 59-146, 171-183/ → MAT / → MP / → BS35 / → ET}
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martes, 26 de mayo de 2020

Cambio Tecnológico y Hegemonía Económica: el papel de las TICs en la Configuración del Nuevo Orden Económico Mundial


Cambio Tecnológico y Hegemonía Económica: el papel de las TICs en la Configuración del Nuevo Orden Económico Mundial

Javier Ramos ICEI. Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Universidad Complutense de Madrid 
Carlos Rodríguez. Facultad de Ciencias de la Información. Universidad Complutense de Madrid

1. INTRODUCCIÓN

El cambio tecnológico y su influencia en el desarrollo económico ha sido fuente de polémicas teóricas y ha motivado interesantes discusiones en torno al método más adecuado para estudiarlo (1). Sobre lo que parece haber un cierto consenso es en el papel que cumple la tecnología en la estimulación del crecimiento económico.
Durante los últimos veinte años el desarrollo tecnológico ha cristalizado en la aparición y expansión de las TIC. Estas tecnologías están cambiando aspectos fundamentales de la creación y la organización de la producción, la distribución, el consumo, y con ellas nuevas formas de relación y comunicación social. Voces como Facebook, Twitter, Linkedin o Micro financiación Colectiva (Crowdfunding), son ya de uso común, algunas de las cuales han sido recogidas por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua
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(1) Este tipo de reflexiones aparece ya en los trabajos seminales de Marx –capítulo XII del libro I de El Capital y Grundrisse–, el conocido enfoque de Schumpeter, la obra de Lewis Mumford, el paradigma neoclásico de Solow y Narrow, la escuela de la nueva economía industrial, los modelos de difusión standard, las teorías evolucionistas neoschumpeterianas, el conocido estudio de Ernst Mandel sobre las ondas largas y la Escuela de la Regulación, encabezada


Las potencialidades de las TIC para aumentar la eficiencia general de la economía a través de fórmulas más flexibles y eficientes de producción, distribución, consumo y coordinación en red se están utilizando para favorecer un modelo de globalización cada vez más desregulado y desigual. Esto no quiere decir que las TICs sean en sí mismas fuente de desregulación y desigualdad. Es el marco económico e institucional el que produce estas disfunciones. 
El actual marco económico–institucional está altamente influenciado por el neo-liberalismo y su defensa de la superioridad técnica del mercado sobre cualquier otra forma de organización económica y social. 

El resultado es una economía cada vez más desregulada y global capaz de integrar a millones de nuevos trabajadores en el mercado internacional pero en peores condiciones laborales y sociales. En tanto que el centro de gravedad económica se ha desplazado desde Occidente a las economías emergentes del Este y el Sur, los mecanismos que favorecen la redistribución y la igualdad social en Occidente se subordinan al objetivo de una mayor integración económica global. 

Los gobiernos de las economías emergentes están más interesados en mantener bajos sus estándares socio-laborales que en favorecer sociedades inclusivas próximas a los modelos sociales Europeos. Por eso la economía digital no puede escapar de esta lógica y reproduce conflictos muy similares a los planteados en la economía industrial. 

Deslocalización, competencia salarial, calidad del empleo, reducción de la demanda de empleo cualificado etc., afectan de forma similar a los obreros industriales y a los técnicos digitales. 
Esto convierte a las TIC en un objetivo estratégico internacional. Para las economías centrales, el objetivo es utilizar las TIC para recuperar su hegemonía económica, mientras que el objetivo para las economías emergentes es consolidar su emergencia y desarrollar nuevos sectores productivos más intensivos en capital e innovación.

Sus múltiples aplicaciones en redes sociales, en mensajería instantánea para dispositivos móviles o en las muy variadas herramientas al servicio de la organización empresarial, el comercio electrónico o la acción política permiten afirmar que la globalización, tal y como la entendemos y vivimos, no sería posible sin las TIC. 

Esta interdependencia entre globalización y Economía Digital comienza a fraguarse a partir de las crisis energéticas de la década de los setenta del pasado siglo. Entronca con el papel estructurarte que cumple la tecnología en el proceso de desarrollo de los procesos productivos. Es una nueva economía a la que etiquetamos de “digital” por la aplicación de las TIC al proceso de producción y que representa “la quinta ola tecnológica” (Banegas, 2003: 15) (2). 

No hay dudas de que la Economía Digital es ya un avance técnico decisivo e irreversible. Su influencia es clave en la configuración del orden económico internacional. Lo que no parece tan claro es su capacidad para superar los “tradicionales” conflictos sociales típicos de la Sociedad Industrial vinculados al salario, las condiciones de empleo o los requerimientos impositivos para financiar servicios sociales. 

El cambio tecnológico es un proceso social y no un acontecimiento  ahistórico aislado de otros factores de tipo económico o de procesos  de poder. Por eso la relación causal que algunos analistas establecen entre cambio tecnológico y mejora de las condiciones sociales del ser humano son difíciles de mantener. Las TIC ofrecen posibilidades técnicas que hacen posible formas mas democráticas de acceso al conocimiento,  la creación, la toma de decisiones, la promoción de la igualdad de  oportunidades, el acceso a la red o a los beneficios de este cambio  tecnológico. 

Pero estas posibilidades técnicas no pueden abstraerse de la realidad social en la que se insertan, caracterizadas entre otras cosas, por la creciente oligarquizarían de la economía mundial. Las TIC se insertan en un contexto en el que un porcentaje reducido de la población controla una parte creciente de los recursos, incluidos los digitales. Carnoy se pregunta retóricamente por qué la reestructuración del proceso laboral y de la relación entre el capital y el trabajo tuvo lugar con la expansión de las TIC (Carnoy, 2000).

El uso de TIC en, por ejemplo, los movimientos masivos de capitales que se transfieren a diario no es responsable del alto componente especulativo del mismo, aunque lo hace más fácil. Y lo mismo podríamos decir de otras actividades vinculadas al comercio, la inmigración, y por supuesto  la creación de empleo.

En este estudio intentamos arrojar luz sobre este debate. Nos interesa saber cómo las potencialidades objetivas de las TIC están configurando nuevos escenarios de cooperación o de conflicto entre actores públicos  y privados que están configurando un nuevo orden económico y un  realineamiento geo-estratégico que anticipa la consolidación de un  mercado global, por encima de otras consideraciones laborales y  sociales. 

Para ello, primero analizaremos las ventajas e inconvenientes económicos que ofrecen las TIC. Posteriormente mostramos cuáles son sus efectos sobre distintas fases de la organización, la producción, el empleo o el consumo. Posteriormente analizaremos la expansión de la Economía Digital por países, sus tendencias y especificidades regionales, para hacernos una idea de los patrones de expansión de las Tics. Finalmente ofrecemos unas conclusiones generales.

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(1) Este tipo de reflexiones aparece ya en los trabajos seminales de Marx –capítulo XII del libro I de El Capital y Grundrisse–, el conocido enfoque de Schumpeter, la obra de Lewis Mumford, el paradigma neoclásico de Solow y Narrow, la escuela de la nueva economía industrial, los modelos de difusión standard, las teorías evolucionistas neoschumpeterianas, el conocido estudio de Ernst Mandel sobre las ondas largas y la Escuela de la Regulación, encabezada
(2) Desde el siglo XVIII han ido apareciendo las siguientes olas tecnológicas: mecanización industrial mediante la fuerza  del agua (1780-1848); mecanización industrial y del transporte por la máquina de vapor (1848-1895); electrificación de la industria, el transporte y el hogar (1895-1940); motorización del transporte, de la economía civil y  militar (1941-1973); e informatización de toda la sociedad (actualidad). Esta taxonomía vehicula la distinción de las cinco revoluciones tecnológicas que Banegas enuncia a partir de Pérez (2002): la Revolución Industrial (1771); la era del vapor y los ferrocarriles (1829); la era del acero, la electricidad y la ingeniería pesada (1875); la era del petróleo, el automóvil y la producción en masa (1908); y la era de la información y las telecomunicaciones (1971) (Banegas, 2003: 21;  Sanz Mendiola y Muñoz Machado, 2000).


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sábado, 23 de mayo de 2020

LA DESACTIVACIÓN DE LA ONTOLOGÍA EN W. QUINE

LA DESACTIVACIÓN DE LA ONTOLOGÍA EN W. QUINE
Alfonso García Marqués. Universidad de Murcia

Resumen: 
Quine es un autor conocido por una serie de tesis de carácter lógico-gnoseológico, que conducen a la negación de los objetos de la metafísica (los individuos). Estas tesis culminan en la «desactivación de la ontología» (es indiferente postular la existencia de unos objetos o de otros para justificar nuestras oraciones). En este artículo, se muestra que las posiciones de Quine son, en el fondo, una «ontología procesual», una metafísica en sentido estricto. Y además, se intenta probar que las dificultades lógicas suscitadas por tales tesis conducen inexorablemente a conclusiones absurdas, lo cual pone en entredicho la ontología que Quine presentó como pieza culminante de su sistema.

Abstract: Quine is an author known by a series of thesis of logical-gnoseological character, that they lead to the negation of the objects of metaphysics (the individuals). These theses culminate in the «deactivation of the ontology» (he is indifferent to postulate the existence of objects or others to justify our orations). This article shows that the positions of Quine ist indeed a «procesual ontology», a metaphysics in strict sense. Besides, the article tries to prove that the logic difficulties provoked by such theses, lead inexorably to absurd conclusions. This idea is against the ontology that Quine presented as a culminating piece of its system.

Quine es un autor conocido por sus sugerentes propuestas de carácter lógicognoseológico no exentas de un cierto alcance ontológico. Me refiero a cuestiones como el compromiso ontológico, la indeterminación de la traducción, la inescrutabilidad de la referencia y la relatividad ontológica. Estos aspectos de la filosofía de Quine conducen inequívocamente a una negación del sujeto (u objeto, en terminología lógica): el individuo no sería una realidad independiente, en sí, sino que sería algo desconocido, totalmente ignoto, que sólo podemos concebirlo dentro de un lenguaje. Esta «desconstrucción» del sujeto, tematizada en Quine como «relatividad ontológica», concluiría en la tesis fuerte de que «no hay filosofía primera1». Sin embargo, Quine no se queda en esa desconstrucción, sino que ofrece, especialmente en sus últimas obras, una auténtica ontología de los objetos.

El presente artículo se centra en las propuestas positivas de Quine, que podemos considerar como la culminación de sus sistema filosófico. Ciertamente Quine pretende que sus propuestas son una «desactivación de la ontología», es decir, que los objetos que postulemos no desempeñan ningún papel en la justificación de nuestras oraciones sobre el mundo. Sin embargo, muestro que, en el fondo, las propuestas de Quine son una «ontología procesual», una metafísica en sentido estricto. Y además, intento probar que las dificultades lógicas suscitadas por sus tesis conducen inexorablemente a conclusiones absurdas, lo cual pone en entredicho la ontología que Quine presentó como pieza culminante de su sistema.

1. La construcción de los objetos: la reificación.
1.1. Presupuestos de la reificación

Según la interpretación substitucional de las variables, debemos admitir que hay objetos a los que nos referimos o que son los valores de dichas variables. Ciertamente, según Quine, no sabemos qué son «en sí» tales objetos, pero nosotros, con nuestro lenguaje, hablamos de ellos y los suponemos. Es decir, dado un lenguaje determinado, estamos dispuestos a admitir como objetos aquellos que puedan sustituir a nuestras variables.

Si efectivamente no nos son dados los objetos como un algo absoluto, sino que son constructos de nuestro lenguaje, la cuestión que surge es «cómo construimos tales objetos», al menos en nuestro lenguaje base, puesto que en otro lenguaje podría no haber tales objetos. Esta cuestión es debatida por Quine bajo el rótulo de «reificación». Dicho de otro modo, la reificación es el proceso por el cual suponemos –o afirmamos lingüísticamente– que hay cosas, objetos, con diversas propiedades.

Este proceso es descrito por Quine en diversas obras, ligándolo frecuentemente a consideraciones de psicología del aprendizaje. Sin embargo, me parecen más interesantes las propuestas de las últimas obras de Quine, donde reelabora y clarifica conceptos de sus obras anteriores, aunque ciertamente sin abandonar del todo sus presuntas explicaciones del aprendizaje infantil. Esas reelaboraciones tienen lugar en la primera parte de La búsqueda de la verdad, titulada «Evidencia»; en ella se encuentran los conceptos fundamentales para entender la reificación, expuesta en «Referencia», la segunda parte de esta obra.

En dicha primera parte, Quine introduce sus propias distinciones. Considera que las «oraciones observacionales» son: a) «oraciones, directa y firmemente asociadas con nuestros estímulos2«, b) que además «cada vez que se diera un estímulo perteneciente a la gama adecuada, la oración debería provocar el asentimiento o disenso inmediato del sujeto3«, y c) «a diferencia de lo que ocurre cuando informamos acerca de sentimientos, la oración debe suscitar el mismo veredicto en todos los testigos de la situación que sean lingüísticamente competentes4». Ejemplos de estas oraciones observacionales son ‘Llueve’ o ‘Eso es un conejo’. Además, Quine nos recuerda que estas son oraciones «ocasionales», pues son a veces verdaderas y a veces falsas, a tenor de lascircunstancias5, a diferencia de las oraciones eternas (‘Los hombres son mortales’), que siempre son verdaderas.

A continuación, establece una distinción que servirá de tránsito hacia otro tipo de oraciones más importantes. Esta distinción es entre la simple «conjunción» de oraciones observacionales ‘El sol sale y los pájaros cantan’ y la «predicación»: «Es el caso de ‘Este guijarro es azul’, que resulta de combinar ‘Mira, un guijarro’ y ‘Mira, azul’. Una forma equivalente y simple de combinarlas es ‘Guijarro azul’; ambas combinaciones están asociadas a la misma gama de estímulos6». Es claro que se trata de una forma de predicación, ‘El guijarro es azul’ (o ‘El azul es guijarro’), pues lo decisivo es que ambas observaciones sean de lo mismo. Por eso, el sentido que tiene es que ‘Algo es azul’ y ‘Eso mismo es guijarro’.

Por último, introduce una idea decisiva en este contexto, el concepto de «categórica observacional»7: «Llamo categórica observacional a toda generalización que resulta de combinar los observables como he descrito –‘Siempre que ocurre esto, ocurre lo otro’. Una categórica observacional está formada por oraciones observacionales. […] Es una generalización de la que nos servimos para afirmar que las circunstancias especificadas por una oración observacional estarán acompañadas indefectiblemente por aquellas descritas en la otra8».

Ahora bien, en función de los dos tipos de unión entre las oraciones observacionales –la conjunción y la predicación–, tenemos dos tipos de oraciones categóricas: las categóricas observacionales «libres», que son la generalización de las conjunciones; y las categóricas observacionales «focales», que son generalización de las predicaciones. Con las primeras decimos que siempre que hay un suceso se da otro, mientras que la observacional focal «lleva a cabo la generalización sobre una oración observacional predicativa. […] Un ejemplo más breve de oración observacional predicativa es ‘Este cuervo es negro’, o ‘Cuervo negro’. Si la generalizamos, obtendremos la categórica observacional focal ‘Siempre que hay un cuervo, éste es negro’ o, dicho brevemente, ‘Todos los cuervos son negros’9».

La tesis de Quine es clara: hay dos tipos de observaciones, la simple conjunción (Pedro pasea y Juana mira) y la predicación (cuervo negro). La generalización de la primera no origina a nada especial, pero la de la segunda, da lugar a las proposiciones del tipo «Todos los A son B», sc. una auténtica predicación universal.

1.2. El proceso de reificación

Una vez establecidos, en la primera parte de La búsqueda de la verdad, los presupuestos para entender la reificación, Quine pasa a exponer en detalle el proceso «creador» de objetos, o sea, el proceso de reificación. Señala que dicho proceso tiene dos momentos: uno que inicia la reificación y otro que la consuma. Éste es el primero: «Ya en las oraciones observacionales predicativas (…) es posible apreciar la existencia de una reificación incipiente. Los componentes predominantes en este tipo de combinación son oraciones observacionales que se proyectan sobre partes manifiestamente limitadas de la escena; pues el compuesto expresa precisamente la superposición de los focos sobre la escena10». Dicho de otro modo, al hacer coincidir en el mismo «foco» dos observaciones, estamos construyendo una incipiente unidad: eso negro es cuervo y eso cuervo es negro. La diferencia con la mera conjunción es patente: no es lo mismo decir «Juan pasea y María corre» o «Eso es cuervo y aquello es negro», que «Eso es cuervo y eso «mismo» es negro». En este último caso, hemos comenzado a reificar: realizamos una inmersión del cuervo en el negro; ya no tenemos, como en la simple unión, «rasgos (“features”) que marchen cada uno por su lado11».

El segundo paso tiene como elemento decisivo las oraciones categóricas observacionales focales: «En virtud del estrechamiento de su foco, sin embargo, la categórica observacional focal –a diferencia de la libre– posee ya decididamente el aire del discurso general sobre cuerpos –sauces en un ejemplo, cuervos en el otro–. Aquí es donde, ontológicamente hablando yo veo materializarse los cuerpos; éstos se introducen como nudos ideales atados sobre la intersección de oraciones observacionales que se solapan. Sugiero que aquí se encuentran las raíces de la reificación12». Como hemos visto, en las categóricas observacionales se da una generalización de nuestro conocimiento, si además son focales, tenemos que esa generalización supone que hay algo que tiene, «de modo estable», los dos (o más) predicados que le atribuimos. Aquí lo decisivo es darse cuenta que no sólo tenemos un momentáneo «Guijarro azul» o «Cuervo negro», sino que «Todos los cuervos son negros», por tanto, consumamos la reificación: establecemos una unión estable de dos predicados ‘cuervo’ y ‘negro’. Hemos «anudado», unido, establemente ambas predicaciones; tenemos, pues, el individuo como un «nudo ideal».

A partir de este momento, ya podemos preguntarnos por la «identidad» de los individuos; o sea, si este individuo es el mismo que aquel otro. Por ejemplo, si la moneda que tengo ahora en el bolsillo es la misma que tenía ayer. La pregunta por la identidad ya tiene sentido: «Preguntar si estamos viendo la misma pelota de antes o sólo una parecida tiene sentido incluso cuando no hay respuesta. Es en este momento cuando podemos decir que la reificación de los cuerpos ha llegado a su madurez13». Ahora bien, es importante darse cuenta del sentido que Quine atribuye a la reificación. La reificación es el modo en que nosotros «postulamos o suponemos» que hay individuos, cuerpos, cosas, pero en realidad nuestra suposición no exige que realmente los haya. Es decir, no exige que haya substancias permanentes en el tiempo. La reificación en sentido fuerte no viene exigida lógicamente por las categóricas observacionales focales; es sólo una suposición teórica, no una exigencia lógica o una realidad ontológica (al margen del sujeto cognoscente): «Parece claro que la reificación de los cuerpos a través del tiempo desborda el ámbito de las oraciones observacionales y de las categóricas observacionales. La reificación propiamente dicha es teórica14».

Quine insiste en que la reificación sólo es una conveniencia teórica: postulamos objetos por simplicidad y para evitar recurrir a operadores modales15. Quine lo ilustra del siguiente modo. Supongamos esta proposición:
(1) Un perro blanco mira a un gato y ladra.
Tenemos, en realidad, cuatro oraciones observacionales: «Perro», «Blanco», «Miragato» y «Ladra». Pero sucede que una simple unión es demasiado débil, pues no simplemente señalamos cuatro observaciones, por eso, es más cómodo postular un objeto, un perro, respecto al cual predicamos lo demás. Sin embargo, no necesitamos pensar que ese perro permanece en el tiempo, que sea un perro duradero.

Ahora bien, pongamos que queremos decir:
(2) Si un perro come carne podrida y enferma, en lo sucesivo evitará la carne.
Evidentemente aquí necesitamos postular un perro duradero. No basta, con decir ‘si-entonces’, como si dijésemos, «si llueve, el suelo se moja», pues estamos hablando del mismo individuo, que primero enferma y luego evita la carne.

Pero esto no nos debe llevar al error de pensar que hay un perro como una realidad ontológica al margen de mi lenguaje. Incluso en estos ejemplos más sofisticados, «la función de la reificación sigue siendo la anáfora, esto es, sigue consistiendo en poner el remache sobre aquel punto donde las referencias se cruzan. No es casualidad que esta tarea sea también realizada por los pronombres y las variables ligadas. Ser es ser el valor de una variable16». En definitiva, según Quine, nos comprometemos con los objetos que se relacionan con nuestras variables ligadas o con los pronombres del lenguaje ordinario, pero tales objetos son relativos a nuestro lenguaje, no absolutos ontológicos.

2. La ontología de Quine a examen
 2.1. ¿Desactivación de la ontología?

A continuación vamos a examinar detalladamente las consecuencias que se derivan de las tesis quineanas que acabamos de considerar.
De entrada, es importante darse cuenta que, en Quine, la ontología queda relegada a mero auxiliar de las oraciones observacionales y teóricas. Sostiene que «estas oraciones forman parte de una red que las conecta, y los objetos desempeñan en esa estructura el papel de meros nudos17».
La metáfora del «nudo» para explicar lo que son los objetos es muy sugerente y acertada para reflejar la posición de Quine. En efecto, un nudo es precisamente algo, de suyo, inexistente: no hay más que las cuerdas que se entrelazan. Esto equivale a decir que sólo hay oraciones observacionales («Perro», «Blanco», «Ve-gato»…), sus correspondientes estimulaciones nerviosas y la situación correspondiente18. Nosotros postulamos un nudo ideal de cruce (un objeto que es perro y que es blanco y que ve un gato…), pero en realidad no hay tal objeto. O mejor dicho, esa suposición es tan válida –o inválida– como cualquier otra alternativa. Lo único que habría que respetar, según Quine, serían las oraciones observacionales: «El que haya unos objetos u otros no afecta a la verdad de las oraciones observacionales, ni al apoyo que éstas proporcionan a las oraciones teóricas, ni al éxito predictivo de la teoría19».

Bajo el rótulo «No importa qué ontología», parágrafo 12 de La búsqueda de la verdad, Quine ilustra la relatividad ontológica recurriendo a lo que él llama «funciones vicarias», que ya había desarrollado en La relatividad ontológica20. Su tesis es que podemos sustituir mediante una función los objetos de nuestra ontología ordinaria, elemento por elemento. O sea, cada objeto ‘x’ puede ser sustituido por ‘fx’, y nuestros predicados ordinarios los reinterpretamos predicándolos con verdad de los nuevos ‘fx’. Pienso que el sentido de esta operación podríamos explicitarlo con el siguiente ejemplo. En nuestro hablar ordinario o técnico presuponemos una ontología de objetos medianos y persistentes en el tiempo, por eso hablamos de un Px, o sea, «x es un P», ahora tenemos que decir que «x es un f de un P». Por ejemplo, si decimos que «esto es un perro», ahora tendremos que reinterpretarlo como «esto es un estadio de perro». El nuevo objeto «estadio de perro» sustituye al viejo objeto «perro». Podríamos traducir este ejemplo a nuestro lenguaje ordinario del siguiente modo. En nuestro idioma, solemos decir «llueve» o «llueve aquí» o «llueve en Galicia», y no «esto llueve», puesto que para este caso no suponemos un sujeto que realice una acción: sólo hay proceso. Igualmente podríamos decir, siguiendo las propuestas de Quine, «perrea» o «perrea aquí» o «perrea en el jardín». De este modo eliminamos los viejos objetos y los substituimos por procesos temporales. Ciertamente reconoce Quine que «los cuerpos son nuestras reificaciones primigenias, unas reificaciones construidas sobre similaridades perceptuales innatas. Sería ciertamente gratuito canjearlos por sus vicarios; todo lo que quiero hacer notar es que podríamos hacerlo21». Y de hecho, argumenta Quine, lo hacemos por intereses teóricos como sucede en la física contemporánea. Queda claro, sin embargo, que los nuevos objetos (vicarios o científicos) no existen realmente, sino simplemente los postulamos, porque nos son más útiles para nuestros intereses vitales o teóricos: «Una ontología es empíricamente relevante sólo porque proporciona los nudos que entrelazan los hilos de la red teórica22».

 De este modo, Quine pretende que sus tesis son neutras respecto a la ontología. En La búsqueda de la verdad, culmina la exposición del capítulo sobre la referencia, precisamente con el parágrafo 13 titulado «La desactivación de la ontología23».

Ciertamente lo que exista en concreto en este mundo ha de determinarse de modo empírico, pero lo que, en general, puede existir, la tipología de los objetos, ha de ser determinado por la filosofía primera. Quine no quiere dar el paso hacia una ontología en sentido estricto, pero, y es aquí donde entra la principal crítica que deseo hacer a Quine en el presente artículo, me parece que tal «neutralidad» es imposible. En efecto, no se trata de que Quine niegue que los objetos de nuestra ontología ordinaria existan realmente, sino de que, en general, no hay objetos como entidades absolutas, independientes de nuestros predicados. Si Quine afirma que los objetos son «nudos» creados por nuestro lenguaje, eso significa que no existen «in re» tales nudos.
[…]

De todo esto, pienso que se puede concluir que una ontología procesual de carácter fenoménico, como la defendida por Quine, es imposible. Y esto no sólo por motivos ontológicos, sino principalmente por exigencias lógicas. La admisión de un sujeto real, último y determinado es absolutamente necesaria, pues, si no, nuestro hablar sobre el mundo carecería de sentido, se tornaría imposible.
* * *
Alfonso García Marqués Dpto. de Filosofía Universidad de Murcia E-30071 Murcia marques@um.es
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1 Quine, W., «Géneros naturales», en «La relatividad ontológica y otros ensayos», Tecnos, Madrid 1986, p. 163
2 Quine, W., «Pursuit of Truth», Harvard University Press, Cambridge 1990. Cito por la versión castellana «La búsqueda de la verdad», trad. de Javier Rodríguez Alcázar, Crítica, Barcelona 1992, p. 19. (En adelante, Quine, Verdad).
3 Quine, Verdad, p. 19.
4 Quine, Verdad, p. 19.
5 Quine, Verdad, p. 20.
6 Quine, Verdad, p. 21.
7 La extraña expresión ‘categórica observacional’ es la traducción que de ‘observation categorical’ ofrece Javier Rodríguez Alcázar. Aunque podría parecer que ‘observación categórica’ es mejor traducción, no es así. Doy por buena la de J. Rodríguez, pues pienso que hay que sobreentender ‘oración’. Es decir, se trataría de ‘oraciones categóricas observacionales’, en paralelo con las ‘observation sentences’, ‘sentencias (oraciones) observacionales’, de las que aquéllas serían una clase.
8 Quine, Verdad, p. 29.
9 Quine, Verdad, p. 31. No puedo entrar aquí en las muchas consecuencias de este planteamiento. Sólo señalo que contradice, en parte, la tesis de la lógica simbólica, incluida la interpretación del propio Quine. Según la lógica, las proposiciones cuantificadas universalmente no implican la existencia de sus posibles objetos, pero las categóricas observacionales focales son, evidentemente, universales y presuponen impresiones sensibles de objetos existentes. En ejemplos: «Todos los marcianos son verdes» es una proposición verdadera desde el punto de vista lógico, aunque los lógicos se apresuren a añadir, «vacuamente verdadera» por no existir marcianos. En efecto, dicha proposición lógicamente se formaliza así: «para todo objeto se cumple que si es marciano, entonces es verde». Pero Quine ahora sostiene que tales proposiciones son generalizaciones de observaciones sensibles, lo cual no el caso de las proposiciones lógicamente verdaderas sobre los marcianos.
10 Quine, Verdad, p. 45.
11 Quine, Verdad, p. 53. Nótese que Quine evita frecuentemente hablar de «propiedades», pero habla de «features» (rasgos o características). Me parece que la diferencia es puramente nominal. Esas dificultades son índice de la imposibilidad de eliminar totalmente las propiedades (aunque luego tengamos que discutir si todas son objetivas o hay otras ligadas a nuestra percepción, etc.). Sobre las dificultades de la posición de Quine, bien percibidas por él mismo, es interesante consultar el cap. 12, «Sobre la individuación de los atributos» de «Teoría y cosas» («Theories and Things», Harvard University Press, Cambridge 1981), donde –inútilmente– intenta hacer un esfuerzo de tolerancia hacia tales entidades: «Por el momento me propongo de tratar con tolerancia a los atributos o propiedades», p. 127.
12 Quine, Verdad, p. 46. Tres o cuatro años más tarde, en «Del estímulo a la ciencia» (Ariel, Barcelona 1998, pp. 36-53), Quine desarrolló de modo más técnico el proceso de reificación, pero sin que aportar diferencias de fondo con lo que había expuesto en «La búsqueda de la verdad».
13 Quine, Verdad, p. 47.
14 Quine, Verdad, p. 48.
15 Cfr. Quine, Verdad, p. 55. Recordemos la aversión de Quine a la lógica modal.
16 Quine, Verdad, pp. 55-56.
17 Quine, Verdad, p. 56.
18 Cfr. Quine, Verdad, p. 20. No olvidemos la actitud naturalista de Quine: «Doy primacía lingüística y conceptual a las cosas ordinarias […]. El peso que Russell colocó sobre los datos sensoriales, yo lo coloco sobre «inputs» neuronales […]. Soy capaz de adoptar esta postura a causa de mi naturalismo, de mi repudio de cualquier filosofía primera lógicamente anterior a la ciencia. Mi afinidad aquí no es con Russell sino con Neurath», «Reply to Stenius», «Synthese» XIX (1968) 269-272, p. 270.
19 Quine, Verdad, p. 56.
20 Cfr. Quine, «La relatividad ontológica y otros ensayos», Tecnos, Madrid 1986, pp. 76-80.
21 Quine, Verdad, p. 60.
22 Quine, Verdad, p. 59.
23 El título del parágrafo, en la edición inglesa de 1990, es «Ontological relativity», pero el traductor de la española, que traduce como «desactivación de la ontología», señala que ha basado su traducción en la nueva versión que Quine preparaba para una segunda edición; nueva versión inglesa, que yo no he podido consultar.
24 «…quizá descubramos que la misma noción de existencia, la tradicional, ha pasado a mejor vida. Puede que su lugar sea ocupado por una noción afín cuya similitud con la anterior nos permita seguir usando la misma palabra; así es como funcionan las cuestiones terminológicas», Quine, Verdad, p. 63.
25 Quine, Verdad, p. 104.
26 Quine, W., «Palabra y objeto», trad. Manuel Sacristán, Labor, Barcelona 1968, p. 65.
27 Sobre los objetos materiales como fusiones mereológicas, cfr. Pérez Otero, M., «Conceptos modales de identidad», Edicions de la Universitat de Barcelona, Barcelona 1999.
28 Blasco, J. Ll. «Compromiso óntico y relatividad ontológica», en Varios autores, «Aspectos de la filosofía de W.V. Quine», Dpto. de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Valencia, Valencia 1976, p. 131.
29 Quine, Verdad, p. 41.
30 Cfr. Pérez Fustegueras, A., «La epistemología de Quine», Fundación Juan March, Madrid 1981, pp. 30-35.
31 Inciarte, F., «Die Einheit der Aristotelischen Metaphysik», «Philosophisches Jahrbuch» 101 (1994), p. 11. (En adelante, Inciarte, Einheit).
32 Quine, Verdad, p. 55.
33 En esta argumentación presupongo la validez del principio de no contradicción: no es posible afirmar y negar el mismo predicado del mismo sujeto (simultáneamente, respecto a lo mismo, etc., y todas las demás precisiones habituales). Sobre la vinculación entre predicación, principio de no contradicción e identidad del individuo, me permito remitirme a mi artículos «Los que eso dicen destruyen la substancia y lo que era ser», en José Solana Dueso y otros (eds.), «Las raíces de la cultura europea» (Ensayos en homenaje al profesor Joaquín Lomba), Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza 2004, pp. 67-77; y «Substancia y principio de contradicción en el comentario de Averroes a Metafísica IV, 4', en «Averroes y los averroísmos». Actas del III Congreso Nacional de Filosofía Medieval, Sociedad de Filosofía Medieval, Zaragoza 1999, pp. 193-204.
34 Cfr. Inciarte, Einheit, p. 9.
35 Por supuesto, Quine no estaría de acuerdo en absoluto con lo que escribo en este párrafo, pues afirma que todas las propiedades están al mismo nivel: tan sólo se destacan unas u unas u otras por intereses circunstanciales. Sin embargo, ¿caracterizan igualmente a Sócrates ser hombre, que ser griego, que haber estornudado tal día en tal momento?
36 Cfr. Inciarte, Einheit, pp. 9-11. 37 Cfr. Inciarte, Einheit, p. 12.
38 Comenta Inciarte, Einheit, p. 18: «Realismo y rechazo de la substancia, que en cada instante está toda (o sea, que no tienen ningún trozo temporal) son incompatibles, asimismo y por el mismo motivo son incompatible esencialismo y holismo. Si todo (anaxagoréicamente) está ya contenido en todo, permanecer y pasar así como devenir en general son sólo apariencias, epifenómenos».




viernes, 22 de mayo de 2020

El holismo pragmático de Willard Van Orman Quine

El holismo pragmático de Willard Van Orman Quine



Willard Van Orman Quine
Cayetano Acuña Vigil   |   

Willard Van Orman Quine fue un filósofo estadounidense, reconocido por su trabajo en lógica matemática y sus contribuciones al pragmatismo como una teoría del conocimiento. WVO Quine es uno de los filósofos eminentes del siglo 20. (EE. UU. 1908 - 2000). Profesor de la Universidad de Harvard, desarrolló diversos trabajos en lógica matemática; entre ellos están sus “Nuevos fundamentos de lógica matemática” (presentados en 1936 y publicados por vez primera en 1937), con la formulación de un lenguaje al cual puede traducirse toda la lógica en el sentido de los Principia Mathematica. Quine ha realizado también diversas contribuciones a lo que llama la teoría de la referencia y a lo que califica de teoría de la significación. Estas dos teorías se hallan habitualmente (y ambiguamente) incluidas bajo el nombre 'semántica', pero Quine declara que conviene no confundirlas, pues de lo contrario se hace imprecisa la fundamental distinción, ya establecida por Frege, entre la significación de una expresión y aquello a lo cual la expresión se refiere, es decir, lo que nombra.
Desde el punto de vista filosófico destacan en la obra de Quine sus Investigaciones ontológicas. También una importante teoría de Quine es la que ha formulado en oposición a la vez al reduccionismo y a la división rígida de los enunciados en analíticos o sintéticos. En contra de las citadas tesis, Quine propone una concepción epistemológica que A. Hofstädter ha calificado de holismo (totalismo) pragmático  y que consiste en concebir el conjunto del lenguaje del conocimiento como un todo estructural que responde como todo a la experiencia.

Quine sostuvo que la quiebra de la dicotomía analítico-sintética está ligada a la idea de un continuo teórico , de una arquitectura de enunciados de muy diversas clases que sólo tocan a la experiencia por algunos de sus bordes, lo que constituye la "Tesis Duhem-Quine".(Críticas conexas). El enfoque de Quine sobre el principio de economía en la ciencia es bien conocido y de larga data. En From stimulus to Science Quine encuentra aplicación de este principio a la exposición de su propia filosofía. Aquí (si no contamos el apéndice sobre predicados funtores), se tiene un recuento integrado de sus puntos de vista.
Esto gira alrededor de uno de las grandes temas filosóficos del siglo XX: una visión de Quine de la historia de la filosofía, desde Thales hasta el presente, una visión naturalista del desarrollo de la ciencia y el aprendizaje de la lengua, la naturaleza de la reificación y especulaciones sobre sus orígenes, la lógica cuantificacional y un enfoque sobre los predicados funtores , la intersubjetividad de la ciencia y sus raíces, el estado de las matemáticas y su "reducción gloriosa" (p . 41) a la teoría de conjuntos, una relación precisa de la denotación y la verdad, el argumento de las funciones de representación de la indeterminación de la referencia [1], la indeterminación de la traducción, y un tratamiento fisicalista de lo mental, [3] incluyendo las actitudes proposicionales.
Lo ideal sería que tales tratamientos económicos de asuntos complejos y de gran alcance deban negociar tanto el Escila del estudiante perplejo y el Caribdis del cognoscente aburrido. Quine aclara al primero, colocando su estilo lúcido y entretenido al servicio de una exposición organizada y bien desarrollada. Para los lectores experimentados parecería que la mayoría de los puntos de vista de Quine no han tenido cambios.
Pero sin embargo ha habido un giro que empezó con el anterior libro En búsqueda de la Verdad (revised edition), Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1992), giro que lo separa de su análisis característico a partir de Word and Object (Cambridge, Mass.: MIT Press, 1960).
Para Quine las sentencias observaciónales están en el centro de su punto de vista acerca de cómo la ciencia llega a tener el contenido empírico que tiene y cómo el lenguaje significa lo que tiene. Un enunciado observacional es uno en el que la respuesta del hablante está estrechamente ligada a su experiencia inmediata y, además, coincide con la de otros en su comunidad, que han pasado por experiencias similares. Porque en relación a las oraciones de observación en las teorías científicas, en el primer caso la ciencia se basa en la experiencia, mientras que el segundo asegura su objetividad, o por lo menos su intersubjetividad. Asimismo, según Quine, las sentencias de observación hacen posible el aprendizaje de un lenguaje. Su enlace directo a la experiencia permite aprender cualquier lenguaje, y la compartibilidad de las experiencias que los provocan hace posible la adquisición del lenguaje de los demás, así como la comunicación con ellos.
Quine, cauteloso de la noción de experiencia no reconstruida, se propone su rehabilitación. La sustituye con lo que se llama estímulo global: básicamente, la recopilación de todos los receptores sensoriales superficiales de la persona activa en algún momento. En cuanto a esto, define la noción del significado del estímulo de una frase para el hablante.: vagamente, la clase de estímulo global que provocaría la conformidad del hablante con la frase. (Ver Palabra y objeto, [secciones 9 y 10]. La Traducción fue vista entonces como limitada por los hechos sobre el significado de los estímulos. Estos hechos fueron los que hicieron que la traducción se esforzara por ser fiel. El objetivo del traductor, aunque en realidad no conciba esto en su práctica, fue el de que los significados de los estímulos de diferentes hablantes coincidan con las frases de su lengua.
Este enfoque operativo por unos treinta años, ha sido abandonado. El punto clave para Quine es que los estímulos globales no pueden ser compartidos: la neurofisiología de los individuos varía tanto que uno no puede ni siquiera plausiblemente hablar de una homología de receptores de superficie. En el ámbito de la neurofisiología del hablante, reina la privacidad. (Véase La Búsqueda de la verdad, [secciones] 16, p. 20.)
Así, mientras que se puede seguir hablando del significado del estímulo de una frase de un orador, este sigue siendo único para el hablante. La traducción de este modo no puede consistir en el emparejamiento de los significados de los estímulos intersubjetivos de los hablantes, ya que estos simplemente no existen.
Este libro presenta la totalidad de su filosofía, incluyendo su pensamiento sobre todos los componentes clave de su postura epistemológica, sobre todo el valor de la lógica y las matemáticas.
En este libro, basado en sus conferencias dictadas en España en 1990, Quine comienza por localizar su obra histórica. Él proporciona una visión de la historia de la filosofía (en particular la historia de la epistemología), a partir de Platón y que culmina en un boceto en donde aprecia las ambiciones filosóficas de Carnap y sus logros. Esto conduce, en el segundo capítulo, a un intento de introducción de Quine de naturalizar la epistemología, lo que pone de relieve su continuidad con Carnap en lugar de las diferencias. Los siguientes capítulos desarrollan la historia naturalista del desarrollo de la ciencia para tener en cuenta de cómo nuestro aparato conceptual ha mejorado para que podamos ver el mundo como contenedor de objetos de identificación.
Después de explicar el papel de las oraciones observacionales como control para evaluar las teorías científicas, y habiendo perdido la esperanza de construir un criterio empírico para determinar qué frases tienen sentido, Quine en los restantes capítulos recoge una serie de cuestiones importantes sobre el conocimiento. Concluye con un tratamiento prolongado de sus puntos de vista acerca de la referencia y el significado y de sus actitudes hacia las nociones psicológicas y modales.
Una importante y muy discutida teoría de Quine es la que ha formulado en oposición a la vez al reduccionismo y a la división rígida de los enunciados en analíticos o sintéticos [2]. En contra de las citadas tesis, Quine propone una concepción epistemológica que A. Hofstädter ha calificado de holismo (totalismo) pragmático y que consiste en concebir el conjunto del lenguaje del conocimiento como un todo estructural que responde como todo a la experiencia. Ésta afecta directamente a las partes externas del todo e indirectamente a las partes internas (compuestas de «mitos» y «ficciones»)
Lo que se elige con intención pragmática es, pues, no solamente el lenguaje a priori, sino también el a posteriori, que se hallan en una relación contínua. De este modo Quine propugna un empirismo antidogmático que permita comprender la estructura efectiva de las teorías científicas (o de todo lenguaje sobre la realidad) en cuanto herramientas que permiten predecir la experiencia futura a la luz de la pasada y que experimentan modificaciones «internas» de carácter estructural de acuerdo con dicha pretensión.
Referencia de algunas de sus obras
Methods of Logic
Este libro de texto de Lógica formal moderna contiene la incorporación de notación actualizada, respuestas selectivas a los ejercicios, tratamiento ampliado de la deducción natural, y discusiones de la nueva lógica de predicados-funtores y las afinidades entre la teoría de conjuntos mayores y la lógica elemental de términos.
Philosophy of Logic
Quine fue un magistral expositor de lógica. El campo en el que se hizo prominente es el de la filosofía de la lógica, en la que Filosofía de la Lógica es una introducción breve y brillante. Quine persigue su visión filosófica con una coherencia inflexible de propósitos que hace que sus doctrinas sean imposible de ignorar. En virtud del amplio poder intelectual, y la fertilidad de sus ideas y la brillantez de su presentación, Quine es uno de los más distinguidos e influyentes de los filósofos del siglo XX.
Contenido
1. Significado y Objeciones verdaderas a las proposiciones; Proposiciones como información; La prolijidad del significado empírico; Desestimación de Proposiciones; Conformidad de Verdad y semántica; Tokens y oraciones eternas.
2. Gramática por recursión, Categorías, inmanencia y trascendencia; Objetivo gramático reexaminado; Lógica gramatical; Dispositivos redundantes; Nombres y funtores; Lexicon, Partículas y nombres; Criterio de Lexicon; Tiempo, eventos, adverbios; Las actitudes y la modalidad.
3 Verdad y satisfacción; satisfacción por secuencias; la definición de Tarski de la verdad; La paradoja en el lenguaje objeto; Resolución en la teoría de conjuntos.
4 Verdad Lógica en términos de estructura; en términos de sustitución; en términos de modelos; Lla adecuación de la sustitución; Ahorro en conjuntos; En términos de prueba; En términos de la gramática.
5 El Alcance de las afinidades lógicas de la identidad; la identidad reducida; Teoría de conjuntos, Teoría de conjuntos con vestido de oveja, la lógica con piel de lobo; Ámbito de aplicación de la teoría virtual; La cuantificación de clase simulada; Otras cuantificación simulada; Anexos.
6 Deviant LogicsChange de la lógica; el cambio de sujeto; la lógica en la traducción; la Ley del tercero excluido; El debate sobre la dicotomía; Intuicionismo; cuantificadores ramificados; cuantificación sustitucional; Su fuerza.
7 La base de la verdad lógica; La figura de una teoría; Un dualismo insostenible; El lugar de la lógica.
Elementary Logic
Este libro, desde su primera aparición en 1941 es ampliamente empleado, a pesar de su brevedad, siendo notable por su alcance y el rigor. Proporciona técnicas sencillas para la aplicación de la lógica moderna. Explica los conceptos básicos formales, trata con cierta extensión la paráfrasis de las palabras a los símbolos, y proporciona un procedimiento de prueba se para la función de verdad lógica junto con un procedimiento de prueba completo de la lógica de los cuantificadores. Presenta técnicas fundamentales de prueba y demostración, cambio de notación, y actualización de la terminología. El trabajo proporciona convenientes mínimos esenciales en el campo de la lógica.
Mathematical Logic
Este libro es una excelente presentación sistemática de la lógica matemática, con un tratamiento claro, exacto y exhaustivo. El libro del profesor Quine Combina la claridad ejemplar y la precisión con una intensidad inusual y originalidad en el estilo que en realidad hace que la lectura de la obra sea una aventura fascinante. Cada sección de este libro proporciona no solo evidencia de la habilidad poco común, tanto en la investigación y la comunicación, sino que es un texto fundamental para todos los que tienen interés en la lógica matemática.
Principales Obras
A System of Logistic, 1934.
—Mathematical Logic, 1940; 2.a ed., rev., 1951; reimp. 1962; nueva ed., rev., 1982 (trad. esp.: Lógica matemática, 1972). 1951, (1940). Mathematical Logic. Harvard Univ. Press.
—Elementary Logic, 1941; 2.ª ed., rev., 1965. 1980 (1941). Elementary Logic. Harvard Univ.
Press.
—O sentido da nova lógica, 1942 (trad. esp.: El sentido de la nueva lógica, 1958).
—Methods of Logic, 1950; 3.ª ed., rev., 1972 (trad. esp.: Los métodos de la lógica, 1964; nueva ed., 1980). 1982. Methods of Logic. Harvard Univ. Press.
—From a Logical Point of View, 1953; reed., con un nuevo prefacio, 1980 (trad. esp.: Desde un punto de vista lógico, 1962). ). From a Logical Point of View. Harvard Univ. Press. Contains "Two dogmas of Empiricism."Desde un punto de vista lógico. Barcelona, Ariel. Trad. Manuel Sacristan, 1962, pp. 248
—Selected Logic Papers. New York: Random House. 1966.
—With J. S. Ullian. The Web of Belief. New York: Random House. 1970 (2nd ed., 1978).
—Word and Object. MIT Press; The closest thing Quine wrote to a philosophical treatise. Chpt. 2 sets out the indeterminacy of translation thesis. 1980 (1953, 1960)
—Word and Object, 1960 (trad. esp.: Palabra y objeto, 1968).
—Set Theory and Its Logic, 1963; 2.ª ed., rev., 1969.
—The Ways of Paradox, and Other Essays, 1966; 2.ª ed., aum. 1976. The Ways of Paradox. Harvard Univ. Press. 1976 (1966).
—Ontological Relativity and Other Essays. Columbia Univ. Press. Contains chapters on ontological relativity, naturalized epistemology and natural kinds. 1969
—Ontological Relativity and Other Essays, 1969 (trad. esp.: La relatividad ontológica y otros ensayos, 1974).
—Set Theory and Its Logic. Harvard Univ. Press. (1963), 1969,.
—The Time of My Life – An Autobiography. Cambridge, The MIT Press. 1986: Harvard Univ. Press. 1985
— The Philosophy of Logic. Harvard Univ. Press. (1970), 1986
—Philosophy of Logic, 1970 (trad. esp.: Filosofía de la lógica, 1973).
—Quiddities: An Intermittently Philosophical Dictionary. Harvard Univ. Press. A work of essays, many subtly humorous, for lay readers, very revealing of the breadth of his interests. 1987
— Pursuit of Truth. Harvard Univ. Press. A short, lively synthesis of his thought for advanced students and general readers not fooled by its simplicity.
(1990), 1992
—Pursuit of Thruth, 1990 (trad. esp.: La búsqueda de la verdad, 1992).
—The Roots of Reference, 1973 [The Paul Carus Lectures, 1971] (trad. esp.: Las raíces de la referencia, 1977).
—Theories and Things, 1981 (trad. esp., Teorías y cosas, 1985).
— La scienza e i dati di sensi, 1987.
—From Stimulus to Science (Del estímulo a la ciencia) [Lecciones de la Cátedra Ferrater Mora. Universidad de Girona, 1990].
Notas
[1] cfr. Quine WVO, Desde un punto de vista lógico, Notas acerca de la teoría de la referencia, cap VII, p. 189-200
[2] cfr. Quine WVO, Desde un punto de vista lógico, Dos dgmas del empirismo, cap. II, p. 49-81
[3] Consultar la obra de: Gilbert Ryle, John Searle, Deirdre Wilson


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