ESCRIBA LO QUE DESEA LEER EN ESTE BLOG

jueves, 6 de octubre de 2022

El Compendio de Historia Económica del Perú - El cuarto tomo del Compendio de Historia Económica del Perú cubre el período 1821-1930.

El Compendio de Historia Económica del Perú comprende cinco tomos correspondientes respectivamente a los períodos prehispánico, colonial temprano, colonial tardío, siglo XIX y siglo XX. Representa un esfuerzo del Banco Central de Reserva del Perú y del Instituto de Estudios Peruanos por poner al alcance de la comunidad científica y del público en general, los avances más relevantes en el conocimiento de los procesos de producción, comercialización y consumo en el Perú a lo largo de sus distintas épocas. 

Este tomo desarrolla la evolución de la economía peruana a lo largo de la primera centuria de vida independiente, extendiendo el análisis desde el inicio de la república hasta la ocurrencia del “crack” mundial de 1929. El periodo cubierto corre así entre 1821 y 1930. Durante esa larga centuria acontecieron importantes episodios que marcaron nuestro pasado económico, tales como el apogeo de las exportaciones de guano, la derrota en la guerra del salitre y la adopción del patrón oro para el sistema monetario. Fue propiamente la época de transición entre la organización económica colonial y la consolidación de una economía nacional. 

El cuarto tomo del Compendio de Historia Económica del Perú cubre el período 1821-1930. 

Introducción

Esto es, desde la independencia hasta el momento en que la crisis económica mundial iniciada en octubre de 1929 impactó en la economía peruana. Se trata de un lapso poco mayor a un siglo, que resultó decisivo para la historia del Perú por corresponder a la época que siguió inmediatamente a la independencia. Fue el momento en que debieron tomarse las decisiones fundadoras acerca de la organización política y económica de la nación, que por el hecho de tener dicho carácter, luego no tuvieron fácil marcha atrás. La guerra del salitre, entre 1879-1883, dividió claramente este período en dos etapas. La primera, entre 1821-1883, fue propiamente la de posindependencia; vale decir, el lapso en que debieron resolverse los problemas planteados por la nueva situación política resultante del rompimiento con la metrópoli española. Algunos de ellos eran urgentes y requerían respuestas inmediatas. La segunda, entre 1883- 1930, se asemejó mucho a la primera, en el sentido de emerger de una guerra y de los problemas derivados de la pérdida de riqueza y legitimidad política por parte de la clase gobernante, pero también tuvo algunos elementos distintos. Detengámonos un poco en señalar los caracteres generales de cada etapa. 

Ya no es una novedad señalar que la economía del Perú emergió debilitada tras la guerra de independencia. Esta había durado casi veinte años, si se contaba desde las campañas del ejército de Abascal contra los insurgentes del Río de la Plata y de Quito, en 1809, hasta la rendición de los realistas en la fortaleza del Callao y el develamiento de los partidarios de Fernando VII en Huanta, Ayacucho, a finales de la década de 1820. La duración del enfrentamiento y la característica de guerra civil que cobró multiplicaron el encono entre realistas y patriotas. Una vez vencidos, los realistas recibirían los castigos de la ejecución sumaria o el destierro, y la expropiación de sus bienes y caudales. Quienes lograron escapar a tiempo se fueron con sus capitales, su experiencia empresarial y sus hábitos mercantiles. La independencia se logró, así, al costo de la descapitalización del país y de la pérdida de su élite económica. 

Esta se había desarrollado especialmente en los sectores del comercio ultramarino, la agricultura de la costa y la minería de la sierra. La desaparición de sus propulsores hizo que después de la independencia estos sectores tardaran en recuperarse. El dominio del tráfico comercial en el Pacífico sudamericano, ejercido por los comerciantes de Lima-Callao hasta los inicios del siglo XIX, no volvió a reeditarse: Valparaíso le quitaría al Callao el lugar de puerto redistribuidor de dicha cuenca. La minería se sumergió en una grave recesión, que se superó alrededor de 1840 (véase el capítulo de José Deustua en este volumen), pero solo fugazmente. Recién en los años finales del siglo XIX se recuperarían los niveles de producción de antes de la independencia; por lo menos en cuanto hace a la minería metálica. 

Cuando la guerra es prolongada, suele suceder que los combates se extienden por muchos frentes e involucran a capas diversas de la población, de modo que en la posguerra queda mucha gente armada y —lo que suele complicar las cosas— sin empleo. En tal escenario, es difícil para el Estado imponer el monopolio de la coerción legítima, que es una condición fundamental para la acción de un gobierno. Sin capacidad del gobierno para asegurar el orden interno, el bandolerismo (entendido como el asalto en los caminos) en el Perú se volvería endémico a lo largo de todo el período tratado en este tomo, complicando las posibilidades de comunicación en un territorio que ya era difícil de recorrer, y mucho más si se iba transportando comercio. Las guerras civiles, o las que se libraron contra los países vecinos —que en mucho tuvieron el mismo carácter, cuando no se confundieron con las guerras civiles—, se prolongaron desde el día siguiente de la independencia hasta el final del siglo. Este clima desalentó los negocios; especialmente las inversiones en minería y agricultura, que dependían fuertemente de la disponibilidad de los mismos bienes que los ejércitos en guerra consumían: hombres, animales y capital. 

En la primera mitad del siglo XIX la población era escasa, frugal y dispersa pero, como nos informa el capítulo de Jesús Cosamalón en este libro, ella fue creciendo a lo largo del período, que se caracterizó por continuar, e incluso acrecentar, la tendencia a la expansión demográfica iniciada en el siglo anterior. Dicho incremento no implicó, sin embargo, urbanización, ya que de las cuatro ciudades mayores a los diez mil habitantes antes de la independencia (Lima, Cuzco, Arequipa y Huamanga) solamente la capital tuvo un incremento demográfico a lo largo del siglo y no surgió durante el mismo ninguna ciudad importante nueva. Con ciudades como Huamanga (rebautizada después de la independencia como Ayacucho) sucedió incluso lo contrario, pues esta perdió una parte importante de su población. De cualquier modo, la vitalidad demográfica del país después de la independencia estaría expresando un tipo de Introducción | 13 crecimiento económico, puesto que no se percibe un descenso del nivel de vida de la población, sino incluso lo contrario. El crecimiento de la población abarcó todos los sectores y regiones, con un cierto sesgo a favor de la parte norte, como ya dejó notar Bruno Lesevic en uno de sus trabajos.1 

Entre los aspectos económicos que demandaron la inmediata atención del Estado tras el logro de la independencia, estuvo la cuestión fiscal. Para que el Estado pudiese implantar su monopolio de la violencia legítima y pasase a cumplir con las tareas propias de todo gobierno (como la garantía de la seguridad externa e interna y la administración judicial), requería de ingresos monetarios. Algunos de los mecanismos fiscales usados por el Estado colonial no pudieron mantenerse, por depender del suministro de bienes provenientes de la antigua metrópoli, como fue el caso del estanco del azogue. El problema fiscal se acrecentaba, si tomamos en cuenta que la independencia había consistido en cierta forma en una rebelión antifiscal contra la Corona española. Uno de los motivos por los cuales la causa patriota ganó adhesión, fue por la percepción de que la carga fiscal impuesta por los gobernantes peninsulares a la población del virreinato era excesiva e injusta. Ocurrida la independencia y transformado el Perú en una república donde ya no habría más súbditos de un rey sino ciudadanos de una nación, la población esperaba que el premio de la libertad fuese un alivio en la tributación. 

Después de 1821, los impuestos tendieron entonces a atenuarse o desaparecer, lo cual expresaba también la menor legitimidad de la que disfrutaba el nuevo Estado frente a la población. Aunque republicano, nacional y democrático, no tenía el apoyo de la tradición y la majestad de la que gozaba el monárquico, imperial y absolutista Estado español. Un cuarto de siglo después de la independencia fue quedando claro que una mayor autoridad y credibilidad del Estado se iría ganando solo trabajosa y paulatinamente. El fenómeno del guano fue un milagro inesperado pero conveniente para el Estado peruano, porque le permitió financiarse a través de la exportación monopólica de este fertilizante natural, sin tener que recurrir a los resistidos impuestos, siempre complicados de recaudar. Se desplegó así un crecimiento de la economía pública, pero que no reposaba en las contribuciones entregadas por los ciudadanos, sino en la renta percibida desde el mercado mundial por el gobierno. Si bien esto le daba al Estado la comodidad de poder crecer y hacer obra pública sin desgastarse políticamente imponiendo contribuciones, lo privaba, por otro lado, de la orientación que las demandas y quejas de la población contribuyente ejercen sobre quien gobierna. 

1. Lesevic, Bruno, La recuperación demográfica en el Perú del siglo XIX. Lima: INANDEP, 1986.

Durante los años del guano se expandió la burocracia, se robustecieron las fuerzas armadas y se iniciaron obras ambiciosas que debían acondicionar ....


VER MÁS AQUÍ

No hay comentarios:

Publicar un comentario