Del Homo economicus al Homo empaticus
Por: Autor invitado | 30 de octubre de 2013
Por Sonia Felipe Larios
¿Es el hombre egoísta por naturaleza, como pensaban Bentham o Hobbes, o nada de lo que es humano nos es ajeno, como sostenía Terencio? Las facultades de Economía y las escuelas de negocio han promovido durante años la idea de un ser egoísta por naturaleza, el Homo economicus, genéticamente determinado para adoptar decisiones racionales en su propio interés. Lo curioso es que la suma de estas decisiones racionales y egoístas llevaban a una suerte de armonía social gracias a la existencia de “fuerzas reguladoras” como la famosa mano invisible del mercado de Adam Smith.
La teoría del Homo economicus, concebida por los utilitaristas ingleses del siglo XIX, con John Stuart Mill a la cabeza, ha predominado en la cultura económica y social hasta nuestros días. Los libros de Sociología y Empresa analizan la teoría de juegos o el equilibrio de Nash como ejemplos de que nuestra propia naturaleza nos empuja a decisiones racionales egoístas. Esto, a pesar de que la colaboración promete mejores resultados, como se desprende del famoso dilema del prisionero.
Los efectos de este paradigma económico son visibles en la crisis actual que atravesamos, que algunos han definido como crisis moral o de valores. El Homo economicus basa sus decisiones considerando su propia función de utilidad personal, haciendo continuamente cálculos de coste de oportunidad. Fernando Esteve Mora, profesor de Teoría Económica en la Universidad Autónoma de Madrid, invitaba recientemente en su artículo “Hombres (poco) económicos” a dejar de ser un agobiado Homo economicus y tratar de ser solo homo. Esteve se preguntaba también si en el actual marasmo de la economía española tiene alguna culpa la expansión brutal de la subespecie del Homo ecomomicus por nuestra sociedad.
Frente a un modelo económico caduco, hoy en crisis, surgen miradas alternativas al enfoque predominante. Desde la idea de capitalismo con rostro humano a la Economía de la Felicidad, que propone incluir el grado de bienestar o felicidad en la medición del PIB, el modelo del balance de la Economía del Bien Común o los estudios de la Economía del Comportamiento.
Recientemente la revista “Nature Communications” publicaba una investigación que pone en evidencia la idea de que el conflicto, basado en una premisa egoísta, aportaba una ventaja evolutiva, y resaltaba que colaborar compensa a largo plazo. Algo de lo que adolece el Homo economicus, un ser aislado y orientado a buscar el beneficio personal inmediato, sin considerar el bienestar de los demás y del propio planeta. Para el estudio se analizaron cientos de miles de estructuras formalizadas de incentivos, utilizando un poderoso modelo computarizado para un sinfín de combinaciones posibles. Los resultados mostraban que al final prevalecen los grupos más colaboradores.
Frente a las tesis de un ser humano determinado genéticamente para ser egoísta, existen múltiples ejemplos de que la cooperación, y no solamente la competencia, está en la naturaleza de los seres humanos y de otras especies de forma cotidiana. Como se recoge en el reportaje ¿Por qué cooperamos?, publicado por la revista "Investigación y Ciencia", el ser humano es la especie más cooperativa de todas. “Los humanos nos ayudamos en un sinfín de actividades, desde procurarnos sustento hasta buscar pareja o defender el territorio”, afirman.
Pero, ¿cómo llevarlo a la práctica en el mundo económico? Marc Eguiguren, profesor de Administración de Empresas de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) y autor del libro Empresa 3.0 considera que el cambio hacia un modelo económico más sostenible“provendrá de la adopción de criterios éticos y responsables por parte de empresas y consumidores”.
En su libro “Liderar desde un futuro emergente”, Otto Scharmer y Katrin Kaufer, académicos del Massachusetts Institute of Technology, describen la evolución desde un sistema económico egoísta hasta un ecosistema económico que tiene en cuenta el bienestar de los demás. Según los autores, no hallaremos soluciones a la actual crisis utilizando el mismo paradigma económico del pasado. Es preciso mirar al futuro y crear conjuntamente entre todos -empresas, consumidores, sociedad civil, gobiernos y líderes en general- un nuevo marco económico más justo que sustituya la vieja supremacía del libre mercado. Dejar de lado al Homo economicus y dar paso al Homo empaticus.
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