Alan Sokal protagonizó, a mediados de
los 90, una sonada anécdota que el famoso
físico y matemático defi nió como
una broma a la comunidad científi ca.
Sokal envió
un artículo a la acreditada revista Social Text,
con el enrevesado título: Transgredir las fronteras:
hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad
cuántica.
El artículo se “coló” fácilmente
en la prestigiosa publicación científi ca.
El escrito
estaba plagado de absurdos e insensateces, postulaba
un relativismo cognitivo extremo y trufaba
todo el texto de fórmulas y propuestas matemá-
ticas todas ellas sin sentido y expuestas, pretendidamente,
sin claridad expositiva.
Una gran parte
de las frases del artículo procedían de conocidos
intelectuales franceses y norteamericanos apóstoles
del posmodernismo (Michel Serres, François
Lyotard, Jacques Lacan, Jacques Derrida y otros)
lo que lo convertía en una antología de “frases
celebres” de estos autores.
JOAQUIM PRATS Catedrático de la Universitat de Barcelona |
Desvelado el experimento -tan
poco ortodoxo- el escándalo que se produjo fue
mayúsculo. Los corifeos del posmodernismo,
que no sus primeras espadas, corrieron a anatemizar
a un “positivista” tan osado.
Sokal aceptó
las interpelaciones de las que era objeto y publicó
un libro titulado Imposturas Intelectuales (1997)
que tuvo una gran repercusión y avivó la polé-
mica de la ciencia contemporánea. En Imposturas
Intelectuales se pretende analizar las propuestas
de algunos de los más reputados intelectuales
posmodernos, partidarios de las ideas relativistas,
que rechazan la tradición racionalista de la
Ilustración y que consideraban la ciencia como
una “narración” o una construcción social entre
muchas.
Sokal desveló en su libro las insufi ciencias
de conocimientos científi cos de muchos de
estos autores (Lacan, Braudrillard, Kristeva, etc.)
y lo que denominaba su “pedante artifi ciosidad”,
y el deliberado abandono de la ciencia como “conocimiento”
más objetivo. “En muchos ámbitos
-nos dice Sokal- se da por supuesto que todos los
hechos están construidos socialmente, las teorías
científi cas son meros mitos o narraciones, los debates
científi cos se resuelven mediante la retórica
y la formación de coaliciones, y la verdad es sinónimo
de acuerdo intersubjetivo”.
No era el primero
en denunciar el desmantelamiento de las ciencias
sociales y los desatinos y logomaquias de muchos
gurús del posmodernismo (lo habían hecho con
más virulencia Mario Bunge, y con más matices
Noam Chomsky, George Steiner o Umberto Eco,
entre otros), pero sus objeciones se tomaron por
algunos como un ataque a la izquierda hecha por
un “físico prepotente”. Trece años después, Sokal
ha vuelto a la carga con una nueva obra titulada:
Más allá de las imposturas intelectuales. Ciencia, fi -
losofía y cultura (2009).
En esta ocasión se trata de
un libro en el que denuncia las consecuencias tan
desastrosas que ha supuesto el posmodernismo
para el pensamiento progresista y de izquierda.
Esta corriente es caracterizada, como también lo
hace Eric Hobsbawm, como uno fenómenos intelectuales
más reaccionarios de los pensamiento
contemporáneo.
En Más Allá… se tratan las
graves implicaciones sociales y políticas que ha
tenido el abandono, por parte de cierta izquierda
académica, de una visión científi ca del mundo.
El núcleo duro de esta posición lo resume Noam
Chomsky que considera hiriente que algunos
intelectuales, que se autocalifi can de izquierdas,
priven de la posibilidad del conocimiento cientí-
fi co de lo social como un instrumento de emancipación
propagando que el “proyecto de los
Enciclopedistas” está muerto, y “que hemos de
abandonar las ‘ilusiones’ de la ciencia y de la racionalidad”.
Será un mensaje, señala Chomsky, “que
hará felices a los poderosos, satisfechos de monopolizar
estos instrumentos para su propio uso”.
Sokal se plantea qué importancia puede tener el
que se difundan las teorías posmodernas.
“Para
la ciencia natural, dice Sokal, ninguna, nunca les
harán caso. Para las ciencias sociales sí, sus efectos
negativos son: una pérdida de tiempo en discutir
acerca de necedades cuando puede emplearse ese
valioso tiempo en trabajos más útiles; una confusión
que favorece el oscurantismo, al renunciar
(debido al relativismo) a una herramienta” que
puede ayudar a desmontar los mitos y manipulaciones.
El posmodernismo causa un grave
perjuicio para las causas de izquierda, por las dos
razones: si se pierde el tiempo discutiendo estupideces,
el intelectual se aisla en su “torre de marfi l”
y pierde el contacto con la realidad del mundo;
por otra parte, si todo es relativo, si todas las ideas
son igual de válidas en su contexto, etc. ¿cómo decir
que el racismo o el sexismo están “equivocados”?
La buena noticia es que se está produciendo
una refundación de la “modernidad”
después del
sarampión relativista. Quizá debemos hacer caso
a Mario Bunge cuando responde en una reciente
entrevista por el secreto de su longevidad. La receta
para llegar a los noventa años es clara: “No
leer a los posmodernos, no fumar, no beber alcohol
y no hacer demasiado deporte. Mantener ágil
el cerebro. Si uno deja de aprender, el cerebro deja
de funcionar”. Tomo nota.
Opinión
M
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