¿Preparado para
tomar riesgos?
Evidencia experimental
sobre la aversión y la
atracción al riesgo
Antoni Bosch-Domènech
Joaquim Silvestre i Benach
“El miedo al daño debería ser proporcional no
sólo a la gravedad del daño, sino también a la
probabilidad del evento,” Ars Cogitandi, 1662.1
1. Introducción
Usted está en apuros. Ha estado buscando una
casa para comprar y, ahora, después de meses de
búsqueda, le han ofrecido dos posibilidades
interesantes. ¿Cuál debe escoger? No es una
decisión fácil de tomar. Una es mejor, pero
también es más cara. ¿Puede usted permitirse
asumir tanta deuda? ¿Estaría tomando demasiado
riesgo? Decisiones relacionadas con la adquisición
de una casa ocurren con poca frecuencia en la
vida de una persona. Otras decisiones como
comprar bienes duraderos, ahorrar, invertir,
contratar un seguro o vender su propio trabajo
son decisiones mucho más frecuentes. Lo que
todas estas decisiones tienen en común es que
comportan un riesgo. Y muchas de estas
decisiones son tomadas a diario. La incertidumbre
siempre está presente y usted nunca puede estar
completamente seguro de las consecuencias de
sus decisiones. Por ello, todos los ámbitos de la economía hunden sus raíces en un entorno
incierto, y la modelización económica tiene que
hacer frente a la duda.
Un tema básico de todo modelo económico es
la actitud ante el riesgo de sus protagonistas:
¿cuándo muestran las personas aversión o
atracción al riesgo? ¿Qué factores influencian la
atracción al riesgo? ¿Qué elementos influyen en
las actitudes frente al riesgo? Responder estas
preguntas es un requisito previo indispensable
para explicar el comportamiento económico. Es
más, comprender las actitudes ante el riesgo es
crucial para la política y para el diseño de
instituciones. Si las personas pobres fueran menos
aversas al riesgo, ¿debería el gobierno
subvencionar unos seguros obligatorios para
ellos? Si las actitudes de riesgo de personas
vienen condicionadas por la edad, educación,
experiencia, riqueza u otras circunstancias
cambiantes, tenemos que aceptar la idea de que
aquello que las personas escogen para sí mismas
en un determinado momento, podría ser
considerado después por ellas mismas contrario a
sus mejores intereses. Si fuera así, ¿no debería la
sociedad adoptar una actitud más paternalista
hacia sus miembros?
Por cierto, en el caso de usted, ¿cambia su
actitud ante el riesgo dependiendo de la decisión a
la que se enfrente? Suponga que usted tiene que
escoger entre (1) jugar a una lotería con una
probabilidad del 0,8 de ganar un premio de 10 €
y (2) una ganancia segura de 8 €. ¿Preferiría tomar
el riesgo de ganar la cantidad mayor (o nada) o
preferiría en cambio quedarse sin más con los 8
€? El valor esperado de esta lotería precisamente
es 8 €. Si usted prefiere la lotería, entonces
decimos que usted manifiesta atracción al riesgo.
Si usted escoge la ganancia segura, entonces
decimos que usted manifiesta aversión al riesgo.
Ahora imagine que la cantidad de dinero en
juego no es de 10 € sino de 1.000.000 €. ¿Sería
su decisión similar? Finalmente, imagine que le
piden que escoja entre (1) una pérdida incierta
de 10 € con una probabilidad del 0,8, y (2) la
pérdida segura de 8 €. ¿Sería su decisión similar?
Y ¿piensa que su hija, su vecino, su compañero/a,
escogería como usted? Quizás no. De hecho,
tenemos la fortuna de que los seres humanos
difieran en su apetito por el riesgo.
Daniel Bernoulli (1738), uno de los primeros
pensadores en analizar el riesgo, creía que la
aversión al riesgo era universal: en sus palabras
“Cualquier persona que apuesta cualquier parte
de su fortuna, por pequeña que sea, en un juego
matemáticamente igualado actúa
irracionalmente…”.2 Con posterioridad, el análisis
de la toma de decisiones bajo incertidumbre ha
tendido a centrarse en la aversión al riesgo,
relegando la atracción al riesgo a la categoría de
excepción poco interesante. La aversión al riesgo
en decisiones que involucran cantidades de
dinero significa que el decisor tolerará o asumirá
riesgo sólo si los ingresos monetarios esperados
en la alternativa incierta son más altos que en la
alternativa cierta, es decir, cuando la esperanza
matemática de la alternativa incierta sea mayor. La
gran mayoría de la literatura económica estudia la
conducta ante el riesgo bajo el doble supuesto de
aversión al riesgo e ingresos netos esperados
positivos, como Christian Gollier (2001)
ejemplifica en su reciente tratado. Por otro lado,
la concepción de 1979 de la Teoría de las
Perspectivas (“Prospect Theory”) de Daniel
Kahneman, que posteriormente sería galardonado
con el Premio Nobel, y su coautor habitual Amos
Tversky popularizó la noción de que los
individuos muestran aversión al riesgo para
ganancias y atracción al riesgo para pérdidas.3
En nuestra búsqueda para entender los
factores que influyen en las actitudes ante el
riesgo nos centramos en las siguientes preguntas:
(1) ¿Cambian las actitudes ante el riesgo
cuando hay más dinero en juego?
(2) ¿Están las personas más predispuestas a
aceptar riesgos cuando aumenta la probabilidad
de perder?
(3) ¿Tienden las personas a mostrar más
atracción al riesgo cuando se enfrentan a
pérdidas que cuando se enfrentan a ganancias?
(4) ¿Influye la riqueza personal en la actitud
ante el riesgo?
Nos planteamos estas cuestiones adoptando el
método experimental. En cualquier análisis
científico, las ventajas principales de obtener
datos a partir de experimentos de laboratorio son
la repetibilidad y el control. La repetibilidad se
refiere a la capacidad de otros investigadores de
repetir el experimento, crear un nuevo conjunto
de datos y verificar independientemente los
resultados. El control es la capacidad de
manipular las condiciones del laboratorio para
que la conducta observada pueda usarse para
establecer causalidad, así como para evaluar
teorías y políticas alternativas y medir el
comportamiento. En las ciencias sociales, los
experimentos del laboratorio han descubierto
regularidades del comportamiento humano e
inferido algunos de los principios que parecen
regir la toma de decisiones.
Nuestro trabajo experimental (BoschDomènech y Silvestre, 1999, 2002, en prensa) no
se centra en la medición del nivel de tolerancia
del riesgo bajo condiciones favorables desde el punto de vista actuarial, sino en las condiciones
bajo las cuales aparecen la atracción o la aversión
al riesgo. Por ello, nosotros planteamos a los
participantes de nuestros experimentos (o
“sujetos”) la elección entre una lotería y su valor
esperado.4 Las loterías están caracterizadas por
unas probabilidades del 0,2 o del 0,8, lejos de los
extremos.
Nuestros resultados parecen reivindicar la vieja
tradición iniciada por Bernoulli, siempre que
estén en juego cantidades sustanciales de dinero,
porque constatamos que cuando toman
decisiones en los que las ganancias o las pérdidas
son suficientemente grandes, la gran mayoría de
individuos es aversa al riesgo. Sólo cuando las
cantidades de dinero son pequeñas, el
comportamiento individual resulta ser más
heterogéneo. Parece como si las personas,
cuando algo importante está en juego, son
aversas al riesgo. Esto contrasta con la opinión
convencional a partir de Kahneman y Tversky
que la atracción al riesgo domina cuando las
personas se enfrentan a pérdidas potenciales.
De todas maneras, sí que observamos un
grado de atracción de riesgo que varía
respondiendo a tres efectos que identificamos.
Como ya dijimos, en respuesta a la pregunta (1),
observamos que las personas tienden más a
mostrar aversión al riesgo, tanto con las ganancias
como para las pérdidas, cuando la cantidad de
dinero en juego aumenta: esto lo denominamos
el efecto de cantidad. Respondiendo a la pregunta
(2), identificamos un efecto de intercambio de
probabilidades (o simplemente, efecto de
intercambio), según el cual las personas tienden
más a mostrar atracción al riesgo a medida que la
probabilidad de no obtener una ganancia pasa
del 0,2 al 0,8.5 Respecto a (3), descubrimos que
las personas tienden más a mostrar atracción al [....]
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