No. No es un buen
argumento lógico[1]. Porque
el argumento (del título) parte de una premisa[2]falsa: No existe un
Premio Nobel para la economía. El
ampliamente pregonado “Premio Nobel de Economía” no es un verdadero Premio
Nobel. Es
un premio en Ciencias Económicas -en memoria de Alfred
Nobel- y, está basado en una donación de Sveriges Riksbank (banco central
sueco) a la fundación Nobel en 1968, con motivo del 300 aniversario del banco.
Lo que el Banco de Suecia hizo fue similar a una infracción contra una marca
registrada, lo que significa un inaceptable robo a los verdaderos
Premios Nobel.
La historia cuenta que cuando Alfred Nobel (1833 -1896) dejó como legado destinar su fortuna a premiar aquellos campos que hacían mejor al ser humano, jamás pensó en la Economía. El mal llamado Nobel de Economía no formaba parte de la nómina de aquellos rubros que, originalmente, estaban nombrados en el testamento de Alfred Nobel: de acuerdo con algunos historiadores, él no simpatizaba con la economía ni con las finanzas.
En el Premio Sveriges Riksbank, cuyo verdadero nombre es Premio del Banco de Suecia de Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel, tampoco se menciona (en singular) a la Ciencia Económica.
El segundo año en que se concede el Premio de Economía fue la primera vez que se otorga a una sola persona -- Paul Samuelson --, descrito en palabras de un jubiloso editorial del New York Times como el mayor teórico económico puro del mundo". Paul Samuelson (el más conocido de los economistas norteamericanos), fue el primer galardonado con el Premio establecido en 1970 por el Banco de Suecia en honor de Alfred Nobel). Dicho galardónprovocó una mordaz crítica El artículo se titulaba ¿Merece la economía el Premio Nobel? (Y a propósito, ¿se lo merece Samuelson?). Esta crítica resume la reacción en aquel entonces y fue publicada por Michael Hudson el 18 de diciembre de 1970 en Commonwea[3].
El error no es por tanto de Samuelson, sino de su disciplina. Hasta que haya acuerdo sobre lo que es o debería ser economía, resulta tan estéril conceder un premio a la buena economía como entregárselo a un ingeniero que diseñara una maravillosa máquina que no pudiera construirse o cuya finalidad quedaría sin explicación. El premio debe así recaer en aquellos aún perdidos en los pasillos de marfil del pasado, reforzando la economía del equilibrio general del mismo modo que no gozará del favor de quienes se esfuerzan por devolver la materia a ese pedestal suyo de la política económica por largo tiempo perdido.
La historia cuenta que cuando Alfred Nobel (1833 -1896) dejó como legado destinar su fortuna a premiar aquellos campos que hacían mejor al ser humano, jamás pensó en la Economía. El mal llamado Nobel de Economía no formaba parte de la nómina de aquellos rubros que, originalmente, estaban nombrados en el testamento de Alfred Nobel: de acuerdo con algunos historiadores, él no simpatizaba con la economía ni con las finanzas.
En el Premio Sveriges Riksbank, cuyo verdadero nombre es Premio del Banco de Suecia de Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel, tampoco se menciona (en singular) a la Ciencia Económica.
El segundo año en que se concede el Premio de Economía fue la primera vez que se otorga a una sola persona -- Paul Samuelson --, descrito en palabras de un jubiloso editorial del New York Times como el mayor teórico económico puro del mundo". Paul Samuelson (el más conocido de los economistas norteamericanos), fue el primer galardonado con el Premio establecido en 1970 por el Banco de Suecia en honor de Alfred Nobel). Dicho galardónprovocó una mordaz crítica El artículo se titulaba ¿Merece la economía el Premio Nobel? (Y a propósito, ¿se lo merece Samuelson?). Esta crítica resume la reacción en aquel entonces y fue publicada por Michael Hudson el 18 de diciembre de 1970 en Commonwea[3].
El error no es por tanto de Samuelson, sino de su disciplina. Hasta que haya acuerdo sobre lo que es o debería ser economía, resulta tan estéril conceder un premio a la buena economía como entregárselo a un ingeniero que diseñara una maravillosa máquina que no pudiera construirse o cuya finalidad quedaría sin explicación. El premio debe así recaer en aquellos aún perdidos en los pasillos de marfil del pasado, reforzando la economía del equilibrio general del mismo modo que no gozará del favor de quienes se esfuerzan por devolver la materia a ese pedestal suyo de la política económica por largo tiempo perdido.
Dos tercios de esos
premios fueron a economistas de Estados Unidos, a gente que especula en
mercados de valores. Éstos no tienen nada que ver con el objetivo de
Alfred Nobel de mejorar la condición humana y de propiciar nuestra
supervivencia, ellos son exactamente lo opuesto".Estas palabras,
pronunciadas por Peter Nobel durante una entrevista con la economista
estadounidense Hazel Henderson, concentran el
sentir de todos los opositores al Premio del Banco de Suecia. La propia página web de la Fundación Nobel distingue entre
los galardones con pedigrí, es decir, los elegidos por su
fundador y por tanto los únicos dignos de llevar su apellido; y el Premio en
Ciencias Económicas, término que utiliza la Fundación para referirse al falso
Nobel. Pero esto no evita la confusión, ni impide que, de facto, se
eleve a la Economía al Olimpo creado por el inventor de la dinamita para la
Medicina, la Fisiología, la Literatura, la Paz, la Química y la Física.
Pero, la economía, como ciencia, escribe Alberto Acosta, ha tenido y tiene una vida atribulada. A
lo largo de su historia se han sucedido diversas teorías, como parte de un
proceso complejo, para nada absoluto ni continuo. En este empeño, sin
posibilidad de avances mecanicistas o de espacios para un predominio monopólico
por parte de alguna teoría, se han propuesto diversos nombres para definir a la
economía y se han escogido muchos calificativos para distinguirla de las otras
ciencias, más allá de sus múltiples escuelas. Esto expresa la compleja búsqueda
de identidad y legitimidad de una ciencia permanentemente en ciernes... Sus
alcances, por igual, han sido tema de discusiones recurrentes.
Por encima de toda crítica, los economistas son los pensadores más
influyentes del momento, muy por encima de los grandes
biólogos o físicos. (Ver: http://esmateria.com/2013/08/17/la-economia-acapara-la-lista-de-los-pensadores-mas-influyentes-del-momento/).
Y –aunque se le hubiere otorgado
alguna vez el verdadero «Premio Nobel» (a la economía) –, tampoco (este solo
hecho validaría su estatus científico como las demás ciencias naturales tal
como veremos en la conclusión líneas abajo cuando el ministerio francés de investigación reunió en 1992 a varios
pensadores provenientes de diversas corrientes de la economía para que
compararan el estado de la ciencia económica con el de las ciencias
'duras'. Ver: estatus epistemológico específico para las ciencias
sociales.
El reclamo de un estatus especial
para las teorías pertenecientes a las ciencias sociales es tradicional,
escribe Eduardo R. Scarano:
“Generalmente se originan en
posiciones filosóficas muy específicas o en concepciones que no reivindican el
conocimiento científico como paradigma de racionalidad… Lo novedoso e
interesante del reclamo de un estatus especial para las ciencias sociales…
consiste en que se realiza sin objetar ese paradigma. Así, la economía es
plenamente una ciencia como se entiende en el marco de la epistemología
anglosajona contemporánea. Incluso la reivindicación del estatus especial se
realiza sin necesariamente negar el monismo metodológico… El punto de vista que
intentamos Continua) sostener es que aunque reconozcamos que la teoría
neoclásica es la teoría más amplia, profunda, explicativa y predictiva que se
ha construido, sin embargo, su mejor defensa no es la de quienes lo hacen sobre
la base de abandonar el principio de la competencia entre teorías. Las
consecuencias que se derivan de esta actitud son de largo alcance –nos
restringiremos a las epistemológicas-, por ejemplo, se elimina el principio de
la proliferación de teorías; el objetivo principal del conocimiento científico
deja de ser el aumento del conocimiento; implícitamente al menos se abandona el
realismo. Se erige en principio máximo un principio absolutamente conservador:
aferrarse a la teoría prevaleciente y formular una epistemología que se
adapte a su defensa. El principio implícito es el siguiente: si una
teoría está vigente entonces es válida y se debe construir una metodología que
la recoja. Ahora bien, la principal defensa de este tipo de instrumentalismo es
la capacidad predictiva de una teoría. A pesar de los esfuerzos de Friedman el
problema de los economistas consiste en la poca capacidad predictiva de la
economía y de la aparente imposibilidad de sobrepasar las predicciones
genéricas. Justamente hay que discutir aquello que Friedman da por hecho, la
capacidad predictiva de la economía...”
El examen de los patrones sobre los
cuales se debía construir la economía según Lionel Robbins (que optimista
comparaba la solidez de la economía con la de las teorías físicas), es lo
explicó en un ensayo sobre la naturaleza y significación de la ciencia económica[4]. El objeto de este ensayo es exponer la
naturaleza y la significación de la Ciencia Económica. Su primera tarea es,
pues, delimitar el contenido de la Ciencia Económica, ofrecer una definición
útil de lo que trata la Economía.
Los mayores errores. A esta polémica se
une el elevado número de economistas estadounidenses
premiados por la Academia Sueca, la inmensa mayoría de
ellos seguidores del neoriberalismo que tan bien encarna la Universidad
de Chicago. De hecho, este centro acumula el mayor número de premios Nobel
de Economía del mundo, con un total de 10. Más controvertido es
justificar el premio concedido en 1997 a Robert C. Merton y Myron S. Scholes,
por el nuevo método que desarrollaron para calcular el valor de los derivados.
Éste fue puesto en práctica en el hedge fund Long Term Capital
Management (LTCM), co-fundado por los dos premiados, que apenas un año después quebró y
desató tal cataclismo financiero que la Reserva Federal tuvo que salir al
rescate. Estos ejemplos han llevado a los opositores al Premio del Banco de
Suecia a pedir su abolición o, al menos, a exigir que se modifiquen los
criterios de selección del ganador, con el objetivo de dirigirlos hacia
descubrimientos que, realmente, ayuden a mejorar la sociedad. Como el Grameen Bank, creado por el economista
bengalí Muhammad Yunus y dedicado a conceder microcréditos a
los pobres. Esta labor, efectivamente, fue merecedora de un Nobel en
2006, el de la Paz. Ese mismo año, Edmund Phelps, de la
Universidad de Columbia, fue reconocido con el galardón en Economía por su
trabajo en el que redefinía la tasa natural de
desempleo. Cuando Hazel Henderson preguntó a Peter Nobel sobre estos dos
galardones, el descendiente de Alfred Nobel respondió en referencia a
Yunus: "Es la primera vez que un economista obtiene un Premio Nobel
verdadero". Oliver Hart -de 68 años, nacido en Londres y
nacionalizado estadounidense- y el finlandés Bengt Holmström -de
67, oriundo de Helsinski-, ganaron el Premio del Banco de Suecia de
Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel 2016 por "sus
contribuciones a la teoría de los contratos".
La pretensión de que la Economía era
una Ciencia nos hizo mucho daño, escribe David Anisi de la Universidad de
Salamanca[5].
Sin embargo algunos economistas peruanos afirman categóricamente que la
economía es una ciencia y niega la validez de “ciencias económicas” –tal como
acostumbra sostener arrogantemente el Dr.
Adolfo Figueroa (ver video).
Samulson y Nordhaus, escribieron
1985:
“Una forma posible de describir leyes
económicas… Es por medio de experimentos controlados… Los economistas [desafortunadamente]…
no pueden realizar experimentos controlados como los químicos o los biólogos,
porque no pueden controlar fácilmente los factores importantes. Como los
astrónomos o los meteorólogos se deben contentar generalmente con observar.”
La economía no era considerada en
general una ciencia experimental hasta fechas recientes. Actualmente, la
mayoría de economistas aceptan que una teoría cuyas predicciones no son tan
acertadas en la mayoría de las veces pero que, ahora que ya recibe apoyo del laboratorio
experimental, merece ser al menos reconsiderada. Esto nos permite ubicar a
decisores humanos en una situación análoga a la que dicha teoría describe y ver
cómo se comportan.
Dentro de éste nuevo contexto, una
argumentación más cercana a la realidad de acuerdo al avance de la economía que
viene encaminándose gracias a la investigación experimental que ha venido
aumentando de modo importante y sostenido, bien podría argumentarse así:
La ciencia económica está
permanentemente en ciernes y, buscando
su rigor científico para determinar su identidad
propia a través del
laboratorio económico. Al menos, un
ejemplo lo encontramos en el Premio -en
memoria de Alfred Nobel- concedido en 2002 otorgada
a Vernon Smith (el padre de los experimentos
económicos sobre mercados).
A propósito, la
economía, en ciernes –Alberto Acosta escribe -,
tironeada por las visiones de acumulación y maximización de los recursos
disponibles, de un lado, y las visiones de la interacción entre seres humanos
con su entorno social y ambiental, de otro, no termina de encontrar su
identidad.
Sin embargo, la “Economía” es una ciencia que ocupa un puesto imperial entre las ciencias sociales. Pero, paradójicamente la economía procura desligarse de ellas para aproximarse a las ciencias exactas y naturales. Asumiendo los retos propios de la complejidad del mundo y los actuales retos para la Humanidad. Esto expresa la compleja búsqueda de legitimidad de una ciencia permanentemente en ciernes.
Sin embargo, la “Economía” es una ciencia que ocupa un puesto imperial entre las ciencias sociales. Pero, paradójicamente la economía procura desligarse de ellas para aproximarse a las ciencias exactas y naturales. Asumiendo los retos propios de la complejidad del mundo y los actuales retos para la Humanidad. Esto expresa la compleja búsqueda de legitimidad de una ciencia permanentemente en ciernes.
Por la otra parte, en
efecto no existe un Premio Nobel de Ingeniería, aunque debiera
haberlo ––escribe Robert Shiller:
Soy uno de los ganadores de este año
del Premio en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, por ello,
agudamente consciente de la crítica a este galardón por quienes afirman que la
economía –a diferencia de la química, la física o la medicina, para las cuales
también se otorgan Premios Nobel– no es una ciencia. No existe un
Premio Nobel de Ingeniería, aunque debiera haberlo.
Es cierto modo, el Nobel de Química de este año se asemeja un poco a un Nobel de Ingeniería, porque fue otorgado a tres investigadores –Martin Karplus, Michael Levitt y Arieh Warshel– «por el desarrollo de modelos multiescala de sistemas químicos complejos» que subyacen a los programas informáticos que permiten que los equipos de resonancia magnética nuclear funcionen. Pero la Fundación Nobel está obligada a considerar una cantidad mucho mayor de ese tipo de material práctico y aplicado cuando evalúa el Premio de Economía[6].
Es cierto modo, el Nobel de Química de este año se asemeja un poco a un Nobel de Ingeniería, porque fue otorgado a tres investigadores –Martin Karplus, Michael Levitt y Arieh Warshel– «por el desarrollo de modelos multiescala de sistemas químicos complejos» que subyacen a los programas informáticos que permiten que los equipos de resonancia magnética nuclear funcionen. Pero la Fundación Nobel está obligada a considerar una cantidad mucho mayor de ese tipo de material práctico y aplicado cuando evalúa el Premio de Economía[6].
A manera de conclusión:
Una buena pregunta la formuló el
ministerio francés de investigación quien reunió en 1992 a varios pensadores
provenientes de diversas corrientes de la economía para que compararan el
estado de la ciencia económica con el de las ciencias 'duras'. La
pregunta central era la siguiente:
¿puede hoy la economía equipararse a las ciencias naturales (tanto en su metodología como en sus resultados)?
Hubo una amplia gama de participantes y de enfoques. Neoclásicos importantes: Malinvaud, Hildebrand, Varian, Polemarchaquis, Kirman; heterodoxos de diversos matices y grados: Benetti y Cartelier (enfoque monetario), Dumenil, Levy, Foley (visión clásica), Boyer, Amable, Lordon (Escuela de la Regulación) y Robert Clower (antiguo impulsor de la teoría de los equilibrios no-walrasianos). Además, estaban bien representadas las técnicas auxiliares de la economía: la econometría (David Hendry) y lo mejor de la epistemología económica francesa (Brochier, Favereaud, Guesmerie, Walliser, Lantner).
¿puede hoy la economía equipararse a las ciencias naturales (tanto en su metodología como en sus resultados)?
Hubo una amplia gama de participantes y de enfoques. Neoclásicos importantes: Malinvaud, Hildebrand, Varian, Polemarchaquis, Kirman; heterodoxos de diversos matices y grados: Benetti y Cartelier (enfoque monetario), Dumenil, Levy, Foley (visión clásica), Boyer, Amable, Lordon (Escuela de la Regulación) y Robert Clower (antiguo impulsor de la teoría de los equilibrios no-walrasianos). Además, estaban bien representadas las técnicas auxiliares de la economía: la econometría (David Hendry) y lo mejor de la epistemología económica francesa (Brochier, Favereaud, Guesmerie, Walliser, Lantner).
Para el ponente Hal
Varian, la pregunta no es pertinente pues la economía debe equipararse
más a la ingeniería que a la física. ––Es más una metodología para la
acción que una ciencia explicativa ("la teoría del equilibrio general es
apenas una pequeña parte de la economía") y, por ende, es inútil hacerle
las exigencias de las ciencias duras.
La idea común es que
si los pensadores sociales ven a la economía como una ciencia es porque ésta
ofrece una representación construida teóricamente de acuerdo con las exigencias
formales (matematización y abstracción) del fenómeno social más esencial de la
historia moderna: el mercado. Pero, construir esa representación científica ha sido
el problema esencial de la ciencia económica, como evidencia el estudio de la
teoría de los precios. Si la teoría walrasiana, en la formulación de Arrow y
Debreu, es la referencia obligada, debería ser entonces el logro científico por
excelencia de la economía después de que Adam Smith planteara la inquietud y
las ideas principales para resolverla.
Por tanto, la pregunta decisiva es: ¿se justifica otorgar al Equilibrio General walrasiano al menos el título de ciencia formal de los economistas?
Por tanto, la pregunta decisiva es: ¿se justifica otorgar al Equilibrio General walrasiano al menos el título de ciencia formal de los economistas?
Todos coinciden en
responder que, justamente debido a la formalización, la economía ha hecho
visible el fracaso para cumplir el reto esencial de su programa de
investigación. La formalización no ha 'endurecido' la economía pero ha
permitido reconocer que no puede ser una ciencia dura. No hay una teoría formal
del mercado que sea aceptable, puesto que la mejor que hoy existe no cumple dos
requisitos esenciales: dar cuenta del aspecto monetario de las relaciones
económicas y establecer la lógica subyacente a la coordinación de los
comportamientos descentralizados por parte del mercado.
En términos más
claros, el equilibrio general es una teoría donde la realidad mercantil está
ausente. Allí, "el mercado ideal se identifica con la ausencia del
mercado" (Benetti y Cartelier) o, como dicen Clower y Howit: el hecho más
extraño de la economía contemporánea (si estamos de acuerdo en que el problema
de Adam Smith es el problema central de la economía) es la ausencia de una
explicación intelectualmente satisfactoria del modo en que funciona la 'mano
invisible' [...] En la teoría dominante (al crear una
representación de lo virtual y no de lo real) el problema de Smith se descarta
por hipótesis. ¿Por qué ese balance tan negativo? El modelo neoclásico tiene
dos graves carencias: una teoría de las transacciones (los agentes no pueden
comprar ni vender) y una teoría de la estabilidad (no se sabe cómo los
individuos forman los precios ni como éstos convergen al equilibrio). Así, la
economía dominante está obligada a basarse en los teoremas de existencia del
equilibrio, que abusivamente se presentan como demostración de la coherencia de
una sociedad comercial cuando apenas reflejan una correspondencia
exclusivamente matemática y virtual.
En suma, el resultado es pesimista. Mientras los economistas se hacen cada vez más importantes (por la amplitud de los problemas que tratan y por el peso cada vez mayor de los fenómenos comerciales en el funcionamiento de las sociedades) se pone de presente esta profesión basa su éxito social en algo distinto a la solidez de la ciencia. Las vías de superación no son claras. Kirman propone unir el rigor a un sistema adaptativo complejo donde la idea misma de equilibrio pierda importancia; Benetti y Cartelier sugieren construir una visión monetaria del proceso económico; Dumenil, Levy, Amable, Boyer y Lordon buscan sentar las bases de una ciencia económica con una articulación flexible entre las partes sin pretender crear un todo coherente. Sin embargo, hay algo evidente. Mientras estos proyectos alternativos no den sus frutos, la mala teoría existente no será destronada porque los economistas también le tenemos horror al vacío.
En suma, el resultado es pesimista. Mientras los economistas se hacen cada vez más importantes (por la amplitud de los problemas que tratan y por el peso cada vez mayor de los fenómenos comerciales en el funcionamiento de las sociedades) se pone de presente esta profesión basa su éxito social en algo distinto a la solidez de la ciencia. Las vías de superación no son claras. Kirman propone unir el rigor a un sistema adaptativo complejo donde la idea misma de equilibrio pierda importancia; Benetti y Cartelier sugieren construir una visión monetaria del proceso económico; Dumenil, Levy, Amable, Boyer y Lordon buscan sentar las bases de una ciencia económica con una articulación flexible entre las partes sin pretender crear un todo coherente. Sin embargo, hay algo evidente. Mientras estos proyectos alternativos no den sus frutos, la mala teoría existente no será destronada porque los economistas también le tenemos horror al vacío.
Finalmente y, a manera de sustento, recordemos a Peter Nobel,
uno de los herederos de Alfred Nobel. Él suscribió un artículo, publicado el 10 de
diciembre 2004 en el diario sueco Dagens Nyheter, en contra de este
galardón, cuyo verdadero nombre es Premio del Banco de Suecia de
Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel. El texto, firmado por el
matemático Peter Jager, miembro de la Real Academia Sueca de
Ciencias; el ex ministro de Medioambiente Mans Lorarroth, y
el economista y ex miembro del Parlamento sueco Johan Lonnroth, criticaba
que entredicho. La elección de Finn
E. Kydland y Edward C. Prescott ese mismo año
2004 destapó la caja de los truenos y empujó al citado grupo de economistas y
matemáticos a rebelarse contra el galardón. Entre otros motivos, porque los
flamantes ganadores habían defendido, 27 años antes, que los bancos centrales
debían ser independientes. Según ellos, habían descubierto un modelo matemático
capaz de demostrar la idoneidad de que las políticas monetarias, y con ellas,
la distribución de la riqueza, estuvieran fuera del control de los
representantes elegidos democráticamente, poniendo así en jaque no sólo al
sistema, sino la transparencia de la función pública
................
[1] La mayoría sabe que
un argumento es aquel cuya conclusión deriva de manera
necesaria de sus premisas, a esta propiedad exclusiva (de este tipo de
argumento) se le denomina validez.
[2] En lógica,
una premisa es cada una de las proposiciones anteriores a la conclusión de argumento.
Al ser proposiciones, las premisas siempre afirman o niegan algo que puede ser
verdadero o falso.
[3] Crítica
publicada por Michael Hudson el 18 de diciembre de 1970 en Commonwea […] Paul
Samuelson, el más conocido de los economistas norteamericanos… Fue el primer
galardonado con el Premio Nobel de Economía (establecido en 1970, por el
Banco de Suecia en honor de Alfred Nobel). Dicho galardón provocó esta
mordaz crítica publicada por Michael Hudson el 18 de diciembre de 1970 en Commonweal. El artículo se
titulaba ¿Merece la economía el Premio Nobel? (Y a propósito, ¿se lo
merece Samuelson?). [Ver: http://www.sinpermiso.info/textos/teoras-elegantes-que-jams-funcionaron-el-problema-de-paul-samuelson] […]
Hoy en día prácticamente todos los economistas reconocidos son producto
de esta revolución anticlásica, que yo mismo me siento tentado a llamar
revolución contra el análisis económico per se. Los profesionales
reconocidos de la economía descuidan de modo uniforme las condiciones sociales
previas y las consecuencias de la actividad económica humana. En esto reside su
deficiencia, así como la del Premio de Economía recientemente instituido y
otorgado por la Academia Sueca: durante la próxima década por lo menos debe
seguir siendo por fuerza un premio para lo que no es economía o para la
economía superficial en el mejor de los casos. ¿Debería por tanto concederse en
algún caso? […] ¿Cuál es la naturaleza de esta ciencia? ¿Puede
ser "científico" promulgar teorías que no describen la realidad
económica tal como se desenvuelve en su contexto económico, y que, cuando se
aplican, conducen al desequilibrio económico? ¿Es la economía
verdaderamente una ciencia? Por supuesto, se lleva a la práctica, pero
con una notable falta de éxito en años recientes por parte de todas las
principales escuelas económicas, de los postkeynesianos a
los monetaristas. […]En última instancia, el problema se
reduce a una diferencia básica entre la economía y las ciencias naturales.
[…] Paul Samuelson como Milton Friedman fueron contendientes destacados
en el Premio de 1970 [Friedman consiguió su Nobel en 1976]. ¿Quién, por otro
lado, podría imaginar al destinatario del Premio de Física o Química
manteniendo un punto de vista que no fuera universalmente compartido por sus
colegas? (Dentro de la profesión pueden, por supuesto, existir diferentes escuelas
de pensamiento. Pero no suelen discutir la aportación positiva reconocida del
ganador del Nobel en su profesión). ¿Quién podría examinar la historia de estos
premios y entresacar a buen número de sus receptores cuyas aportaciones
demostraran ser vías falsas o escollos al progreso teórico en lugar de avances
(en su día) revolucionarios? […] Para resumir,
la realidad y la pertinencia, más que la pureza y la elegancia, son las
cuestiones candentes de la economía de hoy, y las implicaciones políticas, más
que las geometrías de anticuario. […] PS.-
Diciembre de 2009. En la época en que escribí esta crítica enseñaba
teoría del comercio internacional en la Facultad de Postgrado de la New
School for Social Research. Posteriormente
critiqué la metodología de Samuelson en The Use and Abuse of Mathematical
Economics,Journal of Economic Studies, 27 (2000):292-315. Lo
más importante de todo es el teorema de igualación del precio de los
factores. Finalmente ha vuelto a editarse mi libro Trade, Development and Foreign Debt: A History of Theories
of Polarization v. Convergence in the World Economy.
[4] Por desgracia, no
es tan sencillo como parece. Los esfuerzos de los economistas durante los
últimos ciento cincuenta años han logrado establecer un conjunto de
generalizaciones cuya exactitud e importancia medular sólo discuten los
ignorantes o los perversos; pero no han logrado la unanimidad en cuanto a la
naturaleza última de la materia común de esas generalizaciones. Los capítulos
centrales de las obras clásicas de Economía presentan, con muy ligeras
variantes, los principios fundamentales de la ciencia; más los que explican el
objeto de la obra todavía presentan grandes divergencias. Todos hablamos de lo
mismo, si bien no nos hemos puesto todavía de acuerdo sobre el objeto de
nuestra conversación.
En modo alguno es esto una condición vergonzosa o imprevista. Ya Mill hizo notar hace cien años que casi siempre la definición de una ciencia se logra después de crearla y no antes. "A semejanza de la muralla de una ciudad, de ordinario se ha levantado no para servir de receptáculo a los edificios que pudieran erigirse después, sino para circunscribir a los que ya existen." En efecto, la naturaleza misma de una ciencia impone la necesaria imposibilidad de definir su alcance hasta que no llegue a una cierta etapa de su desenvolvimiento, pues su unidad sólo se manifiesta en la de los problemas que puede resolver, unidad que no se descubre hasta haber quedado establecida la interconexión de sus principios explicativos. La Economía moderna nace de varios campos distintos de investigaciones prácticas y filosóficas: de investigaciones sobre la balanza de comercio, de discusiones acerca de la legitimidad del interés. Y sólo en la última época ha llegado a tener suficiente unidad para descubrir la identidad de los problemas comunes a esas investigaciones diversas. Antes, todo intento para descubrir la naturaleza última de la ciencia estaba condenado por fuerza al fracaso. Intentarlo hubiera sido perder el tiempo en vano. Pero ensayar una delimitación precisa, una vez alcanzado este grado de unificación, no es ya perder el tiempo; se perdería dejándolo de hacer. Sólo un objetivo preciso puede hacer viable la nueva elaboración. La reflexión ingenua no puede sugerir ya los problemas; los indican los vacíos en la unidad de la teoría, las insuficiencias de sus principios explicativos. Se halla uno expuesto a seguir senderos falsos si no se ha entendido en qué consiste esa unidad. Apenas puede caber duda de que uno de los peligros mayores que acechan al economista moderno es la preocupación por las cuestiones ajenas, la multiplicación de actividades que no tienen conexión alguna, o la tienen escasa, con la solución de los problemas estrictamente relacionados con su materia. Asimismo es indudable que la solución de los problemas teóricos centrales se alcanza con mayor rapidez en aquellos centros en que las cuestiones de esta clase están por liquidarse. Más aún, si estas soluciones han de aplicarse con fruto, si hemos de entender con corrección el alcance práctico de la Ciencia Económica, es esencial que conozcamos con exactitud los supuestos y limitaciones de las generalizaciones que establece. Es con una conciencia tranquila, pues, como podernos adelantar hacia lo que, a primera vista, parece ser el problema muy académico de encontrar una fórmula para describir el contenido general de la Economía. La definición de la Economía que lograría más adeptos, por lo menos en los países anglosajones, es la que la relaciona con el estudio de las causas del bienestar material. Es el elemento común a las definiciones de Cannan y de Marshall y elemento que aun Pareto, cuyo análisis es tan diferente en diversos aspectos al de aquellos dos economistas ingleses, sanciona usándolo. También se encuentra implícito en la definición de J. B. Clark. Y, a primera vista, debe admitirse que, en efecto, parece que tuviéramos con ella una definición que para fines prácticos describe lo que nos interesa. Es indudable que la palabra "económico" se usa en el lenguaje ordinario en un sentido equivalente a "material". Basta reflexionar en el significado corriente de frases como "historia económica", "un conflicto entre ventajas económicas y políticas", para comprender cuán razonable pudiera parecer esta interpretación. Sin duda existen algunas cuestiones que quedan fuera de la definición y que, sin embargo, parecen caer dentro del campo de la Ciencia Económica; aun cuando, a primera vista, bien parece que se asemejan a los casos marginales inevitables en toda definición. La prueba final de la validez de una definición no es, sin embargo, su aparente armonía con ciertos usos del lenguaje diario, sino su capacidad para describir exactamente el verdadero objeto de las principales generalizaciones de la ciencia. Y cuando sometemos esa definición a esta prueba se ve que tiene deficiencias que, lejos de ser marginales o subsidiarias, equivalen nada menos que a una completa incapacidad para exhibir el alcance o el significado de las generalizaciones más centrales de todas.
En modo alguno es esto una condición vergonzosa o imprevista. Ya Mill hizo notar hace cien años que casi siempre la definición de una ciencia se logra después de crearla y no antes. "A semejanza de la muralla de una ciudad, de ordinario se ha levantado no para servir de receptáculo a los edificios que pudieran erigirse después, sino para circunscribir a los que ya existen." En efecto, la naturaleza misma de una ciencia impone la necesaria imposibilidad de definir su alcance hasta que no llegue a una cierta etapa de su desenvolvimiento, pues su unidad sólo se manifiesta en la de los problemas que puede resolver, unidad que no se descubre hasta haber quedado establecida la interconexión de sus principios explicativos. La Economía moderna nace de varios campos distintos de investigaciones prácticas y filosóficas: de investigaciones sobre la balanza de comercio, de discusiones acerca de la legitimidad del interés. Y sólo en la última época ha llegado a tener suficiente unidad para descubrir la identidad de los problemas comunes a esas investigaciones diversas. Antes, todo intento para descubrir la naturaleza última de la ciencia estaba condenado por fuerza al fracaso. Intentarlo hubiera sido perder el tiempo en vano. Pero ensayar una delimitación precisa, una vez alcanzado este grado de unificación, no es ya perder el tiempo; se perdería dejándolo de hacer. Sólo un objetivo preciso puede hacer viable la nueva elaboración. La reflexión ingenua no puede sugerir ya los problemas; los indican los vacíos en la unidad de la teoría, las insuficiencias de sus principios explicativos. Se halla uno expuesto a seguir senderos falsos si no se ha entendido en qué consiste esa unidad. Apenas puede caber duda de que uno de los peligros mayores que acechan al economista moderno es la preocupación por las cuestiones ajenas, la multiplicación de actividades que no tienen conexión alguna, o la tienen escasa, con la solución de los problemas estrictamente relacionados con su materia. Asimismo es indudable que la solución de los problemas teóricos centrales se alcanza con mayor rapidez en aquellos centros en que las cuestiones de esta clase están por liquidarse. Más aún, si estas soluciones han de aplicarse con fruto, si hemos de entender con corrección el alcance práctico de la Ciencia Económica, es esencial que conozcamos con exactitud los supuestos y limitaciones de las generalizaciones que establece. Es con una conciencia tranquila, pues, como podernos adelantar hacia lo que, a primera vista, parece ser el problema muy académico de encontrar una fórmula para describir el contenido general de la Economía. La definición de la Economía que lograría más adeptos, por lo menos en los países anglosajones, es la que la relaciona con el estudio de las causas del bienestar material. Es el elemento común a las definiciones de Cannan y de Marshall y elemento que aun Pareto, cuyo análisis es tan diferente en diversos aspectos al de aquellos dos economistas ingleses, sanciona usándolo. También se encuentra implícito en la definición de J. B. Clark. Y, a primera vista, debe admitirse que, en efecto, parece que tuviéramos con ella una definición que para fines prácticos describe lo que nos interesa. Es indudable que la palabra "económico" se usa en el lenguaje ordinario en un sentido equivalente a "material". Basta reflexionar en el significado corriente de frases como "historia económica", "un conflicto entre ventajas económicas y políticas", para comprender cuán razonable pudiera parecer esta interpretación. Sin duda existen algunas cuestiones que quedan fuera de la definición y que, sin embargo, parecen caer dentro del campo de la Ciencia Económica; aun cuando, a primera vista, bien parece que se asemejan a los casos marginales inevitables en toda definición. La prueba final de la validez de una definición no es, sin embargo, su aparente armonía con ciertos usos del lenguaje diario, sino su capacidad para describir exactamente el verdadero objeto de las principales generalizaciones de la ciencia. Y cuando sometemos esa definición a esta prueba se ve que tiene deficiencias que, lejos de ser marginales o subsidiarias, equivalen nada menos que a una completa incapacidad para exhibir el alcance o el significado de las generalizaciones más centrales de todas.
[5] Porque nadie
todavía sabe muy bien que es lo que por Ciencia puede entenderse; aunque sí se
sabe muy bien cómo utilizar el "sello" de "científico". Lo
"científico" está de alguna manera por encima de todos nosotros. Las
proposiciones científicas son algo "inevitable". Tan inevitable como
que las piedras caigan. Y eso, en economía, era simplemente una falsedad. Tras
el "cientifismo" los "economicistas" contrajeron otra
enfermedad: el "mercadismo", que se manifestaba en una actitud
compulsiva hacia el estudio del mercado. No negaré que era necesario tal
estudio, pero muchos "economicistas" pensaron que el mercado lo era
todo. Y tal vez lo fuera para ellos puesto que únicamente de esto sabían, pero
el hecho de que saber algo de algo legitime la acción de utilizarlo para todo,
es tanto como esperar de un leñador que opere un ojo con el hacha o de un
oftalmólogo que trate de cortar un árbol con un bisturí.
El "cientifismo"
y el "mercadismo" caracterizaron nuestra profesión en el Siglo XX. Y
como economista deseo librarme de esas tendencias. No puedo aceptar la
perspectiva científica puesto que yo mismo soy participante del juego que
observo. Y no puedo aceptar el "mercadismo" puesto que hay cosas para
mi más importantes precisamente porque, como no científico, participo en el
juego.
[6] Para el común de
las gentes –escribe Asdrúbal Valencia Giraldo- muchas veces no
hay una distinción clara entre los ingenieros y los científicos, esto debido,
tal vez, a la profunda ligazón que actualmente hay entre la ciencia y la
tecnología. Que los periodistas o el público general tengan esta confusión no
es tan preocupante, pero sí lo es que los mismos ingenieros a veces no tengan
conciencia sobre la identidad de su profesión y, sobre todo los jóvenes,
piensen que realmente ella consiste en la aplicación de la ciencia a la
solución de las necesidades humanas, cuando, según muchos otros, lo específico
de la ingeniería es la concepción de ingenios artificiales de los que se
pretende alguna forma de utilidad. Tales artefactos pueden requerir o no el
concurso de la ciencia y han evolucionado desde los antiguos ingenios de guerra
hasta las naves espaciales, el manejo de la información o la optimización de
las organizaciones.
Gracias por su lectura
Por
cortezhonorio@gmail.com
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