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viernes, 3 de marzo de 2023

EL IMPERIO SOCIALISTA DE LOS INKAS

 

Reflexiones Sobre el Imperio Socialista de los Incas 

Ludwig von Mises 

La desigualdad innata de los diversos individuos de la especie humana plantea el problema más difícil en todas las relaciones interhumanas. El problema principal de cualquier sistema social es, en efecto, el modo de promover la cooperación pacífica entre gentes marcadamente diferentes entre sí, no solamente en cuanto a características físicas, sino también en cuanto a capacidad mental, fuerza de voluntad y fortaleza moral. 

Durante miles de años la gente conoció sólo un método de afrontar el problema de la desigualdad innata: hacer prevalecer la superioridad del más fuerte sobre el más débil. El más fuerte sometió al más débil. Se estableció un orden jerárquico de castas hereditarias, bajo las cuales los Reyes y aristócratas administraron los asuntos para sus propios fines, mientras los estratos más bajos de la población no tenían otra función que la de trabajar laboriosamente para sus amos y hacerles la vida lo más grata posible. 

El sistema moderno de la economía de mercado el capitalismo difiere radicalmente del sistema de estamentos del «antiguo régimen». En el mercado el poder supremo corresponde a los consumidores, o sea, a todos los miembros de la sociedad. Al comprar o abstenerse de comprar, determinan lo que debe producirse, en qué cantidad y de qué calidad. Mediante el instrumento del beneficio y de la pérdida los empresarios y capitalistas se ven forzados a atender los deseos de los consumidores. Existe sólo un método para la adquisición y conservación de la riqueza, a saber, suministrar a los consumidores de la manera mejor y más barata posible aquellos artículos y servicios que ellos exigen con mayor urgencia Así, se induce a los miembros mejor dotados de la sociedad a servir los intereses de todos, incluyendo a las multitudes menos eficientes y peor dotadas. En la sociedad de «estamentos» la propiedad privada sirvió exclusivamente a sus dueños la sociedad capitalista, la propiedad privada de los medios de producción sirve virtualmente a todos aquellos que consumen los bienes producidos. El plebiscito diario de los consumidores en el mercado determina quién ha de poseer y dirigir las fábricas y las haciendas. De esta manera la propiedad privada de los bienes de producción se convierte, por decirlo así, en un mandato público que es revocado en cuanto los propietarios los mandatarios dejan de emplearla para la mayor satisfacción posible de las necesidades de público. 

La característica principal del sistema capitalista es precisamente que deja a los individuos más calificados un solo camino abierto para lograr las mayores ventajas de su superioridad intelectual y moral, el de atender lo mejor que permitan sus capacidades al bienestar de las masas menos dotadas de sus semejantes Los capitanes de industria compiten entre sí en sus esfuerzos para suministrar al tan discutido hombre común con bienes cada vez menores y más baratos. Una empresa puede hacerse grande solamente sirviendo a muchos. 

El capitalismo es esencialmente producción en masa para la satisfacción de los deseos de las masas. En la esfera política el corolario de la economía de mercado es el gobierno por el pueblo. El gobierno representativo asigna al ciudadano el mismo papel en la conducta de los asuntos públicos que el capitalismo le asigna en los asuntos de la producción. La economía de mercado y el gobierno popular están inseparablemente ligados entre sí Son producto de la misma evolución intelectual y moral y se condicionan mutuamente El capitalismo puede prosperar solamente donde existe libertad política y la libertad política puede conservarse solamente donde existe capitalismo Los intentos encaminados a la abolición del capitalismo contribuyen a la abolición de las instituciones democráticas y viceversa. 

II 

El capitalismo y su contrapartida política trajo a las masas libertades civiles y un bienestar sin precedentes Dio prácticamente a todo el mundo la oportunidad de adquirir conocimientos y cultivar su talento Más no pudo eliminar la inercia y letargia intelectual de las muchedumbres de gente común En las oficinas y en las fábricas ellas están entregadas al desempeño de trabajos rutinarios, sin que lleguen a comprender qué es lo que hace girar la rueda, cuál es la magia que premia la ejecución invariable de algunas simples manipulaciones con el producto de los logros más refinados de la tecnología científica. Su ignorancia, aunada a su resentimiento contra todo lo que les eclipsa en cualquier respecto, hace de ellos una presa fácil a la propaganda inflamatoria de los profetas de un paraíso terrenal que ha de realizarse mediante el establecimiento de un Estado Totalitario. 

Es verdaderamente paradójico que el orden económico que obliga a los individuos más calificados a servir al bienestar de las masas sea vituperado como el sistema en el cual el hombre común es «explotado» y «empeora cada vez más». Mientras que el trabajador manual común goza en los países capitalistas de satisfacciones que las personas acomodadas de otras épocas ni siquiera soñaron, la ideología que ha tenido más éxito y es más popular en nuestra época, el marxismo, está basado en la doctrina de que las masas trabajadoras están siendo empobrecidas más y más Las masas, que en su capacidad de clientes « tienen siempre razón» y en su capacidad de electores determinan todas las cuestiones políticas, abogan apasionadamente por un sistema en el cual deben contentarse con lo que el dictador se digne darles y toda oposición es una ofensa capital. 

III 

La teoría económica ha refutado todo lo que los precursores del socialismo han dicho para desacreditar la economía de mercado y ha demostrado claramente por qué el sistema socialista. al ser incapaz de establecer un sistema de cálculo económico, no puede funcionar adecuadamente. Sin embargo, la popularidad de los gritos de combate anticapitalistas y de los slogans prosocialistas no han cesado. 

La reciente propaganda socialista no conoce ningún otro método de contestar la devastadora critica que sus planes encuentran por parte de la economía, que recurrir al vacío subterfugio de que son «meramente teóricos» Pretenden que la experiencia prueba la excelencia del método socialista. 

Para hacer frente a estas objeciones veamos las enseñanzas de la experiencia. Es un hecho indiscutible que el nivel de vida medio del hombre común es incomparablemente más elevado en el sector capitalista del mundo que en el sector socialista o comunista. Todos los socialistas reconocen implícitamente este hecho en sus esfuerzos para «explicarlo». Se refieren a varios hechos que, según declaran, son las razones por las cuales el programa socialista no ha traído ni a Rusia ni a los países satélites aquellos beneficios que, según la doctrina socialista, se esperaba que trajeran. En vista de que el estado insatisfactorio de cosas en Rusia debe ser atribuido a estos meros hechos accidentales, es plenamente justificable suponer que el experimento soviético ha probado la solidez de la doctrina socialista. 

Esta manera de argumentar está en sí misma, completamente basada en «teorías» y significa en la realidad el rechazo radical del experimentalismo. El método experimental dice: Ya que A ha sido probado y resultó B, inferimos que A produce a B. Pero nunca debe decir: a pesar de que A ha sido probado y ha resultado C, nosotros todavía inferimos que A produce B porque creemos que el resultado C fue causado por la interferencia de algunos factores que impidieron la aparición de B. 

Los preconizadores de este pretendido método empírico de razonamiento no se dan cuenta que cualquier experiencia en el campo de los hechos sociales es una experiencia de fenómenos complejos, esto es, de los efectos conjuntos de una multiplicidad de vínculos de causalidad. Es una experiencia específicamente histórica, en contraste con la experiencia de los ensayos de laboratorio, en los cuales estamos en posición de observar los efectos de los cambios operados en un sólo factor, mientras que todos los demás factores que pudieran influir el resultado permanecen sin alterarse. La experiencia histórica no puede por consiguiente ni verificar ni refutar ningún teorema en el sentido en el cual la verificación o refutación de una hipótesis pueda lograrse mediante los procedimientos experimentales de las ciencias naturales. Para poder aprender algo de la historia necesitamos una base teórica. Podemos comprender los acontecimientos del pasado solamente si los estudiamos equipados con conocimiento doctrinales adquiridos en fuentes diferentes al estudio de la historia. 

Ningún defensor del socialismo con capacidad de discernir debe poner en duda lo correcto de estas afirmaciones, por cuanto el propio programa socialista no se deriva de la experiencia histórica. Lo que la historia nos muestra es la mejoría sin precedentes del nivel medio de vida bajo un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción, en la iniciativa privada y en la libre actividad empresarial. Contra esta indiscutible realidad los socialistas doctrinarios han propuesto el programa de una sociedad autoritaria en la cual todos los asuntos económicos son administrados por un poder supremo que despoja a todos los individuos de su autonomía y autodeterminación, y cuyo plan maestro impide todo planeamiento por parte de cualquier otra persona que no sea este poder supremo. El diseño de esta utopía es ciertamente una construcción a priori. Sus proponentes no deben indignarse si sus críticos también recurren a un razonamiento a priori. 

Es necesario señalar incidentalmente el hecho de que la doctrina marxista, según la interpretan sus más distinguidos adeptos, afirma que los supuestos resultados benéficos de la administración socialista, que se supone transformarán la tierra en un país de Jauja, se lograrán solamente cuando el mundo entero esté bajo la dominación del socialismo. El socialismo en uno o en unos pocos países no es todavía ante sus ojos verdadero socialismo. Este dogma trata de resguardar la concepción socialista contra cualquier crítica adversa basada en los efectos satisfactorios de los diversos «experimentos» socialistas. Los socialistas y comunistas contestan a todos aquellos que se refieren a los fracasos de estos experimentos: Esperen a que toda la humanidad esté bajo el dominio socialista; nada de lo que suceda antes de que esta gloriosa meta haya sido lograda puede desmentir nuestra afirmación de que el socialismo es el mejor de todos los métodos concebibles de organización social y ha de establecer un paraíso terrenal. 

IV 

Es muy importante tener presente estos hechos epistemológicos para poder apreciar adecuadamente el libro del profesor Baudin «El Imperio Socialista de los Incas» que, muy tardíamente por cierto, está disponible por primera vez en una traducción en lengua inglesa. No es el objetivo del autor probar o desaprobar tesis alguna. Participa totalmente del famoso principio de Ranke y relata las cosas tal como en realidad fueron. 

El señor Louis Baudin, Profesor de la Facultad de Derecho de Paris y miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas es el representante más eminente de la ciencia económica francesa contemporánea. Ha hecho en sus escritos una brillante labor al analizar los problemas fundamentales de la economía de mercado y al refutar los errores básicos de muchas doctrinas muy generalizadas. Su libro «Le mécanisme des prix» es, en efecto, una de las mejores descripciones del proceso del mercado. En otro libro, «L’Aube d’un nouveau libéralisme», desarrolló las ideas que inspiran los intentos de preservar la iniciativa y libertad del individuo y detener la marea del totalitarismo. El Profesor Baudín no es solamente un gran estudioso y maestro, sino también uno de los más destacados dirigentes intelectuales de nuestro tiempo. 

El análisis que hace el Profesor Baudin de los conocimientos desgraciadamente escasos sobre los asuntos sociales y las condiciones del régimen incaico en el Perú es un clásico de la Historia, así como de la Etnología, Economía, Sociología y Psicología Social. El autor no se enfrenta al tema de sus estudios con ideas preconcebidas, sino que procede, como los grandes historiadores han tratado siempre de hacer, sine ira et studio. Sus estudios nos ponen en contacto con un mundo extraño. Citemos su propio resumen: Se puede ver cuán difícil es caracterizar las condiciones sociales en el Imperio de los Incas. Extremadamente atrasados en algunos aspectos, muy avanzados en otros, los peruanos eluden cualquier clasificación. Su tecnología fue a la vez primitiva y altamente perfeccionada; trataron al hombre como ganado, pero supieron recompensar el mérito, hicieron tambores con la piel de los que se sublevaron contra ellos, pero cargaron con regalos a los jefes de sus enemigos conquistados y les permitieron retener su posición; desconocieron la rueda, pero representaron piezas de teatro; no supieron escribir, pero llevaron perfectas estadísticas. ¿Cómo puede decirse que el espíritu humano sigue en todas partes el mismo curso de desarrollo y debe inevitablemente evolucionar en la misma forma? El Imperio de los Incas no puede compararse con ninguna de las grandes civilizaciones del mundo antiguo. 

No hay duda alguna de que este libro, El Imperio Socialista de los Incas, es de la mayor importancia para el historiador, para el etnólogo y para el economista. Pero al establecer este hecho uno todavía no aprecia completamente el valor de esta obra maestra única. 

Los libros innumerables que tratan el tema principal de nuestro tiempo, el conflicto entre el individualismo y el colectivismo, nos suministran una descripción y análisis de los problemas económicos, políticos, legales y constitucionales implicados en él. Los mejores de ellos nos han dado todo lo que necesitamos para formarnos una opinión bien documentada sobre la posibilidad o imposibilidad del socialismo como sistema de cooperación social y de civilización humana. Han tratado sus temas exhaustivamente desde el punto de vista científico y en este sentido puede decirse que han cumplido su deber. 

Pero la obra del Profesor Baudin proporciona al lector reflexivo algo que esos volúmenes praxeológicos e históricos no incluyeron y no pudieron incluir. De las páginas de su tratado emergen los sombríos contornos de la vida bajo un régimen colectivista, el espectro del animal humano privado de la cualidad esencialmente humana, el poder de elegir y de actuar Los pupilos de los Incas eran solamente en un sentido zoológico seres humanos. Eran efectivamente mantenidos como el ganado en el corral Al igual que el ganado, no tenían preocupación alguna porque su destino personal no dependía de su propia conducta, sino que era determinado por el aparato del sistema En este sentido podría llamárseles felices. Pero su felicidad era de un tipo particular «Un rebaño de animales humanos felices», es el título del capítulo en el cual el Profesor Baudin analiza las condiciones de este extraño mundo de uniformidad y rigidez. 

El brillante examen del aspecto humano del sistema incaico es el mérito principal de este magnífico libro. Marx y sus discípulos deliran sobre la libertad que el socialismo debe traer a la Humanidad y los comunistas nos dicen una y otra vez que la verdadera libertad se encuentra solamente en el sistema soviético. El Profesor Baudin muestra en qué consiste realmente esta libertad: es la libertad que el pastor otorga a su rebaño. 

LUDWIG VON MISES 

New York, abril, 1960 

Introducción 

"Ellos (los indios) eran soberbios. 

[leales y francos, 

ceñidas las cabezas de raras plumas, 

¡ojalá hubieran sido los hombres 

[blancos 

como los Atahualpas y Moctezumas !" 

(Rubén Darío, A Colón.)

La conquista del Perú por los españoles no es solamente uno de los dramas más impresionantes que el historiador pueda evocar; es también el más extraño es- pectáculo que se haya ofrecido jamás al economista. Dos civilizaciones, dos sistemas sociales, dos concepciones de vida chocaron entre si, y ese choque determinó el derrumbamiento de un impertió. 

Ese imperio es el de los incas. 

Varios autores, tales como Lorente, Martens y Reclus, lo califican de socialista, porque la tierra en el Perú era objeto de un derecho de propiedad colectivo de los habitantes; otros, por el contrario, como Payne, Cunow y Latcham, consideran erróneo ese epiteto, porque estiman que los soberanos peruunos se habian limitado a mantener esas comunidades agrarias que se encuentran en la aurora de todas las civilizaciones y que forman las células de las sociedades primitivas . 

La palabra socialismo se presta, en verdad, a confusión; hemos abusado de ella de tal manera en nuestros dias, que se ha hecho para muchos una etiqueta muy vaga, aplicable a teorías sumamente diferentes unas de otras. Precisaremos, pues, colocándonos estrictamente en el punto de vista económico, que el socialismo, opuesto al individualismo, comporta la sustitución de un plan racional de organización al equilibrio espontáneo obtenido por la acción del interés personal y el libre juego de la concurrencia, instituyendo este plan misnio una cierta comunidad de bienes . SISTEMA PLANIFICADO Y AUTORITARIO QUE ANULA LA PROPIEDAD INDIVIDUAL, tal es la definición del socialismo que rogamos al lector admitir como un postulado. La justificación de esto podrá encontrarla en nuestro "Manual de Economía Politica", 5°' edición, páginas 104 y siguientes. 

Veremos que el Perú de los incas no es, en manera al- guna, un Estado socialista puro, conforme a esta definición, sino que recuerda, por ciertos aspectos, a otros Estados de la antigüedad, especialmente al Egipto. De hecho, no existe socialismo puro, como no existe individualismo perfecto. Lo absoluto es un caso-limite que encuadra la vida económica y que merece ser estudiado, en razón de su simplicidad, como primera aproximación a la realidad. 

La realidad misma es mucho más compleja, y diremos, anticipándonos a nuestras propias conclusiones, que ha habido en el Perú, a la ,vez, colectivismo' agrario y socialismo de Estado, el uno muy anterior *-- los incas, el otro establecido por estos conquistadores; el uno resultado de una larga evolución, el otro creación del genio humano. 

Esta superposición de las comunidades agrarias y del socialismo de Estado permite resolver las contradicciones que encontramos en un gran número de obras, y el verdadero problema tal como se presenta a nuestros ojos es invesigar cómo esa superposición ha podido realizarse en la práctica. No debemos perder de vista ti hecho fundamental de que la dominación incaica se había extendido progresivamente a las diferentes tribus sudamericanas sólo poco tiempo antes de la llegada de los españoles; en consecuencia, varias regiones formaron parte del imperio durante muy corto número de años . Además, los soberanos incas tenían por regla respetar en la más amplia medida las costumbres de los pueblos conquistados. El sistema que establecían era, pues, aplicado de diferentes maneras, según el tiempo y el lugar. Para comprenderlo, hay que representarse a las tribus indígenas como constituyendo una serie de comunidades sobre las cuales los incas echan el marco de una organización socialista, pero este marco no es, en manera alguna, rígido, como se lo han imaginado la mayor parte de los autores; es, por el contrario, extremadamente flexible y se adapta más o menos a las organizaciones preexistentes. Es esta desigual adaptación lo que ha inducido a ciertos escritores a negar la unidad del imperio. El marco es flexible, y solamente a la larga, para las tribus de la región central del Perú, conquistadas desde hacia mucho tiempo, termina por encajar exactamente en el substrato antiguo. 

Tres consideraciones hacen particularmente interesante el estudio de este imperio: en primer lugar, su aislamiento. Si una influencia cualquiera venida del Viejo Mundo se hizo sentir en América antes de la llegada de Colón, ella remonta a tiempos tan lejanos, que puede ser considerada como de escasa importancia. Las grandes civilizaciones mediterráneas se han condicionado unas a otras, pero los pueblos de los Andes no han recibido de nadie la llama sagrada y han debido hacer brotar la luz por sí mismos. Se comprende fácilmente el estupor de los españoles al descubrir, más allá de los mares, ciudades, templos, palacios, caminos, almacenes públicos llenos de riquezas, todo un pueblo admirablemente administrado y que, sin embargo, no conocía ni la rueda, ni el hierro, ni el vidrio, ni la mayor parte de los útiles usados por entonces en Europa; que no te- nía o tenía apenas animales domésticos y que ignoraba la escritura. 

En segundo lugar, el estudio de la América del Sur en tiempos de los incas no nos remonta a las épocas brumosas de la prehistoria, y ni siquiera tendría por qué ser comparado con el de Egipto o de Asiría. Fué en el momento del descubrimiento del Nuevo Mundo cuando el imperio incaico alcanzó su apogeo, es decir: a fines del siglo XV y comienzos del siglo XVI. Si este Estado nos parece tan antiguo que debemos hacer esfuerzos para recordar la elemental verdad que acaba de enunciarse, es en razón de su mismo aislamiento. El alejamiento en el espacio equivale a un retroceso en el tiempo. 

En fin, aunque de época reciente, la última gran civilización andina precolombina permanece todavía en el misterio. Numerosos son ya los que han investigado en el pasado para arrancarle sus secretos, pero más con la preocupación de reconstituir la cadena de los hechos que de profundizar en el carácter de las instituciones. El historiador ha cumplido su obra; ha abierto nuestro camino, pero no utilizaremos el fruto de su^ investigaciones sino en una medida restringida. Recordaremos en dos palabras la sucesión de los acontecimientos para situar nuestro tema, sin tratar en modo alguno de tomar posición en las controversias que se han suscitado con respecto a las genealogías reales o a las fechas exactas de las conquistas. 

Numerosas dificultades nos esperan ya en el umbral de este trabajo. No es que se carezca de documentación, co- mo se pudiera creer a primera vista; por el contrario, la documentación es superabundante, pero su análisis deja en el espíritu un conjunto de nociones confusas. Los antiguos cronistas relatan hechos contradictorios con la más perfecta inconsciencia, y los escritores modernos los re- producen sin comentarios con la mayor desaprensión. Uno declara que el comercio no existe, y, más adelante, describe ferias y mercados; otro nos representa a las tribus andinas anteriores a la conquista incaica como sumidas en la barbarie, y habla en seguida de sus métodos de cultivo y de su organización. Y asi otras tantas pruebas de las incertidumbres que subsisten en el espiritu de los autores. Por eso, decepciona el resultado de las lecturas y de las i7i- vestigaciones. El imperio de los incas nos es representado, alternativamente, como el desarrollo normal de una sociedad anterior o la realización del plan concebido por un soberano; como el régimen tiránico más atroz que el mundo haya conocido jamás o una organización ideal cuya ruina debe arrancarnos lágrimas; como un sistema perfeccionado de esclavitud o una morada idilica. Cada escritor, antiguo o moderno, según sus guatos, sus aspiraciones, sus ideas, sus pasiones, ha presentado un Perú a su manera, y el critico imparcial se pregunta con sorpresa qué extraño imperio es ese que algunos han podido considerar como un infierno mientras otros lo consideran como un paraíso. 

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