El Blog SALMÓN
Al hablar de política fiscal nos referimos a la actuación intencionada del sector público (es decir, el Estado, las Comunidades Autónomas, los ayuntamientos y la Seguridad Social), mediante la recaudación de fondos y la aplicación de gastos públicos, para alcanzar unos objetivos:
- Acelerar el crecimiento económico.
- Plena ocupación de todos los recursos productivos de la sociedad, tanto humanos, como materiales y capitales.
- Plena estabilidad de los precios, entendida como los índices generales de precios para que no sufran elevaciones o disminuciones importantes.
Debido a que la política exterior y la monetaria están controladas plenamente por la Unión Europea, la política fiscal se ha convertido en el instrumento más importante de los países miembros para intervenir en sus propias economías. No en vano, el diseño de la política fiscal guarda una relación muy estrecha con la actividad económica de un país, de ahí su importancia.
No obstante, además, al aplicar una política fiscal hay que tener en cuenta otros factores, como por ejemplo, la reacción de la población ante esas decisiones o qué medidas contra el fraude se aplicarán. Hoy en día, aunque el continuo proceso de descentralización estatal dificulta la aplicación de una política fiscal, la implicación de las Comunidades Autónomas y de los Ayuntamientos permite una mejor adaptación de las necesidades de los ciudadanos.
Los instrumentos de los que disponen los Gobiernos para tratar de lograr sus objetivos económicos se denominan instrumentos fiscales y pueden ser de dos tipos: políticas fiscales discrecionales y estabilizadores automáticos. Los analizamos a continuación:
Las políticas fiscales discrecionales
Cuando el Estado tiene intención de influir sobre los ingresos o los gastos públicos, aplica políticas fiscales discrecionales. Se trata, por tanto, de políticas no regladas que tienen como objetivo mantener un determinado ritmo de la actividad económica, sobre todo el época de crisis, que es cuando disminuye la producción de bienes y servicios. En definitiva, de lo que hablamos es de influir directamente sobre la actividad económica de un país, para intentar relanzarla. Esto puede lograrse por varias vías. Por ejemplo:
Mediante una modificación de los tipos impositivos. Las subidas o bajadas de impuestos son comunes cuando se producen cambios de ciclo económico: en épocas de recesión se suelen aumentar impuestos con el objetivo de aumentar la recaudación pública, mientras que en etapas expansivas del ciclo económico suelen reducirse. La repercusión sobre la demanda agregada de una modificación de tipos es importante y, por lo tanto, también sobre los niveles de producción y empleo.
Programas de obra pública. La finalidad de aumentar la obra pública es doble. De un lado, se pretende aumentar los niveles de producción y de empleo. Del otro, se consigue dotar al país de más infraestructura. El problema de estos programas es que suele ser pan para hoy y hambre para mañana, además de un gasto enorme. ¿Recuerdan el Plan E?
Planes de empleo y formación. Las distintas Administraciones Públicas ejecutan planes, tipo proyectos de formación ocupacional y escuelas-taller, que persiguen formar a los trabajadores para lograr una rápida inserción de los mismos en el mercado laboral. Sin embargo, el éxito de estos programas está más que cuestionado.
Programas de transferencias. Las principales transferencias son el subsidio por desempleo y las pensiones de jubilación. El objetivo redistributivo de estos programas es proteger a los colectivos más desfavorecidos.
El problema de las políticas fiscales discrecionales es que sus efectos tardan en hacerse latentes. Además, en muchos casos, cuando estos se manifiestan, es difícil tener claro hasta qué punto son consecuencia de una política fiscal concreta o de la propia evolución de la economía. Por este motivo, los gobiernos utilizan también los denominados estabilizadores automáticos.
Los estabilizadores automáticos
Los estabilizadores automáticos tienen la función, como su propio nombre indica, de estabilizar la economía. Con el uso de los mismos, las transiciones entres las fases de expansión y recesión son más breves y no se notan tanto. Para que nos entendamos, si la economía fuese un ascensor, los estabilizadores automáticos harían de freno en su etapa de descenso y actuarían como un lastre durante el ascenso.
Los principales estabilizadores automáticos son cuatro:
Impuestos proporcionales. Son aquellos que no varían según varia el nivel de renta. Por ejemplo, el IVA. Sea cual sea nuestro nivel de renta, el porcentaje de IVA que pagamos es el mismo.
Impuestos progresivos. En este caso los tipos impositivos aumentan o disminuyen según el nivel de renta: a más renta, mayor tipo; y al revés. Por ejemplo, el IRPF.
Cotizaciones sociales. Son las aportaciones que empresa y trabajador hacen a la Seguridad Social. Como contrapartida, la Seguridad Social brinda protección social.
Subsidios por desempleo. Nos referimos a las ayudas económicas concedidas por el Estado a personas que se han quedado sin empleo con el objetivo de cubrir sus necesidades sociales y económicas.
En teoría, los impuestos se adaptan al ciclo económico de cada país, de forma que durante las épocas expansivas, aumenta la recaudación de impuestos como consecuencia del incremento de la producción. Lógicamente, en época de recesión ocurre el fenómeno contrario, lo cual se intenta compensar con subidas impositivas. Sin embargo, el efecto suele ser el contrario: al disminuir la riqueza de la población, una subida de impuestos suele traducirse en un retroceso del consumo y, con ello, una mayor caída de la actividad económica.
Tipos de política fiscal
Existen dos tipos de política fiscal: expansiva y restrictiva. Cuando se reducen los impuestos o se aumenta el gasto público con el objetivo de estimular la demanda agregada de bienes y servicios, estamos ante una política expansiva. Sin embargo, cuando aumentamos impuestos o reductos el gasto público para lograr los objetivos contrarios, se dice que la política fiscal es restrictiva.
Política fiscal expansiva: al aumentar el gasto público o bajar impuestos, aumenta la renta disponible de los consumidores, así como también la de las empresas. Esto da lugar a un aumento del consumo y de la inversión que se traduce en un incremento de la demanda total o agregada de bienes y servicios, lo cual a su vez repercute en un crecimiento positivo de la producción, del empleo y de los precios.
Política fiscal restrictiva: si lo que hacemos es aumentar impuestos o reducir el gasto público, el efecto inmediato es una caída de la renta disponible de consumidores y empresas que se traduce en un descenso del consumo y de la inversión. Como consecuencia, la demanda agregada disminuye y, con ella, la producción, el empleo y los precios.
¿Te suena el tipo de política fiscal ejecutada durante los últimos años en España? ¿Ves lógicos sus efectos?
transcrito del Blog Salmón
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