EL ESTADO SCHUMPETERIANO EN DIÁLOGO CON EL ESTADO DE BIENESTAR
Olga Luz Peñas Felizzola T.O., Esp. Políticas Públicas, Mag. Salud Pública, Doctorado en Estudios Políticos (en curso) Abril de 2010
El presente trabajo se desarrolla con la intención de dar cuenta de algunos de los planteamientos básicos de la Teoría del Estado Schumpeteriano, particularmente alrededor de dos reflexiones centrales: la importancia de la obra de Schumpeter para la Teoría económica, y los elementos distintivos entre el Estado Shumpeteriano y el Estado de Bienestar. De esta manera, las reflexiones que a continuación se exponen, están estructuradas con miras a responder a las dos inquietudes mencionadas, según el reporte de los autores que, para tal fin, fueron consultados.
1. La importancia de la obra de Schumpeter para la Teoría económica.
La obra de Schumpeter, grosso modo, da cuenta de una serie de rasgos distintivos que permiten imprimir un matiz a la teoría económica. Schumpeter, según Sánchez-Ancochea, le imprime a su propuesta teórica el dinamismo del cual habían carecido sus antecesores clásicos en el análisis del sistema capitalista, pues no solo lo cataloga como no es estacionario, sino que, por el contrario, le reconoce cambios constantes, como son los nuevos bienes de consumo, los nuevos métodos de producción, las nuevas formas de organización industrial, entre otros.
En complemento a lo anterior, y en palabras de Martinelli (53), los aspectos diferenciales de la propuesta schumpeteriana del desarrollo económico son básicamente tres: “integra el nivel macroeconómico del análisis del análisis de la empresa, con el nivel macroeconómico del análisis de la dinámica del sistema; (…) introduce orgánicamente en su modelo una serie de variables sociológicas y, en tercer lugar, aun elaborando una teoría del desarrollo económico con un alto nivel de abstracción, la especifica históricamente refiriéndola al capitalismo”.
Su estudio incorporó la relevancia de las instituciones, al tiempo que reconocía los trabajos de institucionalistas como Thornstein Veblen y John Commons (Sánchez-Ancochea). Según los reportes de la literatura, Schumpeter hacía parte de la Escuela Histórica de la Economía, la cual tenía como uno de sus rasgos, inclinarse “hacia la historia económica o directamente hacia la sociología, entendida como recolección de generalizaciones emergentes del estudio de la historia social sin un abundante soporte de datos cuantitativos”1 (Ricossa, 2007, 293).
En complemento de lo anterior, en palabras de Rodríguez (2000, 159), es posible distinguir una serie de características para dicha corriente, entre las cuales se resaltan el haber sido iniciadores del institucionalismo norteamericano, el “que surge en contraposición a las opiniones individualistas de la Economía clásica sobre el Estado, la sociedad y la Economía”, así como la relevancia que le dieron a la necesidad de una “mano visible”, la del Estado.
De Schumpeter, además, puede afirmarse que “su trabajo suministró el punto de partida de la economía evolutiva moderna (…) se ocupó muchísimo de las instituciones económicas” (según Nelson, 2003, 125-126). Se ubica, según Nelson, en la corriente de la “nueva economía evolutiva”, enfocada en el progreso tecnológico2 , para cuyos representantes el elemento central del desarrollo económico de un país lo constituye el desarrollo tecnológico.
En concordancia con lo anterior, uno de los planteamientos clave alrededor del desarrollo económico, desde la visión schumpeteriana, se da en torno al cambio tecnológico, consistente en el tránsito de la innovación tecnológica (aplicación de innovaciones en los procesos y productos) a la destrucción creativa (desaparición de empresas, procesos o productos obsoletos). Según Sánchez-Ancochea, en la propuesta teórica de Schumpeter son las grandes empresas las que lideran el proceso de crecimiento económico, a través de la acción de sus “burócratas especializados”, protagonistas de la innovación tecnológica y, por tanto, del desarrollo económico.
En otras palabras, la esencia de la economía moderna está en la innovación3 , como proceso mediante el cual “el espíritu emprendedor mueve recursos de viejos y obsoletos, a nuevos y más productivos empleos” (3).
1 El análisis schumpeteriano del Estado, según Sánchez-Ancochea, aborda referentes tales como las instituciones1, los valores culturales y religiosos y el papel del cambio tecnológico como motor del desarrollo, particularmente en cuanto a la capacidad de apropiación tecnológica y vínculos entre el Estado y las grandes empresas. Agrega el autor, otro de los elementos clave relacionados con el desarrollo es la capacidad estatal para poder asegurar bajos niveles de desigualdad.
2 Al respecto, se puede ver con más detalle lo relacionado con la corriente de la economía evolutiva, en el trabajo de Benavides (2004, pág. 63 y ss).
3 Ver también el trabajo de Martinelli, en el cual también se desarrollan estos planteamientos. Entre otras formas, describe la función empresarial o “actividad innovativa” en términos de “la variable clave del desarrollo económico” (1985, 43)
En su acercamiento al análisis del Estado, en el marco del capitalismo, concedió relevancia al empresario4 (“empresario innovador”5 ) como motor del desarrollo económico6 . Tarapuez y Botero anotan que la función del empresario no es inventar, sino “lograr realizaciones”, y que su función principal “es realizar nuevas combinaciones de factores de producción”. Entre los rasgos definidos se encuentra el ser “una persona con talento especial y la necesidad de logro como uno de los principales valores del emprendedor” (Tarapuez y Botero, 55), y es precisamente Schumpeter, a quien se le atribuye la introducción de dicho concepto. Respecto a los rasgos del empresario innovador, también es importante señalar que la dimensión que le concede Schumpeter a esta figura, trasciende lo económico, para adentrarse en rasgos de orden psicológico y social, “examinando las resistencias sociales a la innovación y el tipo de conducta y de motivación que la caracterizan” (Martinelli, 44).
Para Schumpeter, a este agente se le reconoce un protagonismo en declive a medida que se rutiniza el proceso de cambio tecnológico7 o, como lo denominan Tarapuez y Botero, “el ocaso de la función del empresario” (56). Para Martinelli (1985, 74), “la función innovadora desempeñada por él [empresario creativo], y no los cambios en los gustos o en la calidad y cantidad de los recursos productivos empleados (población y ahorro), constituye el auténtico factor dinámico de la economía”. Sin embargo, la realidad ha venido demostrando lo contrario, y ello también se menciona en el trabajo de otros autores (por ejemplo, ver lo planteado por Martinelli, pp. 63 y ss; también Tarapuez y Botero) cuando anota que esa afirmación –la obsolescencia del empresario- es fácilmente refutable.
Particularmente, frente a la figura de las instituciones8 , Rodríguez (2001) explica cómo los economistas neoclásicos dejaban de lado “el estudio de la organización económica y no dieron respuesta a por qué se opta por determinados tamaños de empresas y por qué existen diversas formas de organización del trabajo” (53), a pesar de que su tradición reconocía al mercado como estructurador de la economía y, en el marco de ello a la empresa desde su función productiva. En palabras de Rodríguez, los neoclásicos veían a estas instituciones9 4 Ver al respecto el trabajo de Sánchez-Ancochea. como una “caja negra”, sin relevancia para ser incluida en los análisis de la dinámica económica, pues lo que sucedía en su interior, no tenía relevancia externa. Ello, se fundamentaba en dos supuestos de esa escuela: “la organización interna depende de factores tecnológicos determinados por la función de producción; la existencia de grandes empresas con jerarquía dentro del mercado está asociada a un monopolio tecnológico o a un comportamiento estratégico anticompetitivo” (55). Fue contribución de Schumpeter, en esta materia, el dar una posición preponderante en sus análisis a una economía de carácter dinámico, donde el empresario innovador – como se ha reiterado- es el agente de cambio del sistema.
Para finalizar este aparte, sin la pretensión de ser exhaustivos, otros de los aportes de la propuesta schumpeteriana se relacionan con su mirada hacia el pasado y hacia el futuro. De su mirada hacia “atrás”, Drucker expone que uno de los aportes a resaltar en la propuesta schumpeteriana consiste en dar la connotación de obsoletos al capital y al equipo de “ayer”. Agrega el autor que dicha propuesta es la única teoría que va tan lejos al proporcionar una explicación sobre el beneficio (“profit”), ya que los economistas clásicos, en su momento, reconocían que la teoría que esgrimían no daba una explicación a la racionalidad del beneficio10. La mirada hacia “adelante” del modelo de Schumpeter (ver SánchezAncochea; también Drucker), se refiere a la visión general de futuro que imprime en sus planteamientos sobre desarrollo económico, así como sobre los cambios estructurales de largo plazo. Esto, como se mostrará más adelante, será uno de los puntos de desencuentro con el Keynesianismo, en consideración a que Schumpeter consideraba que las acciones de aquel para el desarrollo económico, terminaban siendo de corto plazo, con implicaciones negativas a largo plazo sobre el mismo proceso.
2. Diferencias entre el Estado Shumpeteriano y el Estado de Bienestar11.
Según Drucker, “las diferencias entre Schumpeter y Keynes son mucho más profundas que en los teoremas económicos o las visiones políticas. Los dos vieron realidades económicas diferentes, estuvieron preocupados por problemas diferentes y definieron la economía bastante diferentemente” (1).
4 Ver al respecto el trabajo de Sánchez-Ancochea.
55 O “empresario individual”, según Martinelli (62).
6 En palabras de Drucker, “el verdadero sujeto de la economía” (3).
7 Al respecto, ver las anotaciones de Tarapuez y Botero sobre este tema.
8 Partiendo de la definición de North (referenciado por Rodríguez, 2001, 60-61), las instituciones constituyen “las reglas de juego de una sociedad o, más formalmente, son las limitaciones ideadas por el hombre, que dan forma a la interacción humana. Por consiguiente estructural los incentivos de intercambio humano, sea político, social o económico”.
9 La introducción del tema de las instituciones viene desde la Escuela de Annales y los trabajos de Marx, desde los cuales éstas se empiezan a posicionar como referentes centrales del desempeño económico (Rodríguez, 2001).
10 Es en este punto, precisamente, donde se junta la propuesta schumpeteriana con elementos morales capitalismo como sistema moral). Aquí plantea Drucker algunos interrogantes sobre los cuales reflexionar: los economistas clásicos tenían claro el postulado de que el beneficio era necesario como incentivo para que se tomaran riesgos pero, “¿no es esto realmente un soborno y, así, imposible de justificarlo moralmente?”, “cómo pueden la formación de capital y la productividad mantenerse en un rápido cambio tecnológico, así como con un empleo sostenido”, “¿cuál es el mínimo beneficio necesario para sufragar los costos futuros?”
11 Un análisis detallado de los alcances y referentes previos de la propuesta de Keynes, son suficientemente desarrollados en la obra de Lekachman (1970).
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