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lunes, 20 de febrero de 2017

Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general

Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general

Autor: 
Richard Cantillon
Richard Cantillon (c. 1680 – 1734) fue un economista irlandés-francés cuya obra Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general ha sido catalogada como “la cuna de la economía política”. Nació en Irlanda pero desde joven se fue a vivir a París donde adquirió la nacionalidad francesa. Poco se sabe sobre la vida de Cantillon, excepto que se dedicó con éxito a la banca y al comercio desde temprana edad. Sin embargo, sus negocios le valieron múltiples enemigos que lo persiguieron hasta su trágica muerte en el incendio de su casa en Londres, el cual se cree que fue deliberado.
Ensayo sobre la naturaleza del comercio en generalCantillon realizó importantes contribuciones en prácticamente todos los campos del análisis económico moderno: epistemología de la economía, microeconomía, macroeconomía y teoría monetaria, y economía internacional.
Essai Sur La Nature Du Commerce En General fue escrito en 1730 pero no se publicó hasta 1755 debido a la fuerte censura del gobierno francés. El libro tuvo gran influencia en la teoría económica de Adam Smith y de algunos fisiócratas franceses. Sin embargo cayó en el olvido durante gran parte del siglo XIX.
Edición utilizada:
Cantillon, Richard. Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1996.
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Richard Cantillon y la Nacionalidad de la Economía Política

Richard Cantillon y la Nacionalidad de la Economía Política

LECTORES diligentes de la Riqueza de las Naciones probablemente recordarán que Adam Smith cita en un pasaje de su obra a un cierto Mr. Cantillon. Se trata en este caso de toda una novela llena de errores, misterios y enigmas. Adam Smith citó tan pocos autores previos, que ser mencionado en sus páginas asegura una especie de inmortalidad. No obstante Cantillon ha sido muy infortunado. Su vida no sólo terminó en forma prematura por el fuego y el hierro, sino que una serie de accidentes literarios adversos ha oscurecido casi por completo su nombre y su fama.
Si, deseosos de conocer más detalles acerca de Cantillon, recurrimos a una obra tan útil pero, con frecuencia, tan poco cuidada como la de McCulloch, Literature of Political Economy, encontraremos en ella (p.52) la descripción de un libro denominado The Analysis of Trade, Commerce, Bullion, etc., por Philip Cantillon, recientemente fallecido en la ciudad de Londres, "mercader". (I vol. 8º., Londres, 1759). McCulloch observa acerca de este libro que "el autor adopta diversas opiniones de Hume, cuyos Political Essays fueron publicados en 1752. Sus principios son liberales en su mayor parte, y algunas de sus especulaciones revelan no poco ingenio". En este caso la filiación de ideas parece evidente. Cantillon adoptó los puntos de vista de Hume, cuyos ensayos, según su biógrafo Burton, forman la cuna de la Economía política. "Aun cuando en dicha ciencia —dice Burton— mucho se ha investigado y expuesto en época reciente, estos desarrollos tempranos, brevísimos y simples de su primera época se leen todavía con agrado, incluso por quienes son maestros de toda la literatura en este importante sector." Lejos estoy de negar que "un maestro de toda la literatura de la Economía política", si acaso puede imaginarse tan maravillosa criatura, leerá con agrado los ensayos de Hume, y aun posiblemente coincida con el profesor Huxley cuando afirma que Hume fué en Economía Política, como en Filosofía, "un innovador original, atrevido y fecundo". Pero acaso no llegaría a afirmar que los Essays de Hume, de 1752, son "los más tempranos, breves y sencillos desarrollos de su primera época"; ni caería en el desatino de suponer, como McCulloch, que el Cantillon citado por Smith debiese algo a Hume.
No anduvo McCulloch muy diligente a este respecto, porque si hubiese examinado la portada del denominado Analysis of Trade hubiese visto que el contenido del libro proclama ser "tomado en lo esencial de un manuscrito de un caballero recién fallecido, muy ingenioso, y adaptado a la presente situación de nuestros negocios y comercio". Como este libro fué publicado en 1759 y los Essays de Hume en 1752, siete años apenas procuran un intervalo suficiente para permitir que Philip Cantillon recogiera las opiniones de Hume, escribiese el manuscrito, falleciera y, por añadidura, se adaptase a la "presente situación de nuestros negocios", etc. Si McCulloch hubiese hojeado alguna o algunas obras de referencias bibliográficas o biográficas corrientes, hubiera podido evitar ese lapso.[3] La Bibliotheca Britannica de Watt, en efecto, no hubiese venido en apoyo de sus afirmaciones, ya que sólo nos informa de que Philip Cantillon era "un mercader de Purden". Como en el mundo entero no parece existir una localidad con semejante nombre, me atrevo a concluir que se trata de un extraordinario error tipográfico, por "Londres". Las grandes obras biográficas francesas (la Biographie Universelle, París, 1843, vol. VI, p. 584, y la Nouvelle Biographie Générale, vol. VIII, pp. 528-9 de Didot) contienen algunos datos de la vida de Philip Cantillon, manifestando que murió en 1733 (más exactamente en 1734). En efecto este hecho elimina la posibilidad de que hubiese tomado ideas de Hume. Aprendemos también en este y otros libros, a los cuales haremos referencia, que la obra de Cantillon fué impresa primeramente en lengua francesa, en el año 1755, bajo el título "Essai sur la Nature du Commerce en Général traducido del inglés. Londres".
La más somera consideración de este último volumen muestra de inmediato que la versión inglesa de 1759 es tan enmarañada que no da idea de los méritos de la obra original. El llamado Analysis of Trade es una traducción libre de fragmentos del verdadero Essai, donde usualmente se han omitido las mejores partes de los capítulos para permitir la inserción de extractos de los Essays de Hume, baladronadas sobre Oliver Cromwell, y otras materias perfectamente inadecuadas. El libro se dice que ha sido "impreso por el autor", pero tal autor debe haber sido un verdadero mamarracho literario, y cuando dice que la obra fué "tomada en lo esencial de un manuscrito de un caballero muy ingenioso recién fallecido", se aparta considerablemente de la línea de la estricta verdad.
El Essai francés parece ser un libro de gran rareza en Inglaterra: me dicen que no hay copia alguna en la Biblioteca de la Universidad de Cambridge, y tampoco aparece ninguno en el catálogo impreso de la Biblioteca Bodleiana. No obstante puede consultarse una copia en la Biblioteca del Museo Británico (referencia 1,028, a.19), donde también se encuentra el Analysis of Trade de 1759, así como una reimpresión del texto francés, en el vol. III de los Discours Politiques de Hume, traducidos por De Mauvillon (Amsterdam, 1754- 1755).
Mi estudio sobre el Essai se ha facilitado mucho por el hecho de que encontré una copia del libro en mi propia biblioteca, ejemplar comprado hace muchos años en París. También poseo una copia del Analysis adquirido en la subasta de la vieja Biblioteca de la Bolsa de Manchester, en donde probablemente figuraba desde la época de su publicación.
El Essai original se describe así en su portada: "Essai sur la Nature du Commerce en Général. Traducido del inglés. En Londres, en casa de Fletcher Gyles, en Holborn. MDCCLV." El libro consta de portadilla, portada, 430 pp., y 6 páginas de índices; 12º, hojas A-T, ii. La fecha se indica erróneamente como 1752 en el Dictionnaire de l'Économie Politique, y en el Dictionary de Macleod.
Antes de volver al análisis del contenido de este Essai conviene conocer cuanto podamos acerca del libro y de su autor, a base de fuentes externas. Parece ser que el llamado Philip de Cantillon era un sagaz comerciante, nacido de una familia irlandesa hacia fines del siglo XVIII. Al principio se dedicó a los negocios como mercader en Londres, pero después se trasladó a París, estableciendo allí una casa de Banca. "Asociando a un crédito inmenso —como dice la Biographie Universelle— afables maneras y aguzado ingenio, era solicitado por la mejor sociedad y tuvo intimidad con personas del más alto rango." Fué amigo de Lord Bolingbroke, y aun se afirma que estuvo en buenos términos con la Princesa de Auvernia. En efecto fué tal su éxito financiero y social que el gran John Law, entonces en la gloria de sus combinaciones financieras, estaba envidioso de él. Replicando a su compatriota, sobrevino una discusión que debió ser cierta porque, como diría un autor francés, era naturalísima. "Si estuviéramos en Inglaterra (dijo Law) no tendría más remedio que transigir con usted y arreglarnos; pero como estamos en Francia, puedo enviaros esta tarde a la Bastilla, si no me dais vuestra palabra de salir del Reino en las próximas veinticuatro horas." Cantillon se puso a pensar un momento y contestó: "¡Bueno, no me iré, y haré triunfar vuestro sistema!" De acuerdo con ello Cantillon tomó, a Law una considerable cantidad de los nuevos valores, y por mediación de sus numerosos amigos y agentes comerciales, y por el prestigio de su crédito inmenso, pudo colocarlos en el mercado con gran beneficio. Si hemos de creer lo que se cuenta logró hacer, así, una fortuna de varios millones en pocos días, pero, desconfiando de Law, se retiró prudentemente a Holanda, y más tarde retornó a Londres. Allí fué asesinado por un valet-de-chambre (más exactamente, un cocinero) quien escapó con sus bienes más valiosos y portables.
El anterior relato acerca de Cantillon parece derivar de ciertas tradiciones impresas en el año 1755 o poco después. Así, en la Correspondance de Grimm,[4] con fecha de París, primero de julio de 1755, leemos lo siguiente:
Hace un año apareció en el comercio un libro nuevo, titulado Essai sur la Nature du Commerce en général, en un volumen en doceavo. Este libro no ha sido traducido del inglés, como con intención se afirma en la portada. Es una obra redactada originalmente en francés por un inglés, M. de Cantillon, hombre de linaje, que terminó sus días en Languedoc, donde se había retirado y donde vivió muchos años.
En otra carta se corrigió dicha afirmación (t. I, pp. 367-8) en la siguiente forma: "Estaba mal informado acerca de la persona de M. de Cantillon, cuando tuve el honor de escribir a Vd. respecto a su excelente obra sobre Comercio. Cantillon, inglés y hombre de talento, como, en efecto, lo prueba su libro, estableció un Banco durante la Regencia, en París, donde poseía inmenso crédito."
Aparte de mencionar el incidente, ya descrito, con Law, concluye del siguiente modo: "Se dice comunmente que pereció al incendiarse su casa en Londres en 1733. El hecho es que el fuego fué extinguido con facilidad, y que hallaron a Cantillon asesinado. El incendio parece haber sido provocado para encubrir el crimen, asunto que dió pábulo a abundantes rumores en aquella época."
Otra autoridad del año 1755, concretamente "L'Année Littéraire-Année 1755. Por M. Frerón, Tom. VI. (Amsterdam)", p. 357, confirma estos asertos y añade algunos nuevos datos asegurando que el asesino fué descubierto, detenido y ejecutado en Londres (?) "M. Cantillon casó a su hija con Milord Bulkeley, Teniente General al servicio de Francia, Caballero de las Ordenes de Rey, hermano de la Señora Mariscala de Berwick. La señora Bulkeley murió en París hace seis o siete años." En la página 67 del mismo volumen se afirma también que el libro no es una verdadera traducción, sino que fué escrito en francés. "Es el inglés mismo quien lo tradujo a su lenguaje, del original de M. Cantillon." Esta declaración, sin embargo, es manifiestamente errónea, porque ninguna versión inglesa apareció antes de la de 1759. El escritor añade que "no se sabe por quién ni cuándo fué impreso este manuscrito, ni por qué causa se difirió la publicación del mismo por más de veinte años. Ignoramos también las razones de que los editores hayan suprimido en esta impresión los cálculos, ciertamente muy notables, que varias gentes me aseguran haber visto en el manuscrito. Sea como fuere, la obra, tal y como aparece, se considera como una de las mejor escritas acerca del comercio".
Si Cantillon fué realmente asesinado en Londres, los periódicos de la época tenían que dar probablemente alguna noticia de ese asunto. Sin gran dificultad encontré los detalles siguientes. The Country Journal, or The Craftsman, del sábado 18 de mayo de 1734, dice lo siguiente:
El martes, hacia las tres de la madrugada, estalló un incendio en la casa del señor Chantillon, acaudalado comerciante francés que residía en Albemarle Street, siniestro que en poco tiempo destruyó la mencionada casa, juntamente con la contigua, del señor Vizconde Saint-John, y que además causó serios desperfectos en otra vivienda. Al ser descubiertos los primeros signos del incendio, un criado del señor Chantillon penetró en el cuarto de su dueño (al cual había dejado a media noche, en su dormitorio, leyendo a 1a luz de una candela), y lo encontró muerto en su cama, con la cabeza casi totalmente quemada.
Un párrafo más importante para nuestro propósito se contiene en el Read's Weekly Journal, or British Gazetteer, del sábado primero de junio de 1734, No. 480. En él se manifiesta que fué denunciado al Rey cómo Richard Cantillon, Esq., fué robado y asesinado el martes 14 de mayo, entre tres o cuatro de la mañana, en su casa de Albemarle Street, pegándose luego fuego a la casa, que ardió hasta los cimientos. El Gobierno ofrece el perdón general a los cómplices del suceso. Como nuevo incentivo, el señor Philip Cantillon, comerciante de esta ciudad, ha prometido una recompensa de 200 libras a cualquiera de los criminales, con excepción del asesino.
Otros detalles de escasa importancia pueden ser citados, como el que durante el domingo siguiente se tomó declaración individual a los demás sirvientes de la casa; que el lunes por la noche quedó terminado el atestado; que el martes el señor Martin, destilador francés, fué citado para rendir testimonio, y que el jueves se tomó nueva declaración a los criados.
En The Country Journal, or The Craftsman, del sábado 15 de junio de 1734, leemos lo siguiente: "Escribieron de París que la esposa de Joseph Denier, alias Lebane, francés (que había sido cocinero del difunto Mr. Cantillon, suponiéndose que había robado y asesinado a este caballero) fué detenida, incautándosele su casa, situada a tres millas de la ciudad, y su correspondencia, en relación con una denuncia formulada contra su esposo, todas cuyas gestiones habían sido hechas a instancias del Conde de Waldegrave, Embajador de su Majestad en la Corte francesa."
No parece que el verdadero culpable llegase a ser capturado, pero de acuerdo con una noticia del Gentlemen's Magazine, fechado 7 de diciembre de 1734 (vol. IV, p. 702), Isaac Burridge, Roger Arnould y Elizabeth Pembroke fueron juzgados por el asesinato del señor Cantillon, y por haber incendiado su casa, no habiéndoseles hallado culpabilidad alguna. Véase también el mismo volumen, p. 273.
El hecho importante que podemos desprender de los citados informes es que realmente existían dos Cantillon, y que el rico mercader francés no era Philip Cantillon, en modo alguno, sino Richard Cantillon.
En consecuencia, parece lícito suponer que el verdadero nombre del gran economista y financiero quedó en el misterio, y que sólo ahora, por vez primera, se asocia con su obra.
Como la intrincada traducción de 1759 habla de Philip como fallecido en la ciudad de Londres, y los periódicos no sustentan semejante afirmación, mientras que llaman a Ricardo rico mercader francés, es imposible suponer que Philip fuese el autor y rival de Law, y Ricardo el mercader de Londres. Más bien podemos suponer que Ricardo y Philip eran hermanos, y que desarrollaban sus operaciones comerciales y bancarias en estrecha correspondencia. Pero yo no se cómo explicar el hecho de que la reputación literaria pudiese referirse al nombre de Philip Cantillon. Conviene advertir, en efecto, que, junto al Ensayo, otras dos obras literarias se asocian en los repertorios bibliográficos con el nombre de Cantillon. Así Barbier, en su Dictionary of Anonymous and Pseudonymous Works, refiriéndose a la "Histoire de Stanislas ler Roi de Pologne, por M. D. C., Londres (Mayer), 1741", 2 vols, 12º, dice que algunas personas atribuyen este libro a De Cantillon, probablemente el mismo del cual tenemos un Essay on the Nature of Commerce. Pero en Quérard, La France Littéraire, vol. I, p. 43, vol, II, p. 188, hay una referencia de J. G. de Chevrières como autor.
Una mera interpretación errónea de las letras iniciales es, sin duda en este caso, el motivo de que el nombre de Cantillon haya sido usado en conexión con el libro. Existe otra obra, sin embargo, que efectivamente lleva el nombre de M. de Cantillon en su portada (véase Quérard, vol. I, p. 43). El siguiente es el título del libro, una de cuyas copias en cuatro volúmenes en octavo figura en la Biblioteca Real del Museo Británico: "Les Délices du Brabant et de ses Campagnes, ou description des villes,... de ce Duché. Accompagnée des événements les plus remarquables jusqu'au temps présent. Por M. de Cantillon. Obra ilustrada con doscientas hermosas láminas en talla dulce. Amsterdam, 1757." Este libro, sin embargo, es una simple elucubración de librero, y el texto no es otra cosa que un vulgar comentario sobre los doscientos grabados en cobre, que son bastante notables. Ni la más ligera razón puede aducirse en el sentido de que esta obra haya de relacionarse con el mercader de la City de Londres, y sospecho que el libro se escuda en un seudónimo, habiéndose utilizado el nombre de Cantillon deliberadamente, teniendo en cuenta la reputación y misterio de que ese autor estaba rodeado.
He logrado averiguar algunos otros hechos relacionados con la personalidad de Cantillon. Descendía de la familia de este nombre, oriunda de Ballyheige o Ballyhigue, en el Condado de Kerry, Irlanda, cuyas armas se indican en la General Armoury, y en otras obras, del siguiente modo: "Az. Un león, rampante, o entre dos flechas, o emplumado y barbelado, del segundo." Que esta familia tuvo relaciones en Francia resulta evidente por el hecho de que Antoine Sylvain de Cantillon, Barón de Ballyheige, y en Francia Teniente-Coronel Caballero de la Orden de San Luis, llevaba las mismas armas. En el Gentleman's Magazine de 1743, vol. XIII, p. 389, leemos que el Conde de Stafford estaba casado con una Miss Cantillon; así que algunos aristócratas de Inglaterra y Francia probablemente descienden del primer economista.
Leyendo una obra genealógica, cuyo título se me escapa, encontré plenamente confirmada esta opinión mía sobre el caso, porque en ella se hace mención de "Richard Cantillon de París, banquero, 1710, descendiente del condado de Kerry, cuya hija Enriqueta casó primero, en 1743, con William Howard, tercer Conde de Stafford y después, en 1769, con Robert Maxwell, primer Conde de Farnham."
En el Gentleman's Magazine, vol. XXVI, p. 91, entre los fallecimientos del año 1756, se encuentra el de Jasper Cantillon, Esq., uno de los Comisionados del Tesoro y de los soldados heridos en las guerras del Rey Guillermo, en Flandes.
El nombre es evidentemente español, y es bien sabido que muchos mercaderes españoles se establecieron en la costa occidental de Irlanda. Sus casas de arquitectura netamente hispánica pueden verse todavía en Galway, en la actualidad.
Volviendo ahora a este notable Essai sur la Nature du Commerce en Général encontramos que, de acuerdo con su portada, se publicó "en Londres, en casa de Fletcher Gyles, en Holborn". Esta circunstancia es, sin embargo, evidentemente falsa. En efecto existía a comienzos del siglo XVIII un popular librero llamado Fletcher Gyles, que tenía una tienda cerca de Middle Row, "casi frente a Gray's Inn." Varios datos acerca de él pueden encontrarse en las Literary Anecdotes, de Nichol (véase Index, vol. VII, p. 165), y parece que publicó diversas obras de las allí mencionadas. Pero después, en 1736, la razón social aparece como Gyles and Wilkinson, y como el propio Fletcher Gyles murió de apoplegía en 1741, no es probable que su único nombre apareciese en una portada en 1755. Además, ningún otro libro aparece publicado en la tienda de Holborn después de 1737 (Lit. Anec., vol. II, p. 116). Por lo que respecta a tipo de impresión, papel y aspecto general, el libro no es ciertamente inglés, y probablemente fué impreso en París, según me han asegurado dos expertos bibliófilos del Museo de Londres. La encuadernación de mi ejemplar es igualmente del estilo francés contemporáneo. Todos estos hechos parecen revelar que, aun afirmándose estar traducido del inglés, y publicado por un librero londinense, no hubo relación ninguna con Londres.
El libro en cuestión está dividido en tres partes, que respectivamente contienen diecisiete, diez, y ocho capítulos. La primera parte es, en cierto modo, una introducción general a la Economía política, iniciándose con una definición de la riqueza, y comentando después la agrupación de las gentes en sociedades, pueblos, aldeas, ciudades y capitales; los salarios del trabajo; la teoría del valor; la paridad entre trabajo y tierra; la dependencia de todas las clases con respecto a los propietarios terratenientes; la multiplicación de la población, y el uso del oro y de la plata. La segunda parte examina los temas de trueque, precio, circulación de la moneda, interés, etc., y es un pequeño pero completo tratado sobre cuestiones monetarias, probablemente más profundo que cualquier otro de la misma extensión, desde entonces publicado sobre ese asunto. La tercera parte trata del comercio exterior, de los cambios exteriores, de la Banca y de los refinamientos del crédito. "Juzgado en relación con los conocimientos y experiencias de la época, esa tercera parte, en particular, supera todo elogio, y revela que Richard Cantillon comprendía de una manera sana y amable muchas cuestiones acerca de las cuales los ensayistas siguen debatiéndose con dificultad, y confundiéndose a sí mismos y a otras gentes. El Essai es mucho más que un simple ensayo o recopilación de ensayos inconexos, como los de Hume. Se trata de un estudio sistemático y bien articulado, que en forma concisa abarca la casi totalidad del campo de la Economía, con excepción de los impuestos. Es, así, más que cualquier otro libro de cuantos conozco, "el primer tratado sobre economía". La Political Arithmetic y el Treatise of Taxes and Contributions, de Sir William Petty, son libros maravillosos en su género y para su tiempo, pero, comparados con el Essai, son simples colecciones de hechos casuales. Existieron obras inglesas anteriores de gran mérito, tales como las de Vaughan, Locke, Child, Mun, etc., pero todas ellas son o ensayos ocasionales o folletos, o tratados fragmentarios. El Ensayo de Cantillon es, con más derecho que ninguna otra obra, "la cuna de la economía política".
La frase inicial de su primer capítulo, "De la riqueza", es especialmente notable, y dice lo siguiente: "La tierra es la fuente o materia de donde se extrae la riqueza, y el trabajo del hombre es la forma de producirla. En sí misma la riqueza no es otra cosa que los alimentos, las comodidades y las cosas superfluas que hacen agradable la vida."
Esta frase pulsa la nota o, más bien, la cuerda principal de la ciencia económica. Nos recuerda de inmediato la frase "tierra y trabajo del país", registro que con tanta frecuencia atacaba Adam Smith. Sin embargo, mantiene el equilibrio entre los elementos de producción en forma más ponderada que la mayor parte de los tratados subsiguientes. Quesnay, como veremos, atribuyó una indebida importancia a algunas otras observaciones de Cantillon, y produjo un sistema económico completamente unilateral, dependiente de la tierra sólo; Smith siguió otros rumbos, y consideró "el trabajo anual de cada nación" como el fondo que la provee con todas las cosas necesarias y superfluas de la existencia. Correctamente interpretada la afirmación de Cantillon es probablemente la más veraz de cuantas se hayan dado.
Si llevamos hasta el extremo el rastreo de la filiación de ideas, tendremos que remontarnos a Sir W. Petty, quien, en su Treatise of Taxes, cap. x (De las multas), artículo 10 (primera edición, 1662, p. 49), habla de "nuestra opinión según la cual el trabajo es el padre y principio activo de la riqueza, mientras que la tierra es la madre". Advertiremos de paso que en la nueva versión inglesa de los Principios de la Economía política, de Roscher, traducida por John J. Lalor, esta observación de Petty queda inmersa, por un error tipográfico (vol. I, p. 168), en otra frase citada de Harris, escrita casi un siglo después. Roscher se refiere también a una obra alemana de Leser (Begriff des Reichthums, bei Adam Smith, 97), donde se reúnen todos los pasajes en que Adam Smith habla del producto anual de la tierra y del trabajo."
Los capítulos VII y VIII son interesantes, porque en ellos hallamos el germen de la importante doctrina de Adam Smith, concerniente a los salarios en distintos empleos, tal como se establece en la primera parte del capítulo décimo de la Riqueza de las Naciones. Smith desarrolló en forma tan grandiosa la doctrina, y la ilustró tan admirablemente como para convertirla en suya propia; sin embargo, en este Ensayo están las ideas conductoras, como en los siguientes extractos:
...quienes emplean artesanos o gente de oficio, necesariamente deben pagar por su trabajo un precio más elevado que el de un labrador u obrero manual; y este trabajo será necesariamente caro, en proporción al tiempo que se pierde en aprenderlo, y al gusto y al riesgo precisos para perfeccionarse en èl [p. 23]. Las artes y oficios que llevan consigo ciertos riesgos y peligros, como en el caso de los fundidores, marineros, mineros de plata, etc., deben ser pagados en proporción a dichos riesgos. Cuando, además de los peligros, se exige habilidad, la paga será todavía más alta; tal ocurre con los pilotos, buzos, ingenieros, etc. Cuando se precisan capacidad y confianza se paga todavía más caro el trabajo, como ocurre con los joyeros, tendores de libros, cajeros y otros [p. 24].
Imposible resulta desconocer el carácter agradable o desagradable, simple y barato, la dificultad y gasto de aprender un oficio, y la confianza grande o pequeña que debe ponerse en quienes lo practican, tres de las cinco circunstancias enumeradas por Smith, como causas de las desigualdades de salario.
En el capítulo IX arguye Cantillon, casi en el estilo de un reciente discípulo de Ricardo, que de nada sirve aumentar el número de artesanos en una profesión mediante escuelas de beneficencia o métodos especiales de educación. A juicio suyo nunca habrá escasez de artesanos en un Estado, si hay empleo suficiente para ellos.
Sigue entonces en el capítulo X una ingeniosa teoría del valor, que en algunos aspectos supera a las teorías de varios economistas recientes. El argumento desarrollado en las escasas páginas que se dedican a este tema está tan perfectamente estructurado, que harían falta muchas páginas para hacer justicia a la teoría.
La idea de Cantillon es que ciertas cosas, tales como los encajes en Bruselas o el muelle de un reloj inglés, dependen, en cuanto a su valor, del trabajo que para su producción se necesita. El seto de un sendero, la madera de un bosque, por otra parte, se rigen en cuanto a su valor por los materiales que en ellos se contienen, o por el área de terreno requerida para su producción, teniendo en cuenta la calidad de la tierra. El precio del agua del Sena —refiriéndose a otro ejemplo— no es el precio del agua misma, cuya cantidad es inmensa, sino el precio de transportarla a las calles de París. Así llega a la conclusión siguiente:
A base de estas inducciones y de otras que podrían hacerse por el mismo estilo, se advierte cómo el valor del trabajo cotidiano guarda relación con el producto de la tierra, y que el valor intrínseco de una cosa puede medirse por la cantidad de tierra que para su producción se emplea, y por la cantidad de trabajo que interviene en ella.
Pero Cantillon procede en seguida a explicar qué artículos no se venderán siempre por su valor "intrínseco". Si un noble gasta una cantidad de dinero en acondicionar un hermoso jardín, y el jardín se saca a subasta, acaso sólo produzca la mitad de lo que ha costado, pero en otras circunstancias puede rendir el doble. El maíz por otra parte, puede venderse por encima o por debajo de su valor intrínseco, de acuerdo con la abundancia de las cosechas. Un perpetuo flujo y reflujo de precios surge de la imposibilidad de proporcionar la oferta a la demanda. En resumen estas pocas páginas no sólo contienen la doctrina entera del valor de mercado, en contraste con el valor de costo, o, como lo denominó el profesor Cairnes, el valor normal, sino que en ellas se alude a dificultades que Ricardo, Mill y otros han ignorado.
No podemos agotar aquí, sin embargo, las sutilezas de la teoría del valor, y debemos pasar al capítulo XI, cuyo interés reside, entre otras cosas, en haber sido el único mencionado por Adam Smith. Contiene la curiosa doctrina "de la paridad o relación entre el valor de la tierra y el del trabajo". Cantillon manifiesta que el trabajo de categoría más baja de un esclavo adulto debe equivaler en definitiva a la cantidad de tierra que el propietario está obligado a emplear para su subsistencia, juntamente con el doble de la cantidad de tierra necesaria para criar un niño hasta que alcance la edad de trabajar, recordando que conforme a los cálculos del celebrado Dr. Halley, la mitad de los niños mueren antes de alcanzar los diecisiete años. La doctrina es examinada cuidadosamente por Cantillon, con detalles y explicaciones diversas, en los que no podemos detenernos. Ahora bien, Smith se refiere a esta teoría en el capítulo VIII del primer libro de la Wealth of Nations (edición de Thorold Rogers, vol. I, p. 71), diciendo: "Conforme a este cálculo Mr. Cantillon supone que la clase más baja de los agricultores comunes debe ganar, en todo caso, por lo menos el doble de lo necesario para su sustento, para que pueda criar dos hijos; el trabajo de la mujer, teniendo en cuenta que ha de dedicarse al cuidado de los niños, no se supone más que el necesario para procurar por sí misma. Pero, también según los cálculos, la mitad de los niños nacidos mueren antes de alcanzar la madurez." Creo que Smith ha debido tomar esta cita de la edición francesa, porque alude al hecho de que el trabajo de la mujer, teniendo en cuenta que ha de atender necesariamente a los niños, se supone limitado a lo suficiente para atenderse a sí misma. Este es un punto cuidadosamente citado por Cantillon (p. 31), pero eliminado, como otros extremos esenciales, en la deficiente versión inglesa, que se limita a decir con vaguedad e imprecisión que "debe otorgarse una cantidad para atender a las hembras".
Se trata de un fragmento, en la historia del libro de Cantillon que Smith, al citar a dicho autor en términos laudatorios, ha interpretado mal. Este capítulo, único aludido por Smith, es también el único en que Cantillon se apoya explícitamente en un escritor anterior, es decir, en Sir 'William Petty. Cantillon termina el capítulo de esta manera (p. 36):
Sir William Petty, en un breve manuscrito del año 1685, estima esta paridad o ecuación de la tierra y del trabajo como la consideración más importante en materia de aritmética política, pero la investigación practicada por él, un poco a la ligera, resulta arbitraria y lejana de las reglas de la Naturaleza, porque no ha tenido en cuenta las causas y principios, sino tan solo los efectos, lo mismo que ha ocurrido con Mr. Locke, Mr. Davenant y todos los demás autores ingleses que han escrito sobre la materia.
Ahora bien en el notabilísimo Treatise of Taxes and Contributions,[5] cuya primera edición fué publicada en 1662, encontramos el siguiente pasaje (p. 26) :
Todas las cosas deben evaluarse conforme a dos elementos naturales, a saber: la tierra y el trabajo; esto es, que un barco o una pieza indumentaria valen una cierta medida de tierra y otra cierta medida de trabajo, en cuanto que ambas cosas son productos de las tierras, y del trabajo humano aplicado a ellas. Si esto es verdad, tendremos la fortuna de encontrar una paridad natural entre la tierra y el trabajo, e igualmente podemos expresar el valor de cada uno de ellos por separado o mejor recíprocamente, y reducir uno a otro con la misma facilidad y exactitud que podemos reducir peniques a libras.
Aquí encontramos un claro anticipo lo mismo de la teoría del valor que de la doctrina de la paridad de Cantillon, pero no he podido descubrir en ninguno de los otros trabajos impresos de Petty un nuevo desarrollo de estas ingeniosas ideas. En una comunicación leída por Mr. W. H. Hardinge a la Real Academia Irlandesa, en 8 de mayo de 1865, e impreso en las Transactions de la Academia, vol. XXIV, advertimos que en las colecciones privadas de Lansdowne, del año 1687, existe un Essai inédito, juntamente con otros diversos manuscritos.
Como Petty fué sin duda el creador de la Ciencia estadística, y, al mismo tiempo, un hombre de maravillosa penetración, sería muy de desear que este manuscrito se imprimiera.[6]
Volviendo a Cantillon, en el capítulo XII de sus obras encontramos el germen de las doctrinas fisiocráticas: "Todas las clases, todos los hombres de un Estado subsisten o se enriquecen a expensas de los propietarios de las tierras" [p. 36]. Como veremos más adelante, tanto Quesnay como sus editores refieren francamente el origen de la gran escuela de los economistas franceses a este Ensayo, aunque puede decirse con certeza que Cantillon evita el unilateralismo de la fisiocracia.
Apenas dejamos los elementos de la teoría fisiocrática cuando caemos, en el capítulo XV, en una anticipación casi completa de la teoría malthusiana de la población. Cantillon dice:
En una palabra, podríamos multiplicar todo género de animales hasta la cifra deseada, y aun al infinito, si se dispusiera, hasta el infinito también, de tierras adecuadas para nutrirlos. La multiplicación de los animales no tiene otros límites que los medios más o menos abundantes que se destinan a alimentarlos. Indudablemente, si todas las tierras se destinaran al mero sustento del hombre, la especie humana se multiplicaría hasta la cifra que esas tierras podrían sustentar, tal como seguidamente explicaremos [p. 50].
Los hombres se multiplican como los ratones en una granja, si cuentan con medios ilimitados para subsistir; los ingleses, en las colonias, se harán más numerosos, en proporción, dentro de tres generaciones, que en Inglaterra en treinta, porque en las colonias encuentran para el cultivo nuevas tierras roturadas de donde expulsan a los salvajes [p. 59].
Existen otras interesantes alusiones al variable nivel de vida en distintas etapas de la sociedad: a la persistencia del hambre en China y en otros lugares; al celibato, al libertinaje y a otros aspectos del problema de la población. El capítulo no es otra cosa sino el celebrado Ensayo de Malthus, condensado por anticipación en veintisiete páginas. Pero yo no tengo la impresión de que Malthus viera nunca el libro, y aun me atrevo a pensar que nunca tuvo noticia de él. Cantillon desarrolla el tema en tono profético, sugiriendo que es cuestionable si es mejor para un Reino contar con una multitud de habitantes muy pobres o con un número menos considerable de personas mejor mantenidas. Aquí encontramos un anticipo de las más recientes especulaciones hedonísticas de Mr. F. Y. Edgeworth. Convendría añadir que Cantillon, al referirse al problema demográfico, alude a los cálculos y estadísticas de Halley, Petty, d'Avenant, y King, autoridades inglesas todas ellas.
La primera parte del Ensayo se completa con un capítulo "De los metales y de las minas y particularmente del oro y la plata", donde el autor desarrolla las ideas más precisas acerca de la necesidad y naturaleza de una medida común del valor; la adaptabilidad de los diversos artículos para servir a tal fin: cereales, vino, telas, piedras preciosas, hierro, plomo, estaño, cobre, etc., se confrontan en cuanto a su posibilidad de servir de moneda, justamente como en varias obras recientes sobre la materia, y el autor concluye que
Tan solo el oro y la plata son de pequeño volumen, de calidad homogénea, fáciles de transportar y de subdividir sin merma, adecuados para su conservación, hermosos y brillantes en los objetos que con ellos se confeccionan, y duraderos casi hasta la eternidad [p. 75].
Sólo podemos aludir a contados extremos de la segunda parte del Essai: por ejemplo a la admirable explicación (pp. 99-100) del hecho de que los precios de los artículos y el costo de la vida son más elevados en las ciudades, y en especial en la capital misma, que en los distritos rurales. Cantillon atribuye esto al hecho de que el saldo de una balanza de pagos casi siempre se debe por el campo a las ciudades y a la capital del país, y que los artículos mediante los cuales se salda esta cuenta incurren en el gasto y riesgo del transporte. La misma teoría se aplica (p. 103) a las relaciones entre países extranjeros, y Cantillon concluye que cualquier Estado que brinde manufacturas a los Estados vecinos en cantidad suficiente para atraer un pago en moneda hacia sí mismo, eventualmente elevará su propia escala de precios. En esta teoría no hay ni siquiera un atisbo de la falacia mercantilista.
Una de las cosas más maravillosas del libro es la manera cómo Cantillon (pp. 106-111) explica los efectos sucesivos del descubrimiento de minas de oro o de plata sobre los tipos de salarios y los precios de las mercaderías. Los propietarios, empresarios y empleados de las minas primero se aprovechan de la abundancia, y pronto aumentan sus gastos, lo cual incrementa la demanda de productos de los artesanos y otras gentes que trabajan. Estos últimos a su vez consiguen salarios más altos, y gradualmente la influencia del dinero nuevo se esparce de una ocupación a otra, y de un país a otro país. Es exactamente la teoría que fué presentada en 1858 a la British Association por el difunto profesor Cairnes, y que se encuentra bellamente expuesta en sus Essays in Political Economy: Theorical and Applied, Ensayos I y II (McMillan, 1873).
No es aventurado decir que el tema relativo al cambio exterior nunca fué tratado, ni siquiera en el conocidísimo libro de Mr. Goschen, con mayor perspicacia y precisión científica que en el Ensayo de Cantillon. Es extraño, por ejemplo, encontrar en la tercera parte del Essai (p. 162) una explicación de las especulaciones sobre cambios que puede confundirse con un extracto del admirable tratado de Mr. Goschen. Cantillon dice:
Ahora bien, si un banquero inglés, teniendo en cuenta el envío que se hace a Holanda de una cantidad extraordinaria de mercancías, prevé en enero que Holanda con ocasión de los pagos y ventas de marzo resultará considerablemente deudora de Inglaterra, ya desde el mes de enero, en lugar de enviar cincuenta mil escudos u onzas, que se deben en aquel mes, para Holanda, podrá suministrar sus letras de cambio sobre su corresponsal de Amsterdam, pagaderas a doble uso o a dos meses, para saldar su valor a la fecha de vencimiento: gracias a este método podrá beneficiarse del cambio, que en enero se hallaba por encima de la par, mientras en marzo se situará por debajo. De este modo ganará doblemente, sin enviar un sueldo a Holanda.
Pero Cantillon cuida mucho de añadir (p. 162) que si bien la especulación y el crédito de los banqueros puede a veces retrasar el transporte de oro en especie de una ciudad o Estado a otro, siempre es necesario, en definitiva, saldar una deuda y remitir el saldo de la balanza de comercio, en moneda, al lugar de donde éste viene.
Condillac, quien en su obra profunda y original Le Commerce et le Gouvernement apenas cita otros escritos o reconoce cualquier dependencia literaria, abandona su procedimiento de siempre por lo que a Cantillon se refiere. En una nota de pie de página (cap. XVI, Oeuvres Complètes, t. VI, París, 1803, p. 411) manifiesta que ha derivado del Essai la base de su capítulo sobre la circulación de moneda, además de otras observaciones de las que hace uso en diversos capítulos: "Es sobre estas materias —dice Condillac— una de las mejores obras que conozco, aunque naturalmente no las conozco todas."
Acaso sólo se necesita otra prueba más, acerca del dominio que Cantillon tiene de las cuestiones monetarias y financieras, y ésta nos la procura su tratamiento del bimetalismo, tal como desde entonces ha sido llamado por M. Cernuschi. El capítulo IV de la tercera parte contiene una luminosa discusión sobre el tema, comenzando con una reseña histórica de las variaciones en los valores relativos del oro y la plata, y terminando con anotaciones muy interesantes sobre los motivos que indujeron a Sir Isaac Newton a fijar la cotización de la guinea inglesa en veintiún chelines. El argumento general de Cantillon pretende subrayar que los metales preciosos han de conformarse en su valor con la cotización de mercado (p. 174).
Es el precio del mercado lo que decide la proporción entre el valor del oro y el de la plata: el precio del mercado es la base de esta proporción en el valor que se da a las especies de oro y plata amonedadas. Si el precio del mercado varía considerablemente, es preciso reformar el de las especies amonedadas para seguir la regla del mercado; si no se procede así, la confusión y el desorden reinarán en la circulación, tomándose las monedas de uno u otro metal a precio más elevado que el que fijó la Casa de Moneda. La Antigüedad nos ofrece infinidad de ejemplos, y existe uno muy reciente en Inglaterra bajo las regulaciones establecidas por la Casa de Moneda de la Torre de Londres. La onza de plata, de once dineros de fino, vale allí: cinco chelines y dos dineros o peniques esterlina: desde que la proporción del oro a la plata (que siguiendo el ejemplo de España se había cifrado como de 1 a 16) ha descendido a la proporción de 1 a 15, y aún de 1 a 14 1/2, la onza de plata se vendía a cinco chelines y seis dineros esterlina, mientras que la guinea de oro continuaba teniendo curso a razón de veintiún chelines y seis dineros esterlina, circunstancia que dió lugar a que se exportaran de Inglaterra todos los escudos, chelines y medios chelines de plata que no estaban en circulación. La plata llegó a escasear tanto en 1728 (sólo siguieron en circulación las piezas más usadas), que las gentes se vieron obligadas a cambiar una guinea con pérdida de casi un cinco por ciento. El embarazo y la confusión producidos por tal causa en la circulación y en el comercio obligaron a la Tesorería a requerir al famoso caballero Isaac Newton, Director de la Casa de Moneda de la Torre, para que redactase un Informe indicando los arbitrios más convenientes para remediar ese estado de cosas.
Nada más fácil que lograrlo. Bastaba sólo seguir el precio de mercado de la plata al hacer acuñaciones en la Torre. Y como la proporción entre el oro y la plata se había establecido desde tiempo atrás conforme a las leyes y reglas de la Casa de Moneda, como de 1 a 15 y 3/4, bastaba acuñar monedas de plata más débiles, en la proporción del precio del mercado, que había caído por debajo de 1 a 15, y aun anticipándose a la variación que el oro del Brasil causa anualmente en la proporción de los dos metales, se hubiera podido incluso establecer sobre el pie de 1 a 14 1/2, como se hizo en Francia en 1725, y como será necesario hacerlo después en Inglaterra misma.
Aquí encontramos una profecía evidente de lo que se puso en práctica en 1815 siguiendo la recomendación de Lord Liverpool, y que es todavía, y probablemente será siempre, el punto fundamental en la regulación de nuestra moneda metálica. Nos explica Cantillon que Newton siguió el camino opuesto, y el Parlamento atendió su recomendación, a saber: disminuir el valor nominal de la moneda de oro. Según nuestro autor reconoce, mediante este procedimiento se ajustan igualmente los valores relativos de las monedas, al precio de mercado, pero éste es, no obstante, un método menos natural y ventajoso. Él indicó a Newton que esta medida costaría a Inglaterra una pérdida de £110,741 por cada £5.000,000 de capital debido a los extranjeros, y sobre la réplica de Newton se expresó de este modo (p. 176) : "El señor Newton me ha dado como respuesta a esta objeción que, según las leyes fundamentales del Reino, la plata era la única y verdadera moneda, y que como tal no podía alterársela." Después de ofrecer otros argumentos sagaces, Cantillon expresa por último su opinión en contra del patrón doble, diciendo lo siguiente (p. 178) :
Sólo el precio del mercado puede restituir la proporción de valor del oro a la plata, lo mismo que todas las proporciones de valores. La reducción de la guinea a veintiún chelines, propuesta por Sir Newton, no ha sido calculada sino para impedir que desaparecieran las monedas de plata débiles y usadas que continuaban en circulación; no se imaginó para establecer respecto a las monedas de oro y plata la verdadera proporción de sus precios, es decir la fijada por los precios del mercado. Este precio es siempre la piedra de toque en tales cuestiones. Sus variaciones son bastante lentas y dan tiempo para regular las acuñaciones e impedir desórdenes en la circulación.
Si interpreto correctamente este notable pasaje, no sólo reafirma el juicio de Cantillon de que es improcedente tratar de fijar la proporción de oro y plata a perpetuidad, sino que Newton mismo no tenía el propósito de intentar lo imposible. Su reducción de la guinea estaba sólo "calculada" para evitar la desaparición de las monedas deterioradas todavía circulantes, es decir, para lograr una finalidad de importancia práctica inmediata. Los bimetalistas han pretendido que Newton estaba de parte de ellos; Mr. Inglis Palgrave y otros economistas ingleses han tenido un gran empeño en conocer los motivos reales de Newton, que no se traslucen de su informe oficial. Pero en las citadas observaciones de Cantillon realmente tenemos un reconocimiento de que estuvo relacionado con Newton, maestro de la moneda y de las finanzas, que había discutido el tema con Newton, y que la intención de éste era "no fijar en monedas de oro y plata la verdadera proporción de su precio". Considero que se trata de un decidido adversario del bimetalismo, y recomiendo este pasaje a la atención de Mr. Samuel Smith, Mr. Stephen Williamson, Mr. Edward Langley, Mr. Horton, Dr. N. P. Van den Berg y otros abogados de las excentricidades bimetalistas.
Me doy cuenta, de que Mr. Cernuschi y otros bimetalistas contemporáneos confiaban en el sistema sobre la base de un esperado convenio general entre todas las naciones del mundo. A esto puede replicarse con las palabras de un dicho antiguo: "Te daré mi hija si puedes tocar el cielo." No sólo el bimetalismo sino otras cien beneficiosas medidas serían posibles si todas las naciones del mundo se pusieran de acuerdo sobre ello. Aprendamos una lección de Cantillon, quien, aunque alcanza los abismos de la teoría en un capítulo, sabe señalarse límites a sí mismo, dentro de las posibilidades de la vida práctica, en el siguiente.
No debe suponerse que yo haya agotado todos los puntos de importancia de su Ensayo. Aquí y allá encontramos un pequeño y sugestivo párrafo que, examinado con minuciosidad, despliega una notable penetración en cuestiones todavía nuevas o a medio decidir, después de largas discusiones. Mr. Macleod debería estudiar la página 139 donde, con toda claridad, se explica que las deudas, incluyendo las deudas del Estado, no pueden contar como parte de la riqueza del país. En las páginas 93 y 94 se da una clarividente explicación de cómo gran número de negocios se efectúan entre corresponsales mediante asientos contables, pagándose tan solo ocasionalmente los saldos. Este método, al que Cantillon denomina con justicia "trueque por evaluación", es el germen de lo que yo he escrito en mi libro, sobre Money and the Mechanism of Exchange como el sistema del cheque y de la compensación (cap. xxx). Allí digo lo siguiente: "La organización bancaria realiza lo que he oído describir a Mr. W. Langton como una 'restauración del trueque'." Esto es lo que Cantillon describe con precisión inimitable como "trueque por evaluación".
A pesar de la etapa incipiente en que el arte de la banca se encontraba todavía cuando Cantillon escribió su libro, sus opiniones sobre la materia son extraordinariamente sanas, y aunque se dice que hizo una fortuna especulando con los valores emitidos por Law, liquida con estas sumarias palabras a los agiotistas (p. 193): "Una abundancia de dinero ficticio e imaginario causa las mismas desventajas que un aumento del dinero real en circulación, elevando el precio de la tierra y el del trabajo, o haciendo los productos y manufacturas más costosos, con riesgo de una pérdida subsiguiente. Pero esta oculta abundancia se desvanece al primer choque que el crédito sufre, y precipita el desorden."
Aunque las comparaciones son odiosas, me hubiese gustado, si el espacio lo permitiera, establecer una confrontación minuciosa entre el Essai de Cantillon y los celebrados Political Essays de Hume, Por lo que respecta al valor del oro y de la plata, Eugène Daire ha hecho una comparación de ese género, resolviéndose en favor de Cantillon, ya que a juicio suyo las opiniones de Hume se hallan sujetas a ciertos errores (Physiocrates, Quesnay, etc. París, 1846, p. 74). Es más instructivo comparar el quinto Ensayo de Hume, sobre la balanza de comercio, con el séptimo capítulo de la segunda parte del libro de Cantillon. Ambos autores se imaginan que el dinero de un país sea repentinamente aumentado o disminuído en su volumen; pero mientras Hume discute la cuestión con una vaga elegancia literaria, Cantillon analiza los efectos sobre los precios con la científica precisión de un Cairnes o de un Cournot.
No es aventurado decir de este Essai, utilizando las palabras de Mr. Léonce de Lavergne, que "todas las teorías de (los) economistas están contenidas anticipadamente en este libro, aunque sólo tienen las proporciones de un breve volumen en doceavo". Tampoco hace falta una evidencia positiva de que Quesnay, el fundador de la gran escuela de los economistas franceses, tomó del Essai en efecto su principio guiador. Eugène Daire, el editor de las obras completas de los fisiócratas, acerca de los cuales no puede haber una mejor autoridad, manifiesta expresamente que la doctrina fundamental de Quesnay, según la cual "la tierra es la única fuente de la riqueza", parece haber sido tomada del capítulo inicial del Essai de Cantillon. Otro tanto ocurre —según dice el mismo autor— con la idea de que el producto neto de la tierra es el fondo del cual viven todos cuantos no se dedican a la agricultura, tema éste del capítulo doceavo, como hemos indicado ya. Respecto a este último punto no nos limitamos a apoyarnos en conjeturas, ya que en uno de sus primeros escritos impresos, el artículo sobre "Cereales", en la celebrada Encyclopédie Méthodique, de Diderot y d'Alembert, Quesnay cita concretamente a Cantillon. Después de decir que la tierra no sólo debe alimentar a los que la cultivan, sino que debe procurar el Estado la mayor parte del ingreso, los diezmos del clero, el ingreso de los propietarios, los beneficios de los granjeros, las ganancias de quienes se emplean en los cultivos, y que son estos ingresos los que se gastan en pagos a las demás clases y a las demás profesiones, continúa diciendo:
Un autor ha recogido estas fundamentales verdades cuando dice que el conjunto de los distintos propietarios acaudalados que residen en un mismo sector, basta para formar lo que llamamos una ciudad, donde comerciantes, industriales, artesanos, agricultores y sirvientes se reúnen en proporción a los ingresos que los propietarios gastan en ella, de manera que la magnificencia de una ciudad se halla naturalmente proporcionada al número de propietarios de bienes raíces, o, más bien, al producto de la tierra que les pertenece.
Quesnay agrega una nota de pie de página, refiriéndose a este extracto, como sigue: "Cantillon, Essai sur le Commerce, caps. V y VI." Haciendo referencia a la edición original de la Encyclopedie (París, 1757, folio), encuentro la cita transcrita de ese modo en el séptimo volumen, p. 821. Es curioso observar que la cita no se halla literalmente correcta, como las comillas podrían hacernos suponer, pero se integra con distintos pasajes de los capítulos citados. De cualquier modo nos encontramos en este caso con el hecho incuestionable de que el reconocido fundador de la escuela fisiocrática atribuye expresamente en sus primeros escritos al Ensayo el punto fundamental de su sistema. Por añadidura, sólo dos años después de su publicación asocia el título del Essai al nombre de su supuesto autor, cosa que nadie puede hacer con más autoridad que Quesnay.
No se necesitan pruebas ulteriores de que los economistas ingleses se hallan también en deuda con Cantillon, aunque no la reconozcan con la candidez de Quesnay. Con sentimiento advierto que los primeros capítulos del Essai upon Money and Coins, publicados en Londres en 1757 y 1758, están evidentemente tomados de Cantillon. Dicha obra es tan excelente por lo que respecta a su tema principal, el dinero, que no necesitaba haber entrado a saco en una publicación francesa contemporánea. No sólo no hay en ella referencia a Cantillon, sino que en el prefacio leemos que "para mayor claridad y para establecer más adecuadamente las cosas sobre la base de sus primeros y verdaderos principios, se ha considerado necesario dar un vistazo general a la riqueza y al comercio, que es el tema del primer capítulo. "Pero, por desgracia, este capítulo es poco más que una selección de pasajes de Cantillon. La tierra y el trabajo juntos con las fuentes de toda la riqueza." Allí está la doctrina de las tres rentas, tomadas de la página 37 del Essai. Allí está el ejemplo de la cuerda del reloj, a que hemos aludido. En el apartado 8 aparece la teoría de la paridad de la tierra y del trabajo, más tarde citada por Smith. La diferencia de salarios se explica en el apartado 10, haciéndola depender del riesgo, la destreza y la confianza, casi conforme a las palabras de Cantillon.
Otro escritor contemporáneo de alguna importancia en su tiempo, concretamente Malachy Postlethwayt, tuvo la osadía de incluir ciertos pasajes del Essai de Cantillon en su libro denominado Great Britain's True System, etc., publicado en Londres en 1757. Desde la página 148 a la 153 encontramos una traducción ligeramente abreviada del undécimo capítulo de Cantillon sobre la paridad de la tierra y del trabajo, enlazada con una referencia a Sir William Petty, en su manuscrito del año 1685, introducida de tal modo que podemos suponer que Postlethwayt está citando de él. Siguen luego otros extractos de Cantillon, incluyendo la doctrina de las tres rentas, el ejemplo de la cuerda del reloj, e ilustraciones del agua y otras materias, y Postlethwayt resume de este modo su teoría, mejor dicho la de Cantillon: "A base de estos ejemplos y explicaciones resulta claro que el precio de cualquier cosa es intrínsecamente la medida de la tierra y del trabajo que intervienen en su producción."
A lo largo del Essai original (pp. 28, 33, 52, etc.) encontramos referencias a un cierto suplemento en el cual se contenían diversos cálculos de naturaleza estadística. Esta obra no ha aparecido nunca, siendo una confusión del autor de la Nouvelle Biographie Générale suponer que el Analysis of Trade, de 1759, contenía ese Suplemento. El escritor del Année Littéraire afirma conocer personas que habían visto el manuscrito de ese Suplemento, afirmación que resulta difícil de compaginar con la anterior de que nadie sabe dónde se imprimió el Essai. La Correspondance de Grimm (vol. I, p. 344) dice que en 1755 el Suplemento se daba por perdido, a pesar de todo el empeño que se puso en hallarlo. Pero parece dudoso que ninguno de estos dos escritores supiera nada acerca de tal cuestión.
Queda todavía un interesante problema: ¿Quién escribió este notabilísimo Essai, la verdadera cuna de la Economía política? Las precedentes probabilidades contradicen la idea de que un libro publicado en París, a mediados del siglo XVIII, fuera realmente escrito por la persona a que se atribuye. El carácter despótico del Gobierno parece haber engendrado una costumbre de falsificar portadas en gran número, falsificando de este modo la historia literaria. Sólo en el año de 1755, en que se publicó el Essai, nada menos que noventa libros editados en Francia se atribuyen en las portadas a las prensas de Amsterdam, Londres, Bruselas, Venecia, Berlin, Viena, Colonia u otras ciudades.[7]
También existió la práctica de ocultar, por procedimientos muy diversos, el nombre del autor. Forbonnais escribió bajo el nombre presunto de Leclerc, M. del T. . . , etc. Un autor presentaba ciertas peligrosas opiniones como una simple traducción de cierta obra inglesa, como en el caso de Le Négociant Anglais, de Forbonnais, fundado en el British Merchant de King. El Discourse of Trade, de John Cary (Londres, 1745), fué convertido en un Essai sur l'Etat du Commerce d'Angleterre (dos vols., 8º. París, 1755), que según MacCulloch es en todos los aspectos una obra más valiosa que el original mismo. Un libro evidentemente editado en Leyden, en 1754, se falsificó de una manera complicada, declarando en la portada que era una Traduction de l'Anglois du Chevalier John Nickolls, bajo el título de Remarques sur les Avantages et les Désavantages de la France et de la Grande Bretagne, etc., primera edición, 1750. El hecho es que nunca existió una persona que se llamase Sir John Nickolls. Ello está suficientemente probado por el hecho de que no encontramos referencia de su nombre en la inapreciable obra de Lawrence Philip, Dictionary of Biographical Reference (Sampson Low, 1871).
Así se indica también en un anuncio del libro agregado al volumen II de los Discours Politiques (Amsterdam, 1756, P. 323). El autor efectivo se supone ser Plumart de D'Angeul, pero la cuestión se complicó con el hecho de que su ingeniosa adaptación de Josiah Tucker fué traducida posteriormente al inglés (1 vol. en 12º., Londres, 1754).
Qué cosa más probable sino que este Essai sur la Nature du Commerce en Générale pueda ser la obra de algún ingenioso economista francés contemporáneo, meramente atribuído al nombre popular de Cantillon, adoptándose la "manera inglesa" porque ello tenía mucho prestigio en Francia. La portada es incuestionablemente falsa por lo que respecta a Fletcher Gyles y al origen inglés, y se cree ser igualmente falsa por lo que respecta a ser la pretendida traducción de un original inglés. Como en los extractos ofrecidos por Grimm y Fréron, toda noticia en cuanto a la existencia de un manuscrito efectivo, el nombre del traductor o editor, etc., se pone en tela de juicio, existe razón bastante para dudar de todo. Yo he tratado con gran empeño de resolver el misterio, pero con éxito dudoso.
Por lo que hace referencia al problema de la traducción, no conozco el francés lo suficientemente para discriminar entre el estilo de una traducción de un original inglés, y el de un original francés escrito por un anglo-irlandés muy culto, y no queda más remedio que aceptar la opinión de todas las autoridades francesas de que es una supuesta "traducción". La originalidad del autor puede inferirse posiblemente, sin embargo, de la evidencia intrínseca a la que he concedido suficiente atención. Un hecho que es difícil explicar es el palpable anacronismo que se advierte en el pasaje ya citado respecto al Informe de Newton sobre la moneda inglesa, que se ha atribuído al desorden monetario de 1728, aunque Newton murió, en 1727 y su Informe fué formulado en 1717. Esa fecha errónea difícilmente puede ser un error tipográfico, puesto que se da literalmente y se copia en cifras en la deficiente versión inglesa. Es imposible suponer que escribiendo Richard Cantillon poco después de la época en que murió Newton, incurriera en un error de esta naturaleza, pero en cambio semejante conclusión sería explicable de parte de un autor francés que hubiese escrito un cuarto de siglo más tarde.
Hay además mucho en el estilo del libro, en diversos pasajes, que despierta sospechas respecto a la posibilidad de que sea la obra de un financiero muy ocupado. La frase inicial del libro posee una resonancia metafísica: "La tierra es la materia de la riqueza; el trabajo es la forma que la produce." Aquí nos encontramos con la distinción precisa entre la causa material y la causa formal, de la filosofía aristotélica. Nuevamente nos sorprende algo muy escolástico, en la nota al pie de la página 176, la única en todo el volumen en que, al referirse a la observación de Newton sobre el hecho de que la plata es la única y verdadera moneda, se agrega: "En este caso Mr. Newton sacrificó el fondo a la forma." Aun suponiendo que hubiesen existido varios manuscritos del auténtico Richard Cantillon, no se explica que uno de los numerosos y avispados economistas del período de Quesnay no hubiese convertido estos materiales en un tratado bien construído, y que refiriese el conjunto a Cantillon y Fletcher Gyles.
Existen, sin embargo, diversas razones que apoyan la creencia de que el Essai es realmente la obra de Richard Cantillon. Yo no he podido descubrir en el libro ninguna alusión ni otra evidencia intrínseca, en cualquier parte de la obra, de que pudiera haber sido escrita más tarde de 1725 o alrededor de esa fecha,[8] cuando Cantillon vivía todavía. Encontramos aquí y allá algunas notas de color local sacadas de la vida londinense. En la página 132 leemos que los cerveceros de Londres tenían la costumbre de anticipar barriles de cerveza a sus agentes a un interés de 500 por ciento anual, y se dice que de ese modo podían hacerse ricos aunque la mitad de sus deudores se declarasen en quiebra. En la próxima página se dan algunos detalles sobre las revendedoras de pescado de Billingsgate. Pero también hay numerosos rasgos locales de carácter francés. Los autores citados son en su mayoría ingleses, particularmente Sir W. Petty, D'Avenant, Locke, Halley, Gregory King, Newton. El único economista francés cuya referencia recuerdo es Vauban, cuyo Projet d´une Dime Royale, publicado en 1707, es objeto de una frase condenatoria en la página 104. También se alude a un cierto Mr. Boizard,[9] en la página 71, y a un autor francés innominado, en la página 120.
Sin embargo, la mejor prueba de que la obra fué realmente escrita por un experto financiero, y no por un economista literario, como los que con gran frecuencia escribieron tratados en la época de Quesnay, se halla en el conocimiento profundo de las actividades del comercio, que se despliega a lo largo del Essai. Es casi imposible que la última parte del libro, especialmente la tercera, pueda constituir una ficción. No estoy tan seguro respecto a la primera parte, que contiene los principios adoptados por Quesnay. Pero el libro es tan sólido y se halla tan bien articulado que si fuese una obra amañada y fingida como la de "Sir John Nickolls", sería difícil admirar demasiado la destreza de su económico inventor.
Por último, ya sea o no el Essai de Cantillon la verdadera cuna de la Economía política ¿cuál es la nacionalidad de esta recién nacida ciencia? "La Química —dice Mr. Wurtz— es una Ciencia francesa." El inmortal Traité Élémentaire de Chimie, de Lavoisier, fué su cuna. ¿Qué conclusión análoga podemos sacar acerca de la nacionalidad de la Ciencia económica? Si mis detalladas y laboriosas investigaciones autorizan para formular un resultado correcto, yo me atrevería a hacerlo de este modo: El primer tratado sistemático sobre Economía fué escrito probablemente por un banquero de apellido español, nacido de una familia irlandesa en el condado de Kerry, educado quién sabe dónde, que tenía su negocio en París, pero que fué asesinado evidentemente en Albemarle Street. El tratado fué escrito en inglés o en francés, no sabemos en qué idioma; fué impreso por vez primera en París, como si se tratara de una traducción francesa, asegurándose que fué publicado por Fletcher Gyles, casi enfrente de Gray's Inn, en Holborn; apareció en Inglaterra en una desgarbada traducción inglesa, erróneamente atribuída a un mercader fallecido en la ciudad de Londres, acaso el hermano del autor. Si se exceptúa que fué una vez deficientemente citada por Adam Smith ha seguido siendo, hasta el presente, una obra desconocida o completamente mal interpretada en Inglaterra, mientras que en Francia se la reconoció explícitamente como la fuente de las ideas capitales de la gran escuela francesa. Dicha escuela se sabe que ha formado, en una parte muy importante, la base de la Wealth of Nations, y puede hallarse destinada a ser reconocida —por razón de muchas de sus doctrinas— como la verdadera escuela científica de la economía. Ahora el lector puede fallar por sí mismo esta cuestión: ¿Cuál es la nacionalidad de la Economía Política?
W. S. JEVONS

Notas al pie de página

[1]
En este caso Sir Newton sacrificó el fondo a la forma.

[2]
Impreso por primera vez en la Contemporary Review, enero 1881. Reimpreso en los Principles of Economics, Londres 1905; editado por Henry Higgs con notas preliminares, pp. IX-XIII.

[3]
El erróneo relato de McCulloch, acerca de Cantillon, ha sido infortunadamente copiado por Allibone, en su Dictionary of English Literature.

[4]
Correspondance Littéraire Philosophique et Critique, de Grimm et de Diderotdepuis 1753 jusqu'en 1790, nueva edición, París, 1829, t. I (1753-6), pp. 332-41.

[5]
Tracts relating chiefly to Ireland, por el difunto Sir William Petty, Dublin, 1769, p. 31.

[6]
The Petty Papers, editados por el Marqués de Lansdowne, Londres, 2 vols. 1927, cumplió este deseo. H. H.

[7]
V. Emil Weller, Dictionnaire des Ouvrages Français, portant de fausses indications des lieux d'impression, Leipzig, 1864, vol. II, p. 141.

[8]
Jevons pasó por alto la referencia a 1730 en la p. 364 del Essai. Véanse también pp. 391-2. Su error ha sido reproducido por Mr. Weulersee (quien dice que Jevons escribió "hacia 1880") en su breve noticia sobre Cantillon, de la Cyclopaedia of Social Sciences, Nueva York, 1929, H. H.

[9]
Traité des Monnoyes, París, 1662 (ediciones posteriores de 1711, 1714, 1723). Una obrita práctica sobre el trabajo de una Casa De Moneda. H. H. 


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