Introducción
Actores y profesores tienen algo en común: ambos
están obligados a transmitir lo que saben ante una audiencia,
deben llegar a ella con su mensaje realizando
una “actuación” que puede ser más o menos decorosa o
directamente un fracaso.
Al margen de los contenidos
de cada obra en particular, o de cada materia, ha de establecerse
una comunicación entre el actor o profesor y
su auditorio.
Hay diferencias, por supuesto. El profesor tiende a
dar prioridad al argumento racional, busca la comprensión
de su alumno; el actor puede, y en casi todos los
casos debe, transmitir un sentimiento.
Uno enfatiza la
razón; el otro, el corazón.
Los dos están sujetos a una calificación inmediata y
directa por parte del auditorio.
En el caso del actor, ésta
es más obvia: el aplauso o el abucheo. En el caso del profesor,
es más sutil: no hay aplausos pero hay ojos que se
encienden o preguntas que se suscitan; también puede
haber bostezos o párpados pesados a punto de cerrarse.
No estaba pensando en esto esa mañana.
El día se
iniciaba como tantos otros: despertando a mis hijos para
llevar a cabo ese asombroso operativo comando que
consiste en lavarse, vestirse, desayunar y aprestarse para
ir al colegio en sólo media hora.
Esta vez había algo distinto, sin embargo.
Me esperaba
una invitación al colegio de mi hijo Francisco para hablar sobre mi actividad profesional, mi trabajo.
Ya lo
habían hecho otros padres.
No sé si ellos habrán sentido
alguna duda o aprensión, pero, ¿qué podía preocupar
a un profesor universitario que ha dictado varias
clases por semana durante años?
No era la primera vez
que visitaba el aula, pero sí la primera que me encontraba
como el único padre frente a todos los alumnos. La
maestra me presentó breve e informalmente y yo, seguro
y confiado, me dispuse a dar una clase más.
Estaba preparado. Me había preguntado a mí mismo
cómo explicar a esos niños de ocho años de qué se
trataba la economía, y se me había ocurrido contarles
cómo era un día normal de trabajo, incluyendo algunos
detalles, y así lo hice: llego a la oficina, me siento frente
al escritorio y enciendo la computadora. Mientras tomo
un café, comienzo a hojear los diarios económicos en
busca de las noticias y los análisis más importantes del
día.
Luego, como consultor en la materia, probablemente
escriba alguna opinión o comentario sobre lo
que está pasando en el país, o tal vez algún artículo para
un diario local o extranjero.
También hago y recibo varias
llamadas telefónicas, preparo alguna clase o continúo
con una investigación.
Si ésas eran las formas, luego abordé el contenido.
Lo hice con absoluta conciencia del nivel de la audiencia
que tenía enfrente.
Ejemplos simples, conceptos
sencillos. Al terminar, la maestra pidió un aplauso que
los chicos brindaron con gran entusiasmo.
Me despidieron
como a un amigo más.
Me fui muy contento, porque había contribuido directamente
a la educación de mi hijo y de sus compañeros
y había podido utilizar para ese fin mi experiencia de
profesor. Llegué a la oficina, prendí la computadora...
Poco tiempo después, el colegio organizó una exposición
de trabajos realizados por los alumnos. Dibujos,
Martín Krause
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La economía suele presentársenos como una disciplina intrincada, llena de conceptos de difícil comprensión.
Leemos, escuchamos y utilizamos a diario términos como ventajas comparativas, monopolio, competencia, deuda pública y privada, inflación, deflación... Pero no siempre conocemos su significado.
Y cuando intentamos entender, nos encontramos con explicaciones confusas o aventuradas. Martín Krause, doctor en Administración, experimentó esa situación mientras buscaba entre sus libros ideas para explicar a un grupo de niños qué es la economía.
Finalmente, encontró muchos ejemplos, historias entretenidas y seductoras que incluyen complicados conceptos de la teoría económica abordados con asombrosa sencillez.
Pero no se trata de libros técnicos o científicos, sino de grandes obras de la literatura de todos los tiempos: Robinson Crusoe, Alicia en el País de las Maravillas, El principito, Don Quijote de la Mancha, David Copperfield, Príncipe y mendigo y El señor de los anillos, entre otros. Junto a ellos, el autor nos invita a aprender, como en un juego, los conceptos básicos de una disciplina que afecta decisivamente nuestras vidas……
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Ficha técnica
Colección: Economía Páginas: 352 Publicación: 01/08/2003 Género: Ensayo Formato: 15 x 24 Precio: 129,00 $
ISBN: 9789505118526
http://www.lsf.com.ar/libros/52/ECONOMIA-EXPLICADA-A-MIS-HIJOS-LA/
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