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jueves, 23 de marzo de 2023

El régimen de acumulación en México - Repositorio CEPAL

 

Resumen 

La pandemia provocada por el coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave de tipo 2 (SARS-CoV-2) es un hecho que marcará un antes y un después en el mundo —y, de manera muy específica, en el ámbito del régimen de acumulación prevaleciente a escala mundial— y que ha evidenciado la necesidad de pensar en transformaciones de fondo acordes con la lógica de un cambio de época. El objetivo del presente estudio es examinar los distintos regímenes de acumulación, es decir, las diferentes modalidades históricas que ha asumido la acumulación de capital en México desde la consolidación del capitalismo a finales del siglo XIX. 

México ha atravesado por tres etapas. La primera fue la del régimen de acumulación primario exportador, que entró en crisis en el período de entreguerras, coincidiendo con el fin de la dictadura porfirista y el triunfo de la Revolución mexicana. La segunda fue el régimen de acumulación sustitutivo de importaciones, durante el cual se impulsó una estrategia de industrialización orientada al mercado interno y apoyada en la intervención económica del Estado. Por último, como consecuencia de la crisis de la deuda externa de 1983, México entró en una nueva etapa al adoptar una estrategia neoliberal orientada a las exportaciones de manufacturas. Se impuso desde entonces un nuevo régimen de acumulación dominado por las finanzas, que determina la lógica de la acumulación de capital en su conjunto. 

Si bien el régimen de acumulación sustitutivo de importaciones logró impulsar una expansión sin precedentes de las exportaciones, los supuestos efectos virtuosos del nuevo régimen de acumulación en el proceso de desarrollo no se materializaron. Por el contrario, se enraizaron las tendencias al estancamiento económico, a las crisis económicas y financieras recurrentes y a la acelerada concentración del ingreso y del capital por parte de una pequeña minoría. Tras el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones de 2018, el nuevo Gobierno trata de impulsar una nueva estrategia económica que abandone el rumbo neoliberal. Sin embargo, esta tarea de transformación, aunque se encuentra en marcha, no será sencilla. La nueva ruta está plagada de obstáculos y resistencias, y uno de los principales es el desafío de la erradicación de la pandemia.

Introducción 

La pandemia provocada por el coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave de tipo 2 (SARS-CoV-2) es un hecho que marcará un antes y un después en el mundo —y, de manera muy específica, en el ámbito del régimen de acumulación prevaleciente a escala mundial— y que ha evidenciado la necesidad de pensar en transformaciones de fondo acordes con la lógica de un cambio de época. Por ello es fundamental llevar a cabo un proceso de análisis, sistematización y aprendizaje a profundidad para extraer las lecciones de esta contingencia con el fin de diseñar políticas renovadas que encaren las debilidades estructurales que se han puesto de manifiesto, tales como las limitaciones del proceso de globalización neoliberal, la preeminencia de los mercados financieros, la persistencia de un bajo crecimiento económico, la acentuación de la pobreza crónica, la profundización de las desigualdades económicas y sociales, así como el avance del colapso ambiental. 

Asumiendo que la pandemia de COVID-19 debe significar un cambio de ruta y un punto de inflexión en materia económica, ambiental y social, es fundamental renovar la mirada conceptual, por lo que es sumamente relevante recuperar y desarrollar el concepto de régimen de acumulación, que sirve de base para analizar la economía mexicana. Como ha señalado la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2020), todo indica que la pandemia y la crisis económica asociada nos acercan al final de una manera de producir, intercambiar, distribuir y consumir, a los límites de un régimen de acumulación en el marco del capitalismo periférico. 

En México este régimen de acumulación se ha caracterizado, entre otros elementos, por la alta concentración de la propiedad, la riqueza y el ingreso; la fuerte tendencia a la financiarización; la inserción creciente y, en muchos sentidos, desventajosa en la economía internacional y los procesos de globalización; la gran heterogeneidad estructural del sistema productivo; la acentuada tendencia a la primarización, al extractivismo y a una baja diversificación productiva; la fuerte prevalencia del capital sobre el trabajo y el deterioro de la distribución funcional del ingreso; el alto poder de mercado de las empresas y la propensión a la oligopolización; la acentuación de prácticas rentistas y concentradoras del ingreso; la alta imbricación entre el poder político y el poder económico; la fiscalidad débil, insuficiente y con muchos componentes regresivos; las regulaciones ambientales laxas; la existencia de una matriz energética altamente fosilizada, así como regímenes de bienestar y sistemas de protección social insuficientes, fragmentados, jerarquizados y con tendencia a la mercantilización y el residualismo.  El régimen de acumulación en México: caracterización… 

Este estudio está integrado por seis capítulos. En el capítulo I se revisa la categoría régimen de acumulación a partir de los conceptos desarrollados por la teoría estructuralista del desarrollo y de los elementos que aporta la teoría de la regulación para entender la dinámica del capitalismo en el largo plazo. En el capítulo II se hace una revisión somera del desarrollo del capitalismo mexicano desde su nacimiento en la segunda mitad del siglo XX, hasta la crisis del régimen de acumulación primario-exportador (RAPE) en el contexto de la Gran Depresión de la década de 1930. Se evalúan los cambios y las transformaciones que sufre el régimen de acumulación como consecuencia de las reformas y de adecuaciones institucionales introducidas por los gobiernos emanados de la Revolución mexicana, que pusieron la industrialización en el eje de la estrategia económica. Se analizan también los límites del régimen sustitutivo de importaciones (RASI), que llevaron al sobreendeudamiento externo y a la crisis sistémica de la deuda externa que irrumpió en México en 1983. 

La crisis de la deuda externa provocó el quiebre del RASI y el tránsito de un régimen de acumulación dominado por las finanzas (RADF). En el capítulo III se analiza el período de la década de 1980 que corresponde a los esquemas ortodoxos de renegociación de la deuda externa concertados con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los bancos acreedores, y a las medidas de ajuste ortodoxo instrumentadas a partir de los mismos. Se examina, igualmente, el período asociado al Consenso de Washington cuando México y los países latinoamericanos decidieron abrir la cuenta de capital y se incorporaron pasivamente a la globalización financiera. Se presentan los principales rasgos del RADF y en particular su aspecto esencial: el hecho de que el nuevo régimen de acumulación es un régimen dominado por las finanzas, cuya lógica determina la lógica del proceso de reproducción del conjunto de la economía. Se ilustra la financiarización en el caso mexicano. 

El capítulo IV está dedicado a la evaluación de las políticas macroeconómicas centrales de la globalización financiera: la política monetaria, la política cambiaria y la política fiscal. Tres décadas después de la instauración del RAN se ha constatado suficientemente que varios de los supuestos efectos virtuosos de estas políticas no se materializaron; por el contrario, la apertura financiera distorsionó el proceso de desarrollo. Entre los efectos más negativos se encuentran la tendencia al estancamiento económico, las crisis recurrentes y la acelerada concentración del ingreso y del capital. 

En 2018 las elecciones presidenciales, ganadas por un amplio margen por Andrés Manuel López Obrador, validaron un cambio de rumbo en la estrategia económica. Su gobierno ha planteado abandonar el modelo neoliberal que rigió en México desde la década de 1980 e iniciar lo que se ha llamado la Cuarta Transformación (4T). En el capítulo V se analizan los efectos de la pandemia del COVID-19 y de la aguda crisis económica detonada por su aparición. Se intenta hacer un balance inicial de la estrategia económica del nuevo gobierno y de los retos que involucran las transformaciones propuestas, así como la superación de la pandemia y de la crisis económica. Finalmente, en el capítulo VI se formulan algunas conclusiones y recomendaciones.

I. Conceptualización de los regímenes de acumulación 

Después de la caída del muro de Berlín en 1989 y del derrumbe del socialismo real en la Unión Soviética y su zona de influencia, la división del mundo en dos sistemas cualitativamente distintos y antagónicos se ha diluido y ha dado lugar a la extensión universal del capitalismo, proceso acicateado por la globalización neoliberal. Hoy, las relaciones capitalistas de producción prevalecen a escala planetaria, lo que quiere decir que la relación capital-trabajo es la relación de producción dominante, y que la acumulación de capital es la forma principal de uso del excedente económico. No existen en el capitalismo leyes económicas universales, válidas en todo tiempo y lugar. En cuanto sistema histórico, el capitalismo se desarrolla y se transforma, lo que obliga a entender las distintas etapas por las que transcurre y a aprehender sus formas concretas de operación en los distintos países. En otras palabras, es necesario periodizar su evolución histórica, así como las formas espaciales en que se desenvuelve. 

En este ensayo se utiliza el concepto régimen de acumulación para identificar las distintas etapas por las que ha atravesado el capitalismo mexicano. Dicho concepto se asimila al concepto de modelo de desarrollo o patrón de acumulación utilizado por la teoría estructuralista del desarrollo. Para definir ese concepto es necesario primero entender que los países subdesarrollados (periferias) y los países desarrollados (centros), aunque capitalistas ambos, tienen estructuras distintas. Entre uno y otro polo de la economía mundial, entre centros y periferias, no solo existen distintos niveles de desarrollo de las fuerzas productivas sino, fundamentalmente, diferencias cualitativas, lo que convierte al subdesarrollo en una especificidad histórica. Su especificidad está definida por la heterogeneidad interna de sus relaciones de producción y por su relación con las economías centrales dominantes. 

El análisis de las peculiaridades estructurales de los sistemas productivos no puede detenerse allí, pues como apunta Pinto (1983, pág. 598) “dentro de esos cuadros de ‘sistemas-estructuras’, la experiencia histórica ha mostrado que caben variantes muy disímiles”. Cuando se dice que América Latina ha pasado a lo largo de su historia por los modelos o patrones primario-exportador (1820-1930), sustitutivo de importaciones (1930-1982) o neoliberal (1983 a la fecha),se alude a una modalidad histórica de la acumulación de capital. En otras palabras, se refiere a su temporalidad, es decir, a una fase del desarrollo de las sociedades subdesarrolladas latinoamericanas. El régimen de acumulación en México: caracterización… 

El régimen de acumulación es la modalidad histórica de la acumulación de capital. Cada régimen de acumulación involucra: i) un sector o actividad que actúa como eje del proceso de acumulación de capital; ii) una inserción específica de cada país en la división internacional del trabajo, lo que determina, en gran medida, la configuración de su sistema productivo, y iii) las modalidades específicas de su estructura social y del bloque en el poder (alianza de clases y segmentos de clases) que domina y ejerce el poder político (Valenzuela, 1990). Una vez definido el patrón o régimen de acumulación, se puede abordar el estilo de desarrollo que, de acuerdo con Graciarena (1998): 

“tendría que explicar de qué manera una sociedad concreta se moviliza y usa sus recursos no solo para el crecimiento económico sino también para el logro de otros objetivos que son valores permanentes de la condición humana (derechos humanos, desarrollo de la personalidad, espíritu creativo, justicia y equidad sociales, bienestar individual y familiar, conservación del medio ambiente… es la modalidad concreta y dinámica adoptada por un sistema social en un ámbito definido y en un momento histórico determinado” (pág. 678). 

El estilo de desarrollo se identifica con el concepto de estrategia del desarrollo, es decir, el conjunto de políticas aplicadas en un país en un momento dado. Su relación con el concepto de estrategia remite inmediatamente al de los agentes del desarrollo, es decir, a los actores sociales: las personas, grupos e instituciones que impulsan dicha estrategia. Así, de acuerdo con Graciarena (1998), “un estilo es una especie de integración de las estrategias de desarrollo con los factores de poder que hacen posible su realización en un sistema económico y social históricamente determinado y orientado hacia ciertos objetivos”(págs. 678-679). 

El desarrollo involucra procesos económico-sociales-políticos y culturales que implican resistencias y obstáculos. Para superarlos se requiere construir nuevas hegemonías, nuevos bloques de poder capaces de imponer su estrategia e intereses. En palabras de Graciarena (1998, pág. 678): 

“Un estilo concreto, real, es siempre una alternativa entre varias históricamente posibles y potencialmente viables. La selección y aplicación de una de esas alternativas posibles es un acto político: la decisión de una voluntad política formada por una coalición hegemónica de grupos que representan fuerzas sociales con suficientes recursos de poder para imponerla sobre las otras opciones. En suma el estilo no es un producto del azar ni tampoco de la ‘lógica de la historia’ ni de ‘condicionamientos estructurales’ que operan ciega e inexorablemente. No lo es porque tiene sangre y carne (individuos y grupos), así como una voluntad social y política que actúa en cierta dimensión histórica y se orienta por ideologías… Lo que hace viable (un estilo) es la emergencia de una clase o coalición hegemónica, el agente de desarrollo en turno, quien tendrá que enfrentar e imponerse a otros grupos con intereses antagónicos y superar contradicciones reales que se opondrán a la armonización y realización de su proyecto social”. 

En este sentido, el estilo de desarrollo es el elemento central que permite a las sociedades subdesarrolladas colocarse en el camino del desarrollo y transitar a fases superiores, a un nuevo régimen de acumulación o, en sentido opuesto, si fracasa, mantenerse en el statu quo o, peor aún, involucionar. 

La categoría régimen de acumulación, entendida como la modalidad histórica de la acumulación de capital, puede enriquecerse con los aportes de la teoría de la regulación. El análisis teórico de la regulación fue desarrollado en la década de 1970 por diversos autores, entre los que destacan Aglietta (1973), Boyer (1983) y De Bernis (1988), a partir de una lectura de la gran crisis de finales de la década de 1960. Si bien existen diferencias teóricas importantes entre ellos, avanzaron en la conceptualización de la regulación como una noción fundamental para entender la dinámica de largo plazo del sistema capitalista, así como los períodos de grandes crisis que expresan la ruptura de la estabilidad estructural de la acumulación capitalista.

Para Aglietta (1973), la teoría de la regulación es “el estudio de la transformación de las relaciones sociales que da lugar a nuevas formas económicas y no económicas simultáneamente; dichas formas están organizadas en estructuras y reproducen una estructura dominante, el modo de producción” (pág. 8). Asimismo, este autor considera que las formas estructurales son relaciones sociales complejas organizadas en instituciones y, por lo tanto, son una creación social. En ese sentido, los modos de regulación históricamente determinados se podrían definir como el conjunto de procedimientos sociales, estructurales e institucionales utilizados para hacer frente a las contradicciones de la acumulación de capital en cada fase de su desarrollo. 

En otra vertiente, sin desdeñar la importancia de las transformaciones institucionales, De Bernis (1988) enfatiza el papel que juegan las mutaciones en las formas de operación de las leyes económicas fundamentales del modo de producción capitalista en la configuración de los modos de regulación. Para este autor, la regulación debe ser entendida como la articulación eficaz de las dos leyes de la ganancia: la ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia y la ley de la formación de una tasa de ganancia media para cada capitalista. Estas dos leyes se manifiestan a través de un “continuo movimiento de tendencias y contratendencias, que expresan tanto la estructura y las luchas de clases del capitalismo como la estructura de la clase de los capitalistas y las relaciones de fuerzas, luchas y conflicto entre ellos”(pág. 23). 

Estas leyes responden y son la expresión de la ley de la maximización de los beneficios inherente a la acumulación de capital. Cuando las contratendencias permiten asegurar una tasa de ganancia satisfactoria y el excedente se distribuye sin grandes obstáculos, se puede decir que hay una articulación eficaz y que el que sistema se encuentra regulado. Por el contrario, si con el paso del tiempo esas contratendencias pierden su eficacia, el modo de regulación entra en crisis, lo que abre una intensa lucha por encontrar salidas y arribar a un nuevo modo de regulación. Sin embargo, en opinión de Bernis (1988), dichas salidas no están aseguradas de antemano ni automáticamente, lo que podría traducirse en un período largo de descomposición. 

Así, cada modo de regulación históricamente establecido ha permitido al capitalismo resolver temporalmente las contradicciones que son inherentes a su desarrollo mediante nuevos modos de regulación, con lo que se alcanzan procesos durables y estables de crecimiento económico. Los modos de regulación están sustentados en un régimen de acumulación específico, lo que Boyer (1976) entiende como “un conjunto de regularidades que garantizan una progresión general y relativamente coherente de la acumulación de capital, es decir, que permiten reducir o distribuir en el tiempo las distorsiones y desequilibrios que surgen permanentemente del propio proceso” (pág. 46). En su análisis de la crisis de finales de la década de 1960, Boyer (1976) y los regulacionistas definieron el régimen de acumulación que emergía de la posguerra como un régimen de acumulación fordista que se diferenciaba del régimen taylorista del período anterior a la Gran Depresión de los años treinta. 

El taylorismo había conseguido revolucionar los procesos de trabajo al introducir nuevos métodos de producción y organizacionales, lo que había permitido elevar la productividad social del trabajo, pero sin un correspondiente soporte en los salarios de los trabajadores, que se rezagaban respecto a los aumentos de la productividad. En cambio, si bien representaba una continuación del taylorismo en la producción, el fordismo era un taylorismo con consumo de masas. En palabras de Boyer (1976), el régimen de acumulación fordista “fundamentalmente se define por una articulación original entre un cierto tipo de proceso de trabajo (generalización y extensión, a través del fordismo de los principios del taylorismo) y una revolución en las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo, tomando el capitalismo a su cargo, gracias a la extensión del consumo de masas, una fracción creciente de los gastos obreros (pág. 78)”. De allí se desprende que cada régimen de acumulación involucra una determinada configuración y articulación del modo de producción y del modo de consumo. 

El régimen de acumulación en México: caracterización… El régimen de acumulación fordista llegó a su límite con la gran crisis de finales de la década de 1960. El ascenso del neoliberalismo configuró el uso de la expresión “régimen de acumulación dominado por las finanzas” (RADF) de Chesnais (2003), que implica la “formación de configuraciones sistémicas nuevas y vínculos macroeconómicos y macrosociales inéditos, en cuyo centro se sitúan los mercados financieros y el nuevo accionariado” (pág. 2). Esta categoría es empleada en este texto para estudiar la economía mexicana durante el período neoliberal. Finalmente, las categorías aportadas por la teoría de la regulación para analizar las realidades latinoamericanas es una herramienta útil, siempre y cuando se entienda que, como comprendían muy bien los pensadores estructuralistas de la CEPAL, nuestra formación social es una formación subdesarrollada y que el subdesarrollo no solamente es una condición de atraso, sino una forma específica de funcionamiento del capitalismo en su expansión mundial. Hoy como siempre, hay que recordar lo que aconsejaban Prebisch y Furtado: es necesario pensar nuestros problemas con nuestras propias cabezas.

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