Fundamentalismo económico
Jung Mo Sung
Jung Mo Sung
1. Fundamentalismo religioso
El término "fundamentalismo",
como se sabe, deriva de 12 opúsculos titulados The Fundamentals,
publicados en Estados Unidos entre 1910 y 1915. Esto es, se refiere a un
movimiento en el interior del cristianismo que da una vital importancia
a la infalibilidad de la Biblia, mantiene una fuerte hostilidad contra
la teología moderna, métodos, resultados e implicaciones
del estudio crítico moderno de la Biblia, y está completamente
seguro de que los que no participan de su punto de vista religioso no son
verdaderamente cristianos.
Podemos decir que es un movimiento anti-moderno,
que busca mantener a toda costa la certeza de la cosmovisión premoderna
que está siendo profundamente cuestionada por los descubrimientos
de las ciencias modernas y por la propia dinámica de la historia.
Esa característica central de reacción
antimodernista sirvió para que el término fundamentalismo
también fuese utilizado por otros grupos religiosos no cristianos,
como el islam y el judaísmo. La pregunta que se levanta es: ¿se
puede usar ese concepto proveniente del campo religioso también
en los debates sobre teorías o ideologías económicas
modernas?
Independientemente de la respuesta, podemos constatar
el uso de conceptos como "dogma" y "fundamentalismo",
por parte de diversos economistas y sociólogos, al referirse a diversas
cuestiones de la teoría económica, en particular al neoliberalismo.
Atilio Boron, por ejemplo, es uno de los que utiliza el concepto de "fundamentalistas"
para referirse a los defensores del llamado Consenso de Washington [1].
Es claro que el uso de este concepto en el campo de las teorías
económicas presupone una adaptación. No se refiere ya a la
infalibilidad de la Biblia, sino a una racionalidad cuyos dogmas fundamentalistas
son inamovibles, inmunes a cualquier crítica teórica o empírica.
El uso ya frecuente de algunos conceptos provenientes
de la teología (como dogma, fundamentalismo, sacrificios necesarios,
etc.) suscita otra cuestión: ¿es un simple uso analógico,
mientras no se dispone de conceptos más precisos y propios de la
economía, o es un indicio o revelación de la existencia real
de cuestiones teológico-religiosas en el interior de la economía?
2. Neoliberalismo y fundamentalismo
Para responder a estas preguntas, es preciso,
antes de nada, que veamos algunas cuestiones en torno a las ciencias modernas.
En la modernidad se creó el mito de que
la ciencia, en oposición a la teología/religión/mitos,
es un conocimiento éticamente neutro, apoyado en pruebas empíricas
y sometido a métodos racionales objetivamente controlables.
En este
sentido, los economistas que hablan en nombre de la ciencia económica
no podrían, por definición, ser fundamentalistas.
¿?
El moderno "mito de la ciencia" pasó
a ser el manto legitimador de todas las propuestas económicas, en
especial las impuestas a los países del Tercer Mundo y también
a los sectores más pobres de los países ricos.
El famoso
"ajuste estructural" patrocinado por el FMI y el Banco Mundial
adquirió la respetabilidad de una verdad incuestionable, en nombre
de su carácter científico y de la inexistencia de cualquier
otra alternativa viable. Por eso es que los fracasos reales -sea en términos
del crecimiento económico o en el agravamiento de los problemas
sociales- no destruyen la confianza de aquellos que lo defienden. Ni incluso
la crisis de México y de Argentina, anteriormente alabadas como
ejemplos que debían seguir otros países; ni incluso el hecho
de que los países que han crecido económicamente son justamente
aquellos que no aplicaron el ajuste -por ejemplo, los "tigres asiáticos"-,
destruyen su fe en la receta neoliberal.
Aquí tenemos una paradoja interesante:
la convivencia de la "incuestionabilidad" con el "carácter
científico".
Cuando una tesis se torna incuestionable, deja
de ser científica y pasa a ser un dogma. En este caso, un "dogma"
en nombre de la "ciencia".
Milton Friedman, Premio Nobel de Economía,
al tratar del problema de la coordinación de actividades económicas
en las sociedades complejas, dice:
"De hecho, una objeción importante
levantada contra la economía libre consiste precisamente en el hecho
de que ella desempeña esa tarea muy bien. Da a las personas lo que
ellas quieren y no lo que un grupo particular piensa que deben querer.
La falta de fe en la libertad como tal, subyace en la mayor parte de los
argumentos contra el mercado libre" [2].
La argumentación de Friedman es: el libre
mercado es la mejor forma de organizar la economía moderna porque
garantiza la libertad del consumidor. Esa libertad de compra y venta, que
"constituye una condición necesaria para la prosperidad y para
la libertad [económica y política]"[3], es el fundamento
de la propuesta neoliberal y, al mismo tiempo, un objeto de la fe. Para
Friedman, y tantos otros que piensan como él, los críticos
del capitalismo neoliberal pecan, no por incapacidad o falta de coherencia
teórica, sino por falta de "fe" en la libertad del consumidor
y del mercado.
Es claro que los críticos del sistema de
libre mercado no creen en la capacidad milagrosa del mercado ("mano
invisible"). Por eso lo critican.
Friedman no usa un argumento racional,
pero sí "dogmático", un argumento circular. Quien
cree en la libertad de mercado cree que él soluciona los problemas
económicos y, por eso, lo defiende. Quien lo critica está
equivocado porque no cree en el poder de la libertad del mercado y, por
eso, no consigue ver la superioridad del sistema de mercado en relación
a todo y cualquier otro sistema.
Este tipo de raciocinio nos permite comprender,
por ejemplo, la posición de la Federación de las Industrias
del Estado de São Paulo (FIESP), defendida en un documento-manifiesto.
Criticando el problema de la pobreza, atraso tecnológico y la destrucción
de la naturaleza, la FIESP propone el sistema libre de mercado como la
única solución. Su diagnóstico es: estos problemas
"existen porque el capitalismo entendido como un régimen de
sobrevivencia de los capacitados a través de la libre concurrencia
y de la igualdad de oportunidades, sin privilegios o excepciones, nunca
existió entre nosotros" [4].
Para ellos, la causa de los problemas sociales
o ecológicos de Brasil y de otros países no es el capitalismo,
con su lógica de la exclusión y de la acumulación
de la riqueza por encima de cualquier cosa, sino su ausencia.
La solución
para las crisis económicas y sociales, resultantes del ajuste estructural
neoliberal (desreglamentación de la economía, liberalización
y apertura del mercado, privatización desenfrenada y el desmantelamiento
del Estado de bien estar social), exige, según ellos, más
mercado y menos Estado. ¿Las crisis continúan? La respuesta
es: todavía hace falta más mercado. No hay crítica
teórica o empírica (las crisis económicas y sociales)
que destruya la fe invariable en el sistema de mercado. Es lo que Franz
Hinkelammert llamó "teología del mercado total":
"el neoliberal cree de una manera verdaderamente religiosa que solamente
'más mercado' puede solucionar estos problemas" [5].
La fe es tanta que los neoliberales incluso eliminaron
el concepto de "crisis" como una categoría económica.
Como ellos creen que el mercado es autorregulado, no existen crisis, a
lo más, desequilibrios temporales que se corrigen por sí
mismos. Para ellos, como dice Suzanne Brunhoff, "las recesiones o
crisis no son problemas, sino soluciones: forman parte de la recuperación
del equilibrio de los mercados. Su costo en suspensión de pagos
y desempleo es considerado como inevitable; es apenas el aspecto temporal
del restablecimiento de las condiciones de recuperación" [6].
Si para los calvinistas estudiados por Weber el
enriquecimiento era señal divina confirmatoria de la predestinación
a la salvación, para "el dogma neoliberal, la producción
de pobreza es señal de que se está caminando en el rumbo
correcto. La pobreza y el sufrimiento de las masas tienen un significado
prometedor: en realidad indican que 'las fuerzas del mercado' están
moviéndose sin interferencias y la reestructuración económica
procede tal cual se esperaba, una vez que el Estado se quedó a un
lado y el 'instinto capitalista' se puso en marcha, libre de las reglamentaciones
'artificiales' caprichosamente establecidas durante décadas por
gobiernos hostiles" [7].
Cuando las crisis económica y social dejan
de ser categorías teóricas, la teoría económica
se cierra herméticamente contra cualquier tentativa de crítica
y revisión. Si existe crecimiento económico, el modelo se
autojustifica. Si hay recesión y aumento de pobreza, el modelo se
justifica diciendo que se está pasando por una fase de restablecimiento
de las condiciones de recuperación, esto es, está transitándose
por el camino de las reformas económicas "orientadas hacia
el mercado". Frente a un dogmatismo así, frente a esta postura
fundamentalista, no hay posibilidad de crítica. Lo que pasa en el
mundo real no tiene importancia; nada hace cambiar de opinión a
la certeza dogmática en el poder bienechor del libre mercado.
Como dice Hinkelammert, "esta inversión
del mundo, en la que una institución pretendidamente perfecta [el
mercado] sustituye por completo la realidad concreta para devorarla, explica
la mística neoliberal de la negociación de cualquier alternativa,
se busque ésta dentro de los límites del capitalismo, o no"
[8].
3. Dogma del crecimiento económico
El énfasis dado por la crítica al
dogmatismo del neoliberalismo no nos puede llevar al error de pensar que
el fundamentalismo económico es un problema sólo del neoliberalismo.
Es claro que el dogmatismo fundamental que enfrentamos es el del neoliberalismo,
con su predicación del mercado total y del Estado mínimo.
Pero, incluso entre aquellos que defienden la intervención del Estado
en la economía, encontramos otro dogma más fundamental de
la modernidad: la identificación del crecimiento económico
con el bienestar social.
Fernando H. Cardoso, sociólogo y presidente
de la República que se defiende de la acusación de haberse
convertido en un neoliberal y reafirma su opción social-demócrata,
escribió que 'el dilema Estado-Mercado es falso. El papel del Estado
como agente regulador, debe ser cada vez más eficaz". Así,
la proposición a la que debemos estar atentos es el papel
del Estado en el mercado.
El problema es cómo aumentar la competitividad
y cómo hacer más transparentes tanto las decisiones de las
inversiones, como las que afectan al consumo y que, por eso, "el criterio
de la competitividad, de la absorción de medios que permitan ganancias
de productividad son la piedra de toque de políticas económicas
que tengan por objeto aumentar el bienestar social de la población.
Y ése es el deseo de la socialdemocracia. Ella reconoce que el esfuerzo
del crecimiento económico es condición para el bienestar
social" [9]. Los neoliberales reducen el papel del Estado a garantizar
las libertades individuales y del mercado; los socialdemócratas
y otros grupos defienden la intervención en el mercado bajo la condición
y el pretexto de aumentar la competitividad y, con eso, producir el crecimiento
económico.
Desde los economistas neoclásicos, se perdió
en la economía el debate en torno al fin económico. La reproducción
de la vida humana y de la naturaleza dejó de ser la finalidad de
la economía para ser sustituido por una noción abstracta
de "fin económico", identificado en la práctica
con el crecimiento cuantitativo, acumulación del capital. Con eso,
se dio la identificación del crecimiento económico -medido
en PIB- y la acumulación del capital con el bienestar social. Así,
la teoría económica quedó reducida al debate en torno
al mejor aprovechamiento de los recursos escasos asegurando el fin económico,
esto es, la acumulación del capital.
En la identificación no existe diferencia
cualitativa entre la fabricación de armamentos para la "guerra
de las estrellas" y la producción de alimentos y la mejora
de la salud pública. El criterio para escoger es meramente cuantitativo,
el aumento de la competitividad y del PIB. En ese caso la elección
recae, con certeza, sobre los armamentos.
Se perdió la diferencia entre la economía
considerada como la administración del oikos (casa) y la
economía vista como el arte de acumular riqueza. La diferencia entre
una economía orientada a garantizar una vida digna para todos superando
la pobreza y preservando la naturaleza, y otra que busca por encima de
todo la acumulación de riqueza. Si no introducimos esa diferencia,
nuestras críticas contra el fundamentalismo neoliberal quedarán
prisioneras de otro dogma más fundamental: el que identifica la
acumulación de riqueza con el bienestar social.
4. Teología y fundamentalismo económico
Después de haber analizado el fundamentalismo
económico dominante hoy, queremos volver a una pregunta formulada
la principio:
¿la aplicación del concepto "fundamentalismo"
al campo de la economía es un caso de analogía provisional
o es un uso estricto del concepto?
Esto es,
¿las teoría económicas
llevan consigo, subyacentes a su discurso técnico, presupuestos
teológicos?
Esta pregunta es importante en la discusión
sobre el modo de combatir el fundamentalismo neoliberal. Si ese fundamentalismo
es sólo en un sentido analógico, la crítica no debe
tomar en cuenta todas las cuentiones contenidas en el campo religioso.
Pero si estamos ante un caso realmente religioso, esto es, si el neoliberalismo
relamente se convirtió en una religión económica,
nuestras críticas se deben adecuar a esa realidad.
El espacio de este artículo no permite
mayores reflexiones sobre ese tema específico. Además de
remitir a una considerable bibliografía ya producida por algunos
teólogos de la liberación [10], quiero citar aquí
algunos economistas que notaron la presencia de presupuestos teológicos
en las teorías económicas.
Para entender mejor esa cuestión, necesitamos
recordar que la ciencia económica tiene varios niveles. El más
visible y conocido es el nivel de la operatividad económica. Pero
ella posee también implícitamente una filosofía y,
por tanto, una ética [11]. Además, existen también
presupuestos teológicos [12]. Eso porque todas las ciencias y teorías
se construyen a partir de algunos presupuestos que no pueden comprobarse
y que en la mayoría de los casos, por no decir que en todos, están
fundadas sobre un mito y/o componen el propio mito del fundador.
Respecto a esto, Celso Furtado dice que "los
mitos han ejercido una innegable influencia en la mente de los hombres
que se empeñan en comprender la realidad social (...). Los científicos
sociales han buscado siempre apoyo en algún postulado enraizado
en un sistema de valores que raramente llegan a explicar. El mito congrega
un conjunto de hipótesis que no pueden ser comprobadas (...). La
función principal del mito es orientar, en un plano intuitivo, la
construcción de aquello que Schumpeter llamó visión
del proceso social, sin la cual el trabajo analítico no tendría
ningún sentido" [13].
Por eso, Joan Robinson, hablando del problema
moral en la economía y en la sociedad, dice: "El problema moral
es un conflicto que no puede ser nunca resuelto. La vida social presentará
siempre a la humanidad una elección de males. Ninguna solución
metafísica que se pueda formular parecerá satisfactoria para
siempre. Las soluciones presentadas por los economistas no son menos ilusorias
que las de los teólogos a quienes ellos sustituirán"
[14].
Cristovan Buarque, por su parte, dice que la ciencia
económica "formuló un marco teórico que se encuentra
más cerca de una teología del proceso productivo. Como toda
teología, la economía fue construida sobre dogmas que forman
sus premisas básicas" [15]. Y J. K. Galbraith, un o de los
economistas más importantes del siglo, que llama a la ideología
liberal la "teología del laissez-faire", dice que la defensa
del neoliberalismo hoy se hace apoyada en "fundamentos teológicos
más profundos. Así como es preciso tener fe en Dios, es preciso
tener fe en el sistema; en cierto sentido, ambos son idénticos"
[16].
Si estos economistas tienen razón, y parecen
tenerla, necesitamos desenmascarar la teología implícita
en el fundamentalismo económico que nortea el actual orden económico
internacional, que está siendo implantada a partir de la globalización
de la caída del bloque socialista y de la revolución tecnológica
y de gestión. Necesitamos poner al desnudo la teología que
mueve ese orden y que, por causa de su base religiosa, fascina a las personas
a pesar de su irracionalismo y de su impiedad.
La importancia de desvelar y criticar esa teología
implícita o, como dice Hugo Assmann, "teología endógena",
del sistema de mercado, queda más claro si tenemos en cuenta dos
cosas. Primero: quien practica el mal en nombre de algún dios perverso
(ídolo), o de una devoción religiosa, posee una conciencia
tranquila (cf. Sl 73,12) y, por eso, su mal no conoce límites. Eso
porque los sacrificios (sufrimientos y muertes) impuestos sobre los "pequeños"
no se ven como mal, sino como obra salvífica.
Segundo, en la medida en que el sistema capitalista
produce una "religión económica", consigue fascinar
a las personas con sus promesas y exigencias de sacrificios. Un pueblo
fascinado por el "aroma religioso" capitalista lucha para entrar
en el "santuario" del mercado, pero no para construir una sociedad
más fraterna, justa y humana. Lo que en términos macroeconómicos
significa la conjunción del mercado con control e intervención
estatal y social proponiéndole metas sociales inaplazables e imprescindibles.
Esta crítica teológica del fundamentalismo
económico del neoliberalismo -en diálogo con otras ramas
del saber- es una tarea fundamental en la lucha por la vida digna de todos
los seres humanos. Una tarea que los teólogos y cristianos deben
asumir con valor, firmeza y creatividad para que el cristianismo mantenga
fidelidad a sus orígenes y no pierda su influencia social e histórica
en nuestros días.
Jung Mo Sung
jungmosung@cidadanet.org.br
jungmosung@cidadanet.org.br
NOTAS:
[1] Borón, Atilio, "A sociedade
civil depois do dilúvio neoliberal", en Sader, mir & Gentili,
Pablo (orgs.) Pós-neoliberalismo: as políticas sociais
e o Estado Democrático, az e Terra, Río de Janeiro 1995,
p. 90.
[2] Friedman, Milton, Capitalismo e liberdade, Nova Cultura, São
Paulo 1985, 2ª. Ed., p. 23.[3] Friedman, Milton y Rose, Liberdade de escolher, Record, Rio de Janeiro, sin fecha, 2ª ed., p. 25.
[4] FIESP, "Livres para crescer: proposta para um Brasil Moderno", Cultura Ed. Associados, São Paulo 1990, p. 236.
[5] Hinkelammert, F., Democracia y totalitarismo, DEI, S. José (Costa Rica) 1978, p. 189.
[6] Brunhoff, Suzzane de, A hora do mercado: crítica do liberalismo, Ed. Unesp, São Paulo 1991, p. 34.
[7] Boron, A., op. cit., p. 103.
[8] Hinkelammert, Franz, El cautiverio de la utopía: las utopía conservadoras de apitalismo actual, el neoliberalismo y la dialéctica de las alternativas, "Pasos" 50(nov.dez/93), San José (Costa Rica), DEI, p. 3.
[9] Cardoso, Fernando Henrique, Social-democracia é a alternativa viavel, "O Estado de São Paulo", p. D3.
[10] Por ejemplo, Hugo Assmann, Franz Hinkelammert, Julio de Santa Ana, Enrique Dussel, Raúl Vidales, Jung Mo Sung y otros.
[11] Sobre esta cuestión, ver por ej. Joan Robinson, Filosofia econômica, Zahar, Rio de Janeiro 1979, y Manfredo A. Oliveira, Etica e Economia, Atica, São Paulo 1995.
[12] Ver por ejemplo, Jung Mo Sung, Teologia e Economia: repensando a Teologia da Libertação e utopias, Vozes, Petrópolis 1995, 2ª ed. Y Assmann, H. y Hinkelammert, Idolatría do mercado: ensaio do economia e teologia, Vozes, Petrópolis 1989.
[13] Furtado, Celso, O mito do desenvolvimento econômico, Paz e terra, Río de Janeiro 1974, p. 15.
[14] Robinson, Joan, Filosofia econômica, Zahar Río de Janeiro 1979, p.120.
[15] Buarque, Cristovão, A desordem do progreso, Paz e Terra São Paulo 1991, p. 86.
[16] Galbraith, Hohn Kenneth, A cultura do contentamento, Ploneira, São Paulo 1992, p. 53.
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