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viernes, 17 de marzo de 2023

El fundamentalismo económico

 

El fundamentalismo económico implantado por la doctrina neoliberal desde principios de los 80 ha quedado en entredicho con la actual crisis financiera que tiene al mundo envuelto en un ancestral miedo sicológico. Más allá de la burbuja especulativa del Dow Jones desde fines de los 90 hasta el año pasado (que lo llevó a un sobrevalor de más de 14 mil puntos y debe sincerarse en torno a los 8.000), los fundamentalistas han apelado a la fe inquebrantable en los modelos hasta el punto que si una observación no encaja en el contexto, debe ser excluida del análisis pues “los mercados son perfectos”. Para los fundamentalistas, las crisis no existen y éstas se atribuyen a “fallas de mercado”. Y su respuesta para resolver las fallas del mercado es “con más mercado”. Para los fundamentalistas es el hombre el que debe adaptarse a las necesidades del sistema económico y no el modelo económico el que debe adaptarse a las necesidades humanas.

Al respecto, debemos recordar que el planteamiento de Adam Smith en el siglo 18 fue bastante progresista para su época. Su trasfondo buscaba anteponerse a la tesis hobbsiana del homo homini lupus donde el colapso de la humanidad era inevitable sin la presencia de un Leviatán normalizador amparado en la fuerza de la Ley. La tesis de Smith fue develar los impulsos colaboracionistas del ser humano (arrancados de la filosofía de David Hume) y mostrar que éste, lejos de buscar su exterminio, busca desarrollar el progreso. Esto se hace mucho más patente en la Teoría de los sentimientos morales donde Smith juega con el equilbrio armonizador de la mano invisible social sugerida por Mandeville y Newton. Por ello, The Wealth of Nations marca el inicio de la ciencia económica, entendida como una teoría que busca explicar el crecimiento y el progreso social.

Smith fue un liberal progresista en toda la linea. Por ello no tiene nada que ver con el Neoliberalismo a lo Friedman que hace del mercado “lo único que importa”. En este sentido las tesis de Friedman fueron cuestionadas y su plantemiento fue considerado “intelectualmente corrupto”, como señala Paul Krugman, y eso es algo que está recién comenzando a ser develado. El fundamentalismo de mercado es lo que tiene al mundo en este actual colapso y al borde de la parálisis global. Porque los mercados no son la justicia divina, sino más bien la fuerza iracunda y destructora de la naturaleza. Lo que estamos viendo cada día, perplejos, es la furia del mercado, un mercado ideologizado por las corrientes fundamentalistas del capital libre y el laissez-faire a ultranza.

James Tobin, en su crítica al Marco Monetario de Milton Friedman (The Monetary Interpretation of History), de 1965, señala lo fácil que era pasar de la frase “el dinero importa” a “el dinero es lo único que importa”. Y esto es lo que hizo Friedman en su absolutismo fundamentalista: “el dinero es lo único que importa”, e hizo de la política monetaria y el control de la inflación el eje de la acción de los bancos centrales, cerrando el camino a otras preocupaciones como el crecimiento, el pleno empleo o la distribución del ingreso.

Tobin, en una linea más “realista”, planteó la necesidad de disuadir las prácticas de especulación financiera con un impuesto que la encareciera, para poder desarrollar políticas orientadas al pleno empleo y el crecimiento de la economía real. No obstante, la “tasa Tobin” fue paulatinamente abandonada por los gobiernos y bancos centrales: Los flujos de capital circularon libremente y a la velocidad de la luz por todo el planeta, buscando el diferencial de ganancia fácil que infló la burbuja que hoy cae estrepitosamente como una demolición controlada.

Los realistas de la economía han sido más concientes de los límites de los modelos y se hallan prestos a zanjar decisiones de política económica contrastables con la experiencia directa, de por sí compleja. Pero la medicina neoliberal, lejos de resolver los problemas de la humanidad como lo prometió Friedman (el hambre, el desempleo, la desigualdad), ha creado un mundo más polarizado y desigual. Está claro que el paciente debe someterse a un tratamiento distinto.

La receta básica de los fundamentalistas del mercado fue “estabilizar, liberalizar, privatizar” aplicando la prescripción para no generar un incremento sostenido de los precios. Así fue como la inflación se redujo notablemente a nivel global en los años 90. Pero esto también fue consecuencia de las altas ganancias temporales producidas por las privatizaciones.

Los modelos fundamentalistas de la llamada “economía positiva” y su dinámica estocástica del equilibrio general no pueden explicar la crisis actual. Esta es la llamada de alerta de que sus modelos son incompletos y deben ser completados por economistas que no sigan a tabla-rasa el recetario teórico ortodoxo. Hay que volver a dirigir la economía hacia el pleno empleo y esta vez con un modelo de crecimiento que apueste por la conservación del planeta, la calidad de vida y el medio ambiente. La ganancia fácil a lo Wall Street, no va más.

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