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martes, 3 de diciembre de 2013

KEYNES y El Principio de la Demanda Efectiva

El Principio de la Demanda Efectiva

Examinando a nivel agregado el comportamiento de los empresarios, Keynes llega a la conclusión de que la demanda efectiva es la variable esencial que determina el nivel de empleo. Sigamos su razonamiento tal como está expuesto en el capítulo III de la Teoría General.

El primer concepto agregado es el "precio de oferta global". Este se define para un nivel dado de empleo, y se presenta como "el producto esperado que, a los ojos de los empresarios, es justo suficiente para que valga la pena ofrecer ese volumen de empleo" (p.46). Este precio de la oferta global, evidentemente, no es un precio en el sentido habitual sino un valor: se trata del producto mínimo exigido por los empresarios para que acepten contratar los trabajadores que permiten obtenerlo. Así, si Z es el precio de oferta global que corresponde al empleo de N personas, la relación Z=j(N) es, para Keynes, "la función o curva de la oferta global". Esta curva es evidentemente creciente en función de N.

Pero, este "producto" suficiente para justificar el empleo que le corresponde, no es, en general, igual a las ventas que los empresarios esperan. Puede ser superior o inferior según el nivel de demanda previsto. De este modo, Keynes define la variable D como "el producto que los empresarios esperan obtener del empleo de N personas" (p.47). Como existe un valor D para cada nivel de empleo, diremos que la "función o curva de demanda global" es la relación D=f(N). Esta curva es creciente en función del empleo.

Siempre que la demanda global sea superior a la oferta global, esto significará que, en el vocabulario de Keynes, el "producto anticipado" por los empresarios es superior al producto mínimo requerido para que se adelanten las operaciones de producción con el nivel correspondiente de empleo. En este caso, el beneficio global no es máximo y, como dice Keynes: "habrá un movil que incitará a los empresarios a aumentar el empleo" (p.47). De ahí la célebre definición de Keynes: "denominaremos demanda efectiva al volumen del producto esperado D en el punto donde la demanda global corta a la oferta global" (p.47).

En resumen: la demanda efectiva es la demanda anticipada que es igual a la oferta global; y al nivel de la demanda efectiva obtenida de este modo, corresponde un nivel de empleo perfectamente determinado. Keynes añade: "esto constituye lo esencial de la Teoría General del empleo que nos proponemos exponer". Nosotros seguiremos tal exposición.

2.1 El principio de la demanda efectiva y la economía política clásica.

Esta manera de plantear el problema del empleo (a través de la demanda efectiva) constituye una ruptura radical con lo que Keynes denominaba "la economía política clásica", la cual no solamente abarca a los grandes economistas clásicos (como Ricardo), sino también a los neoclásicos (como Edgeworth y Pigou, por ejemplo). En efecto, para Keynes la economía política clásica se caracteriza principalmente por la adopción de la "ley de Say" según la cual la oferta crea su propia demanda. En esta concepción, los ingresos distribuídos, que constituyen exactamente la contrapartida contable del valor de los productos ofrecidos, servirán, sin exceso ni defecto, para absorber la producción. De esto resulta, transponiendo este principio al vocabulario de Keynes, que la oferta agregada y la demanda agregada no pueden servir para determinar el nivel de empleo, el cual, según la economía "clásica", se determina independientemente en el mercado de trabajo.

 En dicho mercado, los empresarios demandan trabajo igualando la productividad marginal (decreciente), al salario real. Esta regla conduce a una curva decreciente de demanda de trabajo. En cuanto a los trabajadores, estos igualan el salario real a la desutilidad marginal (creciente) del trabajo. Esta regla conduce, segun las hipótesis habituales, a una curva creciente de oferta de trabajo. El mercado se encontrará en equilibrio cuando la oferta sea igual a la demanda, es decir, cuando la desutilidad marginal del trabajo es igual, al mismo tiempo, al salario real y a la productividad marginal del trabajo.

 Por definición, el equilibrio descrito arriba corresponde a un equilibrio de pleno empleo. Esto se debe a que, en equilibrio, al tipo corriente de salario real, todo trabajador dispuesto a trabajar encontrará un puesto de trabajo (esto es lo que se representa en la figura).

En laconcepción Keynesiana, la determinación del empleo tiene poco que ver con el mecanismo precedente: la demanda efectiva puede por supuesto conducir a un nivel de empleo N* inferior al de pleno empleo (Npe). Si: N=N*, la demanda de trabajo fijará el salario al nivel (w/p)o, correspondiente a la productividad marginal asociada a tal nivel de empleo. Keynes llama a esta regla el "primer postulado de la economía clásica", lo califica de "ley primordial" y lo hace suyo sin ninguna restricción.
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Por el contrario, la desutilidad del trabajo, tal como aparece en la curva de oferta (u), no es igual al tipo de salario, es inferior. Keynes rechaza entonces lo que denomina "el segundo postulado de la economía clásica", que es precisamente el que admite la igualdad mencionada. En efecto, admitir este segundo postulado, además del primero, equivale a situarse en el pleno empleo, es decir en el único caso específico en que se cumplen los dos postulados. Siguiendo este razonamiento, Keynes concluye que la ley de Say y el "segundo postulado de la economía clásica" son equivalentes.

Evidentemente, el pleno empleo de los economistas clásicos es compatible con un cierto paro residual o friccional que resulta de distintos "defectos del proceso de ajuste" (según la expresión de Keynes). También este pleno empleo es compatible con el paro "voluntario", de aquellos que no están dispuestos a trabajar al tipo de salario de mercado, por debajo de su desutilidad marginal. Para lo que no hay lugar en la teoría clásica es para la existencia de "desempleo involuntario", es decir, el de aquellos que, al tipo de salario vigente, no encuentran un empleo que estarían dispuestos a aceptar. Si el empleo se determina por la demanda efectiva, es evidente que puede existir tal desempleo involuntario (AB). A partir de esta observación Keynes concluye: la ley de Say y la ausencia de desempleo involuntario son equivalentes.

En resumen, la economía clásica para Keynes, reposa sobre tres afirmaciones estrictamente equivalentes: (1) la igualdad entre el salario real y la desutilidad marginal del empleo; (2) la ausencia de desempleo involuntario; y (3) la oferta crea su propia demanda. Admitir una de ellas es admitir inmediatamente las otras dos y, sobre todo, admitir la automaticidad del equilibrio de pleno empleo.

2.2. Determinación de salarios y paro involuntario:

Según el razonamiento anterior, hay dos caminos igualmente efectivos, para llegar a la conclusión de que el pleno empleo no se obtiene automáticamente:

1. criticando la "ley de Say" a partir del principio de la demanda efectiva; o,

2. rexaminando los mecanismos de fijación de salarios.

En el apartado anterior vimos el primero de estos caminos, veamos ahora lo que dice Keynes cuando aborda el segundo. El razonamiento clásico supone que la oferta y la demanda de trabajo dependen del salario real. Según Keynes, hay dos razones para afirmar que esto es cierto para la demanda (primer postulado de los clásicos) pero no lo es para la oferta. La primera es que la experiencia muestra que la "fuerza de trabajo razona en términos de salarios nominales más que de salarios reales", y que "se resiste habitualmente a la disminución de los salarios nominales" (p. 30-31). La segunda razón, mucho más importante, es que los acuerdos pasados entre empresarios y trabajadores no determinan diréctamente los salarios reales. Puede ocurrir, dice Keynes, que "la fuerza de trabajo no cuente con medio alguno para reducir sus salarios reales a una cifra dada, revisando las clausulas monetarias de los acuerdos firmados con los empresarios (p.35). Así, si la baja de los salarios nominales trae como consecuencia una reducción de los precios, es posible que los salarios reales no disminuyan. A la inversa, los asalariados no tienen cómo oponerse a un alza generalizada de precios que haga caer el salario real de todos ellos. Keynes piensa que en realidad, y en contra de las apariencias, no está reñido con la razón que los trabajadores negocien en términos nominales; lo que realmente está en juego, cuando un grupo de trabajadores defiende y negocia un salario nominal, es el salario relativo, es decir el lugar a ocupar dentro de una jerarquía de salarios reales sobre los cuales cada uno de ellos tiene una influencia mínima.

 Imaginemos que, por ejemplo, los precios crecen mientras que los acuerdos salariales están cerrados y no son revisables. Los salarios reales disminuirán y, en consecuencia, crecerá la demanda de trabajo (primer postulado de la economía clásica admitido por Keynes). Si los trabajadores están dispuestos a aceptar los nuevos empleos ofrecidos al salario nominal anterior, pero a un salario real más bajo, esto significará que antes estaban en situación de desempleo involuntario ¿acaso no están dispuestos a trabajar por un salario real más bajo?. Esto es exactamente lo que dice Keynes en su definición de desempleo involuntario: "Existen desempleados involuntarios si, en caso de un ligero aumento en los precios de los bienes de consumo obrero con respecto a los salarios nominales, la oferta global de fuerza de trabajo dispuesta a trabajar en las condiciones corrientes de salario y la demanda global de mano de obra en las mismas condiciones, se establecen ambas por encima del nivel anterior de empleo" (p.37)

No hay que malinterpretar el análisis precedente: lo que tenemos en él es una definición del desempleo involuntario y, en ningún caso, el fundamento teórico de una política económica para solucionarlo a través de la inflación. El nivel de empleo sigue estando determinado por la demanda efectiva. Esta se impone en el mercado de trabajo y hace que, de algun modo, el tipo de salario esté sobredeterminado. En ese sentido, la expresión "mercado de trabajo" no es un concepto adecuado ni tiene un lugar preciso en la economía keynesiana. Más aun, podríamos decir que es un concepto completamente ajeno; ¿qué otra cosa se puede pensar de un mercado supuestamente encargado de definir una cantidad de equilibrio una vez que dicha cantidad se fija en otra parte completamente extraña a tal mercado?.

2.3. Una transición: el paso del empleo al ingreso real

Hasta ahora hemos seguido el razonamiento de Keynes en términos de empleo. En lo que sigue, Keynes va a continuar su análisis en términos de ingreso. ¿Bajo qué condiciones se opera esta sustitución de variables? Denominemos a a la participación de los salarios (E) dentro del ingreso nominal (R). Por hipótesis, entonces: E=aR; y, como E=N.S (empleo, N, por salario unitario, S), resulta inmediatamente que N=aR/S=aRs (donde Rs es el ingreso real). Según si la participación de los salarios es estable, creciente o decreciente, la relación entre el empleo y el ingreso real será de las distintas formas ilustradas en la figura.

 ¿Cuál es la hipótesis de Keynes al respecto? Su posición es que "el crecimiento del empleo tiende, debido a los rendimientos decrecientes, a aumentar la proporción del ingreso global atribuído a los empresarios" (p.138) y como consecuencia, "el aumento del ingreso medido en unidades de salario será más que porporcional al aumento del empleo" (p.131). La justificación de tal afirmación se encuentra en una nota de pie de página (p.47-48) que retoma brevemente los argumentos que utilizó Ricardo para obtener el mismo resultado (t1.cap.IV). En resumen, la hipótesis de Keynes es que a es decreciente lo que corresponde a la curva 3 del gráfico. 

2.4 Demanda efectiva y empleo: resumen 

Admitidos los elementos anteriores, es posible entender el resumen que ofrece Keynes al lector en la segunda parte del capítulo III, destinado a aclarar el sentido general de los desarrollos que expondrá a continuación. El objetivo principal consiste en explicar el nivel de empleo. Como éste está determinado por la demanda efectiva, se trata entonces de saber cómo se determina esta última. Como ya sabemos, ésta se determina en el equilibrio de dos funciones: la demanda global y la oferta global.

La demanda global es la suma del consumo y la inversión prevista. Es decir, en términos reales: Ds=Cs+Is. Anticipando resultados posteriores (como hace el propio Keynes en su exposición), admitamos que el consumo crece con el ingreso, pero menos que proporcionalmente, en tanto que la inversión es independiente del ingreso.
- En cuanto a la función de oferta global (Zs en términos reales), ésta tendrá como contrapartida los ingresos que serán distribuídos con ocasión de las operaciones de producción. Es decir, en términos reales: Zs=Rs.

Según lo anterior, la condición de equilibrio: oferta global=demanda global, conduce a la condición de equilibrio Rs=Cs+Is. Como el ingreso es también igual a la suma del consumo más el ahorro (Rs=Cs+Ss), de ello resulta inmediatamente que el equilibrio también puede definirse como la igualación del ahorro y la inversión (Is=Ss o, en términos nominales, I=S). En equilibrio, se realizará la producción prevista, se distribuirán los ingresos esperados, la demanda efectiva será igual a la demanda descontada; es decir, en suma, se realizarán las expectativas de los empresarios. Desde que Samuelson lo propuso en 1939, tenemos el hábito de representar este resumen de la Teoría General en el gráfico de 45 grados que aparece en la figura, y en el que hemos añadido la relación entre el ingreso y el empleo tal como la concebía Keynes. El caracter familiar de esta representación no debe hacernos olvidar que según Keynes todas las funciones en el representadas se calculan en unidades de salarios y, sobre todo, que se trata de variables anticipadas, con excepción de la situación de equilibrio, cuando la igualación de la oferta y la demanda determina la demanda efectiva y el empleo, y, en consecuencia, se ratifican las expectativas.

3. La propensión marginal a consumir y el multiplicador:

La función de consumo, o la propensión a consumir en el vocabulario de Keynes, es la primera componente de la función de demanda agregada que se estudia en la Teoría General. Su importancia es crucial, ya que de ella depende el multiplicador.
- El comportamiento de los consumidores depende, a priori, de numerosos factores que Keynes clasifica entre "factores objetivos" y factores subjetivos". Los factores objetivos que pueden influir sobre el consumo son los siguientes:

1. el desfase entre el ingreso real y el ingreso neto (porque "el ingreso neto es, por definición, a lo que atiende cada quien cuando decide la escala en la que ha de consumir" (p.89);

 2. las variaciones imprevistas en el valor de los bienes de capital (estas se encuentran entre "las causas principales de las variaciones a corto plazo de la propensión a consumir" p.90);

3. las variaciones del tipo de descuento del futuro, aproximado por el tipo de interés, que tiene una importancia "secundaria" o "negligible" en el corto plazo, ya que el valor del capital, al que éste afecta, se incluyen en el rubro anterior;
4. las variaciones de la política fiscal (porque con ella se propone "obtener una distribución más igualitaria del ingreso");

5. los cambios en las previsiones concernientes a la relación entre el ingreso futuro y el ingreso presente (pero estos cambios se tienden a compensar a escala macroeconómica).

En cuanto a los factores subjetivos, estos agrupan las razones que tienen las personas para abstenerse de gastar. Entre estas Keynes enumera, con mayúsculas: la Precaución, la Previsión, el Calculo, la Ambición, la Independencia, la Iniciativa, el Orgullo y la Avaricia. ¿Debemos concluir de la enumeración anterior que la propensión al consumo es inestable?. Keynes pensaba justo lo contrario, precisamente porque los factores subjetivos son esencialmente estables y los factores objetivos citados arriba son de escasa importancia comparados con la otra variable determinante del consumo: el ingreso real. Su conclusión será entonces doble. Por una parte: "la propensión a consumir se puede considerar como una función suficientemente estable" (p.93): y, por otra, "el ingreso global, medido en unidades de salario, es, por norma general, la variable fundamental que influye sobre el consumo" (p.94). 

Una vez admitida la estabilidad del comportamiento y el ingreso real como variable explicativa, hay que determinar la forma de la función de consumo. Esta última descansa sobre una "ley sicológica fundamental", corroborada por la experiencia, y que consta de dos proposiciones: la primera, es que: "en promedio y la mayor parte del tiempo los hombres tienden a aumentar su consumo a medida que crece su ingreso, pero no en una cantidad tan grande como el crecimiento del ingreso" (p.93). Es decir: la propensión marginal a consumir (dCs/dRs) es positiva e inferior a la unidad. La segunda es que: "en general, se ahorra una proporción cada vez más importante del ingreso a medida que crece el ingreso real" (p.94). En otros términos: la propensión media a consumir (Cs/Rs) decrece a medida que aumenta el ingreso.

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