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miércoles, 22 de julio de 2020

EL PROBLEMA EPISTEMOLOGICO DE LAS CIENCIAS SOCIALES


CONSIDERACIONES SOBRE EL SEMINARIO DE EPISTEMOLOGIA Y CON RELACION A ALGUNOS PLANTEAMIENTOS DE ZEMELMAN 
Por: José Francisco Jiménez Castillo

INTRODUCCION 

Evidentemente si realizamos un balance entre las utopías que el hombre se trazara en las diversas etapas históricas habría un consenso para admitir que en este tiempo histórico concreto el hombre se encuentra en un crítico período de escepticismo y duda y añadiríamos algo más: de mayor decepción frente al fracaso de las diversas ideologías que han intentado presentarle soluciones a su problema existencial frente a una sociedad altamente tecnificada que, paradójicamente, no ha podido ni siquiera resolver el problema de su soledad y su razón de ser frente a la vida. Los diversos modelos utópicos, que han girado entorno a arquetipos míticos o religiosos, no se producen ya en nuestros tiempos. Desde Platón en la República, los profetas en la Biblia hasta Tomás Moro a raíz del conocimiento que tuvo en América y el propio dominico Campanella, el planteamiento tuvo como constante un llamado a la- no posesión ni concentración de bienes. "Donde las posesiones son privadas -escribes difícil y casi imposible que la nación sea gobernada con justicia o que prospere" (T. Moro: Utopía). Con Francis Bacon y la Nueva Atlántida, se inicia una nueva caracterización de las utopías en los siglos XVI y XVII, no tanto por el mantenimiento de las clases sociales y la propiedad privada sino por la aparición de un nuevo y especial estamento, los científicos, formados en La casa de Salomón. "Nuestro método consiste en contemplar fríamente las cosas... y en hallar el bien real, duradero y legítimo, que une la razón y las experiencias" 

Trabajo presentado al Seminario "El problema epistemológico de las Ciencias Sociales ", dictado por el profesor Hugo Zemelman. Caracas, 1990. 

El utopismo cervantino tiene como característica sólo imponer la justicia, ayudar al pobre, obrar según la verdad y la benevolencia. Cervantes no defiende la ciencia sino que se preocupa del uso que de ella se haga atacando la que, en nombre de la razón, prohibe y ordena sin atender a las necesidades de los hombres. Con la derrota del humanismo, Cervantes termina convencido de que ni esta modesta utopía es posible. Con Robinson Crusoe, Los Viajes de Gulliver y Emilio, entre otras importantes, el siglo XVIII recibe la influencia de las utopías francesas e inglesas. Su característica esencial estriba en que éstas son menos celestiales y, con ello, realizables a través de modelos experimentales (colonias agrícolas o experimentos pedagógicos de Pestalozzi) o de un replanteamiento del sistema comunitario de bienes como los cristianos del primer siglo donde vuelve a atacarse la propiedad (MoreIly, Diderot, Voltaire, Rousseau). En cuanto a estos modelos, franceses e ingleses, se escinden dos modelos bien diferenciables: -los que creen en la realización de la utopía en forma violenta -como la empleada en la revolución Francesa- y los que creen que no, al tiempo que reducen el papel del Estado y plantean formas de organización democráticas semi autónomas. Con ello se anuncia ya el pensamiento de los socialistas utópicos del siglo XIX donde destacarían los franceses Saint-Simon, con la aparición de las nuevas divinidades: la Razón, el Progreso y la Civilización industrial y humanitaria, y Fourier con su escuela societaria, sin olvidar el aporte del escocés Robert Owen. Esta breve disgresión intenta ilustrar el recorrido del hombre para convivir en sociedad justa y verdaderamente igualitaria valiéndose para ello de diversos modelos, vivencias y representaciones y las subsiguientes decepciones que ha sufrido y que lo han sumido en un sopor de incredulidad, escepticismo y pérdida de fe en cualquier modelo utópico o no que se le presente. 

Nos encontramos, entonces, frente a un dualismo sin parangón en la historia: Un hombre inscrito en una sociedad con un elevado nivel de confort, desarrollo y conocimiento científico jamás visto frente a si mismo intentando resolver problemas igualmente macromoleculares que amenazan ya hasta su supervivencia: contaminación, guerra atómica, agotamiento de recursos naturales renovables así como un exagerado abismo en la concentración y distribución de las riquezas, solo para mencionar algunos de reciente factura. Sumado a ello esta la insuficiencia de las ciencias para intentar explicarle que, a raíz de su mismo quehacer en la historia, él es productor y producto, por tanto, responsable máximo de lo que ahora sucede. 

En la medida que se ha intentado hacerle aparecer sólo como víctima las respuestas han girado en un espiral voluto cuyos círculos diferenciales terminan diluidos en el espacio: Fuente ovejuna ilustra muy bien una respuesta clásica que muestra la tendencia del hombre a no asumir su cuota principal de participación en una sociedad cuyo nivel de abstracción y tecnicismo le ha sobrepasado. Tal desfase, único en la historia, le han reducido a una condición de subordinación frente a su objeto construido. En tal sentido Fromm sigue acertado en el análisis y, por ello, necesaria su revisión conceptual para una actualización y profundización del mismo. 

Un denominador común encontrado en este período ha sido el depósito exagerado para la resolución de sus problemas en esa ciencia desarrollista; de allí que calificarlo de antemano como irresponsabilidad tal vez no ayude mucho en la solución pero sirve para fijar como parámetro de entrada que la misma es el resultado de su accionar. Paralelamente a ello está el abandono de los paradigmas que, en forma por demás lógica, no han podido tampoco dar respuestas a tantos problemas en tan corto tiempo. La sociedad consumista le ofrece todo un abanico de preguntas con sus respectivas respuestas donde él ha aceptado su rol de simple consumidor sin intentar remodelar el actual sistema de vida, mucho menos cuestionarlo. Este homo consumens tiene, entonces, un grave y viejo dilema donde los diversos modelos no pueden penetrar: el dominio de sus propias capacidades de destrucción y de egoísmo y, con ello, el poder de enfrentar la de los demás individuos. Y ante un desfile de diosecillos (como los denominó Dostoievski) el hombre ha terminado en un mundo cosificado, preocupado solo de sus intereses y reducida su capacidad de solidaridad; de allí su actitud pragmática como alternativa opuesta a la ilustración, al racionalismo y a cualquier otro modelo que intente reinventarle su utopía. 

 Bajo el epígrafe de la ciencia, la concepción científica o El método científico se han deificado y/o deformado pensamientos y acciones que han terminado con la pretendida y dogmática infalibilidad que aducían tener. Y no han sido precisamente sus fundadores, estudiosos de la realidad para interpretarla o transformarla, sino los seguidores quienes, en aras de un discipulado incontaminado, terminan convirtiendo los pensamientos en dogmas ante una realidad que muestra la inversión de las palabras frente a los hechos. 

Norma reciente es recurrir, entonces, a un lenguaje que mientras más inentendible sea mayor es la posibilidad de asegurarse un puesto en el Olimpo del saber dogmático y autoritario. Popper en su obra " La lógica de la investigación científica", critica a quienes se sustraen a toda discusión racional y asumen un discurso que termina siendo más que todo síntoma de decadencia quede virtud ante individuos que creen que no hay nadie a quien valga la pena hablar. Esto va a constituir, en el fondo, un saber secundario y residual a la sombra del epísteme occidental y reducido a la función de reproducción. Se construyen así, como lo expresara el Prof. Zemelman al comienzo de su Ponencia, "conocimientos sin relación con la realidad cargados de un ideologismo excesivo". Tal es, a mi juicio, un primer campo a explorar para introducir el elemento cuestionador que justifica un debate epistemológico. 

Otro de éstos tiene que ver con el lenguaje y su interpretación en diferentes contextos así como la inaplicabilidad de algunos temas en sociedades como las nuestras. O ¿no constituirá acaso una forma de colonialismo cultural introyectada el que estemos empeñados en hacer estudios de nuestras realidades desde el abordaje de categorías que no son las nuestras imbuidos por la ley de progreso? 

LA EPISTEMOLOGIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES 
(Una reflexión a partir de las clases del Prof. Hugo Zemelman) 

Que hoy día esté en cuestionamiento la construcción del pensamiento científico así como la rectitud del método y los procedimientos que utilizan las ciencias sociales no debe resultar, en primera instancia, extraño ni inesperado. Habría más bien que objetar que en un siglo donde los paradigmas, las creencias y conductas que habían estado incólumes y que dieron sentido y orientación a los pueblos, no haya sido la nota discordante la problemática epistemológica de las ciencias sociales y su incapacidad de dar respuestas. Si partimos de la premisa expuesta por Zemelman (cuestionar lo que se sabe, profundizando lo que allí está) hay que admitir que la discusión sobre el debate epistemológico está más que justificada. Partiendo, entonces, de una ruptura epistemológica pudiéramos iniciarnos con un esquema sobre los problemas que atentan contra el científico social en la construcción del nuevo paradigma para luego tratar de insertarnos en el contexto de las variables conocidas e intentar leer la realidad que nos definan alternativas. 

En primer lugar (no por ser el más importante) está la adopción de modelos teóricos desgastados en países "centro" cuya visión responde a una determinada evolución político-económica y que, por ende, presenta diferentes categorías de percepción, análisis, interpretación y búsqueda de respuestas. Pudiera ser, igualmente, modelos teóricos actuales: el problema continúa puesto que la taxonomía de los países "centro" no puede traspolarse a los países periféricos. Precisamente esta adopción de modelos es lo que nos ha llevado a elevarnos a repúblicas aéreas con problemas imaginarios, abstractos y cargados de excesivo ideologismo. Ello ha originado, al propio tiempo, la suplantación del análisis de nuestra problemática social desde nuestras categorías con lo que hemos quedado aislados con la realidad y no hemos podido dar respuestas o alternativas a los nuevos esquemas sociales. 

Un segundo problema a enfrentar resulta del divorcio entre la teoría y la praxis por parte del cientista social. Eso que en el drama paulino se traducía como la contradicción entre lo que se pensaba hacer y lo que se termina haciendo. Pues bien, si tuviéramos que realizar alguna encuesta que nos pudiera definir cual es el síntoma principal acerca del fracaso de los paradigmas o la inaplicabilidad de las epistemologías conocidas, es muy probable que esta sociedad nos responda impregnada de cierto pragmatismo. Antes que el planteamiento teórico, la sociedad busca una relación transparente entre ese individuo que pregona y practica lo que él pide poner en práctica. Y en ese terreno, con escasas excepciones, el abismo es tal que el efecto producido ha sido una desbancada total de escepticismo y rechazo al cientista social cuya práctica está separada de su teoría. 

Tercer factor que justifica u n debate epistemológico es el sentimiento peyorativo hacia la historia, aún entendida ésta no bajo la óptica oficialista sino desde la perspectiva de MarcBloch, quien la definía como la ciencia de los hombres en el tiempo; en el estudio del presente por el pasado y el pasado por el presente. Y si bien la realidad socio-histórica no está sometida a regularidades no es menos cierto que la revisión de procesos históricos nos va a permitir instrumentar y transformar la realidad muy a diferencia de lo que hace la lógica del poder. Igual resultado obtendríamos si realizáramos una revisión conceptual del pensamiento crítico de algunos cientistas sociales "desechados" por prejuicios o por graves errores conceptuales y que, sin embargo, con el devenir del tiempo, ha quedado en demostración la validez de algunos de sus enfoques. Revisar y entresacar de la hojarasca las virutas debe ser una tarea de todo investigador social que tenga la intención de interpretar la realidad. De allí que, a partir de dicha revisión, creo que el cientista social podrá mostrar el camino y las vías existentes. Son los acontecimientos que mostrarán la veracidad o no de sus supuestos metodológicos. Igualmente puede intervenir para transformar, criticar, crear, autocriticarse y enmendar. Su voz, pues, debe ser la de atalaya y no Ayatolah. En tal sentido, el cientista social debe seguir aportando instrumentos pero no ser el "instrumento regni". 

Otro factor que incide como problema en la construcción del nuevo paradigma que responda al hombre contemporáneo está, paradójicamente, en la creencia exagerada de que la ciencia social resolverá todos los problemas como si ésta fuera un recetario de universal aplicación. El terreno de las ciencias sociales está limitado como lo están igualmente los demás cientistas de los restantes campos del saber. Popper, partiendo de la premisa de que no se puede alcanzar la certeza, admite lo conjetural e hipotético en nuestro conocimiento: "nunca podemos considerar que una teoría particular es absolutamente cierta... Ninguna teoría científica es sacrosanta o está más allá de la crítica... Hemos llegado a ver que la misión del científico es someter continuamente su teoría a nuevas contrastaciones y que ninguna teoría puede ser tenida por algo acabado". 

En tal sentido, los paradigmas que se construyan en las ciencias sociales no tienen que estar, necesariamente, enfocados unilateralmente en la óptica triunfalista de que vamos hacia el mejor de los mundos posibles (Popper en uno de sus planteamientos). Precisamente es ésta una de las formas más sutiles empleadas por la epistemología neopositivista y la que le ha dado mayores resultados. De allí que la tarea del cientista social al elaborar una epistemología del pensamiento crítico debe tener presente que no puede ser visto como un director de orquesta ante una sociedad que busca en el cientista la aleación del saber y la autoridad para que atienda las aspiraciones y el mantenimiento de las diversas formas de dependencia que ejercen los diversos grupos controladores y distribuidores del poder. Eso que Salomón denominó la tecno naturaleza (Ciencia y Política, 1974) y que consagra la alianza de la cientificidad de la ciencia y la tecnología como instrumentos al servicio del poder no puede ser la búsqueda del intelectual comprometido con la verdad y con la solución del problema metodológico. Al contrario, es importante resaltar la respuesta de Marx a los proletarios escrita en el Manifiesto acerca de que no debían esperar su emancipación mas que de sí mismos. En ese orden, es válido destacar que cada sociedad está en el deber de construir su propia utopía sin que para ello priven los modelos paradigmáticos que han funcionado en otras sociedades de comportamiento disímil. La transferencia de modelos o paquetes no ha tenido resultados que indiquen lo contrario; menos aún si éstos vienen etiquetados con taxonomías de los países dominantes. Es lo que Le Than Khoi definió en 1981: 

"Cuando el concepto ha sido elaborado en un contexto determinado y es utilizado en otro contexto diferente, existe el riesgo de que no se tomen en cuenta las especificidades culturales de este último y que el investigador proyecte su ideología". 

Esto nos introduce en otro problema cual es, que las condiciones del desarrollo industrial de las sociedades centrales y cuya transmisión de ciencia y técnica han sido elementos fundamentales para la legitimación de los sistemas sociales (Habermas, 1986) sobre los países del tercer mundo, obliga a la elaboración de una epistemología del pensamiento crítico sobre el marco mismo de la dependencia. En tal sentido, se hace necesario interpretar la realidad para definir las estrategias que puedan proveer la búsqueda hacia la construcción de paradigmas alternativos basados en el contexto de nuestros países. Y creo que tal búsqueda debe partir, como dijéramos anteriormente, desde nuestras propias categorías. 

Contrariamente a lo antes expuesto, se nota una tendencia a intentar rozar el terreno de las ciencias naturales o arribar a la cuantificación a como de lugar como si las ciencias sociales estuvieran a punto de extinción. Tan temeraria actitud parece ignorar que, precisamente y debido a esa crisis de enajenación que envuelve al hombre, éste ha estado buscando en las ciencias exactas lo que ellas jamás podrán resolverle. Surge entonces la paradoja de que mientras las ciencias exactas reconocen sus limitaciones vemos a algunos de los cientistas sociales buscando tablas de salvación debido a un piso ideológico que les parece endeble, y por ende, susceptible de renovación; una renovación gatopardiana de enunciado performativo (Lyotard, 1984) que no trasciende ni al individuo ni a la sociedad. 

Dentro, entonces, de la discusión epistemológica considero que se debe enfrentar los desafíos desde el cuestionamiento de los presupuestos de las teorías anteriores tomando para ello las herramientas histórico-políticas que han explicado el fracaso de América Latina en su bloqueo ideológico-cultural así como el trazado de su camino dependiente para así presentar las diferentes alternativas u opciones que existen tanto en el terreno de las utopías como en el terreno de las proposiciones concretas. Que no hayamos sido capaces de prestar en forma clara y contundente otros modelos epistemológicos, es lo que nos ha sumido en el marasmo, la abstracción o el contubernio con los sectores de poder. Zemelman abordaba el problema con la siguiente pregunta: ¿Han captado los científicos sociales el modelo neoliberal cuyos parámetros sirven de referencia al mismo contexto latinoamericano obviando que, en el trasfondo de cualquier epistemología, está la realidad en nuestros países?. ¿O seguimos en el terreno interpretativo de la realidad como si fuera lo real aceptando el discurso político como ideal conociendo que la lógica del poder es, precisamente, impedir que el sujeto vea la realidad?. 

Constituir, pues, una concepción teórico-metodológica que sea instrumento de transformación y liberación social que no esté regido por los núcleos institucionales de poder al servicio del esfuerzo por la hegemonía internacional y nacional representa, hoy por hoy, el reto más importante para el cientista social. 

EL RETO DE LAS CIENCIAS SOCIALES 

El problema del hombre en esta macrosociedad cuyas megalópolis tienden a anularlo y a convertirlo en objeto resulta de primer orden. El engendro de un hombre-producto alienado, consumista y masificado resulta grotesco y desesperanzador. La gravedad se potencia porque las fuerzas de opresión y represión resultan tan efectivas que el hombre tiende al abandono de la lucha por un mundo mejor, menos a la solidaridad del hombre por el hombre y muchísimo menos a propiciar un mundo que él pueda poner a girar en sentido contrario. 

Tenemos, entonces, no solo un tipo de individuo resignado, sino también sinceramente entregado al modelo de vida presentado por los países desarrollados y, en nuestro caso específico, del american way of life que ha trastocado nuestra cultura y cambiado nuestros patrones conductuales. 

Más que el problema epistemológico de las ciencias sociales se plantea cuál es el papel de las ciencias sociales en todo esto; qué están proponiendo los cientistas sociales como modelo alterno o como proyecto utópico. 
Lo que la gente espera es que le resuelvan los nuevos problemas que no tienen respuesta en las ciencias exactas ni naturales. Y se van a las ciencias sociales y encuentran a éstas girando en órbitas con problemas abstractos que nadie se plantea mientras ese hombre de hoy, tecnificado y sobresaturado, quiere respuestas ya y las quiere precisas acerca de la causa de su infelicidad. Pues, en última instancia, acaso no sigue siendo la búsqueda de la felicidad su móvil primario?. 

De allí que lo que quisiera expresar es que esta sociedad en que nos ha tocado convivir tiene como característica principal una utilitarista actitud frente al mundo, una relación signada por la superficialidad al tiempo que una incapacidad de amar y de sentir lazos profundos y verdaderos hacia el prójimo al cual reduce a la condición de objeto con aspiraciones de manipulación y uso. 
Y a este individuo-serie hay que presentarle alternativas de vida porque hasta ello se convierte en un sin sentido. 

Un hombre sin respuestas a problemas existenciales. Eso es lo que tenemos. En tal sentido, Touraine tiene algo que decirnos: Ya no es tiempo de hacer llamados a la acción colectiva; ha llegado el momento de convocar al sujeto. Entendido que, en la medida que atendamos al hombre, estamos propiciando el clima reconciliatorio de éste con su prójimo, y por ende, con la sociedad. Y aunque no tenemos base para la admisión de rasgos alentadores sino signos que muestran la vigencia del principio de Hobbes creo que la opción por la utopía cervantina o, para ser más preciso, la pregonada desde la Cruz del Calvario, fragmentada y distorsionada por quienes dicen ser sus seguidores de hoy, sigue siendo una opción profundamente revolucionaria y libertaria frente a una sociedad "sin sentido"que ha alzado sus brazos a la alianza de la cientificidad de las ciencias y de la ideología como instrumento al servicio del poder. 

BIBLIOGRAFIA 

Parte de los problemas del presente trabajo ha sido el no tener a disposición ningún material escrito del Prof. Zemelman por lo que el análisis tiene una limitación seria: se reduce a unas copias de notas de importantes virutas expuestas. De allí que no existan críticas sobre las exposiciones sino desarrollos sobre los puntos con los cuales habían coincidencias. En todo caso, vale destacar la revisión que hice del libro de Gabriel Gutiérrez Pantoja, Metodología de las ciencias sociales, tomo segundo (Ed. Haría, México, 1986) así como del libro de Jean Francois Lyotard, La condición postmoderna (Ed. Cátedra, Madrid, 1984). 

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