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lunes, 13 de julio de 2020

LA ECONOMÍA DE LO PÚBLICO

Núcleo economía de lo público 

La globalización para los países como el nuestro ha impuesto nuevas reglas en la eficiencia, en la producción y en la asignación de recursos. Así, la búsqueda por hacer compatible el interés individual y el colectivo, el incremento de la competitividad, la satisfacción de las demandas ciudadanas y la posibilidad de ―escogencia social‖, se debate con una economía que debe garantizar las condiciones básicas sociales, de producción y de acumulación de las micro y mezo economías.1 La economía de lo público es una disciplina que se encuentra en un proceso de transición y se refiere, según Fernando Rojas (1996)2 , generalmente a la manera como se priorizan y se satisfacen, con recursos escasos, los bienes y servicios de interés colectivo. Así ante la dicotomía entre lo público y lo privado de la economía, el estado y sus aparatos deben velar por ofrecer marcos regulatorios que garanticen los derechos y deberes entre la sociedad civil, sus intereses particulares y los del colectivo. En el campo de la administración pública, se trata de combinar los recursos institucionales de una sociedad no solamente los del aparato público que se caracterizan por funciones de producción y cambios constantes3 . 

Introducción general 

La historia del pensamiento económico se ha desarrollado de manera dispar a través del tiempo, es decir, ha presentado momentos de estancamientos y momentos de grandes evoluciones, por eso el desarrollo del pensamiento económico no ha ocurrido de manera sistemática y uniforme sino por el contrario lleno de saltos e intermitencias. 
Aunque la economía moderna surge hacia la segunda mitad del siglo XVIII en un momento de grandes revoluciones del pensamiento y con la aparición de personajes importantes como Galiano, Beccaria y Hume entre otros, se puede afirmar que desde el antiguo pensamiento griego se puede rastrear la historia de un pensamiento económico aunque este no tenía las complejidades de una ciencia moderna como la de nuestros tiempos. 

Se puede notar en los griegos la preocupación por la administración del hogar y el nacimiento de algunas ideas que eran absorbidas por otro tipo de ciencias sociales que eran de mayor importancia en su época como la filosofía. 

En la edad media ocurrió algo similar pues la economía estaba enmarcada dentro de la filosofía moral. 

Para la mayoría de autores la economía se empieza a concebir como ciencia a partir de la aparición de la obra ―La riqueza de las naciones‖ de Adam Smith, que no es otra cosa que una compilación de problemas económicos tratados por diversos autores mercantilistas en los dos siglos previos. 
Además buena parte de estos temas habían sido tratados por los antiguos griegos. 
A partir de las últimas décadas del siglo XVIII, con una exposición más formal, se puede entonces reconocer existencia a la ciencia económica con Smith y en especial con Ricardo. 
La primera mitad del siglo XIX dio lugar a la aparición de un numeroso grupo de economistas que alarmados por la pauperización que crecía junto con la industrialización expusieron un pensamiento socialista en los que se destacan Owen, Saint Simon y Fourier entre otros, y más tarde le dio paso a Marx quien revisó en detalle la teoría clásica, aportó la revisión histórica de la formación del capitalismo, las teorías sobre el dinero y de las crisis recurrentes derivadas de la concentración del ingreso. 

Esta parte del siglo XIX vio también surgir tesis económicas que retomaban los aportes de los mercantilistas alrededor de la necesidad de promover la industria y protegerla con regulación comercial, en oposición a las tesis de Smith y Ricardo respecto a la desregulación del comercio internacional, ideas que fueron sintetizadas por List en su ―Sistema de Economía Nacional‖ publicado en 1840. 

La tendencia que defendía el libre mercado recuperó ánimos a partir de la segunda mitad del siglo XIX con los trabajos de una oleada de autores –Jevons, Walras y Pensamiento económico  Marshall- que aplicaron nuevos métodos matemáticos al análisis económico, corriente esta que se conoció como la revolución marginalista y que logró predominar. 

No obstante el predominio de las ideas sobre libre mercado en el comercio internacional, en el siglo XIX los únicos países que abrieron sus mercados fueron aquellos sobre los que Estados Unidos y las nuevas potencias europeas aplicaron su conocida ―diplomacia de las cañoneras‖. 

Esta forma de trato consistía en bombardear los puertos de los países que se negaban a abrir sus mercados pero eran incapaces de defenderse militarmente. 
Incluso la reina de Inglaterra intentó aplicarla a Bolivia, un país que ya en ese momento no tenía costa, pues le fue arrebatada por Chile; cuando la reina Victoria se enteró de este hecho ordenó que Bolivia fuere borrada de los mapas. 

La escuela histórica alemana –con Hildebrand, Roscher, Knies y Schomoller reaccionó en contra del método utilizado por el marginalismo con el argumento de que era excesivamente abstracto y generalizador, que el deductivismo utilizado carecía de la suficiente evidencia empírica, que por eso era prudente postergar la formular leyes hasta cuando se hicieran suficientes estudios históricos mediante la ciencia descriptiva. 

Menger, de la escuela austriaca, terció a favor del método deductivo afirmando que es inútil intentar construir teoría mediante el inductismo pues ni siquiera los historicistas propusieron la forma de hacerlo y que es mediante razonamientos abstractos –deductiva- que se puede comprender y formular teoría económica. 

No obstante los esfuerzos de un grupo de autores norteamericanos como Veblen que volvieron a llamar la atención sobre la importancia de las instituciones y la política económica, sobre la necesidad de un mayor control social y participación gubernamental en la economía, no fue sino hasta la crisis de 1929 que los gobiernos se vieron obligados a intervenir para mejorar la coordinación económica resolviendo el problema de demanda efectiva que había sido advertida por Marx. Kalecki y Keynes fueron los autores que estuvieron atentos a responder a la crisis con una revisión teórica que puso en cuestión la tesis de que los precios en condiciones de libre mercado aportasen mecanismos automáticos para ajustar los mercados. 

A continuación, y en gran medida como producto de haberse demostrado de forma dramática las limitaciones del libre mercado, surgió una nueva tendencia que se conoció como la ―economía del desarrollo‖ –con Prebisch, Kalecki, Kaldor, Rosenstein Rodan, Furtado, Hirschman y Lance, entre otros- cuyas tesis iban más allá de lo expuesto por Keynes. 

Los economistas del desarrollo encontraron en el Estado la alternativa para proveer directamente el financiamiento y subsidio a la inversión, realizar proyectos de infraestructura básica, regular el sector externo y los monopolios, junto a la promoción del progreso técnico, y la redistribución del  ingreso. 

Todo esto era más cercano List y los mercantilistas que a Smith, Ricardo y los marginalistas. Países como Japón, China y los del Sudeste Asiático les dieron la razón a los economistas del desarrollo pues lograron industrializarse con altas tasas de crecimiento e incremento del bienestar con el apoyo del Estado. 

En contraste el desarrollo les ha sido ajeno a los países que han reducido las funciones del Estado, aún aquellos que han aplicado las versiones más recientes del librecambismo.

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1 Tomado del Programa Curricular de Ciencias Políticas y Administrativas. Escuela Superior de Administración Pública. 1998. 
2 ROJAS, Fernando. Economía Pública Contemporánea. Escuela Superior de Administración Pública. Taller de Publicaciones de la ESAP. 1996. 
3 Ibid.13. 
4 Tomado del Documento de Condiciones Iniciales, Factor No 4 Estructura Curricular. Escuela Superior de Administración Pública. Programa a Distancia. 2004.

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