El "individualismo metodológico" de Max Weber y las modernas teorías de la elección racional
Luis Armando
González
Presentación
La designación
Teoría Política compone el conjunto de conocimientos que derivan de la
preocupación por comprender al fenómeno político, entendido como aquella
actividad humana que concierne a la vida en común –es decir, aquello que
podemos entender como lo público-. A su vez -y en la medida en que
efectivamente humana- esa vida en común no puede ser sino evaluada, se trata de
un tipo de conocimiento sometido explícita o implícitamente a la siguiente
premisa: el fenómeno político expresa y pone en movimiento una tensión
inherente, que puede ser explicitada como la que acontece entre lo que es y lo
que debe ser. Dicho de otro modo, ¿acaso
existe un teórico político que no se refiera de un modo u otro al tópico de la
“ciudad perfecta”?
En tales
términos entonces, la teoría política viene a ser una suerte de “enjuiciamiento
crítico de la vida en común”. En vista de ello pretende responder a
interrogantes tales como los siguientes: ¿debe prevalecer la fuerza, la razón,
o el consentimiento en la vida en común? ¿Cuál de esas energías se orienta
mejor hacia el tipo de vida que juzgamos más idóneo o mejor?
Como es de
esperarse, estando
Se entiende
entonces que “hacer” Teoría Política sea una actividad frecuentemente referida
en la historia intelectual; y, más precisamente, en la historia de las ideas
políticas. Entonces, las variedades de
La propuesta de
esta asignatura es seguir esa madeja de ideas, ese diálogo, a partir de un
encuadre de preguntas fundamentales y menos a partir de los cánones
cronológicos usuales. A su vez, estas preguntas han sido seleccionadas con especial consideración a los problemas de
la “modernidad” política.
Por otra parte,
esto último implica el tener en cuenta especialmente los conceptos e ideas
cruciales que plantean o se hacen eco los autores; por ejemplo, el concepto
“justicia”, o el concepto “libertad”. Es un hecho que la teoría política se compone de conceptos, entre los que conviene
hacer una distinción básica. Por un lado, existen conceptos cuyo valor es
“epistémico”; es decir, términos que se pretenden instrumentales para una
investigación empírica, y que usualmente se evalúan de acuerdo a su provecho en
esa empresa –es decir, su aptitud operacional y su capacidad para distinguir
los fenómenos. Por otro lado, existen conceptos cargados de valor “normativo”;
como por ejemplo, el concepto “justicia”.
Se trata de una
distinción que aunque básica no deja de ser controversial. Se suele discutir la
posibilidad de conceptos que, refiriéndose a la acción humana, puedan ser
no-normativos. Leo Strauss supo afirmar que es imposible describir un campo de
concentración sin conceptos normativos –tales como libertad y sumisión, etc-; y que si se lo hiciera nadie
sabría que se trata de un campo de concentración.
Esa objeción de
Strauss tiene dos vías de tratamiento: a nivel epistemológico –que aquí es de
menor interés- y a nivel pragmático. Es esta, en cierto modo, la línea sugerida
por Weber: aunque los conceptos estén
cargados de valor y aunque dependan de intereses ideológicos o filosóficos del
científico, no deja de ser cierto que pueden ser evaluados en su idoneidad para
la investigación social y empírica. De acuerdo a esto, la asignatura inicia
discutiendo el conjunto de conceptos que enuncian la modernidad política.
El programa de
la asignatura se estructura entonces de la siguiente forma:
·
En primer término, algunos apuntes
introductorios sobre la idea de una
teoría política, así como la cuestión del vocabulario político de la modernidad. En esta sección se pretende
una elaboración sucinta orientada a ilustrar y hacer consciente el entrelazamiento
conceptual de algunos conceptos cruciales para la investigación empírica. Estos
son los siguientes: la noción de política así como las nociones de estado y
burocracia, democracia y representación, ciudadanía y nación.
·
En segundo lugar, la cuestión de la misma “modernidad” y la
idea de emancipación, así como el concepto inmediato del auto-gobierno
(democracia) deben ser examinados en términos de sus promesas, de sus
éxitos y fracasos como orientación general del pensamiento. Si la búsqueda moderna
puede ser definida como la indagación sobre una nueva identidad para lo humano,
los interrogantes, que entonces han de ser solventados, son del orden de los siguientes: ¿es esa indagación
síntoma de una pérdida; o es al contrario, la imagen de una esperanza? Por otra
parte, la modernidad debe ser pluralizada: existen modernidades. A
continuación, entonces, se trabaja un contrapunto referido a la emergencia del
vocabulario moderno de la política, comparando las nociones que despegan desde
la formulación europea ilustrada contra a barroca, más propiamente
latinoamericana.
·
En tercer término, hay que
analizar la importante cuestión de la vida buena y de su paralelo político: la virtud de la justicia. Este temática
se aborda desagregando tres diferentes temas. Primero, las controversias
suscitadas por la obra de Rawls: el debate libertario y aquel referido a la
economía política. Posteriormente, se estudian los planteos que tratan algunos
temas “específicos” que desafían el planteo rawlsiano –lo atinente a la
política del reconocimiento y lo referido a la situación de la mujer-. Por
último, se estudia la reciente propuesta de Amartya Sen quien procura girar la
discusión hacia los problemas de la práctica de hacer justicia.
·
En cuarto término se examina la
cuestión del poder. Es este el
terreno del realismo político. Se aborda esta problemática a partir de tres
cuestiones. Primero, la naturaleza “moral” del poder. Segundo, la cuestión de
los límites al poder. Tercero, se estudia la naturaleza del poder más allá del
derecho; en especial, los fenómenos variadamente enmarcados en las nociones de
“populismo”, “bonapartismo”, “cesarismo”.
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