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martes, 1 de septiembre de 2020

LA CIENCIA COMO PROCESO DE INVESTIGACIÓN Y DIMENSIÓN DE LA CULTURA.

LA CIENCIA COMO PROCESO DE INVESTIGACIÓN Y DIMENSIÓN DE LA CULTURA. Juan Samaja 

PARTE 1 

CONCEPTO, MÉTODO Y SENTIDO DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA.

 En esta unidad vamos a exponer dos de las principales nociones con las cuales se puede comprender y organizar el proceso de investigación científica: la noción de proceso de la ciencia y la de diseño del objeto científico. Pero, a raíz de estas dos nociones, nos estaremos refiriendo en todo momento a la naturaleza de la investigación científica como una forma de comportamiento humano. ¿Por qué hemos usado la palabra "sentido" en el epígrafe? Eso lo podremos contestar con claridad recién al final de toda la lectura. 

 1. El proceso de investigación científica 

El término "proceso" implica, en general, la noción de una serie de transformaciones que le comienzan a ocurrir a un cierto estado de cosas, a partir de una cierta situación inicial, hasta que finalmente se alcanza un nuevo estado en el que aquellas cosas se han cambiado. Quien emplea la palabra "proceso" presupone, pues, esos significados elementales: i. un estado inicial de ciertos cosas; ii. una serie de operaciones de transformación que comienzan a suceder y siguen sucediendo hasta que iii. aparece un estado final, al que normalmente denominamos “el producto”, y que lo concebimos como el momento en el que el proceso se detiene o "se extingue". 

El término "proceso de investigación científica" contiene a su manera estas tres nociones: i. el asunto o sus condiciones de realización; ii. los cursos de acción; y iii. el producto. Veámoslo en un diagrama: 

Componentes del Proceso de Investigación 

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PROCESO DE INVESTIGACIÓN 
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    I                               I                                        I
    V                              V                                      V 
  Objet ---------------> Método  ------------->  Objetivo 
 (Condiciones de realización)    (Cursos de acción)    (Producto) 

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El proceso de investigación científica es algo que les sucede a los conocimientos que emplean los hombres. En principio, entonces, el escenario de toda investigación científica es el conjunto de conocimientos o creencias que los seres humanos ponen en función acerca de algún asunto en particular. 

Sin duda, los conocimientos que los hombres disponen de las cosas poseen una importancia suprema para ellos: forman parte constitutiva de la vida misma; de los recursos vitales de que disponen para sobrevivir. Son funciones inherentes a la regulación de su propio proceso de vida. 

Igualmente, es indudable que los conocimientos humanos cambian: son funciones inseparable de los procesos en que se han ido formando las sociedades humanas; es decir, los conocimientos humanos han estado sometido a procesos de nacimiento y transformación incesantes. 

Sin embargo, debemos reconocer que los hombres toleran muy mal la diversidad y las variaciones de los conocimientos. Lo que vale como creencias verdaderas a ciertas sociedades suele ser considerado creencias falsas para otras; lo que es cierto para una generación llega a ser falso para la siguiente... Y con gran frecuencia esta diversidad conduce a enfrentamientos verdaderamente enérgicos, violentos y, a veces, trágicos. 

¿Qué saben o creen saber los europeos de la conquista y colonización de América por parte de Europa? ¿Y qué saben los descendientes de los etnias americanas de este mismo hecho? ¿Qué creen saber israelíes y palestinos acerca de sus derechos nacionales sobre los territorios en litigio? Es notorio que saben o creen saber cosas muy distintas. 

Ahora bien, la diferencia entre saberes sobre un mismo objeto no puede sostenerse sin conflicto: si A es verdadero, no-A no puede serlo. Alguien deberá cambiar su conocimiento. ¿Quién? El que esté en el error. Pero, ¿cómo demostrar quién está en el error y quién en la verdad? 

Las investigaciones de antropología y sociología del conocimiento nos muestran de manera convincente que los conocimientos de las sociedades no se cambian de cualquier manera, y mucho menos, por medio de imposiciones externas. Las creencias sociales poseen sus propios órganos y sus propias pautas para evaluarse, para juzgar lo que es verdad o falsedad y para determinar lo que es una buena o una mala prueba. De esa suerte, las diferencias que se pueden dirimir son solamente aquellas diferencias de carácter secundario, que no ponen en juego el conjunto de evidencias de base sobre la que se asienta el saber. Los cambios que se pueden introducir en un sistema dado de conocimiento o de creencias son sólo aquellos cambios que resultan compatibles con la conservación del sistema en su totalidad. Así lo reconoce hablando de la ciencia, el gran lógico norteamericano W. van O. Quine:

 ... cuanto más fundamental para nuestro esquema conceptual es una ley, tanto menos dispuestos estaremos a someterla a revisión. Si resultara necesaria una revisión de nuestro sistema de enunciados preferiremos, ceteris paribus1, la revisión que menos perturbe el sistema." 

Si esto es válido para la ciencia, a fortiori2 lo será para el conocimiento sapiencial y el saber común, que no disponen de la misma vocación autocrítica que aquélla. 

Este carácter esencial del conocimiento humano, a saber, ser una función destinada preservar los presupuestos de la vida social, le viene impuesto a la especie humana desde el fondo de su historia evolutiva: todo conocimiento actual supone un substrato constitutivo (impositivo): el organismo humano, que luego de milenios de acomodación al medio, ha logrado adaptarse, conserva esos logros de muchas maneras: como patrimonio morfológico (anatomía), como patrimonio fisiológico (ciclos metabólicos) y como patrimonio etológico (pautas de acción y de conocimiento). 

El conocimiento es –como lo vio claramente J. Piaget- una función de auto regulación de la vida. En tanto organismo adaptado todo viviente "sabe algo" con lo que orienta su conducta para preservar su identidad. Encadena su vida a ese saber (o a esa "creencia de saber..."), en la medida que ella es la culminación de sus logros adaptativos. Si un organismo ha aprendido a eludir las caídas, "sabe" que si delante suyo hay un precipicio, NO debe avanzar. Si ha llegado al borde de un abismo, quedará ipso facto paralizado ante él, siendo completamente indiferente que circunstancialmente ese saber sea verdadero o ilusorio. Ése es el caso, por ejemplo, de un perro al que se lo quiere hacer avanzar sobre un vidrio transparente por encima de un espacio vacío. O el caso de una avispa que cree saber (porque así se lo dicen sus instintos) que delante suyo se abre un espacio libre, aunque se encuentre aprisionada detrás de una botella: insistirá en querer volar en todas las direcciones tal como se lo impone "su saber". El saber disponible presenta entonces, dos valores contrapuestos: i. conserva las buenas soluciones (valor positivo); 2. impide ver nada fuera de su propio horizonte (valor negativo). 

La Epistemología contemporánea ha mostrado que el mecanismo del conocimiento puede describirse como asimilación de los datos del objeto a sus esquemas de conducta, como parte de sus funciones de autoregulación. Aplicada esta teoría al acto de comprensión humana, resultaría que ésta es el proceso por el cual los individuos de una cierta cultura asimilan los objetos de sus experiencias a las evidencias o esquemas básicos de su cultura. Las experiencias exógenas son comprendidas o dotadas de significación mediante una reelaboración endógena, lo que quiere decir, mediante un proceso interno en el que los estados de cosas y los procesos son representados de tal manera que a partir de ciertas premisas, se obtienen como conclusión los hechos que se quieren explicar. 2 “ Forzosamente”, "con más razón". 

La comprensión es, entonces, un acto imaginario o simbólico de producción, en el sentido en que algo queda comprendido o explicado para un sujeto cuando los datos del hecho real pueden ser puestos en correspondencia con representaciones internas que corresponden a los esquemas de producción habituales para esa cultura. 

2 “ Forzosamente”, "con más razón".

Consecuentemente, explicar "para otro" (argumentar) será, entonces, poder derivar proposiciones que expresan ese contenido a partir de otras proposiciones formuladas como premisas evidentes para ese otro. Eso es lo que sucede cada vez que una madre se esfuerza por hacer comprensible para su niño algo desconocido. 

Imaginen el siguiente diálogo: 

Niño: "Mamá. ¿Por qué se mueve el agua del río? 

Madre: "Bueno, es que el agua ha recorrido un largo camino. Anduvo en las nubes. Cayó como lluvia en las montañas. Allí se hizo nieve, y ahora que hay mucho sol, ha comenzado a descender y está volviendo a su casita a descansar. Va a hacer nono porque está muy cansada. Su camita está en el mar, y va hacia allá." 

Esta pequeña explicación contiene lo esencial de toda explicación: pone los elementos de un problema en relación de correspondencia con los elementos de lo que al sujeto le resulta obvio o tautológico3. El niño conoce desde la cuna ese ciclo: despertarse, moverse, cansarse, y regresar al descanso... Esa es SU VERDAD. Así se producen las cosas para él. Consecuentemente, comprenderá toda otra verdad por referencia a su verdad.4 

Ahora bien, esta caracterización de la explicación o comprensión humana, vale tanto para la conciencia perceptual o la conciencia mítica como para la conciencia filosófica y la científica: estamos, como diría Piaget ante una necesidad general de toda conciencia o sujeto de conocimiento: el reemplazo de lo exógeno por lo endógeno; la asimilación como momento esencial de las conductas adaptativas. 

Sin embargo, el ser humano adquirió -en algún momento de su historia- una cierta capacidad de liberarse de esta autoridad omnipotente de las creencias perceptuales, míticas, sapienciales.., mediante una operación reflexiva que le permite un saber crítico de su saber. Esa capacidad fue el resultado de un largo desarrollo de un germen o potencialidad que se denomina "autoconciencia". Esta autoconciencia es la que contiene en germen la posibilidad de alcanzar una perspectiva crítica del propio saber, por más compartido que sea, aunque para que ello sucediera debieron acaecer, previamente, numerosas peripecias en su historia5. 

"El hombre conoce y también es consciente de que conoce. Adquirimos, poseemos y usamos nuestro conocimiento; pero al mismo tiempo, somos conscientes de nuestras actividades como conocedores." S. Toulmin (1977:T.I,17). 
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3 "Tautología": enunciado que repite en el predicado lo que está contenido en la noción del sujeto. "Verdad lógica". 
4 Revisar en Samaja, Epistemología y Metodología, la metáfora del "cartografiado", propuesta por G. Bateson.
5 Sobre este tema, cfr. J. Samaja, El Lado Oscuro de la Razón. 



En todas las formas de la conciencia específicamente humana hay ya un componente reflexivo, autoconciente, por el cual el sujeto consciente siempre puede agregar a su representación el giro reflexivo: "Yo pienso...eso." Es decir, que el conocimiento humano es siempre doble: 1. sabe de algo [eso], y 2. sabe de sí como sujeto de ese saber [Yo pienso]. 

Esa capacidad reflexiva encierra una decisiva consecuencia: abre la posibilidad de examinar la fuente de la autoridad del saber, lo que de alguna manera significa, liberarse de la autoridad del propio organismo (de los propios instintos) y de la propia comunidad de pertenencia. 

Sin embargo, esa posibilidad recién se actualizó de manera efectiva a partir del surgimiento de las sociedades civilizadas, a partir de ciertas transformaciones profundas que se produjeron en los sitemas culturales. 

¿Cómo se produjeron esas fisuras en el edificio de las creencias perceptuales (que emergen del funcionamiento del cerebro), y de las representaciones y creencias comunales (que emergen de las tradiciones de la vida común de los hombres? 

De alguna manera la crisis del poder de las creencias "va de la mano" con la aparición de conflictos entre creencias en el seno de la Comunidad. 

Se comprende que si las creencias están determinadas por la vida social, el litigio entre ellas debió de surgir en estrecha relación con la aparición de profundos conflictos de intereses en la vida social misma. 

La unidad ética de las comunidades primitivas debió ser substituida, en el paso de las sociedades prehistoria a las llamadas sociedades civilizadas, por las reglamentaciones jurídico-formales del Estado como el órgano responsable de preservar la "unidad de la comunidad" a través de las diferencias y luchas de las clases. 

Las evidencias sociales que en las sociedades prehistóricas emergía de la vida comunitaria misma, de su milenaria eticidad, al quebrantarse la unidad de intereses sociales, como resultado de ciertas innovaciones tecnológicas, llegaron a ser asunto de graves litigios. Ahora bien, los litigios se resuelven mediante el diálogo o mediante las armas. 

En las sociedades con conflictos de clase, la cuestión de la validez del saber, presupone inexorablemente la búsqueda de instancias últimas de acuerdo, de puntos de partida común a todas las partes en litigio, que en caso de faltar, vuelve irremediable el juicio de las armas. Los griegos llamaron “lugares comunes” a estos "puntos de acuerdo". Aristóteles investigó los mecanismos mediante los cuales los hombres argumentan empleando esos "lugares comunes" en las obras que se han reunido bajo el título de "Tópicos". 

Hablar de "juicio de las armas" no es más que una metonimia: en verdad las armas son instrumentos de los agrupamientos de seres humanos ligados por intereses y representaciones comunes más o menos enérgicas. Ese complejo conjunto de factores que decide el resultado de las batallas se transfiguró en la imaginación de las sociedades con Estado como un "Juicio de Dios" que venía a darle la razón a ésta o a esta otra clase social. En consecuencia, como se desprende de la teoría de Kelsen, todo Estado existente es el testimonio concreto de que ciertos grupos pudieron poner de su lado "el juicio de Dios" en los conflictos con las otras fracciones sociales, logrando establecer su hegemonía; y, por lo mismo, es el testimonio de que lograron imponer un conjunto suficiente de intereses y representaciones como "intereses comunes" (“tópicos” o “dogmática”), como fuente [...] 







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