Capitalismo en el primer plano: tensiones en el desarrollo latinoamericano (una introducción al debate).
Hernán Cuevas Valenzuela y Dasten Julián Véjar
Introducción
En las últimas décadas, la economía política hizo importantes aportes al estudio de las relaciones entre política, economía y sociedad. Ha contribuido decididamente a nuestra comprensión de las políticas de desarrollo y sus éxitos o fracasos, la interacción entre las instituciones del Estado y su entorno económico y social, la política internacional, los procesos electorales y la conducta de candidatos y electores, el funcionamiento de los cuerpos legislativos, la formación de las constituciones y una serie de otros problemas más discretos (cfr. Weingast y Wittman, 2006). Sin embargo, el capitalismo, el objeto de estudio clásico de la economía política, sufrió un relativo abandono (Streeck, 2010).
Capitalismo
La relativa desaparición del concepto capitalismo de la agenda de la economía política contemporánea se debe en parte a que se trata de un concepto controvertido (Kocka 2013). En primer lugar, su significado es amplio y su campo semántico es de difícil delimitación, lo que lo vuelve ambiguo. En segundo lugar, su origen como concepto crítico lo relegó por décadas al campo de la izquierda intelectual. Así, con la crisis del marxismo al término de la Guerra Fría, «el capitalismo» tuvo una menor presencia en el discurso público y académico, siendo frecuentemente sustituido por otros términos como economía global o economía de mercado (Kocka 2013). No obstante, debido a que existe una larga y heterogénea lista de científicos sociales y pensadores fundamentales que avalan su uso, el término capitalismo nunca ha salido completamente de circulación (Kocka 2013, Ingraham 2008. Para ejemplos, ver Harvey 2010, 2013, Friedman 2002, Marx 1982, 1991 y Weber 2012).
A riesgo de caer en simplificaciones y reduccionismos, podemos afirmar que el capitalismo supone un ensamblaje social que incluye los siguientes factores (cf. Heilbroner 2008, Ingraham 2008, Kocka 2013): 1) una economía basada en el predominio de la propiedad privada de los medios de producción (desde formas de propiedad individual hasta sociedades anónimas o corporaciones), 2) la comodificación de la fuerza de trabajo y el trabajo asalariado «libre», 3) la división y especialización del trabajo, 4) la sistemática acumulación de capital, 5) un sistema de precios e intercambio monetarizado que tiene lugar privilegiadamente en el mercado, 6) un sistema bancario y de crédito que facilita procesos de inversión en innovación productiva, 7) la producción y consumo de bienes y servicios a gran escala para el mercado (industrialización), 8) una ideología de la libre iniciativa y la maximización legítima de las utilidades de las empresas entendidas como los agentes centrales de la economía, 9) la competencia en un mercado libre como mecanismo para asignar mejor los siempre escasos recursos, 10) un sistema jurídico con normas y regulaciones que legitiman y garantizan la propiedad privada y su predominio en la economía, y 11) una estructura social jerarquizada, instituida y reproducida a través del poder de las clases sociales.1
En la tradición de la economía política marxista, el capitalismo se refiere —en términos más estrictos— a un modo de producción caracterizado por la fabricación industrial de mercancías, la propiedad privada de los medios de producción por parte de una clase propietaria (burguesía) y la exclusión de la mayoría de la población de dicha propiedad, la que tiene como única alternativa de sobrevivencia la venta de su fuerza de trabajo. En esta perspectiva, la relación capital-trabajo es el foco del análisis, y en ella se encuentra el fundamento de la explicación tanto de la acumulación del capital, como de la obtención de la plusvalía y la explotación. Parte importante del desarrollo de la economía política marxista tiene que ver con la ampliación del análisis del modo de producción para incluir fenómenos importantes que no eran considerados o lo eran de manera incompleta en los análisis tradicionales, como las relaciones entre sociedad y naturaleza o la dimensión de reproducción del trabajo y la vida. Algo similar sucede con la ampliación de la escala para estudiar la interacción entre procesos globales y locales, y la aparición de nuevas fuentes de protesta, luchas y movimientos sociales. Como se verá, este libro contribuye a la comprensión de las dinámicas de expansión del capitalismo y sus contradicciones y, conflictos sociales y ecológicos.
1 El carácter controversial del concepto capitalismo también afecta esta enumeración estilizada de atributos generales, pues algunos son en sí mismos debatibles. Por ejemplo, la idea de libre mercado ha sido cuestionada. Un ejemplo lo ofrece Fernand Braudel, quien afirmó que, si consideramos la historia de larga duración del capitalismo, la economía de libre mercado es un fenómeno más bien excepcional. Por largos siglos los poderes políticos centrales y el poder económico actuaron en connivencia sobre los mercados, frecuentemente asegurando su monopolización para beneficio de los más altos segmentos de la sociedad, limitando así el acceso, la libre iniciativa y la competencia. De otro lado, los mercados locales, en los que se llevaban a cabo una miríada de transacciones cotidianas, frecuentemente escaparon a dichos controles. Existen otros tantos cuestionamientos dirigidos a la idea de trabajo asalariado libre, legitimidad de la propiedad privada, la ideología capitalista y el fundamentalismo de mercado, etc. Su tratamiento excedería con mucho el alcance de esta Introducción.
Las dinámicas del capitalismo: más allá de la relación capital-trabajo
Entre el conjunto de innovaciones que han emergido para problematizar los límites del análisis clásico del capitalismo se encuentra la propuesta de Henri Lefebvre Si bien la expansión capitalista suele ocurrir en las sociedades contemporáneas por medio de mecanismos formalmente pacíficos (Boltanski y Chiapello, 2002), la explotación, la apropiación de la naturaleza, y las diversas formas de expoliación por colonización o despojo, son indicativos de las múltiples violencias (formales e informales) de las «operaciones del capital» (Mezzadra y Neilson 2015).
Esta relación entre expansión del capital y violencia está en el centro de los trabajos que constituyen este libro. Varios capítulos rescatan de manera explícita la hipótesis (pseudo) histórica de Marx acerca de la acumulación originaria (o acumulación primitiva) para explicar procesos contemporáneos, y hasta cierto punto normales, en el perpetuo desarrollo del capitalismo. Algunos también recurren a Rosa Luxemburgo para referirse a esta dinámica de acumulación por medio de la colonización y otras figuras que describen la forma violenta de acumulación del capital.
Teorizaciones recientes de la acumulación capitalista en América Latina
En América Latina, la reflexión sobre el capitalismo se ha entrelazado con la cuestión del desarrollo y subdesarrollo (cf. Larraín 1989). Si bien existen importantes antecedentes, los desarrollos de cepal y la teoría de la dependencia constituyen tal vez los principales hitos de esta historia intelectual periférica. En la teoría de la dependencia el capitalismo es observado como una relación global que se desenvuelve de manera desigual para las partes involucradas. Esta relación desigual se caracteriza por la conformación de un bloque dominante de países y economías que han asistido a un proceso de industrialización y desarrollo tecnológico, y un bloque de países que han sido colonizados, con una sobreexplotación de su fuerza de trabajo y sus recursos naturales (Gunder Frank, 1978). Esta situación de desigualdad involucra distintos procesos de valorización del trabajo y de desarrollo social, en los cuales los países subdesarrollados se caracterizan por dependencias de la exportación, la hegemonía de una clase burguesa oligarca y monopólica, y la presencia de capital extranjero mediante inversiones directas (Marini, 1971).
La teoría de la dependencia (Guder Frank, 1971; 1978) suponía como ficticio el problema del retraso en América Latina, ya que, en vez de atribuirlo a una falta de modernidad, a una tesis culturalista o la persistencia de proceso de modernización incompleto, las particularidades que asumiría el capitalismo en América Latina hablarían más bien de la expresión de una modalidad dependiente del capitalismo. La polarización del capitalismo a nivel global constituiría una característica necesaria y constitutiva para la reproducción del patrón de acumulación del capital, y no una falla o una condición superable dentro de las estructuras y relaciones impuestas por el mismo capitalismo (Dos Santos, 1972).
Este hito paradigmático en el estudio de las formaciones sociales en América Latina será una respuesta a las concepciones inauguradas por el Comisión Económica para América Latina (cepal), las cuales se caracterizaban por atribuir el retraso de la periferia al deterioro de los términos de intercambio y a la heterogeneidad estructural de economías con alto desempleo, el consumismo despilfarrador de las élites y el estancamiento de la agricultura como un sector industrializable y modernizable por medio de la introducción de la asalarización y las relaciones laborales capitalistas.
Este enfoque, en su explicación de los problemas del desarrollo y su comprensión de la realidad de América Latina, fue catalogado como «desarrollista», debido a que promovían la industrialización como objetivo para la sustitución de importaciones por medio de un fortalecimiento de la industria nacional y de sus sectores estratégicos para la resolución de las necesidades y bienes básicos, así como de mayores inversiones del sector público para promover el bienestar social y los servicios sociales. El enfoque de la cepal cuestionaba la atadura al modelo agroexportador, la concentración de la propiedad de la tierra y auspiciaba políticas económicas favorables a la burguesía nacional como forma de independencia de los capitales extranjeros y de las políticas de intervención económica.
Este paradigma tiene hoy su eco en la continuidad de la cepal como organismo regional a cargo de la generación, diseño y promoción de políticas públicas, sociales y económicas en América Latina y el Caribe. En la actualidad sus focos se concentran en promover la sustentabilidad y el desarrollo en la región, considerando las desigualdades (ingresos, género, sociales, etc.) como parte central de las brechas a superar para corregir las inequidades del crecimiento económico en la región. En este marco, la relación centro-periferia sigue siendo entendida desde las expectativas de cooperación, transmisión e intercambio con los países del centro (desarrollados e industrializados), a través de la inversión extranjera, el cambio de las bases tecnológicas (la innovación) y la lógica redistributiva (institucionalidad para la equidad) como proyecto de desarrollo para América Latina.
Si bien su matriz de pensamiento conjuga el neoinstitucionalismo, las políticas de fomento productivo y de nivelación de las capacidades tecnológicas, la cepal se ha permeado del diagnóstico de la teoría de la dependencia, más no de la propuesta de su solución (dos Santos, 1972). El crecimiento económico resultó por décadas ser un objetivo central del modelo cepaliano, sin necesariamente estar supeditado ya en las últimas décadas al capital o las burguesías nacionales, ya que se reconocía que el crecimiento se encontraba supeditado a dinámicas y actores globales que requerían facilidades estructurales para la inversión, la rentabilidad y la ganancia.
cepal entendió este proceso como parte de las dinámicas de restructuración que provenían de las demandas del capital por modelar la región, por lo que insistió en la generación de políticas, normativas y programas de carácter redistributivo. Pese a ello, su diagnóstico se concentraba en la nueva inserción internacional y la adecuación de la región a las dinámicas agresivas de la competencia global, lo cual fija a la dependencia como una condición del escenario en que América Latina debía buscar estrategias de desarrollo y bienestar.
La reafirmación de la dependencia como marca estructural de América Latina pone nuevamente el foco en la relación de los encadenamientos globales, la dinámica productiva y los límites para un modelo de desarrollo equitativo.
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