Un día, discutiendo acerca de la forma exacta de un elefante, no conseguían ponerse de acuerdo. Como ninguno de ellos había tocado nunca uno, decidieron salir al día siguiente a la busca de un ejemplar, y así salir de dudas.
La Macroeconomía estudia la economía de un lugar como conjunto. A través del estudio, esta rama de la Teoría Económica, proporciona instrumentos para comprender el entorno, tomar decisiones y pronosticar sus resultados.
¿Cómo se conforma el precio de un producto o servicio más allá de sus costes de manufacturación? La respuesta se encuentra en la teoría de la oferta y la demanda, que describe, simplemente, la interacción en el mercado de un determinado bien entre los consumidores y productores, en relación con el precio y las ventas de dicho bien.
La Macroeconomía es la rama de la Teoría Económica que se dedica a estudiar el comportamiento de variables agregadas en un determinado lugar, entendiendo a todos los agentes económicos como un conjunto.
En muchas otras ramas de la Economía se estudia cómo las decisiones de unos individuos afectan a los otros. Por ejemplo, se puede estudiar las decisiones de demanda de un bien por parte de un conjunto de individuos para estudiar después cuál sería la demanda del conjunto de consumidores, al sumar todas las demandas de los individuos.
El caso de la Macroeconomía no es ese. No se pretende agregar las decisiones individuales que afectan a un bien, a un mercado de trabajo, a una decisión concreta donde un conjunto de personas interaccionen, sino que estudia la economía de un lugar como conjunto. Se estudia el consumo de todos los bienes de la economía, la realización del conjunto de inversiones, el comportamiento de sus mercados de trabajo, etc.
¿Qué tiene que ver la Macroeconomía con la Microeconomía?
El modelo de Keynes, o keynesiano, es una teoría económica enunciada en el siglo XX por un importante economista británico: John Maynard Keynes. Se trata de un economista que dedicó la mayor parte de su extensa obra a entender las crisis financieras.
El nombre, a veces, es un falso amigo, que nos puede llevar a equívocos. La Microeconomía no es la Economía de lo pequeño, como tampoco la Macroeconomía es la Economía de lo grande. Por ejemplo, el estudio de las decisiones de la multinacional más grande del mundo emplearía a la Microeconomía como herramienta, mientras que el estudio de la economía de un lugar pequeño y poco poblado emplearía la Macroeconomía.
Pero la relación entre ambas ramas es estrecha. La Microeconomía es la base teórica de la mayoría de los modelos de la Macroeconomía moderna. Aunque en el pasado existieron excepciones notables como Keynes, que no tomaban como referencia fundamental la Microeconomía para realizar sus investigaciones en Macroeconomía, lo cierto es que la mayoría de los macroeconomistas en la actualidad fundamentan sus modelos en la Microeconomía, incluso la mayoría de seguidores actuales de Keynes.
Por ejemplo, para comprender cómo se comportará el consumo, la inversión o el ahorro en un país, se parte de la comprensión de cómo un agente representativo toma sus decisiones de consumo, ahorro, inversión, etc.
Muchas personas se preguntan de dónde viene el dinero que ganamos en la bolsa, quién nos lo paga,hacia dónde va el que perdemos en bolsa y quién se queda con él. Esa pregunta va ligada a la idea de que lo que gana alguien lo tiene que perder otro.
La Macroeconomía estudia temas y conceptos como el desempleo, las crisis, el crecimiento económico, la deuda pública y privada, el déficit público, la balanza de pagos, la desigualdad los tipos de cambio, los tipos de interés, la inflación, la productividad, la política monetaria, la política fiscal, la política cambiaria, etc.
Todos estos temas y muchos otros que aborda se pueden agrupar en dos grandes preocupaciones de la Macroeconomía:
El comportamiento de la economía a corto plazo, donde la Macroeconomía intenta explicar qué factores hacen que la economía tenga épocas de crisis y de bonanza, cómo se manifiesta cada una, cómo se terminan. También estudia si es posible mantener la estabilidad económica a través de la política económica a fin de evitar o resolver las crisis y, en tal caso, cómo resolverlas.
El comportamiento de la economía a largo plazo, donde la Macroeconomía se preocupa de analizar qué factores impulsan el crecimiento económico, qué cambios trae el crecimiento, si existirá convergencia entre los países más ricos o más pobres, qué reformas políticas se pueden realizar para impulsar el crecimiento económico a largo plazo, etc.
¿Cómo ayuda la Macroeconomía a mejorar nuestra vida cotidiana a corto plazo?
En el corto plazo, la Macroeconomía nos provee de instrumentos para comprender el entorno en el que tomamos nuestras decisiones y cómo pueden afectar a los resultados de estas los cambios en el entorno macroeconómico. Eso tiene muchas aplicaciones en los más diversos ámbitos de nuestra vida cotidiana.
Los campos de crecimiento de las apps financieras pueden encontrarse en los entornos familiares.
Cuando hacemos la lista de la compra y valoramos nuestro presupuesto familiar, nos interesa saber si la situación económica va a mejorar o empeorar durante los próximos meses y dónde se van a producir los mayores impactos de la mejora o empeoramiento.
No consumimos las mismas cosas si pensamos que una crisis puede afectarnos de forma particular que si creemos que nos podremos beneficiar intensamente de un momento de bonanza, porque es el sector en el que trabajamos o en el que tenemos negocios el que más se prevé que aproveche la buena situación económica.
La Macroeconomía nos ayuda como inversores
La incertidumbre macroeconómica, lo mismo que la estabilidad, cotizan en bolsa y acrecientan o disminuyen los riesgos de nuestras inversiones. En función de nuestra mayor propensión o aversión al riesgo, tomaremos las decisiones de inversión, pero también en función de la disponibilidad de alternativas con mayor o menor riesgo. En épocas convulsas, en las que se tiene un especial desconocimiento de cómo evolucionará la economía en el corto plazo, todo tiene un mayor riesgo.
Un concepto macroeconómico de importancia clave para los inversores y ahorradores es la inflación. La Macroeconomía facilita que entendamos qué es la inflación y, con ello, nos ayuda a comprender los rendimientos de nuestras inversiones. Y lo mismo sucede con los tipos de interés, que están enormemente influidos por el contexto macroeconómico.
¿Cómo afecta la Macroeconomía a las decisiones cotidianas que tomamos y que influyen a largo plazo?
La Macroeconomía nos aproxima a la previsión de cómo puede evolucionar nuestro mundo y cómo podemos adaptarnos de la mejor manera posible a los cambios. También nos ayuda a tomar decisiones que condicionan nuestro futuro, incluso el más lejano en el tiempo.
La Macroeconomía contribuye a una mayor comprensión de cuál puede ser la evolución del entorno laboral y de inversiones hasta la jubilación. Nos ayuda a comprender los riesgos y oportunidades de cada decisión. Y nos permite realizar un mejor seguimiento de las perspectivas de futuro del sistema público de pensiones.
La creación de negocios
Para cualquier negocio, tener el mayor conocimiento posible sobre cómo va a evolucionar la economía del lugar en el que se asientan los negocios es esencial para decidir por dónde orientar sus planes de futuro. Además, la Macroeconomía también intenta prever hacia dónde evoluciona el entorno internacional, lo cual tiene una importancia muy grande para todo tipo de negocios, e incluso más cuando las pymescada vez se lanzan más al reto de la exportación y cada vez tienen más competencia internacional.
Las inversiones en nosotros mismos
La Macroeconomía moderna ha enfatizado mucho en la importancia que para el crecimiento de una economía tiene que la población se prepare para ser más productiva realizando estudios, cuidando de su salud, procurando mejorar sus capacidades físicas, intelectuales o emocionales. Entender cómo afectan todas estas adaptaciones al conjunto de la economía nos ayuda a comprender cómo podemos adaptarnos nosotros.
En el último medio siglo, la banca ha introducido muchas novedades. Estos 16 ejemplos que se agrupan a continuación son solo algunos de los hitos bancarios que han cambiado la vida de mucha gente en dicho período y han convertido a la banca y a los demás intervinientes del sistema financiero en uno de los principales motores de la productividad.
El regreso a antiguos hábitos puede ayudar a ahorrar planteando una estrategia de guerrilla, en la que la contabilidad doméstica y los cuadernos con anotaciones de gastos serán algunas de las principales armas para afrontar una situación económica difícil.
Pretend for a moment that our highest elected officials, instead of acting like the lawyers that they are, were replaced by economists. You’ll hear from the economists Steve Levitt and Russ Roberts, former Estonian prime minister Mart Laar, and from a grandson of Milton Friedman about this supposedly rosy future.
We’ve just released the third episode of our Freakonomics Radio podcast (here at iTunes; RSS feed here; listen to the transcript; or listen live via the box at right), and this one strikes close to the heart of many readers. It asks a simple speculative question: What would the world look like if economists were in charge?
You’ll hear a bit from Steve Levitt about the economist’s worldview in general, and how it differs from the politician’s. You’ll also hear from the very insightful Russ Roberts, a professor of economics at George Mason University who also blogs, has a podcast of his own, writes books, and produces rap videos. Here’s a cut of Roberts’s interview: Finja por un momento que nuestros más altos funcionarios electos, en lugar de actuar como los abogados que son, fueron reemplazados por economistas. Usted escuchará de los economistas Steve Levitt y Russ Roberts, el ex primer ministro estonio Mart Laar, y de un nieto de Milton Friedman sobre este futuro supuestamente prometedor. Acabamos de lanzar el tercer episodio de nuestro podcast Freakonomics Radio (aquí en iTunes; fuente RSS aquí; escuche la transcripción; o escuche en vivo a través del cuadro de la derecha), y este llega al corazón de muchos lectores. Hace una simple pregunta especulativa: ¿Cómo sería el mundo si los economistas estuvieran a cargo? Escuchará un poco de Steve Levitt sobre la visión del mundo del economista en general, y cómo difiere de la del político. También escuchará al muy perspicaz Russ Roberts, profesor de economía de la Universidad George Mason que también escribe en su blog, tiene un podcast propio, escribe libros y produce videos de rap. Aquí hay un corte de la entrevista de Roberts:
SJD: Okay, let’s play a fantasy game for a minute and pretend that you, Russ Roberts, a creative and very bright economist come to Washington and are put in charge of the whole country. And unlike every other economist that’s ever gone to high office, you don’t start acting like a politician. You really act like an economist from day one. So you get there, you’re behind the desk, you’ve got a pen and paper. What are some of the first things you do as soon as you arrive?
RR: I’m getting goose bumps, it’s so exciting. Well, what I would do? Let’s start with some obvious things. I would get rid of the Department of Commerce. The Department of Commerce doesn’t do anything except subsidize exports, which is just a way of saying it makes certain companies rich at the expense of the rest of us. So I don’t think the Department of Commerce does anything particularly useful, I would get rid of that. I’d get rid of the Department of Education. I don’t think that the Federal Government has any productive role to play in the school system. I’d get rid of all tariffs. I’d let people be free to buy whatever they wanted from all around the world. What else? I would get rid of the minimum wage law, which I think makes it hard for low-skilled people to find work; it makes them artificially expensive. I’d change the Federal Reserve. We spend a lot of time trying to find the right interest rate. That’s a fool’s game that has contributed to the current crisis. So I would change the Federal Reserve. I would certainly at a minimum require it to only care about price stability. Right now it cares about price stability, unemployment, the health of the stock market, Wall Street salaries, evidently. So I would get all of those things out. It’s going to be hard to do legislatively, so I would probably replace the the Fed with a Friedmanite fixed growth and money supply or just abolish it entirely and let private money emerge. I’m getting out of control here.
Kudos to former Estonian prime minister Mart Laar. Photo by Raigo Pajula/AFP/Getty Images)
The program also features an interview with Mart Laar, a two-term prime minister of Estonia who has been widely credited with turning a downtrodden former Soviet republic into a “Baltic Tiger.” How did this happen? As Laar tells it, he essentially channeled the spirit of Milton Friedman:
ML: First of all, when you grow up and develop under the Communists, then first of all you see what is not working, and that means that the Communism is not working and all those left-wing socialist ideas of state control and so on, they are just not working. They are against the human nature, and they will fail. Which means that when you read the Soviet newspapers about one man who is especially dangerous, especially crazy, and absolutely mad, and we should destroy all the human beings and the economies and so on, and this man was called Milton Friedman. And of course I became interested and when I first read Milton Friedman, it was my first book on economy that I ever have read. Then of course I was very interested because I think most of the ideas were simple but here they looked like work. And when I became the prime minister I decided, Why not.
You will hear an interesting story about Laar introducing the flat tax, a Friedman favorite, to Estonia, and about Laar’s meeting with Margaret Thatcher, whereupon he learned that the flat tax was not as commonly applied as he thought.
You’ll also hear from Friedman’s own grandson, Patri Friedman, whose personal belief is that the U.S. government is such a sclerotic oligarchy that the best solution is to start a new civilization in the ocean. That’s what led to his founding the Seasteading Institute. Here’s a look at a couple of possible seasteading options:
Photo: seastading.org Exterior of Clubstead, a 200-guest hotel/resort designed “to withstand the waves off the coast of California.”
seastading.org Personality Winner of the Seastead Design Contest.
And finally, this being Freakonomics, you’ll also hear from Allie, the high-end call girl featured in SuperFreakonomics, talking about what her business would look like if the economists took over and legalized prostitution — along with drugs like marijuana and cocaine, and a market for human organs …
Juan Camilo Cárdenas, doctor en Economía Ambiental y de Recursos: “A los economistas les hemos dado mucho poder, incluso más del que se merecen”.
Con motivo de los 70 años del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República visitó nuestro país Juan Camilo Cárdenas, decano de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, doctor en Economía Ambiental y de Recursos, y autor de decenas de artículos científicos y de libros, como Dilemas de lo colectivo. Al escucharlo hablar con pasión de sus investigaciones y de la enseñanza de la economía uno se convence de que otro mundo es posible.
Cuando Juan Camilo Cárdenas me recibe en el Instituto de Economía me excuso diciéndole que, por deformación, no suelo cubrir asuntos de economía para esa sección. Enseguida me excusa entre risas: “Es que yo no creo que la economía sea una ciencia”. Me toca hacer entonces de abogado del diablo y le digo que me interesó conversar con él porque hace un abordaje experimental de aspectos de la teoría económica, y entonces sí concuerda: “Sí, hacemos un abordaje experimental con el método científico”. Desde ese consenso, entonces, arrancamos formalmente con la entrevista.
En el programa de tu curso de cooperación y competencia en la Universidad de los Andes hay una unidad sobre los fundamentos prosociales del comportamiento. ¿Por qué enseñar eso a la gente que estudia economía? ¿No es tan así entonces ese postulado clásico de que cada uno está por la suya tratando de obtener el máximo beneficio?
Hay una pregunta abierta, que es si la gente que estudia economía cree que uno debería estudiar el funcionamiento de los seres humanos reales y si tienen que estar abiertos a entender cómo se comportan los seres humanos reales y no los que aparecen en el texto económico, entonces hay que dejar un poco abierta la pregunta de si los humanos reales son o no prosociales.
La economía está tratando de entender la sociedad real, el funcionamiento de los seres humanos de verdad, ese es un primer punto.
El segundo punto es si esos seres humanos que quieren estudiar economía se comportan distinto al resto de los seres humanos o no, porque uno puede decir que los economistas no se comportan así.
Después de décadas de muchos estudios y repeticiones de experimentos de prosocialidad, resulta que finalmente los estudiantes de economía, finanzas, administración también son prosociales, entonces ahí hay un primer problema epistemológico para esto que estamos hablando, porque resulta que los seres humanos, a los que también pertenecen los estudiantes de economía, finanzas y administración [ríe contagiosamente], son prosociales. Hay todo un debate, y hay cierta regularidad empírica, de que las personas que estudian finanzas y administración son un poquito menos prosociales que el resto de la gente, y si bien esa regularidad empírica está ahí, eso no quiere decir que no sean prosociales, es sólo que lo son un poco menos.
La inmensa mayoría de los seres humanos no se comportan con ese supuesto de que los humanos son maximizadores individuales de su utilidad material de corto plazo.
No estoy diciendo que no exista, y claro que hay seres humanos que funcionan alrededor de eso y que utilizan eso como algoritmo para tomar decisiones, pero eso es muy poco frecuente. Claro que prestamos atención a los precios, y claro que si las cosas están más baratas compramos más y que si están más caras compramos menos; claro que tratamos de comprar más la cosas que nos producen más satisfacción y menos las que nos producen menos.
Todo eso es un modelo de maximización de utilidad.
Pero resulta que también es cierto que estamos dispuestos a sacrificar algo material por obtener justicia, o que estamos dispuestos a sacrificar algo por los demás, por anónimos que sean y aunque nunca los vayamos a volver a ver en la vida. Estamos dispuestos a sacrificar algo por el medioambiente. Lo que estoy diciendo es que a los seres humanos de verdad, sean o no estudiantes de economía, les importan todas estas cosas. Les importa su bienestar, les importa su bolsillo, les importa el consumo, pero también les importa el bienestar de los demás, les importan el medioambiente, la justicia y la equidad.
Entonces, lo que la economía ha venido tratando de hacer es abrirse un poco más hacia esas dimensiones humanas que están más allá de la pura regularidad del consumo de cosas materiales. Cuando consumimos televisores, cuando consumimos celulares hay patrones regulares que se acogen más o menos bien al modelo económico tradicional. Pero resulta que también somos racionales y consistentes con tener otras cosas, con sacrificar cosas con tal de tener esos méritos o virtudes del bienestar social, de la igualdad y de la conservación del medioambiente.
“La inmensa mayoría de los seres humanos no se comportan con ese supuesto de que los humanos son maximizadores individuales de su utilidad material de corto plazo”.
En varios artículos que has publicado estudiaste cómo los comportamientos están guiados por el principio de la competencia, pero también por el de la cooperación.
¿La enseñanza de la economía debería incorporar en mayor medida esa dimensión cooperativa del ser humano, incluso para obtener mejores beneficios económicos?
Absolutamente. Y por muchas razones.
Por ejemplo, ustedes son un diario cooperativo, es decir que tienen un número de personas que deciden aportar algo individual y personal para que se produzca algo de beneficio colectivo, que vaya más allá del beneficio personal.
Y lo hacen racionalmente. La pregunta es si eso es viable, sostenible en el tiempo, o si utilizo un argumento darwiniano, si eso es evolutivamente sostenible, si puede permanecer en el tiempo.
La economía tradicional lleva mucho tiempo diciéndonos que no, que son la competencia y el interés individual, el “gen egoísta” de Richard Dawkins los que han llevado a la evolución y al progreso a la humanidad, por lo que uno se preguntaría para qué cooperar si cooperar es dejar que los demás se aprovechen de uno, si se dará lo del free biter [algo así como “el mordedor gratis”], el que no aporta y se beneficia del aporte de los demás.
Sin embargo, si uno mira la evidencia arqueológica, histórica, a lo largo de miles de años, desde muchas disciplinas todo indica que cooperar es buen negocio. No se trata de que cooperar es bueno por una razón altruista, sino que cooperar es buen negocio en muchos sentidos.
Por ejemplo, en la crianza de los hijos, o si yo inculco, practico, sostengo o promuevo comportamientos cooperativos en mi vecindario, en mi empresa, en mi grupo de trabajo, en mi grupo de colegas, en mi grupo de socios, en el tiempo eso me puede hacer más viable. Más viable quiere decir que incluso en un ambiente en el que hay competencia los grupos que cooperan más pueden ser más competitivos. Grupos que a su interior no promueven la solidaridad, el altruismo, la cooperación, la confianza van a dejar de ser competitivos, porque van a reducir su posibilidad de ser fuertes cuando aparezca la competencia con otros grupos.
Y la evidencia biológica, la evidencia antropológica, la evidencia económica de que las personas que cooperan más generan grupos que en el tiempo evolucionan más, se mantienen más y responden mejor a los choques externos; eso es algo muy fuerte. Los grupos que cooperan entre ellos son muy fuertes, se reproducen con mejores atributos, y estoy hablando de grupos de humanos, de hormigas, de chimpancés o de muchos otros tipos de seres vivos. Esto lo dijo el mismo Charles Darwin, que habló de la selección de grupos y no sólo de la selección individual, pero por mucho tiempo la lectura que la gente quería de Darwin era solamente la de la supervivencia del más fuerte.
Ni siquiera respetaron que en realidad es la supervivencia del más apto...
Y el más apto puede ser también el grupo.
Y los grupos aptos son grupos que cooperan, que son solidarios, que son reciprocantes, que confían y que son confiables. Al interior de esos grupos se dan suficientes dinámicas para proveer cosas que hacen que sean más fuertes; los experimentos económicos que hacemos con humanos en laboratorio corroboran esto con muchísima claridad.
Me maravilló el artículo que publicaste sobre tu investigación acera de la honestidad de las personas. Lo llevaste a cabo en 16 países, y observaste que las personas son más honestas de lo que varios índices de corrupción o de transparencia de los países señalan. Incluso en el artículo proponés que esta honestidad hallada en las personas no contradice esos índices de corrupción o transparencia, sino que tal vez sean las instituciones las que, por mecanismos propios, fomentan el comportamiento deshonesto.
El tema de la honestidad es muy difícil de estudiar, recién estamos arañando la punta de iceberg. Presenta dificultades metodológicas, porque si les pregunto a vos y al fotógrafo [Ernesto Ryan ametrallaba con su cámara a Juan Camilo mientras conversábamos] si son honestos, probablemente si son deshonestos no me lo van a decir. Pero además está el tema de definir qué es la honestidad. Todos tenemos algo de comportamientos deshonestos y honestos, no es que seamos esencialmente deshonestos o esencialmente honestos. El problema de medir la honestidad a través de preguntas de encuestas autorreportadas es algo que se llama ‘sesgo de deseabilidad’, que se produce cuando la gente contesta lo que cree que el encuestador quisiera oír.
Y tampoco va a contestar algo que esté en disonancia con la percepción que tiene de sí mismo...
Ese tema de la disonancia entre la percepción propia y lo que los otros ven es uno de los elementos más importantes para estudiar la honestidad. Dan Ariely tiene un modelo que toma en cuenta el balance entre la autoimagen y las ganancias de la deshonestidad. Los actos deshonestos que me representan ganancias reales materiales los voy a balancear; voy a sopesar cuánto gano por esa trampa, o, como le llamo yo, por ese atajo, y cómo ese atajo me afecta al verme en el espejo y sentirme bien conmigo. Si haber cometido ese acto me hace sentir muy mal conmigo, y eso empieza a pesar más que la ganancia, definitivamente no cometo el acto deshonesto, pero si lo que gano en el acto deshonesto pesa mucho y la afectación en la imagen que tengo de mí no pesa tanto, entonces voy a tomar el atajo. Ese balance depende de muchas cosas: de la cultura, de si me están mirando, de si mi esposa y mis hijos me ven, de si mis vecinos creen o no que yo hago ese tipo de cosas, y ese balance está cambiando todo el tiempo. Lo que es destacable del estudio que hicimos es que las personas no reportaban si eran honestas o no, simplemente se enfrentaban a una situación en la que si querían mentir nadie se iba a dar cuenta, salvo ellas mismas, y se llevaban un chocolate. Creamos una situación en la que se podía ser deshonesto y no pasaba nada, nadie lo miraba, nadie verificaba y nadie juzgaba a la persona. Y aun así la mayoría de la gente resultó tener una conducta honesta. Nadie está diciendo con esto que toda la humanidad es honesta, si así fuera no tendríamos escándalos como el de Odebrecht. Aun así, como no está bien decir que los seres humanos son egoístas, tampoco está bien decir que los seres humanos en general somos deshonestos.
Una de tus líneas de trabajo es ver cómo esto afecta, por ejemplo, la forma en que lidiamos con los temas ambientales. Muchas veces las personas que están en el terreno no son las más beneficiadas por los sistemas económicos, pero a la vez la sociedad depende de sus acciones para el beneficio de todos. Por ejemplo, analizar qué pasa cuando a determinadas personas les doy plata por no deforestar en lugar de comprometerlas con las buenas razones para mantener el bosque.
Sobre el tema de los incentivos económicos todavía nos falta aprender más. Cuando hice los primeros experimentos económicos en campo sobre temas de recursos naturales, en 1998, uno de los resultados que encontramos fue que cuando uno introduce un mecanismo individual, en ese caso no se trataba de entregar dinero sino de una sanción monetaria, se empeoraron las cosas. Esa es la noción del crowding out, la erosión de las motivaciones intrínsecas. Parte de la pregunta que me he venido haciendo en todo este tiempo es cómo los incentivos monetarios llegan a interactuar con las motivaciones intrínsecas, es decir, si uno hace las cosas porque le pagan por ellas o porque lo castigan, o porque tiene una motivación intrínseca para hacerlas. Cuando uno cría hijos y trata de inculcarles que empiecen a lavar los platos, tender la cama y ayudar en la casa, puede caer en la tentación de darles dinero a cambio de que realicen esas acciones. Después, cuando se necesita que eso siga pasando, los hijos pueden llegar a decir que si no les das dinero entonces no lo hacen. ¿Pagamos o no pagamos entonces por colaborar en la casa? Cuando nos salimos del hogar y nos vamos a la casa común, al planeta, creo que hay un paralelismo importante: ¿le pagamos a la gente o no por hacer lo correcto? Por ejemplo, los bonos de carbón... Bonos de carbón, pago por servicios ambientales, por deforestación evitada... hay un debate muy grande y la evidencia es mixta. Hay casos en los que los incentivos monetarios hacen el equivalente al crowding in, es decir que refuerzan y promueven las motivaciones ambientales, y hay otros casos en que las erosionan. Hay un caso interesante, que es el de las bolsas plásticas. Tal vez el más comentado sea de plast tax de Irlanda, que fue un impuesto al uso de las bolsas en supermercados y que en un año redujo su uso en 98%. Aquí se acaba de implementar algo similar y lo que he oído de colegas como Marcelo Caffera, que es un buen amigo y un gran economista ambiental, es que efectivamente está cayendo mucho el uso de bolsas plásticas. Pagar cuatro pesos por bolsa es muy poquito dinero, pero probablemente a la gente le dé un poco de vergüenza, porque fue lo que pasó en Irlanda y supongo que aquí estará pasando algo así, ya que al llegar a la caja se tiene detrás a dos o tres personas con bolsas reusables y te preguntan si vas a necesitar una bolsa. Los cuatro pesos monetariamente no lo van a arruinar a uno, pero hay algo de compromiso moral delante de la persona de la caja y de las personas detrás en la cola con bolsas reusables, que te van a mirar feo por usar bolsas plásticas cuando estamos haciendo un compromiso social para cuidar entre todos el medioambiente. Los cuatro pesos, más que el valor monetario, pueden ser un señalizador de un compromiso cívico y moral de las personas. “A los economistas les hemos dado mucho poder, incluso más del que se merecen”. Lo opuesto buscan en la caja cuando te preguntan si querés donar una suma pequeña para un hospital o una fundación. Ese tema de vergüenza u orgullo está todo el tiempo mediando, porque somos seres sociales y nos están mirando, y porque además nos miramos al espejo. Entonces, esos incentivos monetarios pueden estar disparando otras cosas, en algunos casos perjudiciales y en otros beneficiosas. Los impuestos a las bolsas plásticas pareciera que van funcionando. El caso contrario más famoso tal vez sea el del experimento en un jardín de infantes en Israel, en el que a un grupo de padres que pasaban a buscar tarde a sus hijos se le comenzó a aplicar una multa y a un grupo de control no. Lo que pasó fue que en los grupos en los que se cobraba la multa aumentó el número de padres que llegaban tarde; la multa dejó de ser una sanción y pasó a ser un precio adicional, que provocó una erosión de la motivación intrínseca. El tema de los bonos de carbono puede llegar a tener ese riesgo, que haya países que contaminen pero les den dinero a países pobres para que cuiden bosques. Entre las distintas actividades montevideanas de una agenda apretada, diste una charla sobre una nueva forma de enseñar la economía. Hay cosas que rompen los ojos, como por ejemplo que el crecimiento ilimitado es una fantasía inalcanzable con costos enormes o que el planeta es un sistema finito.
¿Crees que cambiar la forma en la que enseñamos economía es algo central para cambiar el mundo en el que vivimos?
Absolutamente. Yo me formé como ingeniero, no como economista. Estaba el séptimo semestre cuando nos visitó Manfred Max Neef, un chileno que acababa de ganar el premio Nobel alternativo de economía. Max Neef había trabajado en la banca multilateral, fue consultor de organismos de peso y economista. En su conferencia sobre su libro La economía descalza dijo que los economistas se habían vuelto personas muy poderosas,y más aun, que los economistas se habían vuelto personas muy peligrosas. Cuando lo oí decir eso me dije que tenía que estudiar economía, que tenía que ser algo muy interesante como para que alguien lo planteara así. Creo que eso sigue vigente: a los economistas les hemos dado mucho poder, incluso más del que se merecen. Y resulta que las cosas que hacen los economistas, cada vez que cambian un impuesto, una política pública o una regulación, impactan a mucha gente. Dado que tienen tanto poder, las universidades tenemos que pensar cómo estamos formando a los economistas. Tenemos que formarlos en la ética, en el razonamiento moral, en el pensamiento crítico, y creo que si incorporamos al aula de clase todo el tema de la economía experimental y comportamental y dejamos de pensar que la economía es una ciencia eclesiástica con obispos y dogmas irrefutables y la volvemos una disciplina empírica, observacional y experimental en la que miramos lo que hacen y cómo se comportan los humanos de verdad vamos a mejorar la formación de los economistas. Si lo logramos, puede que los economistas se transformen en personas más humildes, más realistas, y eventualmente pueden convertirse en personas que tomen decisiones más acordes a cómo funciona el mundo de verdad frente al tema de los recursos finitos, de la capacidad de sostenibilidad de planeta, de la equidad, y entones diseñar mejor las políticas.