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lunes, 16 de octubre de 2017

¿Cuál sería –entonces– el problema que quedaría suelto y debería solucionar la “ciencia económica?

     Si la ingeniería económica opera directa y eficazmente para solucionar los problemas económicos, usando la “innovación”, desde el clásico método de la ingeniería 
¿Cuál sería, entonces, el problema que quedaría suelto y debería solucionar la “ciencia económica?

¿Cuál sería el problema pendiente?

Quedan muchas cosas pendientes y que hasta ahora siguen siendo muy oscuras y contradictorias en la Ciencia Económica tradicional. 

Para tal fin, se de debe avanzar con el consenso de los fundamentos, axiomas y principios de aceptación universal hasta convertir la economía en una ciencia (reconocida por todos). A la fecha cada economista tiene sus propias  definiciones de economía, postulados, principios y todos se preguntan ¿Cuál es la de la verdadera ciencia económica?
Es por eso que, la economía es criticada: no sólo por fracasar en sus pronósticos y por formular políticas económicas erróneas. 
Veamos un  ejemplo

Si el conocimiento económico es acumulativo, por qué hay discrepancias entre los autores y premios Nobeles. Y..., por qué los docente siguen tomando partido.  

Veamos el siguiente caso (de desfase en el tiempo) y que los docentes no debaten en sus aulas, para que los estudiantes no crean ciegamente lo que la literatura económica difunde.

Keynes y el Premio Nobel de 1970, Samuelson (opuestos totalmente, uno del otro) que confunde a los lectores:

     Keynes consideró que el problema económico de las sociedades ha sido la pobreza. Plantea que el mundo occidental tiene los recursos suficientes para resolverlo. Se empeñó en convencer a los políticos y economistas de que la economía había cambiado, de manera que los supuestos tradicionales ya no se daban y había que inventar una teoría económica, que fue en su caso la Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero, que no fue más que una adaptación a la realidad de su tiempo.

   El Premio Nobel de 1970, Samuelson, por su ladodefine la economía como la ciencia que nos permite comprender como distribuir los recursos escasos. La realidad actual es que gracias a la tecnología (de la innovación de Schumpeter) hay que aprender a distribuir los recursos abundantes, por eso hay pobreza y necesidad a la vez que contratos multimillonarios. Ya no puede hacerse el reparto por el empleo, sino por la renta básica.

    Quedaría  pendiente, entonces, el desarrollo de teorías, técnicas, herramientas y modelos para realizar «análisis económicos» precisamente para no caer en errores como las declaraciones de algunos Premios Nobeles de economía.  Ej.: El Premio Nobel de economía 2001, Joseph Stiglitz, que declara en 2008 que la crisis económica origina un incremento del desempleo en 6,1%  y que irá aumentando. Analizando la economía se puede observar que el desempleo se equilibra con el progreso tecnológico y  es, sin embargo, el aumento del desempleo lo que da lugar a la crisis, pero no se puede crear más empleo, más bien, cada vez será menos  y hay que afrontar esta nueva situación. La realidad económica ha variado. Una de las soluciones que da este economista es renegociar las hipotecas, pero sería un  error dar ayudas parciales, ya que los que no hayan comprado y hayan alquilado una vivienda quedaría fuera y esto hundiría más el Sistema. La implantación de una Renta Básica se ajusta mejor a la crisis de modelo, permite ajustar el desempleo estructural y ayuda a las familias a afrontar alquileres e hipotecas de igual forma, en proporciones de necesidad y no de negocios. ¿Por qué los bancos centrales van en ayuda de los bancos comerciales y grandes empresas y no de las familias endeudadas y ciudadanos que lo necesitan?                    

Asimismo, se debe replantear la revisión de supuestos tradicionales, como la restricción del concepto de capital (a capital físico y a la consideración del trabajo como un factor homogéneo, como detallaremos líneas abajo); de lo que hoy se debe llamar recursos económicos.

   La economía requiere ir avanzando hacia la ciencia. 
No debe continuar operando basado en supuestos que solo contribuyen a creer que ésta disciplina nunca será una ciencia. 
Ya hemos perdido mucho tiempo con los modelos teóricos (para descubrir la realidad). Despertemos, no sigamos soñando como los alquimistas.  Es importante hacer investigación, pero abandonando la arrogancia, para responder a los epistemólogos que consideran (la economía)  una pseudociencia.

  La ingeniería no puede resolver los problemas conceptuales (fundamentales) de la (llamada) ciencia económica. Porque la ingeniería no es una ciencia, ni los ingenieros son (o presumen de ser) científicos, precisamente porque sólo conocen a la ciencia como su herramienta fundamental. Los economistas investigadores(autollamados científicos) deben resolver los problemas ontológicos, epistemológicos y axiológicos; para que la economía deje de ser criticada como una pseudociencia.       
También queda pendiente la connotación moral de la economía; es decir, pasar de la ética económica a la economía ética


«El juego debe continuar: este es el mandato de la Naturaleza. 
Pero es al hombre a quien le toca determinar las reglas fundamentales y delinear los equipos. 
La determinación de las reglas atañe principalmente al especialista en ética. 
La delincación de los equipos. . . bueno, para esta tarea se necesitan muchas disciplinas». Garrett Hardin [1959, pág. 318]. 

La connotación moral de la economía[1]; es decir: pasar de la ética económica a la economía ética;  problema pendiente desde que Adam Smith abordó la moral a partir de los sentimientos de aprobación mutua y la figura del “espectador imparcial: el proceso de mercado moral, precios morales, y precio de equilibrio dado por las normas[2] de justicia.

En los círculos económicos se considera casi indecoroso preguntar:

« ¿Cuál es la relación entre moral y economía? o ¿qué es la connotación moral de la economía?», y se acepta con demasiada frecuencia la opinión de los teóricos, sea ella cual fuere, acerca de este punto. La pregunta: « ¿Qué significa pasar de la ética económica a la economía ética?» encuentra, por ende, esta respuesta: «eso es propio de la axiología, no de la economía».

Es posible que esta respuesta parezca excesivamente simple. Si ello ocurre, es porque lo es. Veamos: Entre 1999 y 2002 saltaron a la prensa internacional los escándalos en U.S.A. provocados tras la quiebra de grandes internacionales que ocultaron cifras y manipularon sus balances, así como la gran crisis financiera y bancaria en América Latina asentada en mucho sobre la práctica de otorgar créditos vinculados, estos es créditos ventajosos a empresas pertenecientes a los mismos dueños y administradores de bancos –incluso a empresas fantasmas creadas para tal efecto-. Estos acontecimientos avalarían la opinión de la imposibilidad de una conciliación  entre ética y economía.
Por un lado, hay un reflorecimiento de la ética (que nos remonta a Adam Smith). A nivel de las investigaciones genéticas se plantean a la bioética problemas sobre el valor moral de la vida y la correspondiente actitud que frente a ella debemos tener.
Por otro lado, en el orden público se exige de los gobernantes mayor moralidad en sus acciones, y los políticos ofrecen ética y moral a través de una lucha contra la corrupción como parte de sus campañas electorales y planes de gobierno. Las empresas atraviesan también un periodo de exigencias y propuestas éticas, se habla de “ética

De hecho, la afirmación de que la Ciencia Económica tiene su punto de arranque en la obra de Smith y la caracterización de éste como una ruptura con la filosofía moral es uno de los tópicos más generalizados en la historiografía oficial del pensamiento económico.
No obstante, los característicos binomios positivo-normativo, eficiencia-equidad, que surgen en el proceso de divorcio entre la Economía y la Ética, carecen de sentido en la obra de Smith (Young, 1997, pp. 5-11). El funcionamiento de la economía sólo es posible dentro de un marco motivacional, cultural e institucional más amplio, es decir, la economía es un subsistema del sistema cultural. De ahí que, frente al intento de separar la filosofía moral o la ética de la Economía, se impone la necesidad de un estudio científico que contemple el análisis económico de la moral y el análisis moral de la economía. El punto de referencia para desarrollar el mencionado estudio lo puede constituir el denominado «problema de Smith», esto es, la aparente contradicción entre sus dos obras centrales: La Riqueza de las Naciones 2 y La Teoría de los Sentimientos Morales 3, contradicción que ha alimentado un debate recurrente tanto en el ámbito de la Economía como en la historia del pensamiento económico (Sen, 1986, p. 32).

Pero, en la economía, se sigue creyendo que los precios morales[3] se determinan de modo marginal y pueden alterarse a causa de las interferencias por parte del gobierno (aumentando el grado de conflicto en las relaciones sociales). Adam Smith, se centró en la retórica de la ética; pero, para Smith la ética se relaciona más con la formación del carácter[4] que con el establecimiento de reglas y preceptos. Se concluye, sobre esa base, que Smith debe ser considerado junto a Hutcheson y Hume como uno de los fundadores en el siglo XVIII de la ética de la virtud contemporánea, y que, al igual que los cultores de esta última, le debe mucho a Aristóteles y, de hecho, bien puede servir de interlocutor en los actuales debates neo-aristotélicos. Aunque la insatisfacción por los fundamentos económicos y el marco conceptual de la economía no es nueva, poco se ha hecho para explicar el problema, y menos aún para remediarlo.

Hasta ahora parece imposible: –“Ética y economía dos realidades distantes una de otra y hasta contradictorias.

Para que esto sí sea una realidad (aunque esto también parezca un sueño) se requiere que los teóricos de la economía dejen de soñar como alquimistas (con sus modelos, para demostrar que la economía es ciencia); o, por lo menos se preocupen –de convertir el sueño de Adam Smith (padre de la economía[5]) en realidad de la vida económica, de modo qué –este no siga siendo un mito más de la economía, como la racionalidad de los agentes económicos (homo economicus).  
La Economía neoclásica tiende a prescindir del hecho de que las interacciones económicas precisan de algún modo de comprensión entre individuos o de una prosocialidad elemental[6]. En particular, el denominado paradigma de homo economicus no ha prestado demasiada atención a la capacidad empática del hombre y a la existencia de vínculos de simpatía, aunque constantemente reconoce que los participantes en el mercado pertenecen a grupos que comparten ideas, sentimientos, valoraciones, etc. La denominada revolución marginalista y la consiguiente generalización del paradigma fisicalista en Economía, supuso a la postre una tendencia a forzar su escisión de las restantes ciencias sociales. Tanto es así que cualquier interpretación en clave mainstream consideraría fuera de lugar una proposición que afirmase que la Economía es una ciencia moral.
En el origen de la controversia está la creencia de que la RN[7] ofrece una perspectiva incompleta en la que el ser humano parece guiarse exclusivamente por el interés propio, mientras que en la TSM proporciona una visión notablemente más compleja de la estructura motivacional del comportamiento humano, en la que valores como la justicia, la generosidad o el espíritu cívico desempeñan un papel esencial. En realidad, la obra smithiana en su conjunto proporciona una visión equilibrada de la relación entre Ética y Economía, que a la postre resulta de interés para una reconsideración de la articulación entre ambas dimensiones del actuar humano. La TSM y la RN se plantean como un intento de dar una respuesta sistemática a dos de los grandes problemas intelectuales de la ilustración inglesa. Por un lado, el debate altruismo-egoísmo existente entre los filósofos y teólogos del momento y, por otro, la preocupación de empresarios y administradores públicos por el incipiente crecimiento económico a escala nacional (Danner, 1976, p. 307). Ambas obras estarían escritas desde dos puntos de vista considerados por Smith complementarios. La TSM[8] se centra en los aspectos psicológicos de la vida social y, por tanto, en sentimientos, pensamientos y tendencias naturales de socialidad. La RN, por su parte, aborda los aspectos económicos de la vida social, donde lógicamente las dimensiones psicológica o moral están aparentemente ausentes (Brown, 1994, p. 26). En esta línea, resulta pertinente un replanteamiento del «problema de Smith» que nos acerque al auténtico significado de la obra de este autor y que sirva de base para abordar la tensión existente entre el orden moral siempre tendente hacia la benevolencia y la «aparente» amoralidad de los mercados.
El problema de A. Smith: Como punto de partida para abordar el problema de Smith cabe mencionar que este autor, como antes lo había hecho Hume, recupera una tradición de estudio que busca un primer principio de la moral de la que participan pensadores de muy diverso signo, desde Spinoza a Mandeville. Cronológicamente, la primera de las obras de Smith (TSM)[9], presta su máxima atención a la formación de los juicios morales de nuestras acciones y de las acciones de otros, siendo las nociones de prudencia y simpatía el núcleo de la argumentación. Por su parte, en la RN se preocupa por el estudio de los factores conducentes al desarrollo económico y apunta al interés particular como motor del mismo. Así, en el comienzo de la (TSM) puede leerse
«Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que la felicidad de estos resulte necesaria, aunque no derive de ella más que el placer de contemplarla» (TSM, I,1).
En tanto que en el fragmento más citado de la RN se afirma:
«No de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero de quien esperamos nuestra cena (...) sino de su interés particular...» (RN, I, 2). De una lectura descontextualizada de los fragmentos más citados de ambas obras parece desprenderse la existencia de una contradicción básica entre su obra inicial de carácter ético y su posterior obra económica. Ahora bien, lo sorprendente es que esa contradicción no fue objeto de debate en la época en la que Smith desarrolla su labor educativa, sino que aparece un siglo más tarde. La primera alusión histórica al «problema» surge entre pensadores alemanes de orientación socialista fuertemente críticos con el librecambismo dominante. Estos autores, entre los que destaca Skarzynski, afirman que en la obra de Smith existe una doble interpretación de la naturaleza humana que resulta contradictoria (Peters-Fransen, 2001). La benevolencia o el altruismo[10]  defendidas en la TSM serían incompatibles con la defensa del egoísmo como fundamento del sistema económico que se hace en la RN. Oncken[11], Brentano y Knies, atribuyeron esta contradicción al giro (umschwungstheorie) que habría supuesto para Smith el contacto con el pensamiento liberal francés de los filósofos materialistas (Helvetius, Holbach...) y las ideas de los fisiócratas que tendrían su refrendo en la RN, frente a la influencia que Hume y Hutcheson habían tenido en su obra moral (Nieli, 1986; Teichgraeber, 1986).

Sin embargo, tenemos que reconocer que bajo las condiciones reales del mercado y del mundo en que nos movemos parece imposible ser ético si se quiere sobrevivir en medio de la competencia generalizada en todo ámbito de la vida social y mucho menos si se quiere ser exitoso en el mercado; sin embargo, para la ingeniaría económica si es posible gracias a la economía de la información, donde “el saber” es el recurso económico fundamental: –ahora estamos viviendo, por lo menos en la industria de las TICs, cada vez que se logra innovar insumos obtenemos más ventajas para el consumidor y a menores precios de modo que se puede ver que las tendencias –con la destrucción creativa– muchas cosas pueden ser posible. En la relación entre la economía y la moral: Aun cuando la economía y la disciplina moral[12], cada cual en su ámbito, tienen principios propios, a pesar de ello es erróneo que el orden económico y el moral estén tan distanciados y ajenos entre sí, que bajo ningún aspecto dependa aquél de éste. Las leyes llamadas económicas, fundadas sobre la naturaleza de las cosas y en la índole del cuerpo y del alma humanos, establecen, desde luego, con toda certeza qué fines no y cuáles sí, y con qué medios, puede alcanzar la actividad humana dentro del orden económico; pero la razón también, apoyándose igualmente en la naturaleza de las cosas y del hombre, individual y socialmente considerado, demuestra claramente que a ese orden económico en su totalidad sigue siendo un mito.

En los círculos económicos se considera casi indecoroso preguntar
« ¿Cuál es la relación entre moral y economía? o ¿qué es la connotación moral de la economía?», y se acepta con demasiada frecuencia la opinión de los teóricos, sea ella cual fuere, acerca de este punto. La pregunta: « ¿Qué significa pasar de la ética económica a la economía ética?» encuentra, por ende, esta respuesta: «eso es propio de la axiología, no de la economía».

Es posible que esta respuesta parezca excesivamente simple. Si ello ocurre, es porque lo es. Veamos: Entre 1999 y 2002 saltaron a la prensa internacional los escándalos en U.S.A. provocados tras la quiebra de grandes internacionales que ocultaron cifras y manipularon sus balances, así como la gran crisis financiera y bancaria en América Latina asentada en mucho sobre la práctica de otorgar créditos vinculados, estos es créditos ventajosos a empresas pertenecientes a los mismos dueños y administradores de bancos –incluso a empresas fantasmas creadas para tal efecto-. Estos acontecimientos avalarían la opinión de la imposibilidad de una conciliación  entre ética y economía.
Por un lado, hay un reflorecimiento de la ética (que nos remonta a Adam Smith). A nivel de las investigaciones genéticas se plantean a la bioética problemas sobre el valor moral de la vida y la correspondiente actitud que frente a ella debemos tener.

Por otro lado, en el orden público se exige de los gobernantes mayor moralidad en sus acciones, y los políticos ofrecen ética y moral a través de una lucha contra la corrupción como parte de sus campañas electorales y planes de gobierno. Las empresas atraviesan también un periodo de exigencias y propuestas éticas, se habla de “ética

    Cuando se da un debate entre dos posiciones opuestas se suele llegar, a veces con excesiva prisa, a tomar partido por una de las posturas, o bien, a tratar de conciliarlas a partir de un supuesto acuerdo implícito entre ambas. Nos oponemos  a esa disyuntiva, no porque consideremos incorrecto tomar partido o llegar a un acuerdo, sino porque nos parece más fructífero para el pensamiento mantener el debate abierto y pensar esa apertura. En el caso específico del debate entre economía e ingeniería económica, tema de este trabajo, ¿qué es lo que cada uno está negando en el otro y por qué? y aun, ¿por qué hay posiciones opuestas en economía? Puede ser que al tratar de responder a estas preguntas ahondemos en cuestiones tales como personalidad y motivación de quien filosofa, y en la naturaleza de la filosofía misma, además de los temas específicos tratados en el debate



[1] La economía moral es una noción utilizada por las ciencias sociales acuñada originalmente por el historiador E.P. Thompson (como economía moral de la multitud, 1979) para explicar el comportamiento popular en los motines de subsistencias del siglo XVIII. Su uso se ha generalizado para describir o explicar los comportamientos económicos que se definen a partir de valores morales o normas culturales, en general distintos a los que presupone la ciencia económica (v. homo economicus).
[2] Smith encuentra en la regularidad de ciertas maneras de sentir, de comportarse y de juzgar de los agentes de un orden, y en la habitualización de ciertas y determinadas relaciones morales, la causa que explicaría el surgimiento espontáneo de tales normas. Estas normas promueven la armonía y la concordia señalando la propiedad moral de una conducta. Según nuestra hipótesis, las normas morales serían la resultante del proceso de intercambios que determina los precios morales a los que tendería todo mercado moral, cualquiera fuera su objeto y su extensión. Es nuestra impresión que, mientras en la economía la eficiencia del libre mercado tiende a remover gradualmente los estadios de pobreza, en un sentido análogo, el mercado moral tiende a remover gradualmente el conflicto, alcanzándose una mayor armonía social a través de relaciones morales libres, de mayor concordia y justicia, en ausencia de suficientes relaciones fundadas en sentimientos de amor y de benevolencia. Desde esta perspectiva, finalmente llegaremos a la conclusión de que un parlamentario o juez, legislando o fallando respectivamente, en contra del proceso libre y espontáneo de formación de normas morales, estaría interfiriendo con los precios morales del sistema. Podríamos calificar estas interferencias gubernamentales como “controles de precios morales”, los cuales impactarían sobre la armonía del orden, aumentando el grado de conflicto en las relaciones sociales.
[3] Está claro que Smith no habló de mercados o de precios morales, ni tampoco de demandas u ofertas morales, y mucho menos, de determinaciones marginales. Por consiguiente, estos términos transmiten nuestra propia lectura de las ideas de Smith. Nos pronunciamos en un todo de acuerdo con él cuando afirma que las relaciones morales (para nosotros intercambios morales) se explican ab initio por el principio de simpatía antes que por el principio de utilidad que rige en las relaciones económicas. Es decir, los intercambios morales no serían inicialmente el resultado de la especulación o del cálculo, sino que se gestarían a fuerza de comportamientos emocionales, que se irían deslizando gradualmente hacia una instancia cognitiva, más reflexiva y deliberada. En ésta, los agentes podrían captar ex post su conveniencia, reforzándose a posteriori y por razones de utilidad, el origen simpático que caracteriza las relaciones morales. Como resultado del proceso de intercambios interpersonales, surgen los precios morales a la manera de estándares sociales que indican lo que es correcto o apropiado, en una primera instancia a nivel de los sentimientos de los agentes y en una segunda instancia, más racional, por la simpatía que media entre sus juicios de aprobación. Así entendida, la idea de intercambio moral late en TSM cuando Smith describe una relación simpática en donde el actor modera sus conductas para alcanzar la aprobación de un espectador. Esta relación moral se materializa si los agentes logran hacer concordantes sus sentimientos entre sí. Por un lado, se materializa cuando el espectador, gracias a un esfuerzo de su imaginación, logra simpatizar con el actor, aunque con un sentimiento de menor intensidad por lo que le sucede. Por el otro lado, se materializa cuando el actor logra autocontrolar sus maneras de sentir y de comportarse obteniendo la simpatía del espectador. En TSM, Smith describe minuciosamente y con ejemplos, el proceso de socialización (para nosotros, mercado moral) mostrando cómo un actor alcanza con un espectador una concordia de sentimientos de primer orden, y luego, cómo ambos y por el mismo principio de simpatía intentarían gozar de la aprobación moral de un espectador de segundo orden, y así sucesivamente, hasta alcanzar la aprobación del espectador imparcial. Smith se vale metafóricamente de la figura de un espectador, al cual va ubicando progresivamente a mayores distancias del suceso, señalando con este recurso y con esa mayor distancia, el mayor nivel de objetividad y de imparcialidad de sus juicios, léase, de las normas morales (Smith, 1790: 68/72).
[5] Adam Smith fue un filósofo moral antes que el padre de la ciencia económica. Su obra La teoría de los sentimientos morales (en adelante TSM) data de 1759, mientras que La riqueza de las naciones (en adelante RN), es de 1776. Diferentes académicos han opinado que las mismas constituyen parte de una única y coherente construcción intelectual. En particular, James Otteson propuso una interesante analogía en referencia a la forma de estructuración de ellas, planteando que para Smith las reglas morales y económicas son análogas, en el sentido de que se desarrollan a partir de un intercambio de información entre personas que cooperan mutuamente interactuando en un mercado, concepto que subyace a las interacciones humanas descriptas tanto en TSM como en RN (Otteson, 2002:6-7). Otteson encuentra en TSM el proceso de configuración de un mercado moral donde se intercambian sentimientos, comportamientos y juicios de aprobación. Inspirándonos en ciertos pasajes de TSM y profundizando en la tesis propuesta por Otteson, trataremos de demostrar que el fenómeno moral constituye un proceso de mercado. Para ello, formularemos una teoría propia a la que denominaremos teoría moral de mercado, en franca distinción con lo que pudiera suponerse como un análisis económico de la moral.2 Intentaremos demostrar la existencia de un mercado moral mediante la identificación de sus elementos principales. En primer lugar, alumbrando la existencia de un problema moral representado por la escasez afectiva del hombre, amortiguada en parte por la conformación de ese mercado moral. Para ello, deberemos demostrar la existencia de intercambios morales, de oferentes y de demandantes morales que trocan sus sentimientos, sus comportamientos y sus juicios de aprobación, convergiendo en precios morales. Conforme a los postulados de nuestra hipótesis, sostendremos también que los precios morales se determinan y varían de manera marginal. Los mismos tenderían hacia un supuesto precio moral de equilibrio, revelado por las normas morales de justicia más universales, cual sistema de señales que guían las acciones de los agentes en el mercado moral. Está claro que Smith no habló de mercados o de precios morales, ni tampoco de demandas u ofertas morales, y mucho menos, de determinaciones marginales. Por consiguiente, estos términos transmiten nuestra propia lectura de las ideas de Smith. Nos pronunciaremos en un todo de acuerdo con él cuando afirma que las relaciones morales (para nosotros intercambios morales) se explican ab initio por el principio de simpatía antes que por el principio de utilidad que rige en las relaciones económicas.3 Es decir, los intercambios morales no serían inicialmente el resultado de la especulación o del cálculo, sino que se gestarían a fuerza de comportamientos emocionales, que se irían deslizando gradualmente hacia una instancia cognitiva, más reflexiva y deliberada. En ésta, los agentes podrían captar ex post su conveniencia, reforzándose a posteriori y por razones de utilidad, el origen simpático que caracteriza las relaciones morales. Como resultado del proceso de intercambios interpersonales, surgen los precios morales a la manera de estándares sociales que indican lo que es correcto o apropiado, en una primera instancia a nivel de los sentimientos de los agentes y en una segunda instancia, más racional, por la simpatía que media entre sus juicios de aprobación. Así entendida, la idea de intercambio moral late en TSM cuando Smith describe una relación simpática en donde el actor modera sus conductas para alcanzar la aprobación de un espectador. Esta relación moral se materializa si los agentes logran hacer concordantes sus sentimientos entre sí. Por un lado, se materializa cuando el espectador, gracias a un esfuerzo de su imaginación, logra simpatizar con el actor, aunque con un sentimiento de menor intensidad por lo que le sucede. Por el otro lado, se materializa cuando el actor logra autocontrolar sus maneras de sentir y de comportarse obteniendo la simpatía del espectador. En TSM, Smith describe minuciosamente y con ejemplos, el proceso de socialización (para nosotros, mercado moral) mostrando cómo un actor alcanza con un espectador una concordia de sentimientos de primer orden, y luego, cómo ambos y por el mismo principio de simpatía intentarían gozar de la aprobación moral de un espectador de segundo orden, y así sucesivamente, hasta alcanzar la aprobación del espectador imparcial. Smith se vale metafóricamente de la figura de un espectador, al cual va ubicando progresivamente a mayores distancias del suceso, señalando con este recurso y con esa mayor distancia, el mayor nivel de objetividad y de imparcialidad de sus juicios, léase, de las normas morales (Smith, 1790: 68/72).
[6] 1 Existe una línea de investigación que trata de introducir en el análisis económico esta dimensión relacional a través del estudio de las funciones de utilidad interdependientes y la Teoría de Juegos. Al respecto puede verse Pena y Sánchez (2006, pp. 55-73).
[7] Smith, A. (1776) Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, 7.ª ed. En adelante nos referiremos a esta obra con la abreviatura RN.
[8] Smith (1759) La teoría de los sentimientos morales, Madrid, Alianza, 1997, en adelante se aludirá a la misma con las siglas TSM
[9] Esta obra estableció su reputación como filósofo en toda Europa y su impacto de su obra moral en el pensamiento de la época no debe ser subestimado. De hecho tuvo cinco ediciones en vida y fue inmediatamente traducida al francés (tres veces en el XVIII) y al alemán (dos veces en el mismo siglo) y fue leída y discutida por todos los grandes filósofos del XVIII y XIX, desde Hume hasta Kant. Sobre este tema puede verse el estudio de Reeder (1998, pp. 9-39).
[10] El término altruismo está ausente de toda la obra de Smith. No podía ser de otro modo, ya que se trata de una invención de A. Comte, un siglo más tarde. La expresión al uso en el mundo intelectual smithiano era heredera de la tradición escolástica y no exactamente equivalente: «Amor de benevolencia».
[11] Entre las obras de este grupo de autores merece la pena destacar la postura de Oncken (1897). Este autor fue el que acuñó la expresión «Das A. Smith problem».
[12] Para algunas interpretaciones, una economía moral está basada en la equidad y la justicia y se circunscribe a pequeñas comunidades donde los principios de la cooperación mutua priman sobre la búsqueda individual de ventajas. En esas economías, los individuos no se relacionan entre ellos como actores económicos anónimos que compran y venden, sino que ponen en juego su estatus, su reputación, sus necesidades, y las ideas de justicia y reciprocidad. En las sociedades complejas esas normas de equidad pueden convertirse en costumbres o leyes, como en las normas de abastecimiento de los mercados en la Europa del Antiguo Régimen. Los grandes motines de subsistencias del siglo XVIII y el siglo XIX, en muchas ocasiones se oponían a los efectos de los proyectos del gobierno de liberalizar el comercio de granos y acabar con la política de abastecimientos y precios fijos. Frente a ese mercado libre, donde el grano fluía allí donde se pudiese conseguir vender más caro, los amotinados exigían que el gobierno se comprometiese a mantener los mercados abastecidos y a un precio asequible, es decir, que respetase la economía moral y no desvinculase la responsabilidad política del funcionamiento de la esfera económica. La economía moral se sustentaba en una cierta ética de la subsistencia, en la búsqueda del bienestar colectivo y no en el lucro personal. Aunque no exentas de desigualdades y pobreza, el objetivo prioritario que articulaba tales sociedades tradicionales (de las que perduran algunos ejemplos) no era la acumulación material, sino la reproducción y el mantenimiento del sistema social, debiendo garantizar para ello las necesidades de todos los miembros de la comunidad. Se trataba de un modelo sustentado en unas estrechas relaciones de parentesco, en el que el estatus social no era otorgado por la riqueza, sino por la posición ocupada en el complejo de relaciones sociales, y en el que la legitimidad de los líderes políticos se derivaba de su capacidad para garantizar las necesidades básicas de la comunidad.

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