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viernes, 30 de agosto de 2013

EL FANTASMA DEL DESARROLLO EN AMÉRICA LATINA

Aníbal Quijano

 Desarrollo es un término de azarosa biografía en América Latina. 
Desde la Segunda Guerra Mundial ha cambiado muchas veces de identidad y de apellido, tironeado entre un consistente reduccionismo economicista y los insistentes reclamos de todas las otras dimensiones de la existencia social. Es decir, entre muy diferentes intereses de poder. Ha sido acogido con muy desigual fortuna de un tiempo a otro de nuestra cambiante historia. Al comienzo, sin duda, fue una de las más movilizadoras propuestas de este medio siglo que llego a su fin. Sus promesas arrastraron a todos los sectores de la sociedad y de algún modo encendieron uno de los más densos y ricos debates de toda nuestra historia, pero fueron eclipsándose en un horizonte cada vez más esquivo y sus abanderados y seguidores fueron enjaulados por el desencanto. 
Ayer no más, parecía no sólo desprestigiado y en desuso, sino enterrado entre los escombros de esperanzas frustradas y de batallas perdidas y bajo un densa pila de textos dedicados, unos, a testimoniar el desencanto y a la desmistificación del “discurso del desarrollo”1 , y otros a convencernos de que fuera de la ganancia y del mercado todo es ilusión. Hoy, no obstante, se nos convoca a volver a buscarlo entre las mallas de una nueva configuración de poder que se conoce con el nombre de globalización. 

¿Significa esto que el desarrollo es, o podrá ser, de nuevo una bandera en el horizonte de las próximas contiendas por el sentido de la historia que viene? 

¿O es más bien la evocación de un fantasma que, como el de Elsinor, podrá quizás presidir desde las sombras la intempestiva furia que ponga fin a la prolongada vacilación del Hamlet latinoamericano? 

Esas preguntas se refieren, de todos modos, no sólo al futuro de América Latina. Después de varias décadas de experiencias, debates y frustraciones, y en un contexto histórico enteramente cambiado, su indagación no debe ser realizada con los mismos supuestos, ni desde la misma perspectiva de conocimiento que presidió el debate del período anterior, pues arriesga llegar, como entonces, al mismo ciego callejón de donde puede no salir. Algunas cuestiones son cruciales y requieren ser abiertas en el punto de partida mismo del nuevo debate. A ese propósito se dirigen las notas que siguen. 

¿Qué es pues lo que se desarrolla ? 
Immanuel Wallerstein ha señalado más de una vez que lo que se desarrolla no es un país -una definida jurisdicción estatal sobre un territorio y sus habitantes- sino un patrón de poder o, en otros términos, una sociedad. Derrotadas hasta hoy las demás opciones, el patrón de poder hoy vigente es, aún, el capitalismo, esto es, la sociedad capitalista (Wallerstein, 1996, 195-207).

Dentro del debate sobre desarrollo-subdesarrollo, esa es una aseveración correcta en lo fundamental. En efecto, el capitalismo, un patrón de dominación/explotación/conflicto, articulado en torno del eje capital-trabajo mercantizado, pero que integra todas las otras formas históricamente conocidas de trabajo, se constituyó con América desde hace 500 años como una estructura mundial de poder. Se desarrolló desintegrando a todos los previos patrones de poder y absorbiendo y redefiniendo aquellos elementos y fragmentos estructurales que le fueran útiles o necesarios, e imponiéndose exitosamente hasta la fecha sobre todos los posibles patrones alternativos2. Este patrón de poder se ejerce, globalmente y desde sus comienzos, en todo el planeta. Pero no existe, ni existió en momento alguno, de modo históricamente homogéneo en todo el espacio mundial. Lejos de eso, por su propio carácter, el capitalismo articula múltiples espacios-tiempos o contextos que son histórica y estructuralmente desiguales y heterogéneos y configura con todos ellos un mismo y único orden mundial. En otros términos, este patrón de ...........



1 Desde fines de los años setenta se generaliza la desconfianza en el desarrollo. Marshall Wolfe, sin duda uno de los perspicaces estudiosos del tema, publica en 1981 Elusive Development. Recientemente, la traductora de Workers of the World at Century´s End de Giovanni Arrighi (1997) encontró que en portugués el título más apropiado era La ilusao do desenvolvimento (1998) y Arturo Escobar dedicó un largo texto a La invención del Tercer Mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo (1998).
 2 Los laberintos del debate contemporáneo hacen necesario insistir, aún, en lo que a esta altura de la historia debiera ser obvio: que el capitalismo no es lo mismo que el capital. Se funda en éste, pero no se agota, ni, por lo tanto, se identifica únicamente con él. Capitalismo es la configuración mundial de poder -dominación/explotación/ conflicto- que se articula en torno del capital, que es una relación específica de poder entre los controladores del trabajo asalariado y de sus respectivos recursos y productos. El capital es dominante dentro del capitalismo, mundialmente en consecuencia, pero en la historia desde América nunca ha existido sólo, aislado, ni separado de todas las demás formas de organización del trabajo: esclavitud, servidumbre, pequeña producción mercantil independiente, reciprocidad. Se ha desarrollado dentro de esa configuración mundial de poder y no es probable que tal desarrollo hubiera sido posible de otro modo. Esa es la perspectiva derivada de la obra de Marx y retornada al debate mundial principalmente por Immanuel Wallerstein, aunque ya estuvo presente en el debate latinoamericano posterior a la Segunda Guerra Mundial. Desde esta perspectiva, ni el capital, ni el capitalismo, es decir, ninguno de los componentes del patrón mundial de poder, pueden ser entendidos por separado, ni la ubicación particular de los países, regiones, o espacios-tiempo, en la historia del capitalismo mundial 

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