La historia de la economía política es rica en ejemplos de precursores olvidados, 
cuya obra no despertó ningún eco en su tiempo y que sólo fueron redescubiertos 
cuando sus ideas más importantes habían sido ya difundidas por otros. Es 
también rica en notables coincidencias de descubrimientos simultáneos y de 
singulares peripecias de algunos libros. Pero difícilmente se encontrará en esta 
historia, ni en la de ninguna otra rama del saber, el ejemplo de un autor que 
haya revolucionado los fundamentos de una ciencia ya bien establecida y haya 
conseguido por ello general reconocimiento y que, a pesar de todo, haya sido 
tan desconocido como Carl Menger. Apenas si existen casos paralelos al de los 
Principios, que tras haber ejercido un influjo firme y permanente hayan tenido —
debido a causas totalmente accidentales— tan limitada difusión.
Para los historiadores resulta incuestionable que la posición poco menos que 
excepcional alanzada por la Escuela austriaca en el proceso de desarrollo de la 
economía política en los últimos sesenta años se debe casi en su totalidad a los 
fundamentos sobre los que la asentó este gran economista. Es cierto que la 
fama de la Escuela de cara al exterior y el desarrollo de algunas panes 
esenciales del sistema se deben a los esfuerzos de sus brillantes seguidores 
Eugen von Böhm-Bawerk y Friedrich von Wieser. Pero no es oscurecer los 
méritos de estos dos hombres afirmar que sus ideas fundamentales surgieron en 
su totalidad de Carl Menger. De no haber tenido tales discípulos, su nombre 
habría quedado envuelto en una suave penumbra. Tal vez habría corrido la 
suerte de muchos hombres capacitados, cuyas ideas se anticiparon a su tiempo 
pero que luego fueron olvidados. En todo caso, es prácticamente seguro que 
durante largo tiempo apenas habría gozado de prestigio fuera del ámbito 
germano-parlante. Pero la característica común de todos los partidarios de la 
Escuela austriaca, lo que les confirió su peculiaridad e hizo posibles sus 
posteriores contribuciones, fue precisamente su aceptación de las teorías de 
Carl Menger.
El hecho de que William Stanley Jevons, Carl Menger y Léon Walras
descubrieran casi al mismo tiempo y cada uno por su lado el principio de la 
utilidad límite es tan conocido que no es necesario insistir en ello. Hoy se admite, 
en general, y con buenas razones, que el año 1871, en el que se publicaron la 
Theory of Political Economy de Jevons y los Principios de Menger, es el punto 
de partida de una nueva época en el desarrollo de la política económica. Jevonshabía expuesto ya sus ideas fundamentales nueve años antes, en un artículo
(publicado en 1866) que apenas llamó la atención. Walras no inició la 
publicación de sus teorías hasta 1874. En todo caso, está bastante bien 
comprobada a mutua independencia de los trabajos de los tres fundadores. 
Aunque sus propósitos centrales —es decir, aquella parte de sus sistemas a que 
mayor importancia dieron sus contemporáneos— son los mismos, el carácter 
general y el telón de fondo de sus trabajos son tan esencialmente diferentes que 
se plantea de forma inevitable la pregunta de cómo es posible que por caminos 
tan distintos se llegara a resultados tan parecidos. -
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