POR MARÍA ISABEL OSTOLAZA ELIZONDO
Los veintiún
libros de los ingenios y de las máquinas es el título de un manuscrito conservado en la
Biblioteca Nacional de Madrid. No conociéndose el autor, se
atribuye a un Pseudo-Juanelo Turriano1; nos referimos a él, en adelante, como
PJT. Son en realidad cuatro los tratados que tienen como común denominador
la presencia del agua como agente necesario para la vida, como
fuerza motriz, o como fuerza de la naturaleza a la que hay que dominar y
encauzar para servirse de ella en las múltiples actividades que en la
industria y el comercio han permitido la mejora de condiciones de vida
del género humano.
La ordenación actual de la obra
rompe con el plan de composición primitivo, que sigue una lógica
expositiva que trata de desarrollar hasta sus últimas consecuencias todo lo
conocido sobre el agua y sus aplicaciones, pudiendo considerarse el conjunto
como una obra elaborada al gusto renacentista, aunque las
argumentaciones de carácter filosófico o pseudo-filosófico demuestran el empleo de una metodología todavía medieval.
Sin entrar en la problemática de la autoría, tan difícil de solucionar cuando faltan los eslabones que permitan llegar al cierre de la cadena (es decir, los borradores o el prototipo autógrafo del autor), nos encontramos ante una obra puesta en limpio por calígrafos profesionales y buenos dibujantes, seguramente con la intención de ofrecerla o dedicarla a algún mecenas poderoso, como solía ser habitual en la época.
Cabe preguntarse si el conjunto es fruto de una mente única, de un talento privilegiado como el de los grandes sabios renacentistas, o si se trata de una recopilación de distintos tratados conocidos en un círculo restringido de maquinistas, arquitectos e ingenieros al servicio de las grandes potencias europeas, entre las que España ocupaba un lugar preferencial.
Me inclino a considerar esta segunda posibilidad, pues los distintos tratados que se ocupan del agua y sus aprovechamientos no tienen el mismo estilo de redacción. Sin considerarme experta en estilística literaria, es evidente que el «Tratado de hidráulica» (libros 1, 2, 3, 4, 6, 7, 7, 8, 9, 10) es más elaborado y más pensado en sus justificaciones, mientras que el «Tratado sobre molinos» (libros 11, 12, 13), el «Tratado sobre puentes» (libros 14, 15, 16, 17 y 18) y el «Tratado sobre puertos» (libros 19, 20 y 21) son más técnicos y prescinden de argumentaciones filosóficas.
El «Tratado de hidráulica» comienza con una justificación que parte de la teoría presocrática sobre la Naturaleza y los cuatro elementos que la componen (tierra, aire, fuego y agua), explicando la necesidad de un compendio sobre el agua, que es considerada como materia prima e indispensable para la vida, engendrada por la Naturaleza en las entrañas
de la tierra.
En los primeros capítulos de este tratado cabe resaltar la relación existente con el Trattato delle virtú et proprietá delle acque, del trovarle, eleggerle, livellarle e condurle, et di alcuni altre sue circonstanze de Giovanni Francesco Sitoni en versión elaborada en Milán en 1599.
El original y su traducción castellana se han publicado en el libro Giovanni Francesco Sitoni, ingeniero renacentista al servicio de la Corona de España, precedido por dos preciosas monografías de J. A. García-Diego y A. Keller. La primera permite seguir su trabajo al servicio de Felipe II en España y en el Milanesado. La segunda analiza el códice (2).
Es difícil determinar si la obra de Sitoni, cuya estancia en España está documentada en 1566 y 1569-1578, influyó en la versión aragonesa del «Tratado de hidráulica», o si ambos a su vez tuvieron un modelo previo. Los puntos en común entre ambos tratados son evidentes, aunque la exposición de Sitoni es más concisa, ordenada y racionalista, mientras que la redacción aragonesa es más farragosa, reiterativa, y se pierde en digresiones filosóficas y en citas de los clásicos (autores y lugares de la antigüedad greco-romana) realizadas sin comprobación de los fenómenos citados.
RECONSTRUCCIÓN ARQUEOLÓGICA DE LOS MANUSCRITOS
Los cuadernillos se han elaborado con piezas de papel con un único pliegue central paralelo a la dirección más corta del papel. El formato es por tanto in-folio, con una dimensión aproximada de 21 por 30 cm por folio. La mayor parte de la obra utiliza papel con filigrana en forma de cruz griega dentro de un círculo o una figura acorazonada (vid. imagen D, p. 21 de PJT). El ms. 3375, a partir del fol. 228, alterna esta filigrana con la conocida como del peregrino (imagen E de la misma edición).
Según Briquet, ambas filigranas corresponden a la segunda mitad del siglo XVI. Al incorporarse las portadillas del siglo XVII que atribuyen el texto a Juanelo Turriano, se ha recortado el primer cuadernillo de cada manuscrito.
Sólo una de estas portadillas (ms. 3374) lleva filigrana (vid. imagen B, p. 20 de PJT), datada por Briquet en el siglo XVI. La encuademación en piel clara con fileteado dorado fue realizada por Menard en el siglo XIX, incluyendo las hojas de guarda que, en número de tres con filigrana en forma de castillo con triple cinturón de almenas, protegen el comienzo y final de cada manuscrito.
RECONSTRUCCIÓN ARQUEOLÓGICA DE LOS MANUSCRITOS
Los cuadernillos se han elaborado con piezas de papel con un único pliegue central paralelo a la dirección más corta del papel. El formato es por tanto in-folio, con una dimensión aproximada de 21 por 30 cm por folio. La mayor parte de la obra utiliza papel con filigrana en forma de cruz griega dentro de un círculo o una figura acorazonada (vid. imagen D, p. 21 de PJT). El ms. 3375, a partir del fol. 228, alterna esta filigrana con la conocida como del peregrino (imagen E de la misma edición).
Según Briquet, ambas filigranas corresponden a la segunda mitad del siglo XVI. Al incorporarse las portadillas del siglo XVII que atribuyen el texto a Juanelo Turriano, se ha recortado el primer cuadernillo de cada manuscrito.
Sólo una de estas portadillas (ms. 3374) lleva filigrana (vid. imagen B, p. 20 de PJT), datada por Briquet en el siglo XVI. La encuademación en piel clara con fileteado dorado fue realizada por Menard en el siglo XIX, incluyendo las hojas de guarda que, en número de tres con filigrana en forma de castillo con triple cinturón de almenas, protegen el comienzo y final de cada manuscrito.
--------------------------------------------------------------------------------------
Existe una monografía previa: José A. García-Diego, «Giovanni Francesco Sitoni, an Hydraulic Engineer of the Renaissance», History of Technology, Ninth Annual Volume, Londres, 1984, pp. 103-125
VER MÁS
No hay comentarios:
Publicar un comentario