Keynes vs Hayek: duelo de gigantes de la economía
John Maynard Keynes y Friedrich August Hayek fueron dos economistas prominentes de la era de la Gran Depresión, cuyos puntos de vistan contrastaban claramente.
La actual crisis financiera global ha reavivado las discusiones que estos gigantes de la economía tuvieron durante la década de los años '30 del siglo pasado.
La BBC organizó un debate en la London School of Economics para escuchar a los seguidores de estas teorías defender su visión. A continuación, las palabras de dos de los ponentes.
Profesor George Selgin, sobre Friedrich Hayek
Cuando se discute a Hayek, es importante corregir una idea falsa: su teoría no es "no haga nada".
No niega que debemos mantener el gasto cuando el auge se torna en decadencia. Pero va más allá.
A diferencia de Keynes, Hayek pensaba que para recuperarse genuinamente de una contracción de la economía se requería no sólo del gasto adecuado, sino también del retorno a la producción sostenible: una producción libre de las distorsiones propias de una era de auge-colapso causadas por el dinero fácil.
Hayek fue desestimado como alguien que quería "liquidar el trabajo, liquidar las acciones, liquidar a los agricultores" y demás.
Pero tras un auge insostenible algunas cosas realmente tienen que ser liquidadas. La receta más honesta para reactivar una inversión saludable después de la crisis del 2008 era liquidar.
¡Liquiden Bear Stearns! ¡Liquiden Fannie Mae y Freddie Mac!
Liquidar, en resumen, todo el aparato de hacer burbujas con hipotecas basura que era alimentado por una política monetaria facilista.
Eso habría significado dejar que los bancos insolventes que prestaron o invirtieron torpemente colapsaran.
Pero, en cambio, los gobiernos escogieron mantener a flote a los malos bancos y por eso la flexibilización cuantitativa (emisión de más dinero) fracasó.
Fracasó porque casi todo el nuevo dinero que el gobierno creó se fue en reforzar los balances de banqueros irresponsables.
Ahora esos bancos están sentados en montañas de dinero ocioso mientras que otros negocios no tienen con qué funcionar o no pueden conseguir crédito.
La economía es como un borracho vomitando en la mañana después de una noche de parranda.
Está regurgitando -o tratando de regurgitar- las malas inversiones que fue tentando de asumir más que todo porque se trataba de dinero fácil.
Darle aún más dinero no prevendrá el inevitable sufrimiento.
Quizás lo enmascare o lo retrase de alguna manera, pero sólo a cambio de más sufrimiento después.
Éste no es el tipo de consejo que le gusta a los gobiernos.
Quieren las curas indoloras y fáciles que los keynesianos ofrecen.
Pero, como los hayekianos advirtieron una y otra vez, no existe una recuperación sin dolor de un auge insostenible.
La única manera de eludir el sufrimiento es evitar que la expansión misma ocurra.
George Selgin, profesor de economía en la Universidad de Georgia, es uno de los fundadores del Modern Free Banking School, que se inspira en los escritos de Friedrich Hayek sobre la desnacionalización del dinero y la elección de la moneda.
Lord Skidelsky, sobre John Maynard Keynes
La teoría de Keynes fue forjada en la Gran Depresión de 1929-1932, el colapso económico más grande de la época moderna.
Mientras sus economías se contraían, los gobiernos respondieron a sus crecientes déficit presupuestales subiendo los impuestos y cortando el gasto público.
La Gran Depresión tocó techo en 1932, con el desempleo en el Reino Unido alcanzando el 20% y en Estados Unidos aún más.
Keynes escribió su Teoría General al final de 1932 para explicar por qué la recuperación era tan débil.
Su revolucionaria propuesta era que después de un gran shock -usualmente un colapso en la inversión- no hay fuerzas de recuperación automáticas en la economía de mercado.
La economía seguirá encogiéndose hasta que alcance algún tipo de estabilidad a un nivel bajo.
Keynes denominó a esa posición como "el equilibrio de subempleo".
La razón era que el nivel de actividad -producción y empleo- dependía del nivel de la demanda agregada o el poder de gasto.
Si la capacidad de gastar se reducía, la producción también.
En esa situación, la función del gobierno era incrementar su propio gasto para contrarrestar el declive en el gasto del público. Todo eso, manteniendo un déficit tan extenso como fuera necesario.
Cortar el gasto público era una política completamente errada en una depresión.
Cuando una economía está expandiéndose, una política autoflagelante en el gasto público es indicada, pero no cuando está estancada.
El mensaje de Keynes era: no se puede cortar para salir de una depresión. Hay que crecer para emerger de ella.
Ochenta años más tarde aún no hemos aprendido bien la lección.
Tres años después del colapso de 2008, no hay señales de crecimiento.
Fue Friedrich Hayek quien representaba las teorías ortodoxas que Keynes atacaba.
Según Hayek, la principal causa de las depresiones era la creación excesiva de crédito por parte de los bancos, lo que llevaba al gasto excesivo.
La expansión era la ilusión, la caída, la realidad.
Keynes fue mordaz al comentar el libro de Hayek "Precios y Producción", al que llamó "uno de los más espantosos embrollos que he leído".
Hayek dejó la economía seria, pero no la escritura en serio.
Entre él y Keynes se desarrollo un respeto cauteloso, incluso una simpatía. "Nos llevamos muy bien en la vida privada", escribió Keynes. "Pero qué basura que es su teoría".
El magnetismo de Keynes impresionó profundamente a Hayek, pero nunca cambió su opinión de que su influencia en la economía era "tanto milagrosa como trágica".
Sir Robert Skidelsky, profesor de economía política, político, escritor, galardonado biógrafo de J.M. Keynes.
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