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jueves, 1 de octubre de 2020

QUÉ PODEMOS HACER LOS ECONOMISTAS CON UNA CIENCIA QUE DEBE (Y CASI NO PUEDE) SER EMPÍRICA

 QUÉ PODEMOS HACER LOS ECONOMISTAS CON UNA CIENCIA QUE DEBE (Y CASI NO PUEDE) SER EMPÍRICA 

Por Antonio Aznar Catedrático de Econometría y Métodos Estadísticos de la Universidad de Zaragoza y Vicepresidente Primero del Consejo de Administración de CAI. Facultad de Ciencias Económicas. Gran Vía 2-4 50005-ZARAGOZA Teléfono: 976 761829 aaznar@unizar.es 

Resumen: 

El objeto de este trabajo es comentar las dificultades con las que se topa la Economía cuando pretende elaborar, explícitamente, un conocimiento que sea científico. Comenzamos analizando las grandes corrientes de la Filosofía de la Ciencia, comentamos las peculiaridades del fenómeno económico y las consecuencias que se derivan de esas peculiaridades y concluimos con unas recomendaciones. 

Palabras Clave: Científico, Paradigma, Programa de Investigación, Enfoque Preferencialista Bipolar, Tendencias y no Leyes y Predicción. 

Agradecimientos. 

Agradezco las sugerencias que me han hecho Maria Teresa Aparicio, Maria Isabel Ayuda, Pilar Aznar, Tomás García, Javier Nievas, Eduardo Pozo e Inmaculada Villanúa. 2 

“A los economistas les gusta pensar que la Economía es una ciencia. En una ciencia, sin embargo, las contradicciones repetidas de un paradigma conducen a su abandono si hay una alternativa disponible. Un paradigma en Economía sostiene que los déficits presupuestarios producen altos tipos de interés. Este paradigma no está soportado por los hechos”. Evans (1985). “Los defensores de la equivalencia ricardiana han desarrollado un trabajo econométrico sobresaliente pero sólo han logrado la conversión de un reducido número de economistas americanos. Esto no debe sorprendernos porque, como Summers ya demostró, independientemente de lo que pensemos, la econometría sofisticada tiene poca influencia cuando va en contra del sentido común”. Mayer (1995).  

1. INTRODUCCIÓN 

 El economista, como cualquier otro profesional, está dotado de un equipaje intelectual que determina y condiciona su aportación al funcionamiento de la sociedad. La cultura económica es uno de los ingredientes destacados del funcionamiento de las sociedades contemporáneas y esta cultura abarca muchos aspectos que van desde la forma de ver las cosas hasta el mismo proceso de toma de decisiones diseñado para cambiarlas. 

Podemos hablar de dos tipos de cultura económica: implícita y explícita. La primera, se manifiesta de forma casi imperceptible por allí por donde pasa un economista. No hace falta sacar de la mochila ni las curvas de indiferencia, ni las elasticidades, ni los modelos econométricos. Simplemente, se pone de manifiesto una actitud, una forma de plantear los problemas y un estilo, un talante diríamos hoy, en la forma de sugerir y proponer soluciones a dichos problemas. Pero, al lado de esta cultura en torno a una forma de estar, podemos hablar de una segunda cultura, en muchas ocasiones estrechamente unida a la anterior, y que va acompañada, entre otras cosas, por modelos matemáticos y métodos estadístico-econométricos de diferente tipo. Esto es lo que, en este trabajo, llamaré cultura económica explícita y es esta la que hace exclamar a algún estudiante preclaro y a algún que otro economista escéptico de larga tradición “¿Para qué tanto formalismo?”. 

En este trabajo reflexionaré sobre algunos aspectos relacionados con lo que he llamado cultura explícita. No porque piense que su papel en el funcionamiento de la sociedad sea más relevante que el que corresponde a lo que hemos llamado cultura implícita; mas bien pienso lo contrario. Lo hago porque me resulta más fácil ya que el objeto a 3 discutir está nítidamente delimitado en la literatura y muchos autores se han pronunciado sobre el mismo. Reflexionar sobre el papel de lo que hemos llamado cultura implícita resulta, para mí, mucho más complicado porque su intervención en el devenir social es mucho más difusa. Pero repito, no menos importante. 

La sección siguiente está dedicada a reflexionar sobre el llamado fenómeno científico. La Sección 3 se ocupa de ilustrar lo especiales que somos los economistas cuando nos dedicamos a hacer ciencia. Por último, en la Sección 4, tratamos de razonar que, ya que somos tan especiales, algo deberíamos de pensar para mantenernos dentro de algún tipo de ortodoxia. 

2 EL FENÓMENO CIENTÍFICO. 

 Comenta Chalmers (1982), al comienzo de su libro, que decir que algo es científico es asignarle un reconocimiento especial y esto no sólo en el campo del conocimiento, sino en campos más de la vida diaria, como una crema dentrífica o el proceso de elaboración de un coche. Cuando se dice que una crema de dientes ha sido elaborada siguiendo un método científico, parece que se ofrecen más garantías sobre la excelencia del producto. En definitiva, se intenta decir que se trata de un producto mejor. Pero si esto es así para muchos productos, la mayor relevancia de etiquetar algo como científico tiene lugar en el campo del conocimiento. Se da por supuesto que el conocimiento científico es un conocimiento superior a otro tipo de conocimientos como el vulgar o el ideológico. Como indica Mayer (1995), cuando no estás de acuerdo con un colega puedes transtornarlo diciéndole que su pensamiento es erróneo; pero todavía lo transtornas más si le dices que su pensamiento no es científico. 

Inmediatamente surge la siguiente cuestión: ¿Cuáles son las razones que hacen que la vitola de científico sea tan deseada?. Limitándonos al campo del conocimiento, el término científico evoca, al menos, lo siguiente: 

- Conocimiento científico, en primer lugar, se identifica con conocimiento objetivo, válido universalmente, que se acepta no por las características personales de quien lo formula sino por el proceso que se ha seguido en su adquisición. 

- Existe el convencimiento de que la utilización del conocimiento científico con fines prácticos llevará a mejores resultados que los que podrían obtenerse utilizando otro tipo de conocimiento. En concreto, hay dos cosas que solamente con el concurso del 4 conocimiento científico pueden hacerse de forma satisfactoria: la predicción y el análisis causal cuantitativo bivariante. Con la predicción, se pretende anticipar la evolución de ciertos acontecimientos futuros. En el análisis bivariante se trata de determinar qué cambio cuantitativo experimenta una variable al modificar en una determinada cuantía la trayectoria de otra variable. 

 El conocimiento científico se asocia, por tanto, con la posibilidad de lograr conocimiento objetivo y alcanzar altas cotas de satisfacción cuando dicho conocimiento se utiliza para resolver los problemas de nuestro entorno. La comunidad de científicos, pretende tener un código de aplicación semiautomática que les garantice el carácter científico del pensamiento que elaboran y que les permita resolver de forma mecánica las dudas que van surgiendo en el proceso de adquisición del conocimiento. En un determinado momento esta aspiración parecía satisfacerse con el llamado Positivismo Lógico que se desarrolló en torno a un grupo de filósofos que formaron el llamado Círculo de Viena en los años 20 y 30. El código asociado con el Positivismo Lógico había destilado las esencias de los desarrollos habidos tanto en los métodos lógicos como en las corrientes empiristas. Ver, por ejemplo, Ayer (1959), Kolakovski (1977) y Porta (1983). 

Los principales rasgos en los que se apoyaba este código del Positivismo Lógico son: principio de determinación, progreso acumulativo y unicidad de método. 

El principio de determinación nos dice que si se aplica correctamente el código elaborado por los positivistas lógicos, entonces a partir de la realidad se llega a un solo modelo teórico explicativo. Se puede hablar de un proceso en dos etapas que nos lleva, en primer lugar, de la realidad a los hechos y, a continuación, de los hechos a las leyes generales en forma de teorías o hipótesis. Para los positivistas, el tránsito de la realidad a los hechos se hace de forma inmediata y no requiere mucha explicación. Basta abrir los ojos y, con un equipamiento sensorial normal, la percepción será la misma para todos: son los hechos puros y duros. Como indica Russel Hanson (1977), caricaturizando la posición del positivista estandar: “Para los filósofos simplistas la observación consiste en abrir los ojos y mirar. Los hechos son simplemente las cosas que suceden dura, directa, llana y simplemente”. 

La segunda etapa nos lleva de los hechos a las leyes generales. La lógica nos indica que, para llevar a cabo esta etapa, el único camino correcto es la aplicación de las reglas de inferencia deductiva. Esta admite dos variantes: transferir la verdad hacia delante, de las premisas a las 5 conclusiones (modus ponens) o transferir la falsedad hacia atrás de las conclusiones a las premisas (modus tollens). Uno de los requisitos para que esta inferencia sea válida es que, en el camino, ni se añada ni se reste contenido. 

 En las ciencias empíricas existen diferentes circuitos en los que las conexiones se justifican por la aplicación de la inferencia deductiva. Algunos de estos circuitos pueden verse en la Figura 1. Así, podemos considerar un argumento en el que las premisas son el conjunto de postulados iniciales, que son enunciados universales, y las conclusiones son las leyes o teorías que son también enunciados universales. Puede pensarse también en un segundo argumento en el que las premisas son las leyes o teorías, que son enunciados universales, conjuntamente con las hipótesis auxiliares, que son enunciados singulares, y las conclusiones son las explicaciones o predicciones, que son enunciados singulares. Pero, en las ciencias empíricas, los argumentos más relevantes son aquellos que ponen en conexión a los hechos con algún elemento del esquema teórico.

[...]

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