IMPORTANCIA DE LOS
INFORMES BEVERIDGE EN EL DESARROLLO DEL ESTADO SOCIAL (la hoja de ruta en la
creación del Estado de bienestar)
De la seguridad
“de la cuna a la tumba” (ayer) al desmantelamiento del Estado social (hoy)
José Vidal Portillo Universidad para Mayores: 2º A Enero, 2014
Introducción
La existencia del ser humano y su evolución, desde los orígenes, viene condicionada por su instinto de supervivencia, su conciencia de libertad y el desarrollo de sus capacidades hacedoras. Igualmente, va adquiriendo su dimensión social, para aumentar sus posibilidades de conservación como especie, pasando del “estado natural”1 a vivir en colectividad. Pasa, por tanto, de ser “un hombre lobo para el hombre” al “hombre como animal político por naturaleza”2; pasa de la comunidad o polis al Estado en sociedad, o el Estado político y social.3
Al mismo tiempo, el instinto de conservación de especie lleva al ser humano a tomar conciencia de su ser débil y limitado y, en consecuencia, a buscar en la comunidad la seguridad para él y para los suyos ante la incertidumbre, tanto en el presente como para el futuro. Es en esa demanda de protección, de prevenir el riesgo y satisfacer las necesidades humanas, donde el “zóon politikon”, o “animal político” de Aristóteles, intenta buscarla inicialmente en la comunidad política.
A lo largo de la historia, las comunidades políticas4 han ido adquiriendo distintas formas y cometidos. Todas ellas, desde la antigüedad, han pretendido y han encontrado su fundamento en la búsqueda y el fomento del “bonum commune”; un “bien común”, basado en la conciliación de los intereses de los distintos grupos que forman la comunidad, y como forma de garantizar su supervivencia, a través del establecimiento de fórmulas cada vez más articuladas de orden y justicia.
La forma de distribución y organización del poder en las sociedades, a su vez, se ha visto sometido a un continuo proceso de adaptación a complicados cambios sociales, económicos y tecnológicos que, al mismo tiempo que ofrecen soluciones y nuevas perspectivas, también crea nuevos conflictos. El Estado moderno, que aparece con el renacimiento, va a diferenciar el Estado de la sociedad (Maquiavelo); y de esta distinción van a surgir dos cuestiones claves: el derecho a la propiedad5 y las desigualdades sociales.
1 En su formulación filosófica clásica es un estado pre-social hipotético, tal y como lo concibió Hobbes, en el que cada individuo, cruel, egoísta y perverso por naturaleza, solo se preocupa de su propia supervivencia
2 Concepción Aristotélica, en la que el hombre tiende a formar una sociedad políticamente organizada
3 Evidentemente, la evolución es más compleja y tiene más hitos diferenciados, como corresponde a una evolución que, con seguridad, alcanza miles y miles de años, que tiene conexiones con la evolución en las formas de vivir, trabajar y producir (del nomadismo al sedentarismo; de la agricultura a la fábrica; de la esclavitud a la servidumbre feudal y a la liberación de una sociedad de hombres libres e iguales). Como tiene que ver con la geografía, con la población y hasta con las variantes religiosas y que provoca organizaciones sociales cada vez más complejas y más sometidas a reglas iguales para todos
4 Desde la Polis griega, pasando por la res publica romana, al Estado de la Edad Moderna
5 Se antepone el derecho a la propiedad entendida como un “derecho natural” que es anterior a la invención del Estado (Locke)
La igualdad en abstracción
De ese conflicto entre posiciones antagónicas -economía de mercado versus colectivismo, Estado liberal versus Estado marxista-, surge el Estado social8.
El Estado social, por tanto, nace para evitar el conflicto social agudo, la revolución o el cambio de la estructura de poder, mejorando en algunos aspectos la calidad de vida de trabajadores y las clases bajas; intentando, así, limitar o compensar una desigualdad social creciente que pone en peligro el orden social establecido. En versión hegeliana, la función específica del Estado social consiste en hacer tolerable la desigualdad social.
En ese dilema entre la primacía de la sociedad o la preeminencia del Estado, los conflictos entre libertad e igualdad dan lugar a enfrentamientos entre una izquierda revolucionaria que propugna una democracia social frente a otra reformista que preconiza un Estado social. En esa dinámica, en un contexto de bloques ideológicospolíticos, y como alternativa a la socialización de los medios de producción, la respuesta que se va a dar, desde el “sistema”, es la que se conoce como “Welfare State”, Estado de providencia o bienestar9 , concebido en sus orígenes como un desarrollo del Estado social.
Un concepto éste, “welfare state”, que intenta dar respuesta tanto a las consecuencias indeseadas del conflicto igualdad/libertad como al de seguridad y contra la pobreza, garantizando unos ingresos mínimos que aseguren una vida digna.
El Estado de bienestar o providencia, que toma forma a partir de 1945 con la introducción de nuevos instrumentos y objetivos tanto políticos como económicos, surge como respuesta a las soluciones más drásticas derivadas de la lucha de clases que se ofrecen desde uno de los bloques consolidados tras la Segunda Guerra mundial. Esta respuesta, el “welfare state”, tiene en su origen una concepción que puede considerarse de “colectivismo liberal”10, cuyo sustento o pilares se basan en los Informes Beveridge.
Conocer, aunque sea brevemente, el origen en el que se fundamenta el Estado de bienestar, su finalidad, instrumentos y desarrollo, es el objeto de este trabajo. Con una pretensión, entender mejor, desde el significado del modelo y el contexto social, económico y político, el nacimiento, evolución y declive al que está sometido, así como la afectación a la cohesión y el bien común, pilares fundamentales en la acción colectiva; y si se ofrecen alternativas.
8 Es el compromiso entre el capital y el trabajo dando lugar a un Modelo de Estado, desarrollado en el marco del capitalismo y el surgimiento de la lucha de clases, que se fundamenta en conciliar la aceptación de la economía de mercado (la máxima libertad) con un progreso social y derechos derivados de la actividad económica y de ese acuerdo (la máxima igualdad que el sistema permita)
9 Marcado por el énfasis en las tareas sociales del Estado que establece mecanismos obligatorios de solidaridad entre los ciudadanos.
10 Tercera vía entre capitalismo y colectivismo socialista. Karel y John Williams
No deja de ser curioso, y paradójico, que habiendo nacido el Estado de bienestar en la Inglaterra de 1945, y que buscaba garantizar la seguridad “de la cuna a la tumba” del Beveridge liberal, sea también en ese país donde se inicie, con el nuevo liberalismo de Margaret Thacher, el intento de desmantelamiento y, a partir de entonces, se abran serios interrogantes que afectan al propio modelo representativo de convivencia.
1. Las formas más antiguas en la protección
El ser humano nace mucho menos preparado para la vida, más desprotegido, que los demás animales. Sin embargo, desde el homo habilis, pasando por el homo erectus, hasta el homo sapiens, ha demostrado su capacidad de organizarse y enfrentarse a la naturaleza, intentando y consiguiendo dominar su entorno (a veces en exceso).
Desde sus orígenes, el ser humano ha pasado por diferentes fases. Una primera, en la que busca sobrevivir; probablemente es la etapa inconsciente en la que funciona a base de instinto, cazar para comer, defenderse de agresiones externas, desarrollando ciertas habilidades prácticas en la fabricación de utensilios para tales fines, y reproducirse. Una posterior fase en la que, además de luchar por la vida, está más orientado a la satisfacción de las necesidades individuales y sociales; va acumulando habilidades y conocimientos y busca la protección, se organiza, para garantizar su subsistencia. Por último, posteriores estadios evolutivos de la especie, ponen de relieve que, a las anteriores necesidades, se suman también las de afecto, participación, conciencia de identidad, búsqueda de la protección, ante el infortunio, y comodidad individual.
En este proceso de desarrollo del ser humano, en el que inicialmente se organiza en grupos o comunas, donde no existía la propiedad privada y los intereses individuales quedaban en segundo plano, da paso a diferentes etapas en las que, con la acumulación de conocimientos, surge el mundo de las ideas, las aspiraciones individuales y los deseos de un mundo ideal donde conseguir sus sueños. Y es en esa etapa de tensión entre lo que se “es” y lo que se quiere “ser”, en la que va aflorando la historia de los sueños de las personas luchando por la búsqueda del bienestar ya sea individual o colectivo. Un sueño en el que, en esa búsqueda del bienestar, surgen los conflictos entre derechos, como el de la libertad y la propiedad con el de igualdad y seguridad en tener garantizadas las necesidades. 5
1.1. Las comunidades de riesgos
Liberarse del miedo de no tener garantizadas las necesidades fundamentales y alcanzar la felicidad en la tierra, es un viejo sueño de la humanidad desde sus orígenes, bien a través de un Estado ideal o de mecanismos compensatorios, tanto individuales como sociales. Es así como nacen las comunidades de riesgos.
Desde muy antiguo, vemos diferentes formas de protección económica, como: Previsión de hambruna en Egipto, en el siglo XVIII a.C.; protección de viudas y huérfanos en Israel en el siglo XVI a.C.; seguros contra riesgos en caravanas de mercancías, en Babilonia, siglo XII a.C.; Hetairiai11 en la Grecia clásica o asociaciones para asegurar el entierro de sus miembros en Roma, en el siglo III a.C.; y demás formas solidarias grupales o gremiales en la Edad Media, Gildas, Gremios...
En la Edad Media, siglo XII, existió un seguro para personas embarazadas, fuesen o no esclavos, para asegurar un buen nacimiento o resarcir al señor feudad de una posible pérdida. En España, adquiere una singular importancia las Cofradías Generales,12 eclesiásticas o gremiales. Las Cofradías dan paso a las Hermandades de Socorro,13 ya en el siglo XVI, donde sus asociados ejercen actividades profesionales de altos ingresos.
1.2. La pobreza: de la calamidad pública a la amenaza social
No obstante, la realidad es que quien tiene acceso a la seguridad o previsión es quien puede pagarla, pues las instituciones, en la Edad Media, no tienen los recursos necesarios y la presión es muy alta (a causa de las crisis agrarias, falta de abastecimiento alimentario, epidemias y guerras). El cuidado de los viejos, enfermos, huérfanos, los pobres en general, los no cubiertos por redes sociales de gremios, cofradías o deber de protección del señor feudal, corría a cargo de la familia o de las iglesias.
En esa época, la pobreza se empieza a ver como un fenómeno de masas
y constante, tan <
Se inicia, pues, un proceso de clasificación de la pobreza, diferenciando pobres dignos e indignos 15 , y de represión de la mendicidad y la vagabundería, como un problema de orden que se intenta corregir (lo que se consideraba un defecto moral del individuo), mediante internamientos y la obligación a trabajar (confiados frecuentemente a los patronos para su explotación o en cárceles con expectativa de un beneficio económico).
Es decir, se pasa de la calamidad pública tratada con caridad, al problema de orden público y seguridad que, además de ser ejemplar, permitía obtener un beneficio económico.
A principios del siglo XVIII, los humanistas y los liberales ilustrados
arremeten contra los gremios, hermandades y cofradías, que se van
transformando en Montepíos, al tiempo que van cuajando influencias
de pensamiento sobre la eliminación de la pobreza. Los representantes
de la Ilustración, que como los cameralistas estaban en la tradición del
absolutismo ilustrado, tenían la idea de que la pobreza no era un mal
inextirpable, sino que podía solucionarse eliminando sus causas: el
trabajo y la mejora de la educación y la solidaridad entre los hombres.
<
El siglo XIX viene marcado por las revoluciones liberales (1820, 1830 y 1848) que acabó con el período de la Restauración absolutista iniciado desde el Congreso de Viena en 1814 y, también, por la primera fase de la revolución industrial, que supuso la transformación del mundo conocido y la configuración de una nueva sociedad.
En esta primera fase de la revolución industrial, surge el “proletariado” y las organizaciones sindicales. El liberalismo, que recoge los principios de la Ilustración, y que representa un movimiento político en defensa de las libertades individuales y la separación de poderes, frente al absolutismo y la revolución de los pueblos (que fracasó), es reconducido, entre 1848 y 1875, por una nueva burguesía que surge del avance de la economía capitalista. Un sistema que, cada vez más, se va concentrando, formando grandes conglomerados industriales y financieros monopolísticos17, y cuya lógica y desarrollo técnico lleva a la expansión y búsqueda de mercados, con las consiguientes fricciones, el surgimiento y expansión del imperialismo, hasta la primera de las grandes depresiones o crisis sistémica del capitalismo en 187318.
Las nuevas condiciones de la revolución industrial y auge del
capitalismo, desde <
1.4. De ciertas protecciones sociales al desamparo liberal
A mediados del siglo XIX el liberalismo se va imponiendo tanto en la teoría como en la práctica. Para grandes capas de la población, especialmente los trabajadores o nuevos proletarios, el liberalismo económico representa la etapa más dura y sórdida de su historia.
En Francia, se empeora la situación de los pobres cuya ayuda se les
garantizaba a través de los municipios; <
En el desarrollo y consolidación del Estado social se van a distinguir
tres etapas: la primera, que va desde los años ochenta hasta la primera
guerra mundial; la segunda, abarca el período entreguerras; y la
tercera, en la que el Estado social adquiere una nueva forma, conocida
como Estado de bienestar.
Un pilar fundamental en ese desarrollo del Estado social, evolucionado
más tarde en Estado de bienestar, lo constituye, a su vez, el desarrollo
de los sistemas de seguridad social; y, en su génesis, las distintas
respuestas ante el temor a las revueltas y cuestionamiento del sistema.
Así, por ejemplo, <
No obstante, cuatro son las contribuciones al Estado social que, tanto directa como indirectamente, provocan la guerra:
1. La integración social y política de las clase obrera.27
2. La intervención del Estado en la economía, sustituyendo el capitalismo por una “economía de guerra”. Los recursos productivos al servicio de ganar la guerra y dirigido por el aparato estatal.
3. La incorporación masiva de la mujer al trabajo28 y al ejército. El factor que más ha influido en la transformación de la sociedad de la posguerra y en el devenir social.
4. La revolución rusa que, al igual que ocurrió con la Revolución Francesa, mueve los cimientos de las sociedades al surgir un socialismo de Estado o “economía comunitaria o colectivista” como una alternativa al capitalismo. Un capitalismo que, para su desarrollo, el obrero es un factor importante
Ya en la posguerra no se pudo dar marcha atrás. <
2.1. Los antecedentes del Estado de bienestar
Es indudable la aportación de William Beveridge y las tesis económicas de J.M. Keynes, como piezas claves en la construcción de lo que hoy se conoce como Estado de bienestar, sobre unos principios de unidad y universalidad para la eliminación de la pobreza, al asegurar a todos los individuos un mínimo con el que hacer frente a su subsistencia. No obstante, antecedentes en la implementación del seguro social con intervención del Estado, como técnica para el logro del bienestar, los encontramos con Bismarck y en la República de Weimar.
2.1.1. El primer sistema moderno de seguridad social con Bismarck en Alemania
Entre 1883 y 1889, el Gobierno de Alemania, presidido por Otto
Eduard Leopold von Bismarck-Schönhausen, crea el primer sistema
de seguro social (ejemplo único en su clase durante unos treinta
años).
<
Es decir, <
Sin embargo, el dibujo constitucional de Weimar de lo que un día
llegaría a ser el Estado de bienestar y que tiene su pilar central en el
derecho al trabajo, se desploma, precisamente, por la falta de trabajo.
Algunos opinan que: <
3.1. Las condiciones entreguerras
El periodo 1918-1939, conocido como entreguerras, se ve marcado por el triunfo de la revolución bolchevique, la crisis de las democracias liberales y el ascenso de totalitarismos y fascismos, y el crack del 29.
La Gran Guerra transformó radicalmente las sociedades occidentales, produjo desengaño, no solucionó viejos problemas y creó otros nuevos, al tiempo que se fueron gestando las condiciones de la segunda guerra mundial. Inflación, reducción de la capacidad de producción y exceso de mano de obra tras la guerra45, generan paro, carestía y hambre; mientras otros sectores se aprovechan de una expansión económica (en los decadentes “felices años 20”), hasta la “Gran Depresión”46 de 1929.
Una crisis que afectó a todo el planeta, (de nuevo, crisis del capitalismo); y que favoreció los nacionalismos y el apoyo popular a los fascismos (1923 en Italia, con Mussolini; 1933, Hitler sube al poder en Alemania; 1936 el fascismo inicia una guerra civil en España). Es el preludio de la segunda guerra mundial.
Ésta tuvo consecuencias graves en términos de pérdidas humanas, pero también económicas y sociales. Sin embargo, al mismo tiempo que se daba cierta confusión y temores (hacia las revueltas sociales, la miseria, el comunismo y la guerra) 47 , también surgió una determinación, después de la guerra, del “nunca más”, de no volver a la política anterior y sus consecuencias, de llevar la victoria de la guerra a su vida anterior. Es el espíritu de 1945, que tan bien retrata Ken Loach en su documental. Es el interés por la paz, la democracia, y, con ellas, la política y la justicia social.
3.2. Keynes
John Maynard Keynes es considerado el economista más influyente del siglo XX y a él se debe el basamento de la teoría económica del Estado de bienestar.
A finales de 1930, en los países industrializados europeos el paro alcanza los veintidós millones; representando en Alemania el 25% de la población activa y en Inglaterra el 21%48.
45 Favorecido por el ya irreversible empleo masivo de las mujeres en la producción abandonada por los hombres movilizados en el frente
46 El 24 de octubre de 1929, la Bolsa de Nueva York salta por los aires, y con ella las ilusiones, el bienestar , e incluso la vida, de muchas personas. La especulación financiera generó una crisis que afectó a todo el planeta desencadenando legiones de parados y situaciones de pobreza. La crisis lleva a replantear el rol del Estado en la economía y, en 1933, Flanklin Roosevelt desarrolló un plan conocido como "New Deal", que consistía en la regulación de la economía favoreciendo las inversiones, el crédito y el consumo, lo que permitiría reducir el desempleo. El gasto público debía orientarse a la seguridad social y a la educación. El modelo estaba inspirado en las ideas de John M. Keynes que proponía la intervención del Estado en aquellos casos en que se viera perjudicado, al creer que una redistribución de los ingresos y el aumento de la tasa de empleo, reactivaría la economía.
47 El miedo al comunismo facilitó, tanto el surgir de los fascismos, como después de la segunda Guerra Mundial, el Estado de bienestar (IS p.190)
48 Sotelo, Ignacio: El Estado social. Editorial Trotta, Madrid, 2010, p. 207
Keynes es de los pensadores que cree que se paga un alto precio por las
malas ideas y que las buenas son las que ayudan a resolver problemas
acuciantes como son, en su tiempo, la pobreza y el desempleo. Ataca la
teoría clásica al uso, en su época, afirmando que <
3.3. Beveridge
Nació en Rangpur (Bengala), el 5 de marzo de 1879, y murió en Oxford, el 16 de marzo de 1963. Se educó en Chaterhouse y en el Balliol College (Oxford), donde obtuvo el número uno en el primer grado y posteriormente en el segundo de las licenciaturas de Clásicas y Matemáticas. Se graduó en Bachellor of Art, en 1903, y de 1902 a 1909 fue Fellow de Derecho Civil del University College de Oxford. De 1903 a 1905 fue subdirector del Toynbee Hall 51 . En 1905 es nombrado miembro de la comisión que estudia el desempleo en Londres, y de 1906 a 1908 fue un prolífico director literario del conservador Morning Post. En 1907 hace un viaje a Alemania para estudiar una seguridad social que se tenía como modélica. En 1908 ingresa en la Administración Pública, en el Ministerio de Comercio, trabajando como ayudante personal de Windston Churchil.
Fue primer secretario del Ministerio de Municiones en 1919, muy breve,
para desempeñar el cargo de director de la prestigiosa London School of
Economics, hasta 1937. De 1937 a 1944 fue profesor del University
College de Oxford. Tras un breve paso por la política, fue diputado
liberal un año, y durante la segunda guerra mundial se convirtió en
presidente de un comité interdepartamental sobre el seguro social y los
servicios conexos y publicó el famoso <
En el informe se elogia la seguridad social británica54 al tiempo que destaca carencias y los déficits en su funcionamiento, como es el caso de los servicios médicos; también su complejidad y su insuficiencia, al ser incapaz de evitar que muchos obreros vivan por debajo del umbral de la pobreza.
En su parte propositiva fija el objetivo de la seguridad social en erradicar la pobreza, garantizando a todos, y sin límite temporal, un subsidio que asegure una vida digna. El camino para alcanzar los objetivos de una mayor justicia social consiste en unificar los sistemas e instituciones y extender el campo de los beneficiados.
Las recomendaciones, amplias y detalladas, se desprenden de cuatro principios básicos en los que se sustenta el informe:
1. Las reformas de futuro han de tener en cuenta las experiencias del pasado, sin que eso signifique restricciones en base a intereses sectoriales. Por otro lado, la guerra ha mostrado que es el momento para cambios revolucionarios, es un tiempo para la revolución y no para los parches. Por tanto, las reformas serán efectivas si se hacen a fondo.
2. La seguridad social, siendo el aspecto más importante del progreso social puesto que debe garantizar ingresos suficientes55 a lo largo de la vida, forma parte de una amplia política de progreso social que tiene como objetivo eliminar los cinco males que afectan a muchos ciudadanos: la miseria (al no poder cubrir sus necesidades básicas), la enfermedad, la ignorancia, el desamparo y el desempleo.
3. La seguridad social debe ser el resultado de la cooperación entre el Estado y los individuos; es decir, debe sustentarse sobre principios contributivos, puesto que no es un acto de caridad, contribuyendo los beneficiados con sus aportaciones a al sostenimiento del sistema.
4. El Estado no debe debilitar la iniciativa ni la responsabilidad individual.
54 En 1897 Inglaterra contaba con una ley de indemnización de trabajadores, generalizándose su aplicación en 1906 con un seguro contra accidentes laborales. En 1909 se crea la red nacional de agencias de colocación. En 1911 se instaura el seguro obligatorio de desempleo aunque solo para determinadas industrias y determinados trabajadores manuales de oficios que habían padecido gran inestabilidad en su empleo, en 1916 se amplia y en 1920 se generaliza
55 Debe garantizar el mantenimiento de un nivel de renta de subsistencia en caso de que su percepción se vea interrumpida por encontrarse en situación de desempleo, enfermedad o accidente, y tras alcanzar la edad de retiro
El Plan de Seguridad Social56, recogido en el Informe, se plasma en
un conjunto de propuestas. Las principales provisiones del plan,
<
Ø Cada persona de la clase 1 (trabajadores por cuenta ajena), sujeta a las condiciones de cotización, recibirá prestaciones por desempleo, invalidez, pensión de jubilación, tratamiento médico y gastos de entierro. Las personas de la clase 2 (patronos, comerciantes y autónomos) recibirán todas las prestaciones, excepto la de desempleo e invalidez, durante las primeras trece semanas. Las personas de la clase 4 (parados que, en edad de trabajar, no tienen trabajo) reciben todas las prestaciones menos la de desempleo e invalidez. El subsidio de maternidad, la provisión de viudedad y la cualificación para la pensión de jubilación, será asegurando a todas las personas de la clase 3 (amas de casa), en virtud de la cotización hecha por sus maridos. En adición al subsidio de maternidad, las amas de casa con trabajo remunerado recibirán la prestación de maternidad durante trece semanas, al objeto de permitirlas dejar el puesto de trabajo antes y después del parto.
Ø La prestación por desempleo, invalidez, pensión básica de jubilación o la prestación de aprendizaje, tendrán el mismo tipo, independientemente de los ingresos previos, el objetivo es garantizar unos ingresos mínimos dignos o la renta necesaria para subsistir. Todos los tipos de prestación serán los mismos para hombres que para mujeres, si bien hay un conjunto de excepciones definidas, como: un tipo conjunto para hombre y mujer que no esté ocupada bajo remuneración y si no hay esposa o trabaja el tipo es singular y más bajo; hay asignaciones por personas dependientes que están a cargo del asegurado; la prestación de maternidad para amas de casa que trabajan por un salario será de un tipo superior al individual en el desempleo, en tanto que su prestación por desempleo será inferior.
Ø La prestación por desempleo está sujeta a la asistencia a un trabajo o a un centro de formación después de un periodo determinado.
Ø Las pensiones se pagan únicamente a la jubilación del trabajador que pueden ser pedidas después de la edad mínima, sesenta y cinco para los hombres y sesenta para las mujeres, pudiéndose incrementar el tipo de pensión por encima del tipo básico si se pospone la jubilación.
Ø Las viudas en edad de trabajar, que no tengan personas a cargo, tienen un subsidio temporal, y si tienen niños a su cargo, un subsidio de tutela.
Ø Los casos de necesidad no cubiertos por el seguro social, podrán acceder a la asistencia social, sujetos a un test de carencia de recursos. 20
Ø El tratamiento médico que cubra todos los requerimientos será dado a todos los ciudadanos por un Servicio Nacional de Salud.
Ø Se establecerá un Ministerio de la Seguridad Social, responsable del seguro social, la asistencia nacional y del apoyo y la supervisión del seguro voluntario, centralizando el trabajo de otros departamentos del Gobierno y de las Autoridades Locales en este campo.
Tras su publicación, el informe fue acogido con frialdad por parte del Gobierno conservador de Churchil, mientras que alcanzó un éxito y aceptación entusiasta por parte de los ciudadanos que, tras la segunda guerra mundial, dio su apoyo a un gobierno laborista que llevaba en su programa estas propuestas de Beveridge.
Se puede decir que, el Informe, dio pie a un conjunto de reformas legales58 colocando la política social británica en la vanguardia y sentando los pilares del futuro Estado de bienestar.
El segundo informe de Beveridge (Full Employment in a Free society, "Pleno Empleo para todos en una sociedad libre"), publicado en 1944, no tuvo tanta popularidad como el primero. Sin embargo, liga perfectamente en ese proyecto global que le mueve de acabar con la pobreza y los estados de necesidad derivados de esa lacra que es el desempleo, proponiendo que el reto es alcanzar el pleno empleo sin eliminar la iniciativa privada ni el mercado.
En resumen, Beveridge diseña un modelo complejo y completo. La gran novedad que aporta, respecto a sus precedentes, consiste, por un lado, en su convencimiento de que el progreso económico de la nación requiere la participación real de todos y que, por ello, hay que luchar contra las desigualdades de origen protegiendo por igual a todos los ciudadanos ante situaciones de necesidad que, aun en el mejor de los mundos, a todos se les presentan –enfermedad, invalidez, muerte, cargas familiares y, finalmente, desempleo-, y, por otro, en su enfoque global y universal, superando, así, la visión de seguros sociales parciales y singularizados y extendiendo su proyección al conjunto de la población que reúna condiciones fijadas de antemano
No es, por tanto, una suma de seguros. Es una construcción nueva completa que incorpora como elemento de igualdad no solo la seguridad social sino otros bienes de servicios públicos (servicios afines, enseñanza, desempleo, servicios sociales), como un derecho de ciudadanía.
58 1945, ley sobre Asignaciones Familiares. 1946, Ley sobre Accidentes de Trabajo y Ly sobre Seguridad Social; también se crea el Sistema Nacional de Salud. 1948, se reunifica y organizan los Servicios de Asistencia y Previsión social
3.3.2. Utopía, liberalismo social o colectivismo
Beveridge propuso un sistema políticamente utópico para la mejora social que el gobierno conservador de entonces era incapaz de llevar a cabo. El desarrollo y articulación de sus propuestas se articula en torno a una filosofía de acción estatal. Esto ha llevado a que algunos autores59 subrayen el colectivismo de izquierdas, casi socialista, de Beveridge; mientras que otros60, sitúan a Beveridge como un técnico de derechas de carácter no liberal o un liberal de derecha radical.
Sin embargo, lo que se aprecia es una evolución de un Beveridge joven, en el año 1909, liberal de derechas, con unas transiciones que le llevan a una prudente edad madura cargada de reformismo social en un sistema capitalista.
Karel Williamns y John Willians61, sostienen que Beveridge en la
primera década del siglo XX no estaba tan a la derecha como M.
Freeman afirma en su libro “The New Liberalism”, y que el Beveridge
de los años cuarenta no se encontraba tampoco tan a la izquierda
como J. Harris dice, en una biografía sobre Beveridge. Para estos
autores, el Beveridge de los cuarenta combina elementos de
individualismo y colectivismo para producir un resultado que ellos
denominan <
El desarrollo de este Estado social, y su posterior evolución en el Estado de bienestar, se ve sometido a crisis de crecimiento afectadas por el desarrollo tecnológico, por nuevos sistemas de producción y, especialmente, por planteamientos ideológicos, contenidos éstos en sus respuestas por las amenazas exteriores o interiores al sistema. Sin embargo desaparecidas dichas amenazas (aparentemente), el declive del Estado protector o social hoy se ve sometido, de nuevo, a embates y permanentes limitaciones con profundos cambios que introducen serias alteraciones en la organización social, en la vida de las personas, y muchos interrogantes sobre los mecanismo de protección social y sobre el propio futuro del Estado.
Desde la primera revolución industrial y el auge del capitalismo, los planteamientos del liberalismo económico se vienen repitiendo y se tratan de imponer. Desde la concepción que el mercado es el mejor asignador de los recursos y la riqueza (y cuyo objetivo, como entonces, era disponer de mano de obra suficiente y más barata), pasando por un liberalismo que confunde libertad política con la económica del laissezfaire, a un nuevo ultraliberalismo, a finales del siglo XX, que reconecta con sus orígenes 68 y que hace bandera de la desregulación, de mantener reducidos los impuestos y de reducir al máximo el Estado. Un liberalismo en el que la pobreza, la desigualdad y la exclusión social aparecen como un hecho inevitable y necesario para el progreso.
La batalla histórica, y no resuelta, entre libertad individual y de mercado versus igualdad y solidaridad, resurge con fuerza en el siglo XXI, al socaire de las crisis y de gobiernos de derechas en Europa que dominan la política social y económica de la Unión Europea. Y, de nuevo, ahora igual que antes, se utilizan los mismo argumentos para justificar o restar importancia a la desigualdad. Antes, el intervencionismo del Estado era el impedimento para el progreso económico, el desarrollo industrial; ahora, con la recesión, lo importante es recuperar el crecimiento económico, sin preocuparse de cómo se distribuyen sus beneficios o si producen desigualdades.
En ambas situaciones, antes y ahora, las recetas son las mismas: prácticas políticas, económicas y sociales, afectadas por los planteamientos del libre mercado 69 , no interferencia del Estado, apertura de mercados globales, estabilidad monetaria y equilibrio presupuestario, liberalización y reformas estructurales y fomento del individualismo.
68 Es la vuelta a los valores clásicos del liberalismo económico (abandonado por las ideas de Keynes), de Hayek, Friedman, Popper, etc, pero más descarnados y que, a juicio de algunos intelectuales, "es una amenaza para la función de la política. Estamos amenazados por una concentración de poder y por la limitación del bien común" (Tzteran Todorov (Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales)
69 Donde vemos que la “mano invisible” de Adam Smith no manifiesta suficientemente la capacidad autoreguladora del mercado y, por el contrario, se hace demasiado visible sólo en un sentido
Sin embargo, como decía recientemente Paul Krugman, a propósito de
las recetas neoliberales aplicadas a la crisis de 2007: <
Resultan paradigmáticas algunas de las actuaciones en España con la excusa de la crisis económica. Por ejemplo, con la reforma de las pensiones, que afecta a los colectivos más vulnerables, confundiendo o mezclando problemas coyunturales75 y estructurales76. Así, se adoptan dos mecanismos77 cuyo objetivo es la reducción de la cuantía de las pensiones 78 y que, objetivamente, tiene un efecto que beneficia al negocio de las pensiones privadas. Con las dos medidas, injustas y de dudosa constitucionalidad, se prevé un ahorro hasta el año 2022 de 33.000 millones de euros; es decir, el sistema, pese a tener un Fondo de Reserva de casi el doble, no puede soportar ese sobrecoste, pero sí hemos podido pagar o pagaremos entre todos 38.000 m€ del rescate al sistema bancario.
A diferencia de otras épocas, se están produciendo cambios y transformaciones que introducen grandes incertidumbres e inseguridades para la mayoría79, sin que se desarrollen instrumentos que los mitiguen o eviten. La explicación se encuentra en el nuevo contexto que se abre tras la caída del muro de Berlín y unas nuevas élites de poder (financieras, empresariales, políticas) que superan a los Estados nación.
Con la caída del muro de Berlín, no sólo cayó el muro, cayó también el pacto del consenso socialdemócrata y socialcristiano fraguado como reacción a la amenaza que representaba el comunismo y que permitió construir el Estado de bienestar. Al mismo tiempo que desapareció el muro, desaparecen también las trabas al desarrollo de los mercados sin barreras; surgiendo el fenómeno del capital financiero globalizado80. Desaparece una alternativa ideológica y, por tanto, la necesidad de concesiones para conservar el orden político, social y económico.
Igualmente, y no deja de ser paradójico, el ultraliberalismo capitalista, defensor de un mercado mundial sin trabas ni regulaciones81 y defensor del Estado (aunque mínimo), es el que más está haciendo para la inestabilidad y crisis del propio sistema económico, al tiempo que desarrolla políticas de un Estado reducido a su mínima expresión y que está sometido a una globalización que marcan organismos supranacionales y, por tanto, que augura su desaparición o transformación en otra cosa.
75 Problema coyuntural, que tiene que ver con la caída de ingresos en el sistema (por la destrucción de empleo) y un mayor gasto derivado de las pensiones actuales y las nuevas (efecto sustitución). Que se corregiría con la creación de empleo que el Gobierno anuncia para este y siguientes años
76 El problema de la pirámide demográfica. Algo ya contemplado en la ley anterior 27/2011, cuyas medidas ya introducidas preveían en 35 años el gasto en pensiones en España llegaría en torno al 13% del PIB, niveles similares a la media europea actual o países como Alemania, Italia, Francia
77 Índice de revalorización de pensiones que sustituye al mecanismo que garantizaba su poder adquisitivo y Factor de sostenibilidad cuya fórmula da como resultado, también, bajar la cuantía de las nuevas pensiones solo por la afectación del alargamiento de la esperanza de vida, sin tener en cuenta otros parámetros (edad de jubilación, cotizaciones…)
78 Cuando el problema no es tanto de gasto como de ingresos fiscales (gasto social en relación con el PIB: España, 25,73%. Alemania, 30,65%9
79 Justamente lo contrario lo contrario que pretende y persigue conseguir la seguridad social desde su origen 80 Primacía y trashumancia del capital financiero en todos los mercados (que favorece un capitalismo especulativo) 81 No deja de ser curioso que, el capitalismo, cuanta más desregulación ha tenido, más crisis ha favorecido. De 1945 a 1970 se produjeron 5 episodios de crisis financieras. Entre 1970-2003, cuando más desregulación ha habido, se produjeron 117 episodios de crisis financieras en 93 países (fuente: Banco Mundial)
Las nuevas formas de producir y competir, la rentabilidad y productividad del capital financiero, lleva a los poderes fácticos de los mercados económicos y financieros a replantear posiciones y ganar terrenos tanto en el terreno ideológico como en el regulatorio.
En los años ochenta del siglo XX, el liberalismo, que parecía superado en los años sesenta, recupera su vieja posición dominante reinstalando su pensamiento ampliamente en la sociedad con Thatcher82 y Reagan. Tras los años de thatcherismo y reaganismo, los ciudadanos optan por alternativas que restauren la cohesión social, pero el pensamiento sigue instalado en los centros de poder económico. El progreso tecnológico, factor decisivo en el aumento de la productividad y la destrucción de puestos de trabajo, junto con el monetarismo y la búsqueda de la rentabilidad fácil del dinero (las burbujas), hace que esa línea de pensamiento busque la oportunidad del momento, pero mantenga el Estado y ciertos derechos y mecanismos de protección social.
Sin embargo, la crisis de 2007 ofrece la oportunidad de reintroducir nuevas cargas de profundidad ideológicas. Así, bajo políticas de teórico rigor y desapalancamiento de las cuentas públicas, lo que realmente se persigue es recuperar terrenos cedidos en ámbitos regulatorios, fiscales, laborales o conseguir transferencias del sector público al privado. Es una nueva ofensiva, con la excusa del ahorro frente al despilfarro 83 , que busca el desmantelamiento total del Estado de bienestar, la ‘jibarización’ del Estado y la ruptura de los mecanismos redistributivos 84 . Es el neoliberalismo amoldando la sociedad a la medida de sus intereses.
Es la nueva “era líquida”85. Una sociedad de cambio, en transformación constante, y de transitoriedad, en la que desaparecen las certezas. Es la primacía de la volatilidad frente a lo sólido conocido, es la cultura del individualismo en la que prima el “yo” para surfear por encima de la ola, en busca del éxito personal; es la cultura en la que todo se mide en términos de coste y beneficio monetario, de flexibilidad, desregulaciones y libertad de los mercados. Es también la era de la mediocridad política y de liderazgos. Una cultura de flexibilidad, de incertidumbre, que impide toda previsión de futuro a la gran mayoría, y esa incertidumbre se corresponde con el debilitamiento de los sistemas de seguridad que protegían al individuo, antes, de la “cuna a la tumba”. Hay también una licuación que afecta a las relaciones, las estructuras y el propio Estado.
82 A diferencia de la socialdemocracia, la nueva derecha ofreció soluciones, las suyas, a los problemas de entonces
83 Moderación salarial para fomentar vivir a crédito y el consiguiente endeudamiento, coherente con la racionalidad económica, con tasas de interés negativas, es presentado después como “despilfarro”
84 En lo que algunos han definido como la “rebelión de los ricos”
85 La metáfora de liquidez de Bauman, de un tiempo sin certezas
Hasta finales del siglo XIX la izquierda revolucionaria es antiestatalista, al ver al Estado como un instrumento de dominación del sistema capitalista, mientras que la burguesía ve en el Estado de derecho el mejor protector de sus intereses.
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX hay un cambio de posiciones: la izquierda se proclama defensora del Estado, al considerarlo el mejor instrumento para la redistribución de la riqueza, mientras que el capital se refugia en un liberalismo que busca el Estado mínimo que no ponga trabas.
Esa filosofía, del ultraliberalismo rampante que vivimos en el siglo XXI, donde las leyes las marca un mercado mundial sin trabas ni regulaciones y que vacía de competencias al Estado; una filosofía y una práctica que no hacen sino socavar los cimientos de éste y anunciar su desaparición. Es la filosofía de las privatizaciones, con el argumento de que todo lo puede llevar más eficazmente el mercado; es la filosofía de una política fiscal en la que se dice que los impuestos impiden el crecimiento, y por ende, es la filosofía de restricciones presupuestarias, para controlar el endeudamiento del Estado, que debilitan o desmontan los sistemas de protección social.
Es el capitalismo financiero de casino que, a diferencia de etapas anteriores, pierde su rostro humano y no ofrece respuestas a sus efectos indeseados. Un capitalismo que crea las crisis, como la actual, y, curiosamente, las soluciones que ofrece son socializar las pérdidas de las entidades financieras que son responsables; al tiempo que se aplican recortes y privatiza servicios públicos (con el argumento no demostrado de garantizar servicios más eficientes86) y hace ajustes teóricamente estructurales que recortan derechos, bajan salarios y generan desempleo y empleo precario. Una filosofía que hace que el Estado vaya perdiendo el papel que tenía y pierda competencias en un mundo globalizado con un mercado y capitales que traspasan las fronteras nacionales.
Se aplican políticas de austeridad que prestan mucha atención al equilibrio presupuestario y la flexibilidad laboral, pero muy poca atención a la eficiencia empresarial y financiera que no garantiza el crédito para invertir. Se busca la productividad sin invertir en educación y en i+D+I o devaluando el factor trabajo sin que ello repercuta en los precios sino en los beneficios. Se da la paradoja de que, en pura teoría capitalista, habiendo quebrado el mercado, la solución que se aplica es recortar el Estado y crear desigualdades.
86 El problema es de gestión no de titularidad. Un servicio público bien gestionado es más rentable que uno privado en la medida que no introduce márgenes de beneficio que no sean de carácter social y de eficiencia
En España, 12 millones de personas viven en el umbral de la pobreza y 3 millones en la pobreza severa; hay casi 6 millones de parados y la tasa de paro de los jóvenes alcanza el 56,5%; 1.800.000 hogares, tienen a todos sus miembros en el paro; con la crisis, los ricos son más ricos y los pobres más pobres: la desigualdad entre el 20% más rico y el 20% más pobre se ha incrementado un 27,8% desde 2008.
En definitiva, a propósito de la última crisis económica se están aplicando fórmulas que están abriendo un camino, de nuevo, de grandes desigualdades, paro y crecimiento de la pobreza; una situación que genera pocas expectativas de salir de ese ciclo vital, al estar, cada vez más, debilitadas las redes de seguridad del Estado de bienestar o del Estado social. Y la desigualdad creciente impedirá una recuperación sana y sostenida.
Una crisis económica que también ha traído la crisis política e institucional y la desafección ciudadana en muchos países. Es la incapacidad e impotencia de los poderes representativos de tener control sobre las fuerzas del mercado mundial y centros de poder múltiples y diversos (la poliarquía) que trascienden a los Estados nación y que generan fuertes desequilibrios sociales y, además, cuestionan la soberanía y las propias libertades. Y a ello se suma una decadencia de algunas instituciones en su funcionamiento y unos políticos y dirigentes en los que priman la mediocridad y no están a la altura de las circunstancias.
En pocos años, se ha pasado de la seguridad “desde la cuna a la tumba” a una sociedad en la que el capitalismo financiero pareciera que hubiera adoptado el eslogan de: “trabajadores del mundo, rendíos”. Es el marco de una globalización financiera y capitalista que orilla la cuestión social, en el que las personas son meros números del factor productivo, y donde el vaciamiento del Estado nación y su superación por centros de poder transnacionales cuestionan su propia pervivencia y, por tanto, la democracia representativa que se sustenta en el Estado nación de derecho.
Todas las crisis han traído desajustes sociales, desempleo, desigualdad y pobreza, corregidos por los Estados nacionales con medidas sociales, como forma de garantizar la supervivencia del sistema. Hoy, la globalización, que trasciende los Estados nacionales y su capacidad de actuar, junto con el desmedido afán de lucro, con una cultura o ideología que antepone el beneficio a las personas, y un Estado debilitado para cumplir con las funciones que en otro momentos ha tenido encomendadas, plantea serios interrogantes para su futuro y la democracia. Un “darwinismo económico” que, sin contrapesos, lleva a la destrucción de los modelos conocidos, estrecha el margen de adaptación para unos pocos y opera profundos cambios en la estructura de poder y en la cohesión social. 33
Cohesión e igualdad de oportunidades que, sin embargo, son los pilares que dan sentido a la acción colectiva y al “contrato social” que garantiza la convivencia.
La desigualdad, al contrario, lejos de ser la base del crecimiento provoca inestabilidad social y fracaso económico. Y sin igualdad no hay libertad, al igual que sin libertad no hay democracia.
Son muchos y de gran calado los retos a los que las sociedades actuales se enfrentan, el calentamiento global, el problema demográfico, la pobreza y las desigualdades o los fundamentalismos identitarios (ya sean estos económicos, religiosos, políticos…). Y las soluciones pasan por saber controlar o humanizar las fuerzas del mercado mundial y la multiplicidad de centros de poder que generan fuertes desequilibrios sociales y que, además, cuestionan la soberanía y las propias libertades. Para ello, se requiere mucho músculo social y una cultura en la que las personas sean el centro de atención y prime el “bien común”.
Por ejemplo, es indudable que sólo una Europa fuerte tendrá masa crítica para afrontar con éxito los retos geoestratégicos, políticos y económicos en el acomodo entre potencias económicas mundiales por los mercados, y, por tanto, cobra sentido una verdadera Unión Europea. Sin embargo, las respuestas económicas dadas a los problemas recientes87, vistas como decisiones que no responden a la mayoría que las sufre, así como una cultura en la que prima los egoísmos, la política de vuelo corto, los nacionalismos y la creación de problemas artificiales para mantener el estatus88, no van, precisamente, por el buen camino. No están sirviendo para ganar credibilidad democrática, al contrario está favoreciendo ciertos populismos peligrosos, ni están sirviendo para contrarrestar los efectos indeseados de una globalización financiera dirigida por élites de poder que trascienden a los Estados nación.
No es muy alentador el panorama complejo de cambio social que vivimos y que traslada dudas razonables sobre si es posible mantener a la vez globalización (inevitable), el Estado nación y la democracia. Dudas ante la ausencia de respuestas cuando se ahonda la brecha de las desigualdades y se resiente el marco de convivencia que nos hemos dotado para resolver los conflictos, la democracia. ¿La transformación social a la que estamos abocados implicará la aceptación de la desigualdad y la desaparición del Estado nación y su organización democrática? ¿Habrá una ruptura del pacto de convivencia desestabilizadora o surgirá un nuevo contrato social?89
87 Una concepción de la economía y políticas macroeconómicas y monetarias ortodoxas que no han aportado ni estabilidad, ni crecimiento permanente, ni una mejor distribución de la riqueza, generando un fuerte desgaste social y desesperanza en países y personas
88 En nuestro país, por ejemplo, la espiral secesionista para tapar vergüenzas y problemas propios y mantenerse en el poder
89 ¿Acabará chocando la desigualdad del capitalismo financiero con la lógica de la igualdad de la democracia?
Bibliografía
Gerhard A. Riter: El estado social, su origen y desarrollo en una comparación internacional. Ministerio de Trabajo y Seguridad social, 1991, Madrid
Ignacio Sotelo: El Estado social. Antecedentes, origen, desarrollo y declive. Editorial Trotta, 2010, Madrid
Karel Williams y Jhon Williams: Antología de Beveridge. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1990
Manuel Alonso Olea: Introducción al Derecho del Trabajo. Civitas, varias ediciones. Madrid
Manuel Alonso Olea: Instituciones de Seguridad Social. Civitas, diversas ediciones, Madrid
M.W. Flinn: Orígenes de la Revolución Industrial. Instituto de Estudios Políticos. 1970. Madrid. Oficina Internacional del Trabajo: La seguridad social. Ginebra, 1970
Ferreras Alonso, Fidel: diferentes artículos sobre protección social, el sistema de pensiones y la Seguridad social
No hay comentarios:
Publicar un comentario