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martes, 9 de noviembre de 2021

Proyección en el s. xxi de la hermenéutica del ser del hombre, del ser y del lenguaje

Proyección en el s. xxi de la hermenéutica del ser del hombre, del ser y del lenguaje 

Wálter Navia Romero 

En la filosofía sólo hay caminos; en las ciencias, al contrario, 

sólo métodos, es decir, maneras de proceder. 

Heidegger

 

En filosofía, el orden de los factores altera el producto. En este sentido, la alteración del orden de los temas (hombre-ser-lenguaje), diferente al que encierra la obra de Heidegger (olvido de la pregunta por el ser, ontología del hombre, el único ente que se interroga por el ser, lenguaje como la casa del ser) implica una postura teórica propia. Esto no significa que no camine por los senderos abiertos por Heidegger, quien, a mi criterio, cambió la ruta de la filosofía; lo que planteo es seguir una de las sendas abiertas por este filósofo, para él menos importante. En lugar de iniciar con la pregunta fundamental de la filosofía desde los presocráticos, es decir, la pregunta por el ser, enfoco el problema centrándolo en el hombre, sin caer, desde luego, en una antropología. La pregunta inicial es la siguiente: ¿Cuál es la contribución fundamental que puede hacer la filosofía hermenéutica a la problemática del presente siglo y, tal vez, del milenio, en una época del imperio de la ciencia y la tecnología? Esta interrogante contiene: 1) La hermenéutica; 2) Su contribución a la problemática del siglo presente. 

Hermenéutica significa en griego interpretación y surge como un método de comprensión de textos. Según el objeto de estudio, surgió como hermenéutica religiosa, si tenía por objeto la interpretación de los textos sagrados; jurídica si se discriminaba la aplicación de los principios jurídicos a los casos particulares; filológica, aplicada a textos literarios. En todos estos casos, la hermenéutica es un método de interpretación de textos que por su ambigüedad debían ser examinados e interpretados. La hermenéutica, pues, se redujo a un método de conocimiento. Uno de sus principios es el de interpretar los textos como una totalidad, cuyas partes se comprenden en relación al todo y viceversa, tal como lo ejerce el estructuralismo contemporáneo. 

Quien introdujo el término hermenéutica en la consideración filosófica fue Aristóteles, en su Peri hermeneias, Sobre la interpretación. No la aplica al conocimiento de textos, sino a la búsqueda de los juicios verdaderos. Continúa en la vía de la búsqueda del conocimiento, caminando por la brecha abierta por su maestro 

Platón. Para el primero, el método de acceder al conocimiento verdadero es la lógica, para el último es la paideia, la formación del filósofo quien luego tendrá el destino de gobernar la república1 . Platón la explica magistralmente en el “Mito de la caverna”2 . La paideia, según este filósofo, es un transcurso que parte de la ignorancia absoluta de los hombres que sólo ven sombras al fondo de la caverna, pues están encadenados en sus asientos. Uno de ellos es liberado y se inicia el proceso de su paideia, de su formación, caminando por un sendero escabroso y ascendente para descubrir, primero, que las sombras son proyecciones de simples imágenes de las cosas, algo alethesteron, algo más verdadero, y, luego, al salir de la caverna, para contemplar la verdad del ente, lo alethesteron, lo más verdadero, que no es otra cosa que las ideas de los entes. La formación consiste en encontrar el camino, el método adecuado, orthortees, para la contemplación ajustada de las ideas que luego han de ser expresadas con un lenguaje enunciativo preciso. La idea suprema es la idea de bien, la cual ilumina y da constancia a todas las ideas de los entes, en otras palabras, la que confiere la universalidad y permanencia del conocimiento verdadero. En este ámbito conceptual, no cabe la hermenéutica que se ocupa de lo ambigüo. 

A las ideas las colocó Platón en un lugar ideal, el topos ouranos. Pero su discípulo Aristóteles las bajó a la esencia de los xoristos, de las cosas reales, cuyo conocimiento requería la aplicación de la lógica que él invento. Esta disciplina fue un análisis racional riguroso de los juicios aseverativos y de sus relaciones. Aristóteles fue también el que definió al hombre como zwon logon exon, animal que tiene lenguaje, proposición que fue traducida equivocadamente, durante veinte siglos, como animal racional. 

La postulación de un conocimiento racional fue la base del conocimiento científico. Pero durante diez siglos este conocimiento dependió de la lógica aristotélica, hasta que Galileo la superó fundando el método científico y leyendo el libro de la naturaleza con el lenguaje matemático. Los fundamentos filosóficos del conocimiento científico fueron formulados por Descartes3 , piedra angular de la filosofía moderna. El hombre cognoscente antes de este filósofo todavía era un ser humano que estaba en el mundo. Pero Descartes, al postular un método para obtener un conocimiento evidente por sí mismo, despoja al ser humano, por una parte, de todos los atributos que le permiten tener experiencia de mundo (sensaciones, percepciones, memoria) transformándolo en un sujeto cognoscente puro, el ego cogito, y, por otra, convierte al mundo en un objeto de conocimiento también puro. En otras palabras, deshumaniza y desmundaniza al hombre real. 

A partir de Descartes, la filosofía se orienta al conocimiento de la verdad del ente, con olvido de la cuestión inicial de los filósofos presocráticos, el problema del ser, como denuncia Heidegger en Ser y tiempo (19270). No es posible en este trabajo hacer un seguimiento de la frondosa historia de la filosofía, pero cabe mencionar a dos importantes representantes de esta tendencia, Kant y Husserl. 

Kant publica en 1781 La crítica de la razón pura, obra fundamental de su pensamiento que fue considerada como “una revolución copernicana” de la historia de la filosofía. Para ello, en su “filosofía trascendental”, somete a la razón a una crítica sobre sus límites de conocimiento. Se pregunta: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las matemáticas y en la física? Sobre los juicios sintéticos a posteriori, es decir, los que se refieren a hechos empíricos, no hay duda. En cambio, sobre los que constituyen las ciencias propiamente dichas, matemáticas y física, es necesario plantear su fundamento. El fundamento del conocimiento de los fenómenos, que son los únicos que se pueden conocer, es la noción de sujeto trascendental o conciencia trascendental, pues él es quien impone las condiciones del conocimiento. Por lo visto, más que una revolución filosófica, es una proyección de la filosofía cartesiana del sujeto-objeto, aunque en un nivel crítico más sistemático. 

El último Husserl es más explícito. En Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía, retoma el método de la duda metódica de Descartes bajo la forma de epojé, puesta entre paréntesis. Mediante este proceso, se eliminan todas las suposiciones del mundo exterior a fin de constituir un sujeto puro capaz de intuir las esencias puras que él denomina noema. No puedo ahora ni siquiera esbozar el complejo pensamiento de este filósofo. Sólo me interesa mostrar que él está también en el camino del conocimiento científico y verdadero. Hay que anotar, sin embargo, que el método fenomenológico que él desarrolló, así como sus investigaciones sobre intencionalidad y sobre el lenguaje, tuvieron gran repercusión entre sus discípulos, uno de los cuales fue Martin Heidegger.

 La filosofía del sujeto-objeto, orientada al conocimiento y al dominio de la realidad natural, propició un extraordinario desarrollo de los conocimientos científicos y fundamentó un desarrollo increíble de su manipulación mediante recursos tecnológicos cada vez más sofisticados. La visión que actualmente tenemos del micro y macro cosmos biológico es pasmosa; la capacidad para sondear en los recovecos de la psique humana y para planificar y modelar la realidad social de los hombres es impresionante. En este momento, billones de personas pueden tener simultáneamente una experiencia compartida, como por ejemplo el gol que define el campeonato mundial de fútbol. Se creyó, con optimismo, en el siglo de las luces, que por fin se había encontrado la fórmula para creer el progreso ilimitado de la especie humana. ¿Quién podía dudar de los beneficios de la ciencia y la tecnología? Sólo los insensatos. 

Pero la realidad del mundo actual nos condujo a mirar también las consecuencias negativas del adelanto científico-tecnológico. Unos pocos datos que todos conocemos: la capacidad de destrucción de los medios tecnológicos actuales crece día a día. En la última guerra mundial, mataron a ochenta millones de personas; en Hiroshima y Nagasaky pudieron eliminar en fracciones de segundos cientos de miles de civiles. La planificación económica rigurosamente racional de las transnacionales está destruyendo el planeta e incrementando la transferencia de riqueza del tercer al primer mundo en proporciones nunca imaginadas, sin guerra ni derramamiento de sangre. Cuando es necesario, se inventa los motivos para declararla por el sólo delito de tener pretróleo, apoderarse de sus riquezas, destruirlo en tres días y.....

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1 Cfr. heidegger, Martin, La doctrine du Platon sur la verité. En: heidegger, Questions ii, Paris, Gallimard, 1942/68. 

2 Platón, La República, libro vii. 

3 descartes, Meditaciones Cartesianas, Ediciones Paulinas, Madrid, 1979, Trad. de Mario A. Presas.


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